Capítulo XXV
El trabajo de esa mañana había sido muy fácil y rápido, sin embargo al llegar a esa otra celda el trabajador se atragantó con su saliva, obviamente todos los que vivieron esa guerra conocían a Bellatrix Lastrange. Y si no fuera malo, también la ventana mostraba los girones de oscuridad que miraban hambrientos a la mujer y a ellos que entraron en la celda. Los aurores lanzaron sus Expecto Patronum. El reparador caminó lentamente, pues a pesar de las figuras luminosas, el frio característico de esos seres aun no desaparecía. El hombre vio de reojo a la presa y chilló asustado.
–¡¿Ella debe verse de ese modo?!
Uno de los aurores volteó en dirección a donde se hallaba Bellatrix y chasqueó la lengua. La figura se encontraba doblada de forma antinatural y con el rostro cubierto por los desordenados rizos negros.
El guardia se inclinó y no escuchó sonido alguno viniendo del cuerpo, el hombre se giró a informar a su compañero...
–Fue desmentorizada o...
Ya no terminó la frase, pues la bruja se movió veloz y cual araña se lanzó sobre él, enroscándose en su cuerpo y con su boca en el cuello. El otro celador no supo si atacar o quitar el Patronum y ese segundo de duda le costó la vida a su compañero, pues Bella lo mordió en el cuello tan fuerte como para hacer una gran herida que enseguida chorreó sangre que bañó el rostro cruel, pero hermoso de la bruja.
Bella como la experta duelista que era no tardó en aferrar la varita del celador asesinado y la usó en contra del otro y el trabajador. El color verde de los Avadas iluminaron el rostro de la bruja que vio la puerta y caminó hacia ella dando saltitos de alegría.
La alarma fue dada, no obstante ella no era débil y levantando la varita del guardia que desarmó y mató, avanzó gritando maldiciones y atacando a quienes se pusiera en su camino. No se abstuvo de usar bombardas y confringos haciendo que el caos junto con los gritos de los otros reos fuera su canción de acompañamiento.
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Severus caminó rápidamente hasta la puerta, pero Sirius lo detuvo antes de que abriera.
–Si ella salió, estamos más seguros aquí dentro. Ninguno de los dos traemos varita.
–Cierto. ¿Ella no sabe cuál es tu celda verdad?
–Yo espero que no; vendrá por mí si es así. ¡¿Cómo Dementores salió?!
Severus lo pensó un poco y se pegó en la frente.
–Probablemente, los gemelos tampoco colocaron los barrotes en su celda.
–¿También la visitaron?
–Necesitábamos información.
Sirius vio con recelo al otro pelinegro.
–No es lo que crees. En fin, fue un error mínimo, pero ella debió aprovechar cualquier cosa a su favor.
–Oh sí, ella es una bruja hábil, loca, pero hábil.
Un hechizo golpeó la pared de la celda y algunos bloques de piedra cayeron. Sirius jaló a Severus y se colocaron en el otro lado, ocultos si alguien se asomaba por el espacio que quedó al descubierto.
–Una opción sería huir en cuanto podamos.
–¿Eso no afectaría tu condena?
–Seguramente, pero igualmente muerto no podré salir libre.
–Cierto.
Los dos magos se quedaron agazapados y es que ni pociones tenía Severus, no con el fuerte registro a la entrada de su visita.
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El informe llegó a la hora de la comida y Alexander dudó en trasmitirlo o guardarlo en secreto y enviar a su gente –magos–, sin embargo el grupo debía saberlo si algo sucedía que fuera trágico, que él esperaba que no.
El inmortal pidió que su guardia no se retirara y vio a los otros comensales.
–¿Lucius tengo entendido que hay un hechizo que hace privada una conversación? –mencionó señalando con un leve movimiento de cabeza hacia los menores.
El rubio Malfoy comprendió y colocó el hechizo muffliato con algunos cambios. Con los niños sin escuchar lo que decían los adultos. Alexander fue directo al punto.
–Azkaban está teniendo un motín.
El rostro de los presentes palideció; más fue Remus el que se calmó y preguntó:
–Le informaron ¿Por qué Sirius...? –No iba a hacerse el ingenuo al ignorar todos los hilos que el inmortal movía.
El mayor negó y dio un suspiro:
–Me temo que si fuera él, no estaría mucho en peligro, pues como lo vean es un reo más. Pero esta mañana Severus fue a visitarlo y por eso se me informó, sus guardias me avisaron. Son magos sin embargo solo uno de ellos es guardia. Y si envió el aviso en calidad de urgente la situación sobrepasa a los celadores.
–¡¿Por qué iría Severus a ver a Black?! –inquirió Lucius.
–Eso es lo que menos importa ahora. –aseguró Narcissa– Ambos están en peligro y sabemos que si el Departamento de Aurores envía gente, probablemente queden en medio de todo.
–Enviaré gente que trate de buscarlos y ponerlos a salvo. –ofreció Alexander.
–Si alguno de los dos estuviera armado, ya habrían salido. Ninguno es mal duelista. –comentó Remus.
William sintió como Regulus apretaba su mano, buscando apoyo. El hombre lobo lo atrajo en un abrazo. Marcus vio a su padre y acotó.
–Sería bueno que enviaras a tu gente, sin embargo me preocupa que los vean y resulten sospechosos. Luego de la guerra el mundo mágico está susceptible.
–Podemos usar un hechizo desilusionador, pero debemos estar cerca para ponérselos. –explicó Regulus.
Los magos y bruja vieron con intriga a Regulus, pues nada de lo que dijo era cierto, pues si los guardias eran magos; ellos mismos podrían hacerlo.
–No, no. No puedes ir. –advirtió William.
–Es mi hermano, el que está en peligro, Willi... –rogó Regulus.
El pelirrojo se mordió los labios y cedió ante los ojos de su pareja.
–Obviamente yo iré también y no te separaras de mi lado. –El pelirrojo volteó la mirada a su padre– Debo entregarte algo padre, esperemos que la ocasión sea propicia.
Marcus vio a su padre y este asintió, dejando la mesa y yendo a la oficina para llamar a sus hombres y enviar un grupo... pequeño, si sus hijos iban.
Mientras Marcus se limpió a boca y comenzó a decir:
–Siento decirlo, pero ninguno de ustedes puede ir. Remus no debes ser visto en el mundo mágico, mucho menos en esa prisión y Lucius por estar cerca de ese Tom, las sospechas recaerán en ti de inmediato. Cissy, es lo mismo para ti. Por si fuera poco los niños los necesitan, pues según veo ellos ya notaron algo raro. –Y era cierto el par de traviesos se movía las orejas buscando que estaba mal, eso sí todo sin dejar de reír.
–Sacaremos a salvo a Severus, no puedo perder a mi bienhechor. –afirmó el pelirrojo.
La comida concluyó y los adultos que se quedaron, vieron con alivió que los pequeños se fueron a su habitación y no parecían desear salir por mucho tiempo de allí.
William se levantó y dejó a su pareja con Marcus, mientras él iba a la oficina de su padre. Entró y Alexander lo vio con interés.
–Déjame ver cómo funciona... – dijo el pelirrojo, se aclaró la garganta y llamó– Tiny ¡Tiny!
Un elfo apareció frente al hombre lobo dejando con rostro de asombro a Alexander.
–Ordene el señor.
–Puedes traerme a mi masco... a la rata que tengo en mi habitación.
–Amo, señor Corvinus, sí señor.
–Oh y Tiny que no se vaya a escapar por ningún motivo.
–No amo, nunca señor.
El elfo desapareció y Alexander vio a su hijo:
–Ya te desenvuelves bien en las costumbres mágicas.
–Mi cuñada ha sido de gran ayuda, y todos han puesto de su parte para saciar mi curiosidad.
–Ya veo. ¿Y esa rata es quien creo que es...? –El hombre mayor sacó algunas hojas y revisó antes de agregar– Peter Pettigrew.
–Es él. Fue pura suerte que lo encontrara fingiendo ser una mascota mágica. Debes hacerlo llegar al Ministerio antes de que saquemos a Severus y Sirius; esto acelerara las cosas con la libertad de mi cuñado, pero te llamaré antes de que los hagas.
–¿Por qué?
El hombre lobo dejó salir un suspiró resignado:
–Debe tomar una decisión, así lo decidieron. Tiene que aceptar nuestra ayuda sin obligarlo.
–¿No crees que la situación ya lo dejó sin tiempo?
–Precisamente, ten todo listo llevando a la rata, será cuestión de segundos que te diga.
–Está bien. Supongo que no se los dijiste a los otros porque lo habrían matado.
–Definitivamente, solo Marcus lo sabe.
–Ya. Ahora váyanse y si creen que mis hombres son superados...
–Oh claro que lo haremos, entraremos en acción, no lo dudes.
El elfo regresó con Peter y Alexander lo ubicó en una caja reforzada con un sistema muy avanzado de oxígeno para que el mago no se asfixiara, pero tampoco huyera.
–Vamos. –dijo William.
Los dos hombres se reunieron con el grupo. Los gemelos, Regulus y el equipo de guardias armados solo con varita. Se les unirían más tarde en la orilla opuesta de Azkaban.
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El mago de cabello negro y alborotado se asomó un poco; se imaginó que la loca de su prima trataría de sacar a su marido y a los otros mortífagos, por lo que el ruido y ataques se escuchaban un poco alejados.
–Vamos Snape, ya no se ven cerca.
–¿Estás seguro?
–Si no aprovechamos esta oportunidad; nos cazará aquí.
Severus asintió con resignación y vio como el animago subió por entre los restos de bloques hasta los huecos en la pared y a regañadientes lo siguió. Salieron del calabozo, y aunque se escuchara extraño se sintió más seguro en la celda que allí en el pasillo y desarmado.
Sirius se apegó a la pared y llamó al pocionista; Severus se unió al otro resignándose a ensuciarse... más. De ese modo agazapándose entre los muros y la oscuridad que reinaba luego del combate, siguieron su camino rumbo a la salida. Muchas de las otras celdas mostraban huellas de ataques.
–Cuando Bella se propone algo no lo hace a medias. –indicó Snape.
–Y que lo digas, todos en la familia debieron respetar a Rabastan cuando aceptó casarse con ella.
El profesor negó ante el humor presente de Sirius, aun en esa situación.
Con esperanza vieron las rejas y un guardia vigilando al fondo del pasaje por el que se movían, ya casi llegaban.
–¡Corre!
Ordenó el animago antes de salir corriendo seguido por Severus. Casi estaba en el lugar, pero...
–¡Depulso!
Se oyó desde el otro lado del pasillo y Rebastan alzaba su varita en esa dirección.
Sirius dio con toda su humanidad contra el muro. Severus creyó escuchar el sonido de algún hueso rompiéndose al mismo tiempo que el Black se golpeaba contra la superficie.
Severus por instinto se lanzó al suelo y allí esperó a que el otro mago no lo viera o que lo reconociera como uno de los suyos.
El Lastrange avanzó y al dar vuelta notó el bulto en el suelo, se inclinó si dejar de apuntar la varita contra Sirius.
–¿Severus? –El pocionista miró al otro y asintió sin hablar– ¡¿Qué Dementores haces aquí?!... Oh, eso ya me dirás después.
El mortífago se levantó y caminó hasta la reja, mirando con diversión al joven guardia que se notaba muy asustado.
–Oh mira este fiero celador.
Se burló el mago desaliñado. Snape se incorporó y con toda la confianza que lo caracterizaba llamó al otro:
–Debemos salir de aquí y si solo siguen jugando; nos retrasáremos.
–¿Entonces es cierto lo que pensé? Fuiste ti quien nos ayudó...
–Solo un poco, le di la oportunidad a Bella, sabía que ella haría lo demás.
–Ya veo.
Snape casi suspiró a ver que convenció a Rabastan. Avanzó con paso decidido hasta la reja y ordenó al guardia...
–Abre y no intentes nada si no quieres morir.
El joven mago se quedó un minuto inmóvil antes de sacar unas grandes llaves y las guiaba hasta la reja.
–Aunque eso no explicaría por que traes a Black, ambos sabemos que él no es de los nuestros.
Dijo Rabastan alzando la varita y situándola en el cuello de Severus. El pocionista usó todo su autocontrol para que no se notara su nerviosísimo y respondió lo más sereno que pudo:
–Nos servirá de algo, por lo menos de escudo. ¿No crees?
Rabastan gruñó y se quedó analizando las cosas por un par de minutos, los que cortaron toda posibilidad para los pelinegros, pues los pasos agitados y en grupo se escucharon hasta donde ellos estaban.
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El grupo armado constaba de cinco hombres. Regulus se concentró y lanzó los hechizos desilusionadores sobre tres de ellos, los otros lo hicieron ellos mismos.
William se removió molesto en su lugar, y es que siendo de día, su formar sería muy reconocible y Marcus no podía maniobrar tan bien como en la oscuridad, de hecho se hallaba bajo la sombre de un árbol con la túnica cubriendo todo su cuerpo y cabeza. No que el primer vampiro tuviera la debilidad contra el sol* de sus descendientes, pero si le era molesto volar de día.
–Listos. Vayan.
Ordenó el mayor de los gemelos a los guardias. El quinteto obedeció y usando una barca, salieron veloces hacia la prisión. No tardaron mucho en arribar y se dispersaron por el perímetro para buscar una entrada, no tuvieron que buscar mucho, pues los celadores se encontraban en el interior haciendo frente a los prófugos. Desde la otra orilla, los Corvinus y Regulus esperaron.
–¿Cuándo crees que manden los refuerzos los aurores? –cuestionó Marcus a Regulus.
–No creo que falte mucho, pero no sé si lleguen a tiempo. Y que sean suficientes, con la guerra supongo que ya no hay muchos o de sobra.
El trio vio con agrado como el grupo de soldados o lo que creyeron eran ellos entraron a la prisión dispuestos a combatir con todo.
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Severus sintió como la reja se abría un poco y con miedo vio de reojo si el joven mago la había abierto, pues en ese momento era un gran error.
El mago sintió un agarré en su brazo y como le ponían algo en la mano, Severus no tuvo que bajar la vista para saber lo que era, la conocida sensación de esa madera y el poder que encerraba... Su varita. La pregunta fue ¿Quién se la dio?
La impresión de personas pasando a su lado y que se internaron usando ese hechizo sobre ellos, y yendo por el animago que yacía inconsciente en el suelo. Le dio un sentimiento de seguridad al pocionista, de hecho mirando de reojo vio que el joven mago ya no se encontraba en la salida.
Esa pequeña victoria alistó a Snape para soportar ver a Bella y otros de su ex compañeros yendo en su dirección.
...
*Si tiene esa debilidad, aunque a mí me parece algo ilógico, digo ¡es el primero!
...
Muy agradecida de todos sus comentarios AnaM1707, giulianacontesso y noona-kane -mi dibujante favorita.
