Capítulo 11
-- Hiei's POV --
¿Dónde podía estar?
Me cambié de posición en el árbol, como si eso me fuera a ayudar de alguna manera a que se me ocurriera una solución a mi problema actual. Todo el mundo dependía de mí, y yo no tenía ni la más remota idea de dónde encontrar el alma de Karasu. No estaba acostumbrado a que la gente dependiera de mí, y me estaba poniendo nervioso. Cosa que no me gustaba.
Kurama había intentado decirme algo, antes de que tuviera que irme. Quería volver, preguntarle otra vez... verle otra vez.
¡.¿Qué demonios?.!. ¿De dónde había salido eso? Yo no quería volver a verle, sólo quería conseguir resolver todo esto para que así todo volviera a la normalidad.
Vale. Ni siquiera yo mismo me creía. Qué triste.
Tenía que ser alguien cerca de Kurama. Desafortunadamente, ése podía ser cualquiera de la cárcel.
Odiaba esto. No me gustaba quedarme sentado sin hacer nada y pensar en cosas. Si por mí fuera, sacaría a la fuerza a Kurama de esa cárcel, y mataría a cualquiera que se pusiera en mi camino. El único problema con eso es que si Kurama quisiera salir, podría haber salido él solo. Pero claro, él no iba a hacer eso, porque entonces tendría que estar huyendo siempre. Eso no le habría importado en su vida anterior, pero ahora sí. Estaba preocupado por su madre. De dejarla sola.
No sabía que ella no le recordaba.
¿Por qué no se lo dije? Si él supiera eso, ya no se preocuparía más. Se escaparía, y muy probablemente volvería a su antiguo estilo de vida. Se sentiría apenado por su madre, pero no creo que le importara volver a sus viejos hábitos. Los echaba de menos a veces. Podía verlo en sus ojos. Estaba reprimiendo una parte de sí mismo, manteniendo su verdadera naturaleza encerrada bien adentro para proteger los humanos de los que estaba constantemente rodeado, y eso tenía que ser difícil. Probablemente sería más fácil para él si ya no tuviera que ocultar su verdadera naturaleza.
Y aun así... por alguna razón, no quería que él volviera a ser como solía ser. No completamente. Admitiré que respetaba más a Youko Kurama, porque hacía lo que quería hacer, y no le importaba lo que los demás pensaran. Vivía como un demonio debería, cogiendo lo que quería, viviendo sin pensar en nadie más.
Pero yo jamás podría ser amigo de Youko Kurama.
De hecho, Kurama era el primer verdadero amigo que había tenido en mi vida, y eso era por su lado humano. Los demonios no tienen amigos. Tienen compañeros, y tienen enemigos. A veces aliados, y a menudo amantes. Pero nunca amigos.
Kurama se había convertido en algo más para mí, y eso sólo había sido posible debido a su lado humano. Sin su recién descubierta humanidad,. ¿dónde estaríamos?. ¿Qué lugar ocuparía yo en la vida de Youko Kurama?
Ninguno. No había lugar para el Niño Prohibido en la grandiosa existencia de Youko Kurama. Y no iban a deshacerse de mí otra vez. No por otra persona más en la que, de algún modo, había logrado confiar.. ¡Ese maldito kitsune no iba a librarse de mí tan fácilmente!
Tenía que sacarle de esa cárcel, pero no podía utilizar mis métodos habituales. Tenía que pensarlo detenidamente.
Pero en lo único que podía pensar era en mi zorro, tendido en esa sucia celda, apenas capaz de moverse. El modo en que me había mirado...
Un momento...
Me volví a girar hacia Kurama, y pregunté, "¿Te ha estado molestando?"
Hubo una discreta risa detrás de mí, y me di cuenta de que Kurama no me estaba mirando a mí, sino a algo por encima de mi hombro. Sacudió su cabeza con rotundidad, sus ojos esmeralda muy abiertos.
No me estaba mirando a mí... estaba mirando por encima de mi hombro.
Yo había estado mirando a Kurama, lo que significaba que le daba la espalda al demonio en la celda del otro lado del pasillo. Kurama no había negado con la cabeza para responder a mi pregunta. Había respondido a algo que el demonio estaba haciendo detrás de mí.
"No me dejes, Hiei," susurró con urgencia. "Está más cerca de lo que crees. No me dejes con él."
"Está más cerca de lo que crees..."
¡Pues claro!. ¡Si es que era idiota!. ¡Había estado delante de mí, y no lo había visto!
--------
Abrí de golpe la puerta de la oficina de Koenma, quitándome de encima los onis que estaban intentando detenerme desesperadamente.
Koenma levantó inmediatamente la vista de su mesa, sus ojos ensanchándose al verme. "¡Hiei!. ¿Qué estás haciendo aquí?. ¡Les dije a los onis que no dejaran entrar a nadie!"
Ignorando la pregunta, dije, "¡Ya sé quién es!. ¡Podemos sacar a Kurama!. ¡Ya sé qué cuerpo está poseyendo Karasu!"
El pequeño príncipe no se veía tan contento de escuchar la noticia como yo había esperado que estuviera. Después de todo, esto significaba que le perdonarían. Pero en lugar de verse tan aliviado como yo me sentía, se hundió en su silla, negándose a mirarme.
Me dirigí hacia su mesa y di un fuerte golpe con mis palmas en ella, inclinándome hacia el pequeño semidiós para mirarle a los ojos. "¿Y ahora qué pasa?"
Estaba empezando a tener un mal presentimiento.
"Mi padre ha vuelto."
Maldita sea...
"¿Y?"
"Y se puso furioso cuando descubrió lo que pasó. He tenido suerte de que no me haya repudiado. Ha ordenado que detuviésemos la investigación. Dice que debería haber metido en la cárcel a Kurama cuando tuvo la oportunidad."
"Pero," empecé, mi ira creciendo. "Si pudieras examinar el demonio que creo que tiene el alma de Karasu, y descubrieras que tengo razón,. ¿tu padre no se vería forzado a liberar a Kurama?"
"Sí, pero no va a dejarme que saque un preso de la cárcel por el bien de Youko Kurama," dijo Koenma con tristeza. "Lo siento, Hiei. Intenté convencerle, de verdad que lo hice, pero..."
"¡Maldita sea!" Grité, cogiendo un montón de papeles de su mesa y tirándolos airadamente contra la pared.
No podía acabar así. No podía dejar a Kurama en ese lugar.
Giré sobre mis talones, Koenma todavía mirándome con los ojos bien abiertos, un poco asustados, y dando fuertes pisadas me dirigí hacia la puerta.
"¿A dónde vas?" Preguntó.
"A sacar a Kurama de ese lugar de mala muerte."
De repente saltó de un brinco de su silla y corrió hacia donde me encontraba yo. "¡No, Hiei!. ¡No puedes!. ¡Eso sólo empeorará las cosas!
"Bueno,. ¡no voy a dejarle allí!"
Se quedó en silencio un instante, parecía estar librando una batalla interior, y finalmente tiró de mi capa, haciendo que me agachara para así poder susurrarme algo mientras cerraba la puerta de su oficina.
"Si vas a sacar a alguien, debería ser el preso que sospechas que está poseído. Tráemelo, y le examinaré. Si estás en lo cierto, entonces mi padre no tendrá otra elección que liberar a Kurama."
Parpadeé. Koenma estaba realmente siendo servicial. Eso era nuevo.
Sentí mi ira empezar a disiparse. "De acuerdo. Pero si esto no funciona, voy a sacarle a la fuerza, tanto si te gusta como sino."
--------
Un largo y esbelto cuerpo se encontraba extendido en el suelo. El pelo de color rojo oscuro cubría su rostro y descansaba lánguidamente en el suelo a su alrededor.
Sentí mi corazón encogerse en mi pecho, y rezaba desesperadamente a cualquier dios que pudiera estar escuchando, esperando que mi alma ya maldita no fuera un factor en su respuesta a mis súplicas.
Por favor, deja que viva...
"¿Kurama...?" Susurré con indecisión, agarrando fuertemente los barrotes de su celda.
Nada.
No...
Pero entonces un quejido de dolor escapó de sus labios, y se estaba moviendo, sus manos separándole del suelo al intentar levantarse de él, para mirarme.
Me inundó el alivio, pero intenté ocultarlo cuando por fin consiguió levantar la cabeza y mirarme aturdido con dos apagados ojos esmeralda que parpadeaban.
"¡No intentes moverte, idiota!" Susurré, añadiendo apresuradamente el insulto al final para disminuir el aspecto de preocupación.
Demasiado obstinado para escuchar, Kurama acabó de levantarse para quedarse sentado, apoyándose en un lado de su cama.
"Has vuelto," susurró, y una auténtica sonrisa iluminó su cara soñolienta. Sentí una pequeña oleada de orgullo de ser el que le causaba felicidad, pero ignoré ese sentimiento.
"Pues claro que sí."
¿Cuántas veces había ido ya a la cárcel para verle? Bueno, no para verle, claro. Para recoger información. Exacto.
"Kurama," susurré. "Ese demonio al otro lado del pasillo... es él,. ¿verdad?"
Parpadeó. "¿El qué es?"
Suspirando, negué con la cabeza. Apenas estaba consciente. Dudaba que ni siquiera supiera de lo que le estaba hablando.
Me levanté y me giré, y encontré al demonio tumbado perezosamente en su cama, observándome con ojos crueles.
Sonrió y se sentó. "Oh, ya veo. Esta vez seré yo el que reciba una visita del amiguito del hermoso youko. Has venido a verme,. ¿verdad?"
"No," gruñí. "He venido a asegurarme de que pasas la eternidad en algún infierno muy lejos de Kurama."
Rió. "Qué protector. Es casi encantador. Salvo que él es mío. No puedes tenerle."
Gruñendo, di un paso adelante. "Vas a venir conmigo," dije, luego moví lentamente una mano para dejarla en la empuñadura de mi katana. "Y realmente espero que te resistas."
Bueno, idiota no sé, pero un poco lento sí que eres Hiei, te ha costado darte cuenta...
Jujuju, nosotras también esperamos que se resista,. ¿verdad? (se frota las manos)
Como siempre agradecer a todas las personas que siguen leyendo y comentando. Muchísimas gracias n.n
¡Feliz Sant Jordi!. ¡Hasta la próxima!
