—¿S-salir contigo? —le preguntó la chica, sorprendida y nerviosa. No estaba entendiendo del todo la propuesta de Gaara, no estaba segura si acaso él le estaba proponiendo algo que iba más allá de su amistad.
Gaara, quién no dejaba de mirarla, finalmente desvió su vista hacia su costado, también nervioso, aunque a él ni siquiera se le notaba.
—Sí, ya sabes a qué me refiero, salir, ir a hacer algo… como amigos, obviamente —aclaró el pelirrojo, aclaración que logró tranquilizar a Matsuri.
Ella bajó la mirada, sintiéndose un poco tonta, ¿qué se supone que había esperado que pasara? ¿Acaso en serio creía que un chico como Gaara iba a fijarse en ella? Estaba decepcionada, sí, pero era algo tan evidente que no podía quejarse, Sabaku No Gaara era apuesto y popular, lo normal sería que pusiera sus ojos en una chica de su categoría, como Ino, a ella sólo podía verla como su amiga.
—¿Y bien? —insistió Gaara, frunciendo levemente el ceño, al mismo tiempo que sus ojos volvían a fijarse en la figura de la chica. Simplemente no podía dejar de desear acercarse más a ella, quería abrazarla, se moría por besarla, por decirle todo lo que sentía, pero no quería hacer el ridículo, por eso pensó que lo mejor sería intentar avanzar poco a poco, que Matsuri dejara de verlo como un amigo y comenzara a verlo como un hombre.
—Ah, sí… —asintió la castaña con la cabeza—. Claro, Gaara-kun, podemos salir cuando tú quieras —le respondió con una dulce sonrisa, una de esas que aceleraban el corazón de él sin que ella fuese consciente de ello.
—Entonces mañana —dijo el chico—. Vamos al cine, luego podrías ayudarme con mis líneas para la estúpida obra escolar.
Matsuri dejó escapar una pequeña risita, asintiendo con la cabeza, al tiempo que miraba a Gaara con admiración.
—Aunque no quieras hacerlo, creo que el papel del príncipe te va muy bien, Gaara-kun, realmente lo harás genial, yo te ayudaré en todo lo que pueda.
Gaara tan sólo asintió con la cabeza, adoraba pasar tiempo junto a Matsuri y el pedirle que le ayudara a ensayar había sido una idea brillante.
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Si no fuera porque debía fingir una sonrisa y actuar como una dama, Temari estaba segura de que en estos momentos estaría volviéndose una asesina cruel y despiadada. Estaba frente a la casa de Shikamaru Nara, su novio, estaba a punto de conocer a sus padres y no podía estar más furiosa al respecto. No lograba comprender los motivos del Nara, pero tampoco le importaban, sólo quería matarlo en medio de una lenta y tortuosa agonía.
—Hey —le dijo Shikamaru al salir a recibirla, ella había tocado el timbre hace sólo unos momentos. Se sorprendió un poco al verlo sin el uniforme de la escuela, vestido de modo casual, claro, aunque se veía bastante bien. Temari no había podido evitar pensar que Shikamaru era apuesto, aunque eso le doliera en lo más profundo de su herido orgullo.
—Hola —dijo la furiosa rubia—. Acabemos con esto de una vez —antes de que él la invitase a pasar, ella misma ingresó a la casa, por lo cual, el joven sólo chasqueó la lengua.
—Problemática —murmuró.
Cuando Temari estuvo dentro de la casa de Shikamaru, pudo notar que ésta era sumamente hermosa, tenía un estilo oriental muy marcado, con tatamis en el piso y aquellas típicas puertas corredizas, se sorprendió un poco y debía admitir que el lugar era acogedor a simple vista.
Los padres de Shikamaru estaban ambos sentados a la mesa, la cual era baja, casi pegada al suelo, ellos se sentaban sobre pequeños cojines, mientras bebían un té.
—Papá, mamá, les presento a Sabaku No Temari —dijo Shikamaru, su expresión habitual de fastidio había sido reemplazada por una diferente, parecía un poco más calmado, sereno, relajado—. Ella es mi novia.
La madre del chico, una mujer delgada, alta y de cabello castaño, se levantó con una enorme sonrisa en los labios.
—¡Ah, así que tú eres la novia de nuestro hijo! —exclamó felizmente, acercándose a la rubia para tomarla de las manos—. Estoy realmente feliz de conocerte, Temari-chan, no sabes cuánto he esperado para que Shikamaru trajera a una novia a la casa, ya comenzábamos a pensar que se quedaría solo para siempre.
Una gotita apareció en la frente de Temari a medida que aquella mujer hablaba y hablaba, con bastante rapidez, Shikamaru, por su parte, sólo suspiró.
—Mamá, ¿podrías no decir cosas innecesarias?
El padre de Shikamaru también se acercó a la pareja, mirando a su hijo con una sonrisa; ambos eran curiosamente muy parecidos.
—Me alegra que finalmente la trajeras a casa, Shikamaru —dijo el hombre, dirigiéndose luego a Temari—. Por favor, pasa, cuéntanos de ti.
Temari tan sólo asintió con la cabeza, no imaginaba que los padres de Shikamaru fuesen personas tan agradables, no podía entender cómo era que su hijo había salido tan distinto a ellos.
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Neji Hyûga se encontraba en casa practicando artes marciales, la familia Hyûga no sólo era famosa por sus negocios, sino también porque todos los miembros de la misma practicaban el arte del puño suave, una técnica de defensa personal heredada de generación en generación entre los miembros de la familia, los cuales eran muchos.
Mientras el castaño movía sus manos y pies, repartiendo golpes con las palmas de sus manos a un enemigo imaginario, las palabras que hace unos días le había dicho Tenten, no dejaban de darle vueltas en la cabeza.
Sabía que era frío y distante con ella, que muchas veces la ignoraba a propósito y que a veces la trataba como si no existiera, pero todo eso no implicaba que no la quisiera, realmente la quería, simplemente se sentía culpable por algo que había hecho, algo de lo cual se arrepentía y no sabía cómo decírselo a ella.
Cuando uno de sus pies dio un mal paso, cayó al suelo, sudando y con la respiración agitada, le dio un puñetazo al piso de la sala de entrenamiento, furioso.
—Maldita sea —murmuró. Por más que lo intentaba, no podía quitarse de la mente la imagen de los ojos tristes de Tenten; quería verla, quería explicarle todo, pero no se atrevía a ello.
Soltando un hondo y sentido suspiro, se recostó en el piso, mirando hacia el techo, necesitaba calmarse, no podía practicar a gusto con la mente perturbada.
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Eran cerca de las tres de la tarde cuando Ino salía de una tienda, con las manos cargadas de bolsas de compras, amaba comprar, no había otra cosa en el mundo que le causara una mayor satisfacción que esa.
—¿En dónde se ha metido el chofer? Debería estar aquí llevando mis bolsas —se dijo a sí misma, un poco fastidiada, fue entonces que recordó que lo había mandado cargado de cajas y más bolsas al auto hace sólo un rato, seguro que volvería pronto.
Comenzó a caminar a través de las tiendas, haciendo sonar sus enormes tacones morados mientras daba cada uno de sus pasos. Los chicos volteaban a verla y ella sonreía, siempre tan segura de sí misma. Todavía no entendía cómo era posible que, siendo tan hermosa y fantástica, Gaara prefiriera estar con Matsuri que con ella.
Mientras pasaba por fuera de una tienda deportiva, Ino vio de reojo una cara conocida, así que se paró en seco y volteó a ver si no se había equivocado. Frente a sus ojos estaba nada más y nada menos que Sai, el chico artista, aquel que ella no soportaba, pero que necesitaba unir desesperadamente con su prima, para que ésta le dejara el camino libre con Gaara.
Sai estaba pagando algo que llevaba dentro de una bolsa, Ino no sabía lo que era, pero le causaba bastante curiosidad. Él todavía no la había visto, así que cuando éste fue a salir de la tienda, Ino corrió a esconderse detrás de un pilar. No sabía por qué, pero le llamaba bastante la atención saber hacia dónde se dirigía él. Miró de reojo su mano, se dio cuenta de que seguía vendado, todavía estaba lastimado por su culpa, ¿qué se suponía que hacía saliendo de una tienda deportiva alguien que estaba lastimado?
Muy cuidadosamente, comenzó a caminar detrás de él. Sai parecía ser del tipo de persona que ignoraban totalmente su entorno, ni siquiera los ruidosos tacones de Ino le llamaban un poco de atención. Saliendo del centro comercial, el chofer se Ino se le acercó, deteniéndola.
—Señorita Yamanaka, ¿a dónde va? —le preguntó el hombre, a lo que ella le pasó todas sus bolsas y le miró con el ceño fruncido.
—Llévate esto y vete a casa, no me sigas —le ordenó, buscando a Sai con la mirada. Apenas lo encontró, volvió a seguirle; tenía que averiguar hacia dónde se dirigía y qué iba a hacer, quizá encontrara información útil de él.
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En el parque había muchos niños corriendo y jugando por todos lados, era normal verlos durante los fines de semana, ya que era cuando más tiempo tenían. En medio de ello, se encontraba Tenten sentada en un banco, mirando hacia el cielo mientras pensaba nuevamente en su -ahora- ex novio, Neji Hyûga. Desde que ella había terminado su relación, él ni siquiera la buscó una sola vez, era obvio que a Neji no le interesaba mucho saber de ella, pero Tenten no podía evitar sentirse un poco tonta al, internamente, desear que el chico, aunque sea, intentara arreglar las cosas con ella.
—He vuelto —escuchó una voz masculina y, al bajar la mirada, vio que frente a sus ojos había un cono de helado de tres sabores, esperando ser recibido por ella—. Espero que te guste, no sabía cuál elegir, así que pedí uno triple.
Cuando Tenten levantó la mirada para ver a quién le hablaba, no pudo evitar sonreírle a Kankuro. El hermano menor de su compañera y amiga Temari, él era sumamente dulce con ella, lo había sido desde la fiesta de Sakura, en donde la encontró llorando. Llevaban poco tiempo de conocerse y no podía creer cuán bien se llevaban.
—Muchas gracias —dijo la castaña, recibiendo el helado para darle una pequeña probada—. Ah, sabe delicioso, en serio —exclamó con emoción.
Kankuro sonrió ampliamente, sentándose a su lado para también saborear el helado que había comprado para él. No solía dársele bien salir con las chicas, a pesar de haber tenido muchas aventuras, por así decirlo, pero debía admitir que le pasaban cosas con Tenten, desde el día uno no había dejado de pensar en ella, en sus hermosos ojos, en su sonrisa dulce. Era difícil admitirlo, pero ella le causaba una sensación de querer protegerla.
Le gustaba Tenten Ama.
—¿Te pasa algo? —le preguntó la chica, mirándole confusa al notar que él no apartaba sus ojos de ella. El rostro de Kankuro se puso totalmente rojo, ni siquiera se había dado cuenta de que no la dejaba de mirar; estaba avergonzado.
—N-no es nada —aseguró el chico, virando su rostro en la dirección contraria.
Tenten simplemente sonrió, le gustaba pasar tiempo junto a Kankuro Sabaku No, cuando estaba con él, no solía pensar en las cosas que la ponían triste.
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Hinata estaba de pie afuera del parque de diversiones, mientras miraba hacia el piso, parecía un poco avergonzada, sosteniendo su pequeña mochila con forma de conejito rosa entre sus manos, sabía que era demasiado infantil, pero no creía que a su cita le fuese a importar. Hoy saldría con Kiba, su compañero de clases. Habían sido muchas las veces en las que el castaño la había invitado a tener una cita con él, pero Hinata siempre lo rechazaba, sabía perfectamente que ella le gustaba a su amigo, mas ella sólo tenía ojos para Naruto Uzumaki. Esta vez, había decidido aceptar, sin embargo, debido a que se sentía tonta luego de haber visto a Naruto besarse con aquella rubia.
—¡Hinata! —escuchó la voz del Inuzuka, la cual le hizo levantar la mirada. Lo vio corriendo hacia ella, respirando agitado apenas llegó a su lado—. Lamento mucho la demora, Akamaru se sentía un poco enfermo, así que me preocupé —le comentaba, excusándose, pues estaba llegando al menos veinte minutos tarde. Después de todo lo que le había insistido a Hinata para salir con él, no podía creer que hubiese llegado tarde en su primera cita.
La ojiperla le sonrió, una sonrisa dulce y pura, que provocó que el corazón de Kiba se agitara y que sus mejillas se colorearan.
—No te preocupes, Kiba-kun —dijo la chica—. ¿Akamaru está bien?
Él asintió con la cabeza, simplemente encantado con la hermosa expresión en el rostro de la ojiperla. Hinata era ese tipo de chica que, sin importar lo que hiciera, tenía un aura tan dulce y elegante a la vez, que podía volver loco a cualquier chico que ella quisiera.
—Lo está —aseguró el castaño—. Pero bueno, ¿entramos ya? Quiero que recorramos lo que más podamos antes de que nuestro tiempo se acabe.
—Vamos, Kiba-kun —le respondió Hinata, asintiendo levemente con la cabeza.
Ambos ingresaron al parque de diversiones, planeaban pasar un gran día entre juegos, atracciones y alguna otra cosa, pero, aunque Hinata parecía feliz, muy dentro de ella no podía dejar de pensar en que le hubiese gustado mucho compartir aquella cita con Naruto, su primera cita.
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En la ciudad había muchas canchas comunitarias para los jóvenes que no tenían la posibilidad de practicar algún deporte en la escuela o en otros lugares. Había canchas de fútbol, de tenis y, claro de baloncesto. Naruto, a diferencia de muchos de sus compañeros de clases, no era un chico con demasiado dinero. Él vivía solo, lo hacía desde hace cuatro años, luego del fatal accidente que le había arrebatado la vida a sus padres, cuando solamente tenía trece años. Había quedado bajo el cuidado de su padrino, un famoso novelista que viajaba muchísimo, pero siempre que podía pasaba el tiempo con él. Para Naruto, aquel incidente había sido devastador, sentía que él también había muerto, pero poco a poco había logrado recuperar sus ganas de vivir, su alegría y energía, la sonrisa que iluminaba todo y a todos. Todos los fines de semana iba a practicar a solas a las canchas comunitarias, era un modo de quitarse el estrés para él, al principio, por lo sucedido con sus padres, luego se convirtió en una terapia habitual.
El balón rebotó contra el aro, cayendo al suelo mientras daba botes cada vez más pequeños. El rubio estaba cansado, estaba sudando mucho y apenas podía respirar, siempre ponía demasiado esfuerzo en las cosas que le apasionaban, sobre todo si estaba frustrado; hoy estaba especialmente frustrado.
—Rayos… —murmuró, frunciendo el ceño y chasqueando los dientes.
Desde que se había dado por enterado de que a su amigo Kiba le gustaba Hinata, Naruto no había logrado sentirse tranquilo. Apenas y se estaba dando cuenta de que sentía cosas por la Hyûga, cosas que no había sentido antes por nadie, pero entonces estaba Kiba, sintiéndose atraído por la misma mujer. No podía entender si acaso era su destino el que siempre se fijara en las mismas chicas que sus amigos o algo por el estilo, tenía que ser una mala broma, seguramente.
Se quitó el sudor de la frente con el dorso de la mano, para luego acercarse a recoger la bola, pero antes de que sus manos la tocaran, unas manos más pequeñas levantaron la misma. Naruto alzó la mirada y sus ojos azules se posaron sobre la figura de una chica preciosa, con larga y sedosa cabellera dorada y ojos de color violáceo, cuya sonrisa iba dedicada solamente a él.
—Hola, Naruto —le saludó la joven, sin apartar sus ojos del más alto.
Naruto recordó brevemente el momento en que esa chica le había entregado una carta de amor y luego lo había besado, así que no pudo evitar que sus mejillas se pusieran rojas.
—S-Shion, hola, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó, sobándose la nuca con una de sus manos, no podía evitar ponerse nervioso frente a la chica que lo había besado.
Shion le volvió a dedicar una sonrisa, pero ahora con sus ojos cerrados.
—Vivo por aquí cerca —explicó ella, mientras abría nuevamente los ojos para poder ver al rubio, ese chico que le gustaba tanto—. Siempre te veo practicar aquí, pero me daba un poco de pena acercarme… —confesó, desviando la mirada hacia el suelo, al tiempo que sus mejillas adquirían un dulce tono carmesí.
—Ah…
Naruto no sabía qué decirle, estaba tan nervioso que ya hasta se le había olvidado lo que estaba haciendo ahí. Había conocido a Shion hace un par de semanas atrás, ella iba en el salón de al lado, pero era una chica tímida que casi nunca se acercaba a otros, a pesar de ser sumamente hermosa y popular entre los chicos. Una tarde, cuando el rubio se dirigía a casa, vio como unos chicos mayores la estaban molestando e intentaron propasarse con ella, así que no dudó en defenderla y darle una paliza a esos idiotas, desde ese momento, Shion se había enamorado de él.
—¿Quieres ir a beber algo? —preguntó la rubia, a lo que Naruto le miró con cierta sorpresa, para después asentir, esbozando una enorme sonrisa.
Quizás lo mejor que podía hacer era olvidarse del gusto que tenía por Hinata y fijarse mucho más en Shion, que era una chica que no lo metería en ningún dilema moral con nadie.
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Algo que en serio detestaba Ino Yamanaka, era tener que caminar largas distancias con sus zapatos de tacón puestos. Maldecía la hora en que se le había ocurrido perseguir a ese idiota de Sai, porque parecía que ese tipo no conocía lo que era la prudencia a la hora de recorrer una larga distancia tan sólo usando las piernas, en serio le había hecho caminar un montón, incluso había tenido que coger el tren, aquello sí que le había tomado por sorpresa, pero había sobrevivido como toda una mujer fuerte.
En realidad, no sabía por qué estaba siguiendo a Sai, sólo podía decirse a sí misma que su objetivo era averiguar más de él, a modo de poder unirlo a su prima y que ésta le dejara el camino libre con Gaara.
—¿Qué es esto? —se preguntó la rubia cuando lo vio entrar a una enorme casa de aspecto antiguo, era realmente grande, parecía una mansión. Ino se acercó un poco más, notando el letrero que decía "Hogar de menores Konoha". No pudo evitar sorprenderse un poco, ¿qué era lo que hacía Sai en un hogar para menores?
Realmente no le gustaban ese tipo de lugares, pero no podía rendirse ahora que ya estaba ahí, tenía que averiguar qué estaba haciendo Sai en ese hogar, así que no perdió más tiempo e ingresó. No había nadie cuidando la entrada, parecía que la seguridad de ese lugar era realmente baja, o hasta nula. Miró en todas direcciones y entonces divisó al pelinegro, que parecía dirigirse hacia el patio trasero de la mansión.
Sai caminó un poco, hasta que llegó al lugar en donde todos los niños estaban jugando, siendo cuidados por dos mujeres que llevaban hábitos religiosos. Al verle llegar, alrededor de veinte niños corrieron hacia él, saludándole alegremente con el apodo de "hermano mayor". Ino decidió esconderse detrás de un pilar, observando todo lo que pasaba frente a sus ojos.
—¡Hermano mayor! Ya ha pasado un tiempo desde que nos viniste a ver —dijo uno de los niños, emocionado al tener al pelinegro de visita—. ¿No has traído algún regalo?
Sai asintió con la cabeza, mientras sonreía, pero era una sonrisa muy diferente a todas aquellas que siempre mostraba, era una sonrisa sincera y bondadosa, una de verdad.
—Les he traído una pelota de fútbol —con cuidado, Sai sacó el regalo que llevaba en una bolsa, el que había adquirido en el centro comercial, todavía llevaba su mano enyesada, así que no podía moverla mucho, pero al menos la izquierda funcionaba bien.
—¿Qué le pasó a tu mano? —le preguntó una niña, inflando graciosamente los mofletes—. Yo quería que me hicieras un dibujo.
Sai se agachó para poder quedar a su altura, luego de haberle entregado el balón a los otros niños, apoyando su mano sana sobre la cabeza de la niña para mostrarle nuevamente su sonrisa sincera.
—Prometo que la próxima vez te haré un dibujo tan bonito como tú, Hikaru-chan —la niña se sonrojó como un tomate con aquella sonrisa tan bonita, asintiendo inmediatamente con la cabeza. Por su parte, Ino estaba igual que ella, su pecho se sentía apretado y sus mejillas ardían, todo había sucedido mientras observaba lo apuesto y dulce que lucía ese chico cuando mostraba esa sonrisa, una que nunca había visto la rubia.
Tenía que admitir que Sai era alguien sumamente misterioso y, que quizás, no era tan fastidioso o extraño como había pensado en un inicio.
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Ya había caído la noche, Matsuri se había dado un baño tibio y se había puesto la pijama para irse ya a dormir, pero una llamada por WhatsApp la distrajo de su meta. Se trataba del grupo que tenía junto con Sakura y Hinata, Sari no estaba en él, porque decía que era algo infantil, lo mismo con Ino. La castaña contestó, se sorprendió de descubrir que ambas chicas ya estaban conectadas.
—¡Matsuri! —la voz de Sakura la tomó un poco por sorpresa, haciéndole pegar un pequeño salto sobre su cama—. Adivina quién tuvo una cita hoy y no nos dijo absolutamente nada, la muy ingrata.
—¡No soy una ingrata, Sakura-chan! —se le oyó quejarse a Hinata, por lo que Matsuri se empezó a reír, sentándose sobre su cama.
—Lo eres, se supone que todas debemos contarnos cuando saldremos con un chico o tengamos un novio, ustedes dos no me pueden traicionar —decía la peli rosa, quién fingía estar ofendida, aunque en realidad, se sentía feliz por Hinata y el hecho de que al fin estuviera viendo a otros chicos que no fuesen Naruto Uzumaki—. Tú también, Matsuri, no te atrevas a ir a una cita sin decirnos.
—P-pero yo no… —justo cuando ella iba a negar lo de tener cualquier cosa parecida a una cita, la imagen de cierto pelirrojo se le vino a la mente, haciendo que se sonrojara y que su estómago se apretara, como si mil mariposas le revolotearan dentro—. Ah, es verdad, tengo que contarles algo.
—¿Qué es? —la que preguntó había sido Hinata.
Matsuri sentía su cara cada vez más caliente, estaba segura de que estaba rojísima.
—Y-yo saldré mañana… con un chico —confesó.
—¡¿Quéeeee?!
El estridente grito de sus dos amigas le hizo cubrirse los oídos, dejando caer el teléfono sobre la cama, aunque no le preocupaba, ya que tenía puesto el altavoz.
—¿Quién es? ¡Cuéntanos todo! —exigía una emocionada Sakura, mientras los "sí" de Hinata se oían de fondo, incluso si era una chica tímida, la curiosidad que sentía le estaba matando.
La castaña miró hacia el balcón un momento, recordando los pequeños encuentros que, de vez en cuando, tenía ahí con su querido amigo, con el chico que le gustaba. Sonrió al volver a darse cuenta de ello, ya no lo podía negar más, aunque quisiera hacerlo era inútil, ella estaba completamente bajo el hechizo de aquel pelirrojo.
—S-solamente será una salida de amigos, pero… —una sonrisa se dibujó en sus labios al pensar nuevamente en él—. Creo que realmente me gusta mucho, no puedo evitarlo.
—Es Gaara-san, ¿no es verdad? —habló Hinata.
—¿Eh?
—Obviamente se trata de él, Hinata, ¿quién podría ser sino? —dijo Sakura entre risas.
—¡¿Eh?! —exclamó Matsuri, estaba sorprendida por el hecho de que sus amigas lo supieran, aun cuando ella no había dicho siquiera su nombre o había dado alguna seña—. ¿Cómo es que lo saben? —preguntó abochornada.
Se escuchó una carcajada por parte de la peli rosa.
—Por favor, Matsuri, es demasiado obvio.
Después de un rato de estar hablando con las chicas, Matsuri terminó la conversación para irse a dormir, estaba demasiado ansiosa porque llegara el día siguiente, porque iba a salir con su querido Gaara y no podía esperar, aún si eso la llenaba de nervios. De un momento a otro, se agachó en el piso y sacó algo de debajo de su cama, un pequeño cofre de madera muy bonito. Al abrirlo, había dos cosas dentro, una de ellas era una muñequera igual a la que tenía Gaara, la muñequera que Matsuri le había hecho cuando cumplió diez años, como regalo de amistad. Ella misma había bordado las dos a mano, pinchándose incontables veces con la aguja. El segundo objeto era una fotografía, la única foto que tenía de ella y Gaara cuando eran niños.
Sonrió al ver la foto, abrazando la misma, mientras pensaba ilusionada en el pelirrojo, en lo mucho que él le gustaba y que, incluso si él nunca le hacía caso, nada ni nadie podría borrar lo feliz que le hacía tener aquellos sentimientos por él.
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Temari había pasado casi todo el día en casa de su "novio" Shikamaru, no podía decir que lo había pasado mal, pues no era así, los padres de él eran muy agradables y simpáticos, pero ella no podía dejar de estar molesta por todo, porque se sentía estúpida teniendo que pasar tiempo con ese chico, cuando habría sido mucho mejor pasarlo al lado de Itachi. Ella sólo quería estar junto a su profesor tranquilamente, ¿acaso aquello era algo tan malo?
—Maldición —murmuró, soltando un hondo suspiro, mientras se dejaba caer sobre su cama, estaba muy cansada y sólo quería dormir, pero unos golpes a su puerta la distrajeron.
—Temari, cariño —escuchó la voz de su madre, la cual ingresó a su cuarto trayendo entre sus manos un plato de pastel—. Ten, esto nos lo dio la vecina como agradecimiento por la ayuda de Gaara, te traje un poco.
—Oh, mamá, gracias —Temari se sentó sobre la cama, recibiendo entre sus manos el plato de pastel—. ¿Gaara le ayudó a la vecina? Eso es muy inesperado, sabemos cómo es mi hermano, me sorprende.
Karura mostró una enorme sonrisa, mientras se sentaba junto a su hija mayor.
—Gaara está comenzando a cambiar, desde que se enamoró de Matsuri-chan, él ha estado mucho más alegre y activo, ya no piensa tanto en el accidente.
Temari abrió ligeramente sus ojos al escuchar las palabras de su madre.
—¿Cómo sabes que es Matsuri? —preguntó, refiriéndose a la chica de la cual su hermano menor había dicho gustar la otra vez—. Es decir, sí es Matsuri, pero ¿cómo es que tú sabes eso, mamá?
—Ustedes son mis hijos, es normal que los conozca tan bien —le respondió la hermosa mujer, quién en ese instante le tomó de las manos y le miró—. Así que también sé que últimamente has estado frustrada, Temari, ¿no quieres contarme qué sucede? ¿A dónde fuiste hoy?
Temari bajó la mirada, no quería mentirle a su madre, ella la adoraba, se le hacía impensable el tener que ocultarle las cosas, pero no podía contarle su situación bajo ninguna circunstancia, ni lo de Itachi, ni lo de Shikamaru, estaba segura de que eso no le gustaría.
—Yo… —meditó por unos segundos sus palabras, la única forma de salir del paso era adornar un poco la verdad—. Tengo novio, mamá, hoy estuve con él.
—¡Eso es muy bueno! —exclamó su madre, bastante alegre y complacida con la respuesta, sabía que su hija Temari era una chica muy valiosa e inteligente y estaba bastante convencida de que, si le gustaba alguien, esa persona debía ser grandiosa—. La próxima vez deberías traerlo para conocerlo, ¿sí?
La rubia simplemente asintió con la cabeza, no había modo de que trajera a casa a Itachi, pero quizás podría aprovecharse del idiota de Shikamaru una vez al menos, después de todo lo que él le había hecho, se lo merecía.
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El Domingo había llegado y tanto Gaara como Matsuri se sentían nerviosos aquella mañana, mientras miraban la cartelera del cine, buscando una película para ver juntos. Eran cerca de las diez, planeaban ver algo y luego ir a comer, para finalmente practicar las líneas del pelirrojo para la obra, todo un panorama de la cita perfecta, sólo que ambos decidieron fingir que esto no era una cita, sino una salida de amigos.
—Gaara-kun, ¿qué te parece esta? —le preguntó la chica, apuntando hacia uno de los más nuevos estrenos, una película de acción bastante interesante, Gaara pensó que era una buena elección, así que asintió con la cabeza.
—Me alegra que no escogieras algo de romance —comentó divertido, pues era lo que esperaba de una chica como ella, aunque Matsuri siempre terminaba sorprendiéndolo con algo que él no se esperaba y era precisamente por eso que le gustaba tanto.
—E-eso no sería apropiado —le contestó la castaña, con las mejillas levemente sonrojadas.
Gaara no dijo nada, simplemente se dirigió a la taquilla para comprar los dos boletos y luego regresó a donde ella le estaba esperando, enseñándoselos.
—¿Quieres palomitas? —preguntó, a lo que su acompañante asintió gustosa.
—Pero yo pago, Gaara-kun, tú ya pagaste los boletos —le respondió, frunciendo levemente los labios. Gaara no se explicaba cómo es que esa chica podía portarse de ese modo, viéndose tan adorable, tan sólo para provocarlo como lo hacía, le daban tantas ganas de besarla cuando hacía eso, era cada vez más difícil controlar sus impulsos.
Desvió la mirada y negó con la cabeza.
—No, yo invité, yo pago —no dejó que ella le respondiera antes de ir también por las palomitas.
Matsuri no quería sentir que estaba teniendo una cita, ella nunca había salido con un chico, jamás había experimentado lo que era ser agasajada, consentida por alguien más en una salida, por eso estaba nerviosa junto a Gaara, porque mientras más bueno era con ella, inevitablemente hacía crecer sus sentimientos por él y eso la asustaba mucho, muchísimo.
Después de haber pagado las palomitas, Gaara regresó a su lado y le indicó con un gesto de cabeza que ya debían entrar, la película estaba a nada de comenzar, demás, quizás de ese modo, podría calmarse un poco y dejar de lado la tontería de querer besarla.
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Finalmente, después de muchos días, los padres de Sakura le habían levantado el castigo y la dejaron salir a reunirse con su novio. Le habían advertido que querían hablar con Sasuke, pero a ella le daba vergüenza someterlo al interrogatorio de sus padres, así que no se atrevía a decírselo. Los dos se encontraban en el parque, bebiendo un helado, mientras se sentaban bajo la gran sombra de un árbol, sobre el pasto verde.
—S-Sasuke-kun —le llamó la chica, intentando comenzar una conversación casual, pero estaba demasiado tensa, él podía notarlo, así que soltó un suspiro.
—Sakura, cálmate —le dijo con el ceño fruncido, no podía entender por qué las cosas se habían vuelto tan incómodas entre ellos desde lo sucedido en su fiesta de cumpleaños, Sasuke estaba frustrado, había querido acercarse a Sakura con normalidad, pero ella parecía asustada de él y aquello comenzaba a desesperarlo.
—Estoy calmada —le respondió la peli rosa, sonriendo, pero la mirada de él le borró la sonrisa.
—Escucha —Sasuke tomó la palabra—. Sé que lo que pasó en tu casa fue incómodo, lo entiendo, pero no quiero que sigamos así —mientras ella bajaba la mirada, él la sostenía con convicción—. ¿Estás asustada de mí? ¿Crees que voy a hacerte algo malo? ¿Es eso?
Los ojos de la chica se abrieron levemente por la sorpresa ante los cuestionamientos de su novio, no podía creer que le hubiese hecho sentir de esa manera.
—¡No! —exclamó, apresurada—. Sasuke-kun, claro que no, ¿qué dices? —con la mano que no estaba sosteniendo su helado, tomó una de las manos del azabache—. Yo te amo, Sasuke-kun, no imaginas lo feliz que me hace ser tu novia, soy tan dichosa de poder tenerte a mi lado, te lo aseguro, jamás tendría miedo de ti.
Sasuke, quién seguía viéndole fijamente, apretó el agarre de sus manos.
—¿Entonces qué está mal?
Las mejillas de la chica se colorearon de modo adorable, o al menos así era para Sasuke. A veces no entendía cómo es que algo tan insignificante podía hacer que su corazón se agitara como si hubiera un terremoto en su interior.
—¿Te acuerdas hace unos días, cuando me preguntaste qué hubiera pasado si mis padres no llegaban? —el Uchiha asintió con la cabeza, mientras notaba que Sakura se ponía aún más roja que antes—. Bueno… pues yo… yo pensaba entregarme a ti, Sasuke-kun… —él estaba a punto de hablar, pero la chica continuó—. Eso hubiese sido un gran error, por eso me siento muy avergonzada, soy una chica muy irresponsable.
Sus palabras causaron cierto dolor en el casi siempre indolente Sasuke Uchiha, nunca pensó que Sakura diría que estar con él podía resultar en un error, quizá estaba demasiado acostumbrado a que ella siempre le demostrara sus sentimientos, desde que eran pequeños así había sido. Sakura se le declaró por primera vez cuando tenían ocho años, pero él la rechazó rotundamente; aún así la chica no se rindió y, finalmente, cuando ambos tenían quince, Sasuke decidió aceptarla, después de todas las veces que Sakura le demostró que sus sentimientos eran sinceros y leales, él simplemente había terminado por caer en ellos.
—No entiendo… —dijo, bajando finalmente la mirada, pues no sabía qué más decir.
—Sasuke-kun —la peli rosa se acercó un poco más a él, hasta que le abrazó, descansando su cabeza sobre el pecho de su novio—. Ni siquiera teníamos protección a la mano, ambos somos jóvenes, ¿te imaginas qué pasaría si me quedara embarazada? —la mención de aquello le avergonzó un poco, pero continuó con su discurso—. Lo que quiero decir es que debemos ser más conscientes, tener más cuidado y hacer las cosas bien.
El azabache estaba callado, sorprendido, no podía creer que su novia fuese una chica tan madura, él no había pensado en esas cosas ni una sola vez, sólo había imaginado estupideces, en su orgullo herido y en el supuesto rechazo de ella. Debía admitir que todo era cierto, que estaba actuando sin pensar, que debía ser más cuidadoso. Estrechó a Sakura con fuerza, estaba feliz de tenerla a su lado, no había duda alguna de por qué la escogió.
—Tienes razón, perdóname —le dijo—. Yo jamás pensé en las consecuencias, soy un idiota, Sakura.
La peli rosa se separó un poco de él, de ese modo podía verlo a los ojos.
—No lo eres, Sasuke-kun —negó con la cabeza—. Yo entiendo completamente lo que sientes porque yo… yo siento lo mismo… —se mordió ligeramente el labio inferior, era difícil decir las cosas sin ponerse nerviosa—. Sólo quiero que tomemos las medidas adecuadas, ¿está bien?
—Está bien —respondió Sasuke, esbozando una leve sonrisa, acercándose a los labios de Sakura para besarla. Le encantaba el hecho de poder crecer junto a ella en todos los aspectos.
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Tenten había salido a comprar algunos materiales para un trabajo práctico que le faltaba terminar, había tenido otras cosas que hacer, pero no le faltaba mucho y no era algo difícil, estaba segura de que iba a terminar rápido. Llevaba las cosas en una bolsa pequeña, satisfecha de que no le hubiese salido nada caro. Cuando caminó hacia la puerta, se detuvo en seco al ver que Neji estaba entrando.
Ambos asistían al mismo año, pero no iban en el mismo salón, Neji era de la clase A y ella de la C. Se habían conocido en primer año, gracias a un amigo en común, quién se encontraba hospitalizado después de sufrir un accidente a principios del año. Tenten siempre había sentido atracción hacia Neji, desde el primer instante en que le vio, supo que le gustaba, por eso estaba tan feliz cuando él le pidió salir. Se había enamorado de él como una estúpida y sin darse cuenta, se había acostumbrado a todos sus desplantes y malos tratos. Se sentía tan idiota ahora, debería haberse amado un poco más, pero obviamente, amaba más a Neji que a sí misma.
Al verla, Neji tampoco supo qué hacer, se había quedado de pie junto a la entrada, mirándola. Le dolía el corazón al darse cuenta del asqueroso novio que había sido con ella, de lo mal que la había tratado, cuánto la hizo sufrir, se sentía avergonzado de sí mismo. Tenten merecía algo mucho mejor que él, lo sabía, por eso, simplemente iba a dejarla ir, era lo mejor para ella.
Desvió la mirada y la pasó de largo, yendo hacia el interior de la tienda, mientras la chica abría ligeramente sus ojos más de la cuenta. Al darse cuenta de que el Hyûga la había ignorado, ella decidió hacer lo mismo. Se tragó su tristeza y dolor y se fue de la tienda sin más.
—Estúpido… —murmuró al salir.
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La película había sido bastante divertida y el tiempo que pasaban juntos se había tornado muy ameno, Gaara y Matsuri ahora se dirigían a comer algo, eran casi las dos de la tarde y ambos estaban hambrientos. Decidieron pasar a un restaurante de comida típica, ambos eran fanáticos de la comida japonesa y sería divertido poder compartir sus gustos. Mientras se ubicaban en sus asientos, la castaña agarró el colorido menú, le había parecido muy bonito y todo lo que había ahí se le antojaba.
—¿Qué vas a pedir? —le preguntó Gaara, sonriendo al ver su expresión de niña emocionada. Cada vez que Gaara la observaba así, sentía que su corazón se derretía, incluso si no se atrevía a decirlo en voz alta.
—No me decido —respondió la chica, aun mirando el menú, todo se veía delicioso.
Después de que ambos se decidieran por un plato, estaban esperando a que les trajeran la comida que habían ordenado a una de las meseras. Gaara no sabía de qué hablar, había muchas cosas que quería preguntarle a Matsuri, pero le daba vergüenza. Ciertamente, se sentía un poco estúpido, nunca se había comportado así con una mujer, en parte, porque nunca había tenido sentimientos sinceros hacia nadie. En su anterior ciudad, las chicas siempre le invitaban a salir, querían estar con él, le acosaban, había aceptado salir con un par, pero para él no habían sido citas, pues siempre se saltaba esas cosas para ir directo al sexo. A diferencia de lo que creían sus hermanos mayores, Gaara no era virgen ni nada por el estilo, él sí tenía experiencia con chicas, pero no del tipo que necesitaba con Matsuri.
El celular de la chica hizo un gracioso sonido de gato, Gaara no pudo evitar que le diera risa, mientras ella sacaba el móvil de su bolsillo para responder un mensaje de WhatsApp.
—Ah, es Sai-sempai, envió un meme gracioso —dijo ella, sin notar como el pelirrojo fruncía el ceño. Había recordado a ese chico de tercero, no sabía mucho sobre él, sólo que era cercano a Matsuri y a Naruto, que le provocaba muchos celos verlo junto a la chica y, que de seguro él también sentía algo por ella, por la forma en que la miraba.
—Matsuri… —la llamó, con esa voz profunda que a ella la estremecía—. A ti… ¿te gusta ese chico?
—¿Eh?
La cara de Matsuri se puso roja, no podía creer que precisamente Gaara le estuviera preguntando si a ella le gustaba alguien más. Bajó la mirada mientras se guardaba el móvil, incluso si Gaara jamás le hacía caso del modo que ella quería, nunca podría dejar que él tuviera una impresión errónea suya.
—Claro que no, Gaara-kun —le aseguró, sonriendo—. Sai-sempai es sólo un amigo, como tú…
La respuesta no había sido satisfactoria para él, su ceño se frunció aún más, ¿Matsuri lo estaba friedzoneando? Bueno, obviamente lo había hecho desde un inicio, ¿pero en serio no había modo de que ella le viera de otra manera? Bueno, al menos no le gustaba Sai, ya era algo, ¿no?
—Ya veo… —fue todo lo que éste dijo, en ese momento, les trajeron su comida.
Después de comer y de haber pagado, ambos salieron a caminar por el enorme parque de la ciudad, un sitio sumamente hermoso y llamativo, tenía un gran lago en donde las parejas solían navegar en pequeños botes, también vendían muchas cosas, como globos, dulces, etc. Matsuri se había comprado una manzana acaramelada y la iba comiendo muy alegre, mientras escuchaba como Gaara le recitaba las líneas del príncipe para la obra escolar.
—Debes ponerle un poco más de emoción, Gaara-kun —le dijo la chica, pues pensaba que él estaba siendo un poco seco al interpretar.
Gaara se veía contrariado, no sabía cómo ponerle "emoción" a su actuación, a veces odiaba ser apuesto, era obvio que sólo por eso le estaban obligando a hacer esta estupidez.
—No sé, no entiendo cómo hacer eso, Matsuri —se quejó.
Matsuri se paró delante de él, mirándole con firmeza. Él era indudablemente más alto que ella, pero Matsuri parecía muy segura de sí misma mientras le observaba así.
—Imagina que yo soy Blancanieves y que estás muy enamorado de mí, entonces intenta transmitir esos sentimientos en tus líneas, ¿sí?
Gaara no pudo evitar que su corazón saltara dentro de su pecho cuando se fijó en los labios rojos de Matsuri, que se habían manchado por el caramelo de la manzana. Ella se veía muy bonita ese día, más de lo normal, le daba gusto pensar que se había arreglado así para salir con él. Era imposible que no se sintiera abrumado al tenerla así de cerca, mirándole tan dulcemente.
—Jamás había visto a una chica tan hermosa —dijo Gaara, sin apartar sus ojos del cuerpo más pequeño que tenía frente a él, recitando las líneas—. Tú has de ser la joven más bella de todo el reino…
Matsuri se sonrojó, sabía que esas palabras no eran para ella, pero por el modo en que Gaara la miraba, se sentía como si lo fueran, como si él le estuviese hablando a ella y no al personaje. Le temblaron las piernas cuando él continuó hablando.
—Es una verdadera lástima que estés así, con tus ojos cerrados, sin poder moverte —en ese momento, la mano del pelirrojo acarició la mejilla de la chica, ella cerró los ojos por inercia, sentía que se iba a desmayar si lo seguía viendo. Por su parte, Gaara continuó—. Quisiera al menos llevarme el recuerdo de tus labios… esos labios tan perfectos y dulces… —Matsuri volvió a abrir sus ojos, descubriendo con sorpresa que él se le estaba acercando, como se suponía que decía la escena.
El príncipe tenía que besar a la princesa, pero ellos sólo estaban ensayando, ¿por qué Gaara estaba haciendo eso?
—G-Gaara-kun… —ella intentó llamarlo, retrocediendo un paso, pero sólo tropezó al hacerlo, sin embargo, no llegó a caerse, pues el pelirrojo la había sostenido por la cintura, asegurándose de que ella no se golpeara. Se había dado cuenta de lo que estuvo a punto de hacer y se sintió como un tonto, había estado casi en un trance hipnótico durante esos breves segundos.
—¿Estás bien? —le preguntó, aún sin soltarla.
—S-sí —le respondió la castaña, mientras sus ojos observaban los labios de su querido amigo, ¿cómo se sentiría besarlo?
Ajenos a todo su alrededor, Gaara y Matsuri no se daban cuenta de que alguien les observaba desde cierta distancia, furiosa, colérica por verlos otra vez juntos, tenía que hacer algo pronto para evitar que esos dos continuaran acercándose, pero ¿qué?
Continuará…
