Capítulo 15: Mi persona especial

Ambos caminaban de regreso a casa, Matsuri todavía estaba preocupada por el "ataque" que había sufrido Gaara hace un rato, así que no había soltado su mano en todo ese tiempo. Cuando ya estaban frente a la casa del pelirrojo, se detuvieron, mientras la chica apretaba un poco más el agarre de sus manos.

—¿Seguro que estás bien? —insistió ella, frunciendo ligeramente sus labios en un puchero infantil, mientras Gaara sólo la miraba fijamente, dibujando una pequeña sonrisa con sus labios al ver aquella expresión tan adorable en el rostro de la joven.

—Estoy seguro —respondió él, sosteniendo la otra mano de Matsuri, sin apartarle la mirada ni por un segundo—. Te preocupas demasiado, boba.

Los grandes ojos negros de la chica tampoco se apartaban de la figura masculina, incluso si estar frente a Gaara la ponía nerviosa, no podía dejar de verlo, de admirar su bello rostro, el color de sus ojos, aquellos labios que tanto le gustaría probar, aunque ni siquiera supiera cómo.

—No puedo evitar preocuparme por ti, Gaara-kun —dijo la castaña, soltando una de las manos de su amigo, para poder acariciar su mejilla suavemente—. No sé qué haría si te sucediera algo malo… no podría perderte de nuevo… —confesó, con la cara ardiendo de vergüenza, pero con la suficiente valentía de continuar sosteniendo su mirada.

—¿De nuevo? —él frunció el ceño, pues no había entendido las palabras de Matsuri, no estaba seguro de a qué se refería ella, por su parte, al darse cuenta de lo que había dicho, Matsuri se puso nerviosa, mirando hacia un costado y luego al suelo, mientras apartaba su mano del rostro ajeno.

—N-no me hagas caso —respondió con urgencia, un poco más y se hubiera metido en un gran problema; Gaara no podía saber, bajo ninguna circunstancia, lo que ella le había estado ocultando—. Gaara-kun, yo… —estaba a punto de decir algo, pero se vio interrumpida cuando el pelirrojo, sin ningún aviso, simplemente la abrazó cálidamente, dejándola sorprendida.

—Matsuri, gracias… hoy lo pasé bien —comentó él, casi susurrándole al oído, lo que provocó que el cuerpo entero de la chica temblara y se sacudiera como gelatina, ¿acaso Gaara no sabía lo que causaba en las mujeres? ¿O solamente se hacía el tonto? Como fuera, ella simplemente correspondió al abrazo, era la primera vez que él hacía algo parecido, las veces anteriores, había sido ella la impulsiva, así que no podía dejar de sentirse abrumada y algo feliz.

—También yo —respondió la chica, rodeando con sus brazos el cuerpo del pelirrojo. Se quedaron así durante varios segundos, en completo silencio, tan sólo disfrutando de la compañía y el calor del otro, hasta que, de pronto, un incesante carraspeo les hizo separarse.

Cuando Matsuri y Gaara miraron hacia un costado, notaron que el padre de la primera estaba de pie ahí, junto a su auto. Ryu acababa de llegar del trabajo, encontrándose de lleno con la escena de su preciosa hija, abrazada al apuesto y seductor –pulpo– hijo menor de sus vecinos, parecía una verdadera y horrenda película de terror para él.

—¡P-papá! —exclamó Matsuri, separándose de golpe del pelirrojo, el cual sentía su cara ardiendo, estaba seguro de que estaba más rojo que su propio cabello.

El hombre, mirándolos a ambos con la expresión más seria y terrorífica que tenía, sonrió en modo psicópata, haciéndole un gesto a su hija para que entrara a casa.

—Cariño, es hora de que hagas tus tareas de la escuela y vayamos a cenar —habló, luciendo más tétrico de lo normal, lo que provocó que la castaña asintiera con la cabeza, tiesa como un robot.

—N-nos vemos mañana, Gaara-kun —antes de despedirse del pelirrojo, hizo una leve reverencia, corriendo hacia el interior de su casa. Su padre, que se quedó afuera hasta verla entrar, miró a Gaara, el cual estaba paralizado, tan sólo le hizo un gracioso ademán de "te estoy vigilando" y se fue detrás de su hija, más tarde volvería para meter el auto a la casa.

Gaara, por su parte, sólo pudo entrar a su hogar, un poco perturbado por la escena.

Matsuri corrió avergonzada a su cuarto, nunca pensó que su padre la vería con Gaara, aunque no estaban haciendo nada malo, aquello era muy, muy embarazoso. Ayako, su madre, la vio correr escaleras arriba, para luego notar que su esposo ingresaba a casa con la mirada gacha.

—Cariño, ¿sucedió algo? —preguntó, claramente preocupada, pues pensó que su marido había regañado a su hija por algo, o que había pasado algo malo, pero cuando su esposo alzó la mirada y lo vio llorando a moco tendido, sólo pudo darse un ligero golpe en la cara.

—¡Mi Matsuri anda con ese muchacho, Ayako! —gritaba el alterado hombre, que parecía el protagonista de una película dramática.

Ayako simplemente miró hacia el segundo piso, preguntándose si su querida hija estaría bien después de que su padre –seguramente– la hubiera avergonzado frente a su primer amor.

Hombres… —pensó ella, soltando un suspiro.

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—Me alegra que al fin podamos hablar —dijo Temari, la cual sonreía al observar a su novio, al verdadero, quién estaba sentado frente a ella, en aquella cafetería tan bonita y alejada del bullicio. La rubia bajó la mirada, claramente consternada—. Pensé que ya nunca podríamos vernos…

—Lo lamento —dijo el hombre, sosteniendo la mano de la joven, que en ese momento iba vestida como una chica común y corriente y no como una estudiante. Temari tenía el don de parecer mayor a lo que realmente era, por eso, nadie pensaría que, en realidad, ella era su alumna y no una novia cualquiera—. Temari, sabes todos los problemas que tenemos… sólo había que encontrar un momento adecuado.

—Odio tener que estar siempre escondidos —la chica suspiró, era cierto, no le parecía nada justo el tener que ocultarse como si ambos fuesen criminales, pero lo más seguro es que para la sociedad lo fuesen, para aquellos que sólo juzgaban sin siquiera ser parte de la historia o conocer los detalles.

—Así es como debe ser.

Mientras ellos dos continuaban hablando, la mesera se les acercó, poniendo su mejor cara y tomando su libreta para apuntar la orden, la chica de cabello castaño carraspeó un poco la garganta antes de hablar.

—Disculpen, clientes, ¿qué desean ordenar? —preguntó, fingiendo no conocer a Itachi, quién notó inmediatamente la situación, por lo cual, frunció el ceño.

—Quisiera un capuchino —respondió Temari, sonriéndole a la mesera, la cual sintió una ligera incomodidad al notar lo hermosa y refinada que parecía ser la novia de Itachi, era como que no existía ninguna comparación entre ambas.

—Yo quiero un americano —añadió el Uchiha, mirando de reojo como la chica asentía con la cabeza, anotando todo, para después realizar una pequeña reverencia y darse la media vuelta. Itachi no sabía que ella tenía turno ese día, según lo que sabía, Izumi estaría estudiando para presentar su tesis en la universidad, así que estaba sorprendido.

Temari volvió a mirarlo, notando por un segundo como su novio observaba a aquella mesera más de la cuenta, pero intentó obviar aquello, seguramente sólo eran sus celos que le hacían ver cosas en donde no las hay.

—Me gustaría… —comenzó a hablar la rubia, volviendo a captar la atención del mayor, el cual notó que sus mejillas se volvían ligeramente rojas—. Quisiera que fuéramos a un lugar en donde podamos estar a solas… no así, tú sabes.

Los ojos de él se abrieron ligeramente, pues aquella propuesta lo tomaba completamente desprevenido.

—Temari… —Itachi hizo una ligera pausa antes de continuar hablando—. ¿Tú estás segura de eso? No me gustaría que hicieras algo de lo que te puedas arrepentir.

—Itachi Uchiha —la chica dijo su nombre, mientras fruncía el ceño y se mordía ligeramente su propio labio inferior—. Hace mucho tiempo dejé de ser una niña…

Él entendió a la perfección lo que esas palabras habían querido decir, e incluso si tenía ciertas dudas, a él le gustaba Temari, por algo estaba saliendo con ella, incluso con todo lo mal que se pudiera ver aquella relación.

—Entonces iremos a otro lugar después de salir de aquí —aseguró, manteniendo su expresión de seriedad, pero sin llegar a ser cortante. Notó por el rabillo del ojo que Izumi se acercaba con sus órdenes, así que soltó la mano de Temari abruptamente, molestándola un poco, pero ella no pudo decir nada al ver también a la mesera acercarse.

Ninguno de los dos tocó el tema de Shikamaru Nara, no querían arruinar su cita hablando de él, además, incluso si era inconveniente su intromisión, él era la perfecta tapadera para que ambos pudieran estar juntos sin problemas, eso debían reconocerlo.

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Sasuke estaba en el centro comercial, se encontraba ahí de pie, mirando la hora en su celular, mientras fruncía el ceño, parecía un poco molesto, pues no le gustaba nada la impuntualidad en las personas, odiaba esperar.

—¡Sasuke! —la voz de una chica se escuchó desde lejos, así que el azabache guardó su teléfono y alzó la mirada, notando que Karin Uzumaki corría hacia él, sonriendo. La chica iba vestida de modo casual, nada llamativo, pero se veía linda, eso debía admitirlo—. Lamento la demora, había tráfico —se disculpó ella en cuanto llegó a su lado, respirando un tanto agitada, debido a la carrera—. Espero que no hayas tenido que esperar demasiado.

El chico de ojos negros bufó, solía hacerlo siempre que estaba enojado.

—No mucho —respondió, mal agestado como siempre, provocando hacer reír a la pelirroja, incluso si Sasuke era un amargado, no podía evitar que le gustara. Realmente se sentía mal por su novia, no es como si ella deseara hacerle mal, pero creía firmemente en el dicho de que en el amor y la guerra todo se vale.

—Lamento pedirte este favor, pero no conozco a nadie más y Naruto dudo que pueda ayudarme, sabemos cómo es él.

Sasuke soltó una pequeña carcajada, muy leve.

—Sí, es un tarado —murmuró. Naruto era su mejor amigo, pero Sasuke no podía negar lo torpe y distraído que era el rubio, que, aunque fuera prácticamente su hermano, era un bobo y siempre metía la pata.

—Bueno, vamos, ¿sí? —dijo Karin, comenzando a caminar hacia las tiendas de regalos. Pronto sería el cumpleaños de su mamá y ella planeaba regalarle algo, pero no sabía qué darle y necesitaba mucha ayuda para ello, por eso, siendo la excusa perfecta, pidió a Sasuke que la acompañara, tal vez podría sacar provecho de pasar tiempo a solas con él.

Estaba muy consciente de que Sasuke tenía a Sakura, pero, sinceramente, no se veía que estuviese tan enamorado de ella, en la escuela no le hacía mucho caso y tampoco parecía que hablaran muy seguido por redes sociales, quizá sólo estaba con ella por aburrimiento, Karin necesitaba explorar todas las vías posibles.

—Sasuke, date prisa —le llamó al ver lo lento que éste caminaba, tomando su mano para jalarlo y hacerlo caminar más de prisa. El azabache ni siquiera se inmutó, aunque ella se sentía ahitada y nerviosa.

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La mansión Hyûga era enorme, acogedora y maravillosamente llena de estilo, cada vez que Sakura estaba ahí, se sentía como si estuviese dentro de una película, lo que más le gustaba de esa casa era la enorme biblioteca, abarrotada de cientos de libros, algunos muy antiguos; una verdadera joya.

—Tu casa está más bonita que la última vez que vine —dijo la peli rosa, fascinada con la hermosa forma de un candelabro que colgaba sobre las escaleras, las enormes escaleras forradas de terciopelo rojo.

—No es para tanto —le respondió Hinata, sonriendo medio avergonzada, mientras las dos subían a la habitación de ésta.

Arriba, en el enorme cuarto de la ojiperla, Sakura se dejó caer sobre la mullida cama, le encantaba lo suave y acolchadita que era la cama de su amiga, incluso si la suya era muy cómoda, después de estar donde Hinata, sentía como si se recostada sobre las nubes.

—¿Matsuri va a venir? —preguntó Sakura, mirando hacia el techo, mientras que Hinata asentía con la cabeza, sentándose a su lado.

—Dijo que sí, debería llegar en un rato —Hinata también se recostó, mirando al techo igual que la rosada—. Ah, Sakura-chan, ha pasado un rato desde la última vez que hicimos una pijamada.

—¿El guapo de tu primo no anda por aquí? —cuestionó la Haruno en tono divertido—. Siempre es bueno verlo, aunque ande de mal humor.

Hinata se recostó de costado, frunciendo levemente el ceño.

—Uy, ni lo digas, desde que él y Tenten-chan terminaron anda con un humor de perros —aseguró la chica, recordando todas las veces en que si primo se la pasaba de amargado—. Todavía no sé qué pasó entre ellos, pero por cómo se ha portado Tenten-chan, parece ser algo grave.

—Es una lástima, ellos eran mi modelo a seguir —Sakura suspiró, sentándose sobre la cama, repentinamente se había puesto nerviosa y parecía avergonzada—. La verdad es que… he estado pasando por algo con Sasuke-kun… —comenzó a decir, pero en ese momento ambas escucharon el timbre de la casa, incluso si la mansión era enorme, el timbre solía oírse fuerte y claro en casi todos los rincones.

—Debe ser Matsuri-chan, iré a recibirla y enseguida me cuentas —le avisó Hinata, yendo en busca de su amiga, la cual ya había sido recibida por la empleada de la casa.

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Shikamaru estaba perdiendo el tiempo como siempre, o eso aparentaba. Mientras observaba atentamente el tablero de shoji, movió una de sus piezas de manera que su oponente tuviera problemas para visualizar su siguiente movimiento.

El hombre adulto frunció el ceño, pues no sabía qué hacer.

—Diablos… —murmuró, mientras sus ojos revisaban el tablero y su mente evaluaba todas las estrategias posibles, hasta que un movimiento seguro llamó su atención—. Casi lo consigues, pero no te será tan fácil.

El Nara suspiró, si profesor solía acorralarlo a veces, aunque al final, siempre había un solo ganador.

—Asuma, eres pésimo en esto —murmuró, acabando la partida con un único movimiento, lo que provocó que el cigarrillo que estaba entre los labios del mayor, se le cayera de la impresión. ¡Había perdido sin siquiera notarlo!

—¡Demonios! —exclamó el castaño, revolviéndose el cabello con ambas manos.

Ellos eran vecinos, aunque Asuma Sarutobi era profesor en la escuela, Shikamaru y él eran prácticamente amigos, él enseñaba historia y literatura, asesoraba a Shikamaru para que éste pudiera ingresar a la universidad de Tokio una vez acabara el año siguiente, pues él sabía lo increíblemente inteligente que era su alumno, no había duda alguna en que Shikamaru se convertiría en una eminencia en el futuro.

—Te noto un poco afligido —habló de pronto Asuma, observando la expresión en el rostro de su alumno, quién sólo bajó la mirada, soltando un suspiro.

—No es nada —contestó—. Oye, ¿qué sabes sobre Itachi Uchiha? Imagino que has hablado con él… de cosas de maestros o yo que sé.

—¿Por qué tienes interés en él? —interrogó el mayor, arqueando una ceja, pues era muy extraño que Shikamaru le hiciera tal pregunta, aunque, lo más extraño, fue el modo en que el pelinegro se rascó la nuca, intentando disimular su incomodidad.

—Por nada en especial, es que el otro día vi algo… pero no me hagas caso —respondió; había sido algo estúpido preguntarle a Asuma acerca de Itachi, ¿qué podía saber él? Además, no tendría por qué importarle, a él no le interesaba para nada Sabaku no Temari.

Asuma encendió el cigarrillo que antes tenía apagado, poniéndose de pie para fumarlo en el patio, que estaba justo a un paso de ellos.

—No sé qué pudiste ver que te haga sospechar de él, no lo conozco mucho, pero parece una persona honesta y recta, dudo que haga o haya hecho algo malo.

Shikamaru sólo frunció el ceño, si salir con una alumna no se consideraba algo malo, entonces ese Itachi era un santo.

—Supongo…

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La rubia estaba sentada sobre la cama, mirando nerviosamente hacia la puerta del baño, que estaba cerrada, desde donde sólo podía oírse el sonido de la ducha. Tragó saliva, estaba muy, muy nerviosa, era la primera vez que Itachi y ella estaban en un hotel juntos, que pasarían a tener un momento de intimidad como ese, no podía evitar que le sudaran las manos y le temblaran las piernas. Temari no era virgen, cuando tenía quince, había tenido su primera vez con el primer novio que tuvo, aunque había sido una pésima experiencia, pues el chico sólo se concentró en él y en su placer, no la preparó siquiera, por lo que le había dolido muchísimo. Terminó con él después de eso.

Su segunda vez había sido mucho mejor, con alguien a quien llevaba poco de conocer, pero que realmente se preocupó de hacerla sentir a gusto, aunque de eso ya había pasado bastantes, era casi como si hubiera perdido toda la práctica, así que no podía quitarse los nervios de saber que hoy tendría relaciones por primera vez con su actual novio, un hombre mayor que ella, que además era su profesor.

Viéndolo así, sonaba peor de lo que parecía, ¿qué iban a pensar sus padres de saber que ella andaba con un profesor? Incluso si ya tenía la mayoría de edad, lo más seguro era que la matarían, obviamente que a él también, ninguno iba a salir bien librado de la situación.

—Quizá es mejor decirle que me voy… —murmuró para sí misma. En ese momento, Itachi salió del baño con sólo una toalla cubriendo la parte baja de su cuerpo, el cabello lo traía suelto y las gotas de agua aún resbalaban sobre su torso. Temari sonrió su rostro arder, ¿era posible que ese hombre fuese todavía más sexy?

—¿Sucede algo? —le preguntó Itachi, esbozando una ligera sonrisa arrogante en cuanto notó la expresión en el rostro de su joven novia, quién tenía la mandíbula casi desencajada mientras lo observaba fijamente—. ¿Vas a ducharte también? —habló nuevamente, en lo que la rubia recuperaba un poco la compostura.

—C-claro… —se puso de pie como un resorte, entrando al baño a la velocidad del rayo. Mientras Temari se desvestía dentro del baño, para tomar una rápida ducha, Itachi se sentó sobre la cama, tomando el lugar que antes él ocupaba.

Incluso si lo que estaban a punto de hacer era algo sumamente natural entre una pareja, no dejaba de sentirse ligeramente culpable, él era un profesor y ella una alumna, ni siquiera sabía si aquello que tenían duraría mucho más, pero no podía negar que disfrutaba estando al lado de la menor, que en ese momento no deseaba nada más que pasar tiempo junto a ella, no quería pensar en el futuro por ahora.

No pasó mucho rato para que Temari saliera del baño, cubriendo su cuerpo con una toalla, ella traía el cabello suelto también, haciéndola ver más hermosa, a veces Itachi se sorprendía al darse cuenta de la hermosa mujer que estaba a su lado.

—Ven… —le dijo con una sonrisa, palmeando el colchón para que ella se sentara a su lado, lo cual Temari hizo, aún invadida por los nervios. Itachi notó este hecho, así que, tomándola del mentón, le obligó a verlo a los ojos—. Temari, si no estás lista para esto…

—Lo estoy —le interrumpió la joven—. Te aseguro que estoy más que lista, pero no puedo reprimir mi ansiedad, es todo…

—No pasa nada, está todo bien… —el azabache besó suavemente la frente de la chica, luego besó sus mejillas, la punta de su nariz y acabó en sus labios. Ella correspondió de manera suave y nada forzada, se estaba relajando tan sólo con eso, con los besos de su amado. Cuando el contacto se volvió un poco más intenso, las manos masculinas se deshicieron de la toalla que cubría el cuerpo de la rubia, arrojándola al suelo. Sus lenguas se encontraron en medio del beso, mientras poco a poco Itachi la recostaba sobre la cama, quedando encima de ella, llenando todo su cuerpo de caricias.

Aquella tarde sería una inolvidable para ambos.

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Las tres chicas se encontraban en pijama, sentadas sobre la enorme cama de Hinata, mientras charlaban y reían por tonterías. Matsuri había llegado hace un rato y habían aprovechado para cambiarse y ponerse cómodas.

—¿Sari-chan e Ino-chan no van a venir? —preguntó la castaña, bajando la mirada—. No se me hace raro de mi prima, pero últimamente Sari-chan ya no pasa mucho tiempo con nosotras.

—Está así porque te tiene celos —aseguró Sakura, la cuál era la más perceptiva de las tres—. A ella le gusta Gaara-san y tú pasas mucho tiempo junto a él —dijo cruzándose de brazos, mientras asentía constantemente con la cabeza, a lo que Hinata le apoyó, también asintiendo.

Matsuri se sonrojó un poco, mientras jugaba con el dobladillo de la camiseta de su pijama.

—E-es que s-somos amigos, sólo eso —aclaró, pero sus dos amigas tan sólo rieron, provocando que ella se pusiera más roja.

—No entiendo por qué no le dices que te gusta, es obvio que a él también le gustas —la peli rosa afirmó, notando la expresión de confusión de su adorable amiguita.

—Claro que no, a Gaara-kun no le podría gustar —dijo con las mejillas hinchadas de aire, parecía una ardilla con la boca llena de nueces.

Hinata, que había estado bastante callada, tomó la palabra, mientras jugaba con sus dedos, como cuando veía a Naruto.

—Y-yo creo que Sakura-chan tiene razón, es bastante notorio que Gaara-san siempre busca cualquier pretexto para estar cerca de ti, Matsuri-chan —dijo mientras sonreía—. Además, él siempre te mira cuando tú no lo notas, ¿no es verdad?

—¡Sí, totalmente! —exclamó la Haruno—. Tanto Hinata como yo lo hemos visto, incluso Sasuke-kun es testigo.

A estas alturas, Matsuri podría haber reemplazado fácilmente la luz roja de cualquier semáforo, debido al color que había tomado su rostro, era fácil confundirla con la famosa señal de tráfico.

—No sigan, no quiero hacerme ilusiones —se quejó la castaña, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Además… no sé si yo algún día podría llegar a estar con él, dudo que le interese de ese modo…

—¿Por qué dices eso, Matsuri-chan? —le preguntó una intrigada ojiperla.

Sakura apoyó sus dos manos sobre los hombros de Matsuri, haciendo que ésta la mirara.

—Desde que él llegó a la escuela lo hemos notado, pero… —la chica miró a su amiga de ojos perlados, la cual asintió con la cabeza, indicándole que prosiguiera—. ¿Qué es exactamente lo que escondes? Sabemos bien que te gusta, pero es obvio que eso no es todo.

Matsuri se sorprendió al darse cuenta de que sus amigas no eran nada distraídas, al contrario.

—Matsuri-chan —ahora Hinata habló, tomando una de sus manos—. Nosotras somos tus amigas y no nos gusta verte afligida, si no puedes contarnos, entendemos, pero al menos haznos saber que no se trata de algo malo.

La castaña volvió a bajar la mirada, no había nadie más que supiera de esto a parte de los hermanos de Gaara, nunca había pensado en decirle a las chicas, pero era muy cierto, ambas eran sus mejores amigas, no debía ocultarles algo tan importante como eso, ella sabía que las chicas sólo querían ayudarle, así que, soltando un suspiro, volvió a levantar su cabeza, viendo a ambas.

—Chicas, yo… —hizo una ligera pausa, pues aquello no era un tema fácil de abordar—. Bien, es mejor que les cuente desde el inicio…

Mientras Hinata y Sakura escuchaban atentamente la historia de su amiga, ésta les relató que, de pequeña, tenía un mejor amigo con quién solía jugar todos los días, que ese amigo se llamaba Gaara y que se trataba de su compañero de clases, el mismo que ahora le gustaba.

—¿Cómo? No entiendo nada —dijo Sakura, interrumpiendo el retrato—. ¿Ustedes se conocían de antes?

—Sí —respondió Matsuri, asintiendo con la cabeza—. Pero Gaara-kun no me recuerda, él perdió la memoria…

Tanto Sakura como Hinata se sorprendieron, abriendo sus ojos como platos, las dos chicas estaban más llenas de preguntas que antes, así que su amiga decidió continuar.

—Gaara-kun se fue de la ciudad con su familia cuando teníamos diez años, yo apenas ubicaba a sus hermanos y a su mamá, éramos muy niños —contaba, sonriendo de modo nostálgico—. Yo lo quería mucho, él era muy dulce conmigo, siempre fue un niño alegre y querible, Gaara-kun solía ser muy parecido a Naruto-san —la ojiperla enrojeció levemente con la mención de ese nombre—. Cuando se fueron, él y yo prometimos que nunca nos olvidaríamos y que siempre íbamos a ser amigos.

—¿Y qué pasó? —preguntó la dueña de casa, intrigadísima, igual que su amiga.

—Que pasaron seis años sin saber ni una sola noticia sobre él, ni una carta, ni una llamada, nada…

La Haruno apretó sus puños.

—Lo mato…

Vio a su amiga negar con la cabeza, así que se calmó, parecía que no estaba bien partirle la cara a Gaara por romper su promesa con Matsuri.

—Volví a ver a Gaara-kun el primer día de clases, en la calle, chocamos y nos peleamos, fue bastante vergonzoso —recordando aquello, Matsuri se sentía bastante arrepentida, había hecho el ridículo en la calle—. Yo no lo reconocí, ha cambiado mucho, pero cuando llegó al salón y se presentó al día siguiente, supe que era él —cerró sus ojos, imaginando el rostro de su querido amigo, el cual lucía muy molesto ese día—. Yo estaba sorprendida, así que me acerqué para reclamarle por qué jamás me buscó, pero él no parecía tener conocimiento de quién era yo.

Antes de seguir relatando, bebió un poco de agua de una botella que estaba junto a la cama de Hinata, habían traído un montón de snacks también.

—Yo estaba enojada, pero esa tarde me encontré con Temari-san, ella me explicó que tuvieron un accidente, que Gaara-kun había perdido sus recuerdos… él ya no me conocía...

Las dos escuchas se quedaron asombradas, siempre veían a Gaara como alguien serio, frío y hasta amargado, jamás pensaron que él pudo haber pasado por algo tan horrible en su vida.

—Temari-san me pidió que lo ayude, pero que no le diga quién soy —mordiéndose el labio inferior, Matsuri suspiró nuevamente, un poco deprimida—. Él dice que ha recordado cosas, pero no sé, si me recuerda… puede que me odie y yo no quiero eso, no sé qué hacer…

Hinata la abrazó con fuerza, intentando reconfortarla, mientras que Sakura seguía bastante asombrada por todo.

—¿Por qué piensas que él podría odiarte? Si es verdad que fueron amigos, yo creo que él lo entendería —dijo la peli rosa, intentando buscarle el lado positivo a todo el asunto, no podía ser que todo fuese tan malo, ¿no?

—Para él es muy importante recuperar sus recuerdos, me lo dijo…

—¿Entonces él te habló de su accidente? —cuestionó Hinata, observando como su amiga castaña asentía con la cabeza, todavía con aquella expresión de aflicción en su rostro.

—Bueno, es sólo demuestra que eres alguien especial para él, vuelvo a afirmarlo, le gustas, apuesto lo que quieras —aseguró la Haruno con firmeza, ella estaba más que confiada en sus propias palabras, pero su expresión no tardó nada en cambiar por una de duda—. Oigan, les quiero contar algo sobre Sasuke-kun…

Mientras Hinata y Matsuri continuaban abrazadas, ambas miraron a su amiga de cabellera rosada, esperando a que ésta comenzará a hablar, por su expresión, se notaba que algo serio la estaba molestando.

—Desde hace ya un par de semanas… Sasuke-kun ha estado intentando… que tengamos relaciones —confesó, con la cara ardiendo de vergüenza, tuvo que echarse un poco de aire con las manos para apaciguar el bochorno tan molesto que la invadía, pero ella no fue la única, pues sus dos amigas, con mucha menos experiencia que ella, estaban igual de avergonzadas.

—¿Y tienes miedo de ello? —le preguntó Matsuri, viéndola asentir con la cabeza; era un poco desconcertante que alguien como Sakura confesara estar asustada, ella era la chica más valiente que conocía, así que no podía imaginar lo que debía estar sintiendo—. Yo ni siquiera he dado mi primer beso, no podría pensar en hacerlo… qué vergüenza… —murmuró, negando con la cabeza nerviosamente, mientras cerraba sus ojos.

—P-pues yo tampoco sé nada sobre eso, Sakura-chan —le comentó la Hyûga, frunciendo ligeramente sus labios—. Pero sí sé que, para dar ese paso, tienes que estar completamente segura, no te dejes presionar.

—Lo sé, pero… —la chica cerró sus ojos y soltó un hondo suspiro—. Siento que, si no lo hago, Sasuke-kun podría cansarse de mí y dejarme… —con esa idea dándole vueltas, se arrojó sobre la cama de espaldas, desordenándose el cabello con las dos manos—. Ahh, estoy muy confundida, ojalá pudiera recibir consejos de alguien que sepa de esto, no se ofendan, chicas —aclaró lo último sonriendo nerviosamente, mientras que sus amigas sólo se reían al verla patalear como una niña.

—¿Por qué mejor no vemos una película? —propuso Matsuri, recostándose al lado de Sakura, la cual aprovechó la cercanía para atacarla con cosquillas, mientras que Hinata encendía la televisión con el control remoto.

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Era algo tarde cuando Gaara salió del baño, luego de tomar una ducha. Sólo una toalla cubría su cuerpo, pues había olvidado la pijama en su habitación. Al entrar a la misma, acabando de secarse el cuerpo, se puso la ropa interior y miró hacia la ventana, notando que la luz de la habitación de Matsuri estaba apagada, parecía que ella no estaba ahí.

Frunció el ceño y, luego de ponerse el pantalón del pijama, cogió su celular, que estaba sobre su mesita de noche. Abrió la aplicación de WhatsApp y envió un mensaje a la chica, para luego tomar su remera y ponérsela, no le gustaba mucho usarlas para dormir, pero el clima comenzaba a tornarse frío. Se arrojó sobre la cama, mirando hacia el techo, mientras las imágenes de Matsuri no dejaban de rondar en su cabeza.

Habían tenido un buen día, una salida agradable por la tarde, a pesar del incidente con sus recuerdos, e incluso había podido sentir la calidez de su cuerpo en dos ocasiones.

Gaara jamás había pecado de ser un promiscuo, pero no podía evitar que, al recordar el momento en que tuvo a la castaña entre sus brazos, la temperatura de su cuerpo aumentara, concentrándose en su rostro y en "cierta" parte de su cuerpo.

El sonido de un mensaje lo distrajo, así que tomó el teléfono para revisar.

"Hola, Gaara-kun, no estoy en casa, he venido a pasar la noche con Hinata-chan y Sakura-chan, ¿aún no vas a dormir? No te desveles, no te hace bien. ¡Que duermas bien! Ah, y perdona lo de mi padre hoy, es muy sobre protector. Te quiero, Gaara-kun."

Le sonrió como un idiota a la pantalla, mientras redactaba una respuesta, sin notar que alguien le observaba desde la puerta abierta de su habitación.

"No me trates como a un niño, tonta, que te lo pases bien, buenas noches, no te preocupes por lo de tu papá."

Después de pensar si debía o no añadir un "también te quiero" decidió que lo mejor era no hacerlo, aquello sería demasiado vergonzoso.

—Gaara.

La voz de su padre le hizo mirar hacia la puerta, el hombre estaba de pie ahí, observándole. El pelirrojo se sentó rápidamente, frunciendo de manera ligera su entrecejo.

—¿Qué? Hoy no hice nada, que yo sepa —dijo de mala gana, cruzándose de brazos, al tiempo que desviaba la mirada, para no tener que ver a su progenitor, quién siempre le observaba con aquella frialdad, como si le odiara.

—No vine por eso —Rasa pareció relajar su expresión de pocos amigos y, sin siquiera ser invitado, se sentó junto al menor de sus hijos, junto a su cama—. En realidad, quiero hablar contigo de algo, nunca hablamos, Gaara.

El pelirrojo estaba un poco desconcertado, pero no dudó en apelar a todos sus argumentos punzantes.

—Bueno, tú sólo me hablas para recordarme lo inútil que soy y lo decepcionado que estás de mí… —mientras sus ojos de color aguamarina se posaban sobre la ventana semi abierta, por donde se colaba el viento helado de la noche, su padre suspiró, alzando su vista hacia el blanco techo de la habitación de su hijo.

—Nunca hablamos de estas cosas, pero tú y yo solíamos llevarnos muy bien antes del accidente —al escucharlo, el chico rápidamente volteó a verle con sorpresa—. Yo solía ser tu héroe y tú mi orgullo, Gaara —mientras él continuaba hablando, el pelirrojo sólo podía sorprenderse más—. Todo cambió porque te volviste rebelde, ya no me respetas, no respetas a tu madre, ni a tus hermanos, como si fueras otra persona…

—Yo no…

—Entiendo lo frustrado que estás —le interrumpió el castaño—. No, seguramente no puedo ni siquiera alcanzar a comprenderlo del todo, pero Gaara —hizo una leve pausa, observando al aún atónito muchacho—. Tú eres mi hijo y jamás debes pensar que yo no te quiero, estoy enojado, sí, pero es porque no quiero que arruines tu futuro.

Gaara estaba callado, sin aliento ante lo que acababa de escuchar, su padre jamás se había acercado a él de esa manera, siempre estaban discutiendo, siempre se enfrentaban el uno al otro, incluso había olvidado que él también era su familia.

—¿Por qué ahora…? —le preguntó, confuso.

—Últimamente eres menos agresivo y pareces más animado, tú te pareces mucho a mí cuando tenía tu edad, odiaba que me dijeran lo que tenía que hacer y solía enfrentarme a mis padres todo el tiempo, digamos que necesitaba darte tu espacio antes de intervenir.

—Ya veo… —el sonido de su celular hizo eco, así que Gaara lo miró, notando un nuevo mensaje de Matsuri que se mostraba en la pantalla. Su padre, ni tonto ni perezoso, observó aquel nombre y sonrió, mientras su hijo leía el mensaje.

"Qué malo eres, no me dijiste que me quieres, tonto."

El mensaje de Matsuri iba acompañado de un emoji llorando, el cual le sacó una sonrisa al pelirrojo al ver lo "dramática" que resultaba la situación.

"Te quiero, tonta, ya duerme"

Gaara tipeó rápidamente y envió el mensaje, para luego ver a su padre, quién no dejaba de verle con una expresión divertida.

—Entonces, ¿aquella jovencita es tu novia? —el rostro del menor enrojeció como un tomate ante las palabras de su padre, pues nunca creyó que algún día Rasa le avergonzaría de ese modo. Por su lado, él sólo se carcajeó—. Vamos, hijo, soy tu padre, puedes contarme.

—Ya quiero dormir, papá —se quejó Gaara. Todavía estaba avergonzado, pero se sentía feliz, aunque sabía que la relación con su padre no iba a ser perfecta de la noche a la mañana, era bueno poder hablar con él, poder llamarlo "papá" sin sentirse incómodo, era reconfortante.

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Las clases no eran obligatorias ese día ni al siguiente, ya que el sábado comenzaría el festival, los preparativos eran lo más importante, por lo que no había lecciones regulares. Tenten había aprovechado que podía llegar un poco más tarde para dirigirse al hospital de la ciudad. Registró su visita en la recepción y subió hasta el quinto piso, en donde se encontraban internados los pacientes de traumatismo.

Su compañero de clases y mejor amigo, Rock Lee, se había accidentado hace ya un par de meses, durante las vacaciones de verano, debido a la irresponsabilidad de un conductor ebrio. Lee había sufrido múltiples contusiones y lesiones por un atropello, que lo dejó en estado de extrema gravedad, por lo cual tuvo que ser operado de urgencia. Su amigo había perdido la capacidad para caminar o hacer cualquier deporte, una lástima, pues él solía ser el más enérgico integrante del equipo de baloncesto de la escuela. Gracias a dios y a los médicos, Lee se estaba recuperando, aunque debía soportar las duras terapias, él volvería a ser el de antes, eso le habían asegurado.

Cuando Tenten ingresó a la habitación, encontró al muchacho de raro corte de hongo y cejas súper pobladas, parado de manos, mientras hacía flexiones.

—¡¿Qué crees que haces?! —exclamó la chica, arrojando al suelo las flores que traía en las manos para él, pues temía que el idiota de Lee se pudiera lastimar, parecía que le pagaban para hacerse más daño. Mientras, debido a su grito, el chico se llevó un susto, perdió el equilibrio y se cayó.

Un rato después, Lee se encontraba ya en su cama, mientras que Tenten, sentada a un lado de él, le observaba con expresión de regaño, mientras se dedicaba a pelar una manzana.

—Entonces no hay clases regulares debido al festival cultural —comentaba el pelinegro, soltando un hondo suspiro—. Ah, qué envidia, realmente quisiera estar ahí, al menos me han permitido dar exámenes libres para no perder el año.

—Aunque yo no te veo estudiar demasiado —comentó la chica, partiendo la manzana en pequeños gajos para que no fuese difícil de comer—. Nada más te la pasas haciendo tonterías, Lee.

—Tenten, sabes que necesito hacer ejercicio o me siento sofocado —explicó, frunciendo ligeramente los labios. Su amiga tan sólo suspiró, entregándole el plato con los trozos de manzana cortada, los cuales él empezó a comer de a poco—. Dime algo, ¿cómo está la hermosa Sakura-san? No ha venido por aquí hace tiempo, imagino que debe estar ocupada con la escuela, ella es tan estudiosa —hablaba con la mirada iluminada, como cualquier chiquillo enamorado.

Tenten miró por la ventana, suspirando hondamente, sabía que la noticia no sería agradable para Lee, él llevaba tiempo detrás de Sakura.

—Ella y Sasuke Uchiha están saliendo —notó como a Lee se le caía la manzana de la boca, mientras sus ojos parecían apagarse de la decepción—. Deberías olvidarte de ella, Sakura está loca por él —añadió, bajando un poco el volumen de su voz, para susurrar—. Y quién no…

—Rompes mi corazón —se quejaba el muchacho de las enormes cejas, con dos cascadas de llanto recorriendo su rostro, pero se detuvo al notar una segunda visita en su puerta, parecía que hoy era un buen día para que sus amigos fuesen a verlo—. ¡Ah, pero si es Neji! —exclamó, olvidándose por un momento de su pena de amor.

Al oír aquel nombre, Tenten volteó a ver hacia la entrada de la habitación, casi como si un poder divino le hubiese obligado a virar el rostro. Su ceño se frunció, al igual que lo hizo el del dueño de los ojos perla al verla en ese lugar.

El ambiente se tornó tenso e incómodo, aunque sólo para ellos dos, pues, para su suerte, Lee no se daba cuenta de nada.

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El ensayo general para la obra escolar se estaba llevando a cabo, estaban repasando todas las escenas, procurando afianzar los diálogos y probando el vestuario, mientras los encargados del backstage también se ocupaban de comprobar que la escenografía y las luces funcionaran a la perfección.

Mientras Ino recitaba sus líneas, completamente metida en su papel, Matsuri estaba observando desde atrás del escenario, repitiendo sin emitir sonido cada línea, exactamente como ésta estaba escrita en el guion.

La escena, en donde el príncipe y la princesa se conocían por primera vez, luego de que ella intentara asaltarlo en medio del bosque (era una versión muy libre de la historia) parecía ir muy bien. Gaara estaba actuando de manera excelente, pero la rubia se veía un poco complicada, sobre todo cuando olvidó lo que debía decir.

—No me importa nada más, tan sólo entrégame el anillo, es preciado para mí —dijo el "príncipe" mientras observaba fijamente a Blancanieves, quién le veía con enfado.

—¿No tienes…? Eh… ¿qué era? —murmuró, bajando la mirada, mientras hacía un esfuerzo por recordar que debía decir, pero la punzada de dolor en su estómago ni siquiera le dejaba concentrarse. Ella quería pasar más tiempo junto a Gaara, quería mirar sus ojos, escuchar su voz, pero no se sentía nada bien, incluso si lo intentaba disimular.

—¿Qué te pasa? Di tus diálogos o Shizune nos matará a ambos —le susurró el pelirrojo, mirando por el rabillo del ojo cómo la directora de la obra se comenzaba a impacientar. Ino no podía recordar qué decir, así que miró a su alrededor con desesperación, notando, para su suerte, que Matsuri sostenía un cartel detrás del escenario, en donde había escrito el diálogo que le faltaba.

—¿No tienes acaso muchas joyas? Eres un príncipe —habló, observando a quién tenía en frente, mientras éste se mantenía callado—. Las personas como tú disponen de grandes fortunas, ¿por qué te preocupa un simple anillo?

Gaara, ya más relajado, continuó con su parte.

—El valor monetario no me importa, sin embargo, sí lo hace el valor sentimental.

El ensayo transcurrió normalmente de ahí en más, Ino no volvió a olvidar sus diálogos, pero sí continuó con aquella molestia por un rato más, hasta que ésta cedió.

Sasuke, quién se encargaba de las luces, se carcajeó al ver a Naruto vestido como uno de los siete enanos, el rubio llevaba un llamativo traje de tonos anaranjados, el cual le daba un aspecto muy infantil y tierno.

—¿No pudiste conseguir algo mejor? Así como Gaara —le molestaba, pero el rubio no le daba importancia pues, de hecho, a él le gustaba mucho su papel. En ese momento, el teléfono de Sasuke sonó, así que lo sacó de su bolsillo, notando que se trataba de su padre quien le llamaba—. Oye, dobe, ¿te puedes ocupar un rato? Es mi papá —dijo, enseñándole a su amigo que en la pantalla aparecía el nombre de Fugaku.

—Ve, sabemos que a tu padre no le gusta esperar —bromeó el chico de ojos azules, acercándose al foro de iluminación que utilizaban de modo manual para ir apuntando a los personajes de la obra.

Sasuke se alejó hacia el pasillo para poder hablar con calma, mientras que Naruto observaba a cierta chica de ojos perlados, la cual se acercaba a su amiga castaña, luciendo el uniforme que llevarían para la cafetería. Hinata estaba vestida como una maid, aunque ella se encargaría de la cocina y no de servir mesas, habían insistido en que todos usaran el uniforme. Naruto iba a ser uno de los meseros y, aunque le daban muchos celos de tan solo pensar en que Hinata y Kiba estarían juntos en la cocina, tampoco podía dejar de maravillarse con la hermosura de la chica.

Hace tiempo, la única que le hacía pensar en las palabras "es hermosa" era Sakura, mentiría si dijera que no estuvo locamente enamorado de ella, pero ahora, cada vez que veía a Hinata, tenía deseos de estrecharla entre sus brazos, de besarla y de no dejarla ir jamás. Estaba loco por ella, le volvía loco cuando la chica lo ignoraba, era como una adicción casi insana, mientras más Hinata se alejaba de él, él más deseaba estar a su lado.

En el pasillo y tras contestar la llamada de su padre, el azabache parecía un poco molesto, ya que su papá no solía prestarle demasiada atención, ahora no había sido algo diferente.

—Itachi tiene celular, ¿sabes? No entiendo por qué lo llamas al mío —se quejaba con enfado, pues sin importar todo lo que él hacía para enorgullecer a Fugaku, siempre se sentía inferior a su hermano, siempre era como si Itachi fuese mejor en todo—. No es mi culpa si no te contesta —dijo con el ceño fruncido, soltando un suspiro al cabo de unos segundos—. Bien, lo buscaré, espera, ¿sí?

Sasuke comenzó a caminar entre los pasillos de la escuela en busca de su hermano mayor, el profesor Itachi Uchiha. Ni siquiera le gustaba tener que verlo en la escuela, Itachi decía que lo había hecho para estar cerca de él, pero Sasuke encontraba fastidioso todo aquello, su hermano era como una garrapata que no se le despegaba, aunque últimamente ya no pasaba tanto tiempo molestándolo como antes.

Tardó un par de minutos, pero al fin lo vio salir desde uno de los salones vacíos de tercer año. Estaba por alzar la voz para llamarlo, pero entonces vio salir a una alumna detrás de Itachi, la cual tomó delicadamente una de sus manos, apretándola, mientras le sonreía. Después de eso, ella se alejó, Sasuke apenas y reconoció que ella era la hermana mayor de Gaara, ¿qué era lo que estaba haciendo a solas en un salón con Itachi?

Había algo muy raro en todo aquello.

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Después de finalizar su visita a su amigo, Tenten estaba saliendo del hospital, pensaba dirigirse al colegio para terminar de ayudar en los preparativos del festival a los de su salón, pero sus planes se vieron interrumpidos cuando una voz exclamó su nombre, una voz que ella conocía a la perfección.

—¡Tenten! —cuando ella se dio la vuelta, vio que Neji corría hacia su persona, atravesando las enromes puertas de cristal del hospital. La chica detuvo su andar, pero su expresión no lucía para nada agradable. El Hyûga se detuvo frente a ella, un poco agitado, pues había corrido para poder darle alcance.

—¿Necesitas algo? —preguntó la castaña. No recordaba haber sido tan fría con Neji alguna vez antes, pero no había otro modo de comportarse ahora con él, le dolía pensar en tener que estar cerca suyo, era insoportable.

—Quiero hablar contigo —dijo Neji, observándola con esa seriedad y rectitud que siempre lo caracterizaban. Era cierto que había decidido dejar todo como estaba con Tenten, pensaba que eso era lo mejor, pero en cuanto la había visto, en cuanto sus ojos se posaron sobre la figura de la castaña, no había podido contenerse, necesitaba saber con desesperación cuál era el motivo verdadero de su ruptura.

—No creo que tengamos nada que decirnos —ella intentó darle la espalda, pero el chico la agarró por la muñeca, sujetándola con bastante firmeza.

—Tienes que escucharme —dijo algo impaciente, frunciendo el ceño tan sólo un poco—. No voy a dejarte ir hasta que hablemos.

Tenten Ama siempre había sido una chica ruda, que no dejaba que ningún hombre le dijera lo que tenía que hacer. Después de enamorarse de Neji, había estado jugando al papel de la novia tonta y sumisa, por lo cual se sentía muy arrepentida, no podía permitir que las cosas continuaran de ese modo, incluso después de terminar. Con fuerza, agitó su brazo para soltarse del agarre del dueño de los ojos blancos, quién se sorprendió bastante al verla libre.

—Disculpa, pero ahora no quiero —antes de que él pudiera reaccionar, Tenten cruzó corriendo la calle, hacia la parada del autobús. Se subió al primero que pasó y dejó al Hyûga solo en medio de la calle, con la mandíbula desencajada debido al tremendo desaire que le habían hecho.

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Tocó el timbre de la casa, mientras bostezaba hondamente, debido al fastidio que le causaba estar ahí, hubiera preferido estar en casa tomando una siesta, antes de ir a fingir a casa de Temari la perfecta relación que supuestamente compartían; sin embargo, sabía que esto se lo debía a la rubia.

Quizá no era tanto el fastidio que sentía de estar ahí, sino más bien, el miedo de que pudiera acostumbrarse más de la cuenta a esa novia que realmente no le pertenecía.

—Tardaste —escuchó la voz de Temari apenas ésta le abrió la puerta de su casa. Shikamaru hizo una mueca de sonrisa y caminó hacia el interior, mientras la rubia le seguía de cerca, susurrándole al oído—. No lo arruines o yo misma diré toda la verdad.

El chico simplemente bufó, como si no le tuviera miedo.

Había sido invitado a cenar por la madre de los Sabaku No, la cual insistió mucho para conocer al novio de Temari, tanto así, que la chica había tenido que improvisar una invitación hacia el menor. Le daba vergüenza la situación, puesto que, tanto Gaara como Kankuro estaban furiosos al saber que su "cuñado" cenaría con ellos, los dos eran celosos y sobre protectores con su hermana, a pesar de ser ella la mayor.

—¡Tú debes ser Shikamaru-kun! —exclamó una emocionada Karura al ver al muchacho alto que se acercaba junto a su hija. Gaara miró a su compañero, regalándole una expresión indescifrable, al tiempo que Kankuro sólo sonreía con malicia.

El Nada tragó grueso; esos dos tipos eran aterradores.

—Mi nombre es Shikamaru Nara, es un gusto, señora —dijo haciendo una leve reverencia, a lo cual, la mujer respondió ampliando aún más su sonrisa.

—El gusto es mío, querido, por favor, sólo llámame Karura —decía ella cálida y amablemente. Miró a su esposo, quién bajaba las escaleras con una expresión seria y fría en el rostro, Shikamaru pensó que, con semejante padre, era lógico que los hijos fuesen tan intimidantes—. Mi amor, ven a saludar a nuestro yerno, mira qué guapo es. Escuché que es uno de los mejores alumnos de la escuela.

—Qué raro, si siempre se duerme en clases —masculló Gaara, provocando que Temari riera bajito, mientras Kankuro se carcajeaba desde su lugar. Rasa frunció el ceño a modo de regaño hacia su hijo menor, pues le había parecido que fue grosero, pero no le dijo nada.

—Mucho gusto, joven —dijo el hombre, observando detenidamente al prospecto de su hija, no es que estuviera mal, aunque tampoco le parecía digno de ella—. Tu apellido se me hace familiar —añadió, adoptando una pose pensativa—. No estoy seguro dónde lo he oído antes…

Shikamaru sonrió, intentaba no estar tan tenso, aunque en aquel ambiente no era muy fácil, la única que parecía agradable era Karura.

—Seguramente lo ha oído mucho por la cadena de farmacias Nara, mi padre es el dueño.

Temari lo miró con sorpresa, a Kankuro se le cayó la mandíbula hasta casi topar el suelo y Gaara abrió ligeramente sus ojos por la sorpresa.

—Y-ya veo… —murmuró Rasa, haciendo un esfuerzo sobrehumano por disimular su asombro. Ninguno podía creerlo, pues Temari estaba saliendo con el heredero de una compañía multimillonaria.

¿Quién lo hubiera pensado?

—¡Bueno, cuñado, pasemos a la mesa! —exclamó un muy animado castaño, abrazando por la espalda al pobre noviecito de su hermana, quién no parecía ser tan malo ahora.

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Era ya algo tarde mientras Hinata se encontraba frente a la computadora. Sonreía como una boba al mirar los mensajes de Naruto en la pantalla, el cual le contaba sobre su papel de uno de los siete enanos de Blancanieves para la obra escolar. No habían vuelto a hablar sobre aquella chica que le gustaba al rubio, aunque Hinata estaba segura de que se trataba de Shion, la preciosa chica del otro salón de segundo año.

Le desanimaba un poco pensar en esas cosas, no quería imaginar a Naruto con nadie, pero no podía ser así de egoísta, después de todo, ellos dos no eran nada, si es que amigos, pero no más.

—Naruto-kun… —murmuró, soltando un suspiro en cuando cerró la computadora, ya que él se acababa de despedir para irse a dormir. La ojiperla se puso de pie y se dispuso a ir por algo de comer a la cocina, ya que sentía un poco de hambre.

Bajó las enormes escaleras hasta el primer piso, en donde notó que su padre estaba entrando a la casa, él había estado de viaje durante unos días, así que traía una maleta consigo. El hombre de larga cabellera castaña y ojos iguales a los suyos la miró severamente, parecía como si Hiashi Hyûga nunca sonriera.

—P-padre, bienvenido —dijo la joven, inclinándose sólo un poco a modo de saludo. Su padre asintió con la cabeza, sin cambiar aquella mirada que siempre intimidaba a la mayor de sus hijas—. ¿Quiere que le ayude con su maleta? —preguntó, ya que él no le decía nada.

—No es necesario, yo iba a…

—¡Papá! —la voz de Hanabi le interrumpió, su hija menor corrió hacia sus brazos y se colgó de su cuello alegremente, mientras Hinata sólo les observaba, con su expresión de tristeza y, ¿por qué no decirlo? Envidia.

Envidiaba muchísimo la relación entre su hermana y su padre, porque Hiashi Hyûga sólo le mostraba su cariño y amor a Hanabi, pero con ella siempre era duro y severo, aquello le dolía, porque se sentía insuficiente, como si sólo fuese una sombra.

—Con su permiso, padre —habló, volviendo a realizar una reverencia, antes de correr hacia su habitación. Ya ni siquiera tenía ganas de comer.

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La cena con el novio de Temari no había estado tan mal después de todo. Gaara no conocía muy bien a Shikamaru, debido a que éste era bastante distraído y se la pasaba más tiempo dormido que conviviendo con el resto del salón, sabía que era amigo de Naruto, pero todos eran amigos de Naruto, eso no era ninguna novedad.

La luna se veía enorme en el cielo aquella noche, estaba llena, iluminando casi por completo el firmamento. Gaara había salido al balcón, como solía hacer casi siempre para coger un poco de aire fresco. Llevaba puesta su ropa de dormir, la que usaba durante los días más fríos. Estaba concentrado sintiendo el viento sobre su cara, cuando de pronto vio a Matsuri salir hacia el balcón de su habitación.

—Ah, Gaara-kun, buenas noches —le dijo la chica, sonriendo dulcemente, con esa sonrisa que lo atrapaba y lo hacía sentir feliz y reconfortado—. ¿No puedes dormir? —preguntó, frunciendo ligeramente sus labios rosados.

Gaara no disimuló para nada su impresión cuando notó lo jodidamente corto que era el pijama de su vecina, que apenas y le llegaba a la mitad del muslo, casi dejaba ver su ropa interior. Sus mejillas se tiñeron de rojo, desviado el rostro hacia su derecha, pues no podía dejar de verle las piernas a la chica.

—No, no tengo sueño, estoy nervioso —confesó el pelirrojo, usando toda su fuerza de voluntad para no ver a Matsuri de manera lasciva, no deseaba convertirla en un objeto de sus deseos, pero no podía evitarlo, ¿por qué ella salía vestida de esa manera?

—¿Es por la obra? —le preguntó ella—. ¡Ánimo! Te sabes todas tus líneas y tu actuación mejoró mucho, yo sé que puedes hacerlo, Gaara-kun —Matsuri volvió a sonreír, intentando transmitirle toda su confianza a su adorado amigo, quién la miró finalmente en ese momento, sintiendo como si se le paralizara el corazón. En ese pequeño y efímero instante, lo único que él deseaba hacer era estrechar a Matsuri entre sus brazos y fundir sus labios en un beso apasionado, ese anhelo lo estaba sofocando, como si se estuviera muriendo de sed.

—Cántame algo, de ese modo me irá bien —dijo de pronto, sin poder apartarle la mirada. Estaba como hipnotizado por ella.

Matsuri sonrió nuevamente, con las mejillas rojas y su expresión llena de inocencia, alegría y jovialidad. Aclaró su garganta y comenzó a entonar una bonita canción que le trajera suerte y confianza a Gaara, para que el día del festival cultural todo saliera a la perfección. Y camuflado entre su apacible voz y la letra de su canción, las palabras "quiero estar contigo" parecieron hacerse notar, como una ráfaga de viento que comienza suave y termina convertida en una tormenta.

Ninguno de los soportaba seguir callando sus sentimientos.

Continuará…