Capítulo 21: Mentiras

Momentos antes de que el juego comenzara, Shikamaru estaba terminando de guardar sus cosas en su casillero para irse a casa. Hoy no se había cruzado con Temari ni por si acaso, aunque era algo bastante común, la chica solía evitarlo, pero últimamente estaban llevándose mejor, así que no entendía por qué motivo ella haría tal cosa.

—Qué problemático, como si me importara —murmuró, soltando un suspiro y cerrando la puerta del locker.

—Nara —escuchó que le llamaban, así que miró hacia su costado; el hermano de Temari estaba parado a su lado, mirándole con expresión de pocos amigos.

—¿Se te ofrece algo? —preguntó el chico, frunciendo ligeramente el ceño.

Kankuro se apoyó contra las puertas cerradas de los casilleros que estaban junto al de Shikamaru y se cruzó de brazos, mirándolo con seriedad.

—¿Has visto a mi hermana hoy? —preguntó—. Su amiga dice que no asistió a clases, pero ella fue la primera en venir, dime —hizo una ligera pausa, endureciendo un poco más su expresión—. ¿Tú le hiciste algo? ¿Discutiste con ella? Desde hace días está muy rara.

Shikamaru arqueó una ceja.

—¿Por qué habría de hacerle algo? Ni siquiera la he visto —respondió, aunque le preocupó un poco saber que ella sí había venido a la escuela, pero no había sido vista en ella—. ¿Ya intentaste llamarle?

—Tiene su teléfono apagado —dijo el castaño, agarrando a Shikamaru por el cuello de la camisa para halarlo con fuerza—. Escúchame muy bien, si le hiciste algo a mi hermana, te juro que te rompo toda la cara, Nara.

—No le hice nada —Shikamaru se soltó del agarre del contrario con cierta brusquedad, él ni siquiera tenía anda que ver, pero tenía que ser amenazado por el hermano de Temari—. Ya te lo dije, y no me amenaces.

Kankuro simplemente chasqueó la lengua y se marchó dando zancadas, pero Shikamaru no se quedó tranquilo, al contrario. Él también había tratado de llamar a Temari desde anoche y ella no le respondía, lo mismo esta mañana, ¿habría pasado algo con el profesor Itachi?

—Joder, ¿por qué siempre acabo metido en sus líos? —se preguntó con fastidio, aunque era un cuestionamiento idiota, teniendo en cuenta que había sido él el que se involucró en todo esto por cuenta propia.

Soltó un suspiro y cerró los ojos para pensar un rato, ¿en dónde podía estar Temari? Si efectivamente había venido a la escuela, pero no se presentó a las clases, quizá seguía aún dentro del edificio, en alguna parte. La mayoría de los alumnos que todavía estaban en la escuela, estaban en el gimnasio o yendo para allá, si Temari se sentía tan mal como para no ir a clases, quería decir que algo malo le había pasado, por lo tanto, no quería ser vista.

—El patio escondido —murmuró, corriendo hacia ese lugar. Ni siquiera sabía por qué iba tan rápido, pero llegó en cosa de minutos, incluso llegó a perder el aliento. Respirando agitado y medio ahogándose, comenzó a mirar a su alrededor, el patio era pequeño y la encontró casi al instante, ella estaba sentada bajo la copa del árbol más grande, abrazando sus rodillas.

El Nara caminó hacia ella y se dio cuenta de que había estado llorando, aunque ahora mismo estaba muy tranquila, era como si simplemente meditara viendo hacia la nada.

—Qué mujer tan problemática eres —dijo llevándose una mano a la nuca, ligeramente molesto, aunque no se atrevió a preguntar qué era lo que había sucedido, intuía que se trataba de Itachi—. Tu hermano estaba preocupado por ti, no se le ocurrió venir aquí, ya sabes, nadie viene… —añadió, mirando hacia un costado.

Notó de reojo que Temari se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, en serio era incómodo verla así, esa chica era sumamente ruda, aparentaba ser tan fuerte, ¿en serio valía la pena que llorara por ese tipo? Ese solo pensamiento enfadó a Shikamaru, quien apretó los puños sin siquiera darse cuenta.

—No me di cuenta de la hora —respondió Temari, sin siquiera mirarlo—. ¿Ya comenzó el juego?

—No.

La chica no dijo nada más, solamente se puso de pie y comenzó a caminar lentamente fuera del patio que se encontraba oculto entre los dos edificios de la escuela, mientras Shikamaru solamente la veía partir, quedándose en ese lugar un momento más, aunque no se explicaba por qué razón sentía el irrefrenable impulso de abrazarla.

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Matsuri estaba esperando a Gaara en el patio de la escuela, estaba sentada junto a la fuente del jardín central, para no cruzarse con todas las personas que aún seguían dentro, luego del partido de baloncesto. Estaba mirando su celular, leyendo un par de memes para no aburrirse, cuando lo vio caminar hacia ella, trayendo una expresión indescifrable en el rostro. La chica se guardó el teléfono y se levantó, al tiempo que su novio llegaba a su lado.

—Gaara-kun, ¿qué tienes? —preguntó al notarlo un poco perturbado.

—Matsuri… —él la miró un momento, llevándose una de sus manos a la cabeza—. Discúlpame, ¿podemos irnos a casa? Me duele muchísimo la cabeza…

La chica parpadeó confundida, Gaara realmente lucía mal, eso le asustó, así que lo abrazó y asintió con la cabeza.

—Claro que sí, Gaara-kun, vamos —respondió, acariciando la mejilla del más alto—. ¿Quieres que busque a tus hermanos?

Gaara negó con la cabeza.

—No, sólo vamos, ¿sí? Seguro que se me pasa después de dormir un poco —a pesar de que se veía que Gaara realmente lo estaba pasando mal, Matsuri trató de mantenerse tranquila, asintió nuevamente con la cabeza y le tomó de la mano para acompañarlo a casa—. Matsuri —la nombró Gaara, apretando con fuerza su mano.

Ella detuvo sus pasos y lo miró.

—¿Qué sucede? —preguntó la chica, esperando a que él le dijera algo, pero después de unos segundos de silencio, el pelirrojo simplemente negó con la cabeza.

—No, no es nada —respondió—. Vamos.

Su novia asintió y volvieron a caminar juntos, mientras ella pensaba en que tendría que hablar con Gaara después sobre lo que tenía planeado decirle, no quería preocuparlo o incomodarlo cuando se sentía tan mal.

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Estar ahí había sido bastante divertido, a pesar de lo incómodo que era verlo, pero Sakura se sentía feliz de que Sasuke y su equipo hubiesen ganado, sabía el esfuerzo que le había tomado a él para poder preparar a los chicos, como el capitán. Apenas terminaron de jugar y todos estaban saliendo, ella se apresuró también, ya que sus amigas se habían ido con sus novios y ella no quería quedarse ahí sola; sin embargo, Sasuke la había visto y, escabulléndose entre la gente, la alcanzó y la agarró del brazo, llevándosela consigo a un lugar menos transitado: la zona de los casilleros, en donde ya nadie se encontraba a esa hora.

—¿Qué crees que haces, Sasuke-kun? —se quejó la peli rosa, soltándose bruscamente del agarre cuando llegaron a su destino. No le había dolido, Sasuke no usó demasiada fuerza, pero, aun así, se sentía ultrajada por haber sido obligada a venir.

—Ahora sí vamos a hablar y espero que esta vez no me salgas con una de tus cosas, Sakura —dijo él de mala gana, mirándola con enfado, aunque escondía su tristeza, dolor y confusión detrás de aquella emoción.

—Bien —contestó la chica, sosteniéndole la mirada, incluso si sentía ganas de ponerse a llorar—. ¿Qué quieres que te diga?

Sasuke la miró exasperado, en serio estaba haciendo un esfuerzo por no explotar del coraje.

—¿Qué fue lo que hice para que me dejaras? Si ibas a hacerlo, al menos me merezco una explicación, ¿no crees?

La Haruno se quedó callada durante un par de segundos que a Sasuke le parecieron eternos, en los que ella sólo le miraba fijamente, poniéndolo nervioso, aunque no lo demostrara.

—Te vi besándote con Karin —respondió finalmente ella, asombrada de ver la expresión de confusión y terror de Sasuke, el cual parecía tremendamente confundido—. Sé que habías estado saliendo con ella, Sasuke-kun, no lo niegues, hasta te tomó una foto con tu propio teléfono.

—¿Cómo sabes es? —cuestionó Sasuke, llevándose una mano a la sien—. No, no importa, pero esto es un malentendido.

Sakura apretó los puños, ¿en serio Sasuke trataba de hacerle creer que no vio lo que vio?

—Sé perfectamente lo que vi, Sasuke-kun, nadie me lo dijo —aseguró—. No intentes decirme mentiras, ¿cuál malentendido?

—¡Es lo que es! —exclamó el azabache, saliéndose de sus casillas por un momento, pero rápidamente volvió a recuperar la compostura, tomando un hondo respiro, para luego botar el aire—. Ella fue la que me besó, yo la rechacé, esa es la verdad, Sakura.

Sakura se sintió realmente insultada, ¿acaso Sasuke creía que ella era estúpida? Los hombres siempre decían ese tipo de cosas para justificarse, pero ella no pensaba caer, no sería la tonta enamorada que le creía todo a su novio.

—No te creo nada —fue todo lo que dijo, alejándose de Sasuke y dejándolo solo, el cual se había quedado paralizado en su sitio, preguntándose si acaso había hecho algo tan mal como para que la chica que amaba no confiara en sus palabras, él le había dicho la verdad, pero Sakura no le creyó, ¿era su culpa?

No lo sabía, solamente sabía que le dolía mucho.

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Ocuparse de los asuntos estudiantiles comenzaba a serle un fastidio, sobre todo, cuando estaban tan cerca los exámenes de ingreso a la universidad y la graduación, quería estar enfocado en esos temas, pero, en su lugar, tenía que hacerse cargo de revisar que todos cumplieran con el reglamento durante el juego de baloncesto, gracias a dios, el siguiente juego del equipo no sería en la escuela.

—Qué bueno que ya todos se fueron —murmuró, terminando de organizar unos documentos en el salón de delegados. Agarró su bolso y salió de la sala, dejando la puerta cerrada. Era temprano todavía, pero la mitad de las clases se habían suspendido por el bendito juego, así que ya todos se habían ido. Neji planeaba irse también a casa, seguramente su prima ya estaba allá.

Como el horario de hoy era diferente al del resto, le había pedido al chofer que no lo esperara, así que, por hoy, tomaría un taxi a casa, el cual pidió antes de salir. Al llegar afuera, éste ya había llegado, así que se subió y se echó sobre el asiento para descansar un momento su espalda. Cerró sus ojos y se puso a pensar durante un momento, pensaba sobre Tenten, sobre lo mucho que había jodido todo, el como ella le ignoraba y se la pasaba todo el tiempo con Kankuro.

Realmente quería explicarle las cosas y también pedirle disculpas, aunque era demasiado orgulloso para ello, no se creía capaz, porque el genio Hyûga nunca se equivocaba, ¿no?

Cuando abrió sus ojos, miró por la ventana del taxi, pero vio algo que le tomó por sorpresa; Hinata iba caminando por las calles de la ciudad, tomando la mano de un tipo de cabellera rubia, que llevaba el uniforme de la escuela. Cuando el taxi pasó más cerca de ellos, pudo ver que se trataba de Naruto Uzumaki, alumno de segundo año, integrante del equipo de baloncesto y un verdadero dolor de cabeza, tanto para los profesores, como para él.

—¿Qué hace con ese idiota? —murmuró con el ceño fruncido.

Hinata estaba junto a Naruto, ambos habían decidido tener una cita para celebrar el triunfo de los chicos en su primer juego amistoso, el cual les había granjeado un cupo contra el siguiente oponente, dentro de un par de semanas.

—¿Y qué quieres tomar? —preguntó el chico, deteniéndose ambos en una esquina—. Aquí hay muchos lugares bonitos, ¿se te antoja algo?

La ojiperla ladeó su rostro, pensativa, mientras se llevaba un dedo al labio inferior.

—Hay una cafetería por aquí cerca, ¿y si vamos ahí? —propuso, dedicándole una dulce sonrisa a su novio, el cual no pudo evitar sonrojarse un poco, Hinata le parecía demasiado linda, le costaba creer que tenía una novia tan hermosa.

—Me parece genial —respondió él, asintiendo con la cabeza.

Ambos caminaron juntos hacia aquella cafetería, era muy bonita y acogedora, así que se sentaron en una mesa y Hinata cogió el menú que estaba sobre la misma.

—Yo quiero un trozo de pastel, Naruto-kun —dijo alegremente, aunque pudo notar enseguida que el chico se ponía azul al ver los precios que aparecían en la carta—. ¿Sucede algo? —preguntó, pero él rápidamente negó con la cabeza.

—No, nada, nada —contestó el rubio, sacando la billetera de su bolsillo. Disimuladamente, contó el dinero que traía, le alcanzaba, aunque se gastaría gran parte de lo que le quedaba, pero no quería quedar como un idiota frente a Hinata, ella venía de una familia muy adinerada y él, aunque recibía la pensión que sus padres habían dejado cuando fallecieron, no era alguien que gozara de grandes sumas de dinero. Aun así, no soportaría decepcionar a su hermosa novia.

Hinata asintió, volviendo a sonreír.

—Hoy jugaron increíble, Naruto-kun, el otro equipo no logró ni pisarles los talones —comentó, al tiempo que Naruto hacía un gesto para llamar a la mesera que tenían más cerca de ellos.

—Lo sé, estuvo increíble, aunque el siguiente equipo es muchísimo mejor —aseguró, mirando a la chica que se les acercaba, una joven de cabellera castaña, muy bonita—. Queremos un trozo de pastel, yo de chocolate, ¿y tú, Hinata?

—Yo de fresa —dijo su novia—. Y también una taza de té verde.

—Yo un café —añadió Naruto, a lo que su mesera anotó todo y les sonrió a ambos.

—Enseguida, chicos —contestó antes de darse la vuelta, pero fue Hinata quien se fijó en el nombre de ella, que estaba escrito en su placa de identificación, el cual decía "Izumi".

La ojiperla volvió a fijar su atención en su novio, Naruto era sumamente dulce con ella, no podía sentirse más feliz de estar por fin a su lado, después de todo el tiempo que lo había amado en silencio, esto era como un sueño para ella.

—Naruto-kun, yo sé que ustedes lograrán ganar, son los mejores —hizo una pequeña pausa, sintiendo que sus mejillas se ponían ligeramente rojas—. Tú eres el mejor —terminó su frase, a lo que Naruto, también sonrojado, se llevó una mano a la nuca, pues se sentía apenado.

—No lo soy, para nada —contestó, riéndose nerviosamente—. Pero… para ti quiero serlo, Hinata.

El corazón de Hinata se aceleró con aquellas palabras, Naruto no era un chico romántico, era bastante torpe, pero a veces decía cosas que la sorprendían y le hacían sentir una enorme calidez, entonces descubría que se enamoraba cada vez más de él.

Izumi llevó la orden de aquella dulce pareja de novios y después se dirigió a la barra, su turno ya casi terminaba, aunque todavía le quedaban muchas cosas que hacer antes de que su día finalizara. Se agachó para limpiar la parte baja del mostrador, en donde se podían ver diferentes pasteles decorando el interior del mismo, a través del cristal. Estaba en ello, cuando una voz llamó su atención.

—Siempre tan ocupada —dijo Itachi, sorprendiéndola, así que Izumi se levantó de golpe y se dio un cabezazo contra el borde del mueble—. ¿Estás bien? —cuestionó el hombre, parpadeando sorprendido.

—Auch, sí, sí —respondió la castaña, poniéndose de pie, mientras se sobaba la zona golpeada—. No fue nada realmente, ¿qué haces aquí? Es temprano para que vengas.

Itachi se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia al asunto.

—Hoy las clases acabaron temprano y se me antojaron unos dangos —contestó simplemente.

Izumi asintió —Ya veo, entonces, te llevaré algunos —dijo sonriente. Itachi le hizo caso y se fue a sentar a una de las mesas, la que utilizaba siempre, sin notar que había dos de sus alumnos presentes, pues no solía ponerles atención a los demás clientes de la cafetería.

Cuando se sentó, encendió la laptop y se puso a revisar la planificación de sus clases para la semana siguiente, aunque no lograba concentrarse, se sentía demasiado conmocionado por lo sucedido con Temari y con su hermano menor, el cual estaba pensando lo peor de él, aunque Sasuke tenía mucha razón en todo lo que le dijo, ¿en qué estaba pensando para meterse con una alumna? Todo esto era antiético y muy peligroso, no importaba si ella era mayor de edad.

—Qué pensativo, ni siquiera has puesto la contraseña —dijo la mesera del lugar, colocando un plato de deliciosos dangos sobre su mesa—. ¿Quieres que te traiga un café? —preguntó, notando de inmediato que él no estaba precisamente en el mejor de sus momentos, a pesar de lo serio y cerrado que era Itachi, ella podía verlo en sus ojos.

—No, está bien —el moreno le regaló una suave sonrisa y volvió la vista a la computadora, digitando la contraseña, para luego comenzar a revisar sus cosas, mientras cogía un dango y se lo llevaba a la boca.

Izumi había regresado a la barra para terminar de limpiar, mientras la otra mesera se encargaba de los demás clientes, aunque ella no podía dejar de mirar a Itachi, tanta era su concentración en él, que apenas y se dio cuenta de que ya había llegado su reemplazo cuando ésta agitó una mano frente a sus ojos.

—Izumi —dijo su compañera de trabajo—. Ya deberías decirle a ese cliente que estás loca por él, siempre te quedas como idiota cuando viene.

—¿Eh? —la chica enrojeció como un tomate con aquellas palabras, negando rápidamente con la cabeza—. ¡N-no es lo que crees!

—Lo curioso es que viene casi todos los días —dijo la otra mesera, la que había estado atendiendo toda la mañana junto a ella, quien se había acercado tras recoger unos cubiertos y platos sucios—. ¿No crees que también le guste Izumi, Miru? —preguntó a la recién llegada, que se estaba poniendo el delantal con el logo de la cafetería, mientras Izumi solamente se sonrojaba más.

—Sí, yo creo —respondió la recién nombrada, una chica de corta cabellera negra, que tenía ojos castaños muy bonitos—. Izumi, es muy guapo, deberías aprovechar.

—Que no —insistió la avergonzada chica—. Él y yo somos amigos, no es nada de lo que creen —se apresuró en aclarar, agitando sus manos de un lado a otro, aunque, en su mente, las cosas eran muy diferentes—. Incluso si a mí me gusta, Itachi jamás me hará caso… —pensó tristemente.

Naruto estaba comiendo una porción del delicioso pastel de chocolate que había ordenado, cuando miró de reojo hacia una mesa al rincón de la cafetería, atragantándose al instante.

—¿Naruto-kun? —Hinata lo llamó preocupada, pero tras darse un par de golpes en el pecho y de beber un poco de café, a él se le pasó.

—Ah, casi muero —murmuró para sí mismo.

—¿Qué sucedió? —preguntó su novia, tomándole de la mano. El rubio la miró y, disimuladamente, le señaló que mirara hacia una de las esquinas, en donde Hinata pudo ver lo mismo que lo había sorprendido a él—. ¿Ese no es el profesor? —murmuró, a lo que Naruto asintió varias veces con la cabeza.

—No sabía que el hermano de Sasuke venía a este lugar, ya sabes que me da escalofríos —dijo abrazándose a sí mismo, mientras temblaba como una hoja seca—. Aunque supongo que no tiene nada de malo, después de todo, aquí es bastante agradable.

—B-bueno… —la ojiperla volvió a señalarle a Naruto la dirección en donde se encontraba Itachi, aunque ahora estaba hablando con la mesera, la cual le sonreía de un modo sumamente dulce, hasta podía jurar que estaba sonrojada—. Creo que él no sólo viene por el ambiente y la comida.

El rubio parpadeó cuando se dio cuenta de lo que intentaba decir Hinata, parecía ser que Sasuke muy pronto tendría una cuñada, o al menos, eso pensaban ellos dos.

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Cuando Neji llegó a casa, todavía se sentía un poco inquieto por haber visto a su prima junto a ese chico tonto de Naruto, él no le gustaba para Hinata, le parecía que era muy poca cosa, así que hablaría con ella en cuanto tuviera la oportunidad. A pesar de que la mansión Hyûga era enorme y tenían varios empleados que se encargaban de la limpieza, era una costumbre de la familia el quitarse los zapatos al entrar, como la mayoría de los japoneses, aunque varios no seguían esta tradición. Él dejó sus zapatos dentro del pequeño armario junto a la entrada, para luego caminar hacia las escaleras, pero al ir subiendo apenas el segundo peldaño, escuchó la voz de su tío.

—¿Hinata no vino contigo? —preguntó Hiashi, el hombre cuyo trabajo y fortuna le habían mantenido desde la muerte de sus padres—. Creí que regresarían juntos.

El castaño frunció ligeramente el ceño, sabía muy bien que Hinata estaba con ese vago de Naruto Uzumaki, pero no quería echarla a la boca del lobo sin hablar con ella primero, así que dijo lo primero que se le vino a la mente.

—Ella fue a la casa de una de sus amigas, volverá más tarde —mintió, aunque no era difícil que Hiashi le creyera, ya que tenía una gran confianza en su sobrino.

—Está bien —asintió el hombre—. Cuando llegue, avísale que deseo hablar con ella.

—Claro, tío —fue la corta respuesta de Neji, el cual subió las escaleras después de eso. Entró a su habitación y se dejó caer sobre la cama, su cuarto no estaba demasiado adornado, las paredes eran blancas, los muebles eran sobrios, solamente contaba con la cama, el ropero, un escritorio pequeño para la computadora y una mesita de noche, no usaba adornos ni nada llamativo, ese tipo de cosas no le gustaban, aunque tenía una pared llena de reconocimientos deportivos y premios académicos.

Ladeó la cabeza sobre la cama y miró la fotografía que tenía sobre la mesita de noche, en donde aparecían él, Tenten y Lee, los dos últimos sonreían hacia la cámara, mientras él luchaba por mantenerse serio. La fotografía era del año pasado, del último día de clases, así que traían puestos los uniformes de la escuela.

—Tenten… —murmuró, deteniéndose en el pequeño detalle de sus manos tomadas, en ese momento, él todavía no se comportaba como un idiota con ella, no de la forma en que lo había sido los últimos meses. Había estado queriendo decirle que él y Lee apostaron algo estúpido sobre ella, no era algo malo, pues los había unido como pareja a él y a Tenten, pero no le gustaba mentirle, era solo que no tenía el valor para contarle, por eso la evitaba, pensaba "quizás lo haga la próxima vez" y continuaba postergándolo, hasta que Tenten se cansó de él.

Cerró los ojos y estiró la mano para bajar la fotografía hasta que ésta dio contra la mesa, no la quería seguir viendo.

—Rayos…

—*—*—*—*—*—*—*—

Gaara se había ido a acostar apenas llegó a casa, a pesar de que aun era bastante temprano, le dolía en serio la cabeza y se sentía muy confundido, no podía dejar de pensar en las palabras de Sari, así que se acostó para tratar de dormir, pero no hacía más que repetir esa escena en su mente una y otra vez.

—¿Qué dijiste? —cuestionó, mirando a esa chica como si esta fuese la primera vez que se percataba en serio de su presencia. Sentía su estómago apretado y la cabeza le dio vueltas por un instante—. ¿A qué te refieres con que eres…?

La expresión en el rostro de Sari era completamente diferente a todo lo que había visto de ella hasta ahora, ella le miraba con dulzura y compasión, pero había una mezcla de culpa también, ¿o era arrepentimiento?

—Es la verdad —insistió la castaña, tomando una de las manos de Gaara, pero éste la apartó casi al instante—. Gaara-kun, yo soy tu amiga de la infancia, tienes que creerme.

—No me llames de ese modo —dijo él, frunciendo el ceño, aunque no dejaba de sentir que la cabeza le estaba empezando a taladrar y un intenso pitido se reproducía sin descanso—. Solamente Matsuri me llama así.

Sari se mordió el labio y apretó los puños, cómo odiaba que Matsuri siempre estuviera metida en todo.

—Está bien, Gaara —respondió, bajando la mirada y actuando como una inocente chica sufrida—. Pero no estoy mintiendo, tenemos lo mismo, ¿no? —volvió a enseñarle la muñequera, para luego mirar aquella que él llevaba puesta, pero Gaara se la cubrió con la otra mano—. Sabes que yo te la hice y te la di.

Él no dijo nada, no sabía qué responder, se sentía abrumado y la cabeza no le dejaba de doler, era como si tuviera una estampida ahí dentro.

—Tengo que irme —fue todo lo que dijo, antes de alejarse de ella por el pasillo, sin notar la sonrisa de satisfacción que se formaba en los labios de la chica.

—¿Será verdad? —se preguntó, mirando hacia el techo de su habitación. Había cerrado las cortinas y apagado todo, así podía estar en completo silencio y oscuridad—. ¿Qué estoy diciendo? Ella tiene la muñequera… —murmuró, mirando aquel accesorio que adornaba su propio brazo. Suspiró y dejó caer la mano sobre el colchón, cerrando los ojos lentamente.

De verdad necesitaba dormir.

—*—*—*—*—*—*—*—

Sari estaba en su habitación, se sentía muy satisfecha por la fechoría que había hecho, ni siquiera le importaba que Matsuri o los hermanos de Gaara le vinieran a hacer algún reclamo, ella estaba muy segura de que se saldría con la suya.

—¡Ya te dije que te calles, mujer!

El grito que vino desde la planta baja de su casa, le llamó la atención. Su ceño se frunció, esto no era algo nuevo, los gritos y las peleas eran cosa de todos los días en su casa.

—¡Haz lo que te digo, prepara la comida y plancha mi ropa, eres una holgazana! —aquel grito lleno de ira fue acompañado por un golpe y un alarido de dolor de parte de una voz femenina, entonces, Sari se cubrió los oídos con ambas manos.

—¡Por favor, no me golpees más!

Mientras escuchaba los gritos, ella solamente cerró los ojos y se quedó quieta en su lugar, sentada sobre su cama. Su cuerpo temblaba del miedo, pero ya estaba acostumbrada, su padrastro siempre golpeaba a su mamá y ésta no hacía nada por defenderse, sólo aceptaba sus maltratos e insultos sin más.

—Ese imbécil… —murmuró la chica, bajando de su cama para abrir la puerta del cuarto, podía escuchar a su madre llorar, mientras ese sujeto golpeaba los muebles, seguramente estaba ebrio y estaba fuera de sí mismo. A ella le daba mucho miedo, pero, aun así, era la única que podía defender a su madre, así que bajó corriendo y fue hacia la cocina, en donde encontró a su mamá tirada en el suelo, con un ojo morado y el labio sangrando—. ¡Mamá! —Sari se apresuró a revisarla, sin siquiera tomarle importancia a ese hombre, que la miró con los ojos crispados de rabia—. ¿Estás bien, mamá?

—Sari, vuelve a tu cuarto, todo está bien —dijo su madre, y ahí estaba de nuevo, diciendo que "no era nada", que las cosas estaban bien, en lugar de llamar a la policía y defenderse de ese infeliz.

—No, vamos las dos —respondió la menor, tratando de ayudar a la mujer de cabello castaño corto a ponerse de pie, pero se notaba que le dolía todo el cuerpo.

—Tu madre todavía no prepara la cena —dijo su padrastro, dándole un manotazo en el brazo a Sari con tanta fuerza, que le hizo caer al suelo sentada.

—Cariño, no —su madre rápidamente intervino, parándose delante de su hija; ella podía permitir que la masacraran si era necesario, pero no dejaría que golpearan a Sari—. Yo ya te hago de comer, deja que Sari vaya a hacer su tarea, ¿sí?

Él no dijo nada, simplemente las miró a ambas de mala gana y se fue hacia la sala a ver la televisión, en lo que su cena estaba lista.

—¿Por qué siempre dejas que te golpee? —se quejó la chica, poniéndose de pie sola—. Estoy harta ya, mamá, ese imbécil un día te va a matar y tú como si nada.

—Shhh —la mayor le hizo un gesto con su mano para que bajara la voz—. Guarda silencio, no quiero que te oiga, ya sabes que no debes venir cuando se pone así, vete a tu habitación y cierra con llave —ella sonrió, a pesar de los golpes y las lágrimas que bajaban por sus mejillas—. Él ya se calmó, así que no me pegará más.

Sari apretó sus puños con enojo ante las palabras de su madre y esa estúpida sonrisa que sólo intentaba tranquilizarla, pues ella sabía que esto nunca iba a acabar, no mientras no echaran a ese tipo de la casa.

—Eres una tonta —fue todo lo que dijo antes de irse corriendo escaleras arriba.

Odiaba a su padrastro por ser el monstruo que era, y odiaba a su madre por no tener orgullo y no defenderse a sí misma, por esa razón, Sari era como era, por eso no le importaba dañar a otros para conseguir lo que quería, porque había crecido viendo cómo los demás se lastimaban entre ellos, en su propia familia, en donde sólo debía recibir amor y cuidados.

—*—*—*—*—*—*—*—

Era extraño sentirse así, como él lo hacía, jamás había estado tan pendiente de su teléfono antes, pero ahora mismo, Shikamaru no dejaba de mirar la pantalla cada cinco minutos, a veces menos, en espera de recibir una respuesta de parte de Temari. Le había escrito hace ya un rato, después de llegar a casa, pues estaba preocupado por el estado en que la vio mientras estaban en la escuela, no sabía si ella se había ido a buscar a uno de sus hermanos después de eso, pues no la vio más y, sinceramente, estaba asustado de que pudiera haber cometido alguna estupidez.

—Shikamaru —la voz de su padre lo distrajo—. Sabes que en esta casa está prohibido utilizar el celular en la mesa, deja eso y come.

Su hijo le miró arqueando una ceja, era obvio que no se tomaba muy en serio los regaños de su progenitor.

—Claro, como sea —apagó la pantalla y dejó el celular sobre la mesa, agarrando los cubiertos para empezar a degustar la cena preparada por su madre.

—No has traído a Temari-chan a la casa —dijo Yoshino, sentándose junto a su padre, luego de haber terminado de servir a ambos—. Es realmente encantadora, no me vayas a decir que han terminado.

—No —fue la respuesta de Shikamaru, evitando hablar al llevarse un bocado de comida a la boca—. Pero ella ha estado ocupada, ya sabes, va en último año.

Shikaku miró a su hijo atentamente y luego sonrió con una mueca de orgullo, la cual Shikamaru no comprendió del todo.

—Veo que sigues la tradición de los hombres Nara de fijarnos en mujeres mayores que nosotros —comentó, ganándose un golpe en la cabeza de parte de su mujer.

—¿Le dices eso a medio mundo? ¡Sólo te gano por dos meses! —se quejó Yoshino, a lo que su esposo y ella empezaron una graciosa discusión, en donde ella le reclamaba por hacerla sentir vieja y él le pedía disculpas una y otra vez.

El hijo de ambos se limpió la boca con una servilleta y se puso de pie, agarrando su teléfono.

—Terminé, iré a dormir —avisó, dirigiéndose a su habitación.

—¡Shikamaru, comparte más con tus padres! —exclamó Shikaku, pero fue totalmente ignorado, así que, tanto él como su esposa simplemente suspiraron.

—Eso niño no va a cambiar —aseguró la mujer castaña, viendo asentir a su marido con la cabeza.

Por su parte, Shikamaru se metió a su cuarto y cerró la puerta, se dejó caer boca arriba sobre la cama y se quedó mirando el techo, los minutos empezaron a pasar y él no hacía nada más que quedarse ahí, inmóvil, aunque su ceño se fruncía cada vez más, se estaba empezando a desesperar.

—Joder, ya contesta, mujer —murmuró. Justo en ese momento, el sonido de un mensaje se escuchó, así que se incorporó como un rayo sobre la cama y miró su pantalla, Temari le había escrito.

"Estoy bien, gracias por preocuparte, me quedé dormida y por eso no respondí antes, espero que pases buena noche."

A pesar de que ese mensaje lo dejaba más tranquilo, era muy extraño que esa chica fuese tan amable con él, así que no estaba satisfecho del todo, se moría por preguntarle qué le pasaba, pero se contuvo, simplemente se limitó a enviar un "Ok, tú también" como respuesta y se volvió a recostar, mirando nuevamente el techo.

—Soy un estúpido… —murmuró para sí mismo.

—*—*—*—*—*—*—*—

Gaara-kun, tú siempre serás mi mejor amigo, lo prometo…

Cuando Gaara abrió sus ojos, se dio cuenta de que ya era de día, no lo podía creer, había dormido parte de la tarde y también toda la noche, esas eran muchas horas seguidas, pero al menos, ya no le dolía la cabeza. Se levantó, sintiéndose un poco aturdido y miró hacia la ventana, el cielo estaba nublado, así que debía ser temprano todavía.

—Ah, hoy es el cumpleaños de mamá… —murmuró para sí mismo, bostezando. Se paró de la cama y salió de su cuarto para ir al baño, por suerte, nadie lo estaba ocupando. Se lavó la cara para despertar del todo y se metió a duchar, mientras su mente no dejaba de repetir lo sucedido la noche anterior, cuando esa chica le dijo que ella era su mejor amiga de la infancia.

Por un lado, se sentía feliz de haberla encontrado, una de sus metas era volver a tener contacto con su amiga, incluso si no podía recordarla del todo, pero, por otra parte, estaba muy incómodo al respecto de que esa persona fuese Sari, pues ella no era nada amable y su actitud no le gustaba, parecía obsesionada con él y, sobre todo, no podía perdonarla por haberle mentido acerca de Matsuri, aunque ahora podía entenderlo un poco mejor; quizás, Sari lo había hecho por celos, ¿no?

Si se lo ponía a pensar, tenía un poco de sentido, él fue antipático con ella cuando se le intentó acercar, no sólo se olvidaba de su nombre, también era grosero y muy insistente en mantenerla lejos, como al resto de personas, a excepción de Matsuri, quizá era por eso que esa chica actuó así.

—Ah, Matsuri debe estar preocupada —dijo en voz baja, mirando hacia el suelo para que las gotas de agua no le fueran a caer a la cara. Terminó de ducharse rápido y se puso una toalla alrededor de la cintura, mientras dejaba su ropa en la canasta de prendas sucias. Regresó a su cuarto y se cruzó con su mamá, la cual parecía haberse levantado hace rato ya y se dirigió al baño al verlo salir.

Gaara se secó bien el cuerpo una vez que entró a su cuarto y se vistió, secándose el cabello al final. Después de eso, buscó su celular y notó que tenía un mensaje de Matsuri, el cual le hizo fruncir el ceño.

"Has de estar dormido, espero que te sientas mejor cuando despiertes, te quiero mucho, Gaara-kun"

—¿Cómo pude dormirme y no responderle? —se regañó a sí mismo, contestando de inmediato a su novia, aunque planeaba ir a verla más tarde, quería pedirle que lo acompañara a elegir un regalo para su madre.

Mientras esperaba a ver si ella contestaba, se puso a ver un par de videos en YouTube, cuando un espantoso grito de parte de su madre le llamó la atención. Gaara dejó el celular sobre la cama y se dispuso a correr a ver qué había pasado, pero cuando abrió la puerta, Karura estaba parada afuera de su habitación.

—¡Sabaku No Gaara, tienes mucho que explicar! —exclamó ella, dejándolo confundido.

—¿Qué hice? —cuestionó. Su madre alzó la mano derecha y le mostró la tira de condones que el otro día le había pasado Kankuro, los había dejado guardados en el bolsillo del pantalón con el cual se quedó dormido, así que, al verlos, abrió la boca hasta casi topar contra el suelo—. P-puedo explicarlo…

—T-tú… —Karura no parecía enojada, sino espantada—. ¿No crees que Matsuri-chan y tú son muy pequeños todavía? Digo, está bien que se cuiden, pero, hijo…

A pesar de lo avergonzado que se sentía, Gaara no pudo evitar comenzar a reírse, esta situación era hilarante, su madre en serio pensaba que él y Matsuri ya habían llevado las cosas a ese nivel, cuando no podía estar más lejos de la realidad.

—No, no, mamá —el pelirrojo le quitó de las manos aquella tira a su madre y las guardó en un cajón de su cómoda—. No es así, Matsuri y yo no hemos hecho nada de eso.

Karura arqueó una ceja.

—¿No?

Gaara negó —No, esos me los dio Kankuro, dijo que se los entregaron afuera de la farmacia como promoción, ya sabes —se encogió de hombros y continuó relatando—. Los metí en mi bolsillo y debo haberlo olvidado.

—Oh, qué alivio… —Karura suspiró hondamente, dibujando una suave sonrisa en sus labios—. Qué bueno, Gaara, todavía estás muy chico para andar por ahí haciendo esas cosas, además, Matsuri-chan también es muy pequeña.

—Sí, sí —contestó él, sin atreverse a decirle a su madre que él ya no era el niño que ella pensaba, creía que era mejor que se quedara con esa imagen por ahora, sino, ya imaginaba el grito en el cielo que iba a poner cuando se enterara.

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Hinata había despertado muy preocupada aquella mañana, después de recordar la conversación que había tenido con su padre el día anterior. Se levantó de la cama y se metió a bañar, tenía un baño personal, así que podía tomarse todo el tiempo que quisiera.

—No puede ser, papá se ha vuelto loco… —murmuró, hundiéndose en el agua de la tina, hasta que sólo la mitad de su cara quedó visible.

Cuando llegó a casa, Hinata se dirigió de inmediato a su cuarto, quería dormir, estaba muy cansada, aunque primero planeaba conectarse un rato al chat para hablar con Naruto, sabía que no era bueno que siguiera en ese plan, pero le era mucho más fácil hablar con él por medio del anonimato. Después de subir las escaleras, caminó por el largo pasillo, topándose con su primo, el cual salía de su propia habitación.

—Ah, Hinata —dijo él, parecía que se dirigía a la biblioteca a leer un poco, porque llevaba puestos los anteojos—. El Tío dijo que cuando llegaras, fueras hacia su despacho, quería hablar contigo, seguramente sigue ahí.

—¿Papá quiere hablar conmigo? —se preguntó ella, sorprendida y confundida a la vez.

Hizo un asentimiento de cabeza hacia su primo y volvió en sus propios pasos hacia el primer piso, para luego dirigirse hacia el despacho de su padre, en donde él solía trabajar hasta muy entrada la noche. Tocó la puerta dos veces, hasta que recibió una respuesta desde el interior. Ingresó en silencio, haciéndole una leve reverencia a su progenitor, el cual despegó la mirada de unos archivos en su computadora para verla a ella.

—¿Quería hablar conmigo, padre? —preguntó la joven, alzando la mirada. Hiashi Hyûga siempre era extremadamente serio, pragmático, como si todo lo importante para él fuese el trabajo.

—Sí, qué bueno que vienes —respondió el hombre, volviendo enseguida su vista a la computadora y poniéndose a teclear con una gran velocidad—. La próxima semana vendrán unos socios desde Estados Unidos, tienen un hijo de tu edad, me gustaría que salgas con él y lo entretengas.

Hinata parpadeó sin entender.

—¿Que salga con él y… lo entretenga? —cuestionó.

Hiashi asintió.

—Si todo sale bien en las negociaciones con su padre, quizá podríamos acordar un compromiso entre ustedes.

Mientras su padre soltaba esas palabras sin siquiera mirarla, la chica abrió desmesuradamente sus ojos, simplemente no podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Qué? —volvió a cuestionar—. ¡Y-yo no quiero…!

Su padre la miró nuevamente cuando la escuchó alzar la voz, Hinata parecía horrorizada, pero a él no le parecía nada del otro mundo, en su familia, los compromisos y matrimonios siempre eran arreglados, era un modo de asegurar y garantizar que la fortuna de los Hyûga siguiera creciendo y que nadie se les acercara por interés.

—No te estoy preguntando —sentenció el hombre—. Vete a tu cuarto, tengo que trabajar.

Su hija no dijo nada, ni siquiera se atrevió a abrir la boca para suspirar o respirar, simplemente se dio la media vuelta y salió del despacho en total silencio, pero una vez que estuvo fuera, corrió escaleras arriba mientras lloraba desconsolada, su padre no la iba a escuchar, ella sabía que cuando se le metía algo a la cabeza, no había poder humano que le hiciera cambiar de idea.

—¿Qué haré? —se preguntó al volver a la realidad, sentándose en la bañera y cubriéndose el rostro con ambas manos; no podía dejar de pensar en Naruto y en qué le iba a decir ahora.

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Inoichi Yamanaka era un hombre muy ocupado, siempre estaba haciendo negocios, cerrando tratos, o estaba en reuniones importantes. Era el dueño de una importante cadena de florerías, con sucursales por todo el país, con flores y arreglos sumamente cotizados, que solían ir a parar a los eventos más importantes de las familias con mucho dinero, así que a él le iba bastante bien, por eso, nunca pasaba tiempo con su hija y le había sido sumamente difícil encontrar la manera de estar a su lado ahora que ella estaba enferma.

Precisamente por eso, se la vivía hablando por teléfono, incluso cuando se suponía que la debía estar cuidando.

—Estoy lista, papá —dijo Ino, terminando de vestirse, pues hoy la daban de alta. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que su padre estaba en una llamada y que le hizo un gesto de mano para que le diera un momento de silencio—. Cuando no… —murmuró la rubia, bufando.

Inoichi salió de la habitación, estaba muy preocupado por su conversación, así que Ino se cruzó de brazos y se sentó sobre la cama, realmente estaba molesta, de nada le servía que su padre pasara tiempo junto a ella, si solamente estaba su cuerpo, pero no su cabeza.

—Papá jamás cambia… —murmuró, bajando la mirada.

En ese momento, escuchó el sonido de su teléfono, que estaba sobre la mesa de noche que se ubicaba junto a la cama. La chica estiró la mano y leyó el mensaje que había recibido, era de un número desconocido.

"Me enteré que hoy te dan el alta, espero que estés bien, nos veremos pronto en la escuela. Sai."

Los ojos de la rubia se abrieron con sorpresa, su pecho se apretó y sintió que sus mejillas enrojecían, ¿de dónde había sacado Sai su número?

—Matsuri o Sakura —murmuró, abultando ligeramente sus labios, aunque no pudo evitar sonreír al cabo de unos segundos, por algún motivo, ese breve escrito la había puesto de mejor humor.

Su padre volvió después de unos minutos, había terminado ya su llamada.

—Bueno, vamos a casa, hija —dijo sonriente, tomando el pequeño bolso con las cosas de Ino, pero apenas lo levantó, su celular volvió a sonar. Miró el nombre en la pantalla y luego observó a la menor—. Debo tomar esta, es importante.

Ino volvió a bufar —Como sea —respondió.

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Los fines de semana en casa de los Uchiha siempre incluían el desayuno con todos los miembros de la familia en la mesa, cosa que no tenía muy contento a Sasuke, estaba demasiado furioso con Itachi ahora mismo. Si se ponía a analizar las cosas, se había comenzado a alejar de Sakura por estar pendiente de las idioteces de su hermano, también, por estarlo siguiendo, se había topado con Karin y se había dado la situación del beso; honestamente, todo era culpa de Itachi, era por eso que Sasuke no dejaba de verle con odio.

—Entonces, Sasuke —escuchó la voz de su madre, pero él seguía mirando a su hermano como si lo fuese a matar—. Escuché que ayer ganaron su partido de baloncesto, lamento no haber podido asistir.

—No pasa nada, mamá —dijo el chico, bebiendo un sorbo de café—. Y sí, ganamos, aunque fue bastante fácil.

—Jugaron muy bien —comentó Itachi, limpiándose los labios con una servilleta. Sasuke tuvo ganas de hacerle tragar la servilleta, pero no fue capaz, lo cierto, era que no se atrevía a indisponer a sus padres al arruinarles la imagen de Itachi, sobre todo por su madre, ella no se lo merecía.

—¿Tus notas van bien? —el que habló fue su padre, siempre lucía muy serio, tenía el ceño fruncido y aparentaba estar molesto, aunque no fuese así del todo—. La última vez, habías bajado mucho tu promedio.

El menor de la familia frunció el ceño.

—Ya lo he solucionado, soy uno de los promedios más altos —dijo con orgullo.

—Lo es —lo secundó su hermano, mirándole de reojo. Itachi sabía muy bien que Sasuke se moría por abrir la boca respecto a su relación con una alumna, pero ya no tenía caso, tal relación ya no existía—. Por cierto, papá, mamá, hay algo de lo que me gustaría hablar con ustedes.

—Claro, hijo, adelante —dijo Fugaku, el padre de los dos hermanos. A pesar de la tremenda decepción que recibió cuando su hijo favorito le dijo que no pensaba seguir con el negocio de la familia y que se convertiría en profesor, Itachi continuaba siendo su consentido, no podía negar lo brillante y capaz que éste era y, en el fondo, aunque ya Sasuke había manifestado su deseo por heredar su lugar, él en el fondo todavía guardaba la esperanza de que Itachi se retractara y decidiera cambiar de carrera.

—He decidido mudarme después del año nuevo —comentó Itachi, a lo que Sasuke le miró con los ojos como platos, Fugaku abrió la boca hasta casi topar el piso y a Mikoto se le cayeron al suelo los palillos del tazón de arroz.

¿Cómo que se pensaba ir?

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Matsuri salió cantarina de su casa, después de desayunar. Como hacía algo de frío por las fechas, se puso un pantalón de jean de color azul oscuro, una blusita ajustada y, encima, un suéter de color rosa palo. Se enganchó en el cabello aquel adorno que le había regalado su novio y fue en su encuentro. Gaara estaba apoyado afuera, esperándola.

—¿Tardé mucho? —preguntó al salir, el pelirrojo negó con la cabeza, sonriéndole.

—Para nada —contestó, acercándose a ella para robarle un beso corto de los labios, acción que la hizo sonrojarse como un tomate—. Buenos días, Matsuri.

—B-buenos días, Gaara-kun —respondió la chica, esbozando una suave y dulce sonrisa—. ¿Hoy te sientes mejor? —preguntó con preocupación, pero se alivió al verlo asentir con la cabeza.

—Estoy bien —Gaara la tomó de la mano y le hizo un gesto que indicaba que comenzaran a caminar, ya que Matsuri se había ofrecido para acompañarlo a comprar un regalo de cumpleaños a su mamá, pues no había tenido tiempo en la semana, debido a las prácticas del club—. Oye… —balbuceó, quería preguntarle a Matsuri si acaso sabía algo sobre lo que le dijo Sari el día anterior, pero rápidamente desechó esa idea, negando con la cabeza—. No, nada, olvídalo.

Matsuri parpadeó confundida, pero asintió con la cabeza.

—Gaara-kun, ¿qué tienes pensado comprar? —intentó hacer conversación, aunque notaba un poco extraño a Gaara, estaba segura de que algo no estaba bien con él, pero pensaba llevar el tema con el mayor tacto posible, pues necesitaba encontrar una oportunidad para tratar de explicarle sobre su relación de amistad del pasado.

Ambos llegaron caminando hasta la parada del autobús, el pelirrojo cerró sus ojos y meditó su respuesta durante un par de segundos, en lo que su transporte llegaba.

—No sé —finalmente contestó.

—Pero… —la chica se llevó una mano a la boca, ahogando una pequeña risilla divertida—. Bueno, haré mi mejor esfuerzo para que encontremos algo muy bonito, ¿sí?

Gaara asintió, justo cuando el autobús se asomó desde la esquina de la calle.

—Claro, gracias.

Ambos montaron apenas el vehículo se detuvo frente a ellos, pagaron su pasaje y fueron a tomar asiendo, Gaara se sentó junto a la ventana y Matsuri en el lado del pasillo. Él entrelazó sus dedos y la chica apoyó la cabeza contra el hombro de su novio.

—¿Esto es una cita? —cuestionó divertida, acomodándose junto a él, el cuerpo de Gaara estaba tan cálido que le hacía sentir mariposas revoloteando por todo su estómago.

—¿Quieres una cita? —Gaara se rio ligeramente, mirando a Matsuri, la cual infló las mejillas igual que un pez globo; él no podía soportar cuando su novia hacía eso, era demasiado adorable—. Mira esa cara de berrinchuda, ¿tanto te gusto?

Matsuri sintió que se le apretaba el estómago con esa pregunta, ¿por qué Gaara decía cosas tan directas? Se notaba que nada le daba pena, que sabía exactamente lo que quería, no como ella, que se avergonzaba por todo. Tenía que ser un poco más suelta, no quería aburrir a Gaara con esa actitud tan tonta.

—Sí, me gustas mucho —admitió, apretando un poco más el enlace de sus manos. Su respuesta directa y sin titubeos, agarró al chico con la guardia baja, no pudo evitar que el pulso se le acelerara y su respiración se agitara levemente, adoraba cuando Matsuri le respondía de ese modo, le hacía sentir que era realmente correspondido.

—También me gustas mucho —le murmuró al oído, fijándose que no hubiera nadie en el autobús que los estuviera mirando; cuando lo comprobó, tomó a la joven por el mentón y la besó en los labios, perdiéndose y embriagándose en el dulce sabor de sus besos.

No había una cosa mejor en el mundo que no fuera estar juntos, demostrarse lo que sentían el uno por el otro y ser felices con eso, aunque una red de mentiras se estuviera tejiendo a su alrededor.

Continuará…