La historia y sus derechos me pertenecen, los nombres de los personajes a S. M. NO AL PLAGIO

Una madre sin esposo (SAGA LA VIDA DE ELLAS)

XII Nunca falta un roto… para una divorciada

Angielizz (Anbeth Coro)


Los niños estaban durmiendo en casa de su hermana. Había cuidado a su sobrina Tanya el día anterior para poder tener libre ese día y parte del domingo. Edward le ofreció su brazo y ella lo tomó para bajar del automovil. Había pasado por ella. Bella se decía que no tenía expectativas, pero, por si acaso, había quitado los tres focos del pasillo de la casa, cerrado la puerta del cuarto infantil y guardado los juguetes dentro. Así si una cena llevaba a otra cosa entonces podrían pasar por el pasillo oscuro sin que viera las fotos de las paredes. O quizás sólo lo invitaba a entrar para hablar de sus vidas tomando una taza de café aunque fuera muy noche, o quizás un vaso de agua, o quizás mejor no se hacía expectativas. Si no esperaba nada, entonces nada podría salir mal.

Pero una cita ya fuese en un veterinario, en un vivero, eligiendo música o en una cena elegante era imposible que saliera mal si iba tan bien acompañada. Y vaya que esa noche iba bien acompañada. Edward era un caballero sumamente divertido.

La hacía reír con facilidad de chistes ridículos.

—¿Y en qué trabajas? —le preguntó ella en algún intermedio.

—Tengo diferentes negocios.

—¿Sí?

Él asintió.

—Cosas de carros y eso —le respondió con simpleza, no mentía, tenía refacciones, gasolineras y una compañía de transportes. Todo eso incluía vehículos.

—Suena interesante —dijo ella riendo, porque no se le escapaba que Edward no le estaba contando en realidad nada—. ¿Una llantera? —intento probar suerte. Edward negó con su cabeza.

—Refacciones, transportes, gasolineras, ese tipo.

Bella frunció el ceño.

—Esas cosas son muy diferentes entre sí.

Se cruzó de brazos en espera de una mejor respuesta.

—Si no quieres contármelo no tienes que mentirme. Prefiero la omisión por mucho, o que me inventes algo divertido.

—Bueno, ah… tengo una compañía de transportes a nivel nacional, unas pequeñas sucursales de refacciones y algunas gasolineras en el estado.

Bella se río en lugar de sorprenderse.

—Ya, claro.

No se lo creía.

¿Y por qué no? Porque Edward no parecía un millonario. Su exesposo lo era, se había convertido en uno. Si Edward fuese rico, se dijo, tendría un carro del año y vestiría ropa de marca con esos relojes costosos. Si Edward fuese tan rico como decía no perdería su valioso tiempo con ella.

—Bueno, si vamos a mentirnos, yo tengo una cadena de restaurantes muy importantes también.

—¿Eso te gustaría? —le preguntó interesado él ignorando su broma.

Bella negó.

—No. Me gustaría tener un restaurante —le dijo mirando fijamente su plato de comida—. Trabajaría en él, me gusta mucho ser chef, pero si tuviera uno entonces haría las cosas a mi modo.

—El dinero no sería la razón.

—No… es decir, vaya, me encantaría no tener que reventarme la espalda con el peso de mis deudas, pero creo que disfrutaría un trabajo en el que no tuviera que deberle mis horas a alguien más.

—Bueno, tal vez podrías presentarme un proyecto y hacemos algo juntos —le dijo Edward honesto, pero Bella se río.

—Ya, claro, que eres rico, casi lo olvido —bromeó ella.

—Bueno y si lo fuera… ¿no te gustaría ese tipo de oportunidad?

—¿Cómo socios? —él asintió.

—Sí.

—Aunque no hayas probado mi comida.

—Ya lo hice, la lasaña estaba deliciosa.

—Si eso hubiese sido cierto, le habrías mandado las felicitaciones a la chef.

—Casi lo hice.

Y casi era cierto, el hombre que pidió ver a la chef era uno de los empleados de Edward. Lo había hecho acompañarlo de un restaurante a otro durante esas dos semanas para que pidiera ver a la chef, hasta que al fin apareció Bella.

—Casi no es suficiente.

Edward no se lo contó, en lugar de eso tomó la mano de ella y le dejó un beso en el dorso.

—La próxima vez no será un casi —Bella sonrío y sus ojos azules brillaron incluso más que antes, como un hermoso cielo, pensó Edward.

La cena fue, le contaría Bella a su hermana al día siguiente, la mejor cita de su vida. Incluso la acompañó a la puerta y como en las películas la besó.

Un beso, se dijo, sólo un beso más. Mientras pasaba sus brazos al cuello de Edward para no soltarlo.

—Yo… —no supo cómo continuar la invitación.

—Tú —dijo Edward repartiendo besos en su rostro, Bella entreabrió sus labios y él volvió a besarla dulce y lento, sin exigir nada de su parte, sin dobles intenciones, la besaba maravillado de los besos de Bella.

Podría haber jurado que quería besarla hasta que se quedara sin labios, pero Bella luego de unos minutos echó el rostro hacia atrás rompiendo la cercanía. No era suficiente. Volvió a acercarla tomándola de la nuca. ¿Sería que llevaba una década sintiéndose tan solo? ¿Sería eso que lo hacía pensar que al fin estaba completo? ¿O serían las dos copas de vino que tomó en la cena? Tambien llevaba años sin beber.

Nunca había bebido por dolor, no quería beber por pena tras la muerte de Angela. Así que se obligó a mantenerse sobrio durante diez años para no darle tregua a su mente, no era un cobarde, Angela le había pedido que viviera y pensó que el dolor que sentía también era parte de la vida, así que se aferró a eso. Sólo que no creyó que fuese a durarle tanto o que el tiempo fuese a pasar de esa manera sin que pudiera detener los años.

Bella le pasó los brazos por el cuello sintiéndose más joven de lo que era, o de lo que se había sentido en años. No sólo era eso, se sentía plena y deseada. Es sólo un beso, intentó detener a sus pensamientos que iban rápidos, sus manos están en mi rostro, se dijo para mantener sus pies en el suelo, no quiere más, se reprendió. Pero Edward no paraba de besarla, su beso tierno del principio, el beso dulce de sus labios apenas tocándose ahora era más, sus lenguas danzaban en sintonía, acariciándose por dentro como nadie había hecho en años, como nadie para ambos en años. Los dos habían estado demasiado solos.

—Edward —su voz sonó más aguda de lo que espero, más afectada por los besos, aclaró su garganta mientras volvía a retroceder. Pero Edward volvió a acercar su rostro al de ella, haciéndola reír y aceptar gustosa un último beso, él bajó uno de los escalones que estaba frente al pórtico de la casa.

—Te llamaré mañana —le prometió después de besarla, le tomó la mano y dejó un beso más en los nudillos antes de darle una sonrisa a Bella, bajó un segundo escalón e iba a bajar el tercero cuando Bella lo detuvo de la muñeca.

¿Era su mirada lo que la llevó a eso? ¿Era que todo él parecía gritar con tanta intensidad como sus propios pensamientos?

—Yo... —comenzó a sentirse ridícula y abochornada, se acobardó de continuar la frase. ¿Cómo se me ocurre? Se reprendió a sí misma, un hombre como él con… conmigo, se recordó lo diferente que eran. Negó Bella con su cabeza y soltó la mano de Edward—. Llama mañana —pidió con su voz tartamuda y quiso convencerse que seguía aparentando desenvoltura, que él no se daba cuenta que por dentro los miedos viejos estaban volviendo.

Pero ahí estaba ella, al lado de la puerta sin saber cómo terminar una invitación para entrar a su vida, a ella, a su casa, a donde quisiera.

Y Edward que era bueno para leer no sólo libros sino también a las personas lo entendió sin que ella tuviera que expresarlo en voz alta. Así que Edward subió los tres escalones de nuevo, tomó la cara de Bella entre sus manos y la besó.

Y no dejó de besarla hasta la mañana siguiente.


Chan chan cada vez más cerca.

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