Capítulo 11: Consecuencias y enredos Parte 2

El timbre sonaba indicando que la clase por fin había acabado y que el descanso largo de almuerzo se acercaba. Naruto, quién ya estaba muriendo por prepararse un delicioso ramen, saltó de su asiento tremendamente animado.

—¡Ah, por fin es la hora de comer! —exclamó, buscando en su bolso el pequeño recipiente de ramen instantáneo que solía traer casi todos los días, excepto cuando servían algo que le gustara en la cafetería.

—¿Otra vez traes eso? —le reclamó Sasuke, mirándole con fastidio—. ¿No te duele el estómago de comer tanto esa porquería? —hablaba, mientras Sakura se acercaba por su costado, tomándole delicadamente la mano.

—Es cierto, Naruto, no le hará bien a tu cuerpo comer lo mismo todos los días —le dijo la peli rosa en tono de preocupación.

—No es ninguna porquería, Sasuke-teme —respondió el rubio, mirando a Sasuke con la misma expresión de fastidio que éste también le ponía, luego volteó a ver a Sakura, sonriéndole—. Sakura-chan, mi estómago es super fuerte, de veras —le aseguró, dándose dos golpes en el estómago.

Sakura simplemente suspiró, no tenía caso tratar de razonar con el cabeza dura de Naruto, mucho menos, si se trataba de ramen, pues él siempre lo defendería a capa y espada.

El rubio salió alegre del salón, últimamente estaba más feliz de lo normal. Había estado notando a cierta chica de la clase, a la cual no solía prestarle atención antes, gracias a los consejos que le daba su amiga de la internet, Naruto se había dado cuenta de que hay más peces en el mar, Sakura no era la única chica bonita del mundo y eso lo tenía muy claro.

Después de calentar un poco de agua en la cafetería, Naruto vertió la misma dentro del envase de su ramen, dejando los palillos sobre la tapa ya cerrada, para que los fideos se ablandaran. Mientras esperaba, alguien se le acercó.

—¿Estás comiendo solo?

El Uzumaki reconoció enseguida aquella voz grave, así que no tardó en responderle.

—Ah, Gaara —dijo con su típico tono alegre—. Sí, Sasuke odia verme comer ramen, además, dijo que hoy almorzaría con Sakura-chan —volvió su vista al pelirrojo, el cual lucía un poco fastidiado—. ¿Pasa algo? —preguntó.

—Sí —Gaara frunció el ceño, mientras se cruzaba de brazos—. La directora pidió vernos a ambos, también a Sasuke y al otro chico… —lo pensó durante un segundo, antes de proseguir—. Creo que Kiba, dijo que era algo sobre el festival cultural.

—¿Qué querrá la vieja? —se preguntó el ojiazul, con expresión de confusión en su rostro.

Gaara no tenía nada que comer en ese momento, no tenía nada de hambre tampoco, se sentía de muy mal humor desde que había visto a Matsuri hablando con el chico de tercer año. Estaba bastante metido en sus pensamientos, por lo que no notó en qué momento el hombre que precisamente despertaba sus celos, se acercaba a su mesa.

—Naruto —dijo Sai, dirigiéndose al rubio—. Ten, he venido a devolver el juego que me prestaste, estuvo bastante interesante —comentó el pelinegro, dejando sobre la mesa la pequeña caja que contenía el juego de PS4—. Aunque tardé más de lo pensado debido a la lesión de mi mano.

—¡No hay problema! —contestó el alegre rubio, recibiendo el juego para luego metérselo en el bolsillo del pantalón, cabía casi entero, pero un poco de la caja sobresalía—. ¿Tu mano aún no mejora? ¿Qué te dijo el médico?

—Estaré bien en unos días, no fue nada grave —aseguró el chico con una sonrisa serena—. Bueno, me voy —miró de reojo a Gaara, quién parecía ignorarlo. Recordaba haberle visto siendo cercano a Matsuri casi desde que había llegado a la escuela, era bastante molesto, a decir verdad.

Después de despedirse, Sai se alejó, así que Naruto continuó comiendo su delicioso manjar llamado ramen.

—¿Eres amigo del chico de tercero? —le preguntó el pelirrojo de repente, a lo que el Uzumaki asintió con la cabeza.

—Sí, Sai es un poco raro cuando recién lo conoces, pero es súper amable y agradable en realidad —contestó, mostrando una brillante sonrisa, que al cabo de unos segundos borró—. Él me ayudó mucho en un momento difícil, por eso yo… le agradezco.

Gaara no dijo nada más, no quería ser imprudente y preguntar más cosas que no eran de su incumbencia. Era cierto que Sai no le agradaba, pero tampoco tenía por qué juzgarlo, lo mejor era mantener una distancia prudente desde ahora.

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El patio trasero de la escuela solía ser un lugar poco concurrido, sobre todo el pequeño lugar bajo las escaleras del final del pasillo del gimnasio. Los chicos no solían amontonarse por ahí, así que era un lugar perfecto para esconderse y llorar.

Tenten estaba sentada ahí, escondiendo su rostro entre las rodillas, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. No podía creer que finalmente había tenido el valor para dejar a Neji, pero es que simplemente no podía seguir a su lado después de enterarse de que él no la quería realmente, que todo el tiempo, sólo la había usado.

—Idiota… —murmuró, secándose las lágrimas con el puño de la blusa de su uniforme.

—Una chica linda no debería llorar en un lugar como este.

Aquella voz la tomó por sorpresa, haciendo que levantara la mirada, para encontrarse con un chico castaño, el mismo de la otra vez, el cual estaba acuclillado frente a ella y le ofrecía una lata de soda.

—¿Q-qué haces aquí? —quiso saber Tenten, avergonzada por haber sido vista en su faceta más débil por aquel -apenas- conocido.

—Quería hablar contigo, así que te seguí, lo lamento —confesó el Sabaku No, sonriendo con vergüenza—. Te vi hace rato en tu salón, cuando fui por mi hermana Temari —aclaró un poco nervioso, no quería que ella pensara que era un acosador o algo por el estilo.

—Ah, ¿eres el hermano de Temari? —Tenten volvió a secarse las lágrimas, estirando su mano para recibir la soda y luego abrirla, dándole una probada—. Gracias… —comentó, bajando la mirada, mientras una pequeña sonrisa se le dibujaba en los labios.

—No es nada —le dijo el chico—. Y sí, Temari es mi hermana mayor —aseguró—. Bueno, realmente somos mellizos, pero ella es la mayor.

Tenten asintió con la cabeza, no entendía muy bien cómo es que ese chico aparecía para consolarla siempre que se sentía mal, pero era una linda coincidencia, era como su ángel guardián, o eso quería creer ella.

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Matsuri, Sari, Hinata e Ino estaban juntas en la cafetería tomando su almuerzo. Sari e Ino no dejaban de ver a Gaara, mientras que la castaña intentaba ignorar aquel hecho, aunque siempre sentía un pesar en su pecho, cada que alguien mencionaba lo guapo que era Gaara.

—Matsuri —le llamó Ino, captando su atención—. Oye, prima, he notado que eres bastante cercana a aquel chico de tercero, ¿Sai?

La castaña le miró confundida.

—Sí, así es —respondió, asintiendo con la cabeza.

Ino sonrió para sus adentros.

—¿No has notado que le gustas?

Matsuri abrió un poco sus ojos, sorprendida, igual que Sari, quién dejó de ver a Gaara para poder concentrarse en lo que decía la rubia.

—¿Qué cosas dices, Ino-chan? C-claro que no —la chica negó fervientemente con la cabeza, un poco avergonzada, no podía imaginar una cosa tan disparatada como la que estaba diciendo su prima.

—¿Por qué no? —la que habló fue Sari, había notado las intenciones de Ino y le parecía un plan perfecto, tanto a ella como a la Yamanaka les convenía sacarse a Matsuri de encima—. Es cierto, Sai-san siempre se queda hablando contigo, te trata diferente del resto de chicas y suele sonreírte bastante.

—Sai-sempai es muy amable, eso es todo, yo no le gusto —aseguraba ella, una y otra vez, pensaba que esas dos debían haber enloquecido—. ¿Verdad que sí, Hinata-chan?

—¿Eh?

Hinata, quién había estado callada todo el tiempo, las miró sin entender de qué estaban hablando, ella estaba en su propio mundo, un mundo en donde constantemente revivía la escena de aquella chica de otro salón besando a Naruto.

—P-perdón, no estaba escuchando —se disculpó apenada la ojiperla.

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Gaara, Sasuke, Naruto y también Kiba se encontraban dentro de la oficina de la directora Tsunade, luego de que el receso del almuerzo terminara, los cuatro chicos estaban un poco incómodos al respecto de haber sido llamados de modo tan repentino, suponían que era por la pelea de la otra vez, pero ya habían cumplido su castigo, ¿no?

—Es bueno verlos aquí —la directora se apareció por la puerta de la oficina, todavía era difícil para Gaara pensar en cómo una mujer de una edad considerable le hacía para lucir como una veinteañera.

—¿Qué pasó, vieja? —el que habló fue Naruto—. ¡Yo no hice nada esta vez, lo juro!

La mujer empuñó su mano, furiosa por haber si llamada "vieja". Le dio un golpe al escritorio con su palma abierta, haciendo que los cuatro alumnos dieran un salto de la impresión, incluso los siempre calmados Sasuke y Gaara se habían asustado.

—¡No me llames vieja, maldito mocoso! —exclamó la rubia, aterrorizando al rubio. Miró hacia la puerta y vio a su asistente Shizune parada en la puerta, la cual le mirada de forma reprobatoria, como diciéndole que una directora no debía intimidar a sus alumnos, eso no estaba bien, así que la mujer suspiró y se sentó, recuperando la compostura—. Bien, vamos al grano, la razón por la que están aquí creo que la saben.

—¿No que ya pagamos por eso? —bufó Kiba de brazos cruzados.

—¿Crees que un simple castigo recompensa la mala reputación que le han dejado a la escuela? —habló Tsunade, estaba claro que ella no se andaba con cosas y no pensaba perdonarlos tan fácilmente—. Deben trabajar aún más para limpiar la imagen de delincuentes juveniles que ahora tenemos gracias a ustedes cuatro.

—Aunque yo sólo di un golpe… —murmuró de mala gana Sasuke, mas se quedó callado al ver la mirada de odio de su directora.

Debía admitir que, aunque casi nada en el mundo le daba miedo, había tres mujeres que le calaban los huesos cuando estaban enfadadas, una era su madre, claro, la otra era Sakura, su novia; la tercera era la directora Tsunade.

—Cállense y escuchen —dijo la directora—. El festival cultural está prácticamente a la vuelta de la esquina, hará falta mucha ayuda y para que yo les pase por alto su falta, así como para darle una mejor imagen a la escuela, ustedes cuatro van a ayudar en la obra escolar.

Gaara, quién estaba cruzado de brazos, haciendo como que nada le importaba, descruzó los mismos, pues casi se caía del asiento.

—¿Obra escolar? —repitió el pelirrojo.

—¿Eh? Qué aburrido, no quiero —se quejó Naruto, cruzando los brazos por detrás de la nuca—. Vieja, no seas así.

—¡Que no me digas vieja! —volvió a gritar la Senju, asustando al pobre chico que tenía frente a ella—. Y aquí ustedes no opinan, sólo obedecen. Deberán ayudar tanto con los preparativos, así como todo lo que les pida Shizune, quién será la directora de la obra.

Los cuatro giraron para ver a la mujer, la cual les sonreía dulcemente, pero al cabo de unos segundos, su sonrisa se volvió ligeramente sádica, haciendo que un escalofrío los recorriera de pies a cabeza.

—Como sea —dijo Kiba, soltando un suspiro. Se puso de pie, hizo una leve reverencia ante la directora y se marchó fuera de la oficina, los otros tres le imitaron y también salieron.

Las clases de la tarde ya debían llevar un rato, así que tenían que regresar pronto al salón, no quería también acabar regañados por su profesor.

—Qué fastidio, justo cuando tenía planes —comentó un molesto castaño, no podía creer que la directora le obligara a hacer algo así, tendría que pasar sus tardes cooperando con los preparativos de la obra, seguramente, lo cual le dejaría poco tiempo para él.

—¿Qué planes? —le preguntó Naruto, quién caminaba nuevamente con los brazos cruzados detrás de la nuca—. Seguro que sacar a pasear a tu perro —le dijo en tono de broma, soltando una pequeña carcajada.

—¡Claro que no, idiota! —le gritó Kiba, intentando darle un golpe, pero el rubio salió corriendo, por lo que el Inuzuka le persiguió por el pasillo.

Gaara y Sasuke caminaban en silencio, uno pensando en lo idiotas que eran sus amigos, mientras el otro se preguntaba cómo era que le hacía Naruto para llevarse de ese modo con todo el mundo; aunque discutiera con ellos, era notorio que en realidad, el rubio era amigo de cada una de las personas a su alrededor, tenía un don increíble de hacer que todos simpatizaran con él, algo de lo que su persona no sería capaz ni en un millón de años. ¿Cómo lo hacía Naruto Uzumaki para brillar de esa manera? No podía evitar admirarle, pues, aunque lo negara, a él le habría gustado ser así.

Naruto y Kiba ya casi entraban al salón, habían corrido como un par de niños y el rubio mientras tanto, no para de insistir saber cuáles eran los planes de su amigo, así que antes de cruzar la puerta, a Kiba no le quedó más remedio que contestar.

—Te voy a decir, pero deja de fastidiar —respondió con el ceño fruncido—. Esta mañana le pedí una cita a una chica, ella aceptó, así que saldremos.

—¡¿En serio?! —Naruto exclamó sorprendido, no podía creer que Kiba tendría una cita, era algo bastante inesperado de parte del castaño, ya que no solía hablar mucho de chicas o de sus gustos en cuanto al género opuesto.

—Shhh —el castaño le hizo callar, ya que estaban a punto de entrar al salón y habían llamado la atención del profesor Iruka, quién estaba dando su clase.

—Ah, chicos, pasen, fui informado de que se encontraban con la directora —dijo el hombre amablemente.

Kiba y Naruto entraron al salón y a los pocos segundos Gaara y Sasuke se les unieron.

Hinata vio entrar a Naruto, el cual le sonrió, pero ella sólo bajó la mirada, lo cual desconcertó un poco al ojiazul, ya que se estaba comportando igual que antes con él, como cuando le ignoraba deliberadamente.

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Temari había pedido permiso para ir al baño mientras se encontraba en clases de inglés, fingiendo un dolor de estómago. Anoche, mientras hablaba por teléfono con su profesor "favorito" habían quedado de verse a cierta hora en un lugar donde nadie podría molestarles. La rubia miró en todas direcciones antes de abrir la puerta del pequeño cuarto de limpieza, ese día los auxiliares no venían a la escuela, así que nadie más iría.

Cuando entró, Itachi Uchiha ya estaba ahí, esperándola.

—Itachi —susurró la chica, abrazándose al mayor, el cual apoyó una mano sobre su rubia cabellera, acariciándole la cabeza—. Me alegra poder verte, estoy volviéndome loca con el acoso del estúpido de Nara.

El mayor suspiró.

—Quisiera poder ponerlo en su lugar —habló, manteniendo el tono bajo de voz—. Pero ambos sabemos que nos tiene en sus manos.

Temari alzó la mirada para que sus ojos claros se cruzaran con los oscuros del apuesto profesor de matemáticas de la escuela.

—Sólo debemos esperar un poco más, yo ya soy mayor de edad, pero es mal visto que sea tu alumna —frunció ligeramente sus labios, estaba un poco frustrada—. No quisiera meterte en problemas, así que por ahora… sólo podemos aguantar.

—Lo sé —respondió Itachi.

Realmente no estaba seguro de lo que estaba haciendo, jamás pensó que terminaría involucrándose con una estudiante y, aunque Temari ya tenía 18 años, seguía siendo una práctica ilegal que podía acabar con su carrera, no sabía cómo resolver todo este problema, pues aquel chico que sabía su secreto podría hablar y hundirlo en cualquier instante; debía evitar eso a toda costa.

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Cuando el timbre que indicaba el final del periodo escolar sonó, la mayoría de los chicos salieron como manda del salón, parecían desesperados por irse a casa a hacer otras cosas. Naruto, quién aún no acababa de resolver un problema en su cuaderno, fue pasado a llevar por uno de ellos, tirándole el lápiz al suelo.

—¡Ten más cuidado! —exclamó molesto.

—¡Perdona! —le respondió el que estaba ya cruzando la puerta con prisa.

Naruto se agachó a recoger su lápiz y lo guardó, guardando también su cuaderno en el bolso. Se lo puso a la espalda y fue hacia la puerta, pensando en qué haría hoy por la tarde, seguramente jugar alguna partida online con sus amigos, no hacer la tarea como siempre y, quizá hablar con su amiga de la red. Con esos pensamientos en su cabeza, se detuvo de golpe cuando vio en los casilleros a Kiba, hablando con nada más y nada menos que Hinata.

La ojiperla jugaba con sus manos nerviosamente, mientras el castaño le sonreía como un bobo. ¿Qué se supone que estaba pasando ahí?

No quiso quedarse con la duda y se acercó a ellos disimuladamente, tan sólo para oír un poco más.

—Entonces la directora me hizo quedarme después de clases para ayudar con la obra escolar —le comentaba el Inuzuka, quien lucía bastante acongojado con eso—. ¿Podemos dejar nuestra cita para el sábado?

—Por supuesto que sí, Kiba-kun —le respondió la Hyûga con una dulce y adorable sonrisa dibujada en sus labios.

Naruto, quién estaba escondido detrás de un pilar, abrió sus ojos con sorpresa al comprender que la chica con la cual Kiba iba a salir no era otra que Hinata, ¿pero en qué momento había pasado eso? ¿Desde cuándo esos dos tenían aquel tipo de relación? Sintió una presión horrible en su pecho, dolía.

Justo cuando parecía que al fin se fijaba en alguien que no fuera Sakura, las cosas salían mal de nuevo, nuevamente era la chica que le gustaba a uno de sus amigos.

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Sai estaba guardando sus cosas en su casillero, el cual cerró al terminar. Había tenido un día pesado, como estaba en último año, tenía bastantes pendientes y preocupaciones, ya que el próximo año se esperaba que ingresara a la universidad, así como lo había hecho su hermano mayor.

—Chico artista —una voz femenina llamó su atención. Cuando Sai se volteó, notó que quién le había hablado era esa extraña y antipática rubia, la prima de Matsuri, Ino Yamanaka.

—Mi nombre es Sai —dijo sin expresión alguna, aunque ella le ignoró por completo.

—No me importa, sólo vengo a preguntarte algo —habló ella, frunciendo levemente el ceño.

Sai continuó mirándole sin expresión en su rostro, no le agradaba Ino, no sólo porque era grosera, sino que también, porque trataba muy fríamente a Matsuri, incluso cuando eran familiares.

—No tengo tiempo —el pelinegro se puso el bolso a la espalda y se dio la media vuelta, dispuesto a marcharse, pero las palabras de la menor detuvieron sus pasos de golpe.

—Te gusta Matsuri, ¿verdad?

Los ojos de Sai se abrieron ligeramente por la sorpresiva pregunta, la cual le había agarrado con la guardia baja, pero ella no pudo verlo, pues él continuaba dándole la espalda.

—Eso no te incumbe —le dijo entonces, dejándola sola.

Ino frunció el ceño, creyó que sería fácil obtener una confesión de él y de ese modo podría proceder para emparejarlos, pero Sai resultó ser un hueso duro de roer.

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Mientras caminaban a casa en silencio, Sasuke y Sakura veían hacia el suelo constantemente. Era genial poder volver a verse, pero ambos se sentían ligeramente incómodos después de todo lo que había ocurrido el fin de semana, sobre todo, lo que pasó antes de que los padres de Sakura los descubrieran juntos; aquello que estuvieron a punto de hacer.

El silencio resultaba más incómodo a medida que avanzaban, hasta que pareció que ninguno de los dos podía aguantarlo más.

—Sasuke-kun/ Sakura —se llamaron al mismo tiempo.

La peli rosa bajó la mirada nuevamente, avergonzada, mientras que el Uchiha tan sólo se llevó una mano a la nuca, intentando aparentar que todo estaba normal, aunque por dentro se muriera de los nervios.

—¿Ibas a decir algo? —la chica preguntó, sin atreverse a verlo.

Mientras estaban en la escuela, junto a sus amigos cerca, había sido fácil mantener fuera la tensión, pero ahora que estaban solos las cosas eran un poco más difíciles para ambos.

—Sí, algo así —dijo Sasuke, deteniendo sus pasos de un momento a otro, ya estaban cerca de la casa de su novia y no quería toparse con los progenitores de ésta, estaba seguro de que ellos no estarían contentos de verlo en estos momentos—. Sobre lo que pasó en tu fiesta…

—S-Sasuke-kun, eso… —lo interrumpió la chica, aferrando sus dos manos a la falda de su uniforme—. En realidad, yo me siento muy avergonzada, no sé qué hubiera pasado si mis padres no nos descubrían…

El menor de los Uchiha frunció ligeramente el ceño, antes de tomarla por el mentón para obligarla a que lo mirara a los ojos.

—Yo sí sé qué hubiera pasado —aseguró—. Y yo quería que pasara… —pudo notar enseguida que todo el rostro de Sakura se teñía de rojo, pero siguió hablando sin importarle que aquello la avergonzara—. ¿Qué hay de ti, Sakura? ¿Tú querías?

—Sasuke-kun, ¿c-cómo me puedes preguntar eso? —al no poder sostenerle la mirada a su novio por más tiempo, Sakura cerró los ojos, podía sentir que toda su cara ardía—. No es apropiado, Sasuke-kun.

Sasuke sonrió ladino, soltando su rostro para apoyar su espalda contra la pared de una de las casas de la calle que estaban junto a ellos.

—¿No es apropiado? —repitió—. Dudo que hayas pensado eso aquella noche en tu cuarto.

La ojijade frunció los labios en un puchero ridículamente tierno, el cual hizo que Sasuke se preguntara cómo es que pasó tanto tiempo rechazándola, porque sí, antes él no le hacía caso, mientras que Sakura se desvivía por su amor.

—B-bueno, es sólo que este no es un tema para tratar en medio de la calle —se defendió la Haruno, no podía creer que estaba tan nerviosa, hasta sentía que se parecía a Hinata, no para de tartamudear como su amiga de ojos perlados—. Sasuke-kun, ¿por qué me haces avergonzar de este modo? —preguntó, pero la respuesta del más alto fue abrazarla muy fuerte.

—Sé que no es un tema para tratar aquí, pero no puedo ir a tu casa, ya sabes… —el azabache suspiró algo decepcionado, realmente esperaba que esta conversación los fuera a llevar a alguna parte, pero no podía forzar a Sakura en estas circunstancias, tenía que respetar su voluntad—. ¿Podemos hablar de esto en otra ocasión? Y… deberías bajar un poco la guardia conmigo, has estado tensa desde que nos quedamos solos.

La chica abrió ligeramente los ojos por la sorpresa, no pensó que Sasuke notaría su comportamiento, pues él solía ser bastante frío en cuanto a todo aquello se tratase.

—Lo siento, Sasuke-kun, lo haré… —le respondió, rodeando con sus brazos el cuerpo de su novio del mismo modo que él lo hacía con ella. Amaba esos pequeños momentos a su lado, su corazón no paraba de latir rápidamente; estaba segura de que no existía nadie en el mundo tan perfecto para ella como lo era Sasuke.

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El día viernes había llegado más rápido de lo que todos hubiesen querido, en especial, los cuatro chicos que estaban obligados a ser parte de esa detestable obra teatral de la escuela. Mientras ellos se encargaban de armar escenografías y decoraciones, sobre el escenario pasaban los aspirantes a cada papel. La obra era Blancanieves y los siete enanos, un clásico cuento infantil, bastante popular.

Mientras Shizune parecía querer llorar por la horrible actuación de quiénes se presentaban al papel del príncipe, Ino y Sari discutían detrás del escenario quién de ellas se quedaría con el papel de la princesa. Matsuri, como delegada de la clase, se había presentado como voluntaria para ayudar con las decoraciones, así que se encontraba junto a Gaara pintando unos paneles que harían una suerte de montañas en el fondo del escenario.

Ella estaba tan concentrada poniendo la pintura azul sobre el lienzo, que no notó que se manchaba la mano, la cual se pasó por la cara en un acto de reflejo. Al ver que ella tenía la cara pintada de azul, Gaara se tuvo que cubrir la boca para no estallar en carcajadas.

—¿Qué pasa, Gaara-kun? —le preguntó la chica, notando como su amigo parecía burlarse de ella—. ¿Qué es tan gracioso? —insistió, frunciendo el ceño.

—Tienes toda la cara pintada de azul —le respondió Gaara—. Creí que esto era Blancanieves, no Los Pitufos —volvió a reprimir una carcajada en lo que notaba el adorable puchero de la castaña.

—¡Qué malo eres! —exclamó la chica, cogiendo la brocha para agitarla frente al de ojos aguamarina, salpicándole un poco de pintura encima.

—¡Oye! —Gaara también tomó su brocha, imitando la acción de la chica, pero ella salió corriendo para evitar que él la manchara de verde, que era el color con el que él estaba trabajando.

Sobre el escenario, el último chico que estaba audicionando para el papel del príncipe se estaba bajando, Shizune estaba que se la llevaba el mismo diablo, todos ellos eran pésimos, aunque había anotado a uno que otro para ser un enano o el cazador, pero, ¿cómo haría la obra de Blancanieves sin un príncipe adecuado? Debía ser alguien que mostrara esa pasión en su mirada, que tuviera una buena apariencia y una gran presencia escénica, un chico que fuera apuesto y desempeñara bien sus líneas sin ponerse nervioso o sentirse presionado por estar frente a la gente.

—Esto es un desastre… —suspiró la pelinegra, pero justo en ese momento se apareció su salvación. Gaara corrió hacia el escenario, huyendo de un lanzamiento de pintura azul de Matsuri, la cual cayó sobre su camisa blanca de la escuela, tiñéndola de inmediato. Los ojos de la directora de la obra se abrieron ligeramente al ver a ese apuesto chico con la imagen justa que ella necesitaba.

—Mira lo que hiciste —se quejó Gaara, observando con reproche a una divertida Matsuri que sólo le sacaba la lengua desde la bambalina.

—¡Eso es! —exclamó Shizune, poniéndose de pie mientras apuntaba a Gaara con su dedo índice—. Gaara-kun, ven aquí, por favor lee esto.

—¿Eh?

El chico le miró sin comprender, pero tan pronto como se dio cuenta, tenía entre sus manos el guion de la obra, abierto específicamente en la página donde aparecían las líneas del príncipe. Gaara arqueó una ceja (o el lugar en donde debería estar), mirando a la mujer que esperaba ansiosa escucharlo.

—No quiero —respondió, dándose la media vuelta para regresar a su trabajo, pero la voz de Shizune le impidió avanzar hacia su propósito.

—Te recuerdo que tú aquí estás castigado y que debes seguir todas mis órdenes, así que lee las líneas, Gaara-kun —a pesar de que el tono que ella empleaba era bastante dulce y hogareño, muy en el fondo podía transmitir un ligero atisbo de amenaza, el cual el pelirrojo sintió claramente.

—Bien —dijo entre dientes.

Comenzó a leer en voz alta las líneas, era un diálogo un poco largo, bastante ridículo y hasta algo estúpido, pero la profunda voz de Gaara y la manera en que pronunciaba cada palabra, lo hacía lucir como una obra maestra literaria. Tanto Matsuri como el montón de chicas que venían a audicionar para el papel de Blancanieves, así como la misma Shizune, estaban impresionadas.

—¡Eso estuvo fantástico! —le aplaudió de pie la directora—. Gaara-kun, tú serás el príncipe —antes de que el menor pudiera protestar, ella siguió hablando—. Y no te puedes negar, te tengo bajo mi poder.

El de ojos color aguamarina se quedó con las palabras en la boca, estaba bastante cabreado, no pensó que le tocaría hacer el ridículo de su vida con un papel principal y sin poder negarse, porque lo tenían en sus manos.

—Tsk, como sea —farfulló, regresando a la parte trasera para continuar pintando.

Matsuri lo siguió en silencio, sin decir nada, estaba claro que Gaara estaba fastidiado y, seguramente todo esto había sido su culpa.

Por otro lado, al saber que Gaara sería el príncipe, tanto Ino como Sari se entusiasmaron aún más con la idea de ser la princesa, sabían que en el final de la obra habría un beso, así que ninguna de las dos se podía perder la maravillosa oportunidad de besar a Gaara.

—Muy bien, vamos a continuar con las audiciones para Blancanieves y la reina malvada —avisó Shizune, volviendo a su asiento.

Después de una larga jornada de audiciones, los papeles habían sido seleccionados en su totalidad, así que la directora de la obra les dijo que lo anunciaría durante el receso del almuerzo.

Matsuri había ido a cambiarse, pues su uniforme había quedado hecho un desastre debido a su guerra de pintura con Gaara, por lo que tuvo que ponerse el uniforme deportivo. Al ir saliendo del baño, estrujándose el cabello para sacarse el agua, vio que Ino y Gaara estaban de pie en medio del pasillo, hablando.

—Entonces, Gaara-kun, ¿crees que me den el papel de Blancanieves? Si es así, tendremos que besarnos —dijo la rubia en un tono bastante coqueto, aunque el chico ni siquiera se inmutó, parecía querer ignorarla a toda costa.

—No me importa quién lo obtenga, no besaré a nadie —contestó secamente.

Ino se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—Ay, qué aburrido eres —se quejó, acercándose un poco más al chico, hasta que sus labios casi se rozaron. Al ver la escena, Matsuri sintió cómo si le apretaran el corazón, realmente no quería volver a ver a Gaara y a Ino besándose—. Además… ya nos besamos una vez —susurró la rubia.

Gaara estaba por responderle algo grosero, pero notó a Matsuri afuera del baño, él había ido a buscarla, pues también tuvo que ponerse el uniforme deportivo y quería que volvieran juntos al salón. Sin decir nada, hizo a Ino a un lado y se acercó a la castaña, dejando a la Yamanaka con los labios estirados.

—Matsuri, ya terminaste, volvamos al salón —dijo el chico, ignorando olímpicamente a aquella acosadora que ya comenzaba a fastidiarle la vida en serio; a él sólo le gustaba Matsuri, las demás chicas no le interesaban en lo más mínimo, a menos que se tratara de su amiga de la infancia, esa que anhelaba poder recordar.

—Ah, s-sí, vamos —la castaña le sonrió, caminando junto a él hacia el salón de clases, mientras Ino se quedaba en medio del pasillo hecha una furia.

—Maldita Matsuri… —murmuró para sí misma, su tonta prima estaba resultando ser más que una simple pierda en el zapato.

Por su lado, mientras Matsuri caminaba en silencio junto a Gaara, no pudo evitar mirarlo de reojo, detallando las hermosas facciones de su cara, desde el color de sus ojos, el perfil de su nariz y la forma de sus labios. Su corazón se agitó como quién agita una bola de cristal llena de nieve, sentía como el músculo golpeaba contra su pecho con fuerza y, tras volver a observar los labios del chico, se preguntó qué se sentiría besarlo como lo había hecho Ino aquella noche en la fiesta.

Matsuri se regañó mentalmente al darse cuenta de lo que estaba pensando. Se suponía que Gaara era su amigo, se suponía que su deber era ayudarlo a recuperar sus recuerdos, a volver a ser el mismo de antes, pero, ¿qué podía hacer ahora? Ahora que se daba cuenta de lo mucho que él le gustaba.

Sí, ya no podía seguir negándolo, le gustaba Gaara, le gustaba muchísimo.

—Matsuri, te estoy hablando —dijo el pelirrojo por quinta vez, captando por fin la atención de su acompañante, quién le miró con la cara ardiendo—. Oye, ¿te sientes bien? —le preguntó, no la había visto tan roja nunca—. ¿Sientes calor? Quizá tengas fiebre.

Él intentó tocarle la frente, pero Matsuri se alejó como si la fueran a apuñalar.

—¡Estoy muy bien, Gaara-kun, vamos a darnos prisa! —exclamó, corriendo hacia el salón.

Gaara tan sólo miró extrañado el camino por el cual ella había corrido, no tenía idea de que Matsuri fuese tan rápida.

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Durante el receso del almuerzo, muchos estudiantes se encontraban reunidos frente al tablón de anuncios, esperando saber si habían sido seleccionados para representar un papel en la obra, todos ansiaban esa calificación "comodín", además, muchos querían figurar frente a todo el mundo. Ya se sabía que el príncipe sería Gaara, así que los demás papeles que quedaban no eran tan buenos, pero todos valían lo mismo.

Ino y Sari corrían hacia el tablón, apartando del camino a quién se les cruzara de un empujón. Ambas llegaron al mismo tiempo, buscando sus nombres en el aviso; ambas estaban ahí.

—¡Sí, soy Blancanieves! —exclamó la emocionada rubia.

—¡¿Cómo que soy la bruja?! —gritó Sari hecha una furia.

Ino soltó una carcajada de alegría al saber que ella había ganado, que sería capaz de besar a Gaara y que nadie se lo iba a impedir.

—Te lo mereces por entrometida —le dijo a la ojigris, la cual aún no dejaba de echar chispas por los ojos, estaba por jalar de los pelos a Ino, cuando una voz todavía más molesta que la de ella le llenó los oídos.

—¿La bruja? Te queda bien, niña —quién había hablado, era nada más y nada menos que Kankuro, quién se divertía al ver el estado de furia total de aquella malcriada chica.

—¡Tú no te metas, estúpido! —gritó, dándole una patada en la pierna al mayor, antes de irse corriendo.

—¡Loca! —gritó él.

Ino tan sólo continuó riendo ante su magistral victoria, notando de reojo que, a unos cuantos metros de ella, Matsuri miraba el anuncio de los papeles de la obra con cierto grado de tristeza reflejada en sus ojos negros, aunque eso a Ino no le importaba, a ella no le interesaba en lo más mínimo si Matsuri se sentía mal por su causa.

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Era de noche cuando Naruto se conectó al chat, notando que su amiga online se encontraba también conectada, así que no dudó en enviarle un mensaje, pues lo pasaba muy bien hablando con ella, aunque no supiera ni siquiera cómo lucía e incluso no estuviera seguro de que su nombre era Hikari o no.

Chico_ramen dice:

-¡Hola! No te había visto últimamente por aquí, ¿cómo has estado? :D

Naruto estuvo un rato mirando la pantalla, hasta que los tres puntitos que indicaban que la otra persona estaba escribiendo aparecieron.

Perla de la luna dice:

-Hola, he estado bien, un poco ocupada con las tareas, ¿y tú?

Naruto estaba a punto de responderle que se encontraba de maravilla, pero de pronto recordó lo que había visto el otro día, la imagen de Kiba y Hinata hablando de su cita no desaparecía de su mente, era como una mala película de parodia, que se repetía una y otra vez.

Chico_ramen dice:

-Bueno, hay algo que me ha estado molestando, pero no sé si quieras oírlo :cc D:

Perla de la luna dice:

-Claro que quiero oírlo, bueno, más bien leerlo, jeje.

El rubio soltó un hondo suspiro antes de estirar y hacer crujir sus dedos, tenía mucho que contarle a aquella chica, quizá ella podría darle un buen consejo sobre lo que le estaba ocurriendo.

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Era sábado por la mañana cuando la madre de Matsuri, Ayako, había pedido la ayuda de sus vecinos para re pintar la reja de su casa, ya que se encontraba muy gastada, su esposo se encontraba trabajando y ella debía salir a realizar algunos trámites, por lo que Matsuri se iba a quedar sola con todo el trabajo. Kankuro y Temari no se encontraban en casa, ambos tenían asuntos que atender, así que cuando la mujer fue por asistencia, el único que estaba disponible era Gaara.

Matsuri apenas había podido dormir la noche anterior, pensando en muchas cosas, entre todo ello, preguntándose si realmente sentía algo más por Gaara que no fuera amistad, había aceptado que tal vez le gustaba, ¿pero no sería eso algo malo?

—Ah… —soltó un suspiro cuando sintió que se le retorcía el cerebro de tanto pensar. Estaba en el patio de su casa, sentada sobre el suelo, mientras preparaba la mezcla para la pintura, ya había hecho esto varias veces antes, pero junto a su padre.

—Matsuri, querida —la voz de su mamá le hizo alzar la mirada, a lo que sus mejillas enrojecieron totalmente al ver a Gaara junto a su progenitora, el cual le miraba tan serio y tranquilo como siempre—. Gaara-kun se quedará contigo y te ayudará, yo regresaré una vez que haya terminado mis asuntos —le dijo con una dulce sonrisa, dándose la vuelta para salir de la casa, pues ya estaba lista para irse.

Matsuri sintió que le temblaba el pulso, ¿significaba entonces que iba a pasar toda la tarde a solas con Gaara?

—H-hola, Gaara-kun, ¿y tus hermanos? —le preguntó, revolviendo nerviosamente la mezcla de pintura dentro del recipiente que tenía frente a ella.

Gaara, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, suspiró un poco cabreado.

—Ambos salieron, de haberlo sabido, habría salido también —respondió con desgana, notando como la chica bajaba la mirada, parecía que sus palabras la habían herido un poco, aunque esa no había sido para nada su intención.

—Puedes irte si quieres, lo haré yo sola, perdón por molestarte, Gaara-kun.

El pelirrojo frunció el entrecejo, era obvio que se le había pasado un poco la mano al insinuar que ayudarla le parecía un fastidio.

—Ya estoy aquí de todos modos, así que ayudaré.

Tomando la otra brocha que estaba sobre el suelo, encima de un par de periódicos, Gaara tomó un poco de pintura de la mezcla.

—Ya deja de agitarlo, lo echarás a perder —le dijo a Matsuri, la cual apenas se dio cuenta de que no había parado de revolver la mezcla de pintura desde que lo había visto a él aparecer. Gaara pasó la brocha sobre uno de los barrotes de la cerca de metal, la cual fue tomando poco a poco el color negro—. Mira, se ve bastante bien, pero está un poco espesa.

—Ah, lo siento —se disculpó apenada, poniéndose de pie para ir a ayudarlo a pintar, tenían por delante toda la cerca de la entrada, más la cerca de madera del patio de atrás, así que les tomaría bastante terminar.

Gaara la miró de reojo, ella evitaba verlo a toda costa y aquello comenzaba a molestarle.

—¿Te pasa algo? —le preguntó, visiblemente molesto, no le gustaba el hecho de que Matsuri le impidiera perderse en aquellos ojos negros que tanto le gustaban.

—No sucede nada, Gaara-kun, ¿por qué? —inquirió la castaña, aun sin atreverse a verlo.

—¿Por qué no me miras?

Matsuri se tensó, ¿realmente estaba siendo tan obvia? No era que lo estuviese haciendo a propósito, sólo que estaba tan nerviosa junto a él, ahora que había descubierto que le gustaba Gaara, no sabía cómo actuar, no sabía cómo comportarse para que sus sentimientos por él no se expusieran.

—No sé de qué hablas —respondió Matsuri, intentando continuar con su tarea de colorear los barrotes, pero el chico la sorprendió tomándola por la muñeca, obligándole a dejar de hacer el trabajo para que finalmente dirigiera su atención hacia él.

—Matsuri… —insistió, mirándola fijamente. En ese instante, sus miradas por fin se cruzaron la una con la otra, parecía como si una fuerza sobrenatural les obligara a verse, sin poder apartar sus ojos del contrario.

Gaara sintió que sus latidos se aceleraban como si tuviera taquicardia, ignorando que a la chica le sucedía exactamente lo mismo. De un momento a otro, ambos sintieron como si todo a su alrededor se hubiese esfumado, sólo quedaban ellos dos ahí, sólo ellos dos en todo el mundo. El pelirrojo sintió la urgencia de desaparecer la distancia que había entre ambos, acercándose lentamente al rostro de Matsuri; era ahora o nunca, iba a besarla.

Ambos cerraron sus ojos al tiempo que sólo escasos centímetros separaban sus labios, pero Matsuri estaba tan nerviosa, sentía que se le quebrarían las piernas, así que antepuso la brocha con pintura negra entre ella y Gaara, mancándole la nariz, cuando él abrió los ojos, tras sentir el húmedo toque de la pintura, se alejó con el ceño fruncido.

—Oye —se quejó—. Me manchaste.

La chica abrió los ojos y notó que había pintado la nariz de Gaara, haciendo que se viera muy gracioso, así que comenzó a reírse sin poder detenerse, enfureciéndolo.

Gaara tomó la brocha con la que había estado pintando, la cual había dejado caer antes, cuando intentaba acercarse a Matsuri y, con ella, le hizo una pintada negra en la cara.

—¡Ja! ¿Quién ríe ahora?

—¡Gaara-kun! —exclamó la chica, abultando las mejillas enojada, pero al cabo de unos segundos, ambos comenzaron a reírse al darse cuenta de lo infantiles que eran, tal y como había sucedido durante los preparativos para la obra escolar.

Estuvieron un rato más riéndose, luego siguieron trabajando. Una hora después, decidieron tomarse un hiato para poder asearse y comer algo, sentados sobre el pasto del patio de la casa de Matsuri, ambos disfrutaban de unos deliciosos onigiris.

—Gracias por venir hoy a ayudarme, Gaara-kun, aunque te haya molestado —habló ella, mirándole con una sonrisa, pero Gaara no le devolvió la misma, sino que le miró con el ceño fruncido.

—Mi ayuda no es gratis, ¿sabes? —los ojos de Matsuri le observaron con curiosidad, agradecía que el ambiente tenso finalmente se había esfumado.

—¿Entonces me vas a cobrar? —la castaña frunció sus labios en uno de sus típicos pucheros—. Eres realmente malo, Gaara-kun. Pero no tengo nada de dinero —aseguró, cruzándose de brazos, mientras le hacía un desprecio a su compañero y amigo.

Gaara continuó mirándola fijamente, dibujando una media sonrisa en sus labios al verla comportarse como una niña de nuevo, le gustaba tanto.

—No voy a pedirte dinero —aseguró.

—¿No? —ella volteó a verle, ligeramente interesada, pero aún de brazos cruzados.

Gaara hizo una pequeña pausa, sin dejar de ver a la joven de ese modo tan directo, el cual parecía que quería atravesar su cuerpo.

—Matsuri… —habló finalmente, sintiendo como el viento de la tarde mecía su cabello y también el de la castaña—. Sal conmigo —dijo al fin.

—¿Eh? —fue todo lo que Matsuri pudo decir, parpadeando confusa.

¿Qué acababa de suceder? ¿A qué se refería con que saliera con él?

Continuará…