Capítulo 7: Nuestra amistad

El timbre que avisaba que había llegado la hora del almuerzo finalmente había sonado y todos los chicos estaban saliendo del salón para dirigirse al patio. Matsuri sacaba su almuerzo de su bolso mientras sus amigas salían afuera para encontrar un buen lugar en el comedor de la escuela. Estaba en ello, cuando notó a Gaara acercarse a ella, así que se le quedó mirando.

—¿Pasa algo, Gaara-kun? —le preguntó intrigada, a lo que el pelirrojo sólo le extendió su mano, desviando la mirada hacia un costado y dejando ver un pequeño paquetito de dulce. Matsuri sonrió graciosa antes de aceptar el ofrecimiento—. ¿Y esto? —cuestionó.

—Mi madre te lo envió por lo de la otra vez, olvidé dártelo en la mañana —explicó de lo más práctico, para luego darse la vuelta y marcharse.

La chica mantuvo su mirada fija en la espalda del joven, notando la forma de ella. Gaara era un chico apuesto, ella lo sabía muy bien, pero siempre que pensaba en ello se decía a sí misma que no debía. Él era su amigo, su mejor amigo de la infancia, el cual no la recordaba y cuyo deber era precisamente ese, hacer que él le recordara.

—¡Gaara-kun! —le llamó antes de que éste saliera del salón, notando como él se volteaba levemente para verla—. ¡Gracias! —le dedicó una sonrisa brillante y enorme, sin notar que ello hacía vibrar el corazón del chico como no tenía idea.

—Hm —expresó de forma monótona, procediendo a abandonar el lugar.

Matsuri siguió sonriendo contenta. A pesar de lo cambiado que pudiese estar Gaara, le emocionaba mucho el tenerlo de vuelta en su vida. Lo quería de verdad, le gustaba su compañía, aunque éste sólo la molestara o le hablara fríamente.

Él siempre sería su amigo.

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Hinata comía un trozo de pan dulce, sentada en una de las mesas del comedor de la escuela, parecía como si alguien la estuviera persiguiendo, pues estaba retraída en su puesto, casi en posición fetal.

—¿Te pasa algo? —le preguntó Sakura, a lo cual, la ojiperla le miró confusa—. Estás rara hoy, Hinata.

—N-no es nada —aseguró la joven. En ese momento, Naruto y Sasuke se acercaron a su mesa, no solían comer todos juntos, pero hoy era un día importante, o algo así.

—¡Sakura-chan! —gritó el rubio, sentándose justo frente a la peli rosa y al lado de Hinata, la cual se sonrojó hasta las orejas, pensando lo peor, que quizá Naruto hablaría algo sobre lo que había sucedido el día anterior, pero no fue así—. ¡Feliz cumpleaños! —exclamó—. ¿Vas a celebrar este viernes?

—Gracias, Naruto —le respondió la rosada, sonriendo—. Claro que sí, como todos los años.

—Espero que se trate de una verdadera fiesta y no de tus cosas nerd, frentezota —se escuchó una voz femenina desde atrás de Naruto, el cual se volteó, para encontrarse con Ino, quién se venía acercando y tomó asiento sin ser invitada, justo a un lado de Sasuke—. Hola, Sasuke-kun, escuché que este año irán al campeonato intercolegial de baloncesto, espero que logren ganar.

—Sí, gracias —respondió fríamente el Uchiha. No le agradaba Ino, cuando eran más pequeños, solía siempre acosarlo, pelearse con Sakura y decir que él le pertenecía. Sakura también se comportaba así antes, pero había cambiado; se notaba que Ino no.

—Oye, Ino-cerda —le llamó la Haruno, con una venita marcada en su frente, signo de su enojo—. ¿Por qué no te haces un poco para allá? —sin pensárselo mucho, tomó del brazo a Sasuke. Era cierto que seguía molesta con él, pero aun así no dejaría que nadie intentara propasarse con su novio—. Y por si quieres saberlo, mi fiesta será genial. Mis padres van a salir durante todo el fin de semana, volverán el domingo por la noche, así que no habrá restricciones.

—¡Eso es genial! —la rubia ignoró el hecho de que Sakura estuviera celosa por su acercamiento a Sasuke y se dedicó a hablar sobre la fiesta, se puso de pie y jaló del brazo a la peli rosa—. Ven, tengo algunas ideas —dijo, alejándose ambas del pequeño grupo.

—Y bueno… —Naruto tomó la palabra—. Hinata, hola, no te saludé en la mañana.

La Hyuga rápidamente se puso de pie, parecía un resorte de tan rápido que lo hizo.

—L-lo siento, recordé que tengo algo que hacer —avisó, antes de salir corriendo hacia la primera dirección que se le vino a la mente.

Sasuke alzó una ceja.

—¿Le hiciste algo? —cuestionó. No es que le importara demasiado, pero el ambiente tenso entre Naruto y Hinata se podía notar a kilómetros.

—Pff, obvio no —Naruto se hizo el ofendido, cruzándose de brazos y mirando en otra dirección. Después de unos segundos, sus ojos se dirigieron sigilosamente hacia el camino que había tomado la ojiperla—. Ah, ¿acaso me está evitando…? —se preguntó.

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Después de haber dado el dulce a Matsuri, Gaara se había dirigido hacia el gimnasio de la escuela, a practicar un poco de baloncesto. Se había cambiado la camisa de la escuela por algo más cómodo y se encontraba practicando sus tiros, mientras sonreía bobamente al recordar la bonita expresión de Matsuri hace un momento atrás, en el salón.

Después de fallar el tiro, cuando la bola rebotó contra el aro, bajó los brazos, pero no estaba frustrado, sino todo lo contrario.

—Supongo que estoy perdido… —murmuró, pues sí, no podía negar por un segundo más el hecho de que le gustaba muchísimo esa chiquilla boba.

—Gaara-sama —escuchó una voz femenina detrás. Frunció el ceño, sabía perfectamente de quién se trataba. El pelirrojo fue a recoger su camisa de la escuela y la botella de agua que había dejado sobre las gradas, después, se volteó a ver a esa chica.

—¿Qué? —le preguntó fríamente. Estaba furioso con ella, por haberle mentido sobre Matsuri. Aunque más furioso estaba consigo mismo, pues tontamente se había dejado engañar por esa farsante.

Sari se le acercó, sonriéndole. Le ofreció una toalla, mientras abría la boca para hablar.

—Ten, la vas a necesitar —comenzó—. He visto como entrenabas, te ves muy apuesto, ¿sabías?

Gaara recibió la toalla, no iba a rechazarla, pues la necesitaba, se limpió un poco el sudor de la frente y luego miró nuevamente a Sari. Su expresión no decía nada, pero sus ojos dejaban ver a la perfección que estaba muy enojado.

—¿Por qué me mentiste sobre Matsuri? —cuestionó de frente, no pensaba andarse con rodeos.

Sari tembló ante el miedo que le había dado el verse descubierta en su mentira, pero del modo que fuera, no podía darse por vencida tan pronto.

—¿De qué hablas? —una sonrisa nerviosa se asomó en sus labios—. Yo no te he mentido, todo lo que dije es cierto —aseguró, lo cual, lejos de arreglar algo, sólo enfadó más a Gaara.

El pelirrojo dejó la toalla sobre las gradas, volteó a ver a Sari y esta vez, su mirada gélida parecía capaz de calarle los huesos a la chica.

—Jamás vuelvas a tratar de engañarme, ni vuelvas a hablarme mal de Matsuri —la pasó de largo, pero antes de irse, se detuvo, ya dándole la espalda—. Y otra cosa, no me gustas, así que deja de molestar.

Sari abrió los ojos sorprendida, Gaara se había ido ya, pero sus palabras le seguían dando vueltas en la cabeza, no tanto lo de Matsuri, sino el hecho de que ella no le gustara ni siquiera un poco.

—Maldita Matsuri… —murmuró, empuñando sus dos manos. Estaba segura de que la persona que había provocado que Gaara se enojara tanto con ella, había sido la de ojos negros.

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Las clases habían acabado temprano ese día, así que Matsuri le pidió de favor a Gaara que le ayudara con algunas cosas de la directiva, pues dentro de unas semanas, se venía el festival de la escuela y como delegados, ellos debían organizar un montón de cosas para cuando aquel día llegara.

Apenas la clase acabó, Hinata salió del salón casi corriendo, luego de despedirse de las chicas. Sakura había salido junto a Sasuke, pero continuaba ignorándole. Ino se había retirado rápido también. Naruto había corrido detrás de Hinata apenas la vio salir y el resto, cada uno se fue por su lado.

—¿Por qué debemos hacer esto? —se quejó Gaara, al ver el montón de papeles que tenía frente a él, los cuales parecían no acabar.

—Gaara-kun, son las solicitudes para los clubes y eventos que se van a organizar por todos los salones de la escuela, los otros delegados deben hacer lo mismo que nosotros —le respondió la chica, haciendo un ligero puchero, el cual hizo revolotear el corazón del pelirrojo.

¿Cómo es que podía verse tan linda? Se lo preguntaba una y mil veces, esa chica estaba comenzando a volverlo loco, parecía un pobre y tonto chico cursi, pero es que cada cosa que la castaña hacía lo dejaba embelesado. Cerró los ojos, bufó y miró en otra dirección; no podía permitir que ella se diera cuenta de que lo traía completamente idiota.

—Como sea —murmuró, cogiendo unos cuantos papeles para revisarlos.

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—¡Hinata! —Naruto corrió hasta la salida de la escuela, persiguiendo a Hinata, la cual había prácticamente volado del salón. Claramente lo estaba evitando, era tan escandaloso que era imposible que ella no le hubiese oído, no estaba tan adelante.

Como ella simplemente y olímpicamente lo ignoró, al rubio no le quedó otra opción más que tomarle la muñeca. La chica se sonrojó completamente al sentir la mano del chico que le gustaba cogiendo la suya, sus piernas temblaban. Cuando alzó la mirada, los ojos azules le veían fijamente, serio como nunca.

—N-Naruto-kun, ¿qué…? —intentó preguntar, pero el chico se le adelantó.

—¿Por qué me evitas, Hinata? —cuestionó, a lo que ella, intentando pensar en alguna respuesta coherente, sólo miró al piso para que él no notara su rostro tan rojo como la luz del semáforo.

—Yo…

—¡Hinata!

La voz de su primo pareció ser su salvación. Neji estaba de pie junto a la salida de la escuela, su limusina estaba a un costado, el chofer les esperaba.

—Debo irme —Hinata se soltó del agarre del Uzumaki y corrió hacia donde su primo le observaba, aparentemente molesto. Naruto cruzó miradas con él durante unos segundos, Neji no parecía contento con su osadía al haber tocado a su prima, aunque no era algo que a Naruto le intimidara en lo más mínimo.

La chica se metió a la limusina y ni siquiera volteó a ver a Naruto, se sentía demasiado avergonzada como para hacerlo.

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Ino iba por los pasillos de la escuela, había estado pensando durante toda la noche sobre lo que había sucedido el día anterior con aquel chico del club de arte. Él tenía razón, se había lastimado su mano por intentar protegerla y ella había sido muy grosera, de una forma u otra, y aunque le costara, tenía que ofrecerle una disculpa.

Al llegar al salón de arte, lo vio ahí, estaba solo, parecía que trabajaba en un lienzo, pues el aroma de pintura fresca se sentía por toda la habitación. La rubia pretendía entrar, pero se quedó quieta detrás de la puerta al observar el cuadro que él estaba haciendo. Sai había pintado a una chica, una chica que se parecía mucho a ella. Tenía el cabello rubio y largo, el cual parecía volar con el viento, al igual que su vestido morado. Era una imagen que le transmitía poder, elegancia. Una sonrisa se le dibujó en los labios sin saber por qué.

—Ah… rayos… —de pronto, el pelinegro dejó caer el pincel al suelo y una pequeña pintada echó a perder la parte baja del lienzo. El dolor lo había estado aguantando todo el tiempo, pero ya no había podido más en ese momento, era demasiado—. Duele… —murmuró.

Ino entró al salón casi corriendo al observar cómo el mayor sostenía su mano con ayuda de la que estaba sana.

—¿Estás bien? —le preguntó, no sabía por qué había tenido ese impulso repentino de quererlo ayudar.

Sai alzó la mirada y observó a aquella rubia, la misma de ayer, aquella por la cual se había lastimado, la culpable de su actual sufrimiento. Bueno, técnicamente no era su culpa, pues había sido él quien decidió salvarla, ¿no? Ella sólo era torpe y se había caído.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí? —le preguntó, intentando disimular su expresión de dolor, no le gustaba que los demás fuesen capaces de descifrar su sentir, por eso, parecía que todo el tiempo trajera puesta una máscara.

Ino bajó la mirada, frunció el ceño y también los labios. Se notaba que era una chica orgullosa, que este tipo de cosas no iban con ella.

—Verás, yo… —sus ojos azules observaron la mano del pelinegro, estaba vendada, pero se veía hinchada, sus dedos estaban de un tono casi morado, aquello le asustó, así que, sin pensárselo dos veces, tomó la mano del mayor, olvidando que aquello le provocaría dolor—. ¡Tu mano se ve muy mal!

—¡Ah! —Sai apartó su mano bruscamente, no por ser grosero, sino porque eso le había dolido terriblemente.

—Lo siento, yo, sólo quería disculparme —Ino se dio cuenta de su torpeza y enseguida bajó la mirada nuevamente—. ¿Sabes? Tú me ayudaste y yo fui mala, mira cómo estás por mi culpa —se mordió el labio inferior, pero repentinamente, sus ojos se iluminaron ante cierta idea que cruzó por su mente—. ¡Ya sé! Mi familia tiene mucho dinero, puedo llevarte donde un médico para que te revise, apuesto a que no has ido, ¿verdad?

Sai arqueó una ceja.

—Escucha, agradezco la oferta, pero no necesito caridad —aseguró. Se agachó a recoger el pincel y lo limpió un poco en el pequeño vaso de agua que estaba sobre la mesa en la cual trabajaba. Lo guardó entre sus cosas y luego la miró a ella—. Debo irme a casa, es algo tarde.

Ino sólo se le quedó viendo mientras él se marchaba. Había intentado ser amable, pero ese chico parecía ser bastante grosero y engreído.

—Por cierto, acepto tus disculpas —dijo él desde la puerta, sonriéndole, pero su sonrisa no era precisamente la más sincera del mundo.

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—Tsk —murmuró Shikamaru, mientras bajaba las escaleras de la azotea.

Se había quedado dormido después de que acabaran las clases, se suponía que sólo había subido para observar un rato las nubes, pero como siempre, su pereza le había ganado. Eran casi las siete de la tarde cuando despertó, el sol se comenzaba a poner y lo más seguro era que sus padres le iban a asesinar. Corrió escaleras abajo, estaba por llegar al último piso, cuando de pronto vio algo que lo dejó sin habla.

En el primer piso de la escuela, saliendo de la biblioteca, se encontraba aquella rubia que un par de veces lo había golpeado, ella estaba acompañada del profesor Itachi, el cual le había dado un corto beso sobre los labios, antes de despedirse y alejarse. Shikamaru se había escondido detrás del barandal de concreto de la escalera, pudo escuchar a la rubia suspirar y, sin querer, se le cayó uno de sus lápices del bolso, pues como era desordenado, llevaba el bolso abierto.

La Sabaku No, que seguía ahí, observó el lápiz rodar escaleras abajo. Lo recogió, se puso pálida al pensar en que alguien la había visto con el profesor, no debería haber nadie en la escuela a aquellas horas, pero no se acobardó, frunció el ceño y alzó la voz.

—¿Quién anda ahí?

El chico, al saberse ya descubierto, no le quedó más remedio que salir de su escondite. Se puso de pie y bajó las escaleras, Temari estaba sorprendida al verlo.

—Pero si eres tú… —murmuró la rubia—. Dime algo, ¿qué fue lo que viste?

El Nara se le acercó, quitándole el lápiz de la mano, para volver a guardarlo en su bolso.

—Qué no vi, quizás quieras preguntar.

Ella estaba atónita, intentaba decir algo, pero nada salía de sus labios, que se movían una y otra vez sin producir ningún sonido. Antes de que pudiera articular cualquier palabra, fue Shikamaru quién habló.

—Descuida, no pienso decirle a nadie que una alumna se está liando con un profesor.

—Gracias, yo…

—Pero —el chico la interrumpió—. No será gratis, ¿sabes?

Temari frunció el ceño, aquellas palabras no le habían gustado nada. ¿Qué sería lo que ese enfermo pervertido le iba a pedir a cambio de guardar silencio? ¿Por qué rayos tenía que tener tan mala suerte de haber sido descubierta justamente por ese idiota?

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Hinata estaba en su habitación frente a la computadora, sentada sobre su cama. Había estado toda la tarde callada, desde que salió de la escuela. Su primo no le había preguntado nada sobre Naruto, pero no tenía que ser una genio para darse cuenta de que estaba furioso. Neji era sumamente sobreprotector, más que su primo, era como su hermano mayor. Una parte de que Hinata nunca haya tenido novio, era precisamente porque su primo espantaba a cualquier chico que intentara algo con ella.

—Soy una boba, ah… —suspiró al recordar lo ocurrido el día de hoy con Naruto. Lo había evitado durante todo el día, él lo sabía, así que no dudó en reclamarle. Se sentía avergonzada, torpe y tonta, como una mala persona por hacerle eso al rubio. Le gustaba tanto y, sin embargo, era una grosera con él.

En ese momento, como por arte de magia, una notificación de la persona que ocupaba sus pensamientos se hizo presente en su pantalla. Había estado hablando bastante con Naruto a través del chat, había aprendido muchas cosas sobre él, como, por ejemplo, que no tenía padres y que vivía sólo con su padrino, un hombre mayor. Aquello no lo sabía, se sentía muy triste por Naruto, pues ella tampoco tenía a su mamá, había fallecido tiempo atrás, cuando su hermana menor era sólo una bebé.

Chico_ramen dice:

—Estoy muy triste hoy :c

Hinata no sabía qué preguntar, pensó durante unos segundos, hasta que le respondió.

Perla de la luna dice:

—¿Sucede algo malo en casa?

Ella no era de poner emojis en los chats como lo hacía Naruto, de alguna manera, parecía más seria, el rubio solía decirle que debía soltarse un poco más al conversar, así que de vez en cuando le reclamaba por no poner ningún emoji.

Chico_ramen dice:

—Hay una chica en mi escuela que me llama un poco la atención…

Había comenzado a escribir, cuando la ojiperla lo leyó, se sorprendió un poco, no sabía que a Naruto le gustase alguien "¿pues qué esperabas?" se dijo a sí misma. Aquel pensamiento en serio le había desanimado. Iba a preguntar algo, pero el rubio siguió escribiendo:

Chico_ramen dice:

—No sé cómo acercarme a ella, creo que le caigo mal, no estoy seguro. ¡Pero es muy bonita!

La Hyuga se quedó varios segundos con los dedos sobre el teclado, sin moverlos, sin hacer nada, tan sólo mirando la pantalla.

Perla de la luna dice:

—Deberías intentar decirle, o al menos, acercarte con tranquilidad a ella.

Intentaba darle el mejor consejo que pudiese. Realmente le hacía sentir triste el hecho de saber que existía una chica que, posiblemente, le gustase a Naruto. Se sentía celosa también, pero no era como si pudiera reclamarle algo, ellos no eran nada.

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Todos en casa se encontraban cenando en silencio, aquel día Gaara estaba especialmente obediente y servicial, no se había quejado de nada durante toda la cena, tampoco había mirado mal a sus padres o hermanos, de hecho, la que lucía contrariada era Temari. Karura estaba sorprendida de ver a su hijo tan calmado, incluso Rasa -su padre- estaba bastante admirado ante aquel hecho.

—Mamá —el silencio pronto se vio interrumpido por la voz profunda del menor de la casa. Su madre le miró con una sonrisa, mientras Kankuro tragaba como un cerdo los fideos de la sopa, Temari tan sólo revolvía el contenido de su plato una y otra vez y su padre comía tranquilamente.

—¿Sí, Gaara? —le dijo la mujer de cabellera castaña, con voz cálida y amable.

Gaara se quedó callado durante unos segundos, ya se había acabado casi toda su comida. De pronto se veía contrariado, como molesto, confuso.

—Creo que me gusta una chica —soltó de repente.

A Kankuro se le cayeron los palillos al suelo, Temari se le quedó mirando sorprendida al menor de sus hermanos, Rasa también había dejado su bocado a medio camino, mientras que Karura sólo seguía sonriendo.

Por supuesto que ya lo sabía, su pequeño Gaara era muy obvio.

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Matsuri se arrojó sobre la cama después de darse una ducha con agua tibia, ya había cenado, sólo le quedaba hacer su tarea para poder irse a dormir. Hoy se sentía contenta, había tenido un buen día, todo debido a Gaara. Las cosas parecían haberse arreglado esta vez, se estaban llevando bien y aunque él todavía no recordaba nada, ahora era mucho más dulce con ella; claro, no dejaba atrás sus momentos tsunderes, eso lo hacía tan lindo.

—¿Acabo de pensar que es lindo? —se preguntó a sí misma, con las mejillas rojas.

Oh, oh, no.

—No, no, no, Matsuri boba, no —se regañó a sí misma en voz alta, abrazando uno de los cojines de su cama. Su expresión ya no era tan alegre, parecía triste esta vez ante la idea que de pronto había cruzado su mente—. Ni siquiera lo pienses, tonta, no te fijes en él… —abrazó más fuerte su cojín—. Gaara-kun es mi amigo… no me puede gustar…

Se dejó caer sobre su cama. Estaba preocupada, no es como si pudiera simplemente decirse a sí misma que no debía gustarle Gaara y luego cumplirlo a cabalidad. Suspiró hondamente, tenía que haber una forma de controlar esos estúpidos sentimientos suyos.

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Era temprano por la mañana cuando Sakura se dirigía hacia la escuela. No había hablado ayer con Sasuke por teléfono como todos los días, pues había estado ocupada planeando su fiesta de cumpleaños junto a Ino. La rubia la había acompañado a comprar un montón de cosas para la fiesta, incluso compraron alcohol (obviamente lo habían escondido para que los padres de Haruno no se dieran cuenta) y le había regalado un vestido nuevo y hermoso, dijo que era su regalo de cumpleaños y que Sakura debía usarlo en la fiesta. Era bastante evidente que la rubia estaba emocionada con el hecho de celebrar junto a sus amigos, seguramente no había podido asistir a muchas fiestas mientras se encontraba en el extranjero.

La Haruno iba distraída pensando en todo lo de su fiesta, cuando doblando una esquina, vio de pie a su novio. La verdad era que ya no estaba molesta con él, hasta le parecía algo tonto haberse enojado sólo por verlo hablar con una chica, podía ser perfectamente una amiga de él. Ya tenía que dejar de ser tan paranoica y celosa, aquello no le traería nada bueno a su relación, no quería arruinar las cosas con Sasuke por sus tonterías sin sentido.

—¡Sasuke-ku…! —se dispuso a llamarlo, alzando su mano derecha, pero interrumpió su frase cuando observó como una chica de cabellera rojiza y anteojos, la misma de la otra vez, se aparecía de pronto y se le lanzaba a los brazos a su amado novio.

Sintió como si algo dentro de ella se hubiese quebrado. Dolía mucho, muchísimo, no supo ni en qué momento se le escaparon un par de lágrimas.

—Karin, basta —Sasuke apartó a aquella chica, estaba por decir algo, cuando volteó hacia uno de sus costados. Pudo ver a Sakura, la cual le miraba con tristeza. Sus cuencas se abrieron ligeramente, ella le había visto abrazado de Karin—. Sakura, no es lo que crees… —intentó hablar, pero ella sólo se fue corriendo, así que Sasuke tuvo que seguirla.

La pelirroja se quedó ahí de pie, observando como el Uchiha seguía a aquella niña de cabello rosado.

—¿Es la novia de Sasuke? —se preguntó, confusa y curiosa.

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Matsuri había ido a la escuela junto a los hermanos Sabaku No. Gaara parecía animado aquel día, él y la castaña no dejaban de hablar sobre los proyectos del festival, pues hoy debían seguir trabajando en ello y escoger uno para su salón. Kankuro y Temari, por su parte, caminaban detrás de la parejita, sin quitarles la vista de encima.

—Es ella, ¿verdad? —le preguntó Kankuro a su hermana, refiriéndose a si Matsuri era la chica que Gaara había mencionado durante la cena, la chica que le gustaba.

—Es obvio —le contestó la rubia. Iba un poco cabreada, todo debido a lo que había pasado con aquel chiquillo, el tal Shikamaru Nara, aun así, no podía no interesarse por la relación entre su hermano y su adorable vecina. Había química entre ellos, eso era innegable, pero, ¿qué pasaría si Gaara se llegaba a enterar de que Matsuri era su amiga de la infancia? ¿Estaría feliz? ¿Estaría molesto? Con su hermano menor nunca se sabía. Lo mejor era seguirlo manteniendo en secreto por ahora, al menos, mientras él no recordara nada.

Kankuro sólo volvió a mirar a esos dos, mientras se acercaban ya a la entrada del colegio; le parecía buena idea que Gaara se fijara en esa chica, se notaba que la trataba muy diferente que al resto de personas y eso era algo positivo, en cierto modo, su hermano comenzaba a volver a su antigua personalidad, poco a poco, sutilmente, pero lo hacía.

—¿Entonces quieres hacer un café cosplay? —le preguntó el pelirrojo, a lo que ella asintió con la cabeza.

—Sí, ¿no te parece algo divertido? —la chica sonrió ampliamente, pero enseguida su sonrisa cambió por una expresión de preocupación.

Llegando también a la escuela, Sai iba con la mano enyesada y un cabestrillo. No se veía especialmente preocupado, molesto o triste, pero para la castaña era obvio que él no se podía sentir bien si no era capaz de dibujar.

—¡Sempai! —corrió hacia el chico de cabellera negra, dejando a Gaara, el cual no pudo más que fruncir el ceño. Ella se paró frente a su mayor, aún preocupada—. ¿Estás bien? ¿Qué sucede con tu mano?

—Al parecer fue una fractura —le respondió el más alto, sonriéndole—. Estoy bien, descuida, voy a recuperarme pronto.

—¿Estás seguro?

Ambos caminaron juntos hacia el interior de la institución, mientras hablaban de lo sucedido con Sai. Gaara no se veía nada cómodo con aquella escena, Kankuro pudo notar a la perfección como su pequeño hermano menor apretaba los puños; estaba furioso.

—¿Celoso? —le preguntó, pero Gaara simplemente lo ignoró y se dirigió hacia su salón.

No podía soportar que alguien más tuviera la atención de Matsuri.

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El profesor Kakashi había llegado veinte minutos tarde a su clase, todos estaban furiosos, pero él sólo se había excusado diciendo que había mucho tráfico, a pesar de que vivía a dos calles de la escuela.

Sasuke no dejaba de ver a Sakura, ella le ignoraba, en la mañana no había querido escucharlo, tampoco le concedió siquiera unos segundos para explicarle lo que había visto, tan sólo había ido a la escuela como si nada y se dedicó a esconder el rostro entre sus grandes libros. El Uchiha comenzaba a desesperarse, se suponía que hoy lo pasaría con ella, pues el día anterior no había podido hacer más que decirle feliz cumpleaños. Nada estaba saliendo como él quería.

—Ps, Sasuke… —Naruto le arrojó una bola de papel, la cual le cayó en la cabeza. Se le marcó una venita en la frente, ya estaba de nuevo aquel idiota fastidiando. Se volteó molesto, notando como su amigo le hacía señas para que recogiera la bola de papel y la abriera.

Sasuke le hizo caso, tomó la bola que había caído al piso, a un lado suyo y, la desarrugó; había un mensaje dentro:

"¡Karin me contó todo! Debes explicarle a Sakura-chan, teme"

idiota —murmuró el azabache, volviendo a arrugar la nota.

Naruto no esperaba una respuesta, sabía cómo era Sasuke y seguro estaba molesto porque él ya sabía que se había peleado con Sakura. En ese momento, volteó hacia el otro lado. Hinata se veía tan bonita ese día, necesitaba hablar con ella, decirle que no planeaba contarle a nadie sobre su secreto, tenía que encontrarla a solas para evitar que ella huyera.

Por su parte, Gaara no parecía prestarle atención a la clase de Kakashi, sólo podía ver a Matsuri. ¿Por qué se sentía amargado? ¿Por qué estaba molesto? ¿Acaso aquello eran celos? Nunca en su vida se había sentido celoso y ahora esta chica le hacía ponerse así. Para él era evidente que ese tal Sai sentía algo por Matsuri, lo podía notar en la forma en que la miraba, pues él la miraba de la misma manera.

El timbre para el término del primer periodo sonó, todos comenzaron a salir del salón para ir al baño o comprar algo de comer. Hinata había ido al baño y, al notarlo, Naruto se escabulló sigilosamente detrás de ella. Matsuri, por su parte, comenzó a guardar sus cosas, iba a pedirle a Gaara que revisaran lo del festival, pero dos chicas se habían acercado al pelirrojo en ese momento.

—Gaara-sama, ¿podemos hablar? —le preguntó Sari. El chico frunció el ceño, en serio le molestaba la forma en que ella lo llamaba. Igual no le pudo responder, porque de pronto la supuesta prima de Matsuri -que no se parecía ni un pelo a ella- empujó a Sari y se ganó en su lugar.

—Gaara, hola, ¿no quieres venir a una fiesta conmigo el fin de semana?

Sari estaba furiosa por el atrevimiento de Ino, se supone que ella invitaría a Gaara, pero la rubia le había ganado. ¿Así que esto era entonces la guerra?

—No me gustan las fiestas —le respondió él, poniéndose de pie y saliendo del salón. Ino bufó, Gaara realmente era un chico muy difícil, pero eso no iba a detenerla.

Shikamaru, que estaba tirado sobre el escritorio, durmiendo como siempre, fue interrumpido por un golpe de un libro sobre el mismo. Abrió los ojos con pereza, sólo para encontrarse a una hermosa rubia de ojos brillantes frente a él, la cual sonreía de manera forzada, estaba enojada, pero no quería mostrarlo, debía fingir.

—Aquí está tu tarea.

El Nara se irguió en su asiento, la sonrisa de autosuficiencia en su rostro no se hizo esperar.

—¿No olvidas algo?

Temari parecía que se retorcía por dentro, pero igualmente, debía cumplir, o Shikamaru le diría a todos que la había descubierto con el profesor de matemáticas.

—Que tengas un bien día… novio —la rubia vomitaba las palabras, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, luego le dio la espalda y se fue del salón.

Todos los presentes estaban atónitos. ¿Ese vago tenía una novia tan bonita? La mayoría hasta juraba que Shikamaru era gay.

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—Qué fastidio con esas dos —murmuró el pelirrojo. Había subido hasta la azotea, tan sólo para descansar un poco de Sari e Ino, que no parecían cansarse de molestar. Se acercó a la reja que protegía a las personas de caer al vacío, mirando hacia abajo. Eran sólo cinco pisos, pero la altura era considerable.

Escuchó el sonido de unos pasos desde la puerta que daba hacia donde él estaba, seguido de ellos, el sonido de la misma se oyó.

—Gaara-kun —oír la dulce voz de Matsuri le hizo voltear inmediatamente, observando a la castaña, que caminaba hacia él, hasta pararse a su lado.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó el pelirrojo, volviendo a mirar hacia abajo—. Ya casi comienza el segundo periodo.

Ella también miró hacia el vacío, su sonrisa no había desaparecido aún.

—Yo sólo… no quería que estuvieras solo —le respondió.

Gaara sonrió sutilmente. ¿Esa chica en serio no se daba cuenta de lo que le provocaba? No sabía hasta cuando se podía resistir siendo sólo su amigo.

Sólo amigos.

Continuará…