Capítulo 4: Confusa decisión

Acababan de tocar el timbre para salir al patio y Matsuri se acercó a Gaara con un par de carpetas en sus manos. A pesar de que se mostraba sonriente y tan alegre como siempre, dentro de ella sentía un extraño tornado dándole vueltas; una confusión que esperaba pronto se le quitara, porque no le gustaba sentirse así, era algo demasiado incómodo, además no lo comprendía.

—Gaara-kun… ya que somos los delegados de la clase creo que deberíamos echarles un vistazo a algunas cosas —dijo con autoridad, después de todo ella estaba un puesto más arriba del pelirrojo, así que prácticamente él era su sirviente—. Ven, ayúdame con los temarios de los exámenes.

—Claro, voy —respondió de mala gana el pelirrojo. La verdad hacer este trabajo le parecía de lo más aburrido, sin embargo, estar con Matsuri era una historia diferente, adoraba molestarla, hacerla enojar, ver su carita de niña berrinchuda cuando le decía algún comentario molesto.

Los dos jóvenes se pusieron a trabajar, mientras que Sari sólo los veía con mala cara antes de salir del salón, pero Matsuri ya había aceptado ayudarla, sabía que ella no sería capaz de traicionarle, la conocía demasiado bien.

—Mira eso, Hinata —le susurró Sakura a la joven Hyûga, la cual hasta hace unos segundos tenía su atención centrada en el joven Uzumaki, pero desvió la mirada de él al oír la voz de su amiga, que le señalaba hacia donde estaban Gaara y Matsuri—. No tenía idea de que Matsuri se llevara tan bien con el chico nuevo ¿No crees que hacen una linda pareja?

—N-nosotras no podemos decidir eso, Sakura-chan —le respondió la chica—. P-pero lo cierto es que lucen bien… n-nunca había visto a Matsuri-chan mirar así a un chico… —dijo ahora un tanto más interesada, pero estaba en lo cierto, jamás había visto a Matsuri así, había algo extraño en todo esto, algo que comenzaba a intrigarles.

—Eso es muy cierto —la secundó la peli rosa, que después de quedarse varios segundos en silencio, decidió salir cuando notó como su novio Sasuke le hacía una seña—. Bueno, el amor me llama, nos vemos luego.

—Eh… —Hinata no alcanzó a decir nada cuando Sakura ya había desaparecido, así que decidió sacar un poco de dinero de su bolso para ir por algo de comer a la cafetería. Hace un momento Naruto había salido corriendo del salón junto con Kiba y Shino, ambos muchachos estaban en el club de soccer y siempre rogaban a Naruto para que se les uniera, pero el rubio era firme en no renunciar al baloncesto, era un deporte que verdaderamente amaba, aunque fuera sólo como pasatiempo, sin embargo, eso no impedía que de vez en cuando saliera con sus amigos a mover un poco las piernas, mientras no fuera oficial no sucedía nada.

Hinata siempre observaba a Naruto jugar durante los recesos, a veces se sentía como una espía o una pervertida, no es que se imaginara cosas obscenas de Naruto, sino que siempre lo estaba mirando en silencio y desde lejos, tenía entendido que eso no era muy sano que digamos, pero no tenía las fuerzas necesarias para acercarse a él y hablarle de frente, por eso anoche, cuando habían hablado por chat había tenido que mentirle, diciéndole que era otra persona. Lo sabía, estaba mal, pero era lo único que en ese momento se le había ocurrido para no desmayarse.

¿Por qué el amor debía ser un sentimiento tan complicado? Aún no era capaz de comprenderlo.

Después de comprar un delicioso refresco y un pan dulce, se sentó sobre una columna de piedra que le permitía una visión óptima del rubio mientras éste corría por toda la cancha de fútbol, parecía tan feliz haciendo eso que no pudo evitar que una sonrisa apareciera en sus labios.

Jamás podría comparar a Naruto con otra persona en todo el planeta.

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Sakura estaba encerrada en la bodega del gimnasio de la escuela, junto a Sasuke. Ambos se encontraban recostados sobre una colchoneta y mientras el azabache parecía algo descontrolado, ella trataba de detener las caricias que él esparcía por todo su cuerpo como un hábil escultor.

—S-Sasuke-kun… —lo llamó, sin embargo, se distrajo cuando él comenzó a besar se cuello de manera suave y seductora, casi haciéndole perder la razón. Por un momento se dejó llevar, pero sólo al cerrar los ojos fue capaz de recuperar la compostura, dándose cuenta de la situación en la que estaban—. Sasuke-kun, para, no sigas, Sasuke-kun —le rogó algo asustada, hasta que el chico pareció reaccionar.

—¿Qué ocurre? —preguntó el azabache algo molesto, separándose levemente de ella, lo suficiente como para poder verla a los ojos—. ¿Hice algo que no te gustara?

—N-no es eso, sabes que me gustas, Sasuke-kun —le aseguró la peli rosa, quien tenía el cabello revuelto y las mejillas intensamente sonrojadas, viéndose aún más apetecible para el hambriento muchacho que tenía encima—. Es sólo que… este no es el lugar, ni el momento, ni nada… yo… no quiero que sea así.

Sasuke pareció meditar sus palabras, hasta que finalmente soltó un suspiro resignado.

—Tienes razón —dijo separándose de ella—. No sé en qué estaba pensando, en verdad soy un idiota, lo siento de verdad.

Sakura se bajó la blusa del uniforme, la cual Sasuke se había encargado de subir cuando dibujó caricias sobre su vientre, para después mostrar una sonrisa dulce y comprensiva. Muy pocas veces era así, pero eran esos momentos tan íntimos y de ellos dos los que habían terminado por hacer caer al chico más codiciado de la escuela.

—No eres un idiota, Sasuke-kun, yo entiendo que tú… —sus mejillas se encendieron de rubor —. Sé muy bien que ya no somos unos niños y llevamos bastante tiempo siendo novios, sé que te he hecho esperar demasiado, pero… sólo te pido un poco más de tiempo, te prometo que no te defraudaré.

—Lo sé —fue todo lo que el Uchiha se atrevió a decir, rodeando con sus brazos el cuello y la espalda de su novia. Cuando la conoció le parecía infinitamente fastidiosa, no podía ni verla, pues sólo pensaba en lo altamente aburrido que era estar a su lado, pero realmente se había equivocado con ella y lo comprendió tras dos horas de castigo limpiando el salón de clases juntos, ahí fue que conoció una faceta de ella que hasta ese momento le era desconocida y fue aquel día el que le dio inicio a una relación que jamás creyó tener.

A fin de cuentas, se sentía feliz junto a Sakura, no importaba el hecho de haber dejado de ser el chico "Cool y soltero", el que nunca se enamoraba, porque a pesar de estar a su lado eso no quería decir que tenía que cambiar, ella lo aceptaba tal y como era y esa era la mayor prueba de su amor.

Aunque, claro, nunca le diría que la amaba, o al menos no aún.

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No había nadie en el salón a parte de Gaara y Matsuri, ambos estaban sentados y terminando de hacer lo que se les había pedido. Cuando el pelirrojo acabó lo suyo, miró a la chica que tenía enfrente y dejó los papeles sobre la mesa.

—Que flojera ser vicepresidente —dijo algo molesto, apoyando el rostro sobre su mano, mientras el codo lo dejaba sobre la mesa.

La castaña le miró y esbozó una sonrisa.

—No seas perezoso, Gaara-kun —le dijo dulcemente, a lo que Gaara simplemente volvió a bufar. Ya no le decía nada por llamarle de esa manera, en cierta forma se había acostumbrado, sin embargo, seguía sin gustarle, porque todavía le hacía sentir que estaba olvidando a alguien importante. Por su parte, Matsuri acomodó los papeles y recordó la petición de su amiga Sari, haciendo que por un momento se sintiera algo incómoda. Miró a Gaara y sus mejillas se tiñeron levemente de rojo—. Etto… Gaara-kun…

—¿Sucede algo? —preguntó el chico de mala gana, es que estaba muy enojado por eso de ser el vicepresidente.

—Eh, yo quería hacerte una pregunta —la castaña aferró a su pecho los papeles recién ordenados, mostrándose aún más roja que antes, cosa que a Gaara se le hacía muy dulce—. ¿Tú… tienes novia, o alguien que te guste?

El chico se sorprendió levemente al oír la pregunta, no se la esperaba y en cierta medida le causaba una extraña y reconfortante sensación el hecho de que ella quisiera enterarse de ese tipo de cosas sobre él. Por primera vez en el día mostró una sonrisa algo arrogante y la apuntó con el dedo índice.

—¿Y se puede saber para qué necesitas esa información? —interrogó divertido.

Matsuri volvió a sonrojarse y desvió la mirada.

—N-no es lo que crees, no es porque me gustes o algo así —aclaró rápidamente, aunque en realidad lo que decía se contradecía con su forma de actuar, se notaba que ella era una chica tímida, pero sólo actuaba de esa manera cuando estaba frente a Gaara, ella pensaba que lo hacía porque se trataba de su amigo de la infancia, aquel que ya no la recordaba, pero la realidad estaba muy alejada de eso.

—¿Y entonces? —él frunció el ceño.

—Tengo una amiga… e-ella quiere conocerte y pues… —la chica no pudo seguir hablando, porque vio como el pelirrojo se ponía de pie y se metía las manos a los bolsillos, algo enfadado.

—No me interesa, no quiero citas con nadie —fue lo único que dijo, dirigiéndose a la salida. Matsuri lo miró desconcertada, él ni siquiera la había dejado hablar y le había dicho que no estaba interesado. ¿Pero quién se creía que era?

—Hasta parece que lo agobian las mujeres —susurró Matsuri. Se encogió de hombros y no le dio importancia al asunto, ya después tendría tiempo para volver a abordar el tema con el chico, porque esto era un favor para su amiga y no pensaba rendirse tan fácilmente.

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Temari caminaba por los pasillos de la escuela, con dirección a la sala de profesores, esperando encontrar a la persona que con todas sus fuerzas deseaba ver. Ella siempre había sido una chica segura en cuanto le gustaba alguien y esta vez no haría la diferencia, aunque se tratara de un profesor.

Por ir distraída chocó contra el pecho de alguien, golpeándose en la frente.

—Eso dolió —se quejó con el ceño fruncido. Se separó levemente para ver quien había sido el idiota despistado que la acababa de golpear, encontrándose con un chico al que ya había visto otras veces por la escuela; eso le hizo fruncir todavía más el ceño—. Pero si eres tú, el idiota, vago, pervertido.

Él, por supuesto, le miró extrañado.

—¿Perdón? —cuestionó —. Yo a ti no te conozco —le dijo desinteresadamente, bostezando como solía hacerlo, pues todo el día Shikamaru se estaba muriendo del sueño. La verdad era que solía tener problemas para reconocer a las personas que había conocido mientras trataba de dormir o acababa de ser despertado, por esa razón ni siquiera consideró la posibilidad de conocer a Temari, al menos no hasta que ella le empujó furiosa.

—Imbécil —le insultó, para luego pasarlo de largo, en ese momento algo dentro del Nara hizo click.

—Ah, es esa chica —susurró para sí, sin embargo, aun así, no le dio importancia al asunto y siguió caminando por el pasillo, en busca de un lugar tranquilo y con sombra, en donde pudiera descansar a gusto.

Por otro lado, Temari seguía en busca de su objetivo, hasta que le halló justo donde pensaba que estaba, sentado y leyendo un libro. Lucía tan sexy en esa pose del pensador, seguramente ni él mismo era consciente de lo que causaba en las personas del género opuesto, las cuales se derretían por una mirada suya. Es que sinceramente, Uchiha Itachi era alguien demasiado deseado por las mujeres, incluso por sus propias alumnas.

Carraspeó la garganta antes de entrar, asegurándose de verse decente tras mirarse brevemente en un pequeño espejo de mano que llevaba en el bolsillo de la chaqueta de la escuela. Entonces caminó hacia él, poniendo su mejor sonrisa encantadora.

—Hola, Uchiha-sensei —le habló con cautela, temiendo que él se fuese a molestar por ser interrumpido en medio de su lectura, pero no fue así, al mirarla, Itachi sólo le mostró una sonrisa.

—Señorita Sabaku No —le dijo mirándola de pies a cabeza. No es que Itachi fuese un pervertido ni nada por el estilo, es que simplemente la joven alumna era una mujer muy bella, a sus ya dieciocho años, la chica ya lucía como toda una adulta y por muy que él fuese un profesor, tenía ojos y podía ver y sentir, seguía siendo un hombre, un hombre que se daba cuenta de las insinuantes provocaciones de su alumna—. ¿Se le ofrece algo? —de todas formas, trató de mostrarse diplomático como siempre, borrando la sonrisa y reemplazándola por una postura seria.

—Así es —Temari volvió a mostrarse insinuante, tanto en su forma de actuar como en el tono de su voz, Itachi lo supo cuando ella sin querer se subió un poquito la falda, con el pretexto de que hacía calor, dejándole ver sus hermosas piernas—. Sensei, la verdad es que tengo unos cuantos problemas sobre álgebra, hay cosas que no entiendo bien.

Por un momento Itachi quiso detenerla, decirle muy seriamente que parase de comportarse de esa forma tan atrevida frente a un profesor, sin embargo, no lo hizo, se quedó mudo y sólo pudo caer en el juego que la alumna le proponía.

—Claro —sonrió quedamente—. Dime cuál es tu duda y yo haré lo posible para ayudarte.

Sin saberlo, ambos se estaban metiendo en un juego realmente peligroso.

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Gaara estaba bebiendo una soda, sentado en una de las bancas del patio de la escuela, mientras un montón de chicas admiraban su físico perfecto y su rostro de dios griego. Y a pesar de que todas se derretían por él, él sólo pensaba en una persona, en una sola mujer, una chica dulce y algo torpe que se había metido en su vida desde el primer día que había regresado a Tokio. A veces se preguntaba si es que antes, cuando era más pequeño, se habría cruzado alguna vez con Matsuri, tal vez en la calle, de la mano de su madre, o en el parque en donde jugaban todos los niños.

¿Por qué estoy pensando tanto en ella? —se preguntó con el ceño fruncido. Además, estaba molesto con ella. ¿Cómo se le ocurría buscarle una novia entre sus amigas? Cuando a él… cuando a él nadie le parecía más bonita que ella.

Suspiró y dejó de beber, poniéndole la tapa a la botella. No le hacía nada bien el pensar en Matsuri de esa forma, ella misma le había dicho que eran sólo amigos y más de una vez le aclaró que no le veía con intenciones románticas. Además, él tampoco era de andarse emocionando con nadie, así que simplemente tendría que dejarlo de lado y punto, realmente no importaba.

—¡Hey, Gaara! —escuchó una voz escandalosa que le llamaba. Volteó hacia su derecha y vio a Naruto corriendo hacia él. Era verdad que cuando llegó a esa escuela había dicho que no le interesaba conocer a ninguno de sus compañeros, sin embargo, Naruto era una persona difícil de ignorar y tampoco era fácil no sentir cierta simpatía por él.

El rubio llegó corriendo a su lado, respirando agitadamente y descansando con las manos apoyadas sobre sus rodillas.

—¿Pasa algo? —se atrevió a preguntar el pelirrojo, volviendo a abrir su botella para beber más soda; de pronto volvía a tener sed.

—Sí, es que como me dijiste el otro día que te interesaría entrar al club de baloncesto, pues hoy se están haciendo algunas audiciones y me preguntaba si quieres ir —le respondió Naruto, aún algo cansado por todo lo que había corrido para encontrar a su nuevo compañero, quien había resultado ser inesperadamente agradable a pesar de la forma en que se había presentado a todo el salón la primera vez que llegó—. ¿Qué dices? ¿Quieres intentarlo?

—Suena interesante —respondió Gaara, poniéndose de pie y oyendo a algunas chicas suspirar, así como otras comentaban lo emocionadas que estaban por ir a verlo jugar baloncesto. Gaara no le dio importancia a eso, la verdad era que sólo deseaba que una persona le viera jugar, pero no pensaba buscarla, porque esos sentimientos ridículos que estaban naciendo en él no eran nada, nada.

—¡Pues entonces vamos! —exclamó un emocionado rubio, el cual no tardó en correr de regreso al gimnasio, estaba seguro de que Gaara quedaría en el equipo y que por fin podrían participar en el torneo, esta vez ganarían seguro.

Gaara no dijo nada en todo el camino, sólo siguió bebiendo su soda, con el ceño fruncido al sentir a todas esas locas caminando detrás de él. ¿Es que las mujeres siempre debían de ser así de desesperadas? ¿No podían simplemente dejarlo tranquilo?

Matsuri… —pensó en ese momento, porque ella era la única diferente.

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Matsuri estaba en el salón de arte de la escuela, terminando de hacer las sombras de un dibujo que retrataba un perfecto sendero en el bosque, a la luz pálida y tenue de un atardecer. Le había quedado simplemente magnífico, muchos de los ahí presentes pensaban así.

Ella siempre había tenido facilidad para el arte manual, sin embargo, había sido uno de sus mejores amigos quien le ayudó a desarrollar su lado artístico al completo.

—Es hermoso —comentó aquel chico en ese momento. Tenía el cabello negro y corto, del mismo color que sus fríos ojos. Su piel pálida le daba un contraste algo distante y la forma en que sonreía parecía bastante falsa. Su nombre era Sai, solía juntarse seguido con el grupo de Naruto, aunque él era un año mayor y estaba en tercero.

—Gracias, Sai-sempai —le dijo Matsuri con una sonrisa, una de esas capaces de quebrantar hasta al más indolente. Era una característica que la hacía realmente atractiva para el sexo opuesto, Matsuri poseía un carisma muy pocas veces visto en otras mujeres—. Aprecio mucho que seas tú quien me lo diga, cuando sé que eres un experto en esto.

—No es tan así —Sai rio quedamente, como solía hacerlo. Inclinó un poco la cabeza y dio su aprobación al arte de su amiga. Desde que conoció a Matsuri había cambiado mucho su forma de ser con las personas, solía ser demasiado distante y frío con todos, no tenía ningún amigo, pero cuando la castaña apareció el primer día en el salón de arte y halagó uno de sus dibujos, de pronto todo pareció cambiar para él. Pronto conoció a Naruto y ese chico fue capaz de entablar una amena conversación con él, porque Naruto, al igual que Matsuri, era del tipo de gente que lograba conquistar a los demás con su sonrisa y su entusiasmo.

—Claro que sí, sabes que ni en un millón de años yo superaría tu increíble habilidad —le volvió a halagar la castaña. Ella, sin embargo, no sabía que provocaba muchas más cosas de las que esperaba en su amigo. Siempre vio a Sai como a un sempai, un buen amigo y un consejero en cuanto al arte, jamás como algo más; nunca creyó hacerle sentir algo más.

Pero estaba equivocada.

—¡Hey, tienen que oír esto! —de pronto una chica se había metido al salón gritando como una loca, llamando la atención de todos los que se encontraban concentrados en sus lienzos—. ¡Sabaku No Gaara-san estará compitiendo contra Uchiha Sasuke-san para entrar al equipo de baloncesto!

Al instante todas las mujeres y algunos hombres abandonaron el salón, todos seducidos por la idea de ver aquel emocionante duelo. Matsuri y Sai eran casi los únicos que seguían dentro, pero la castaña se había llevado ambas manos al pecho, sintiendo el corazón agitado.

—Gaara-kun… —susurró, llamando la atención de Sai, que la miró con cierta molestia. Sin embargo, ella estaba un poco preocupada, no imaginó que en tan pocos días Gaara obtendría tanta fama en la escuela como para que un juego suyo contra el capitán del equipo de baloncesto fuese una noticia bomba.

—Si quieres ir, deberías —le aconsejó el pelinegro, arrepintiéndose segundos después, cuando la vio asentir con la cabeza. No pudo más que suspirar y desviar la mirada—. Iré contigo.

—Gracias, Sai-sempai —le dijo Matsuri sonriendo, antes de guardar todas sus cosas y partir hacia el gimnasio.

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En el gimnasio de la escuela se vivía un tenso ambiente, todos los alumnos estaban pendientes del duelo que pronto se llevaría a cabo, incluso habían llegado los dos hermanos mayores del chico que estaba en el centro de la discusión.

—Así que Gaara jugará, no creí que le interesara este deporte después de todo —dijo el castaño, mostrando una pequeña sonrisa de alegría al ver que su hermano se interesaba en algo, ya que últimamente nada parecía llamar la atención de Gaara y eso era muy preocupante.

—Gaara ha cambiado desde que llegamos a Tokio, ¿acaso no te habías dado cuenta? —preguntó Temari, observando con una sonrisa a la persona que acababa de llegar corriendo—. Creo que en verdad se están llevando bien.

Matsuri estaba en la entrada del gimnasio, observando al pelirrojo, que estaba parado en mitad del mismo, frente a frente con Sasuke. Al parecer el Uchiha no le tenía muy buena voluntad, puesto que le miraba de una forma demasiado fría.

—Así que quieres entrar al equipo —dijo el azabache, botando el balón una y otra vez y mostrando una sonrisa arrogante. Estaba seguro de que Gaara no lograría vencerle, él era el mejor jugador del equipo, por algo era el capitán, no había nadie que pudiera ponérsele enfrente y ganarle.

—Es algo que necesito —respondió Gaara, con la misma frialdad que el capitán utilizaba. Estaba más que convencido de querer entrar a este equipo y así recordar un poco más del juego que supuestamente solía disfrutar cuando era menor, por eso tenía que lograr ganarle a Sasuke sin importar lo que fuera a suceder.

—Si crees poder vencerme, adelante —le retó el Uchiha, dribleando el balón hacia Gaara con la intención de pasarle de largo. En ese momento todos se habían puesto tensos y emocionados a la vez, seguros de que el capitán lograría pasar al pelirrojo, pero se equivocaron al ver como el chico de ojos aguamarina le quitaba fácilmente el balón a Sasuke, dándose una vuelta sobre sí mismo para terminar pasándole de largo—. Rayos —masculló el Uchiha.

Gaara no dijo nada, no era su estilo el provocar a los demás, así que simplemente comenzó a driblear para acercarse al aro, pero Sasuke le siguió, parándose debajo del mismo para impedir que hiciera un tiro.

Matsuri tenía el corazón apretado, ver a Gaara jugando baloncesto le había traído un pequeño recuerdo de cuando solían ser amigos de la infancia, él siempre jugaba ese deporte y era realmente bueno. Era increíble verlo ahora, seis años después, siendo incluso mejor.

—No te dejaré pasar —advirtió Sasuke a su oponente, pero Gaara, en lugar de tratar de pasarlo, simplemente dio un salto.

—No tenía esa intención —le respondió, sonriendo con sarcasmo antes de lanzar el balón al aro, anotando un punto perfecto y, aunque Sasuke había saltado para pararlo, no lo logró a tiempo.

Al instante los gritos y vitoreos se oyeron por todo el lugar. Temari se cruzó de brazos y se marchó, sonriente.

—¿Por qué tanto alboroto? —oyó una voz que ya se le hacía conocida y molesta, pues para ella no era más que un sucio pervertido.

Shikamaru estaba de pie en la entrada del gimnasio, había visto todo el juego y aunque le pareció un buen encuentro, eso no justificaba todo el ruido que hacían todos ellos. Bostezó cansado y se marchó, tan silencioso como siempre, mientras era aún observado por la rubia.

—Vaya idiota —susurró ella.

Dentro del gimnasio, otra era la historia, Sasuke había sido vencido por el nuevo y estando frente a tantos ojos, no podía simplemente hacerse el desentendido, así que habló de la manera más enojada que tenía, pues sentía su orgullo herido.

—Al parecer, no eres nada malo —dijo con el ceño fruncido, notando como la sonrisa de Gaara volvía a desaparecer. Éste miró fugazmente a la chica que estaba en la entrada del gimnasio, acompañada de Sai, para luego volver la vista a Sasuke—. Y dime… ¿De verdad vas a entrar al equipo?

—Eso pretendo —respondió Gaara. Aunque su rostro no demostraba ninguna expresión, el solo hecho de haber visto a Matsuri tan bien acompañada de verdad le molestó. Nunca antes había visto a ese chico, no tenía idea de quien se trataba… ¿Y si Matsuri resultaba tener novio y él no lo sabía? No, eso simplemente no podía ser.

Apretó los puños al darse cuenta de que eso le importaba demasiado. Él nunca se había fijado en una chica de esa manera, además él y Matsuri sólo eran amigos. ¿Entonces por qué no la dejaba de observar como si fueran algo más? Como si pretendiera llegar más lejos de una simple amistad. ¿Qué estaba pasando con él?

—No me queda más que aceptarte —volvió a la realidad al oír la voz de Sasuke, por lo que volvió a mirarle y asintió con la cabeza. Cuando estaba a punto de irse, sintió que alguien se le echaba encima de forma escandalosa.

—¡Sabía que lo lograrías, Gaara! —exclamó feliz Naruto, más que nada emocionado porque iban a poder jugar el torneo debido al nuevo miembro.

—Deja de gritar, usoratonkashi —le incordió Sasuke de mal humor, logrando hacer saltar una venita en la frente del rubio y que al mismo tiempo dejara en paz a Gaara, quien se fue sin decir una palabra, pero por dentro había sentido de pronto como un fuego intenso se encendía, esperando la oportunidad para volver a jugar aquel deporte que era el único que parecía llamarle un poco la atención.

Miró nuevamente a Matsuri se fijó como ésta le sonreía abiertamente, con esa sonrisa que a él tanto le gustaba, porque sí, la sonrisa de Matsuri le gustaba mucho.

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Ya había llegado la hora de la salida y Hinata estaba guardando sus cosas con calma, era la última en salir del salón porque siempre se quedaba haciendo algunas tareas demás, no le gustaba llegar a casa y tener que hacerlas ahí.

—Listo —dijo una vez terminado su cometido. Se dirigió a la puerta para salir, pero en ese momento alguien pasó velozmente a su lado, tirándola al suelo con fuerza—. Auch —se quejó adolorida.

—¡Lo siento! —escuchó la voz escandalosa del joven. Ella alzó la mirada y descubrió que se trataba de Naruto, el chico al parecer había olvidado algo y regresó a buscarlo, fue cuando la arrojó al suelo—. Perdóname, Hinata, ¿estás bien? —le preguntó extendiéndole su mano para ayudarla a ponerse de pie, pero el solo pensamiento de tocar a Naruto ponía a Hinata demasiado nerviosa, así que declinó la idea de aceptarla.

—E-estoy bien, Naruto-kun —respondió con una sonrisa, luego de pararse por sus propios medios —. Eh, ya me tengo que ir, es algo tarde.

La chica comenzó a caminar hacia la salida, mientras la mirada de Naruto se volvía seria de pronto, y sin que ella lo notara, el chico la agarró de la muñeca para detenerla.

—¿Eh? —exclamó sorprendida, sonrojándose enseguida—. ¿Naruto-kun?

—Hay algo que siempre te he querido preguntar —dijo el rubio, mirándola fijamente, sin saber que la ponía nerviosa, tal vez era demasiado inocente y es que él sólo había experimentado los sentimientos del amor una sola vez, cuando quiso a su amiga Sakura, pero eso fue antes de que ella y Sasuke comenzaran una relación—. Hinata… ¿Yo te caigo mal? —interrogó.

—¿Q-qué? —Hinata lo miró confundida, para luego negar con la cabeza fervientemente—. N-no, claro que no… ¿Por qué piensas algo como eso?

—Eh… bueno… —de pronto Naruto se sonrojó, se había dado cuenta que actuó en una forma muy impulsiva, así que soltó la mano de Hinata y le dio la espalda, mirando al techo nerviosamente—. Es sólo que siempre me evitas y me hablas muy poco. No sé… sólo pensé que no te agradaba o algo así, jeje —rio, rascándose la nuca.

Hinata lo seguía mirando sorprendida, ella no se esperaba que Naruto se hubiera dado cuenta de su comportamiento con él, siempre había pensado que para el rubio era invisible o algo por el estilo.

—Eh… b-bueno… es que soy una persona un poco tímida… —trató de excusarse la ojiperla, después de todo, era mejor que él pensara eso a que supiera de sus sentimientos.

—Ahora que lo dices es cierto —le siguió Naruto, volteando a verla de nuevo—. ¿Sabes? Siempre he pensado que eres una persona rara, tímida y oscura —soltó de pronto, haciendo sentir a Hinata como si una roca con cada una de esas palabras le cayera encima, sin embargo, vio la brillante sonrisa de Naruto aparecer en su rostro—. Pero… me gustan las personas como tú —terminó él.

Hinata volvió a sorprenderse, mientras el rubor se encendía en sus mejillas de una forma muy adorable y sus latidos se aceleraban, porque nunca esperó recibir un aliento tan grande de parte del chico que amaba y el cual creía que no la volteaba a ver.

—Gracias, Naruto-kun —dijo en voz baja, mirando hacia el suelo, para luego sonreír también, sin notar que Naruto se había sonrojado al ver ese gesto tan tierno en su bello rostro—. Ya me tengo que ir, nos vemos mañana —se despidió, dándose la vuelta para salir del salón.

Naruto se dejó caer sentado sobre una de las mesas, llevándose una mano al pecho para darse cuenta de que en verdad su corazón estaba latiendo demasiado fuerte.

—Wow… ¿Qué fue eso? —se preguntó.

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Matsuri iba caminando hacia su casa, mirando las nubes y a algunas personas pasar, mientras en su mente veía a Gaara jugando al baloncesto como hoy en el gimnasio de la escuela. No podía evitar el pensar en él a cada instante, recordar que vio sus ojos brillar con fuerza cuando logró dominar el partido.

¿Pero por qué sólo pensaba en Gaara a cada instante?

—¡Matsuri! —escuchó que la llamaban, se dio la vuelta y pudo ver a la hermana del pelirrojo, la cual corría hacia ella, acompañada de Kankuro, el otro hermano de Gaara—. Espéranos —le pidió la rubia, a lo que ella se detuvo.

—¿Sucede algo, Temari-san? ¿Y Gaara? —interrogó al no ver al muchacho con ellos, le pareció algo extraño.

—Eso mismo quería preguntarte, creí que podría estar contigo, pero ya veo que no —dijo la chica decepcionada, pensó que hallando a Matsuri encontraría a su hermano, pero ahora veía que él no estaba con ella. ¿En dónde podría haberse metido?

—Tal vez haya ido a caminar por ahí, ya sabes cómo es Gaara, se manda solo —opinó Kankuro, pero esa explicación no dejó muy tranquila a la castaña, que conocía la condición de su amigo, él no recordaba nada de esta ciudad, tal vez podría perderse.

—Yo… iré a buscarlo, nos vemos —avisó antes de salir corriendo hacia la primera dirección que se le vino a la mente.

—Ella parece preocuparse demasiado por Gaara —opinó Kankuro con una sonrisita pícara en su rostro—. Supongo que está enamorada de él.

—No es eso, tú no entiendes nada —le dijo Temari, aunque en cierta forma estaba negando lo obvio, sólo era que no quería aceptarlo porque no veía a Gaara preparado para tener una relación de ese tipo, él era capaz de dañar a una chica tan sensible como Matsuri—. Ella sólo es la amiga de Gaara.

—¿Amiga? Sí, como no —río Kankuro—. ¿Y desde cuando Gaara tiene amigos?

—Sigues sin entender, ella no es cualquier amiga, ella es esa amiga —explicó por segunda vez la rubia, logrando por fin que su hermano captara la idea, lo que lo dejó muy sorprendido.

—¿Ella es… esa pequeñita…? —se preguntó, aún sin poder creerlo.

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Gaara estaba sentado en un pequeño parque de juegos, aquel mismo parque en donde solía jugar con Matsuri de niños, sólo que él no lo sabía. Había llegado ahí por inercia, simplemente quiso dar una vuelta y cuando se quiso dar cuenta, sus pies se detuvieron en ese lugar, mostrándole uno de sus escenarios favoritos antes de perder la memoria, pero, aunque este lugar significaba demasiado para él, en este momento no era capaz de reconocerlo.

—Matsuri… —susurró, porque sí, de alguna forma había querido escapar de eso que estaba sintiendo, por esa razón terminó en aquel lugar, pero por más que trataba no dejaba de pensar en ella, en su dulce voz, en su cálida mirada. Todo de ella lo tenía muy presente en su mente, demasiado, como si nunca más se pudiese borrar. ¿Cómo era posible que hubiese olvidado toda una vida, pero no pudiera dejar de pensar en una chica?

Frunció el ceño al hacerse esa pregunta. No tenía que ser así, no tenía que sentir eso por ella.

—Esto es ridículo —masculló.

—Gaara —oyó su nombre, dándose la vuelta para encontrarse con una muchacha castaña, pero no de ojos negros, sino grises—. Estabas aquí, Gaara-sama —sonrió Sari.

—Tú otra vez, Sora —dijo desilusionado.

—Me llamo Sari —lo corrigió la chica, sin dejar de sonreír—. No puedo creer que te haya encontrado en este lugar, siempre vengo aquí a pasar el rato, es bonito… ¿No?

—Sí, algo tiene —respondió Gaara, a pesar de que no sabía por qué esa chica no le agradaba, siempre que la veía se sentía incómodo, además su forma de llamarle tampoco era que le hiciese mucha gracia.

—¿Y tú que haces por aquí? —sin invitación alguna, Sari se sentó a un lado de él, sin dejar de mirar su rosto. No le cabía en la cabeza como podía existir en el mundo un chico tan bello, que le hiciera sentir esas mariposas en el estómago sin siquiera voltearla a mirar. Él definitivamente debía ser suyo, no había otra opción que tenerlo entre sus brazos.

—Vine a pensar —respondió el pelirrojo—. Últimamente he tenido muchas cosas en la cabeza.

—Ya veo… —la chica se quedó callada luego de esas palabras y pasaron varios minutos en los que ninguno dijo nada. A Gaara de pronto le agradaba un poco más, ya que había comprendido que él no tenía deseos de hablarle, eso en cierto modo era un punto a favor de la castaña.

—Tú… —comenzó a decirle Gaara—, eres amiga de Matsuri… ¿No?

—Eh… sí —respondió Sari, frunciendo levemente el ceño. ¿Por qué él tenía que preguntarle por Matsuri? Se suponía que estaban los dos solos, no tenían por qué hablar de ella.

—Quería preguntarte algo, es decir, Matsuri —volvió a mencionarla Gaara—. ¿Cómo es ella? Me refiero… con los chicos —sin poderlo evitar, su rostro tomó un casi invisible tono carmesí—. Por lo que he visto es un poco tímida.

—¿Matsuri? —cuestionó Sari, sonriendo internamente y poniendo cara de inocencia, acababa de tener una buena idea—. Para nada, ella no es nada tímida con los chicos, cuando le gusta alguien sólo lo dice y ya.

—¿Ah sí?

Sari asintió con la cabeza.

—Además ha tenido muchos novios, pero no dura con ninguno, es un poco vil y le gusta engañarlos, encima juega con ellos, a veces ni le gustan, pero es como si los coleccionara o algo así —soltó con toda la credibilidad que tenía, haciendo que Gaara frunciera el ceño.

Aquella descripción era totalmente opuesta a la de la Matsuri que conocía, a menos de que no la conociera tan bien como creía, pues sólo llevaba días de haber llegado, era obvio que la chica no se mostraría tal cual era ante él. ¿Entonces de verdad Matsuri era como Sari decía? ¿Era una especie de arpía come hombres?

Ya veo… entonces… ella no es lo que creía —pensó decepcionado—. Matsuri sólo… sólo es una farsante —se convenció con el argumento de Sari, sintiendo mucha rabia por dentro al haber creído que Matsuri era una joven dulce e inocente, al haber pensado por un momento que ella le gustaba.

Al final, sólo eran patrañas.

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Hoy Tenten estaba muy animada porque después de la escuela había quedado de juntarse con su novio Neji, ya que hace tiempo no tenían una cita y hoy sería el día, sin embargo, esa alegría poco a poco se iba desvaneciendo al ver que ya había pasado más de media hora desde que supuestamente debían haberse encontrado. Estaba algo impaciente y no quiso esperar un segundo más para saber que pasaba, así que sacó su celular del bolsillo trasero de su jean negro y marcó el número del Hyûga.

—¿Bueno? —respondieron del otro lado.

—Neji, soy yo —dijo Tenten con una sonrisa—. ¿En dónde estás? Llevo media hora esperándote.

Ah, lo siento Tenten, no podré llegar, surgió un imprevisto, olvidé llamarte —dijo el chico con naturalidad, para luego cortar la llamada sin siquiera preguntarle si estaba bien, o pedir una disculpa apropiada por haberla dejado plantada y olvidar decírselo.

—Así que es eso… —susurró la castaña bajando la mirada. Se sintió tan triste, tan dolida, no por el hecho de que Neji faltara a la cita, sino por la poca importancia que le ponía a lo que ella pudiera llegar a sentir. En verdad… ¿Cómo fue que terminó siendo novia de alguien así? A veces se lo preguntaba, pero no llegaba a la respuesta.

Al final, simplemente volvió a guardar el celular y regresó caminando a su casa, decepcionada al haber comprobado una vez más lo poco que le importaba a Neji.

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—¿Dónde podrá estar? —se preguntaba Matsuri, ya había caminado por varios lugares en donde creía que podría encontrar a Gaara, pero no le veía por ninguno de ellos, hasta que llegó a ese pequeño parque en donde solían jugar, segura de que ahí tampoco estaría, pero se equivocó, porque el chico sí se encontraba en ese lugar.

Gaara estaba hablando con Sari, al parecer, se veían muy animados, cosa que desconcertó un poco a Matsuri y sin que ella entendiera por qué, una pequeña punzada de dolor atravesó su pecho.

—Así que es aquí donde estaba, con Sari… —susurró para sí, dándose la vuelta para marcharse, nada tenía que hacer en ese lugar, era obvio que ellos dos no la necesitaban.

Bajó la mirada y dio unos cuantos pasos, antes de detenerse y llevarse una mano al pecho.

—¿Por qué… me duele tanto…? —se preguntó confusa.

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Su largo cabello rubio se movió con el viento fresco que había en el aeropuerto. Sus ojos azules estaban cubiertos por unos grandes anteojos negros, pero su sonrisa no desaparecía, aunque estaba algo molesta por la tardanza de su chofer en ir a recogerla.

Ella era una niña mimada, hija de papi, nadie podía ni era capaz de contradecir sus órdenes, nadie podía no hacer lo que ella pedía, por esa razón su vida era fácil, lo más sencillo del mundo, sólo pedía y le era concedido, pero ella estaba a punto de conocer un mundo diferente, en donde no todo sería como ella quería.

—Señorita Yamanaka, perdone por la demora —le dijo un hombre de edad avanzada apareciendo detrás de ella.

La chica le miró con el ceño fruncido, pero ni siquiera le saludó.

—A la próxima le diré a mi padre que te despida, ¿oíste? —le amenazó, entregándole sus maletas para caminar delante de él.

Nadie podía hacer enojar a Ino Yamanaka y salir vivo de ello, pero habría alguien que no le tendría miedo.

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Gaara llegó a casa un poco tarde y notó que su padre le estaba esperando, sentado en la sala de la casa y con cara de pocos amigos, pero aunque se mostraba muy enojado, en realidad estaba tremendamente preocupado por el menor de sus hijos, porque Gaara aún no recuperaba la memoria y eso era un trauma demasiado grande para el pelirrojo, sin embargo, el hombre no era capaz de demostrar lo que en verdad sentía, por eso sólo dejaba ver su enojo.

—¿Sabes qué hora es? —preguntó con voz ruda.

—No lo sé ni me importa —respondió de mala forma Gaara—. Quiero irme a mi habitación, así que no me jodas —en verdad estaba enojado, después de recibir semejante decepción de Matsuri, lo único que deseaba era estar solo, sin importar a quienes pasara a llevar con su ira, después de todo, era muy parecido a su padre.

—¡Gaara! —exclamó Rasa—. ¡No me faltes al respeto, soy tu padre!

—Sabes muy bien que me importa un carajo —dijo Gaara antes de subir las escaleras, cerrando la puerta fuertemente, para luego arrojar su bolso en el piso y tirarse sobre la cama, molesto y frustrado.

¿Qué era ese estúpido sentimiento? ¿Por qué le daba tanta rabia el imaginar a Matsuri con otro hombre, el saber que ella había tenido una relación con otro? De verdad aquello le enfermaba, porque ella lucía tan inocente, tan inofensiva, y pensar que no era más que una cualquiera.

—¿Por qué me siento así…? —se preguntó, furioso.

Esa noche Gaara no bajó a cenar, sólo quería pensar, estar tranquilo, sin embargo, no dejó de pensar en la castaña ni un solo instante de la noche, incluso cuando se durmió, sólo pudo soñar con ella.

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Un nuevo día había llegado y Matsuri se levantó con todas las energías, ya que hoy nuevamente estaría en el club de arte y quería avanzar con una pintura muy especial para ella, que trataba de dos niños tomados de la mano, compartiendo una hermosa amistad.

Aquel retrato lo había pintado pensando en ella y en Gaara, en su relación de amigos. Siempre que pensaba en él, un cálido sentimiento la llenaba, le hacía sonreír sin razón alguna y le daba fuerzas para empezar un nuevo día. A veces anhelaba que Gaara la recordara, que la tratara como antes, cuando era un niño tierno y dulce, sin embargo, también le agradaban sus actitudes egocéntricas de ahora, era divertido pelear con él, era gracioso hablar estupideces con el chico.

Sin importar qué, ella aún quería seguir a su lado.

—Matsuri, si no sales pronto llegarás tarde a la escuela —le regañó su madre con el ceño fruncido —. Y arréglate el uniforme —le insistió, pero Matsuri sólo sonrió y negó con la cabeza.

—No, así me gusta llevarlo —discutió antes de salir corriendo por la puerta, con esa luminosidad que la caracterizaba—. ¡Nos vemos, mamá! —se despidió.

Cerró la reja de su casa y salió hacia afuera, pero se detuvo en seco al ver salir al pelirrojo de la casa de al lado, no pudo evitar sonreírle y acercarse a él para hablarle, quería caminar con él a la escuela y de paso enterarse que tal le había ido con Sari, pues se había convencido a sí misma de que Gaara y Sari harían una linda pareja.

—Buenos días, Gaara-kun —le saludó dulcemente, con su sonrisa de siempre, pero le sorprendió ver al chico más serio de lo normal.

—Ah, eres tú —dijo Gaara fríamente. De sólo verla sonreír con esa ternura le hervía la sangre al pensar que era fingida, que ella era una mentirosa y casi una mujerzuela come hombres —. Quítate de mi camino, ¿quieres?

—¿Gaara-kun? —lo llamó confundida, nunca había sido tan grosero con ella, al menos no de la nada—. ¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal? —preguntó, pues a lo mejor el chico no estaba de buen humor y sólo era eso—. Si quieres… te puedo acompañar a la escuela y…

—¿Qué no entiendes que no quiero verte? —cuestionó molesto—. De ahora en más, ni pienses en dirigirme la palabra, tú y yo no seremos más amigos. No pienso ser amigo de una falsa como tú —después de sus duras palabras, le dio la espalda a Matsuri sin notar las lágrimas que salían de los ojos negros de la castaña, quien no se había dado ni cuenta cuando comenzó a derramarlas.

No entendía qué pasaba, sólo entendía que aquellas palabras le habían dolido mucho.

—¿P-pero… por qué? —se preguntó, sin obtener ninguna respuesta.

¿Por qué Gaara ya no quería ser su amigo?

Continuará…