Disclaimer: El Potteverso es propiedad de J.K. Rowling.

Este fic participa en el topic "¡Feliz cumpleaños!" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"

Nota: Percy al igual que la autora, está a un paso de una crisis de identidad. Sed comprensivos.


Regalo para Cris Snape.


Asesinato en Scotland Yard


Londres, 2001


Conocemos a los detectives privados desde mediados del siglo XIX, inmortalizados como sesudos analistas que resuelven casos de creciente complejidad. ¿Sus armas? Su insólita capacidad de deducción, una frialdad analítica a prueba de los más insondables misterios y una curiosidad insaciable.

Y al final de las casillas a rellenar en el perfil, estaba ella. Audrey Andrews.

Se había propuesto ser la mejor detective en Scotland Yard, aún cuando era un territorio mayormente dominado por hombres, que las mujeres a su alrededor no fueran nada más que lindas faldas tras un escritorio atendiendo llamadas, reforzaban su objetivo. Andrews, como a menudo prefería que le llamasen, estaba convencida. Una serie de crímenes violentos perpetrados por un asesino que parecía esfumarse con el viento.

Sin lugar a duda, estaba tomando horas extras que el Estado no iba a pagarle y sin embargo no importaba, escondida entre las sombras, aguardó.

Seis mujeres asesinadas, mutiladas y desechadas. Prostitutas o no, merecían justicia. Y el maldito que jugaba a ser Jack el Destripador con ellas, iba a caer.

A menudo, los ignotos acuden a las escenas del crimen como una forma de revivir sus fechorías. Quizá estaba perdiendo el tiempo en aquel callejón, pero había agotado sus opciones y algo muy dentro de ella, le decía que debía ser paciente.

Fue la primera vez que lo vio.

Hombre caucásico en sus treintas, pelirrojo, altura media; complexión meso mórfica, preocupado por su apariencia, sin mencionar la aparente habilidad de aparecer y desaparecer a voluntad como por arte de magia.

Sí, sabía como se escuchaba.

Era una completa locura, excepto que no lo era, de ser realmente posible encuadraría perfectamente con el perfil del asesino en cuestión.

Se removió en su asiento y se pegó los binoculares a las córneas tanto como pudo. Algo muy extraño estaba ocurriendo y ella llegaría al fondo de todo aquello, aunque se jugara el pellejo, que sin duda alguna, así era.

Salió de su auto sin reparar en la sombra que la acechaba.


En el hospital, un interludio de claridad


Cada músculo en su cuerpo daba la angustiosa sensación de haberse desgarrado, vuelto a unirse y repetido el ciclo.

Fragmentos cortos de su último recuerdo se proyectaban en su mente.

Visitaba la escena del crimen.

Estaba oscuro y rodeada de bruma.

Observaba a un hombre aparecer de la nada y un ruido sordo más tarde, un dolor punzante en su espalda la hacía caer.

Debía encontrarse en un hospital, las paredes azules a menudo eran un indicador de serenidad y trataban de transmitir paz. Las luces le daban directamente en el rostro. Cerró sus ojos.

Un hombre gritaba.

Luces de colores emergían de su mano.

El sabor ferroso de la sangre en su boca.

Su cabeza impactando contra el asfalto.

La desnudaban y untaban ungüentos en su espalda.

Estaba llorando.

Le apuntaron con varitas de madera.

¡Morirá si no hacemos algo!

¡Es una muggle!

El sonido de pasos que se acercaban a ella.

Audrey desmayándose.

Cuando Percy Weasley se apareció en el Londres muggle aquella noche, simplemente estaba siguiendo sus instintos.

Por experiencia, los magos tenebrosos atacaban un punto rápidamente y así mismo, se marchaban. Pero aquel hombre, era sádico, con un intenso odio hacia la comunidad muggle. ¿Qué otra cosa sino magia oscura estaba asesinando mujeres muggles?

Y nadie quería escucharlo. No tenía pruebas ya que las marcas en los cuerpos no eran suficiente. Se burlaban de él.

Bien, quizás él no fuera el mejor auror que el mundo mágico hubiese visto. Un ex oficinista imbécil que se negó a ver la amenaza cuando tocaba a su puerta y no iba a volver a sucederle.

—"No tenemos tiempo para asesinos muggles Weasley. Suficiente trabajo hay con la escoria que perseguimos. ¡Ahora lárgate a hacer tu trabajo!".

Y Percy estaba harto de estar tres pasos atrás.

Debería estar en casa, durmiendo. Las paredes del callejón no iban a decirle nada nuevo y aun así, las recorría. Tratando de imaginar la escena. En momentos así, se cuestionaba por qué demonios había abandonado la asistencia al ministro.

Metió la mano en su túnica y pasó sus dedos sobre su antigua insignia de prefecto. Sus hermanos la habían encantado y aún mostraba la inscripción "Premio asnal".

Pensó en su hermano Fred y el mago tenebroso que había acabado con su vida.

Se sintió frustrado y quiso maldecir hasta quedarse sin aliento, pero una rabieta no le llevaría a ninguna parte.

Un sonido parecido a un petardo más tarde y Percy no tuvo necesidad de preguntarse de quién se trataba. Harvey, su anciano mentor se posicionaba junto a él, fumando. Tenía la mala costumbre de calar justo frente a su rostro.

Detestaba el olor que desprendía.

— ¿Sabes que eres una maldita mula?

Percy lo ignoró. Ya había escuchado muchas veces aquella frase.

— Te digo que algo está sucediendo.

Una calada después Harvey dijo. — ¿Tú hermano no te dijo que olvides el asunto?

Y tenía razón. Ronald en realidad se había tomado la molestia de acercarse y hacerle saber que perdía su tiempo.

—"Que los muggles resuelvan sus problemas."

Percy se preguntaba que opinaría su novia, Hermione, al respecto. Vaya que los muggles lo habían intentado pero no parecían estar llegando a ningún lugar. No los culpaba, había demasiado que no sabían.

No iba a tomarse la molestia de discutir con el anciano, consideraba la opción de ir a casa y dormir un poco, cuando un grito llamó su atención del otro lado de la calle, desde el aparcadero del muelle.

Una mujer caía aturdida contra el asfalto.

Varita en mano, Percy se cubría de las maldiciones que volaban hacia él.

Asesino muggle un demonio, ¿Dónde estaba Harvey cuando le necesitaba? La edad en los huesos le estaba jugando en contra al anciano, como para ver que efectivamente él había tenido la razón, había una muggle herida y no dejaría que se convirtiera en su séptima víctima.

Harvey apareció justo para casi ser golpeado de frente por uno de los hechizos, que de no ser por Percy y el hombre que aprovechó su oportunidad para escapar.

Corrió hacia ella y enseguida notó las marcas en su piel, empezaba a convulsionarse y dudaba que un hospital muggle estuviese equipado para tratar maldiciones. Debía tomar una decisión.

Aunque escuchó a Harvey protestar y sabía perfectamente que lo que pensaba hacer era una clara violación al estatuto que podía recitar de memoria, se hizo aparecer en el hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas, con la mujer en brazos.


Suspensión


En retrospectiva, en algún punto de su vida Percy comprendió que los contactos eran de gran ayuda para una posición social estable. Y durante un tiempo, se había dedicado a estar completamente comprometido con esa causa.

Ginny lo había hecho mejor.

Cuando Harry Potter en persona, abogaba en su favor, ciertamente resultaba inusual. Conservar su varita y su empleo, bueno, eso era extraordinario.

Estaba suspendido y probablemente no se pasaría por casa de sus padres en un par de meses. El vociferador de su madre había llegado justo a mitad de su audiencia disciplinaria.

La mujer muggle había sido desmemorizada, una vez que determinaron que el daño no sería permanente, pero al menos no estaba muerta. Y desde luego, una investigación a profundidad sería llevada a cabo por parte del departamento de aurores, el propio Harvey sería el encargado de conducirla. Y él debía mantenerse alejado.

Percy rentaba en el Londres muggle, ahora parecía ser la mejor decisión que había tomado hasta el momento. Reacomodó sus libros, hizo una limpieza exhaustiva en su departamento y sin importar lo que hiciera, no podía dejar de pensar que él debería estar investigando. Dejar un asunto inconcluso no le cerraba por ningún lado.

...

Audrey había despertado con una terrible jaqueca. El beber café probablemente estaba contra indicado y no podría importarle menos.

Se había hecho con café negro y leche de menta.

Tomó un momento tratando de no olvidar respirar. Sus manos no habían temblado así antes.

—Contrólate.

...

Para Percy, quién había tenido una semana un tanto caótica, el hecho de que la mujer muggle por la cual lo habían suspendido estuviese tocando a su puerta, bueno, necesitaba sentarse.

Y ella incluso le había llevado café.


Tregua o Treta


Audrey estaba completamente convencida de que era real, Percy Weasley y el mundo de la magia como tal. Aunque mentiría si no admitiera que sopesó la posibilidad de estar sufriendo, un episodio psicótico post traumático.

...

Harvey Lloyd había sido miembro del departamento de aurores desde tiempos oscuros, nacido y criado en el condado de Devon y un viejo lobo de mar. Para Percy, que hubiese tomado el riesgo de no desmemorizar a la detective Andrews, había sido osado y podía respetarlo. El hombre les había dado una oportunidad.

Una que eligieron tomar.

Audrey contaba con todos y cada uno de los informes policiacos de las víctimas, y una serie de fotografías de las escenas del crimen. Aunque estas no se movían, sí que eran de utilidad. Al ser una investigación propiamente muggle, jamás pudo examinar los cuerpos.

El perseguir magos tenebrosos no era un trabajo sencillo y ciertamente arriesgado. Audrey lo había experimentado de primera mano. Pero antes de permitirle hacerle lo que a las otras mujeres, ella iba a atraparlo.

La magia se presentaba como una verdad oculta, era algo fantástico y prohibido. Envidiaba un poco al señor Weasley. Crecer con un mundo semejante. Y para su sorpresa, las cosas malas también existían en su mundo y podían ser mucho más aterradoras. Aliarse con Percy Weasley se presentaba como su mejor opción para no ser asesinada en el primer instante.

Conforme avanzaban las horas, tanto Audrey como Percy iban conectando puntos, la experiencia de Audrey en el campo era innegable. Percy había tenido problemas para observar las fotografías, demasiada violencia. Tanto odio. Pero pudo notar algo enseguida, las marcas en los cuerpos, se trataba de runas.

Las había estudiado, por supuesto, pero había sido tanto tiempo atrás en Hogwarts. Explicarle a Audrey el concepto le llevaría más tiempo del que disponían. Necesitaba consultar un par de libros, libros a los que no podía acceder más que en su oficina. No podía arriesgarse a exponerla. Ella ofreció llevarlo al Ministerio y esperar en el auto. Percy consideró prudente no revelar la entrada muggle del mismo.

La red flú bastaría, aunque hubiese sido mejor que Audrey no lo hubiese visto. La mujer le crispaba los nervios.


Para su consternación, Percy resultó increíblemente bueno a la hora de evadir al ministro de magia. Consiguió llegar a su despacho sin pena ni gloria y tomó todo lo que consideró necesario.

Gracias a Merlín por los hechizos de expansión.

Se topó de frente con su hermano Ronald, quién ignoró olímpicamente su existencia y él no pudo estar más que agradecido.

...

Fue consciente de que algo andaba mal al encontrar el pestillo de la puerta roto.

Audrey estaba desaparecida y una clara pelea se había llevado a cabo, a juzgar por el desorden de su departamento.

¿Qué demonios estaba pasando?

Una sola cosa habría provocado que Audrey descargara su arma sobre la chimenea. Estaba intentando defenderse de alguien. No podía dejar de reproducir las imágenes en su cabeza, lo que él iba a hacerle.

Se apresuró a buscar las runas. Seis mujeres, seis marcas diferentes. Tomó un bolígrafo y un pedazo de papel y comenzó a trazar las runas.

Jera, que representaba una cosecha.

Mannaz, en referencia a la humanidad.

Perth era el destino.

Sowelu anunciaba fuego; en la última víctima había tallado Nauthiz, castigo.

Observó la pared en que Audrey había colgado las fotografías, un mapa de la ciudad y un sinfín de tachuelas. Ella había encontrado una conexión con la historia de la ciudad en relación a las escenas del crimen. Todas con un pasado en común. Si tenía razón, pudo ser lo último que hizo antes de que se la llevaran.

Algo que Percy había aprendido sobre la historia de la magia, era reconocer patrones. Y no había que ser un genio para intuirlo.

Los símbolos, las mujeres muggles asesinadas, fuego, cosechar, castigo. Audrey había sido marcada también, pero habían tratado las quemaduras y heridas en San Mungo. Audrey había sido la única sobreviviente.

Examinó el mapa una vez más, ella había señalado un lugar en específico.

Exeter.

La ciudad conocida por haber sido testigo de las últimas personas ejecutadas en Inglaterra por brujería. Todas ellas mujeres.

Exeter, en el condado de Devon. Y entonces cada una de las fichas caían en su lugar. Todo tenía sentido ahora.

Un estrepitoso ¡Plaf! Y el mago había desaparecido.


¿No se supone que debes cazar a los magos tenebrosos y no comportarte como uno?

Audrey se habría maravillado al ver las cuerdas ceñirse a su cuerpo por voluntad propia, sino fuese tan consciente de lo que le esperaba. Pensó en gritar, pero no serviría. La mataría antes de conseguir pedir ayuda. Había visto esos comportamientos en víctimas cautivas, quizás si eras amable, quizás si decías lo que querían escuchar. Pero ella sabía que no podía confiar en eso. Conocía las estadísticas. No podía más que tener fe. Fe en Percy, fe en que alguien la ayudaría y si todo eso fallaba, bueno, no le daría la satisfacción de gritar o suplicar. Prefería morir. Sin embargo, Harvey parecía mucho más interesado en el techo de la catedral en la que se encontraban.

—Siete generaciones. Siete generaciones de mujeres perseguidas y juzgadas. Y todo, por personas como tú. — Dijo señalando en su dirección. — ¿Sabes cuál era uno de los principales rasgos asociados a la brujería? —. Se acercó y tomó un mechón de su largo cabello entre sus dedos.

El cabello pelirrojo era una condena en 1695.—. Se inclinó sobre ella y olfateó su cabello.

Olía a menta y lavanda.

Podía sentir como se tensaba ante su toque. Apuntó su varita frente a ella y con un movimiento, comenzó a trazar una runa en el aire. La empujó hacia su brazo derecho y pudo sentir su piel quemándose.

Audrey tenía un tatuaje en su tobillo, lo había hecho al cumplir dieciséis años, el dolor de entonces no podía compararse con el que se encontraba experimentando.

Recordó la noche en que vigilaba.

La noche en que ese cobarde la había atacado por la espalda.

La noche en que conoció a Percy.

Percy Weasley.

Resultaba curioso lo que uno pensaba antes de morir, si Audrey hubiese conocido a sus padres, quizás estaría pensando en ellos, fallecidos en extrañas circunstancias.

Pero no.

Pensaba en el hombre que se había lanzado a su rescate la última vez. Pasó las últimas horas de su vida con él, no había resultado una mala compañía después de todo. Ojalá hubiese podido decírselo.

El cómplice de Harvey, que hasta el momento había permanecido oculto entre las sombras, alertó la llegada de un auror.

Sabía que iría en su rescate.

Weasley sólo debió haberse apartado cuándo tuvo la oportunidad. Intentó darle una salida. Jamás creyó que la mujer muggle se acercaría a su aprendiz. Una pena.

Lo mataría antes de permitirle verla una vez más.


La sagacidad de los pelirrojos


Si alguien le hubiese preguntado a Ronald Weasley a sus catorce años de edad, a lo que deseaba dedicar su vida, hubiese tenido una respuesta clara y sincera.

Quería trabajar en el departamento de aurores. Tiempos oscuros vendrían y eso no haría más que acentuar la voluntad del joven Weasley.

Era un auror, ejercía su profesión soñada junto a su mejor amigo en el mundo, Harry Potter.

Así que cuando su hermano mayor, Percy, presentó su examen en el departamento, se escandalizó. ¿Acaso pretendía que lo asesinaran?

La peor parte del asunto fue que aprobó. Y fue asignado en su unidad. Dios había abierto la ventana de los cielos y exclamado "Te odio, Ronald Weasley. "

Pero había aprendido a superarlo.

Ayudó mucho que lo suspendiesen, luego de violar el Estatuto del Secreto Mágico, se había encaprichado con un asesino muggle imaginario y se expuso frente a una muggle. Había que ser idiota.

Y ahora, lo veía paseando la mar de tranquilo por el Ministerio, fuera de sus horas laborales, las cuales, ya que valía la pena decirlo una vez más, le habían suspendido. Así que por supuesto que había echado a correr en el momento en que fingió, ignorar a su hermano y fue en busca de Harry.

Percy se traía algo entre manos. Y cómo no se anduviera con cuidado, iban a echarlo del Ministerio y moriría de tristeza y vergüenza.

Lo que era aún peor, preocuparía más a su madre.

Fue una suerte darse de narices contra Harry en el momento en que lo hizo.

No importaba lo que su madre dijese sobre las orejas expansibles, eran una auténtica joya. Y ya que estaba tratando de sacar a Percy de problemas, decidió no pensar ni un momento en Fred.

Debía concentrarse en el idiota de su hermano mayor.

Lo escucharon claramente dirigirse a su departamento y lo siguieron.

Les tomó solo un momento correr hacia la red flú. Ron había visitado solo una vez ese lugar. Así que los agujeros de bala en la chimenea, no le provocaron ninguna sospecha, a diferencia de Harry, que empuñó su varita inmediatamente.

Solamente alcanzaron a ver a Percy desaparecerse.

Y lo que Ron vio colgado en las paredes de la habitación, no se borraría fácilmente de sus retinas. Harry examinaba un mapa, mientras Ron se planteaba los mejores escenarios para no creer que su hermano estuviese involucrado en todo aquello.

Merlín. Percy había tenido la razón.

Un minuto después Harry anunciaba que había descifrado a donde se dirigía Percy.

Un ¡Plat! Y unos segundos después, ambos magos habían desaparecido.


Sueños


El brazo de Audrey no ha parado de dolerle desde hace una semana.

Visitó al médico y todo parecía estar en orden. También ha tenido pesadillas en ese lapsus. Quizás sea producto de toda la maldad a la que se expone en el trabajo.

Todo sería mucho más llevadero, si existiera una forma de olvidar, quizás finalmente ha comenzado a desvariar.

Pero una noche, Audrey sueña con un hombre distinto. No de la clase que hace daño, no. Se trata del tipo de hombre que haría algo extraordinario, porque nadie lo espera de él.

En sus sueños, el hombre pelirrojo la abraza y promete que todo lo malo se ha ido.

Audrey quiere besarlo, apostaría que sus labios saben a café y menta.

Siempre que piensa que logrará conseguirlo, despierta.

No es más que un lindo sueño, pero es al final suyo.

Casi cree que está soñando vívidamente una tarde, mientras se encuentra en su cafetería favorita. El hombre sentado en la mesa frente a ella, resulta tan familiar.

Alguien a quién vio una vez en un sueño.

¿Podría ser?

Fin.


Hola :)

Primero que nada, ¡Feliz cumpleaños Cris! Espero que te haya resultado entretenido, debo confesar que es el resultado de un maratón de asesinos seriales, la presión por escribir sobre tu OTP y mi propia indecisión ante el fic que había escrito antes de éste, pero me ha gustado más y se quedó.

Audrey es una badass en mi muy humilde opinión y me encanta leer sobre ella. Aunque me cuesta plasmarla. Percy es mi segundo Weasley favorito y aún así me hago un lío.

P.D. Nunca consigo imaginar un apellido digno de Audrey que no sea Weasley. Y aunque pensé dejarla en Audrey a secas, me hace gracia imaginarlos a ambos como el dúo policiaco que se llama por los apellidos. Y ya que Andrews es lo más parecido a Audrey y da pie para que Percy, irremediablemente se refiera a ella por su nombre, me hace feliz.

Saludos.