Capítulo 13: Reencuentro
Hiashi Hyûga era un trabajólico empedernido, incluso si era día domingo, él prefería estar en su despacho o en su oficina, en lugar de pasar tiempo con su familia. Desde el fallecimiento de su esposa, él había decidido curar su dolor encerrándose en el trabajo, cada vez más, hasta que lo más importante para él se volvió trabajar. Sus dos hijas nunca le decían nada, Hanabi era fuerte por sí misma, pero Hinata no, ella, a pesar de ser la mayor, era débil, sumisa y tímida, tenía miedo de dejarle saber a su padre que lo necesitaba a su lado.
La ojiperla estaba practicando su baile en el salón que su primo utilizaba para practicar artes marciales, ella también era bastante buena en ello, pero no le gustaba del todo, ella prefería los movimientos suaves, delicados, por eso amaba el baile. Nunca había asistido a una escuela, desde que su padre se lo había negado con ahínco, ella sola practicaba todo tipo de bailes, desde ballet, hasta danza moderna, viendo vídeos en internet, intentando informarse lo más posible sobre todo para hacerlo bien, era lo único con lo que se podía conformar.
Después de dar un giro sobre sí misma, se dejó caer al piso cansada, intentando normalizar su respiración. Sabía que era un poco temerario estar practicando en casa, pero sabía que tanto su padre como su primo no estaban y Hanabi jamás la delataría, ella adoraba verla bailar.
Todavía no había podido dejar de pensar en su cita del día anterior con Kiba, no lo había pasado mal con el castaño, para nada, de hecho, fue una salida sumamente divertida, pero Hinata no podía entender cómo es que no se lograba olvidar de Naruto, aun cuando él ya tenía a alguien más en su vida. Estaba confundida, no sabía qué hacer.
—¿Por qué mi corazón debe ser tan terco? —se preguntó a sí misma, soltando un suspiro.
—¡Hinata! —la voz de su hermana menor llamó su atención, la más joven había entrado a la sala, había corrido aparentemente, pues lucía cansada—. Neji nii-san ya llegó, seguro vendrá a practicar, así que vete rápido.
Hinata asintió con la cabeza, poniéndose de pie y guardando su celular, que era desde donde ponía la música, trasmitiendo a un pequeño parlante que se conectaba vía bluetooth. No estaba segura de lo que podría pensar Neji de verla desobedeciendo las órdenes de su padre, así que prefería que su primo jamás se enterara de lo que ella estaba haciendo.
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Después de la cita que ambos habían tenido, Gaara y Matsuri regresaron a casa, los dos se veían muy alegres, eso pudo notarlo Temari, quién venía regresando de comprar algo, cuando vio a su hermano y a Matsuri despidiéndose. Pudo notar enseguida el ambiente romántico entre ellos, era más que obvio que se gustaban mutuamente, pero Temari estaba segura de que Matsuri no era como Gaara y no sería capaz de admitirlo. Ella deseaba ver feliz a su hermano menor, por lo mismo, no dudó en acercarse a la castaña cuando vio como Gaara entraba a casa.
—¡Matsuri! —la llamó, corriendo hacia ella—. Espera, no entres aún, quiero hablar de algo contigo —le dijo, notando la mirada de confusión de la menor—. ¿Vienes de regreso de tu cita con Gaara? —la rubia pudo notar cómo las mejillas de su vecina se teñían de rojo, le parecía sumamente adorable el hecho de que ella fuese así, era una chica tan dulce y transparente, era simplemente perfecta para Gaara, para hacerle sacar lo mejor de sí mismo.
—T-Temari-san, no era una cita, sólo salimos como amigos —aseguró, bajando la mirada para que su evidente sonrojo no se notara, aunque la tonta sonrisa de su cara tampoco era algo fácil de ocultar.
—¿Sabes? —Temari apoyó una de sus manos sobre el hombro de la chica, que era bastante más baja que ella—. No necesitas disimular conmigo, sé muy bien lo que sientes por mi hermano, puedo saberlo con sólo mirarte.
Matsuri se sintió nerviosa al saberse descubierta, tampoco es que fuese algo malo, pero no deseaba que nadie lo supiera, le daba vergüenza y también mucho miedo, se sentía avergonzada de haberse enamorado de su mejor amigo de la infancia, pensaba que era algo que no estaba bien, Gaara no podía recordarla, no se acordaba de su vida antes del accidente y el hecho de que ella se le acercara de ese modo, quizás podía parecer como que se aprovechaba de la situación.
—Y-yo no… —intentó negar todo, pero fue interrumpida.
—Escucha, sé que piensas que las cosas pueden ser difíciles —aseguró Temari, leyéndole los pensamientos—. Pero tú eres una buena chica, durante el tiempo que has estado junto a Gaara, él ha cambiado para bien, poco a poco vuelve a ser él mismo —la chica sonrió ampliamente, le hacía muy feliz hablar sobre el cambio de su hermano menor, ella y todos en su familia lo adoraban—. No debes pensar que lo que sientes por él es algo malo, el amor es algo muy bonito, Matsuri. Si tú realmente lo quieres de ese modo, tienes todo mi apoyo.
La castaña le miró sorprendida, no esperaba oír algo como eso, pero las palabras de Temari le dieron esa confianza que necesitaba, le hicieron comprender que lo que ella sentía no era algo malo, sino todo lo contrario.
—A mí… sí me gusta Gaara-kun… —confesó en un susurro, con sus mejillas rojas nuevamente—. Lo quiero, realmente lo quiero muchísimo. Sé que quizá él nunca sienta lo mismo por mí, pero… pero no me importa, soy feliz de estar a su lado incluso como su amiga.
La hermana mayor de los Sabaku No sabía muy bien que los sentimientos de Matsuri eran correspondidos, pero no quería inmiscuirse más de la cuenta, tenía que permitirle a su hermano que él le diera a conocer a Matsuri lo que sentía, por lo mismo, no habló más de la cuenta.
—Ten más confianza en ti misma —le dijo—. Vas a ver que lograrás lo que te propongas, Gaara puede ser un poco frío, pero recuerda que él también es un chico y todo chico es débil ante las niñas lindas como tú —al decir aquello, le jaló la mejilla a su menor, la cual sólo sonrió, a pesar de la molestia.
Matsuri era feliz de tener el apoyo de Temari.
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El profesor Itachi Uchiha había estado durante casi todo el día en la biblioteca, reuniendo un poco de información y haciendo planificando sus futuras clases, ya que el festival cultural iba a entorpecer un poco su horario y a él le gustaba que todo fuese perfecto. Todavía recordaba muy bien lo enojado que había estado su padre cuando éste le comunicó que se convertiría en profesor y no en el heredero de su millonaria compañía, como su progenitor quería. Itachi sabía bien que el sueño de Sasuke era ese, por lo mismo, él se había hecho a un lado, sus intereses no iban por ese camino y, realmente, quería ayudar a su hermano menor.
Sasuke era su adoración, lo había sido desde el momento en que nació, desde ese instante, se había jurado protegerlo y velar para que éste siempre estuviera bien. En un principio ambos eran muy unidos, Sasuke no se le despegaba, incluso pasaba más tiempo con él que con la madre de ambos, pero cuando había crecido, comenzó a alejarse, era un chico orgulloso y no podía permitir que le vieran como el mimado de su hermano mayor, así que Sasuke intentaba ignorarlo en la escuela, o al menos, tratarlo como un maestro y no como su hermano.
Mientras él caminaba por la calle, de regreso a casa, notó que había una nueva cafetería en donde antes habían estado haciendo arreglos. Él no era muy aficionado a perder el tiempo en ese tipo de cosas, pero si había algo que en verdad adoraba, eran los dulces y una buena taza de café, en ese momento, el aroma delicioso del lugar entró por sus fosas nasales y captó toda su atención.
Miró la hora en su celular, el cual se volvió a guardar en el bolsillo al notar que era bastante temprano todavía, así que tenía tiempo para darse un pequeño capricho. Ingresó al local, era pequeño y modesto, adornado con colores vivos en las paredes y las mesas eran todas redondas y algo lindas, por decirlo de algún modo, parecía un tipo de lugar de ensueño.
—El lugar se ve bien —murmuró para sí mismo, acercándose a una de las mesas para tomar asiento. El menú también seguía aquel patrón colorido y medio infantil, aunque eso sólo le daba un aire aún más comprometido, se notaba que el lugar quería salir adelante. Había algunos clientes, aunque a esa hora no había muchas personas, seguramente porque era domingo por la tarde.
Miró el menú durante un momento, antes de que se le acercara una mesera del lugar, la cual traía una libreta en su mano izquierda, mientras con la derecha sostenía un lápiz.
—¿Qué se le ofrece, señor? —le preguntó aquella joven, a lo que el Uchiha, aún con la vista en aquel menú, le respondió.
—Quisiera una taza de café expreso y una orden de dangos, por favor.
La mesera anotó cuidadosamente, mientras asentía con la cabeza. Al terminar de tomar la orden, se fijó un poco mejor en aquel cliente, estaba segura de haberlo visto antes, así que frunció levemente el ceño, intentando forzar su memoria. Sólo le bastaron dos segundos para por fin reconocerlo.
—¿I-Itachi-kun?
Al oír su nombre pronunciado por aquella voz, el joven profesor alzó la mirada para ver a esa chica, descubriendo a una joven mujer de cabellera castaña y ojos negros, piel blanca y suave y una expresión de sorpresa en su fino rostro. Él también estaba sorprendido, habían pasado años desde la última vez que se había encontrado con su ex compañera de la escuela.
—¿Izumi? —cuestionó.
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Gaara se encontraba en su habitación, había tenido un día muy agradable junto a Matsuri y, a decir verdad, se sentía muy feliz en ese momento, estaba seguro de que nada le podía bajar el buen humor. Había estado intercambiando mensajes con Naruto y Sasuke por WhatsApp, últimamente, se llevaba muy bien con ambos jóvenes y éstos solían aconsejarle respecto a Matsuri. Gaara debía admitir que todo el asunto de los "amigos" era extraño para él, pero no por eso no le gustaba, al contrario.
Acababa de contarle a Naruto sobre su cita con Matsuri, lo emocionado que ello le hacía sentir y lo que pensaba hacer en adelante para que ella cambiara su forma de verlo. Sasuke le había dicho que fuera directo y claro con Matsuri, aunque Naruto le aconsejaba esperar un poco más, al final, ninguno de ellos se ponía de acuerdo.
—Sólo me confunden… —murmuró, frunciendo el ceño al leer los mensajes en la pantalla de su teléfono. En eso, su padre apareció en la puerta del cuarto, pues ésta estaba abierta.
—Gaara —le llamó, con seriedad y el ceño fruncido—. Tienes todo tu cuarto tirado, si tu madre ve esto, se volverá loca.
El pelirrojo despegó la mirada de su pantalla, para poder ver a su padre, el cual continuaba viéndole fijamente. Raza estaba bastante seguro de que recibiría algunos improperios por parte de su hijo menor, pero se sorprendió enormemente al ver como Gaara se levantaba de la cama y se ponía a recoger sus cosas del piso, era la primera vez que él lo regañaba y Gaara no le contestaba, la primera desde el accidente. Estaba tan asombrado, que mantenía la boca abierta, observando al pelirrojo sin desviar ni por un segundo la mirada.
—¿Qué? —preguntó Gaara al darse cuenta de la expresión de su padre, confuso. Raza carraspeó la garganta y negó con la cabeza.
—No es nada —contestó el hombre, dándose la media vuelta para salir de la habitación, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.
Aunque fuese sólo un poco, aunque fuese vagamente, Gaara estaba cambiando, estaba volviendo a ser el que fue, el que había sido desde que nació, el chico amable y respetuoso que era su pequeño hijo. Incluso si él jamás admitía cuánto extrañaba a su hijo menor, Raza estaba feliz de que su actitud estuviese mejorando, de que Gaara dejara de lado su amargura y se enfocara en tener una vida normal y feliz, eso era lo que él deseaba para Gaara, porque a su manera, él lo amaba.
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El lunes había llegado finalmente y con él, un nuevo día de clases para todos los estudiantes y un nuevo día de trabajo para los adultos. Matsuri se había levantado muy feliz aquella mañana, estaba tarareando una canción mientras desayunaba, lo cual no pasó desapercibido por ninguno de sus padres.
—¿Por qué estás tan feliz, hija mía? —le preguntó su madre, mientras que la castaña le daba una mordida a su pan tostado—. ¿Es acaso por la cita que tuviste ayer con Gaara-kun? —la expresión pícara de la mujer, más su pregunta, provocaron que Matsuri se atragantara con un pedazo de pan, al tiempo que también, su padre bajaba el periódico que estaba leyendo, con la boca abierta.
—¿Cita? ¿Cuál cita? —quiso saber él, ya que no había sido informado de semejante infamia.
Matsuri se daba golpes en el pecho, intentando respirar con normalidad. Su madre le dio un vaso de agua y la chica lo bebió, logrando sobrevivir a aquel incidente, mientras que Ryu, su padre, le miraba consternado.
—¿Cómo que tuviste una cita y no se lo dijiste a tu padre? ¿Es que acaso soy un mueble más de esta casa? —se quejaba el hombre, mientras un río de lágrimas corría sobre su rostro y Matsuri se ponía totalmente roja, hasta las orejas.
—¡N-no fue una cita! —aclaró, tan avergonzada, que en ese momento solamente quería que se la tragara la tierra—. G-Gaara-kun y yo solamente somos amigos —dijo con la mirada baja, mientras sonreía nerviosa.
Ayako, la madre de Matsuri, no hacía más que reírse por la reacción de su esposo, él era un hombre muy celoso y veía a Matsuri como su pequeña bebé, su princesa, iba a ser muy difícil para él el aceptar que su hija ya había crecido, que pronto se iba a enamorar inevitablemente, que en unos pocos años hasta se iría de la casa, era lo más probable.
—Cariño, nuestra hija ya creció —le explicaba a su dramático esposo, mientras que la chica solamente sentía como una gotita de sudor recorría su frente al ver a su padre actuar como un niño celoso.
Terminó de desayunar, se limpió la boca con una servilleta y se puso de pie.
—Mamá, papá, iré a lavarme los dientes y me iré a la escuela —les avisó a los dos, buscando con la mirada la puerta del baño. Al oírla, casi al instante, su padre dejó de llorar.
—Hoy puedo llevarte, hija, ve a la escuela con papá —habló ilusionado, desde hace un buen rato ya que no había tenido tiempo para llevar a Matsuri a la escuela, era algo que le gustaba mucho hacer, porque de ese modo, podía proteger a su princesa. Cuando Matsuri era una niña pequeña, ella siempre decía que, de grande, se iba a casar con su papá, obviamente, hablando desde su inocencia. Ryu la amaba, porque ella era la muestra más bella, hermosa y perfecta del amor que él y su esposa sentían.
Pero las palabras de su adorada princesa le rompieron el corazón, justo como en el cuadro del episodio de The Simpsons, en donde Lisa rechazaba a Ralph.
—No, gracias, papá, me iré caminando con los vecinos —dijo Matsuri antes de alejarse alegremente.
Ryu se había quedado mudo, había sentido como si sus ojos se hubiesen quebrado igual que una ventana siendo golpeada por un martillo, todo un dramático.
—Ella... —murmuró, arrojándose a los brazos de Ayako—. ¡Ella me cambió por un chico guapo! —le lloraba a su esposa, mientras que ésta solamente se reía, se sentía feliz por su hija, deseaba que ella viviera libremente su primer amor.
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Temari y Kankuro no despegaban su vista de Gaara y Matsuri, quiénes iban caminando delante de ellos, charlando animadamente.
—De verdad no puedo creerlo —comentó el castaño, frunciendo levemente el ceño, mientras notaba la sonrisa en el rostro de Gaara, cuando éste ladeó un poco la cabeza para hablarle a su acompañante—. Gaara no parece él, está tan feliz que me da escalofríos —añadió, temblando un poco.
Temari sonrió, no podía negar que ver eso le hacía feliz.
—No digas eso, deberías estar alegre, él está sanando —aseguró la rubia, por lo cual, su hermano también dibujó una sonrisa en sus labios.
—Claro que lo estoy —aseguró, posando sus ojos sobre la figura de aquella jovencita tan dulce y menuda, Matsuri era alguien increíble, ella había logrado en poco tiempo lo que ninguno de su familia había podido hacer en años; hacer feliz a Gaara—. Presiento que dentro de poco ya tendremos cuñada nueva.
—Eso espero, eso espero —contestó Temari.
Delante de ellos dos, Matsuri le comentaba a Gaara sobre una serie que había estado viendo, el pelirrojo la escuchaba atentamente, aunque ni siquiera le interesaban esas cosas, lo único que le importaba era oír su voz, ver su sonrisa, su carita risueña y sus ojos llenos de brillo, no podía apartar su atención de todos esos detalles que lo mantenían encantado con Matsuri.
—¿Sabes? Deberíamos de verla juntos —dijo ella de pronto, sonrojándose un poco al darse cuenta de que, indirectamente, estaba invitando a Gaara a su casa a pasar tiempo con ella, aunque no había nada malo en ello, eran amigos después de todo, ¿no?
El pelirrojo hizo una mueca de confusión, no le emocionaba el panorama, pero quería estar con ella, si era a solas tanto mejor.
—Claro —respondió calmado, aunque por dentro, sentía que se agitaba su corazón, podía imaginar cómo sería estar con Matsuri sin gente alrededor, sin que nadie interrumpiera. De pronto sí tenía ganas de ir a su casa a ver la dichosa serie.
Después de un rato de andar, la entrada de la escuela se hizo presente ante ellos. Los hermanos Sabaku No habían renunciado a irse a la escuela en auto o en autobús, el motivo era simplemente Matsuri. Gaara gustaba de irse con ella a la escuela, mientras que Kankuro y Temari solían vigilarlos, no por desconfiar de la castaña, sino, porque sabían que Gaara era impulsivo y temían que pudiera meter la pata con ella, Matsuri era la única que tenía el poder de influir en su carácter frío y déspota, volviéndolo mucho más alegre y dócil, ayudándolo a ser quién era antes del accidente.
—Oye —Gaara habló de pronto, llamando la atención de la chica, quién le miró con sus enormes y dulces ojos negros, aquellos que lo volvían loco—. ¿Hoy me vas a ayudar a ensayar mis líneas? Antes del ensayo con los demás, claro —desvió la mirada en cuanto no pudo soportar la dulzura con que Matsuri le miraba; le hacía sentir avergonzado.
Ella asintió con la cabeza alegremente, deseaba ayudarlo en todo, serle útil, pasar más tiempo junto a él.
—Por supuesto que sí, Gaara-kun —aseguró, sonriéndole.
Tras llegar a la escuela, las clases no tardaron en comenzar, pues la primera hora les tocaba con Itachi, el cual era muy puntual, a diferencia de Kakashi.
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Después del primer receso de clases, Temari estaba intentando desesperadamente resolver un problema de aritmética, sin poder dar con la solución. Estaba en la biblioteca, abrumada, la siguiente hora le tocaba con Itachi y no quería parecer tonta ante él, sabía que por mucho que ambos tuvieran algo especial, él no le regalaría las notas, no era ese tipo de persona.
—Rayos… —masculló, dándole un golpe a la mesa, estaba molesta, había intentado muchas maneras y simplemente no le daba el resultado que aparecía en la hoja de respuestas, ¿qué estaba haciendo mal?
—Estás confundiendo el negativo y el positivo —escuchó una voz masculina. Conocía perfectamente aquella voz, la detestaba, simplemente por pertenecer al imbécil que no dejaba de aprovecharse de su punto débil para hacer de las suyas.
Volteó ligeramente el rostro, observando cómo Shikamaru daba un hondo bostezo, siempre lucía como si tuviera flojera de estar vivo.
—¿Tú qué vas a saber? Sólo eres un holgazán —le respondió, frunciendo el ceño.
Shikamaru soltó un suspiro, mientras se sentaba al lado de ella, podía ser un perezoso y todo lo que los demás quisieran, pero algo que no le gustaba, era ser subestimado.
—Esto es así —agarró el lápiz de la rubia y comenzó a resolver el ejercicio, lo cual no le tomó más de tres segundos, dejando a Temari con la boca abierta al comprobar que él había dado con la respuesta. ¿Ese chico vago realmente era tan inteligente? Ese problema la estaba volviendo loca, además, él era de segundo año, no de tercero como ella, ¿cómo podía un chico de segundo ser mejor que ella en matemáticas?
—¿Cómo lo hiciste? —la rubia, aúna sombrada, cogió el cuaderno para observar el procedimiento que él había realizado, buscando en qué parte ella se había equivocado.
—Pff, es muy fácil —contestó el Nara, mirándola un tanto divertido. Al principio, ni siquiera tenía en cuenta a Temari, sólo sabía que era la hermana de uno de sus compañeros de clase, que era nueva en la escuela y que era un año mayor que él, pero cada vez que pasaba un poco de tiempo a su lado, le sorprendía su carácter, lo segura que ella era, lo fuerte, incluso si él la chantajeaba, ella continuaba siendo aquella mujer poderosa, que poco a poco, había empezado a llamar su atención—. Te puedo explicar, si tienes tiempo.
Temari puso el cuaderno sobre la mesa, mientras se cruzaba de brazos, asintiendo con la cabeza.
—Explícame, pero no olvides que te odio.
Shikamaru sonrió, aquello que ella le hacía sentir era un poco molesto, pero era agradable, cálido, emocionante. Incluso si ella sólo tenía ojos para el profesor y no para él, aún con ello, quería estar más tiempo a su lado.
—Claro, claro, problemática —comentó, agarrando el cuaderno y el lápiz, para proceder a explicarle a Temari la fórmula matemática. Ella sólo le escuchaba atentamente, sorprendida al darse cuenta de que Shikamaru Nara era más que un flojo que se dormía en cualquier lado.
Cuando terminaron, ella ya comprendía mejor lo que antes no, estaba aliviada, no era tan difícil después de todo. En ese momento, recordó que su madre, Karura, le había pedido que invitara a su novio a casa, ella quería negarse, pero su mamá le había vuelto a tocar el tema en la mañana, seguramente, no lo olvidaría jamás, hasta que le cumplieran su capricho. Shikamaru ya la había presentado ante sus padres como su novia, así que, ¿por qué no devolverle el favor?
—Escucha —Temari se aclaró la garganta, intentando captar la atención de su menor—. Ya que me obligaste a conocer a tus padres… —ella hizo una pequeña pausa, buscando las palabras correctas—. Bueno, mi madre dijo que quería conocer a mi novio, por obvias razones, sabemos que no puedo presentarle al verdadero.
—¿Quieres que finja ser tu novio ante tu familia? —el Nara arqueó una ceja, se suponía que el cuento era sólo para sus padres, para que le dejaran de fastidiar, además, en cierto modo, quería proteger a Temari de que todos se enteraran de lo que ella hacía con Itachi, la rubia no era buena escondiendo el secreto, era por eso que él lo descubrió tan fácil.
Las mejillas de la rubia enrojecieron, esto era vergonzoso, Shikamaru era algo así como su mayor enemigo, pero en estos momentos, ella necesitaba desesperadamente su ayuda.
—Es un ojo por ojo, ¿no?
Él suspiró, después de todo, no tenía ninguna razón para negarse.
—Bien, lo haré —afirmó.
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Hinata estaba saliendo del baño, cuando sin querer chocó contra una chica que iba entrando, tirándole su estuche lleno de chucherías (maquillaje, adornos para el cabello, etc), las cuales se esparcieron por el suelo.
—Oh, l-lo lamento, iba distraída —la ojiperla se agachó apresurada para recoger las cosas, sin siquiera mirar a quién estaba delante de ella. La otra joven también se agachó para recoger sus cosas.
—Tranquila, yo también iba distraída —respondió amablemente la otra, guardando las últimas cosas en su estuche, para luego recogerlo y ponerse de pie.
Hinata alzó la mirada para ver a la joven con la que había tropezado, sorprendiéndose al darse cuenta de que se trataba de nada más y nada menos que la chica del salón B, la cual se le había declarado a Naruto y lo había besado. La Hyûga no sabía su nombre, tampoco lo quería conocer, sólo sabía que ella había sido capaz de hacer lo que su persona jamás se atrevió; ir por el amor de Naruto.
—Lo lamento —la ojiperla hizo una leve reverencia y se fue corriendo de ahí, dejando un poco desconcertada a la contraria, la cual sólo entró al baño después de verla irse.
Siempre había odiado su personalidad tan tímida y tonta, no podía entender por qué era tan cobarde, por qué no se podía acercar al chico que quería, por qué le daba vergüenza y se sentía inferior a otras chicas. ¿Era normal acaso tener una autoestima tan baja?
—Soy una estúpida… —murmuró para sí misma, apoyándose contra una pared, cerca del pasillo de los lockers. Se cubrió el rostro con ambas manos, intentando evitar llorar, pero no lo conseguía, era demasiado débil. Se sentía tan inferior a esa chica, como si nunca pudiese ser capaz de competir con ella, es que, ni siquiera se creía con el derecho de hacerlo.
Naruto estaba fastidiado, odiaba las clases de matemáticas, el hermano de Sasuke era sumamente estricto, aunque no le caía mal, de hecho, Itachi era agradable cuando él iba a casa de los Uchiha, pero cuando estaba en clases, cumpliendo su deber de enseñar, entonces era muy diferente.
—A este paso me irá pésimo en los exámenes —se dijo a sí mismo, soltando un suspiro. Guardó el libro de matemáticas en su casillero y al cerrar el mismo, escuchó un sonido extraño, como un sollozo. Frunció el ceño, el ruido era muy bajo, pero estaba bastante seguro de que se trataba de alguien llorando.
Dio unos cuántos pasos, hasta dar con el pasillo, ahí vio a Hinata apoyada contra la pared, cubriéndose la cara con ambas manos, mientras lloraba. Se le apretó el estómago con aquella imagen, Hinata era una chica dulce, alegre, aunque le pareciera un poco extraña, ella siempre era amable con todos y les mostraba una sonrisa, ¿por qué estaba llorando? ¿Qué le habían hecho?
—¿Hinata? —preguntó, acercándose rápidamente a ella, preocupado. Cuando la ojiperla escuchó su voz, se descubrió el rostro y levantó su cabeza para ver a la persona que estaba delante de ella, sorprendiéndose al encontrarse con los enormes ojos azules que le miraban inquietos—. ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?
Los ojos de ella se abrieron un poco, nunca pensó que justamente Naruto la encontraría en un momento tan patético de sí misma. Ella solamente estaba llorando porque estaba frustrada, porque era una cobarde, porque sentía celos.
—N-no es nada —respondió, poniéndose roja hasta las orejas. Intentó irse y pasar de largo al chico, pero él la agarró por la muñeca, impidiéndole que se marchara. El rubio la observó fijamente, todavía con aquella expresión en el rostro, pero frunciendo levemente el ceño.
—Por favor, te pido que no me mientas y no huyas de mí como siempre haces —Naruto le habló seriamente, estaba seguro de que nunca había estado tan serio en presencia de ella, pero no lo podía evitar, lo volvía loco el hecho de que Hinata siempre le acababa ignorando por algo que él no comprendía, haciéndole pensar que él realmente no le agradaba. Si a ella le gustaba Kiba, estaba bien, pero no soportaba ser dejado de lado así, se suponía que ambos eran amigos, ¿no?
—N-Naruto-kun, y-yo no… —la ojiperla bajó la mirada, todavía estaba avergonzada, pero no quería que él se llevara una impresión equivocada—. No te estoy mintiendo, estoy bien, sólo lloraba por algo tonto —aseguró, haciendo un esfuerzo enorme por no tartamudear, pero sin atreverse a mirarlo.
—Hinata… —la voz de Naruto llamó su nombre de manera tan dulce, que ella no pudo evitar querer buscar con desesperación su mirada, entonces, él la jaló hacia su cuerpo y la abrazó, dejándola helada por dentro, sin poder moverse, mientras él continuaba hablando—. Si te sientes triste o sola, por cualquier cosa, sólo búscame, ¿sí? —se separó un poco de ella, mientras la chica continuaba paralizada, mirándola a los ojos. Usando sus pulgares, recogió y limpió las lágrimas que todavía adornaban los ojos de Hinata, mostrándole su brillante sonrisa—. Sé que no soy nada especial, pero haré lo mejor para hacerte sentir bien.
Decir que Hinata estaba asombrada era poco, sentía temblar sus piernas, como si se fuese a derrumbar, ¿cómo podía Naruto ser tan lindo? ¿Cómo podía no enamorarse de él si se portaba así? En momentos como ese, realmente deseaba tener las fuerzas para decirle lo que sentía por él, en serio anhelaba dejar su timidez y poder enfrentarlo.
Naruto, por su parte, al darse cuenta de lo que acababa de hacer, sintió como su rostro se ponía caliente, seguramente estaba rojo como un tomate, ¿en serio le había dicho a Hinata algo tan vergonzoso? ¡Debía estar loco!
—P-perdona, no te quería incomodar —rápidamente se alejó de ella, llevándose una mano a la nuca—. ¿Quieres que volvamos a clases? Ya va a comenzar el siguiente periodo —decía en medio de una risa nerviosa.
Hinata se limpió las pocas lágrimas que le quedaban con el dorso de la mano y asintió con la cabeza, sonriendo.
—Sí, vamos, Naruto-kun.
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Después de que el periodo de clases de la mañana acabara, Matsuri se tomó un momento el salón para dar algunos informes sobre el festival cultural, el cual estaba a sólo una semana de llegar, por lo que debían comenzar cuando antes con los preparativos.
—Chicos, tenemos que decidir quiénes serán los que atiendan el café —comentaba, anotando en la pizarra la palabra "meseros" y en otro apartado "cocina", para quiénes se iban a encargar de dichos temas.
Sakura alzó la mano, ella estaba entusiasmada con la idea, así que no dudó en ofrecerse.
—Yo me apunto de mesera —dijo alegremente, mientras que, en la mente de Sasuke, éste sólo se imaginaba a su novia vestida de maid, con un vestidito corto y sexy, que no dejaba mucho a la creatividad, aquello no le gustó para nada, no quería que otros chicos la estuvieran viendo, así que también levantó la mano.
—También yo —dijo.
Matsuri anotó sus nombres, notando cómo algunos otros se ofrecían para las distintas tareas, que, además, consistían en preparar adornos, ordenar y organizar los menús, las mesas, etc. Al final de la reunión, se decidieron por un menú basado en postres y distintos tipos de café, Hinata, quién venía de una familia rica, tenía un montón de conocimiento sobre esas cosas, así que ella iba a ayudar con el menú, Kiba se ofreció a apoyarla.
Cuando todo estaba listo, los chicos comenzaron a salir para ir a almorzar, por la tarde sólo tenían clases de educación física y luego otra de química y se podrían ir a casa o a realizar sus actividades de los clubes. Matsuri estaba terminando de anotar todo en su libreta, cuando Gaara se acercó a ella.
—¿Quieres almorzar conmigo? —le preguntó, notando la expresión de sorpresa de su adorable vecina—. Es para que me ayudes con mis líneas —aclaró, ella asintió con la cabeza, sonriéndole.
—Claro que sí, vamos, Gaara-kun —le respondió la chica, sin poder evitar volver a perderse en las finas facciones del pelirrojo, estaba encantada con Gaara, quizás, siempre lo había estado, desde que eran niños.
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Apenas saliendo de su salón, Karin Uzumaki estaba hablando con su compañera, Shion, aquella joven que estaba enamorada de Naruto. Ambas se habían hecho cercanas luego de que Shion se enterara de que la pelirroja era la prima del chico que a ella le gustaba e iban casi a todos lados juntas. Karin era una chica bastante particular, solía comportarse engreída y orgullosa todo el tiempo, aunque, por dentro, en realidad era una chica dulce y romántica, sólo que no le gustaba que los demás se dieran cuenta de ello.
—¿Y ya le dijiste algo? —preguntó Shion, observando ansiosa a su amiga pelirroja. Karin viró la cabeza hacia el salón de al lado, en donde Sasuke salía acompañado de Naruto, charlando animados, parecía que iban a almorzar. Seguido de ellos dos, Karin vio salir a Sakura Haruno, la novia de Sasuke, la cual corrió hacia los dos anteriores y les dio alcance, acompañada de la chica Hyûga.
Karin suspiró.
—Dudo que lo haga —respondió finalmente—. Él ya tiene novia, se ve bien con ella, no me gustaría intentar meterme en el medio.
—Pero él te gusta, ¿no? —la rubia se cruzó de brazos, evidentemente, no estaba de acuerdo con que su amiga ocultara sus sentimientos por Sasuke Uchiha, el apuesto chico del salón A—. Al menos deberías intentar decírselo, no es como que se lo vayas a quitar a esa chica. Yo se lo dije a Naruto, me siento satisfecha por eso —sonrió con orgullo, dándose un pequeño golpe en el pecho—. Aprende de mí.
—Mi primo no te ha respondido, ¿verdad? —la pelirroja arqueó una ceja, notando que la sonrisa de su amiga se congelaba—. Es muy lento con las chicas, solía gustarle la novia de Sasuke, siempre hablaba de ella cuando éramos niños, es la única chica que sé que le ha gustado.
Shion frunció los labios, lo cierto era que le decepcionaba no haber recibido una contestación a su confesión, hubiese querido al menos ser rechazada, pero Naruto Uzumaki sólo le pidió tiempo para pensarlo.
—¿Tú crees que a él todavía le guste Haruno-san? —interrogó, cabizbaja, pero rápidamente, Karin negó con la cabeza.
—No, no —aseguró ella—. A él ya no le gusta Sakura, no sería capaz de poner sus ojos en la novia de su mejor amigo… —hizo una pequeña pausa, sentía que sus latidos se aceleraban de sólo pensar en Sasuke, realmente le gustaba mucho, pero sabía que no tenía ninguna oportunidad con él.
Shion volvió a mirar al pasillo, preguntándose qué debía hacer para gustarle a Naruto, quería llamar su atención, pero no sabía cómo.
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Ino había comido bastante rápido, le dolía un poco el estómago, así que había dejado la mayoría de sus alimentos, además, pensaba que se estaba poniendo gorda. No había visto a Gaara desde que salieron a almorzar, así que lo estaba buscando, pero no daba con él por ningún lado. Cuando caminaba por los pasillos de la escuela, notó que Sai estaba yendo hacia el salón de arte, llevando una bolsa en su mano, parecía que estaba llena de botes pequeños de pintura. Su mano lastimada lucía mejor, apenas llevaba puesta una venda delgada, eso le daba cierto alivio a la rubia.
El pelinegro entró al salón y dejó la bolsa sobre una mesa, luego sacó un cuaderno de dibujo y también lo puso encima, tomando un lápiz. Comenzó a dibujar algo, aunque desde la entrada, Ino no podía ver qué era. Frunció el ceño, estaba curiosa, ese chico siempre le provocaba curiosidad.
—Es de mala educación espiar a la gente —dijo Sai, provocando que Ino diera un salto asustada, él ni siquiera había volteado, pero sabía que ella estaba ahí. Parpadeó confusa, hasta que notó que su reflejo se notaba en la ventana.
—N-no te estaba espiando —aseguró, avergonzándose un poco. Ingresó al salón con el ceño fruncido y se sentó –sin ser invitada– frente a Sai, el cual continuaba dibujando—. Quería hablar contigo, tengo una pregunta —volvió a hablar la chica, observando el dibujo que él había estado haciendo.
Sai estaba bosquejando un paisaje, el lápiz se deslizaba sobre la hoja en blanco con tanta naturalidad, que hasta daba envidia, mientras los trazos iban apareciendo uno a uno, tomando forma.
—Pregunta —dijo el chico, sin perder la concentración de lo que estaba haciendo. Ino, quién había estado casi hipnotizada al verlo dibujar, carraspeó la garganta escandalosamente.
—¿Tu mano está bien? —interrogó, podía notar que los dedos del chico temblaban un poco cuando sostenía el lápiz, pero aún así, era capaz de dibujar con tanta naturalidad, Ino no podía evitar pensar que Sai era alguien cool, incluso si en un principio le caía algo mal, lo cierto es que no era nada feo, tenía una personalidad tranquila, aunque un poco desinteresada, y además era talentoso.
—Estará curada en poco tiempo, sólo duele a veces —le contestó el pelinegro, con la mirada fija en su lienzo. Ino se mordió el labio inferior, no entendía por qué al observarlo, sentía que sus mejillas se calentaban un poco.
—Escucha, Sai —hizo un esfuerzo por llamarlo por su nombre—. Dime, ¿te gusta mi prima Matsuri?
El chico dejó de dibujar, encontrando sus ojos negros con los azules de Ino, estaba serio, más de lo que solía estar normalmente.
—¿Por qué te interesa tanto? —cuestionó, claramente incómodo. Sai no era de demostrar sus sentimientos, le había costado mucho abrirse con personas como Matsuri o Naruto, no le gustaba que alguien a quien apenas conocía le interrogara sobre cosas como esas. Ino, por su parte, le sostuvo la mirada con firmeza.
—Porque si te gusta, entonces haz algo, antes de que ella y Gaara acaben saliendo juntos.
Los ojos de Sai se abrieron ligeramente sorprendidos, ¿Matsuri y Gaara? Frunció ligeramente el ceño, recordando al chico de cabellera rojiza que estaba en el salón de su pequeña kohai, él siempre estaba cerca de Matsuri, hablando con ella, mirándola.
—Ya veo… —Sai esbozó aquella sonrisa burlona que solía poner cuando algo le parecía "interesante" por decirlo de algún modo, una sonrisa que desconcertaba a Ino, porque a pesar de verse falsa, le gustaba—. ¿Estás buscando una alianza para poder quedarte con ese chico? —apoyó su rostro contra su propia mano, clavando aún más su mirada sobre el cuerpo femenino que estaba frente a él—. Disculpa, pero yo no actúo de tal modo.
—¿Qué quieres decir? —la Yamanaka frunció el ceño, la respuesta de Sai no le había gustado—. ¿No te importa que la chica que te gusta esté con otro?
—Incluso si me gustara, como dices, ella es mi amiga —contestó el dibujante, manteniendo aquella expresión en su rostro pálido—. Yo jamás haría algo que pudiera perjudicarla, me interesa que Matsuri sea feliz —hizo una leve pausa, poniéndose de pie. Se dirigió hacia Ino, quién continuaba sentada, parándose justo delante de ella. Se inclinó hacia la chica, notando como ésta abría ligeramente sus ojos por la sorpresa—. ¿Qué hay de ti, Ino-chan? ¿Te gusta jugar sucio? —habló en un susurro, tan cerca de ella, que Ino se estremeció por completo.
La chica quería ponerse de pie, pero la cercanía de Sai la había dejado atontada, el aroma de su perfume masculino, el suave aliento que escapaba de su boca. De pronto, se vio acorralada en esa posición tan comprometedora, sintiendo que los latidos de su corazón se agitaban violentamente. Ino había salido con muchos chicos, pero jamás se había sentido así de nerviosa frente a nadie.
—A-aléjate —dijo en un hilo de voz, sin poder creer que las piernas le estaban temblando, ¿qué clase de persona era Sai y por qué la ponía así?
Sai se echó hacia atrás, sonriendo aún más, era ciertamente divertido molestar a Ino Yamanaka. Ella, apenas el chico se alejó, se paró bruscamente, con la cara ardiendo de vergüenza y corrió hacia la salida.
—En verdad no tienes visión futura —aseguró antes de salir, dejándolo solo. Cuando iba por el pasillo, se tocó las mejillas con las manos, aún con el corazón acelerado—. ¿Qué rayos fue eso? —se preguntó, confundida.
Se suponía que Gaara le gustaba, que lo quería para ella, pero quién la ponía nerviosa no era otro más que Sai.
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Itachi había salido temprano de la escuela aquel día, como no tenía clases programadas para la tarde, se había retirado para terminar su planificación del siguiente mes. Necesitaba un lugar tranquilo para poder trabajar, así que había vuelto a la cafetería a la que había ido hace poco, le parecía un ambiente cómodo y agradable para poder concentrarse.
Estaba escribiendo en su laptop, rellenando el documento con la planificación escolar, aunque no lograba acomodar las clases, cuando notó que alguien ponía una taza de café sobre su mesa. Itachi alzó la mirada, encontrándose nuevamente con ella.
—No pedí nada aún —comentó, un poco confuso.
—Te vi un poco complicado —dijo Izumi, sonriendo de manera amable—. Pensé que quizá un café te ayudaría, es bueno para que te concentres mejor.
El Uchiha esbozó también una sonrisa, correspondiendo al gesto de la castaña. No recordaba que Izumi fuese tan bonita, había cambiado mucho desde que habían dejado de verse.
—Gracias —dijo, cogiendo la taza de café negro para darle un sorbo, su sabor era exquisito, lo había dejado sorprendido—. Está muy bueno —admitió, asombrado.
—Me alegra que te haya gustado —Izumi hizo una leve reverencia, dispuesta a volver a la cocina, pero la voz del hombre la detuvo.
—Izumi —le llamó Itachi—. ¿Qué harás después del trabajo?
—¿Eh? —exclamó, pasmada por aquella pregunta.
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Después de que Sakura y Hinata le dijeron que Matsuri había ido a almorzar a solas con Gaara, Sari estaba furiosa, había estado buscándolos, pero no daba con ellos. Estaba harta de que la tonta de Matsuri interfiriera en sus planes, últimamente, ella y Gaara no se separaban. Iba subiendo las escaleras del tercer piso, dando zancadas más que pasos, sin siquiera mirar por donde iba. Al llegar arriba, pisó mal y tropezó. Sus ojos se abrieron enormemente al darse cuenta de que estaba por rodar escaleras abajo, pero, por suerte, su espalda topó contra el pecho de alguien. Dicha persona la tomó por la cintura y la sostuvo con fuerza, evitando que ésta resbalara.
—¡Ten cuidado! —exclamó él, ayudándola a equilibrarse nuevamente.
Sari se dio la vuelta, encontrándose con Kankuro Sabaku No detrás de ella, el cual le miraba con el ceño fruncido. La chica seguía asustada, pero verlo a él siempre la ponía de malas, incluso si él la había salvado.
—¿Acaso no ves por dónde vas? —le regañó el chico, estaba bastante alarmado, si él no hubiese llegado, Sari se hubiera dado un enorme golpe. A él no le agradaba ella, siempre le había parecido grosera y entrometida, pero no por ello, le deseaba cosas malas como esas—. Debes estar más atenta, podrías haberte accidentado y pudo ser grave.
—¿Y quién te pidió tu ayuda? —cuestionó enfadada, apoyando su dedo índice sobre el pecho del mayor, se veía casi del mismo porte que él, pues Kankuro estaba dos escalones más abajo—. Yo no necesito que alguien como tú me salve.
El castaño sonrió, tomando la mano de la jovencita, la cual parecía más irritada todavía.
—¿Por qué eres tan grosera? ¿Tus padres no te enseñaron a respetar a tus mayores? —mientras sostenía a la chica por la muñeca, la jaló un poco hacia su cuerpo, provocando que ella se sonrojara por completo—. ¿Sabes? Es por eso que a Gaara no le interesas.
—Cállate —ordenó Sari, mirándolo desafiante, aún si su cara parecía un tomate—. ¿Tú qué vas a saber?
—Conozco a mi hermano, él nunca te hará caso.
Kankuro la soltó bruscamente, subiendo los escalones que le faltaban, para darle la espalda a Sari, quién bajó la mirada, mientras apretaba los puños. Él se alejó en silencio, dejando a la castaña sola y derrotada. Él siempre la hacía sentir ridícula, por eso no lo soportaba.
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Ambos jóvenes se encontraban en la azotea de la escuela, estaban comiendo muy a gusto, mientras él recitaba sus diálogos para la obra y su amiga le contestaba a los mismos. Gaara suspiró cuando se le olvidó una de las líneas, realmente era malo para esto.
—¿Cómo lo haces para memorizar toda esta porquería? —preguntó, dejando a un lado el guion, para mirar a su dulce compañera, quien sólo le sonreía con esa expresión tan tierna, esa que le llenaba el corazón de calidez.
—Gaara-kun, no es tan difícil —aseguró Matsuri, dejando a un lado su bento, al cual sólo le quedaba un poco de arroz y verduras. Tomó el guion entre sus manos y lo abrió en la página en donde ambos estaban leyendo—. Sólo debes repetir las palabras en tu mente, como cuando estudias para un examen.
El pelirrojo frunció el ceño, no le gustaba esa obra, no quería ser un príncipe, ni mucho menos besar a Ino, no la soportaba, ni a ella ni a Sari.
—No pongas esa cara —Matsuri acercó su mano al rostro de Gaara, utilizando sus dedos para relajar la expresión de enfado de su amigo. Él, que estaba enojado, rápidamente se empezó a reír al notar las intenciones de la chica, ¿cómo podía ser tan linda? Matsuri siempre estaba preocupada por él, siempre lo alentaba, lo ayudaba, era imposible que no estuviera loco por ella.
—¿Qué crees que haces? —cuestionó, acercándose un poco a ella para hacerle cosquillas en el estómago. La castaña se empezó a reír y a retorcerse, tratando de detenerlo.
—¡B-basta, Gaara-kun! —exclamó, poniéndose de pie para huir de él. Gaara la siguió, atrapándola por la espalda, sin detener las cosquillas. Matsuri continuaba riendo, tratando de liberarse, hasta que se dio la media vuelta y enredó sus pies torpemente entre los de Gaara, provocando que ambos cayeran al suelo entre risas.
—Ten cuidado, boba —le regañó Gaara, aunque la expresión de alegría no se borraba de su rostro, no podía creer lo fácil que era sonreír con ella, incluso si con todos los demás era serio y frío, estando con Matsuri, era realmente feliz.
—Perdona… —la chica lo miró fijamente, sus mejillas se tiñeron de rojo, su corazón parecía que iba a explotar y su cuerpo sentía a la perfección la calidez de quién estaba sobre ella. Era como cuando se habían vuelto a encontrar, Gaara encima de ella, atravesándola con la mirada de esos ojos aguamarina, acorralándola—. Gaara-kun… —lo llamó, notando que él no se movía, no parecía querer levantarse.
Gaara acarició el rostro de Matsuri con su mano derecha, no podía apartar sus ojos de ella, estaba tan hermosa que se estaba desesperando por sentirla más cerca, más todavía. Apenas y se dio cuenta del momento en que su rostro desapareció casi toda la distancia entre ambos, hasta el punto en que sus alientos parecían mezclarse.
—Matsuri… —el pelirrojo susurró su nombre, casi dibujando sobre sus labios, bailando sobre el filo de su perfil, estando a nada de besarla.
Pero, justo en ese momento, la puerta de la azotea se abrió de golpe, alguien acababa de llegar.
Continuará…
