Capítulo 6: Castigo después de clases
Matsuri estaba en la enfermería junto a su amigo y superior, Sai, a quién le vendaba cuidadosamente su mano herida. La enfermera había salido a hacer algo urgente, por lo que a la castaña no le quedó más remedio que curar por si misma a su amigo.
Sai sentía una fuerte punzada en su mano, pero no quería preocupar a Matsuri, por eso no se había quejado ni una sola vez desde que llegaron a la enfermería.
—Ya está listo —dijo la castaña con una sonrisa—. Siento no ser tan buena como una enfermera de verdad, pero creo que esto servirá por ahora.
—¿Por qué dices que no eres buena? —le cuestionó Sai—. Yo creo que lo has hecho muy bien.
—Siempre eres tan amable —dijo Matsuri.
—¿Esa chica rubia es tu prima? —preguntó de pronto el chico, llamando levemente la atención de su amiga.
—Así es —respondió Matsuri—. Siento que haya sido tan grosera, a veces Ino-chan no se puede controlar.
Sai asintió con la cabeza, sin decirle nada más, pero para sí mismo, no podía entender cómo es que una chica tan maleducada y antipática podía tener una relación de sangre con Matsuri. En verdad eran muy diferentes. Es más, esa Ino no le había agradado ni un poco.
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Gaara estaba furioso. Realmente no podía entender cómo el ver a Matsuri tomando de la mano a otro chico podía ponerlo en ese estado, pero no podía controlarlo, él mismo se sorprendía de que se sintiera así.
—¿Qué me pasa? —se preguntó con el ceño fruncido—. ¿Qué demonios me importa a mí si Matsuri sale con ese tipo?
Caminó hasta llegar al gimnasio, mirando por el lado de las bancas para ver si allí estaba lo que había perdido, y por suerte lo halló. Recogió el pequeño objeto, una muñequera de color rojo, tejida a mano. Sonrió cuando la tuvo puesta en su lugar, pues ese objeto era muy preciado para él. Todo lo que podía recordar de su pasado lo representaba aquella muñequera, pues se la había dado esa niña misteriosa con la que siempre soñaba. Lo único que su mente aún conservaba intacto, su único recuerdo, a pesar de que el rostro de esa niña permanecía en blanco en su mente.
—No tengo que seguir preocupándome por alguien como Matsuri —dijo para sí, tratando de calmar un poco su furia. ¿Qué podría importarle a él lo que esa chica hiciera? Después de todo, no tenían ni tendrían ninguna relación. Sí, él quería convencerse de que no le importaba, pero sabía que se estaba engañando a sí mismo.
Sus sentimientos por Matsuri no eran cualquier cosa.
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Era tarde y Sai estaba en el salón de dibujo. Había preparado todo para pintar un hermoso cuadro, pero cuando tomó el pincel y trató de pasarlo sobre el lienzo, su mano dolió tanto que le hizo soltar el pequeño instrumento. Se miró sorprendido la mano que había sido vendada por su dulce amiga Matsuri. ¿De verdad tendría una lesión seria?
—¿Por qué duele tanto? —se quejó, sobándose un poco por el dolor que sentía.
Ya todos estaban saliendo de la escuela, pero como era usual en Ino, estaba en búsqueda del chico que había escogido como presa. Estaba segura de haberle visto caminar hacia algún lugar de la escuela, puesto que escuchó que hoy él y algunos chicos más del salón estarían castigados por alguna cosa que no le interesaba saber. Caminaba por los pasillos, hasta que escuchó el ruido de algo estrellarse contra el suelo. Su curiosidad la mató, así que se metió a aquel salón, encontrándose con el chico pelinegro de hace rato.
—Ah, sólo eras tú —dijo decepcionada, poniendo una expresión aburrida en su rostro.
Sai le miró entonces, dándose cuenta de que se trataba de la prima de Matsuri. No pudo evitar reparar en las bonitas facciones de su rostro, pero aquella expresión de arrogancia le hacía ver como una chica superficial y tonta. Lo que más molestaba a Sai, era que a pesar de que él se había herido tratando de que ella no se golpeara, la rubia ni siquiera le había dado las gracias, es más, hasta le había insultado.
—¿Qué haces aquí, niña? —le preguntó con indiferencia, causando la ira de Ino, pues no le gustaba ser subestimada por nadie.
—Hey, ¿a quién llamas niña? —cuestionó con el ceño fruncido—. Se ve que no sabes con quién estás hablando, mi familia tiene mucho dinero y…
—¿Y tú crees que eso me importa? —la interrumpió Sai, soltando una sonrisa tan fría y falsa, que a Ino le tembló todo el cuerpo—. No trates de intimidarme y mejor dame las gracias por lo que hice antes por ti. ¿No es eso lo que haría una persona educada?
—¿Darte las gracias? —Ino rio ofendida—. ¿Por qué habría de hacerlo?
Sai le mostró su mano.
—Aquí —le indicó—. Me lastimé la mano cuando te caíste, trataba de proteger tu cabeza —miró hacia un costado—, pero ahora pienso que fue un esfuerzo inútil, tu cabeza realmente no tiene nada que valga la pena.
—¡¿Qué has dicho?! —exclamó la rubia, haciendo que Sai se tapara los oídos por el ruido estridente que ella había hecho.
—No grites, ¿o es que además de dejarme con una mano lastimada, también planeas dejarme sordo? —preguntó irónicamente, bajando sus manos—. ¿Sabes lo importantes que son sus manos para un artista? —rio otra vez con sarcasmo—. ¿Pero qué vas a saber tú de eso? Sólo debes tener pajaritos en la cabeza.
—¡Voy a matarte!
En ese momento, Ino estaba furiosa, sólo podía pensar en darle una paliza a ese pelinegro insolente. ¿Quién se creía que era para hablarle así a una persona tan importante como ella? ¡Pero le iba a enseñar una lección!
Se abalanzó contra el chico con toda la intención de enseñarle con quién estaba tratando, pero apenas y logró dar unos pasos antes de resbalar con un poco de pintura que había en el piso. Al verla caer, Sai pensó en dejarla que se golpeara contra el suelo, pues bien merecido se lo tenía, pero su estúpida naturaleza amable le impidió dejar caer a una mujer al suelo sin hacer nada para ayudarle, por muy maleducada que ésta fuera, así que se estiró todo lo que pudo, atrapándola entre sus brazos, pero al cargar con el peso de la chica, su mano sufrió todas las consecuencias, por lo que el dolor fue aún mayor.
Por su parte, Ino levantó la mirada sorprendida al ver que no había caído al suelo, entonces se fijó en que Sai la estaba sosteniendo, pero con una expresión de dolor en su rostro. Ella no pudo evitar observar que los rasgos del chico eran muy finos y bien proporcionados. En realidad, era muy apuesto, pero esa personalidad le quitaba todo el encanto. Después de cinco segundos de estar así, ella finalmente regresó a la realidad y con el rostro algo sonrojado, se alejó de él. Sai inmediatamente se sobó su mano.
—Rayos —masculló en voz baja, pero igualmente Ino le escuchó.
No pudo evitar sentirse algo culpable por haber lastimado la mano de Sai dos veces, sin embargo, era demasiado orgullosa como para disculparse, así que sólo se hizo la ofendida y se marchó dando fuertes pisotones.
—Esa chica está realmente loca —susurró Sai, completamente seguro de que nunca en su vida iba a ser capaz de llevarse bien con alguien como ella. Jamás vería con buenos ojos a esa chica.
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—Maldito castigo estúpido —susurró Sasuke de mala gana, mientras barría una y otra vez el piso de la cafetería. No entendía por qué estaba castigado luego de dar un solo y miserable golpe, además de que eran esos tipos los que se vinieron a meter a su escuela y ellos empezaron la pelea. ¿Acaso debía quedarse quieto esperando que le masacraran a él y a sus amigos?
Aunque no le hubiese importado mucho si golpeaban al tal Gaara ese. Aún no era capaz de tragarlo.
Además de todo eso del castigo, estaba el hecho de que Sakura estaba molesta con él y no tenía ni la menor idea de por qué. Le molestaba el hecho de no entenderlo, de no comprender a qué se debía la ira de su novia. Odiaba cuando estaban peleados, porque la mayoría de las veces -como ahora-, Sakura se guardaba todo lo que le pasaba y no le decía nada, lo que se volvía algo muy frustrante, porque no sabía cómo arreglar las cosas después.
—Sakura… ahora que recuerdo me dijo que estaría en la biblioteca buscando unos libros —rio de medio lado, pensando que, si estaban los dos solos ahí, sería muy fácil solucionarlo todo.
Al contrario de muchos de sus compañeros, su novia era una cerebrito, hasta podría decirse que era un poco nerd, y no es que fuera la chica más hermosa de toda la escuela como para estar con él, de hecho, muchas chicas de su club de fans aún se cuestionaban el hecho de que Sasuke hubiese elegido tan mal a la que iba a ser su novia. Él era totalmente indiferente a todas esas críticas, pues le gustaba Sakura tal como ella era. Esa chica no era tan lista como él o Neji, pero ocupaba los mejores lugares en las listas porque siempre se esforzaba al máximo estudiando. Leía pesados y enormes libros todos los días y casi no dedicaba tiempo a otras cosas, era por eso también que le caía bien a muy pocas personas.
—A la mierda con este estúpido castigo, buscaré a Sakura ahora —dijo arrojando la escoba a un lado. Se limpió un poco el uniforme, tomó su bolso y partió en búsqueda de su novia y la reconciliación que tendrían, aunque aún no estaba muy seguro de por qué había sido la pelea.
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Gaara estaba en la biblioteca ordenando algunos libros como parte de su castigo. Odiaba que los demás le dijeran qué tenía que hacer, y detestaba no poder hacer nada contra eso. El haber sido obligado a asistir a esa tonta escuela en primer lugar, le parecía algo absurdo. Sus padres de verdad pensaban que iban a poder ayudarlo, pero él estaba seguro de que eso no iba a pasar.
Si tan sólo un miserable recuerdo viniese a su mente…
—¡Auch! —escuchó un grito femenino, por lo que se alertó y fue a ver qué había sucedido. Corrió hasta unos enormes estantes que estaban más adelante y vio a una de sus compañeras tirada en el suelo, sobándose la cabeza.
—¿Estás bien? —le preguntó, al notar una gran cantidad de libros tirados al lado de la chica—. ¿Te golpeaste muy fuerte?
—Estoy bien —respondió Sakura, sorprendiéndose un poco al ver lo amable que estaba siendo ese chico. Él siempre le había parecido alguien demasiado frío, alguien a quien nunca le preocuparía el estado de los demás, pero después de verle involucrarse en esa pelea para ayudar a Naruto y Kiba, y ahora preocupándose por ella, se daba cuenta de que Gaara no era una mala persona.
—Deberías tener más cuidado, puede ser peligroso si unos libros tan pesados te caen en la cabeza —dijo el pelirrojo, agachándose a recoger algunos de los pesados libros para ayudar a la chica.
Sakura se puso de pie y también ayudó a Gaara a acomodar los libros.
—Siento haberte sorprendido, es que estaba buscando algo sobre biología y sin querer tiré todos estos libros —dijo Sakura, haciendo una leve reverencia, pues estaba acostumbrada a esas formalidades cuando no era muy cercana a alguien.
—No importa —respondió Gaara, metiendo otro libro en el estante.
En ese momento, Sakura recogió uno de los libros y se sorprendió un poco.
—Pero, ¿qué hace esto aquí? —se preguntó.
Gaara le miró un poco curioso, a lo que Sakura sólo rio nerviosa.
—Este libro —le enseñó—. Es "El Alquimista", ¿lo has leído? —vio a Gaara negar con la cabeza—. Pues es un libro muy bueno, te lo recomiendo, es el libro favorito de mi amiga Matsuri —dijo mirando la portada—. Pero, en fin, el punto es que no debería estar en este sitio.
—Matsuri… —pronunció Gaara, con un tono que ciertamente demostraba que quería saber algo—. Ella… ¿Lee este tipo de cosas?
—Matsuri es una chica muy aplicada, le gusta mucho leer y aprender cosas nuevas —Sakura dejó el libro sobre una pequeña repisa que estaba a un lado de ellos, retomando su tarea de guardar los pesados libros de biología—. Ella es muy tímida, pero cuando le conoces te das cuenta de que es alguien muy especial.
—¿Tímida? —Gaara frunció el ceño—. He escuchado que con los chicos no es nada tímida, al contrario —desvió la mirada un poco apenado, pues no le gustaba nada eso de cotillear, pero necesitaba confirmar las cosas que le había dicho Sari—, oí que ella ha tenido muchos novios.
Sakura se rio como si le hubiesen contado un chiste muy gracioso.
—¿Matsuri? —cuestionó—. Pues debes estar hablando de otra Matsuri, porque la que yo conozco, ni siquiera ha tenido su primer beso —volvió a reír—. Créeme, la conozco desde el jardín de infantes y es tan inocente que da risa.
Gaara sintió un extraño alivio en su pecho al oír eso, pero también un nudo se formó en su garganta. ¿Esto que le contaba Sakura era cierto? ¿Entonces Sari le había mentido? Y lo peor… él había tratado a Matsuri como si ella fuese una cualquiera. Demonios. Matsuri había llorado por su culpa, porque él estaba enojado luego de oír que ella era una come-hombres.
—Soy un idiota… —masculló.
—¿Dijiste algo? —le preguntó la peli rosa, pero sólo lo vio negar con la cabeza.
—No dije nada —aseguró el pelirrojo, terminando de ordenar los libros que se le habían caído a Sakura—. Pero… ¿Estás segura de lo que me has contado? —insistió.
—Segurísima —respondió la peli rosa, asintiendo con la cabeza, pero luego aquellas preguntas le parecieron un tanto sospechosas y no pudo evitar curiosear—. Pero, ¿por qué tienes tanto interés en Matsuri? —interrogó—. ¿Es que acaso ella te gusta?
Gaara se quedó totalmente de piedra ante esa pregunta, pensando dentro de sí mismo cuál era la respuesta, pero no tenía una, no sabía qué decir.
—Yo…
—Sakura —se escuchó una voz masculina, haciendo que ambos jóvenes se diesen la media vuelta. Visualizaron a Sasuke parado al comienzo del pasillo, mirándolos de mala gana, como si hubiesen estado haciendo algo malo—. ¿Qué haces? —exigió saber el pelinegro, poniendo especial énfasis en mirar a Gaara como si le estuviese declarando que ese era su último día de vida, aunque al pelirrojo ni siquiera le importó.
—Sólo estaba buscando unos libros —respondió normalmente la chica, sin sospechar que los celos estaban invadiendo ahora mismo a su novio.
Sasuke se acercó con rudeza y bruscamente tomó del brazo a la chica, luego agarró su bolso y la jaloneó lejos de ahí, mientras ella le reclamaba.
Gaara ignoró aquella situación. No le interesaba en lo más mínimo que ese tal Sasuke hiciera sus escenas de celos frente a él, en ese momento sólo podía pensar en buscar a Matsuri y tratar de arreglar la estupidez que había cometido.
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Matsuri estaba sentada en un columpio de aquel parque en donde solía jugar con Gaara de niños. Estaba triste, su rostro ya no estaba iluminado como antes.
—¿Por qué? —se preguntó una vez más, como si no lo hubiese hecho suficientes veces ya. Su corazón le dolía fuertemente por el hecho de saber que Gaara la despreciaba. Quería tanto volver a estar como antes, ser los mismos niños alegres y sin preocupaciones que eran. ¿Cómo había podido cambiar tanto Gaara? ¿Un accidente era capaz de convertir a una persona en alguien tan diferente?
—Gaara-kun —dijo la pequeña Matsuri—. Tienes que prometerme algo antes de irte a casa hoy.
—¿Qué cosa? —preguntó el pelirrojo con curiosidad, mirando a su pequeña amiguita mientras ésta le enseñaba su dedo meñique. Gaara no entendió muy bien de qué se trataba, hasta que ella cogió su mano y entrelazó sus dedos.
—Desde hoy, Gaara-kun y yo somos los mejores amigos, ¿ne? —sonrió la pequeña niña castaña con una luminosidad que casi dejó encantado al pelirrojo, el cual asintió con la cabeza, con sus mejillas levemente enrojecidas.
—Sí, desde hoy eres mi mejor amiga —respondió sonriendo.
Una pequeña lágrima rodó por las mejillas de la chica, pero ella la secó de inmediato.
—Prometiste que siempre seríamos amigos —susurró—. Prometiste que no te olvidarías de mí —bajó la mirada—. Pero has roto ambas promesas… —otra lágrima cayó, perdiéndose al llegar a sus pequeños labios—. ¿No debería ya dejarte ir? —se preguntó, como si él le estuviese escuchando—. He pensado en ti durante estos seis años, pero tú ni siquiera me recuerdas. ¿Para qué sigo aferrada a lo que fuiste? Está claro que ya no eres ese niño que yo conocía y nunca lo serás.
Miró su muñeca en ese momento, dejando ver una pequeña muñequera muy especial, pues era exactamente igual al que Gaara tenía, estaba tejida a mano por ella misma.
—Esa promesa ya ha sido olvidada —dijo para sí, quitándose la muñequera y guardándola en su mochila.
Así iba a ser. Si Gaara ya no quería verla ni hablarle, entonces no insistiría. Así como él la olvidó, ella podía hacer lo mismo. Ella también olvidaría a Gaara para siempre.
Pero aún para alguien que ha perdido la memoria, no todo estaba olvidado, porque olvidar un sentimiento especial como ese no es posible, incluso si pasan mil años.
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Naruto había terminado de limpiar los pasillos que le asignaron como castigo. Estaba por ir a guardarlo todo, cuando de pronto escuchó una suave y melodiosa música venir desde uno de los salones de la escuela. Ese era el salón de baile, pero era raramente utilizado, ya que el club del mismo no estaba en actividades en estas fechas. Al principio el rubio se asustó, pensando que podía tratarse de algún fantasma.
—¿Qué será eso? —se preguntó, con el rostro azul del miedo. Tomó firmemente entre sus manos la escoba y se dirigió a pasos lentos hacia el lugar. Tragó saliva antes de mirar por la puerta semi abierta, esperando encontrarse con alguna clase de espectro del otro mundo, pero lo que vio lo dejó totalmente mudo y boquiabierto.
Dentro de aquella sala estaba nada más y nada menos que Hinata Hyûga, aquella tímida jovencita con la cual le costaba mucho entablar una conversación. Ella estaba bailando, moviendo su cuerpo grácilmente al ritmo de la suave música de ballet. Sus brazos se estiraban finamente y sus piernas se movían de forma dócil. Toda ella estaba dando una demostración demasiado cautivante para los ojos de Naruto, quién no pudo evitar dejar caer la escoba que tenía en sus manos.
En ese instante, Hinata se detuvo de inmediato.
—¿Naruto-kun? —preguntó sorprendida. Su rostro se había tornado completamente rojo y se sentía demasiado avergonzada. Ni siquiera sus amigas tenían la menor idea de que ella bailaba por las tardes en aquel lugar, y ahora había sido descubierta por la persona que menos deseaba que la viera. Esto era, sin duda, lo último que se esperaba.
Sin esperar que él le dijera algo, tomó todas sus cosas y se fue corriendo, totalmente sonrojada y llena de vergüenza. En ese momento sólo quería que se la tragara la tierra.
Por otro lado, Naruto seguía paralizado tras lo que había visto. Nunca pensó que Hinata pudiese ser una persona tan cautivante, porque sí, realmente su baile le había cautivado.
—Hinata… —susurró, observando el camino por el cual ella había huido.
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Gaara estaba recostado en su cama pensando en las palabras que Sakura le había dicho. Ahora que lo pensaba más claramente, ¿por qué rayos había creído en lo que le dijo Sari? Era obvio que esa chica quería algo con él, por eso le mintió sobre Matsuri y él había caído como un idiota. Lo peor de todo era que gracias a esto, había descubierto que ella le importaba más de lo normal. A pesar de que pensaba que Matsuri era una chica bastante torpe e infantil, que no tenía ningún atractivo físico más allá de lo corriente, había algo en ella que le hacía persistir en querer estar a su lado. Tal vez era su sonrisa, o la forma en que se sonrojaba cada vez que estaba avergonzada o enojada. Esa expresión era adorable.
—¿Qué es lo que me pasa? —se preguntó—. ¿De verdad me gusta Matsuri?
Si fuese así realmente, esta era la primera vez que sentía algo así por una chica. No era un completo inexperto en el terreno amoroso, ya que había tenido una o dos novias en su anterior ciudad, pero ninguna de ellas le había gustado realmente, sólo estaba con ellas por aburrimiento o porque su cuerpo le pedía cumplir ciertas necesidades. La verdad era que nunca se había sentido enamorado de una chica. Nunca había pensado tanto tiempo en una como lo hacía con Matsuri. Nunca se había reído de los simples gestos graciosos de alguien. Jamás le había gustado tanto hacer enfadar a una persona y había disfrutado de eso.
Llevó una mano a su pecho y volvió a preguntarse a sí mismo si realmente esa tonta chiquilla se había logrado meter en su corazón.
Solamente encontró una respuesta.
—¡Gaara! —escuchó la voz de su madre. Suspiró pensando que nuevamente sería regañado o molestado por alguna tontería, por lo que se levantó y bajó de mala gana, pero se sorprendió de ver a la persona que ocupaba sus pensamientos justo en ese momento, parada al lado de su mamá en la sala. Sintió que le explotaba el corazón y no supo por qué, pero su rostro se puso rojo.
—¿P-pasa algo? —preguntó, pero ¿por qué rayos había tartamudeado? De verdad se sintió como un completo idiota al darse cuenta de lo que esa chica le provocaba.
—Hijo, necesito pedirte un favor, ya que ninguno de tus hermanos está aquí, ¿podrías acompañar a esta linda señorita a recoger unas cosas que encargué?
—¿Por qué yo? —cuestionó—. ¿Y qué tiene que ver ella con tus cosas?
—Le pedí de favor a Matsuri-chan que fuera a esa tienda a encargarlas por mí y ella se ha ofrecido a recogerlas, ya que conoce mejor la zona, pero no quiero que vaya sola —respondió la mujer, mostrando una enorme sonrisa. Ella no era nada tonta y había notado perfectamente lo nervioso que se puso su hijo al ver a la vecina. ¿Acaso habría algo entre esos dos chicos? —. ¿Me harías ese favor? —pidió.
Gaara miró de reojo a Matsuri. Necesitaba disculparse con ella y ciertamente esta parecía una buena ocasión, pero no estaba muy seguro de si ella realmente lo perdonaría. Se había comportado como un idiota con ella y era muy normal si la chica no lo quería volver a ver en la vida.
—N-no es necesario, Karura-san —dijo de pronto Matsuri—. Yo puedo ir sola, no necesita molestar a Gaara-san —dijo con una sonrisa.
¿Gaara-san?
¿Desde cuándo Matsuri le llamaba Gaara-san?
—No me molesta —dijo el pelirrojo—. No tengo nada mejor que hacer y estaba muy aburrido, así que vamos —dijo de forma desinteresada, pero la verdad era que no soportaba el trato tan distante que estaba recibiendo por parte de ella.
Karura sonrió ante la disposición de su hijo. De verdad tenía que gustarle mucho Matsuri como para darse el fastidio de acompañarla.
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Shikamaru estaba de vago nuevamente, esta vez en un parque de la ciudad. Dormía tranquilamente tirado sobre el pasto, mientras a su alrededor, varios niños corrían jugando a la pelota. De un momento a otro, le llegó un pelotazo en plena cara, lo que le hizo despertar enojado.
—¿Quién ha sido? —exigió saber, con el ceño fruncido y agarrando la pelota con su mano. Los niños se sintieron un poco intimidados, por lo que ninguno de ellos se atrevió a responder. En eso, Shikamaru escuchó una voz conocida y al voltearse pudo ver a esa chica que siempre se encontraba en situaciones incómodas, de la cual ni siquiera conocía el nombre, pero ella regañaba insistentemente a un pequeño.
—Ten más cuidado al pasar corriendo, mira cómo me has ensuciado de arena —se quejaba la rubia, quién lucía realmente linda y llamativa. Llevaba puesta una blusa de color fucsia, acompañada de unos jeans de color blanco. Usaba tennis del color de la blusa y su cabello estaba suelto, haciéndola ver muy atractiva ante los ojos del joven Nara.
Nunca le habían llamado enormemente la atención las chicas, pero ella en particular había despertado cierto interés en su persona desde el momento en que por primera vez le vio, sólo que era alguien demasiado perezoso como para hacer algo al respecto.
—Oye niño, ¿acaso no vas a decir nada? —le interrogó la rubia, tomando de la muñeca al pobre chiquillo.
—Lo siento mucho, onee-san —le dijo él y, al verle disculparse, Temari ya no pudo seguir enojada.
—Está bien, para la otra sólo fíjate.
El niño asintió con la cabeza y corrió para seguir jugando con el resto de sus amiguitos. Shikamaru frunció levemente el ceño y les regresó la pelota, sin que la chica rubia se percatase aún de su presencia. Él, por su parte, siguió observándola. Estaba ahí, parada sola y mirando para todos lados, como si estuviera esperando a alguien, pero nadie llegaba. En ese momento, alguien apareció, una persona que hizo sorprenderse al chico que nunca se sorprendía por nada.
—Lo siento, llego tarde —dijo el hombre, quién se detuvo al lado de la chica y le sonrió; eso hizo que ella se sonrojara.
—No pasa nada, yo acabo de llegar de todos modos —dijo Temari—. ¿Podemos irnos ya, Itachi-san?
—Seguro —respondió el mencionado, comenzando a alejarse junto a la chica, tomados de la mano.
Shikamaru estaba atónito. ¿Una alumna y un profesor estaban saliendo?
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Hinata había llegado a su casa hace un rato. No podía creer aún que había sido descubierta por Naruto haciendo algo tan vergonzoso. Seguramente él mañana se burlaría de ella y ella no sería capaz de mirarlo a la cara.
—¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
El teléfono comenzó a sonar de pronto, provocándole un susto de muerte. Todo tipo de ideas pasaron por su cabeza, desde que Naruto le había contado a todo el mundo que la había visto bailando y le llamaban para reírse de ella, o que era él mismo quién planeaba burlarse por teléfono antes de verla primero en la escuela. Pero nada de eso era así, la persona que llamaba no tenía nada que ver con todas esas cosas.
—¿B-Bueno? —habló con algo de miedo, tranquilizándose al oír la voz de una de sus amigas.
—¿Hinata? Soy yo, Tenten —dijo la chica del otro lado, quién asistía a un curso mayor que el de Hinata y era, además, la novia de su primo Neji.
—Tenten-chan, que bueno oírte. ¿Pasa algo? —preguntó la ojiperla, intuyendo a qué debía de tratarse la llamada de la chica castaña—. ¿Neji nii-san no contesta tus llamadas otra vez?
—Oye, ¿crees que Neji es la única persona que tengo para llamar en esa casa? —cuestionó la chica en tono bromista, pero al cabo de unos segundos su risa dejó de oírse, sólo había silencio, hasta que su voz regresó, pero esta vez apagada—. Supongo que mentir es inútil.
—¿Quieres que hable con él? —se ofreció Hinata, la cual había fruncido el ceño al enterarse de que su primo nuevamente estaba comportándose como un idiota con su amiga Tenten.
Desde que podía recordar, ella y Tenten siempre habían sido amigas, de esas inseparables que iban juntas a todo, le conoció incluso antes que a Matsuri y Sakura. Hinata tenía sólo cuatro años cuando vio por primera vez a Tenten, de quién admiraba su gran fuerza de voluntad y decisión frente a la vida. A pesar de que Tenten era un año mayor, se llevaban como hermanas, y después Matsuri y Sakura se habían unido a su grupo.
Por otro lado, Tenten siempre había estado enamorada de su primo Neji, un chico frío y serio que se la pasaba ignorando a la gente, pero por alguna razón, hace dos años, había terminado por hacerle caso a Tenten y se habían vuelto novios. Todo iba bien hasta hace seis meses atrás, cuando Neji comenzó a distanciarse de ella y a tratarla fríamente.
—¡No! —exclamó la castaña como respuesta a su amiga—. ¿Cómo crees, Hinata? No te llamé para que lo regañes por mi culpa, sólo quería hablar contigo… —la chica suspiró—. No quiero que él se enoje conmigo y termine por dejar de dirigirme la palabra.
—Pero, Tenten-chan, ¿no piensas hacer nada? Es muy injusto que mi primo te trate así, tú eres su novia —le recordó Hinata, olvidándose por completo de sus problemas, pues ahora sólo podía pensar en la tristeza que debía de estar aquejando a su amiga.
—Déjalo, Hinata, es mejor no hacer nada. Neji me quiere, él me lo ha demostrado, no tengo por qué cuestionarlo.
En ese momento Hinata se preguntó qué había pasado con esa Tenten tan segura de sí misma, esa que ante nada se doblegaba. ¿Había sido vencida por el amor que sentía por su primo Neji?
Eso no era justo.
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Gaara y Matsuri avanzaban en completo silencio por las calles de la ciudad de Tokio. El chico llevaba una bolsa en sus manos y la chica llevaba otra. La situación se hacía cada vez más incómoda para el pelirrojo, ya que él estaba acostumbrado a que Matsuri siempre tuviera un tema de conversación, pero que estuviera así de callada le ponía de los nervios.
—Se está haciendo tarde —comentó él de pronto, sintiéndose como un estúpido al no haber sido capaz de decir algo más inteligente.
—Sí —respondió la castaña, y luego de eso volvió a quedarse callada.
Ambos avanzaron en silencio por dos cuadras más, hasta que fue el mismo Gaara -ya cansado de esa incomodidad- quién se atrevió a romper el silencio de nuevo.
—¿Me vas a ignorar todo el tiempo? —interrogó con el ceño fruncido. De verdad le molestaba no ser tomado en cuenta por ella, era la primera vez que el trato distante de alguien realmente le perturbaba.
La castaña volteó a verle, pero seguido de eso bajó la mirada y no le respondió.
—Oye —Gaara insistió—. ¿Qué rayos te pasa conmigo? ¿Te comieron la lengua los ratones, o acaso has olvidado cómo hablar?
—¿No me dijiste que no te hablara nunca más? —finalmente Matsuri le contestó, pero estaba molesta con él y eso se notaba en el tono de su voz y en su mirada furiosa—. ¿Por qué estás tratando de ser simpático ahora? Me dijiste que no me querías cerca y luego vienes y te ofreces a acompañarme. ¿Quién te entiende?
—Sobre eso… —Gaara no sabía que decirle, así que sólo terminó por bajar la mirada. Ella tenía razón, ¿qué clase de persona tan incoherente era? Primero le decía que se alejara de él y ahora trataba de acercarse de nuevo. ¿Pero por qué quería volver a tenerla cerca? ¿No sería mejor que sólo la dejara ir?
Pero sabía que realmente no podía hacer eso, para él era imposible dejar escapar a Matsuri, porque para su desgracia, ella le gustaba.
—Verás, yo… de verdad lo siento —finalmente se atrevió a decir, alzando la mirada otra vez. Sus ojos aguamarina se clavaron profundamente sobre los de la castaña, la cual había sentido como su corazón se aceleraba violentamente—. De verdad fui un idiota —siguió hablando Gaara—. No quería herirte de esa manera, es sólo que yo… pensé que no necesitaba ningún amigo, pero…
—¿De verdad te estás disculpando? —lo interrumpió Matsuri, sintiendo una gran alegría en su pecho. No pudo evitar que una sonrisa se escapara de sus labios, porque estaba demasiado feliz—. ¿Eso quiere decir que sí quieres ser mi amigo?
El pelirrojo asintió con la cabeza, sin poder evitar el delinear una leve sonrisa. Pensó que nada le podría hacer sentir tan feliz, pero cualquier otra cosa que hubiese sentido antes no era absolutamente nada comparada con lo que experimentó cuando Matsuri se lanzó a sus brazos en un arrebato de alegría, rodeándolo por la cintura. Ella era tan pequeña que su cabeza apenas llegaba hasta el pecho del pelirrojo, justo en el lugar en donde su corazón había comenzado a latir tan rápido que parecía a punto de salirse de su pecho.
Él pensó que sería descubierto por Matsuri, así que la apartó de sí lo más rápido que pudo, desviando la mirada, pues su rostro se sentía caliente.
—N-no tienes por qué acercárteme así —le reclamó—. Tonta.
Matsuri le miró sin comprender al principio, pero de pronto sonrió, sin que Gaara supiera por qué.
—Lo siento —dijo ella. Luego de eso siguió caminando—. Esto fue… tan parecido a cuando éramos niños.
Gaara se había quedado de pie en ese lugar, mirando como Matsuri se alejaba a pasos lentos. En un momento sus ojos se cerraron y sintió una especie de deja vu, como si lo que acababa de pasar ya lo hubiera vivido antes.
¿Pero cuándo?
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—¡Gaara-kun, vamos a jugar!
—¡Gaara-kun, alcánzame!
—Gaara-kun… te quiero…
Los ojos de Gaara se abrieron con lentitud y una extraña confusión reflejada en ellos. Había soñado nuevamente con esa niña, esa persona que por alguna razón ansiaba recordar con desesperación, pero esta vez algo había sido distinto.
Claramente había logrado ver sus ojos negros.
—Ojos negros… —susurró—. Como los de Matsuri… —una pequeña sonrisa escapó de sus labios al pronunciar aquel nombre. Su torpe vecina y compañera de clases se había metido demasiado en su interior, en su mente y también en su corazón. ¿Cómo podía sacarla de ahí?
Ya que no podía seguir durmiendo, decidió mirar un rato por la ventana, a ver si le volvía a dar sueño. Notó que eran pasadas las dos de la mañana, pero en él no era nada del otro mundo el desvelarse hasta altas horas de la noche.
Salió por el ventanal de su habitación hacia afuera, apoyándose en la baranda y notando de pronto que desde la casa de al lado, alguien también estaba saliendo. Nunca se había dado cuenta antes, pero su habitación y la de Matsuri estaban la una frente a la otra y la persona que salía era ella.
—Oh, Gaara-kun… —susurró la castaña, sonrojándose enseguida al notar que Gaara no traía nada puesto en la parte de arriba, ya que él dormía sólo con un pantalón ligero. La castaña bajó la mirada y al darse cuenta Gaara lo que a ella le molestaba, también se sonrojó.
—Lo siento —el pelirrojo entró a su habitación rápidamente y se puso una camiseta delgada y sin mangas, para luego regresar al balcón—. No sabía que estabas despierta, yo usualmente duermo con poca ropa.
—Está bien —le dijo Matsuri—. No es como si lo hubieses hecho a propósito —le sonrió, restando importancia al asunto—. ¿Qué haces despierto a esta hora? Yo me quedé viendo un drama y luego me ha dado insomnio —dijo avergonzada, a lo que Gaara sólo sonrió levemente.
Era extraño para él. ¿Cómo es que Matsuri lograba tan fácilmente sacarle una sonrisa?
—Simplemente acabo de despertar —respondió él—. A veces me pasa eso.
—Ya veo… —después de eso Matsuri dejó de hablar, se había quedado con los ojos cerrados sintiendo la suave brisa nocturna y fue ahí cuando Gaara se fijó en que ella sólo estaba usando un camisón delgado como pijama, el cual dejaba ver sus hermosas piernas, largas y blancas, además de la delicada línea de su escote. Su cuello era tan blanco y parecía tan suave, al igual que sus hombros, tan finos. Era la primera vez que se ponía a mirar a Matsuri de esa manera y de pronto deseó estrechar entre sus brazos esa delgada cintura y besar dulcemente cada centímetro de su piel. La luz de la luna que la bañaba, combinada con el viento meciendo su pijama y cabello, le daban un aspecto todavía más exquisito y Gaara no podía evitar querer ir ahí y estar con ella.
Pero por más que tuviera esos deseos, no era como si pudiera simplemente cumplirlos. Ella no le veía de esa manera, para Matsuri, él era un amigo, sólo eso.
—Está haciendo frío, ¿no crees? —dijo de pronto el pelirrojo—. Deberías cubrirte, o te resfriarás.
—No —Matsuri sonrió—. Siempre vengo aquí de noche y nunca me he resfriado —aseguró, sin tener ni la más mínima idea de lo que su presencia provocaba en ese chico que estaba ahora frente a ella—. Además… —continuó ella—. Yo quiero estar contigo un rato más —después de eso, apoyó su rostro contra el barandal, a lo que Gaara solamente pudo desviar la mirada para no seguir perdiéndose en la hermosura que ella representaba.
—¿Quién te dijo que quería estar contigo? —preguntó avergonzado—. Ah, estar aquí es tan aburrido.
—¿Debería cantarte una canción? —se ofreció de pronto la chica, haciendo que Gaara nuevamente le volteara a ver—. ¿Cuál te gusta?
—No me gustan las canciones —aseguró el pelirrojo, con el ceño levemente fruncido.
—De verdad eres un amargado, ¿nada en este mundo te gusta? —inquirió la castaña, inflando las mejillas como una niña pequeña haciendo un puchero.
—Tú me gustas —pensó Gaara en ese instante, pero sin atreverse a decir aquellas palabras en voz alta. Nunca, jamás sería capaz de hacerle saber a Matsuri el sentimiento tan cálido y dulce que ella había despertado en él.
—De todas formas, te voy a cantar —la castaña aclaró un poco su garganta, para así afinar sus cuerdas vocales, y una vez estuvo lista, comenzó a entonar una dulce melodía, que de inmediato llenó los oídos de Gaara como una suave brisa marina.
Su voz era tan dulce, que lentamente él se dejó envolver por ella, olvidando todo lo que había a su alrededor.
No debí haberte visto, debí fingir no saber.
Y si soy ciega y si no puedo ver,
nunca te habría visto.
.
Debí escapar, debí fingir no escuchar.
Y si soy sorda y si no escucho,
nunca habría escuchado al amor.
.
Sin palabras me enseñaste el amor,
sin palabras me diste amor.
Tanto hiciste que respiraba tu respiro
pero luego, huiste de mí.
.
Sin palabras el amor se fue,
sin palabras el amor me abandonó.
¿Ahora qué digo?
Creo que mis labios están tan conmocionados
que se han quedado sin palabras.
Cuando Matsuri terminó de cantar, abrió lentamente sus ojos y se sorprendió al notar que el pelirrojo no le había quitado la vista de encima ni un instante. Ella se sonrojó como un tomate al notar esa mirada tan penetrante; él la estaba viendo como nunca lo había hecho antes.
—¿L-lo hice mal? —preguntó nerviosa, pero sólo lo vio negar con la cabeza.
—Creo que tienes una voz muy hermosa —aseguró Gaara, quién no tardó nada en volver a sonreírle. Esto era oficial, realmente había sido atrapado por ella.
Matsuri también le sonrió. De verdad se sentía a gusto cuando estaba con él.
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Un nuevo día había llegado y Matsuri salía corriendo como una loca de su casa, pues se le había hecho tarde. Al salir, sin querer chocó contra el pecho de alguien, alzando la mirada para verle, pero se dio cuenta de que se trataba de Gaara.
—Tan despistada como siempre —dijo el pelirrojo—. ¿Por qué corres de esa manera?
—¡Gaara-kun, tenemos que correr, estamos llegando tarde! —exclamó ella, tomando una de las manos del pelirrojo para hacerle correr con ella.
—¡Oye, no me jales! —le reclamaba él, pero en realidad una sonrisa adornaba su rostro, ya que estaba con ella, con la persona que le gustaba.
—Esos dos lucen bien —opinó Kankuro, quién los había visto correr juntos tomados de la mano y alcanzó a observar la sonrisa en los labios de su hermano menor. Hace tanto tiempo que no le veía sonreír, pero con Matsuri parecía ser que eso ocurría a diario.
—¿Crees que a Gaara le guste Matsuri? —le preguntó Temari, que estaba parada al lado de él.
—No sé, habrá que esperar a ver —fue la respuesta del castaño—. Por cierto, nosotros también estamos atrasados.
—Cierto —dijo ella.
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Esa mañana Hinata llegó a la escuela muy callada, tenía miedo de encontrarse con Naruto y que éste le dijera algo referido a lo que pasó ayer. Se sentía demasiado avergonzada.
Cuando entró al salón, escuchó la ruidosa voz del rubio, que al parecer hablaba sobre algo con Sasuke, pero al verla llegar a ella, se quedó al instante callado. Hinata se sonrojó como un tomate y estuvo a punto de salir corriendo, pero en ese instante se aparecieron detrás de ella Matsuri y Gaara, ambos respirando agitadamente, como si hubiesen corrido kilómetros.
—Por… fin… llegamos… —logró exclamar la castaña.
—No… no vuelvas a… a jalarme así… —le dijo Gaara, tratando de sonar amenazador, pero el cansancio lo vencía.
Hinata los miró sorprendida, más que nada por el brillo de felicidad que adornaba los ojos de su amiga; ella lucía completamente alegre y plena, al contrario del día anterior.
—Vaya, ¿ustedes dos son novios o algo? —se escuchó la voz del recién llegado Kiba. Todos voltearon a verle y notaron a lo que se refería con aquel comentario; Gaara y Matsuri seguían tomados de la mano.
Ambos, al notarlo, se separaron lo más rápido que pudieron, sin poder evitar sentirse tremendamente avergonzados.
Al mismo tiempo, aquella escena había sido vista con malos ojos por dos chicas que se habían propuesto hacer suyo al pelirrojo. Sari e Ino no estaban nada contentas con el comportamiento de Matsuri.
Algo había que hacer para arruinar aquel acercamiento. Lo que sea.
Continuará…
Canción: Without words del drama You're Beautiful.
