Encendió la luz al llegar a su casa, todo estaba oscuro y tranquilo, ya que vivía sola. Se suponía que debía estar preparándose para asistir a sus clases nocturnas, pero se sentía tan afectada y asustada todavía, que apenas y podía pensar, sus manos y sus piernas temblaban, era molesto, pero por suerte, no estaba sola en ese momento.
—Tienes una casa bonita —dijo Itachi, entrando detrás de ella y cerrando la puerta. La casa era pequeña y cómoda, estaba bastante limpia y ordenada, aunque, cuando se fijó mejor, había algunas prendas íntimas repartidas por encima del sofá de la sala.
Sus ojos no pudieron evitar quedarse mirando aquello, le parecía un poco curioso que ella dejara su ropa en cualquier lugar de la casa, pero suponía que así era vivir solo. Izumi, al darse cuenta de lo que veía Itachi con tanta atención, corrió a recoger sus prendas para meterlas a su habitación, con la cara totalmente roja.
—¡Lamento el desorden!
El azabache simplemente se cruzó de brazos y cerró sus ojos, no es como si fuera la primera vez que veía algo como eso, pero le causaba gracia la reacción de Izumi.
—I-Itachi… —la voz de la chica llamó su atención, haciendo que volviera a abrir los ojos, ella estaba de pie frente a él, pero miraba al piso, avergonzada—. Gracias por haberme acompañado… ya puedes irte, estoy bien…
Él no dijo nada, sólo caminó un paso hacia ella, apoyando sus dos manos sobre los hombros de la más baja, que lo miró con cierta sorpresa, mientras sus mejillas enrojecían.
—Izumi, ¿por qué ibas tan distraída? Deberías tener más cuidado, no eres una niña —dijo en tono de regaño, no entendía muy bien por qué, pero se sentía molesto, cuando vio que ella estuvo a punto de ser atropellada, había corrido como un rayo para salvarla, ni siquiera se detuvo a pensar, simplemente actuó antes de que se diera cuenta.
La castaña frunció el ceño y también sus labios, mirándolo fijamente, a pesar de que le costaba un montón.
—Deja de tratarme como una niña entonces —respondió, estremeciéndose por la intensa mirada de Itachi y por lo apuesto que era, fue en ese instante en el que se dio cuenta de que los dos estaban completamente solos, eran dos adultos solos en una casa, así que su cara completa se puso roja.
Itachi pareció darse cuenta de lo mismo, así que la soltó, llevándose una mano empuñada a la boca y carraspeando su garganta.
—Sólo estaba preocupado —dijo entonces, intentando dispersar el ambiente de incomodidad—. ¿Estás segura de que vas a estar bien? —ella asintió con la cabeza, así que él suspiró—. Muy bien, entonces… supongo que ya me voy —se dio la media vuelta para marcharse; sin embargo, sintió que la chica lo sostenía por la tela de la camisa.
—¿No quieres… comer unos dangos? Tengo algunos…
Cuando Itachi volteó a verla, notó que Izumi estaba nuevamente sonrojada, ella no se atrevía a verlo a la cara y esa imagen le hizo sentir avergonzado también.
—Claro…
—*—*—*—*—*—*—*—
Después de platicar un rato con sus amigas y hacer el papel de consejera, Hinata regresaba a casa en un taxi, había hecho lo posible por hacerlas sentir mejor, aunque ella misma no estaba segura de sentirse del todo bien, después de todo, no dejaba de pensar en las tonterías que su padre seguía queriendo obligarla a hacer, como seguir el negocio de la familia o salir oficialmente con Toneri, a quien apenas conocía.
Miró por la ventana del taxi, ya estaba oscuro y la luna lucía brillante, el viento removía su cabello y ella cerró los ojos para sentirlo con más calma, pero justo en ese momento, su celular sonó. Pensó que se trataba de Naruto, pero frunció ligeramente el ceño cuando notó que era un número desconocido.
—¿Bueno? —preguntó.
—Hinata-san, soy Toneri —escuchó del otro lado, sorprendiéndose un poco. Se alejó el aparato del oído y lo miró fijamente, como si no creyera que esa persona la estaba llamando.
—¿Toneri-san? —repitió, volviendo a acercarse el celular—. ¿Cómo consiguió mi número? —preguntó curiosa, pues ella no se lo había dado.
Escuchó una risa extraña antes de la respuesta.
—Se lo pedí a su padre, el señor Hiashi —dijo Toneri, que se escuchaba muy animado—. Él fue muy amable en cederme esa información, dijo que estaría encantado de que nos llevemos bien.
¿Su padre? ¿En serio? ¿Acaso se había vuelto completamente loco?
—Y-ya veo —Hinata intentó parecer amable, aunque por dentro se sentía furiosa, ella no quería tener nada que ver con ese chico, ¿en qué idioma debía decirlo? Ya tenía novio, supuso que era hora de que su padre supiera sobre Naruto—. Bueno, Toneri-san, ¿qué se le ofrece?
—Me gustaría verla, Hinata-san.
Aquella respuesta no la esperaba, así que sus ojos se abrieron ligeramente, ¿cómo lo hacía para rechazar esa propuesta sin ser grosera?
—*—*—*—*—*—*—*—
Gaara estaba preocupado por Matsuri, ella no le respondía los mensajes y no la había visto llegar a su casa, aun después de la cena y de que la hora de dormir llegara. Pensó que no la vería hasta el día siguiente, pero, mientras estaba terminando de hacer su tarea, notó que la luz de la habitación de la chica se encendía.
Salió hacia el balcón y vio la cortina cerrada, pero la luz se podía notar a través de la tela, así como la sombra de ella. No lo pensó mucho antes de trepar el árbol y saltar al balcón contrario, acercándose para tocar sigilosamente el vidrio de la ventana.
Dentro de su habitación, Matsuri acababa de llegar, después de desahogarse junto a sus amigas, se sentía un poco mejor, pero seguía estando asustada de lo que fuera a pasar. Acababa de ponerse el pijama y estaba removiendo las sábanas de su cama para irse a dormir, pero los golpes al vidrio de la ventana la asustaron un poco.
—¿Eh? —murmuró, acercándose a pasos lentos, ¿acaso se trataba de un ladrón?
—Matsuri, soy yo, ábreme —escuchó desde afuera, era la voz de Gaara, así que se apresuró a correr la cortina y a abrirle el ventanal a su novio, quien estaba parado ahí afuera, con el viento frío de la noche meciéndole el cabello—. Hola… —dijo Gaara al verla, esbozando una suave sonrisa.
Ella apenas llevaba la delgada tela del pijama cubriendo su blanca piel, pero todavía se veía hermosa ante sus ojos, aunque, pudo notar que había estado llorando, tenía los ojos rojos e hinchados y las lágrimas habían dejado un pequeño rastro sobre sus mejillas.
—¿Qué tienes? —el chico se apresuró a acunar el rostro de su novia entre sus manos, mirándola con preocupación—. ¿Estuviste llorando por mi culpa?
—¿Qué? —Matsuri lo miró confundida, no sabía que se le notaba el hecho de haber llorado, pero se apresuró en negar con la cabeza—. Claro que no, Gaara-kun, ¿por qué dices eso? —al notar que él temblaba por el frío, la chica lo tomó de la mano y lo hizo entrar a su habitación—. Ven, te vas a enfermar si te quedas ahí.
Cuando Gaara vio que Matsuri cerraba nuevamente la ventana, con él dentro de su habitación, no pudo evitar sonrojarse un poco, porque sabía que ambos estaban a solas, pero no era el momento de que se dejara llevar por ese tipo de cosas.
—Por lo que pasó hoy en la escuela —Gaara respondió a la anterior pregunta de Matsuri—. Desde que me dijiste que me habías visto con Sari, estás actuando raro, no quisiste venir conmigo y no me has respondido los mensajes —explicó, bajando la mirada, se sentía un poco triste y abrumado por todo eso, no quería tener problemas con Matsuri, bajo ningún concepto—. No sé exactamente qué es lo que te molesta, pero me gustaría que me lo digas…
Antes de que el pelirrojo dijera otra palabra, la chica se acercó a él y lo abrazó con fuerza, apoyando su cabeza contra el pecho de Gaara, quien volvió a sonrojarse aún más ante tal acto.
—No estoy enojada contigo, Gaara-kun —dijo Matsuri, dibujando una suave sonrisa en sus labios—. Lamento si te hice pensar eso, sólo fui a casa de Sakura-chan porque ella tenía algo que contarnos a Hinata-chan y a mí, y no me di cuenta de los mensajes, pero de ningún modo dejé de responderte a propósito.
La expresión y el cuerpo de Gaara se relajaron un poco, permitiendo que el contacto tibio de Matsuri lo llenara y lo abrigara, como un cálido rayo de sol en primavera.
—¿Entonces no estás molesta? —cuestionó, rodeándola también con sus brazos, al mismo tiempo que descansaba su cabeza contra la de la castaña, cerrando sus ojos—. Estaba muy preocupado, boba.
Matsuri apretó un poco más el abrazo.
—Lo siento, Gaara-kun…
Lentamente, Gaara rompió sólo un poco el abrazo, tomándola del mentón con una de sus manos, para luego acercar su rostro al de ella. En la escuela se había quedado con las ganas, pero no pensaba hacerlo ahora que estaban solos, así que tomó los labios de Matsuri en un beso largo y apasionado, poniendo un ritmo lento, que poco a poco fue tomando intensidad, hasta que se separaron.
—G-Gaara-kun… —murmuró la chica, todavía sintiendo el aliento de su novio contra su rostro, sus mejillas estaban rojas y su corazón se había acelerado, casi podía percibir como si éste se fuera a salir de su pecho—. Deberías… deberías irte a tu casa, es tarde…
Lo vio negar con la cabeza firmemente, luego notó sus ojos, que la miraban fijamente, parecía que destellaban fuego, en ese momento, todo el cuerpo de Matsuri tembló.
—No quiero —respondió Gaara, besándola una vez más, pero ahora, introduciendo la lengua en su boca. A pesar de que Matsuri estaba sorprendida, no fue capaz de resistirlo y correspondió a ese beso con la misma intensidad, guindándose del cuello del más alto, entonces, notó que las manos de Gaara bajaban por su espalda, estremeciéndola por completo—. Matsuri… te quiero… —murmuró él, jadeante, se sentía extasiado, aunque apenas había probado sus labios.
Matsuri lo miró a los ojos, su expresión inocente, sus mejillas rojas y esos labios semi abiertos, simplemente le hicieron perder la cabeza y, antes de darse cuenta, ya la había empujado contra la cama, acorralándola debajo de él, mientras besaba desesperadamente sus labios, sin encontrar ningún tipo de resistencia de parte de ella. Una de sus manos se deslizó suavemente sobre la piel desnuda de la pierna derecha de Matsuri, en donde el corto pantaloncillo de su ropa de dormir no lograba cubrirla.
—Espe… ra… —apenas logró articular la chica en el pequeño intervalo de tiempo en el cual él la dejó respirar.
Gaara apoyó su mano izquierda contra el colchón, sosteniendo su propio peso para no aplastar a Matsuri, su cuerpo era tan pequeño y frágil, que temía romperla. Sus labios rodaron desde su mentón hasta su cuello, la piel de la chica era tan suave, su temperatura era cálida, y los sonidos que hacía cuando la tocaba, eran como música para sus oídos.
—Matsuri… —la llamó cuando sintió las manos de ella aferrándose con fuerza a su camiseta de dormir, se separó un poco para mirarla a los ojos, observando nuevamente aquella expresión inocente, que le hacía perder totalmente la razón—. ¿Quieres que me detenga? —le preguntó, apoyando su otra mano sobre el colchón, había dejado de tocarla y eso no pareció aliviar la urgencia que de pronto notó en el rostro de su novia, que, para su sorpresa, negó con la cabeza.
—No —dijo entonces, con voz firme—. No quiero que te detengas, Gaara-kun.
Oírla decir aquello, fue como si el infierno se desatara dentro de él, no dudó en volver a besarla con mayor intensidad que todas las veces anteriores y, sin más, sus manos se deslizaron bajo la pequeña y delgada blusa de tirantes de la chica, tocando su abdomen y su cintura. Matsuri volvió a temblar con su acción, pero se armó de valor a sí misma y rodeó el cuello de su novio con sus dos manos, acariciándole el cabello con una y deslizando suavemente los dedos de la otra por sobre su hombro, bajando con cuidado, hasta posarse sobre su pecho, justo en el lado del corazón.
Ninguno de los dos creyó que esa noche acabaría de tal modo, pero ahora que estaban ahí, no deseaban parar aquello, no podían siquiera imaginar llegar a detenerse ahora.
Gaara se separó un momento de ella, arrodillándose sobre la cama, aprovechando el ángulo para apreciar lo agitada y sonrojada que se encontraba su novia, su pecho subía y bajaba con rapidez, su cabello estaba despeinado, revuelto sobre el colchón, era la imagen más hermosa que alguna vez pudo guardar en su mente.
—Eres preciosa… —dijo sin siquiera pensarlo. Notó las manos de la castaña acercándose al borde de la remera de color negro y mangas cortas que llevaba puesta para dormir –aunque solamente se la había puesto para ir a verla a ella– y sonrió ligeramente divertido, en realidad, Matsuri quería lo mismo que él y eso lo emocionaba. Detuvo las manos de ella y las apartó hacia un lado, posicionando ambas sobre la cama, a la altura de la cabeza de la chica—. Espera —le dijo.
—Gaara-kun… —Matsuri iba a quejarse, pero lo vio quitarse la remera y dejar su torso completamente descubierto, cosa que la avergonzó demasiado. Él arrojó la prenda al suelo, a un lado de la cama, procurando permitir que ella lo admirara completamente.
—Ven —murmuró Gaara, tomando una de las manos de Matsuri, para posarla sobre su propio torso, guiándola a deslizarse suavemente sobre su piel, aunque el toque se sintió electrizante, él juraba que jamás había experimentado tal sensación.
Matsuri se sentó sobre la cama, sus piernas quedaron atrapadas entre las de Gaara, entonces, sus dos manos comenzaron a tocarlo, su expresión era toda una obra de arte para Gaara, porque ella lucía como una niña pequeña que apenas iba descubriendo un juguete nuevo, que iba entendiendo poco a poco cómo se usaba.
—Tu piel es muy cálida, Gaara-kun —dijo la castaña, acercándose un poco más, para posar sus labios sobre la clavícula izquierda, ni siquiera sabía por qué había hecho eso, su cuerpo estaba moviéndose casi contra su voluntad, como si fuera una marioneta manejada por alguien más, en este caso, por sus propios deseos.
Él tomó una de las manos femeninas y la besó con delicadeza, como si se tratara de un tesoro, entonces, sus ojos la volvieron a mirar con voracidad, casi como si fuera a devorarla, al menos eso sintió Matsuri, cuyo cuerpo completo se hundió en un barranco lleno de sensaciones que jamás había siquiera imaginado, tenía calor, su ser entero estaba hirviendo y, cierta zona de su cuerpo comenzaba a sentirse molestamente húmeda.
—Matsuri… —el pelirrojo aún sostenía su mano cuando la nombró, sin apartar esos ojos profundos de su persona—. Te amo, Matsuri —aquellas palabras la dejaron descolocada por un segundo, jamás creyó que Gaara le diría eso, mucho menos, en ese tono tan sensual. Parte de su cabello le cubría la cara, ni siquiera podía distinguir el kanji que llevaba tatuado en la frente, la imagen la dejó completamente desarmada, igual que un soldado a media guerra, que ha perdido todo su arsenal.
La castaña se acercó nuevamente a él, esta vez, hacia sus labios —Yo también te amo, Gaara-kun, te amo —le dijo con seguridad, porque sí, eso era lo que sentía por él, lo amaba, se había enamorado como una tonta, no podía ocultarlo ni reprimirlo más. Por toda respuesta, Gaara volvió a besarla con pasión, volviendo a encontrar sus lenguas, en lo que él se encargaba de arrebatarle la delgada blusita de tirantes.
Volvió a recostarla sobre la cama y, esta vez, no se contuvo para acariciar cuidadosamente uno de sus senos, sobre la tela de su sostén, arrancándole un leve gemido a Matsuri, el cual lo excitó por completo. La chica levantó un poco su rodilla y –sin querer– rozó la entrepierna de su novio, llevándose una gran sorpresa al notar lo duro que estaba ahí, incluso lo escuchó jadear. Llevada por su curiosidad, volvió a rozarlo, entonces, Gaara le mordió el labio inferior.
—Matsuri, si tocas ahí, me vas a volver loco —le dijo al oído, con una voz más ronca de lo que nunca había hablado antes, pero, lejos de asustarla, eso sólo la animó, así que volvió a hacerlo, Matsuri podía ser inocente, pero se sentía segura junto a Gaara, y sabía que cualquier cosa que fuera a pasar entre ellos, sería con amor y cuidado—. Oye… —Gaara se quejó, casi gruñendo. Volvió a besar el cuello de su novia, ahora desviándose hacia su hombro, no podía dejar de hacerlo, le parecía que su piel tenía un sabor adictivo y delicioso, como la peor de las drogas, ya podía verse completamente dependiente de ella.
Con mucho cuidado, sus dientes se encajaron sobre aquella cremosa piel de su hombro, no aplicó la presión necesaria como para lastimarla, pero sí para arrancarle un gemido, uno que lo dejó sin aliento, así que tuvo que volver a mirarla a los ojos.
—Ese sonido me gustó —dijo un tanto divertido, notando lo avergonzada que ella estaba por eso.
—N-no digas eso… pervertido… —dijo Matsuri, casi ahogándose por lo agitado de su respiración.
Los dos se vieron a los ojos nuevamente, sabían muy bien lo que querían, a dónde pretendían llegar con esto, pero, cualquiera que hubiese sido la intención, se vieron interrumpidos cuando la manilla de la habitación de la chica se giró, pero la puerta no se abrió, por suerte, ella había puesto el seguro.
—Matsuri, cariño —escucharon la voz de Ryu, que también tocaba a la puerta mientras hablaba—. ¿Ya te has dormido? Está la luz encendida, ¿te dormiste con las luces prendidas?
Ambos se miraron el uno al otro con los ojos abiertos como platos.
—¿Matsuri? —insistió el padre de la castaña.
—G-Gaara-kun, escóndete —susurró Matsuri, a lo que Gaara se levantó como un rayo y se puso la camiseta, le dio un rápido beso a Matsuri en los labios y miró para todos lados, el único lugar que se le ocurrió, fue debajo de la cama.
Matsuri se volvió a poner su blusa y se arregló un poco el cabello, acercándose a abrirle a su padre, mientras se tallaba un ojo y fingía tener sueño.
—¿Qué pasó, papá? —le preguntó al mayor, quien estaba de brazos cruzados en el pasillo, mirándola fijamente—. Estaba durmiendo.
El hombre frunció ligeramente el ceño.
—Señorita, ¿cuántas veces te he dicho que no te duermas con la luz encendida? Las cuentas no se pagan solas.
—P-perdón, papá, no lo volveré a hacer —se disculpó apenada, le era muy difícil abandonar la sensación que hasta hace un momento se apoderaba de todo su cuerpo, Gaara seguía bajo la cama y ella continuaba teniendo calor.
—Muy bien, apaga la luz y ve a dormir —dijo Ryu, dándose lentamente la vuelta sobre sus talones, pero algo le hizo volver a mirar a su hija, no pudo evitar fijarse en una cosa muy llamativa sobre su piel—. Hija, ¿qué es aquello en tu cuello? —dijo, señalando la marca roja y brillante que coronaba el lugar exacto en donde nacía su hombro izquierdo.
Matsuri se sonrojó como un tomate y se llevó una mano hacia esa zona, estaba totalmente avergonzada, no podía creer que Gaara le había hecho un chupón.
—E-es que había mosquitos, dejé la ventana abierta hace rato.
El padre, entrecerrando la mirada, inspeccionó rápidamente la habitación de su hija, aunque no vio nada fuera de lo normal. Gaara, debajo de la cama, se cubrió la boca con una mano, para evitar hacer algún sonido.
—Espero que esos mosquitos no sean pelirrojos —murmuró para sí el castaño, que, por suerte, no fue oído por Matsuri—. Bueno, princesa, ve a descansar, buenas noches.
La chica sonrió —Buenas noches, papá —después de despedirse, cerró la puerta e inmediatamente apagó la luz, entonces sintió el ruido de un golpe y un quejido de dolor—. ¿Gaara-kun? —lo llamó, no podía ver bien, así que abrió la cortina, dejando que la luz de la luna iluminara un poco su cuarto. Vio a Gaara saliendo de debajo de la cama, sobándose la cabeza, parecía que se había dado un buen trancazo.
—Eso estuvo muy cerca… —dijo él, soltando un hondo suspiro—. Matsuri, lo siento, no pensé en lo que estaba haciendo… —añadió, desviando la mirada, ahora que la euforia había disminuido, se sentía sumamente avergonzado por haberse dejado llevar, ¿realmente planeaba llegar hasta el final con ella? Era un idiota, ni siquiera tenían protección a la mano, ¿acaso era tan tonto como para no cuidarla?
—N-no —Matsuri negó con la cabeza, caminando hacia él y tomándole las manos—. No te disculpes, Gaara-kun, tú no fuiste el único —aseguró, mirando hacia el piso, sus mejillas estaban rojas nuevamente—. Yo también me dejé llevar, eso es porque quería estar contigo y… y yo… —no aguantó el calor de su rostro y se cubrió el mismo con ambas manos.
Gaara sonrió al escucharla, por supuesto que aun se moría de ganas por hacer suya a Matsuri, pero sabía que ahora no era correcto, ahora que podía pensar con claridad, había vuelto a sus sentidos y tenía muy clara una cosa; quería que la primera vez de su novia fuese especial, que ninguno pudiese olvidarla y, por supuesto, cuidando de ella de la mejor forma posible, no quería algo arrebatado y loco, que luego fuese a acabar en un error inevitable.
—Está bien —dijo él, abrazándola cálidamente, para luego darle un beso sobre su frente—. Creo que nos dejamos emocionar por esas sensaciones, pero, no lo lamento —esta vez, susurró cerca del oído de la chica, teniendo que agacharse un poco—. La próxima vez, me aseguraré de hacerte sentir protegida y segura.
El corazón de Matsuri volvió a latir con fuerza, en serio, ¿por qué era tan boba? Gaara era el chico más perfecto que pudo haber conocido, lo adoraba cuando eran amigos y lo amaba ahora que era su novio, no podía continuar mintiéndole, ni dejando que otra persona lo engañara, ella tenía que decirle la verdad cuanto antes.
—Lo que dije es cierto —lo escuchó volver a hablar, manteniéndola abrazada—. Te amo, estoy enamorado de ti.
Las pequeñas manos de Matsuri tomaron entre ellas el rostro del pelirrojo, estirando sus pies para alcanzar sus labios, todavía no quería dejarlo ir, sólo quería estar a su lado un rato más.
—Y yo estoy enamorada de ti, Gaara-kun —dijo con seguridad, sonriéndole.
Volvieron a abrazarse una vez más y, después de un rato, Gaara se fue por donde había entrado, por la ventana. Ambos necesitaban descansar y bajar un poco esa adrenalina que todavía recorría furiosamente sus venas.
—*—*—*—*—*—*—*—
Un nuevo día había llegado, Gaara se levantó temprano y se metió a la ducha, apenas había podido dormir, después de lo que había hecho la noche anterior, sentía que se estaba volviendo loco, porque a pesar de que fue algo sumamente atrevido para el tipo de relación que llevaban él y Matsuri, no se arrepentía de nada, había sido maravilloso cuando ella le correspondió, cuando también lo tocó, cuando compartieron esos besos tan apasionados.
—Joder, piensa en otra cosa —se regañó a sí mismo, abriendo el grifo del agua fría, a ver si eso lograba apagar un poco el calor que se había apoderado de todo su cuerpo, pero todo lo que logró fue pegar un grito por el repentino cambio de temperatura.
Cuando terminó de bañarse, se puso el uniforme y se arregló un poco el cabello, que seguía mojado, para luego mirarse al espejo.
—Muy bien… todo está bien, no debo ponerme nervioso… —dijo para sí mismo, pero apenas pensó en volver a ver a Matsuri, terminó bajando la mirada y dándose un golpe en la cabeza, continuaba repitiendo las imágenes y sensaciones de su cuerpo, el sonido de su voz agitada, la suavidad de su piel—. Rayos…
Temari estaba sentada a la mesa, desayunando, aunque no se sentía del todo bien, no sabía si era el aroma tan fuerte de los huevos revueltos, pero tenía muchas ganas de vomitar. Por otro lado, Kankuro estaba sentado frente a ella, se mantenía callado y pensativo, como si algo le molestara.
Gaara bajó las escaleras y se unió a sus hermanos, quienes lucían como si los hubiera arrollado un camión, a diferencia de él, que a pesar de lo avergonzado que todavía se encontraba, se sentía fantásticamente.
—¿Les pasa algo? —preguntó al sentarse a la mesa, por lo que pudo notar, su padre ya había salido al trabajo y su mamá se encontraba limpiando la cocina.
—Nada —dijo Temari, que miró a Kankuro y le hizo un extraño gesto facial, como si le avisara que mantuviera la boca cerrada.
—No sé de qué hablas, Gaara —el castaño comprendió el mensaje, así que esbozó una sonrisa fingida—. Por cierto, hoy te ves de buen humor, ¿sucedió algo bueno?
Las mejillas del pelirrojo tomaron un leve y casi invisible tono carmesí, que intentó disimular al llevarse una tostada con mantequilla a la boca.
—No —habló mientras comía.
Sus hermanos no pudieron evitar reír al verlo actuar así, era evidente que Gaara les ocultaba algo, pero decidieron dejarlo pasar por el momento; por otro lado, Kankuro miró nuevamente a Temari con seriedad, después de un rato, no podía olvidar lo sucedido la noche anterior.
—¿Por qué Temari me hace comprarle medicamentos para el estómago? —se preguntaba el castaño, que acababa de salir de la farmacia y llevaba la bolsa de sus compras en una de sus manos. Hacía frío, ya estaban en invierno y el clima empeoraba, así que estornudó, abrazándose a sí mismo.
Justo cuando iba a llegar a la esquina para cruzar la calle, notó del otro lado a esa chica, la que estaba metiéndose en cosas que no le importaban, Temari ya le había contado sobre la mentira que Sari le dijo a Gaara, así que él estaba al tanto de las maldades de esa mocosa.
Se apresuró a esconderse detrás de un bote de basura y la vio entrar a la misma farmacia en donde él acababa de comprar, esperó unos minutos a que ésta saliera y, cuando por fin lo hizo, salió de su escondite y la agarró con fuerza por la muñeca.
—Ven aquí, chiquilla —dijo de mala gana, sorprendiéndola.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Sari, siendo jalada por el mayor, que no parecía querer permitirle la huida, pues cada que ella trataba de zafarse, Kankuro la sostenía con más fuerza. Cuando llegaron a un callejón sucio y poco iluminado, la soltó con fuerza contra la pared—. Eso duele… —se quejó la chica, sobándose la muñeca, al tiempo que dejaba caer lo que había comprado.
Kankuro miró de reojo el contenido de la bolsa de compras, eran vendas, gasas y una pomada para heridas, ¿para qué necesitaría algo así?
—¿Qué carajo pretendes con mi hermano? —exigió saber, furioso.
Sari lo miró a los ojos, haciendo obvio que no le tenía miedo, que ella había dejado de sentir miedo hace mucho.
—Eso no es de tu incumbencia.
El mayor apretó los puños, esa chiquilla idiota lo ponía del peor humor.
—Por supuesto que lo es, Gaara es mi hermano —aclaró, apoyando una mano contra el muro detrás de Sari, la cual tembló ligeramente, ya que el fuerte golpe la había agarrado con la guardia baja—. No voy a dejar que te burles de él, ¿quién te crees que eres para meterte en los asuntos y la vida de los demás?
—Voy a hacer que Gaara se fije en mí y se olvide de la tonta de Matsuri —aseguró la castaña—. Y si no es así, al menos haré que la odie.
—Mira, mocosa —Kankuro apoyó ahora su otra mano contra el muro, aquella con la que sostenía sus compras, la había acorralado, podía notar los nervios que la invadían, pero seguía viéndolo como si nada le asustara—. Aunque fueras la reina de Inglaterra o la misma diosa de la creación, Gaara jamás te va a ver de ese modo, él ama a Matsuri, métetelo en esa cabecita tuya —dijo, picándole la cabeza a la chica con su dedo índice, pero sin aplicar fuerza, no quería lastimarla, sólo hacerla entender.
—Tú no sabes nada —dijo con rabia la chica, apartando bruscamente de un golpe las manos del mayor—. Déjame en paz, ya le dije a tu hermana lo que haré si se meten conmigo, ¿quieres que Gaara sepa que le mintieron?
Observó la sonrisa socarrona en los labios de Kankuro, quien, a diferencia de Matsuri y de Temari, no pareció asustado con su amenaza.
—Hazlo, a ver a quién le cree mi hermano.
La chica lo empujó con toda la fuerza que tenía, recogió su bolsa del suelo y se fue corriendo, se sentía totalmente pasaba a llevar por ese idiota, esa sonrisa arrogante le recordaba a la de su padrastro, que siempre se creía superior a ella y a su madre.
Por su parte, Kankuro sólo casqueó la lengua y apretó los puños, no debería haberla desafiado, sabía que no podrían desmentirla si ella le contaba la verdad a Gaara, pero estaba tan furioso con esa mocosa, que no pudo sino reaccionar impulsivamente.
Los tres hermanos salieron de casa en silencio, Gaara se adelantó un poco, ya que seguía nervioso por el inminente encuentro con su novia, sentía que debían hablar sobre lo ocurrido cuanto antes.
—¿Ya no te duele el estómago? —le preguntó Kankuro a su hermana, notándola un poco pálida, no le gustaba para nada su aspecto.
Ella negó con la cabeza.
—Sólo un poco —respondió, soltando un suspiro.
Matsuri salió de su casa y se puso roja hasta las orejas apenas vio a Gaara, quien no lucía en mejor estado. Los dos mayores notaron la tensión, así que Kankuro le dio un ligero empujón en la espalda a su hermano menor.
—¿Qué pasa, Gaara? Saluda a Matsuri —le dijo muy animado, pero Temari le dio un ligero codazo en las costillas.
—Parece que necesitan hablar, nosotros nos adelantamos —dijo la rubia, agarrando a su hermano de la oreja, para jalarlo con ella, mientras éste no paraba de quejarse.
—B-buenos días, Gaara-kun —dijo Matsuri, manteniendo su mirada fija en el suelo, no se creía capaz de enfrentarlo, después de lo sucedido entre ambos. Casi por puro instinto, se llevó una mano al cuello, la marca roja seguía ahí, aunque el uniforme la cubría muy bien—. ¿Dormiste bien? —preguntó, intentando hacer conversación, aunque se arrepintió enseguida de esa pregunta.
—No… —Gaara miró hacia un costado, realmente sus hermanos se habían ido y los dejaron solos—. No pude dejar de pensar en ti, así que casi no dormí —dijo con seguridad, de un modo que a Matsuri llegó a parecerle hasta descarado, pero que hizo que su pecho se apretara.
—G-Gaara-kun…
—Vamos —dijo el pelirrojo, tomando su pequeña y cálida mano, estaba seguro de que estaban siendo observados desde la ventana de la casa, eso le causaba escalofríos, lo mejor era que se fueran a la escuela de una vez.
—*—*—*—*—*—*—*—
La chica abrió lentamente sus ojos, se sentía muy mareada y somnolienta, estaba segura de que era un poco tarde, debido a la luz que entraba por su ventana, debían ser al menos las ocho de la mañana. No tenía turno en el trabajo ese día y sus clases empezaban hasta la noche, así que podía quedarse acostada y dormir un poco más. Se acomodó de costado sobre la cama, soltó un hondo bostezo y miró a la persona que estaba a su lado, para luego volver a cerrar los ojos como si nada.
Casi al instante, abrió nuevamente los ojos como platos, ¿qué demonios?
—¿I-Itachi…? —dijo con la boca abierta, sentándose sobre la cama, Itachi estaba durmiendo en su cama, aunque llevaba toda la ropa puesta.
Parpadeó confundida, pero poco a poco fue recordando lo sucedido.
Después de que la chica sirvió algunos dangos y se los ofreció a Itachi, éste le agradeció con un asentimiento de cabeza.
—¿No tienes algo de beber?
—Sólo jugo y cerveza —contestó la castaña, observando con cierta gracia que él se llevaba un par de dulces a la boca, era obvio que los adoraba—. ¿Quieres alguno?
El azabache asintió.
—Trae cerveza, mañana no debo ir a la escuela —respondió, encogiéndose de hombros, pues era cierto, no tenía clases ese día, debido a que los estudiantes estarían arreglando la escuela para preparar el festival deportivo.
La chica asintió con la cabeza y fue hacia el refrigerador, sacó dos latas de cerveza y regresó, entregándole una a él. Se sentó a su lado y bebió un sorbo, luego de abrir su lata. El sabor amargo y frío de aquel líquido calmaba casi instantáneamente sus nervios debido a todo lo ocurrido ese día.
—¿Eres bueno bebiendo? —preguntó con curiosidad, aunque le sorprendió verlo negar con la cabeza, él tenía la apariencia de ser una persona que toleraba muy bien el alcohol.
—Para nada —confesó Itachi—. Soy muy malo, si bebo mucho, puedo dormirme en cualquier parte —dijo antes de beber un sorbo—. Claro que, mientras sea sólo una, no hay problema.
Izumi solamente sonrió al escucharlo, le gustaba el hecho de que Itachi no intentara parecer "cool" delante de ella, se mostraba como una persona común y corriente, le parecía algo dulce y agradable de su parte.
—¿Quieres ver una película? —dijo de la nada, no pensó que él fuese a aceptar, pero la respuesta del Uchiha la sorprendió, ya que incluso le sugirió algunos títulos.
Poco tiempo después, ambos fueron a la habitación de ella y se sentaron sobre la cama, habían llevado las cervezas y los bocadillos, así que se acomodaron como pudieron y se pusieron a ver algo que les gustara a ambos. Sin darse cuenta, se quedaron dormidos.
Cuando Itachi se despertó, se dio cuenta de que se había quedado dormido en casa de Izumi, en su cama. No pudo evitar sentirse ligeramente inquieto, no se suponía que eso pasara, así que sacudió un poco su cabeza y trató de desperezarse.
—¿Izumi? —la llamó, notando que ella no estaba por ninguna parte, así que se levantó de la cama, sus zapatos habían quedado en la entrada anoche, por lo que ahora caminaba descalzo. Cuando salió de la habitación, inmediatamente sintió un delicioso aroma que inundó sus fosas nasales, así que, siguiendo el mismo, caminó hasta la cocina, en donde encontró a Izumi preparando el desayuno, iba vestida como si fuese a salir a correr, traía unos pantalones deportivos y una sudadera de color rosa.
La castaña estaba tarareando una canción, mientras preparaba un par de huevos fritos en una sartén.
—Se ven bien —escuchó la voz del chico a sus espaldas, por lo que dio un pequeño saltito de la impresión. Estuvo a punto de dejar caer la sartén, de no ser porque el mismo Itachi la sostuvo—. Cielos, eres torpe, Izumi.
—Me asustaste —respondió con el ceño fruncido, no había sido su culpa, ¿cómo podía reaccionar normal cuando el chico que le gustaba le hablaba de ese modo por la espalda?
El azabache ladeó el rostro, ligeramente divertido —Supongo que fue mi culpa.
—V-ve a sentarte, ya terminé —dijo Izumi, apagando el fuego de la cocina y señalando hacia la mesa, a lo que él asintió con la cabeza. Mientras Itachi tomaba asiento, Izumi le sirvió un poco de arroz y agregó el huevo frito a su tazón, no era una porción muy grande, pero era lo justo para llenar sus estómagos—. Espero que te guste el arroz, no me sale muy bien… —confesó, un poco avergonzada.
Itachi no dijo nada, solamente cogió los palillos de la mesa y probó un poco, aunque le pareció que estaba demasiado amargo, decidió no decirle nada.
—Sabe bien —mintió, comiendo con cierta prisa.
—Qué mal mentiroso —la chica rio ligeramente, cogiendo su tazón de arroz para comer también, aunque su cara se puso azul, en serio estaba amargo.
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Como Temari y Kankuro se les habían adelantado, ellos tomaron el primer autobús. Gaara y Matsuri se sentaron a esperar el segundo, quizá llegarían un poco tarde, pero eso era mejor que nada.
—Entonces… —quien tomó la palabra fue Gaara, ya que sabía que ella no diría nada, porque era demasiado tímida—. Sobre lo que pasó anoche… —justo cuando estaba por tocar el tema, Matsuri se puso de pie como un resorte, interrumpiéndolo.
—Es el autobús, ya viene —comentó la chica, soltándole la mano a su novio, para buscar su tarjeta estudiantil.
Cuando llegó su transporte, ambos subieron en silencio, pero Gaara le tomó la mano y la llevó hasta el asiento del fondo, de ese modo, ella ya no podría evadirlo.
—¿No quieres hablar sobre lo sucedido? —le preguntó, apretando un poco el agarre de sus manos. Pudo notar que Matsuri bajaba la mirada, mientras sus mejillas se iban poniendo rojas, él no podía dejar de pensar en lo adorable que era—. Matsuri, no creo que debamos evitarlo…
—No es eso —dijo la castaña, cubriéndose el rostro con la mano que tenía libre, sus ojos negros apenas miraron el rostro de su novio, que se sintió abrumado por esa expresión inocente y dulce—. Es que me da mucha vergüenza, Gaara-kun, y-yo nunca había… ya sabes…
Sin poder resistir sus propios impulsos, Gaara la abrazó con fuerza, sorprendiéndola.
—Eres tan linda… —le susurró al oído—. Realmente me gustas mucho.
—Gaara-kun, estamos en el autobús —Matsuri se separó un poco, a pesar de que hubiese deseado quedarse así con él. El chico entendió a qué se refería y rompió el abrazo, mirándola a los ojos y acariciando su mejilla—. ¿De qué quieres hablar exactamente?
Gaara bajó la mirada, no sabía muy bien qué decir, pues él también se sentía avergonzado, agradecía que no hubiera mucha gente abordo del autobús en ese momento.
—Yo quería disculparme por lo de anoche —dijo, sentía un poco de calor en su rostro, aunque su expresión no era de culpa—. Quiero decir, lamento que fuera tan de repente, pero no me arrepiento, me gustó…
Matsuri se puso tan roja como el cabello de su novio al oír esas palabras, él realmente acababa de decir que le gustó lo sucedido entre ellos y, ella no podía negar que también le había gustado. A decir verdad, se sentía muy ansiosa de sólo recordarlo, jamás se le había pasado por la cabeza todo aquello de las relaciones íntimas, pero ahora no dejaba de pensar en eso.
—Y-yo, no sé qué decir…
—Está bien —Gaara sonrió ligeramente, su mano volvió a sostener con fuerza la mano de ella, mirándola fijamente—. No digas nada, sólo escúchame… —hizo una pequeña pausa, respirando hondo para calmar sus nervios—. Anoche realmente me dejé llevar y no estaba pensando con claridad, es bueno que tu padre nos haya interrumpido, quiero que… que tu primera vez sea especial y quiero cuidar de ti, no me gustaría que las cosas luego acaben en un… —carraspeó la garganta—. Accidente…
—M-mi primera… —la chica no fue capaz de terminar la frase, realmente se estaba muriendo de vergüenza, pero entendía bien lo que Gaara estaba tratando de decir, ni siquiera pensaban en usar protección anoche, por suerte, las cosas no llegaron a más, pero pudieron haberlo hecho—. Gaara-kun, ¿puedo preguntarte algo?
Él asintió con la cabeza —Claro, lo que quieras.
—Tú ya has… —empezó a formular su pregunta, pero se arrepintió y se mordió el labio inferior—. ¿Ya has estado antes con alguien? —sentía que le salía humo de las orejas por haber preguntado aquello, pero tenía mucha curiosidad, ella no sabía nada del tema, no más de lo poco que les enseñaban en la escuela y lo que había hablado con su madre, necesitaba saber qué tanto sabía su novio al respecto.
Por su parte, con aquella pregunta, la única reacción de Gaara fue apretar la mano de la chica, para luego asentir con la cabeza.
—Sí —dijo al fin—. Pero quiero que sepas que no significó nada para mí —se apresuró en aclarar, aunque le sorprendió verla a ella sonreír, no parecía molesta ni nada.
—No te preocupes por eso, Gaara-kun, yo no me voy a enojar por las cosas que hayas hecho antes —aseguró, haciéndolo sentir aliviado—. Solamente quería saber porque… bueno, yo no sé nada sobre cómo hacer esas cosas y no me gustaría que te vayas a sentir decepcionado de mí.
—Eso nunca va a pasar —dijo Gaara, acariciando el labio inferior de Matsuri, sólo con la yema de su dedo pulgar—. Yo te amo… ya no puedo contener mis ansias de decírtelo, por eso, jamás me harías sentir decepcionado.
¿Qué era aquel sentimiento tan cálido y dulce que la envolvía poco a poco? ¿Por qué Gaara la hacía sentir tan abrumada? Era increíble pensar en que comenzó siendo tan tosco con ella, cuando se volvieron a encontrar y, ahora la trataba tan hermosamente, le hacía derretir el corazón y cada fibra de su cuerpo tan sólo con una mirada.
Esta vez fue Matsuri quien no aguantó las ganas de abrazarlo, estaba demasiado feliz de tener a alguien como él a su lado.
—Yo también te amo —respondió, igual que anoche, sintiéndose embriagada por esa felicidad que estaba experimentando tan intensamente.
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Shikamaru estaba sentado en su lugar, todavía no llegaban la mayoría de sus compañeros, aunque ese día no tenían nada interesante que hacer, más que repartirse las tareas para el festival deportivo, que se iba a realizar al final de esa misma semana. Ya estaban a mitad de noviembre, pronto comenzaría a hacer frío, empezaría a nevar y las vacaciones de invierno llegarían, se acercaban las fastidiosas fiestas y eso no hacía más que aburrirlo.
—Espero que no me pidan participar de ningún juego —dijo para sí mismo, bostezando. Miró por la ventana y vio llegar a Temari y su hermano Kankuro, ambos entraban a la escuela y él no dejaba de ver a la rubia.
Estaba un poco preocupado por ella, esperaba que se sintiera mejor que el día anterior, aunque tenía un extraño mal presentimiento.
Sus compañeros comenzaron a llegar, aunque a él no le interesaba para nada, sólo se echó sobre la mesa y cerró los ojos, intentando dormir.
Los delegados de la clase fueron los últimos en aparecer, Gaara y Matsuri venían tomados de la mano, aunque al entrar al salón, la chica tembló cuando notó la mirada de –a estas alturas– su ex amiga, que la observó como si fuese a asesinarla, pero a ella no le importó, no pensaba dejar ir a su novio, ahora que las cosas entre ellos estaban tan bien, haría todo lo posible por retenerlo a su lado, así que apretó el agarre de sus manos, mirando a Sari con seriedad.
—¿Pasa algo? —le preguntó Gaara, un poco confuso, ella negó con la cabeza—. Está bien, vamos a nuestro lugar.
Mientras pasaban hacia sus puestos, la castaña saludó a sus dos amigas, aunque notó que ambas lucían un poco extrañas; sabía lo que le sucedía a Sakura, pero lo de Hinata le era desconocido, le preguntaría más tarde.
—Buenos días, estudiantes —dijo Kakashi, que se acercaba con expresión de aburrimiento—. Perdón por llegar tarde, tuve que ayudar a una ancianita a cruzar la calle.
Nadie le hizo caso, pero igualmente, les indicó que comenzarían a planear los eventos del festival y quiénes serían los alumnos que participarían en los juegos. Matsuri, que era la delegada principal, pasó al frente y fue anotando todo en la pizarra, mientras escuchaba y comentaba las opiniones de sus compañeros.
—Ni siquiera parece un poco asustada… —pensó Sari, mordiéndose la uña del dedo pulgar, notó que ella y Gaara se miraban con mucho amor, mientras el pelirrojo permanecía sentado y ella hablaba al frente—. ¿Tendré que doblar la apuesta? ¿Debería acercarme más a Gaara? —se preguntó, observando de reojo al chico, que, en ese momento, sólo parecía interesado en su novia y no en su supuesta amiga.
Ella debía hacer algo para llamar la atención de Gaara, pero ¿qué?
