Capítulo 5: Trago amargo

Ese día era especialmente triste para Matsuri, no sabía qué había pasado exactamente, pero después de cómo la trató Gaara esta mañana, de verdad se sentía muy desanimada, incluso había llorado antes de llegar a la escuela. Ahora mismo ella estaba en el salón, tratando de atender a las clases del profesor Iruka, sin embargo, no era una tarea fácil tomando en cuenta su estado de ánimo, no hacía más que mirar a Gaara y suspirar debido a su tristeza.

—¿Y entonces cual es la respuesta, señorita Koyama? —preguntó el profesor, quien se había dado cuenta de que su alumna no estaba prestando la debida atención a su clase, por eso decidió interrogarla.

—¿Eh? —cuestionó la castaña.

—Le he preguntado que cuál es la respuesta correcta, ¿acaso no está prestando atención? —frunció el ceño.

—L-lo siento, sensei —se disculpó Matsuri, bajando la cabeza para hacer una leve reverencia, a lo que todo el salón comenzó a reír al ver lo despistada que era su compañera, aunque a ella ni siquiera le importaba si se burlaban de ella, estaba tan deprimida que nada le podía afectar aún más—. ¿Por qué, Gaara-kun…? ¿Por qué ya no quieres ser mi amigo?

Gaara sólo la miró en silencio, sintiendo una pequeña punzada de dolor en el pecho al no ver la sonrisa de siempre en el rostro de Matsuri. Se suponía que no tenía que importarle nada de ella. Se había alejado de ella por ser una mentirosa.

¿Pero por qué en estos momentos anhelaba abrazarla y reconfortarla?

Y lo que era más preocupante. ¿Tanto así le interesaba ella como para haberla hecho a un lado simplemente por celos?

Demonios… —pensó.

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Matsuri se estaba comiendo un pastel de arroz, sentada en uno de los bancos del patio de la escuela. Estaba como ida, pues a pesar de que comía, parecía no mirar a ninguna parte. Nunca alguien le había tratado de una forma tan horrible, y era por eso que le dolía el corazón; jamás creyó que Gaara fuese a hacerle algo como eso.

—¿Te pasa algo? —le preguntó Temari, quien acababa de sentarse a su lado—. Me enteré de que Gaara y tú se han peleado. ¿Pasó algo que quieras contarme?

—Ni siquiera sé que pasó —respondió la castaña, bajando la mirada—. Él… simplemente me trató horriblemente esta mañana, y ahora ni siquiera me mira… no sé qué le pasa…

Temari la miró fijamente, mientras veía la tristeza reflejada en sus ojos negros y como pequeñas lágrimas se asomaban por sus mejillas. Con ese comportamiento, la rubia estaba sospechando algo que no quería decir, pero que sin dudas no dejaba de dar vueltas en su cabeza.

—Matsuri… —la llamó—. ¿Podría ser que a ti… mi hermano Gaara te…? —no alcanzó a terminar su frase cuando un gran revuelo se escuchó en el patio. Ambas chicas observaron como todos los presentes corrían en una dirección y esa era el gimnasio de la escuela—. ¿Qué pasa? —quiso saber la rubia, a lo que Matsuri sólo negó con la cabeza, limpiándose las lágrimas con el puño de su blusa.

—No sé, ¿será algo del club de baloncesto?

Temari la miró y asintió con la cabeza, para que segundos después, dos chicos pasaran corriendo a su lado, murmurando algo que las dejó intrigadas.

—Dicen que los de la escuela Kiri están aquí para golpear a uno de los chicos del club, al parecer les hizo enfadar ayer —comentó uno de ellos, haciendo que las dos chicas se miraran entre sí, sorprendidas y a la vez confusas.

—¿Kiri? —repitieron juntas.

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Naruto y Kiba estaban rodeados de unos chicos de otra escuela, los cuales usaban un uniforme gris y tenían pinta de maleantes. Cada uno de ellos tenía su vista fija en el rubio, quien era el que les había hecho venir, pues tenían una cuenta pendiente con él.

—Parece que tus amigos te echaban de menos, Naruto —dijo Kiba a modo de broma, mientras que el rubio sólo sonreía, observando a su alrededor para ver por dónde iba a ser atacado y por dónde debía atacar.

—Así parece —respondió.

—No juegues con nosotros, Uzumaki —dijo uno de ellos, aquel que parecía ser el líder—. Ayer te saliste con la tuya porque éramos menos, pero hoy te vamos a hacer llorar —sin más, el tipo se lanzó hacia Naruto, quién lo esquivó con facilidad, agachándose sólo un poco—. ¡A él, estúpidos! —les gritó a sus compañeros, quienes reaccionaron enseguida para atacar al rubio.

—¿A cuántos de estos debiluchos dices que golpeaste, Naruto? —preguntó Kiba, esquivando un golpe que venía hacia él.

—No lo sé, ¿a cinco tal vez? —Naruto esquivó otro golpe y le acertó su puño en la cara a uno que se le abalanzó de frente.

En ese instante otro se apareció por detrás, dándole una patada en la nuca, que lo dejó un poco aturdido. Kiba al ver esto trató de ir en su ayuda, pero otro sujeto le golpeó la mandíbula y lo mandó contra el pavimento.

La pelea era totalmente injusta, pues a pesar de lo buenos peleadores que eran Naruto y Kiba, eran ellos dos contra doce personas, era obvio que no iban a ganar.

Naruto cerró los ojos cuando vio un puño dirigirse a su cara, pero éste nunca llegó a tocarle, porque la mano de alguien le detuvo.

—¿Qué crees que haces? —preguntó una voz fría y tétrica, que le caló los huesos al sujeto que iba a pegarle a Naruto. Éste alzó un poco la mirada, encontrándose con dos ojos aguamarina, que le miraban como si él fuese la cosa más insignificante del planeta—. ¿No crees que una pelea así sea un poco injusta? —cuestionó Gaara, apretando con fuerza la mano del sujeto, el cual comenzaba a temblar del miedo.

—¿Q-quién eres tú? —se atrevió a preguntar.

Todos los demás se habían detenido de golpear a Kiba y a Naruto cuando vieron la acción de aquel pelirrojo. Matsuri llegó corriendo junto a Temari y ambas vieron a Gaara deteniendo fuertemente la mano de un chico de otra escuela, que se veía iba a golpear a Naruto, pues aún seguía en la misma posición.

—¡Te pregunté quién eras! —gritó el chico, dispuesto a lanzarle un puñetazo a Gaara con su otra mano, pero el pelirrojo simplemente lo bloqueó con la palma, para luego darle un fuerte golpe en el estómago. Los demás al ver eso también fueron contra Gaara, pero éste les esquivaba una y otra vez, para luego golpearles y dejarlos fuera de combate.

Mientras Gaara se ocupaba de ellos, Naruto y Kiba regresaron a la acción y se encargaron de devolver la paliza que les habían dado.

Matsuri, entre todo el montón de gente presente, miraba muy asustada la escena de Gaara a punto de ser golpeado. Ella rogaba para que no le pasara nada, pues a pesar de lo mal que él la trató, ella no podía evitar preocuparse por él.

Finalmente, sólo los chicos de Konoha quedaban en pie, mientras que los de Kiri habían sido completamente derrotados. Tanto Naruto como Kiba mostraban algunos golpes, pero en cambio Gaara parecía que sólo había corrido un poco, pues estaba en perfectas condiciones.

—Eres bueno —dijo Naruto, cansado—. No creí que alguien como tú vendría a ayudarnos, considerando que no querías ser amigo de nosotros.

—No me gustan las cosas injustas —dijo Gaara, restándole importancia al asunto y dándose la vuelta para retirarse. En ese momento uno de los sujetos se levantó, lanzándole un golpe a Gaara lleno de rabia, pero éste logró verlo a tiempo y le esquivó, provocando que sólo le rozara levemente la mejilla, en donde le hizo un corte de poca profundidad.

—Deberías tener más cuidado —se escuchó la voz de Sasuke, quien apareció desde quién sabe dónde y remató de un golpe al sujeto que había atacado a Gaara, dejándolo inconsciente—. Si los dejas despiertos no dudan en volver a atacarte —dijo mirando a Gaara, quien sólo frunció levemente el ceño y luego le ignoró, dándose nuevamente una vuelta para retirarse.

—Gaara-kun… —se le acercó Matsuri con un pañuelo en la mano, extendiéndoselo para limpiarle la sangre que tenía en la mejilla—. Estás sangrando —le dijo dulcemente, pero él sólo la apartó de un brusco manotazo, hiriendo nuevamente el corazón de Matsuri con esa indiferencia—. G-Gaara-kun… —lo llamó nuevamente.

—¿No te dije que me dejaras en paz? —le dijo de mala gana, mientras que Matsuri retrocedía un paso al ver su mirada tan indolente.

En ese momento se apareció la directora, quien ni siquiera lo pensó dos veces antes de castigar a todos los que se habían involucrado en la pelea, incluso a Sasuke, quién sólo había asestado un golpe.

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Gaara, Naruto, Kiba y Sasuke se encontraban en la oficina de la directora, los cuatro con la vista al suelo mientras la mujer los miraba severamente.

—¿En qué estaban pensando para hacer algo como eso? —les cuestionó enojada—. Los cuatro quedarán castigados después de clases, y llamaré a sus padres.

Al oír aquella palabra Naruto cambió su expresión relajada por una un poco triste, sin embargo, nadie se dio cuenta, mientras que Gaara sólo bufaba molesto, pues seguramente su padre no lo dejaría tranquilo por esto. ¿Pero para qué se había metido en esa pelea si nadie lo llamó?

Después de haber oído a la mujer, los cuatro chicos salieron de la oficina para irse a sus clases, sin embargo, Gaara estaba de mal humor y decidió saltársela, pues si ya había sido castigado y llamarían a sus padres, le daba igual si le decían algo por faltar a una clase.

Llegó a la azotea de la escuela y se recostó a un lado de la pared, usando sus brazos como almohada para mirar las nubes en el cielo.

—Esto es una mierda —se dijo tocándose la cortada que le había quedado en la cara. Ciertamente comenzaba a doler, además de recordarle al momento en que Matsuri trató de atenderlo. ¿Por qué ella aún insistía en acercársele? ¿Y por qué razón el ser cruel con ella le resultaba tan grotesco? Realmente le dolía hacerle daño a Matsuri… ¿Pero por qué?

No quiso pensar más en ella y decidió cerrar los ojos y tomar una siesta, tal vez después de eso pensaría mejor las cosas.

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Las clases ya habían terminado y mientras todos se levantaban de sus lugares para irse, Matsuri sólo podía ver el asiento vacío de Gaara, preguntándose a donde se habría ido el pelirrojo.

—Ya nos vamos, Matsu, ¿vienes con nosotras? —le preguntó Sakura, señalándose a ella y a Hinata. Sari ya se había ido sin siquiera avisarles.

—No, lo siento, tengo algo que hacer antes —respondió la castaña, tomando rápidamente todas sus cosas y también las de Gaara, que seguían en su puesto, pues pensaba buscarlo y entregárselas.

—Está bien, entonces hasta mañana —dijo la peli rosa.

—Hasta mañana, Matsuri-chan —ahora habló Hinata.

Matsuri asintió con la cabeza y se alejó corriendo, llevando sus cosas y las de Gaara. Si no estaba mal, tal vez podría encontrarlo en el gimnasio, o tal vez en la azotea.

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—Rayos, ¿cuánto dormí? —se preguntó Gaara al darse cuenta de que el cielo ya se estaba poniendo rojo, pues estaba cayendo el atardecer. Se levantó del suelo de forma perezosa, dispuesto a ir por sus cosas para marcharse, pero en el momento en que se acercó a la puerta, ésta se abrió estrepitosamente, dejando ver a una chica castaña, quién se asustó al notarlo y terminó tropezando, cayéndose encima de él.

—G-Gaara-kun —dijo ella sorprendida, sin notar aún en la posición en la que estaban. Ella estaba encima de Gaara, con sus piernas casi rodeando la pelvis masculina, lo que ponía a Gaara en una situación muy incómoda.

—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó el chico con el ceño fruncido, pero Matsuri estaba casi paralizada, mirándole fijamente—. ¿Qué te pasa?

Ella no sabía por qué no podía dejar de mirarlo, pero de pronto sentía como su corazón aceleraba los latidos de una manera alarmante, que le hacía pensar que estaba sufriendo de alguna clase de enfermedad. Y de pronto Gaara también comenzó a mirarla fijamente; ella estaba tan cerca de él, que podría tomarla y besarla ahí mismo, después de todo sus pequeños y rosados labios se le estaban haciendo demasiado atrayentes.

Sin darse cuenta de lo que hacía, Gaara alzó una de sus manos, hasta tocar la mejilla de Matsuri; eso fue lo que la hizo reaccionar.

—Y-yo —sin esperar más, ella se alejó del chico, poniéndose de pie—. Lo siento, yo sólo venía a dejarte tus cosas.

Gaara también salió de la ensoñación al oírla, mirando hacia un costado, en donde sus cosas estaban tiradas, debido a la caída de ella. Él sólo se puso de pie y recogió su bolso.

—¿Quién te pidió que lo hicieras? —le preguntó, nuevamente enojado—. Eres tan torpe, lo has tirado al suelo, mejor no hubieses traído nada.

—L-lo siento —dijo Matsuri con la voz apagada y sin esperar un segundo más, se fue corriendo, dejando a Gaara nuevamente solo en la azotea. ¿Pero por qué otra vez le dolía el pecho cuando la veía tan triste?

¿Qué demonios es lo que me ha hecho esta chica? —se preguntó a sí mismo.

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Sakura iba en su camino a casa. Se había separado de sus amigas durante el trayecto, ya que su casa quedaba en una dirección distinta. Esa tarde tenía la esperanza de que Sasuke la acompañara, pero él se había excusado diciendo que tenía que hacer otras cosas.

Desde que habían empezado su relación, ambos habían sido catalogados como una pareja perfecta, pues Sasuke era inteligente y popular y Sakura —a pesar de no ser muy popular— era una de las chicas más listas de toda la escuela, y aunque muchas la odiaban, también había muchas que la admiraban.

—Me pregunto si le molestará a Sasuke-kun que lo llame ahora —se dijo sacando su celular de su mochila rosada. Estaba a punto de marcar el número de su novio, cuando se percató de que frente a ella había una pequeña plazoleta, y en ella, sentado en una banca, se encontraba Sasuke—. ¿Sasuke-kun? ¿Pero qué hace aquí? —se preguntó confundida.

Estaba por acercarse a él, cuando vio que una chica de cabellera rojiza se sentaba al lado de Sasuke y le daba un cálido abrazo, y aunque éste ni se inmutó, tampoco hizo ningún esfuerzo por alejarla.

Ver eso realmente le dolió a Sakura, así que se fue corriendo de ahí, pensando lo peor de su novio y de aquella chica, que además le parecía haber visto en algún otro lado, pero no estaba segura.

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Gaara llegó a casa con el ceño fruncido y bastante tarde, pues después de que Matsuri se fuera corriendo, él se había quedado un poco más de tiempo, pensando en qué era lo que realmente le molestaba de ella, pero nunca lograba llegar a una conclusión coherente. Odiaba sentirse de la manera en que lo hacía, odiaba no entender por qué el sólo hecho de ver a Matsuri con otro chico podía llegar a causarle tanta rabia. Odiaba saber la verdadera personalidad de esa chica que se hacía pasar por alguien dulce y pura.

—Demonios… —masculló.

—Gaara —oyó la voz de su padre, lo que le hizo entornar los ojos con disgusto, pues ya se temía lo que vendría—. ¿Por qué vienes llegando a esta hora? ¿Quién crees que eres? —le reclamó el hombre, quién tenía el ceño fruncido y se veía realmente molesto—. Tenías a tu madre muy preocupada, pensando que te había pasado algo.

—No soy un niño como para que me esté pasando siempre algo —respondió altivamente el pelirrojo—, además, no es de tu incumbencia donde estaba o qué estaba haciendo —sin más, se dirigió a las escaleras para subir a su habitación, pero la voz de su padre nuevamente lo detuvo.

—Llamaron de tu escuela, dijeron que te habías puesto a pelear con unos chicos —la voz de su padre sonaba tranquila, pero para él, estaba cargada de rabia—. ¿Hasta cuándo piensas comportarte, Gaara? ¿Crees que tu madre y yo tenemos que soportarte toda la vida?

—Si no quieres soportarme entonces déjame hacer lo que quiera, ya te dije que me quería ir de esta casa y trabajar por mi cuenta —dijo Gaara sin interés, pero sus frías palabras no hicieron más que aumentar la ira de su progenitor, quién esta vez le miró fijamente, subiendo el tono de su voz.

—¡Ni siquiera sabes de lo que estás hablando! —le gritó—. ¡¿Crees que eres capaz de vivir por ti mismo?! ¡No pienses que todo es tan fácil, Gaara!

—¡Entonces simplemente haz como si no existiera! ¡Después de todo, la mitad de mi vida ya no existe! —tras aquel grito, Gaara subió las escaleras como un loco, sin importarle que su padre le estuviera llamando. Él sentía que su actual vida no valía nada, porque era como si le hubiesen quitado una parte importante de la misma, y no podía soportarlo. Detestaba tener que discutir con su padre sobre ello, dar lástima cada vez que decía que no recordaba nada, por eso no quería que nadie nunca lo supiera. Si tenían que verlo como a un bastardo al que nada le importaba, lo prefería mil veces antes de ser el pobre chico que había perdido la memoria.

Al llegar a su cuarto, dio un tremendo portazo, arrojó sus cosas al suelo y se tiró sobre su cama, frustrado y enojado.

—No lo soporto… —masculló, refiriéndose a su padre.

Si tan sólo pudiera recordar cualquier cosa, aunque sea algo mínimo, tal vez no se sentiría tan mal.

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Después de la cena, Matsuri se había ido rápidamente a su habitación. No se sentía con ánimos de nada, ni siquiera para ponerse a ver los dramas que tanto le gustaban, o escuchar la música de su artista favorito.

Estaba tan deprimida por el trato de Gaara que, sin darse cuenta en qué momento, una pequeña lágrima rodó por su mejilla.

—¿Por qué Gaara-kun me hace esto? —se preguntó con tristeza. Aunque no quería pensar en eso, no lograba detenerse; era algo demasiado doloroso.

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El sol por fin había salido y hoy era el día tan esperado para una hermosa joven de rubia cabellera y ojos azules. Hoy la hermosa y popular Ino Yamanaka comenzaba sus clases en el instituto. Actualmente su prima también asistía ahí, pues como Ino estaba enterada, le iba bastante bien en cuanto a las calificaciones, sin embargo, a ella nunca le había agradado su prima Matsuri, era demasiado simplona para ser familia de alguien tan genial como ella.

—Yamashita-san —llamó al tiempo que bajaba las escaleras. Al instante, un empleado de mediana edad apareció delante de ella, haciendo una leve reverencia —. ¿Está listo el auto para llevarme a la escuela?

—Sí, señorita Yamanaka, cuando usted quiera podemos irnos —respondió el hombre.

—Perfecto —fue todo lo que dijo la chica, esbozando una sonrisa.

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Después del desayuno, Matsuri estaba lista para irse a la escuela, aunque hoy no sonreía como siempre, lo que dejó un poco preocupados a sus padres; sin embargo, ninguno de ellos se atrevió a decir algo frente a ella.

Cuando la chica salió de su casa, se encontró afuera con sus vecinos, los tres hermanos Sabaku No.

—Oh, pero si es Matsuri —dijo la mayor de ellos, saludando con un gesto de mano a la castaña, al mismo tiempo que le sonreía—. ¿Cómo estás, Matsuri?

—B-bien, gracias, Temari-san —respondió la menor, mirando de reojo la expresión de indiferencia en el rostro de Gaara.

—Buenos días, pequeña Matsuri —le dijo Kankuro, para quién no pasó desapercibido el tenso ambiente que se había formado entre su hermano menor y su vecina; algo había pasado entre esos dos y él tenía que averiguarlo—. Oye, Matsuri-chan, ¿no te gustaría caminar con nosotros hacia la escuela?

Matsuri nuevamente miró a Gaara y, al hacerlo, supo que ir con ellos no le agradaría ni un poco.

—L-lo siento —se disculpó, haciendo una leve reverencia—, hoy tengo que llegar un poco más temprano, así que me iré antes —y sin más, salió corriendo, alejándose de los tres hermanos, mientras los dos mayores la veían con extrañeza. Por su parte, Gaara sólo pudo fruncir el ceño y empezó a caminar.

—Gaara, ¿le hiciste algo a Matsuri? —le preguntó audazmente Temari, notando que ella había salido corriendo luego de mirar a Gaara—. ¿Por qué ella actuaba tan rara hoy?

—¿Por qué habría de saberlo? —respondió de mala gana el pelirrojo, llevándose las manos a los bolsillos del pantalón y caminando un poco más rápido, pues no tenía ganas de responder las absurdas preguntas de sus hermanos. Ellos siempre eran igual, siempre estaban tratando de decirle qué hacer y qué no hacer, eran tan molestos cuando se comportaban de esa forma.

Él simplemente quería olvidarse del hecho de que alguna vez consideró ser amigo de Matsuri, y lo que es más, que alguna vez creyó que podría sentir algo más por ella.

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Matsuri entró corriendo a la escuela aquella mañana, sin siquiera mirar por donde iba. No quería seguir atormentándose por el comportamiento de Gaara hacia ella, pero por más que trataba no dejaba de pensar en eso. Sin embargo, una voz muy conocida la distrajo de esos pensamientos.

—Pero si es mi querida prima —dijo esa voz, haciendo que Matsuri alzara la mirada, totalmente sorprendida—. Veo que nos encontraremos seguido a partir de ahora.

—¿I-Ino-chan? —cuestionó la castaña.

La chica rubia estaba sonriendo, mientras una gran cantidad de chicos la miraban como si ella fuese una princesa, aunque era casi cierto, después de todo, era así como era tratada por todos en su casa. Ino vivía con su padre, un importante empresario que se dedicaba más a sus negocios que a atenderla a ella, por lo que casi vivía sólo con los empleados. Estaba acostumbrada a tratar a todos como si fuesen sus sirvientes y nadie podía no ceder a sus caprichos.

—¿Así es como saludarás a tu adorada prima? —se quejó la rubia. Siempre había detestado a Matsuri, pero era algo que no le haría saber, pues su primita era demasiado ingenua como para creer incluso que ella sí la apreciaba.

—Lo siento, es que no puedo creer que estés aquí —dijo Matsuri, quien no esperó más para abrazar a su prima.

En ese instante aparecieron las amigas de Matsuri, Sakura, Hinata y Sari.

—Es Ino —dijo la última, quien siempre se había llevado bien con la rubia—. Hola Ino, ¿cuándo regresaste?

—Ayer —dijo la chica—. ¿Cómo has estado Sari? ¿Tienes novio?

—No, pero tengo a un chico en la mira —respondió la castaña, lo que inevitablemente le hizo sentir un nudo en la garganta a Matsuri, pues sabía perfectamente que ese chico al que Sari tenía en la mira era Gaara.

—Así que estás de vuelta, Ino-cerda —dijo Sakura, la cual recibió una mirada de odio de parte de la rubia.

—Pero si es frente de marquesina —dijo con los dientes apretados—. Escuché que sales con Sasuke-kun ahora, pero viéndote, bien podría ser sólo una mentira.

—Pues no lo es —dijo Sakura, también con los dientes apretados.

Si bien, ambas eran buenas amigas, también eran las mayores rivales. Con Matsuri era casi lo mismo, Ino siempre se había sentido superior a su prima, por lo que cada vez que Matsuri le ganaba en alguna cosa, ella se sentía muy humillada y hacía lo posible por vencerla, justificándose después con cualquier mentira que hiciera que su tonta prima la perdonara una vez más.

—H-hola, Ino-san —saludó tímidamente Hinata, pues era imposible hacerla cambiar.

Ino asintió con la cabeza, y estaba a punto de decir algo, cuando vio entrar por la puerta de la escuela al chico de sus sueños. Ese cabello rojo y esos ojos de color aguamarina cautivaron por completo su visión, pues ella era fácilmente atraída por la apariencia de las personas, sin importarle el conocerlas como realmente eran, después de todo, era así de superficial.

—Wow, ¿quién es él? —preguntó—. Es demasiado guapo.

Las cuatro chicas que la acompañaban se voltearon, fijando su vista en Gaara. Matsuri bajó la mirada y Sari frunció el ceño.

—Es Sabaku No Gaara, es nuevo en la escuela —respondió Sakura—. Aunque tiene mal carácter, es un chico realmente guapo, ¿no te parece?

—¿Qué si me lo parece? —repitió Ino—. Ese chico… tiene que ser mío…

Nuevamente Matsuri sintió como si algo le golpeara dentro de ella. ¿Qué era exactamente esa sensación que la invadía cada vez que alguien hablaba sobre conquistar a Gaara?

—Ni lo sueñes —le dijo Sari de pronto—, yo lo vi primero que tú, así que olvídalo.

Ino no le respondió, simplemente la miró enojada y se dio una vuelta para entrar al edificio de la escuela. ¿Acaso Sari pensaba desafiarla? ¿No se había visto en un espejo? Si ese chico llamado Gaara debía elegir entre una de las dos, ya había una clara vencedora.

Él será mío —pensó la rubia, sin sospechar que la meta que se había fijado, sería realmente difícil de conseguir.

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Esa mañana todos estaban sentados en sus lugares. Matsuri trataba de no mirar a Gaara, mientras éste hacía lo mismo con ella. Estaban esperando a que llegara el profesor correspondiente para comenzar las clases, pero mientras éste no apareciera, tenían tiempo de charlar.

—Te ves un poco rara, Matsuri-chan —dijo Hinata a su amiga, pues desde hace varios días la veía con esa extraña actitud, más precisamente, desde la llegada de Sabaku No Gaara, pero ella quería creer que el pelirrojo no tenía nada que ver en esto.

—No es nada, siempre soy así —dijo Matsuri, tratando de ocultar la enorme tristeza que sentía su corazón.

—¡Buenos días! —dijo Naruto al entrar al salón, justo al lado de Sasuke, ya que los dos solían caminar juntos hacia la escuela y al parecer hoy se habían retrasado.

Hinata sonrió levemente al apreciar una vez más la alegre sonrisa del rubio, mientras Sakura desviaba la mirada, pues no quería ver a Sasuke.

El azabache se dio cuenta del desprecio que le había hecho su novia, por lo que frunció levemente el ceño.

¿Qué le pasa? —se preguntó.

—Hola, Matsuri-chan, hola, Hinata —dijo Naruto, quién se acercó a las dos chicas con su aura llena de energía. Estaba muy feliz, pues anoche había hablado con su nueva amiga por chat y ni siquiera le importaba que hoy tendría que quedarse hasta tarde limpiando el gimnasio de la escuela.

—Buenos días, Naruto-kun —dijo Hinata, con las mejillas sonrojadas.

Naruto le sonrió y se dirigió a su asiento, mientras que Matsuri miraba sorprendida a su amiga.

—¿Desde cuándo le respondes el saludo? —quiso saber—. Has madurado, Hina-chan.

—M-Matsuri-chan —se quejó la ojiperla, todavía sonrojada por la sonrisa y el saludo de su amado rubio. No lamentaba para nada el haberse convertido en su amiga por el chat, así podía aprender cosas de Naruto sobre las cuales jamás se atrevería a preguntarle frente a frente. Lo mejor era estar así, ser una amiga invisible, para que no se desmayara todo el tiempo.

—¿Qué pasa, Sakura? —le preguntó Sari a la peli rosa, al notar que ésta ni siquiera se había levantado de su asiento a saludar a Sasuke, como comúnmente lo hacía—. ¿Te has peleado con Sasuke?

—No quiero hablar de eso —respondió simplemente la chica de ojos jade.

Justo en ese instante el profesor se apareció y detrás de él venía una persona que dejó a muchos chicos con la boca abierta, pues era realmente bonita. Los únicos que no se dejaron impresionar fueron Sasuke y Gaara.

—Bueno, chicos —dijo el profesor, que en este caso era Iruka —. Como podrán darse cuenta, hoy tenemos a una nueva alumna con nosotros. Ella acaba de llegar de un viaje a los Estados Unidos, así que sean amables con ella —se dirigió a la chica—. Por favor, pasa y preséntate.

Ella sólo asintió con la cabeza, para luego caminar hacia el centro del salón, mientras su largo pelo rubio se movía al compás de sus suaves pasos.

—Mi nombre es Yamanaka Ino —dijo con elegancia—. Soy prima de Matsuri por parte de madre, y espero llevarme muy bien con todos ustedes —hizo una reverencia —. Por favor, cuiden bien de mí —terminó mostrando una sonrisa, ante los murmullos de los que en su mayoría eran hombres, pues todos ellos estaban encantados con su belleza.

—Bien, ahora pasa a sentarte —dijo Iruka, ubicando a la rubia justo delante de Gaara, en donde había un asiento vacío. Al comenzar la clase, ella no perdió oportunidad para entablar una charla.

—Disculpa, pero como soy nueva he olvidado mi lápiz en casa, ¿me prestarías uno por favor?

Gaara la miró despectivamente. Conocía muy bien esa táctica empleada por las chicas que deseaban conquistarlo y sinceramente, no tenía ganas de lidiar con ninguna de ellas en este momento. Esa chica llamada Ino podía ser realmente guapa, pero Gaara no era alguien que se dejara engatusar fácilmente.

—No tengo —respondió—. Y si necesitas uno, en lugar de pedírselo a la persona que está detrás de ti, mejor hazlo con quién esté a tu lado o delante —le dijo de manera tosca y fría—, voltearse en medio de una clase demuestra una pésima educación.

Ino se quedó con la boca abierta ante tales palabras; sin embargo, no podía quedar en ridículo.

—Tienes razón —dijo sonriente—. Que tonto de mi parte, debí preguntarle a la chica de al lado, ¿no?

Gaara no le respondió, a lo que ella se dio la vuelta y preguntó por un lápiz, al mismo tiempo que pensaba en cómo iba a domar a esa fierecilla llamada Gaara.

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Después de que terminaran las clases de la mañana, Matsuri había ido al club de arte a relajarse un poco, pues con todo lo que había pasado se sentía un poco estresada.

—Si tan sólo supiera que es lo que le pasa —susurró para sí misma, sin darse cuenta de que era escuchada por una persona que se encontraba desde temprano practicando sus dibujos.

—¿De quién hablas? —le preguntó el chico de cabellera azabache y ojos tan oscuros como la noche, mientras que dejaba de lado su dibujo y le miraba atentamente.

Matsuri se sonrojó cuando se dio cuenta de que había sido descubierta hablando sola.

—S-Sai-sempai —dijo la chica—. Pensé que no había nadie, lo siento.

—No pasa nada —dijo el pelinegro, poniéndose de pie y dando unos cuantos pasos hacia ella, pero sin acercarse demasiado—. Pero ¿de quién estabas hablando?

—Ah… yo… —Matsuri se sintió un poco nerviosa ante aquella pregunta y decidió cambiar de tema, pues no quería decir que de quién hablaba era de Gaara—. N-no, no es nadie importante, Sai-sempai, en serio.

El chico sólo le miró y asintió con la cabeza, sin volver a insistir con el tema, aunque la verdad, se sentía muy curioso al respecto.

—Oye… —Sai dudó si hablar durante unos segundos, pero finalmente tomó el valor, pues veía a Matsuri muy preocupada por algo y no le gustaba verla así, ella siempre debía estar sonriendo—. ¿Te parece bien si vamos a tomar un refresco?

—¿Eh? —fue todo lo que la castaña pudo decir.

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Sakura estaba sentada en una de las bancas de la escuela. Estaba comiendo su almuerzo sola, ya que sus amigas se habían ido a otros lugares y ella prefería estar sin compañía un rato, para pensar en sus cosas, sin embargo, su soledad no duró demasiado, pues su novio apareció y se sentó a su lado.

—Quiero hablar contigo —dijo sin delicadeza alguna, casi con un tono que más parecía una orden, pero la chica lo ignoró —. Sakura —insistió él.

—No tengo nada de lo que deba hablar contigo, Sasuke-kun —dijo Sakura, en un tono que Sasuke perfectamente identificó como enojo.

—¿Qué te pasa? —quiso saber él—. ¿Estás enojada por algo?

—¿Por qué habría de estarlo? —respondió ella, por fin volteando a mirarle—. ¿Acaso has hecho algo por lo que yo deba estar molesta, Sasuke-kun?

Sasuke frunció el ceño ante la respuesta. Ahora estaba más que seguro de que, efectivamente, él había hecho algo para molestarla. ¿Pero qué habría sido ese algo?

Por su parte, Sakura siguió comiendo su almuerzo e ignorando a Sasuke, mientras que éste la miraba enojado, esperando a que ella le dijera algo, pero nada salía de sus labios.

—¿De verdad no me vas a decir? —insistió él, algo cabreado.

—¿De verdad no sabes? —le dijo Sakura, ya harta del estúpido interrogatorio, por lo que no halló nada mejor que ponerse de pie y encararlo—. ¿Deberías ir y preguntarle a tu amiguita? Tal vez ella sepa la respuesta.

—¿Amiguita? ¿Qué amiguita?

Sakura simplemente lo fulminó con la mirada, luego pateó el suelo y finalmente se alejó furiosa. No pensaba hacerle las cosas simples a Sasuke; si él estaba teniendo una aventura con otra, ella no pensaba ser la tonta que lloraría por él.

Claro que no.

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Gaara estaba en el gimnasio de la escuela, practicando algunos tiros de baloncesto. Por más que trataba, no lograba concentrarse en ello, pues una y otra vez la imagen de Matsuri venía a su mente.

—¿Qué demonios? —se preguntó, ya harto de aquella situación.

Dejó que el balón cayera al piso y se revolvió la rojiza cabellera con frustración, sin notar que alguien acababa de entrar y le había visto.

—Tienes brazos fuertes —dijo una chica, la cual observaba la anatomía de Gaara perfectamente, debido a que él estaba usando una camiseta sin mangas. Se había cambiado para no ensuciar el uniforme; no es que eso le importara demasiado, pero no soportaba usar ropas sucias.

—¿Qué buscas aquí? El equipo aún no está practicando —dijo de mala gana el chico, observando de reojo que la persona que acababa de hablarle era su nueva compañera, quien no le agradaba para nada a pesar de lo bonita que era. La verdad era que Gaara detestaba a las personas que se le acercaban sólo por interés, odiaba que la gente le viera como alguna clase de medio para conseguir algo, o como un trofeo, en el caso de las chicas como Ino. Cuando Matsuri se le acercó tan sinceramente, con la intención de ser su amiga, por un momento llegó a confiar en ella, pero ahora se daba cuenta de que ella era igual que todas las demás.

—Lo sé —dijo Ino—. Sólo quería hablar contigo, quiero disculparme por lo de esta mañana, fue muy tonto de mi parte molestarte así.

Gaara dejó de mirarla, para tomar nuevamente la pelota y lanzarla.

—No te preocupes, no me interesa.

Ino frunció levemente el ceño. ¿Por qué este chico se atrevía a ser tan grosero con ella? ¿Acaso no se había dado cuenta de con quién estaba hablando?

—Oye… —ella rápidamente trató de idear algo para llamar su atención—. ¿Qué te parece si te invito a algo después de clases como compensación?

Gaara soltó la pelota que segundos antes había atrapado. Caminó hasta su bolso, tomó una botella de agua y se arrojó el contenido sobre la rojiza cabellera, para luego sacudir un poco la cabeza y después volvió a tapar la botella. Tomó todas sus cosas y se dirigió a la salida.

—No, gracias —respondió a la invitación de Ino, provocando la ira de la joven, la cual salió furiosa a perseguirlo, pero en lugar de encontrarse con él, tropezó con otra persona.

El chico llevaba dos refrescos en las manos, uno que estaba cerrado y el otro que estaba abierto, pues él lo estaba bebiendo. Al tropezar con Ino, el contenido del refresco cayó sobre el uniforme de la chica, pues él, en su intento por evitar que ella se golpeara, usó una de sus manos para sostener su cabeza, dándose además un fuerte golpe en la misma y derramando el refresco en el proceso.

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Matsuri estaba sentada en una banca, sola, esperando a que llegase su sempai, pero como él no se aparecía, ella comenzaba a preocuparse, así que decidió ir a buscarlo.

—Qué extraño, ¿qué le habrá pasado a Sai-sempai? Dijo que sólo iría por unas bebidas, pero se tarda demasiado —susurró para sí.

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—Demonios —dijo Gaara con el ceño fruncido—. Se me quedó algo en el gimnasio.

Con lo enojado que estaba y encima con esa chica nueva molestándole, ahora tendría que devolverse por donde había venido para buscar eso que olvidó. Sólo esperaba no topársela de regreso.

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—¿Estás bien? —preguntó el chico de los ojos negros, observando a la joven que acababa de salvar y poniendo una expresión de dolor cuando ésta se levantó, dejando libre su mano.

Ino lo ignoró totalmente, mirándose su uniforme escolar.

—¡Mi ropa! —se quejó la rubia. Esta vez puso atención en el chico, notando que no era para nada feo, pero eso no disminuía su rabia—. ¿Te has fijado en lo que has hecho? ¡Eres un idiota!

El chico no le respondió, pues el dolor de su mano derecha se tornaba muy agudo.

—¿Me estás escuchando? —insistió Ino—. ¿Sabes cuánto cuesta mi ropa? Aunque sea el simple uniforme de una escuela, está hecha por uno de los mejores diseñadores del país y… —Ino no pudo seguir hablando, puesto que el grito de alguien la interrumpió.

—¡Sai-sempai! —se oyó a Matsuri, quién corría hacia ellos—. Sai-sempai, ¿estás bien? —cuando ella llegó, se fijó también en que ahí estaba su prima, tirada y reclamando por alguna cosa de la cual no estaba segura; sin embargo, Matsuri no le prestó demasiada atención, pues al ver a su sempai, notó como éste se sostenía la mano, con expresión de dolor—. ¡Sai-sempai! —exclamó —. ¿Le ha pasado algo a tu mano?

En ese momento, Ino dejó de patalear, observando al chico y a su prima.

—Estoy bien —dijo Sai, parándose con algo de dificultad, pues su mano dolía cada vez más y al ver su expresión, Matsuri no dudó en ir a comprobar su lesión, tomando suavemente su mano y provocando que ésta volviera a doler, por lo que Sai no pudo evitar quejarse—. Auch.

—Te lastimaste —dijo la chica—. Sai-sempai, deberías ir a la enfermería.

—Dije que estaba bien —insistió Sai, alejando su mano de las suaves y pequeñas manos de Matsuri, pero ella volvió a insistir, esta vez tomándolo de la mano que no estaba lastimada, para jalarlo.

—Y yo he dicho que vayamos a la enfermería —lo retó la castaña—. ¿Qué harás si tu lesión es seria y no puedes volver a dibujar?

Al oír sus palabras, Sai simplemente se dejó arrastrar, mientras que Ino los miraba de mala gana. Quien quiera que fuera ese tal Sai, acababa de ganarse su total desprecio. ¡Pero que ni pensara que las cosas se quedaban así!

Por otro lado, Gaara regresaba a buscar lo que había perdido, cuando de pronto se topó con la escena de Matsuri llevando de la mano a ese chico de tercer año.

No supo explicar lo que sintió en ese momento, era como si algo dentro de él se quemara a una velocidad avasalladora. Sólo podía pensar en una cosa; estaba increíblemente molesto. Este era un trago muy amargo.

¿Pero por qué?

Continuará…