Capítulo 14: Confusión
Apenas sintieron que la puerta de la azotea estaba siendo abierta, Gaara se puso de pie como un resorte e igualmente ayudó a Matsuri a pararse, ambos se sentían nerviosos y avergonzados, pero intentaron disimular aquella sensación incómoda.
—¡Al fin te encuentro, Gaara! —la voz de Naruto llamó la atención de ambos, por suerte, éste era demasiado despistado como para darse cuenta de lo que había estado pasando antes de su llegada—. Matsuri, también estás aquí —saludó el rubio alegremente.
Matsuri tan sólo asintió con la cabeza, intentando disimular el rojo que se apoderaba de toda su cara, mientras los latidos de su corazón continuaban golpeando fuertemente dentro de su pecho. Gaara se llevó las manos a los bolsillos del pantalón, estaba frustrado por haber sido interrumpido nuevamente cuando estaba dispuesto a besar a Matsuri, aunque no culpaba a Naruto, él no podría haberlo sabido.
—Dime —habló el pelirrojo.
El ojiazul frunció ligeramente el ceño, de pronto había notado el ambiente tenso, ¿había llegado en mal momento? Negó con la cabeza y trató de desviar ese pensamiento, había cosas más importantes en ese momento.
—Hoy tendremos entrenamiento en el club, además, vamos a renovar los uniformes, necesito que luego te pases para poder tomar tus medidas y eso —explicó, llevándose una mano a la nuca, un poco avergonzado—. No interrumpí nada, ¿verdad?
Matsuri se sonrojó y Gaara suspiró, para después negar con la cabeza.
—Sólo estábamos terminando de comer y de ensayar la obra, soy malo memorizando las líneas —comentó Gaara, volviendo al asiento, en donde había dejado su almuerzo a medio terminar y el guion de la obra. Naruto se acercó entonces, efusivo como siempre.
—¡Yo les ayudo! —exclamó, sacándole una sonrisa a los dos presentes, nadie, ni siquiera Gaara, era inmune a la alegría y efervescencia de Naruto.
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Sakura y Hinata habían ido al baño después de que Naruto había terminado de comer y se había alejado del grupo en busca de Gaara, ella misma fue quién le dijo que el pelirrojo probablemente estaba en la azotea de la escuela junto a Matsuri. Ambas amigas iban charlando animadas, cuando Sakura se detuvo de golpe al ver a Sasuke en el mismo lugar en donde lo habían dejado, la cafetería de la escuela, pero siendo acompañado por cierta chica pelirroja.
—¿Sakura-chan? —le llamó Hinata, notándola un poco extraña. Siguió con la mirada la dirección hacia donde estaba viendo su amiga, notando lo mismo que ella; aquella pelirroja estaba sosteniendo las manos de Sasuke.
Normalmente, Sakura no era celosa en extremo, aunque era cierto que le molestaba un poco cuando las chicas se le insinuaban a su novio, ella tenía mucha confianza en él y aquello no pasaba de un simple mal rato, pero, desde que Sasuke le había comentado que Karin gustaba de él y al ver que ambos se llevaban como amigos, ella siempre estaba temerosa de que Sasuke comenzara a fijar sus ojos en la prima de Naruto. Bastaban sólo unos segundos para darse cuenta de que el azabache no se comportaba distante con Karin, como con el resto de chicas, quizás, porque ella era familiar de su mejor amigo, o al menos de eso se quería convencer Sakura.
—N-no creo que esté pasando nada raro —intentó decir la ojiperla, con la intención de que su amiga de ojos jade no se llevara una impresión equivocada de lo que estaban viendo.
—Claro que no —dijo Sakura, sonriendo para tranquilizar a Hinata. Ambas se acercaron entonces a la pareja, pero sin decir nada.
—Entonces, ¿me harías ese favor? Anda, Sasuke, si dices que no, le diré a Naruto que no te deje de molestar —comentaba la Uzumaki, por lo cual, Sasuke soltó un suspiro.
—Bien, bien —respondió, fastidiado. Al ver que su novia se acercaba, rápidamente se soltó del agarre de las manos de Karin, no se había dado cuenta ni en qué momento ella las había tomado—. Sakura, Hinata, qué rápido volvieron —comentó, mientras que la chica de anteojos se volteaba a ver a las recién llegadas.
—Sí, sólo nos tomó un momento —contestó la peli rosa—. Hola, Karin-san —saludó, sonriendo de manera calmada y dulce, haciendo un enorme esfuerzo para no permitir que sus celos le ganaran, ella no quería ser el tipo de novia tóxica que no permite que su novio tenga amigas, ella amaba a Sasuke y no deseaba hacerlo infeliz con esa clase de actitudes.
—Hola —Karin saludó a ambas jóvenes, también sonriendo, luego volvió su vista a Sasuke—. Entonces, te llamaré, Sasuke, nos vemos después —dijo antes de despedirse, dejando al trío en la cafetería.
Hinata tan sólo miró a aquella pelirroja cuando ésta se iba, se había dado cuenta casi al instante que ella estaba colada por Sasuke, aunque era bastante obvio que no era correspondida. Volvió a mirar a Sakura, la cual ya se encontraba hablando de otra cosa con su novio, pero era obvio que su amiga había quedado inquieta.
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Durante la tarde, los actores para la obra estaban ensayando sus partes, Ino estaba recitando sus líneas de Blancanieves, pero estaba bastante distraída, no lograba sacarse de la mente lo sucedido con Sai, lo que había sentido cuando lo tuvo tan cerca, estaba bastante abrumada por eso.
—¡Corten! —exclamó Shizune, mirando con el ceño fruncido a su actriz principal—. Ino-chan, ¿qué sucede contigo? Estás muy distraída —comentó, intentando corregir la actitud de la rubia, la cual sólo hizo una leve reverencia a modo de disculpa.
—Lo lamento, Shizune-san, lo haré mejor.
Mientras Ino era regañada, Gaara se acercó a Matsuri, quién estaba terminando de armar unos cuántos adornos para la obra, acompañada de Naruto, Sasuke y Kiba, ella no estaba castigada, pero debía ayudar por ser la presidenta de la clase, igualmente había otros presidentes de clases ayudando en otras áreas, como el vestuario, escenario, etc.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó el pelirrojo, notando que ella intentaba recortar un duro pedazo de cartón, para darle la forma de un escudo, que era uno de los elementos de la vestimenta del príncipe.
—Ah, Gaara-kun, no, descuida —le contestó, utilizando la navaja para dar un corte sobre el material, pero, sin querer, se pasó a llevar el dedo pulgar, haciéndose un corte bastante profundo, el cual comenzó a sangrar enseguida—. ¡Ah! —exclamó por el dolor.
—Mira que eres tonta —Gaara le habló en tono de regaño, tomando delicadamente su mano para mirar la herida—. Tienes que tener más cuidado al trabajar con cosas así —le dijo, notando que no se trataba de algo grave, pero no paraba de sangrar—. ¿Te duele mucho? Vamos a la enfermería.
Matsuri tenía los ojos llorosos, claramente, le había dolido mucho, así que asintió con la cabeza.
—Lo lamento, es que estaba distraída —se excusó, mientras ella y su amigo se alejaban hacia la enfermería de la escuela. Lo cierto era que al ver a Gaara, ella se había puesto nerviosa, por eso se había cortado, no podía sacarse de la cabeza lo que estuvo a punto de suceder en la azotea durante el almuerzo; cada instante que pasaba, sentía que Gaara le gustaba mucho más.
Mientras ellos dos se alejaban, Sari los miraba furiosa, todavía no encontraba una manera de hacer que dejaran de estar juntos y se estaba desesperando por hallar algo, lo que fuera, para que Gaara le prestara un poco de atención.
—Sari-chan —le llamó Shizune, indicándole que ya era tiempo de su entrada. La castaña suspiró, odiaba tener que hacer el papel de la reina malvada, cuando ella quería ser la protagonista y poder besar al príncipe, envidaba a Ino por haber tenido el privilegio de obtener ese personaje, además, debía tener en cuenta que la rubia también era su enemiga, no tenía que bajar la guardia frente a ella.
—Voy —respondió, yendo hacia el escenario para ensayar sus líneas.
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—No fue nada grave, así que estarás bien —dijo la enfermera de la escuela, luego de limpiar la herida de Matsuri y ponerle una curita. Gaara estaba a su lado, de pie, sin poder dejar de observarla con preocupación.
—Gracias —murmuró la chica, sonriendo de forma amable a la mujer, quién salió del cuarto luego de atenderla, pues había recibido una llamada telefónica.
—¿Te duele todavía? —preguntó el pelirrojo, limpiándole una pequeña lágrima que se asomaba a través de los ojos negros de Matsuri—. Sí que eres llorona —le regañó, notando cómo ella hacía un pequeño puchero.
—No seas malo, de verdad me dolió mucho —recriminó ella, a lo que Gaara desvió la mirada, no podía soportar que Matsuri hiciera aquella expresión tan linda, lo volvía loco.
—Volvamos al ensayo, o Shizune-sensei va a gritarme.
Matsuri se bajó de la camilla en donde había estado sentada mientras la enfermera trataba su herida y se puso de pie junto a su amigo, el cual todavía estaba evitando mirarla. Siempre que ambos estaban a solas, el corazón de Gaara se aceleraba de modo alarmante, todo lo que quería era poder estrechar a Matsuri entre sus brazos, decirle que se estaba muriendo por besarla, pero pensaba que todo aquello estaba mal, que no debía ser, sin tener idea de que sus sentimientos eran correspondidos.
—Gaara-kun —el llamado de la chica provocó que él la volviera a mirar, ella miraba al suelo, parecía bastante inquieta—. ¿Tienes muchas ganas de besar a Ino-chan?
El pelirrojo arqueó el ceño, confuso.
—¿A qué viene una pregunta cómo esa? —cuestionó, sin comprender por qué la castaña sacaba un tema como ese de la nada, ni mucho menos, con qué fin.
La cara de Matsuri se puso roja de la vergüenza, ¿por qué había dicho algo tan estúpido?
—E-es que ella es una chica muy bonita y… —ni siquiera alcanzó a terminar su frase cuando sintió cómo una de las manos de Gaara tomaba con delicadeza la suya, la que estaba herida.
—No me interesan las chicas como ella —afirmó él, sin ninguna expresión en su rostro, pero asegurándose de que su respuesta convenciera del todo a Matsuri. La castaña bajó la mirada, como si el suelo fuese lo más interesante del mundo, aunque estaba aliviada y conforme con lo que acababa de oír, le creía a Gaara y eso era lo único que importaba, incluso si él tenía que besar a su prima en la obra.
Se sentía muy tonta por estar celosa, pero no podía evitarlo, es que en serio le gustaba mucho Gaara, tanto como para preocuparse por cosas como esas.
—V-volvamos al ensayo —comentó ella, caminando fuera de la enfermería, pero sin soltar la mano del pelirrojo.
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Durante la salida de la escuela, Hinata, Matsuri y Sakura se despidieron como siempre. La ojiperla se fue en la limusina con su primo, mientras que la castaña se fue junto a sus vecinos. Por su parte, Sakura se iba sola, había días en los que caminaba a casa con su novio, pero cuando Sasuke se quedaba practicando con el club de baloncesto, ella se iba sola.
Aquella tarde iba un poco conflictuada, Sakura podía parecer una chica muy segura de sí misma, ella proyectaba esa imagen en los demás, pero había momentos en los cuáles se sentía pequeña y débil, como si no pudiera hacer nada por sí misma. Después de haber visto tantas veces a Sasuke hablando con Karin, comenzaba a pensar que, quizás, su novio sí tenía interés en aquella pelirroja después de todo.
Sabía lo tonto que era ponerse celosa, Sasuke jamás le había dado motivos, pero no lo podía evitar, es que constantemente se sentía asediada por la idea de que, si no se acostaba con él, Sasuke se iba a aburrir de ella, pero tampoco estaba preparada para dar ese paso, de sólo pensarlo se moría de los nervios, le daba mucha vergüenza, le daba miedo.
—Será mejor que deje de pensar en esto —se dijo a sí misma, no quería hacer una tormenta en un vaso de agua.
Matsuri caminaba a casa junto a Temari y Kankuro, ya que Gaara se había quedado practicando con el club, pronto tendrían su primer partido y estaban dándolo todo en sus prácticas.
—Entonces, Matsuri —Kankuro se acercó a la menor, rodeándole los hombros con uno de sus brazos, mientras caminaban juntos—. ¿Cuándo mi hermano y tú se harán novios?
—¿Eh? ¿N-novios? —la chica se sonrojó, no esperaba una pregunta como esa de parte de su vecino, el cual parecía de lo más normal, mientras ella estaba tan nerviosa—. Qué cosas dice, Kankuro-san.
—No la molestes, tarado —le regañó la rubia, quién se distrajo al oír el sonido de su teléfono. Lo sacó de su bolsillo y notó que se trataba de un mensaje de su novio, el real, aquel del que nadie sabía.
—No estoy molestándola —contestó el castaño, frunciendo levemente el ceño—. Matsuri, quiero que sepas que tienes todo mi apoyo con Gaara.
Mientras el chico continuaba avergonzando a Matsuri, Temari se volvió a guardar su celular, consternada, Itachi acababa de decirle que no podría verla hoy, porque tenía otras cosas que hacer. Últimamente, casi no lo veía, a veces sentía que ellos ya no eran nada.
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Hinata se encontraba ya en casa, estaba haciendo su tarea en la sala, aunque no lograba concentrarse del todo, pues no podía dejar de pensar en el abrazo que le había dado Naruto en la escuela. Su cara se sentía caliente de sólo recordar el momento en que los brazos del rubio habían rodeado su cuerpo, se había sentido tan cálido y agradable.
—Ah, Naruto-kun… —suspiró, llevándose las dos manos a las mejillas.
En es, escuchó unos pasos acercándose, así que alzó la mirada y vio a su primo, el cual miraba frustrado la pantalla de su celular. Neji había estado actuando muy extraño desde hacía un par de días atrás, estaba siempre de mal humor y parecía desconectado del mundo, incluso de sus deberes como presidente del consejo de alumnos. Hinata se había enterado por su amiga Tenten que ambos habían roto su relación, pero no había tenido tiempo para hablar de ello con Neji, debido a la actitud que últimamente su primo tenía.
—Neji nii-san —le llamó, intentando captar su atención. El chico se sentó sobre el sillón de la sala, soltando un suspiro—. ¿Está todo bien? —le preguntó la ojiperla, notando cómo él fruncía el ceño.
—Sí, ¿por qué? —habló él, aunque obviamente, su expresión no concordaba con su respuesta.
Hinata le miró como si lo estuviera regañando, no podía creer que Neji fuese tan orgulloso.
—¿Qué sucedió con Tenten-chan? —le preguntó entonces, a lo cual, su primo se cruzó de brazos y desvió la mirada, como si la sola mención de ese nombre le causara desazón.
—No quiero hablar de eso —contestó de mala gana, notando por el rabillo del ojo que su prima parecía un poco enfadada. Él sabía que Hinata y Tenten eran buenas amigas, así que comprendía que la ojiperla se molestara con él, ella siempre lo regañaba cuando él le hacía un desaire a su ex novia, estaba bastante seguro de que hoy también se llevaría una reprimenda—. Escucha… —el castaño suspiró hondamente—. Ella terminó conmigo hace unos días, ¿está bien?
—¿Y qué fue lo que le hiciste? —interrogó Hinata—. Tenten-chan está muy enamorada de ti, ella no te dejaría por cualquier cosa…
La expresión de confusión en el rostro del mayor, le dejó claro a Hinata que él tampoco estaba seguro de por qué habían resultado así las dos.
—No lo sé, juro que no le hice nada esta vez… —respondió—. Supongo que sólo se cansó de mí.
La chica no le dijo nada, no conocía los detalles ni los motivos por los cuáles Tenten había decidido cortar con la relación, pues, aunque ella le preguntó, su amiga no le quiso contar nada, sólo sabía que era un tema muy serio y que había lastimado enormemente a la castaña, pero si Neji ni siquiera lo sabía, ¿qué pudo haber pasado?
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—Estoy en casa —avisó Gaara al llegar a su hogar, apenas en voz baja, pero suficiente como para que su madre, quién estaba en la sala, le oyera. Acababa de llegar luego de la práctica con el club, así que estaba un poco cansado, pues había sido algo bastante extenuante, sobre todo, contando con que también había tenido que ensayar para la obra escolar y ayudar con las cosas de la vicepresidencia de su grupo.
—Cariño, te ves agotado —dijo Karura al verle, ayudándole con su bolso y su uniforme escolar, ya que Gaara se había quitado el saco porque estaba muriendo de calor—. ¿Quieres comer algo? —ofreció, sonriéndole.
Gaara asintió con la cabeza.
—Claro, gracias, mamá —le respondió, caminando hacia el comedor, en donde estaba ya sentado Kankuro, quién devoraba un plato de sopa de fideos. El pelirrojo tomó asiento y se dejó caer sobre la mesa, en serio se sentía agotado. Desde que podía recordar, jamás se había involucrado de tal manera con las actividades escolares, y es que, además, había sido expulsado de unas cuántas escuelas ya, debido a que siempre se metía en peleas y causaba problemas.
—Vaya, por fin llegas —le dijo su hermano mayor—. Hoy tenías muy abandonada a la pobre de Matsuri, eh.
—¿Qué? —el pelirrojo arrugó el entrecejo cuando su hermano mencionó a su amiga—. ¿Por qué hablas de Matsuri? ¿Qué te pasa?
—Gaara, Gaara —el mayor sonreía ampliamente—. ¿En serio piensas que no sé que ella es la chica que te gusta?
—No me importa si lo sabes o no —el chico continuaba con el ceño fruncido, cruzado de brazos también—. No es como que yo lo esconda…
—Pero no se lo has dicho a ella —interrumpió Kankuro—. ¿Qué esperas para decirle? ¿Acaso quieres morir virgen? —bromeó, soltando una sonora carcajada, Gaara odiaba cuando Kankuro soltaba ese tipo de comentarios, era un verdadero idiota e imprudente.
—Tsk, no soy virgen —masculló el menor, provocando que la risotada de su hermano se cortara de golpe.
—¿Eh? ¿Qué? ¿Qué dijiste? —cuestionaba, parpadeando una y otra vez—. ¿No lo eres? —entrecerró la mirada, incrédulo—. No te creo, con ese carácter tan amargado dudo que alguna chica se haya fijado en ti, hermanito.
Gaara sonrió sarcástico, esta era su oportunidad para incordiar al tarado de su hermano.
—¿Recuerdas a aquella chica de la otra ciudad que tanto te gustaba y nunca te hizo caso?
—¿Quién? ¿Shijima? —preguntó en pose pensativa, cerrando los ojos y llevándose una mano al mentón, en un intento de rememorar la imagen de aquella persona. Al tenerla ya en mente, volvió a abrir los ojos, mirando con sorpresa a su contrario—. ¡No me digas que fue con ella! Con razón me dijo que no podía hacerme caso, porque eso sería incómodo.
—Sólo fueron unas pocas veces, pero me cansé rápido —respondió Gaara—. Ella quería ser mi novia y a mí eso no me interesaba, así que la dejé.
—No me lo esperaba de ti —rio Kankuro, bastante sorprendido al enterarse de que su hermano no era tan inocente e inexperto como siempre pensó, Gaara era mucho más hábil de lo que parecía, el hecho de ser discreto, no significaba que fuera tonto—. ¿Pero qué hay de Matsuri? Ella sí te gusta como novia, ¿no?
—Sí.
Gaara sabía perfectamente lo que sentía por Matsuri, aún si en un principio le había costado aceptarlo, él estaba bastante consiente de que estaba enamorado, que quería ser mucho más que su amigo, que no le importaría lanzarse al agua con ella y hasta ahogarse si era necesario.
—Me alegra —Kankuro esbozó una leve sonrisa, no importaba si molestaba a Gaara con sus tonterías, él lo hacía porque le gustaba verlo feliz.
—¿Qué hay de ti y la amiga de Temari? —el pelirrojo habló de pronto, provocando que los ojos de su hermano mayor se abrieran por la sorpresa nuevamente, no esperaba una pregunta como esa, pensaba que nadie se había percatado de su pequeño acercamiento con Tenten Ama.
—Nada, nada, sólo somos amigos —aseguró, agitando su mano derecha, en un gesto que intentaba restarle importancia al asunto. No quería admitir ante nadie aún que ella le gustaba mucho, sabía que Tenten estaba herida por lo sucedido con su ex novio, Neji Hyûga, por eso, quería tomarse las cosas con calma.
Gaara sólo sonrió ladino.
—Y luego soy yo el lento —murmuró.
Después de eso, su madre apareció para darle algo de comer. Ella estaba muy feliz de ver que Gaara estaba integrándose bien a su nueva escuela, incluso si al inicio se había metido en una pelea, ahora parecía llevarse bien con sus compañeros y tanto Kankuro como Temari le contaban que él ya tenía amigos. Quizá Gaara aún no recuperaba la memoria, tal vez nunca lo haría, pero lo importante era que él fuera feliz.
—¿Está todo bien aquí? —la mujer sirvió un delicioso plato de sopa de fideos a su hijo menor, el mismo que también le había dado al mayor.
—Claro, gracias, mamá —contestó Gaara, tomando los palillos para comenzar a comer—. ¿Y Temari? —preguntó, llevándose unos cuántos fideos a la boca para sorberlos.
—Está en su cuarto, desde que llegó no ha salido de ahí —contestó la mujer, mirando hacia las escaleras de la casa—. Se habrá peleado con su novio.
El pelirrojo frunció el ceño, había oído que su hermana estaba saliendo con uno de los chicos de su salón. Al principio no le había tomado importancia al asunto, pero últimamente veía extraña a Temari, algo no estaba bien con ella y si ese chico tenía algo que ver con eso, Gaara y también Kankuro, tendría que hablar con él.
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Naruto se sentó a la mesa del comedor luego de destapar el envase de ramen instantáneo ya listo, el cual humeaba y desprendía el delicioso sabor que a él tanto le gustaba. Su departamento era pequeño, solamente tenía dos dormitorios, el baño y una sala común, en donde se ubicaban dos sillones individuales y la mesa para comer, mientras que, detrás de una pequeña separación, estaba la cocina, que era del tamaño justo, pero él casi no la usaba, no sabía cocinar.
Naruto vivía con su padrino, quién era su tutor legal desde el fallecimiento de sus padres, pero él casi nunca estaba en casa, salía durante largos periodos para investigar y buscar inspiración para sus novelas, él era muy famoso y exitoso, aunque para el rubio no era más que un pervertido. Él vivía gracias a la mantención que sus padres le habían heredado, con ella, había adquirido aquel pequeño departamento, ya que no soportaba vivir en la casa de ellos, porque los extrañaba demasiado.
Siempre parecía que nada lo agobiaba, que ante los demás, Naruto siempre era feliz, pero cuando estaba así, solo en casa, sin la compañía de sus padres, en esos momentos él se permitía borrar su sonrisa un momento y dejar salir su tristeza.
—Ah… sabe bien… —murmuró con desánimo. Miró hacia un costado, junto al sillón había una mesita de noche, en donde estaba una fotografía de sus padres. Se la quedó mirando durante varios segundos, preguntándose cómo sería si ellos siguieran estando a su lado. Sintió como si un agujero se le hiciera en el pecho y cerró los ojos, tratando de calmarse—. Basta, basta, todo está bien —se decía una y otra vez, fue entonces que la imagen de cierta jovencita de ojos perlados se le vino a la mente.
Cuando Naruto pensaba en Hinata, su corazón se llenaba de calidez, su pecho se inflaba lleno de energías y el dolor parecía esfumarse.
—Hinata… —murmuró, sonriendo. Se revolvió el cabello con ambas manos, confundido—. Ah, ¿qué debería hacer? ¿Debo decirle que me gusta? —se preguntó, confuso—. ¿Y si yo no le gusto?
Frustrado ante el último pensamiento, agarró el envase de ramen y se lo llevó a la boca todo de una sola vez.
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Ino se encontraba en su cuarto, acababa de tomar su baño y ya se había puesto el pijama. Su habitación era enorme, toda en tonos morados y violetas, muy femenina. Ella pasaba gran parte del día sola en la enorme mansión, acompañada de los empleados, porque su padre siempre estaba de viaje. Su madre había fallecido cuando era muy pequeña, ella era la hermana de la madre de Matsuri. Ino no la recordaba mucho, apenas tenía imágenes de ella guardadas en su mente, un par de sonrisas, algunas canciones que le solía cantar, la manera en que acariciaba su cabello hasta que se quedara dormida, era todo lo que Ino sabía de ella, a parte de lo que le contaban su padre y los empleados.
Se sentó sobre la cama y miró la televisión que estaba encendida en un canal de música, donde estaban pasando videos del grupo que le gustaba. Ino siempre se había sentido superior a los demás, era hermosa, lista, tenía dinero, ¿cómo podría sentirse inferior con todo eso? Pero entonces pensaba en que su más reciente capricho ni siquiera la volteaba a ver y se frustraba por ello, no importaba lo que hiciera, Gaara no le prestaba atención.
—Idiota… —murmuró, preguntándose por qué no podía tener a Gaara si ella tenía todo lo que quería.
Volvió a ver la pantalla del televisor y en ese momento enfocaron a uno de los integrantes de aquel grupo, tenía el cabello negro y el corte era el mismo que el de Sai. Cuando Ino se dio cuenta de que la imagen de ese músico le había recordado a Sai, se dio un golpe en la cara, frustrada.
—¡¿Qué te sucede, Ino Yamanaka?! —se regañó a sí misma. No podía creer que estaba pensando en ese raro sujeto. No había ninguna razón para que ella recordara a tal sujeto, él estaba loco y era un desperdicio de su tiempo, a fin de cuentas, ni siquiera le iba a servir para alejar a Matsuri de Gaara, lo mejor era que ya no se volviera a acercar a él.
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Un nuevo día había llegado, ya casi no faltaba nada para que llegara el festival cultural, el cual se llevaría a cabo ese mismo fin de semana. Los chicos ya estaban enfocados totalmente en convertir su salón de clases en una cafetería, como no podían pintar las paredes, estaban pegando papel mural con diseños, para dar un aire mucho más estiloso y menos formal. Las chicas limpiaban y ordenaban las mesas, mientras que los chicos se ocupaban de las paredes. Gaara estaba fungiendo de "jefe de obras" por petición de Matsuri, así que le decía a los demás qué hacer, mientras que la castaña estaba en la biblioteca con las demás chicas, decidiendo los últimos toques del menú.
—Hazlo bien, Naruto —regañó el pelirrojo al ver que su amigo pegaba el papel al revés, con la parte que se suponía iba hacia el techo, tocando el suelo.
—¡Ah, rayos! —el rubio rápidamente intentó remediar su error, despegando todo el mural para poder arreglarlo, mientras que Sasuke se burlaba en voz baja de él, riendo—. ¿De qué te ríes, Sasuke? —reclamó, con el ceño fruncido.
—De nada —contestó el azabache, ayudándole a acomodar el papel como debía ser—. Tsk, Gaara, ayuda también, no porque seas el novio de la presidenta te quedes ahí parado mirando.
Al escuchar aquellas palabras, las mejillas de Gaara automáticamente se encendieron, casi del mismo tono que su cabello, pero no pudo evitar fruncir el ceño, Sasuke sólo quería avergonzarlo y lo había logrado muy fácilmente.
—Cállate, no es mi novia —respondió, yendo en ayuda de los otros dos.
Matsuri estaba volviendo al salón junto a Hinata y Sakura para ver cómo iban con la decoración, mientras entre las tres hablaban de lo bien que había quedado el menú y de dónde conseguirían todos los ingredientes que necesitaban. Naruto estaba arriba de una de las mesas, pegando la parte más alta del mural, cuando escuchó algo que llamó su atención.
—¡Hinata! —la voz de Kiba llamando aquel nombre le hizo voltear hacia la entrada, notando a la ojiperla, la cual sonrió en cuanto el castaño se paró frente a ella. Hinata se veía tan linda ese día, era como si cada vez que Naruto la veía, ella se volvía un poco más bonita.
Se quedó observando cómo su amigo le hablaba a la chica que le gustaba, aunque no los escuchaba con todo el ruido de las mesas moviéndose y los demás hablando, notó que Kiba se le acercó un poco a Hinata, susurrando algo a su oído, cosa que la hizo sonreír dulcemente y que sus mejillas se pusieran un poco rojas. Naruto frunció el ceño ante ello, estaba celoso, muchísimo. Debido a su molestia, pisó mal la superficie de la mesa y no pudo evitar resbalarse, ni siquiera Sasuke o Gaara, que estaban a su lado, lograron sostenerlo a tiempo, antes de que cayera al duro y frío piso del salón, sólo pudo oírse su escandaloso grito.
—¡Naruto! —exclamaron ambos chicos al verlo tirado, yendo en su ayuda, aunque fuese tarde.
Hinata volteó tras oír el escándalo y al darse cuenta del accidente, no dudó en correr hacia el rubio también, al igual que el resto del salón.
—¡No lo muevan! —les dijo Sakura, quién se había arrodillado junto al rubio—. Naruto, ¿te golpeaste la cabeza? —le preguntó, moviendo su mano frente al rostro del rubio, para comprobar que no tuviera problemas de visión. Ella sabía muchas cosas sobre medicina, pues su sueño era convertirse en una doctora en cuánto se graduara de la escuela.
—Sí, pero no fue fuerte, Sakura-chan —contestó el chico, siguiendo con la mirada la mano que le enseñaba su amiga—. Estoy bien, en serio.
—Eres un tarado, Naruto —Sasuke le dio la mano para ayudarlo a sentarse, mientras que Naruto se sobaba un poco la nuca, se había dado un buen golpe, pero no había sido nada grave, por suerte.
—Ten más cuidado —le dijo Gaara, soltando un suspiro.
—Quizás deberías ir a le enfermería, te podría salir un chichón —le dijo Matsuri, mirando de reojo a Gaara. Llevaba un tiempo notando lo bien que Gaara se llevaba con Naruto y con Sasuke, algo que le daba muchísimo gusto, porque le gustaba verlo rodeado de amigos. Todavía recordaba lo solo que estaba Gaara cuando lo había conocido por primera vez, cuando él lloraba bajo ese árbol en el parque, cuando no tenía ningún amigo.
El Uzumaki, por su parte, sólo frunció un poco los labios, no quería tener que ir a la enfermería por una simple caída, pero debía admitir que le dolía un poco y se sentía algo mareado.
—Bueno, aquí todos estamos ocupados —dijo de pronto Sakura, sonriendo para sus adentros, pues tenía una muy buena idea—. Hinata, tú ya acabaste lo que estabas haciendo, así que, ¿por qué no acompañas a Naruto? —dijo, mirando a su amiga, la cual se había puesto roja completamente, sabía que Hinata era tímida y que iba a reaccionar de ese modo, pero no perdía nada con darles un pequeño empujón, Sakura no era tonta, ella conocía a Naruto también, era uno de sus mejores amigos y se había dado cuenta de que el rubio desde hace un tiempo para acá, no dejaba de ver a Hinata.
—¿Y-yo? —la chica se apuntó a sí misma, se sentía como traicionada por su mejor amiga al ponerla en una situación difícil para ella.
—Venga —Sasuke notó las intenciones de su novia y no dudó en apoyarla, sabía que Sakura no haría algo así si no quisiera ayudarlos a ambos—. Ya oíste, Naruto, debes ir para comprobar que todo está bien, Hinata te llevará —añadió, mientras él y Gaara sostenían ambas manos del Uzumaki para, finalmente, ponerlo de pie.
Naruto miró a Hinata y se sintió nervioso, recordaba el abrazo del día anterior y aquello le avergonzaba mucho, aunque se moría de ganas por repetirlo.
—¿E-está bien si me acompañas? —le preguntó, dándose un golpe en la cara mentalmente al haber tartamudeado, sentía el rostro caliente de los nervios.
Hinata bajó la mirada, asintiendo con la cabeza.
—S-sí, vamos —aseguró, alzando nuevamente su rostro para sonreírle al chico de ojos azules, quién le respondió con otra sonrisa. Momentos después, los dos se alejaron juntos, parecían incómodos, pero se veían lindos.
—Qué par de tórtolos —murmuró Matsuri con ilusión, estaba segurísima de que muy pronto esos dos admitirían sus sentimientos el uno por el otro, era cosa de mirarlos para darse cuenta de que ambos se querían.
—Son un par de tontos, pero me dan ternura —comentó Sakura esta vez.
Mientras ellas dos actuaban de "shippers", Kiba frunció el ceño, había estado todo el tiempo a un costado, sin hablar, aunque también estaba preocupado por su amigo, los comentarios de las chicas no le gustaban nada.
Gaara se acercó disimuladamente a Matsuri, los demás ya habían vuelto a lo suyo, después de la conmoción causada por el accidente. El chico cogió algunos papeles que la castaña había estado trayendo todo el tiempo entre los brazos, con la intención de ayudarla.
—Oye, ¿qué harás hoy por la tarde? —le preguntó, notando el puchero que ella hacía cuando él le liberó de su carga sin siquiera preguntar, pero aquello no le importó, le gustaba esa carita.
—Nada, creo, ¿por qué?
—Vamos a comer algo —dijo el pelirrojo, esbozando una leve sonrisa, una que sólo le dedicaba a Matsuri y a nadie más que a ella.
—Tenemos otro par de tórtolos —le susurró Sakura a su novio, cuando vio cómo Matsuri aceptaba la invitación de Gaara. Sasuke sólo asintió con la cabeza, dirigiendo su mirada hacia la peli rosa.
—También tengamos una cita —le propuso, propuesta que ella no rechazaría ni aunque estuviera loca, era raro cuando Sasuke la invitaba a salir, debía aprovecharlo.
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Shikamaru estaba harto de dormir en la biblioteca, había estado ahí toda la mañana, evadiendo trabajar en los preparativos del festival, pues no le interesaba para nada participar en eso, lo único que le interesaba era no hacer nada.
Mientras iba por el pasillo, pudo ver a Temari, la cual apareció desde otro pasillo, ella no había notado su presencia. El Nara se dio cuenta entonces de que el profesor Itachi salía desde un salón y, tanto él como la rubia, se habían quedado hablando en medio del pasillo. Si él no supiera que ellos dos tenían algo, probablemente esa escena sólo habría pasado como la conversación entre un profesor y una alumna, nada más, pero para él no era así.
No podía entender por qué Temari se fijaba en un tipo como ese, Itachi no era malo, pero era un profesor, aquello que ellos hacían estaba muy mal. Shikamaru no era quién para juzgar, ni siquiera le tendría que importar, pero lo hacía y mucho, en serio le importaba lo que sucediera con ella.
—Temari —hablaba Itachi, intentando mantener bajo el volumen de su voz, para que nadie los fuese a escuchar—. Sé que estás molesta, pero no podemos hablar aquí.
—¿Y dónde sino? —cuestionó la chica, la cual tenía el ceño fruncido y no apartaba su mirada de la del más alto. Itachi, soltando un hondo suspiro, volvió a mirar a la menor con serenidad, él era el adulto, tenía que poner las cosas en orden entre ambos.
—Veámonos hoy, fuera de la escuela, hay una cafetería —susurró, dándole las indicaciones a Temari para que pudieran encontrarse sin problemas, lejos de cualquiera que pudiera descubrir su relación, ya tenían suficiente con una persona que, además, los extorsionaba.
Shikamaru, quién había estado observándolos de lejos, se dio la media vuelta y se fue caminando, verlos se le hacía incómodo, no deseaba enterarse de más detalles de los innecesarios, a veces anhelaba nunca haberse enterado de nada, quizás sería más fácil así.
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Naruto estaba sentado sobre la camilla de la enfermería, mientras que la mujer le revisaba el golpe que se había dado, pero parecía ser algo leve, así que no necesitó ningún tratamiento.
—Si te duele la cabeza, sólo toma una de estas por la noche y mañana seguramente vas a esta bien —dijo la enfermera al rubio, entregándole unas pastillas, las cuales eran de libre uso. Naruto asintió con la cabeza, sonriente, mientras Hinata les observaba de pie junto a la puerta.
—¡Gracias! —exclamó el chico, poniéndose de pie para ir junto a su compañera.
Los dos salieron de la enfermería, iban caminando en silencio, sin saber qué decirse.
—¿Estás seguro de que te sientes bien? —le preguntó la chica entonces, mirándole de reojo, le daba mucha vergüenza verlo fijamente. Naruto, al escuchar su voz, dibujó una tonta sonrisa en su rostro.
—Sí, estoy bien —aseguró, dando unos cuántos pasos para adelantar a Hinata, entonces se paró delante de ella—. Hinata —la llamó—. Oye, te quería hacer una pregunta.
La ojiperla estaba un poco sorprendida, así que parpadeó un par de veces, observando al muchacho que no la dejaba avanzar más.
—¿Sucede algo, Naruto-kun? —enseguida bajó la mirada, ya estaba comenzando a ponerse roja otra vez, no podía evitarlo, Naruto la ponía tan nerviosa siempre.
El rubio se le quedó viendo durante unos segundos, sus ojos parecían querer atravesar el cuerpo de la peli azul, detallando las hermosas facciones de su rostro, su cabello largo, la piel de porcelana que tanto le gustaba. Sus latidos se aceleraron de sólo recordar la vez que la había abrazado, Naruto estaba cada día más loco por ella.
—Hinata, a ti… —tragó saliva, estaba bastante nervioso—. ¿A ti te gusta Kiba? —preguntó finalmente, pues le estaba matando aquella duda, ya no podía soportar la incertidumbre. Por su lado, Hinata abrió sus ojos con sorpresa, ¿por qué Naruto le iba a preguntar algo así?
—¿Kiba-kun? —repitió la Hyûga, todavía sin poder entender el motivo de aquella interrogación, aunque no deseaba que él se llevara una idea equivocada, así que no dudó en responderle—. No, Naruto-kun, sólo lo veo como un amigo —aseguró, entonces vio al ojiazul sonreír ampliamente.
—Ya veo… —fue todo lo que dijo Naruto, intentando disimular la enorme alegría que sentía en ese momento, incluso si Kiba estaba enamorado de Hinata, le alegraba mucho saber que ella no sentía lo mismo.
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Durante la tarde, después de que acabara el periodo escolar, Gaara y Matsuri habían decidido no regresar a casa inmediatamente, sino que se fueron a dar un paseo por la zona comercial de la ciudad. No tenían mucho que hacer, no había tarea, pues la escuela estaba enfocada en el festival, así que tenían bastante tiempo libre para usarlo en lo que más les gustara. Gaara había comprado dos helados y ambos iban saboreando el de cada uno, mientras charlaban sobre cosas triviales; incluso si no había un tema importante que tratar, para Gaara no era tiempo perdido el pasarlo junto a Matsuri, cada segundo a su lado era un tesoro para él, igualmente lo era para ella.
—Entremos aquí, Gaara-kun —la castaña lo jaló de la mano hacia el interior de una tienda de anime y manga, Matsuri adoraba leer mangas de romance, algunos otros de acción también, era muy variada en cuanto a gustos.
Gaara frunció el ceño, no le gustaban esas cosas, se le hacían muy infantiles y bobas, pero era tarde para reclamar, porque cuando quiso darse cuenta, ya estaba en medio de un pasillo, rodeado de aquellos libros llenos de dibujos y letras a escala de grises.
—¡Ah, es el que me falta! —exclamó la chica, pues había encontrado el volumen de una de sus historietas favoritas, el cual no tenía aún—. Qué alegría, aprovecharé de llevarlo.
—¿Por qué no gastas el dinero en algo menos inútil? —murmuró el pelirrojo, dando unos cuántos pasos para mirar mejor la tienda, aunque sabía que no encontraría nada de su interés.
Llegó a la sesión de manga para adultos, en donde todas las portadas eran imágenes sugerentes de chicas desnudas. Parpadeó varias veces al ver eso, no podía entender qué había de interesante en leer sobre dos personas teniendo relaciones como conejos. Estiró su mano y cogió uno al azar, de aquellos que estaban puestos ahí de muestra, ya que los demás estaban sellados. Abrió el libro en una página cualquiera y entonces notó que la chica era muy, muy parecida a Matsuri, tenía el cabello corto, el mismo corte de pelo, los ojos negros y grandes y sonreía tímidamente.
Buscó a la castaña con la mirada y la encontró aún en la sesión de mangas románticos, así que volvió su vista al que él estaba sosteniendo, adelantando unas páginas. Pudo ver una imagen que no dejaba absolutamente nada a la creatividad, entonces, una reproducción idéntica se formó en su mente, pero con Matsuri y él como protagonistas.
—Gaara-kun —al escuchar la voz de la chica, Gaara cerró el manga a la velocidad de la luz y lo dejó en donde lo había encontrado. Ella le llamaba desde el otro pasillo—. ¿Vas a llevar algo? —le preguntó, sonriendo dulcemente. El chico, avergonzado y –ligeramente– inquieto, sólo negó con la cabeza, acercándose a ella.
—Claro que no, sólo estaba mirando —aseguró.
Ambos caminaron hacia el mostrador para que Matsuri pagara las cosas que había comprado. Mientras ella estaba en eso, Gaara notó que sobre el mesón del mostrador, había una pequeña góndola, la cual ofrecía un montón de adornos para el teléfono con diferentes formas, colores y tamaños; había muchos que eran bastante monos.
Matsuri salió de la tienda con una bolsa llena de mangas en sus manos, emocionada por tener todo eso para leer, Gaara tardó unos segundos más en salir, alcanzándola afuera.
—¿Estás satisfecha con tu compra? —le pregunto el pelirrojo, sin poder evitar perderse por breves segundos en la hermosa sonrisa que adornaba el rostro de su amiga.
—Muy satisfecha —respondió la chica.
—Dame tu celular un momento —dijo Gaara, extendiendo su mano hacia Matsuri. Ella le miró extrañada, pero ya que el más alto no parecía desistir de su petición, ella decidió entregarle el teléfono. Gaara se dio la media vuelta, dándole la espalda por un par de minutos, hasta que volvió a hacerle frente, enseñándole el hermoso adorno colgante que le había puesto al celular de la castaña, era un pequeño osito de color café que sostenía en sus manos una guitarra de color rojo, era tan adorable, que los ojos de Matsuri se iluminaron.
—¡Qué lindo! —exclamó al recibir su celular de manos del chico—. ¿Me lo regalas, Gaara-kun?
El pelirrojo se sintió desfallecer cuando la expresión de niña de Matsuri lo golpeó tan repentinamente, todavía no podía entender cómo es que esa chica lograba hacerlo experimentar tales sensaciones sin siquiera proponérselo.
—Claro, ¿acaso crees que te iba a cobrar? —respondió, desviando la mirada hacia un costado. Luego sacó su propio teléfono de su bolsillo y le enseñó a Matsuri que él traía un adorno igual en el suyo, sólo que el osito sostenía un piano en lugar de una guitarra.
—El tuyo también es lindo —dijo Matsuri, todavía emocionada por el regalo de Gaara. Estaba tal feliz, que ni siquiera lo pensó mucho antes de regalarle un abrazo, rodeando su cuerpo con ambos brazos y apoyando el rostro contra su pecho—. Gracias, Gaara-kun… —murmuró.
—Matsuri… —Gaara sintió que sus latidos se volvían frenéticos, pensó que incluso ella podría escucharlos debido a lo cerca que estaban. Sus brazos también rodearon el cuerpo femenino, sin notar que ella se sorprendía por su acción, él no era de corresponder ese tipo de gestos, por eso, las mejillas de la castaña se tiñeron rápidamente de rojo. El calor del cuerpo de ambos les transmitía una paz que no parecía poder romperse con nada, pero algo sucedió entonces.
—Te quiero mucho, Gaara-kun… —murmuró Matsuri, sólo dejándose llevar, sin siquiera darse cuenta de lo que hacía o decía.
—Gaara-kun, te quiero… —la voz dentro de su mente lo golpeó como una bofetada, provocando que rompiera el abrazo de golpe. Matsuri le miró sorprendida, iba a decir algo, pero notó que Gaara se llevaba las manos a la cabeza, le estaba doliendo, sentía como si se le partiera.
Imágenes confusas no dejaban de reproducirse en la cabeza de Gaara, provocándole un dolor insoportable, como punzadas que iban y venían. ¿De quién era esa voz? ¿Quién era la persona de sus recuerdos? ¿En dónde demonios estaba su amiga de la infancia?
—¿Estás bien? —le preguntó la castaña, preocupada al notarlo afligido, por cómo se sostenía la cabeza, seguramente estaba sufriendo un fuerte ataque. Matsuri no pudo pensar en otra solución que volverlo a abrazar con fuerza, intentando contenerlo—. Por favor, Gaara-kun, tranquilo, todo va a estar bien —repetía asustada, tenía miedo de que algo malo pudiese suceder.
—Estoy… bien… —dijo él entonces, dejándose abrazar. Su dolor se iba poco a poco, hasta que por fin desapareció—. Recordé algo… —añadió, sorprendiendo a su amiga, la cual se separó para poder verlo.
—¿Algo de tu amiga? —cuestionó un poco nerviosa, no quería pensar en qué sentiría Gaara si se daba cuenta de que ella siempre había estado ahí con él y no le había dicho nada. Al principio lo veía como una buena idea, pero a medida que sus sentimientos por él fueron cambiando, debía admitir que estaba asustada de que Gaara pudiera malinterpretar sus intenciones.
—Sólo fue una voz, algunas imágenes, pero nada más —respondió él, separándose un poco para mirar a Matsuri, la cual tenía los ojos llorosos, seguramente porque estaba preocupada por él—. No llores, estoy bien —aseguró, secando una de las lágrimas con la yema de su dedo pulgar; sólo en ese instante, la chica se dio cuenta de que había llorado.
—Qué bueno que estés bien, me asusté mucho —se secó las lágrimas también, tomando una de las manos de su querido amigo—. Vamos a casa, Gaara-kun, no quiero que vuelvas a sentirte mal.
Él simplemente asintió con la cabeza, guardándose el celular en el bolsillo del pantalón, para caminar junto a la persona que quería, de su mano.
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No había podido dejar de pensar en su ex compañero de la escuela desde que lo había vuelto a ver. Izumi siempre se había caracterizado por ser una persona tranquila, pero con carácter, de niña siempre tuvo todo lo que quiso, porque sus padres podían dárselo, pero cuando ellos fallecieron, se quedó completamente sola y en la ruina, ellos tenían muchísimas deudas, las cuáles le heredaron sin quererlo, así que Izumi había tenido que abandonar el carísimo colegio al cual asistía y debió cambiarse a uno más modesto, en donde el horario le permitiera trabajar algunas tardes por semana, así que, alejada del mundo de la gente con dinero, ya no volvió a ver a Itachi Uchiha. Había ingresado a la universidad con mucho esfuerzo, después de años de sólo trabajar para saldar todas las deudas, finalmente estaba a sólo unos meses de obtener su título de pediatra infantil, su sueño hecho realidad. Pero Izumi debía admitir lo entusiasmada que estaba desde que había vuelto a ver a Itachi, él era tal y como lo recordaba; apuesto, serio, pero sumamente agradable. No cabía duda de que los años no habían pasado en vano en él, estaba aún más guapo que en el pasado. Izumi no podía creer que él era profesor, siempre pensó que Itachi sería el heredero de las empresas de su padre, el señor Fugaku Uchiha, pero se había dado cuenta de que no era así, que Itachi quería algo más, en cierto modo, eran parecidos.
—Izumi, mesa cinco —le dijo su jefa, ya que la joven había estado perdiendo el tiempo en sus pensamientos, sentada en el mostrador.
—Voy, voy —dijo, tomando la libreta para anotar las órdenes. Al acercarse a la mesa, se dio cuenta de que el cliente era nada más y nada menos que Itachi, él estaba sólo nuevamente, leyendo un libro. Su corazón se aceleró y sus mejillas enrojecieron al verlo, simplemente no podía entender cómo es que ese hombre era tan guapo.
Cuando estaba por llegar a donde estaba él, notó que desde el baño una joven de apariencia juvenil se acercaba a la mesa, sentándose junto a Itachi y tomando una de sus manos. El pelinegro dejó de lado su libro y le sonrió a aquella preciosa rubia, momentos antes de acercar sus labios a los de ella. Izumi se dio cuenta entonces de que esa joven era la novia de Itachi, un descubrimiento que le hizo sentir como una estúpida, ridícula y payasa, porque se había hecho ilusiones tal y como cuando estaban en la escuela, en donde Itachi tampoco le había hecho caso alguno.
¿Cómo podía ser tan ingenua?
Continuará…
