Capítulo 27: Fortalecer los lazos
Cuando Izumi llegó a casa, lo primero que hizo fue sentarse en el sillón de su sala, frente al televisor, el cual estaba apagado. Le costaba un poco creer lo que había pasado hoy, no comprendía bien por qué Itachi había hecho algo tan horrible como salir con una estudiante, ya no podía verlo del mismo modo en que lo hacía antes.
—Soy una tonta… —murmuró, cubriéndose el rostro con ambas manos.
Lo peor no era que estuviera enojada, decepcionada o molesta, sino que, todavía sentía deseos de verlo, de hablar con él y, sobre todo, de volver a besarlo.
¿Por qué se sentía de ese modo?
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Cuando Naruto vio que Hinata se acercaba hacia donde estaba su padre, no pudo evitar sentirse triste y desorientado, ahí estaba de nuevo ese chico de cabello albino, el cual le sonreía a su novia como si no tuviera ojos para nadie más.
Naruto jamás había hablado con el padre de su novia, aunque sí lo había visto varias veces en las reuniones escolares, si bien él algunas veces no asistía, pues era un hombre muy ocupado. De todos modos, cada vez que se lo topó, siempre tenía una expresión muy seria y dura en su rostro, pero ahora parecía alegre, ¿era porque ese chico le agradaba mucho?
—Rayos… —el rubio se revolvió la cabellera con su mano sana, estaba desesperado, quería ir y hablar con Hinata, pero no deseaba meterla en algún problema.
—Es mejor que te alejes por ahora, Naruto, mi tío no sabe nada sobre ti y mi prima —escuchó la voz de Neji, rara vez éste le dirigía la palabra, era un sujeto presumido y engreído, el cual no le agradaba en lo más mínimo.
—¿Quién te pidió tu opinión? —cuestionó Naruto, mirándolo de mala gana.
Neji se encogió de hombros.
—Me da igual si me la pides o no, deberías conocer tu lugar, no eres nada al lado de ella —contestó el castaño, alejándose para unirse a su familia.
El Uzumaki, por su parte, sólo bajó la mirada, tal vez Neji tenía razón, tal vez él era demasiado poca cosa para pretender estar al lado de Hinata, pero, incluso siendo así, él no quería alejarse de ella, no quería dejarla ir, porque simplemente no podía imaginarse sin ella.
¿Eso era algo tan malo?
—¿Entonces saldrán juntos? —interrogó Hiashi, observando que su hija asentía con la cabeza, aunque ésta no tardó en mirar al suelo, no le gustaba nada la idea, pero no quería ser grosera y meter a su padre en algún lío con el padre de Toneri, ya que estaban en medio de un importante negocio.
—Sí, he pedido a Hinata-san que comparta un poco de su tiempo conmigo —dijo Toneri, esbozando una suave sonrisa, en lo que Neji se unía a ellos.
—Tío, creo que ya es hora de irnos, el evento terminó y estoy algo cansado —comentó el chico, mirando de reojo a Tenten, quien hablaba a unos metros más allá con un –al parecer– bastante irritado Kankuro, quién sabe por qué razón.
Hiashi asintió con la cabeza.
—Comprendo, entonces, Hinata —volteó a ver a su hija—. Los llevaré a donde quieran ir.
—C-claro, padre… —respondió la ojiperla.
En lo que los tres hombres comenzaban a caminar delante de ella, Hinata sacó su celular de su bolsillo para enviarle un mensaje a Naruto, quería avisarle que se iría a casa con su padre, aunque sabía que no era del todo cierto, no podía decirle la verdad, no quería hacerlo sentir mal.
Lo que no sabía, es que ya era bastante tarde para eso.
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Aunque sabía bien que lo que acababa de ver no era culpa de Gaara, Matsuri no podía evitar sentir que su corazón estaba roto, la sola imagen de su novio besando a alguien más simplemente la destrozaba, aun teniendo presente que todo había sido obra de Sari.
—¡Matsuri, espera! —insistía el pelirrojo, que corría detrás de ella.
Se detuvo luego de esconderse detrás de unos arbustos del patio, sentándose ahí y abrazando sus rodillas, ya que no podía dejar de llorar y no quería que nadie la viera, sus padres y los de Gaara debían estar esperándolos y ella no se sentía con las fuerzas para llegar donde ellos como si nada hubiera pasado.
Gaara dejó de correr cuando no la vio por ninguna parte, sabía que ella no pudo haber desaparecido, así que empezó a buscarla por los alrededores; se alivió cuando notó el pequeño oso del colgante de teléfono que le había regalado a Matsuri, estaba tirado junto a unos arbustos, así que lo recogió y miró detrás de éstos, ahí estaba ella, llorando.
Sintió que se le partía el alma al saber que ella lloraba por su culpa.
—Matsuri —se metió entre las ramas de la planta para atravesarla y arrodillarse frente a la chica, no sin antes sufrir un ligero rasguño en una de sus piernas, pero eso no le importó en lo más mínimo—. Oye, escúchame, ¿sí? —le habló, apoyando sus dos manos sobre los hombros de ella—. Siento lo que viste, pero te juro que es un malentendido.
Escuchando la voz de Gaara, el dolor en el pecho de Matsuri no disminuía, no podía evitar preguntarse ¿por qué dejó que Sari lo besara? ¿Acaso él quería que eso sucediera? Por más que trataba de no culparlo, todavía le seguía molestando y haciéndole daño.
—Gaara-kun… —la chica despegó el rostro de sus rodillas y lo miró, sus ojos brillaban por las lágrimas que los adornaban—. Y-yo sé… sé que fue ella quien te besó, pero… —antes de poder completar su frase, Matsuri volvió a esconder su cara, porque todavía tenía muchas ganas de llorar.
—Por favor, no llores —rogó Gaara, abrazándola cálidamente—. Perdóname, soy un tonto —le dijo con voz suave y calmada—. Es cierto que ella me besó, pero yo no reaccioné a tiempo para evitarlo, fue mi culpa que vieras eso.
Rápidamente, la castaña lo rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza contra su pecho, mientras negaba suavemente.
—No es tu culpa, perdón por ponerme así, es sólo que yo…
—Matsuri —Gaara la separó un poco para poder ver su rostro, tomándola del mentón—. Tú no tienes por qué pedirme perdón, el que cometió un error soy yo, tienes todo el derecho a enojarte conmigo o a pegarme si crees que es necesario, lo lamento mucho, pero te juro que ese beso no significó nada para mí, jamás creí que Sari haría tal cosa y por eso no me lo esperaba, pero hablaré con ella y le voy a aclarar las cosas, ¿sí? Así que no llores, por favor.
Matsuri estaba muy sorprendida por todo lo que Gaara había dicho, no estaba intentando excusarse, a pesar de que era obvio que Sari había hecho todo eso a propósito, Gaara no trataba de esconder su error, aquello no hacía más que convencer a Matsuri de lo mucho que lo quería, que estaba totalmente enamorada de él.
—No estoy enojada contigo —dijo ella, limpiándose las lágrimas y sonriendo ligeramente—. Yo te creo, Gaara-kun, tranquilo.
—¿De verdad no estás enojada? —cuestionó, sentía como si un enorme peso le hubiese sido quitado de encima, no soportaría el hecho de perder a Matsuri por algo como esto.
La castaña asintió con la cabeza.
—Yo vi cuando ella te besó —respondió la chica, bajando la mirada—. Si salí corriendo es porque… no me gustó… —esta vez, lo miró directo a los ojos—. No me gusta, Gaara-kun, no quiero que otra chica te mire ni te toque —cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, su cara se puso totalmente roja y se cubrió la misma con sus dos manos—. ¡Ah, n-no! N-no es lo que quería decir, y-yo sólo…
Sorprendido, el Sabaku No abrió bastante sus ojos, no podía creer lo que acababa de escuchar, ¿entonces su novia estaba celosa? Eso le hizo sentir estúpidamente feliz, tanto, que sonrió.
—Boba —dijo, obligándola a descubrir su rostro—. Lo que dices no tiene nada de malo, yo… me siento igual —confesó, detallando la forma acorazonada de los labios de su chica y ese sonrojo tan dulce y bonito que adornaba sus mejillas—. Yo tampoco quiero que nadie te mire o te toque, sé que es algo un poco tonto y vergonzoso, pero… honestamente… me alegra que tú lo hayas dicho primero.
—Gaara-kun…
—Deberíamos regresar, nuestros padres nos esperan, ¿o no? —dijo Gaara, poniéndose de pie, pero extendiendo su mano para ayudar a la joven, la cual tomó el ofrecimiento, asintiendo con la cabeza.
Mientras empezaban a caminar fuera del lugar, Matsuri pudo notar que la pierna de Gaara sangraba, no era un corte profundo, pero parecía doloroso.
—Gaara-kun, espera —dijo la castaña, deteniendo sus pasos, a lo que él la miró confuso. Ella revisó en los bolsillos de su uniforme deportivo y sacó una curita, siempre traía algunas porque era bastante torpe y se accidentaba seguido, así que le vino bien en ese momento—. ¿No te diste cuenta de esto? —le preguntó, agachándose para poner la pequeña bandita sobre la herida del pelirrojo.
—Oh, no… no lo noté… —contestó él, que, aunque sentía el dolor, no estaba pensando en ello en ese momento, toda su mente estaba concentrada únicamente en su novia y en la situación.
La castaña se puso de pie y volvió a tomarlo de la mano, entonces él notó que todavía había algunas lágrimas en los ojos de la chica, así que las limpió con su mano libre.
—Gaara-kun —lo llamó Matsuri, justo cuando él alejaba su mano del rostro de ella—. Y-yo… te amo, Gaara-kun, así que no vuelvas a dejar que otra chica te bese —dijo, mordiéndose el labio inferior y mirando al suelo, ya que nuevamente estaba roja por la confesión que acababa de hacer.
Gaara, por su parte, sintió que se le apretaba el pecho con esas palabras, realmente estaba loco por esa chica, ella tenía que haberlo embrujado para tenerlo así.
—Nunca volveré a dejar que algo así suceda —aseguró, apretando la mano de Matsuri que aún sostenía—. Y yo también te amo, Matsuri.
Ambos se sonrieron mutuamente, sentían que el lazo entre ambos se había vuelto más fuerte después de decir lo que habían dicho hoy, ambos tenían por seguro que sus sentimientos mutuos eran bien correspondidos.
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Temari se había sentado en las gradas, en lo que ella y su familia esperaban a que Gaara y Matsuri aparecieran, la rubia estaba todavía algo afectada por lo sucedido hace un rato con Itachi, pero sabía bien que debía ser fuerte y soportarlo, así que trataba de mantener la calma.
La mayoría de los asistentes ya se estaban retirando, así que no había mucha gente a su alrededor, aparte de los demás estudiantes y algunos profesores.
—¿Por qué tan seria? —le preguntó Shikamaru, sentándose a su lado. Ella volteó a verlo, notando que los ojos del pelinegro estaban fijos en algún punto inexistente frente a él.
—No es nada —respondió la chica, encogiéndose de hombros y cerrando sus ojos—. ¿Tú no irás a casa?
Shikamaru bostezó con aburrimiento.
—Pronto —contestó—. Mis padres fueron por el auto, lo estacionaron lejos porque no había lugares.
—Ya veo —Temari rio ligeramente, no entendía muy bien la razón, pero estar con Shikamaru la ponía de buen humor, era algo muy extraño—. Supongo que debes estar feliz de que ya se terminó el festival, seguro querías irte corriendo a dormir.
—¿Cómo sabes? —bromeó el Nara, esbozando una pequeña sonrisa burlona—. Bueno, igual no hice nada, pero mi grupo ganó, oí que nos darán un viaje o algo así.
—Oh… —exclamó Temari, sorprendida—. Felicidades, eso es genial, espero que se diviertan mucho.
El chico asintió con la cabeza, volteando a verla y descubriendo que ella hacía lo mismo, por lo que sus ojos se conectaron durante un momento, hasta que él desvió su rostro hacia el suelo, mientras Temari hacía lo mismo, ambos tenían su cara ligeramente coloreada de rojo.
—Oye… —lo llamó la rubia, apoyando ambas manos sobre sus rodillas, a lo lejos vio que su hermano y su cuñada se acercaban a sus familiares, tomados de la mano—. Shikamaru… ¿por qué me besaste? —se atrevió a preguntar.
Shikamaru abrió sus ojos con sorpresa, al mismo tiempo que su cara se ponía aún más roja y su pecho se apretaba del nerviosismo, nunca se había sentido así antes.
—Tsk —chasqueó la lengua—. Qué problemático…
Temari frunció el ceño y estaba a punto de decirle algo, cuando su madre la llamó desde su lugar para que se les uniera, ya que estaban por marcharse, así que ella se puso de pie.
—Olvídalo, no respondas —dijo antes de irse, dejándolo solo.
El pelinegro simplemente la vio partir, detallando la forma de su espalda, el color de su cabello y el modo en que caminaba, cada cosa de ella le gustaba, pero ¿acaso era buena idea decírselo? Era la primera vez que, honestamente, no sabía cómo actuar, siempre sabía qué hacer, siempre tenía cada situación controlada, pero ella era una tormenta que azotaba todo su interior y lo descolocaba, lo dejaba sin ninguna defensa.
—Shikamaru, de todas las chicas en el mundo, tenías que fijarte en la más problemática —se dijo a sí mismo, frunciendo el ceño, sabía bien que ya no tenía vuelta atrás, realmente estaba volviéndose loco por culpa de Temari.
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Después de que Gaara se fuera detrás de Matsuri, Sari se había quedado sola en el patio de la escuela, como todos los estudiantes seguían en la zona donde se llevaban a cabo los juegos del festival, ella estaba sola, así que nadie la vio o escuchó gritar sus improperios al aire.
Estaba realmente furiosa, no podía entender qué era lo que tenía Matsuri que todos querían ser sus amigos, todos preferían estar cerca de ella, nunca lo había comprendido.
—Estúpida… —murmuró, apretando sus puños, mientras recordaba vagamente algunas cosas sobre esa chica que tanto la irritaba.
Apenas había comenzado la secundaria hace unos días, a sus doce años, la gente podía pensar que era una niña llena de vida y ansias de conocer el mundo, pero no era así, ella siempre estaba sola, tenía miedo de hablar con los demás, ya que en su casa las cosas siempre eran violentas, su padrastro la golpeaba siempre que podía y, si no lo hacía con ella, era con su madre, la cual trataba de defenderla, pero no era mucho lo que podía hacer.
Ese día estaba entrando al edificio escolar, llevaba las dos manos aferradas a las correas de su mochila, mientras miraba al suelo. Estaba triste, por la mañana, ese hombre le había gritado y estuvo a punto de darle un puñetazo, aunque su mamá logró calmarlo. Tenía deseos de mandar todo al demonio, odiaba muchísimo sentirse así.
—Cómo me gustaría que ese hombre se muera… —se dijo, apretando los dientes con rabia.
Cuando estaba cambiándose los zapatos en su casillero, escuchó las voces y risas de algunas chicas de segundo, esas tres idiotas siempre se burlaban de ella, no sabía por qué, simplemente la habían agarrado como su puerquito el primer día de clases.
—Hey, niña tonta —dijo una de esas chicas, pero Sari la ignoró, cosa que le molestó, agarrándola del brazo con fuerza para darle la vuelta—. Te estoy hablando, estúpida.
—Déjame en paz —respondió la castaña, soltándose con fuerza del agarre, sus ojos parecían vacíos, sin vida, aquella mirada molestó a la mayor, que frunció el ceño con bastante enojo.
—¿Cómo te atreves a verme de ese modo? —cuestionó, alzando su mano con la intención de darle un golpe a Sari, quien se sintió abrumada con aquel gesto, no podía soportar cuando alguien hacía amago de pegarle, le asustaba.
Cerró sus ojos y esperó a sentir el dolor, pero éste nunca llegó, cuando los abrió de vuelta, se dio cuenta de que una chica más bajita que ella, de corta cabellera castaña y ojos negros estaba sosteniendo con fuerza la muñeca de su atacante, ya la había visto antes, estaban en la misma clase, pero nunca habían hablado.
—Oye, déjala o te reportaré —dijo la jovencita, aunque parecía muy tímida y dulce, Sari estaba sorprendida de que tuviera la capacidad de enfrentar a esas bullies.
—¿Quién eres tú? —cuestionó la más grande—. Suéltame, mocosa, te mataré junto con tu amiga.
Las otras dos estaban por hacer algo, pero sólo pudieron gritar de dolor cuando alguien les jaló el cabello desde atrás, casi haciéndolas llorar.
—Váyanse o lo van a lamentar —habló la chica de cabellera rosa, era Sakura Haruno, la chica más inteligente de toda la escuela y, también, la más temible, todos sabían que era bastante ruda y tenía mucha fuerza, aunque luciera tan delicada y femenina.
La que parecía ser la líder, que estaba siendo sostenida por esa castaña, se soltó del agarre y, junto a sus amigas, las tres se alejaron furiosas. Entonces esa chica la miró y le sonrió.
—¿Estás bien? —preguntó, mostrándole una sonrisa dulce—. Me llamo Matsuri, estamos en la misma clase —dijo alegremente, era tan amable, que Sari no pudo evitar que una extraña calidez se apoderara de ella.
—Estoy bien… —contestó, bajando la mirada—. Gracias…
Matsuri hizo más grande su sonrisa, era contagiosa y luminosa, era el tipo de persona que a ella le gustaría ser.
—La odio… —dijo Sari, cubriéndose el rostro con ambas manos, mientras las lágrimas amargas bajaban por su rostro.
A pesar de lo buena que siempre había sido Matsuri con ella, no podía evitar tener esos horribles sentimientos hacia ella, todo porque no podía ser como Matsuri, porque nunca iba a serlo. La envidiaba tanto, que sólo quería quitarle todo lo que ella tenía, absolutamente todo.
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Aunque el festival ya había terminado, Sakura no se había ido a su casa, tenía algunas cosas que comprar para un proyecto final, antes de salir a las vacaciones de invierno, así que pasó a la librería para conseguir aquello. Se quería concentrar sólo en sus estudios, pero no dejaba de pensar en Sasuke y en esa supuesta cita que él tenía con otra chica, le había dicho que le daba gusto por él, pero no podía haber mentido de peor forma.
—Cómo quisiera arrancarle la cabeza a esa tipa —dijo con rabia, justo cuando llegaba a la caja para pagar, así que la mujer que atendía la miró con los ojos muy abiertos y una clara expresión de miedo.
—¿D-disculpe?
Al darse cuenta de lo que había dicho, Sakura enrojeció levemente y se cubrió la boca con una de sus manos, visiblemente avergonzada.
—No, no, lo lamento, no era a usted —aclaró rápidamente, inclinándose a modo de disculpas.
Después de pagar sus compras, salió del local sosteniendo una bolsita blanca, en donde llevaba los materiales para realizar su proyecto más tarde, todavía estaba un poco contrariada por haber aterrado a la pobre cajera, aunque hubiese sido sólo un accidente.
Bajó las enormes escaleras del centro comercial, afuera ya estaba oscureciendo, así que debía darse prisa, pronto iban a cerrar. En lo que caminaba hacia la salida, se fijó en que la chica con la que había visto a Sasuke durante el festival estaba ahí, sosteniendo la mano de otro muchacho. La peli rosa se quedó quieta en su sitio, observando con sorpresa como esa joven se besaba con su acompañante.
—No puede ser… —murmuró, con la boca abierta de la impresión.
¿Acaso ella estaba jugando a dos bandos con Sasuke?
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Mientras la luna empezaba a brillar en el firmamento, las dos familias vecinas, los Koyama y los Sabaku No, estaban cenando en un restaurante. Matsuri todavía se sentía un poco incómoda, aunque había aclarado las cosas con su novio, la imagen del beso que le había dado Sari no abandonaba su mente y la perturbaba.
Honestamente, no podía entender a Sari, creía que eran amigas, siempre la había visto de ese modo, pero ¿por qué ella la trataba de esa manera? ¿Por qué actuaba como si la odiara? Todo eso le dolía mucho, pues quería a Sari, realmente la apreciaba y su corazón estaba triste con todo lo que estaba pasando.
—Matsuri —escuchó que la llamaban, así que salió de sus pensamientos, para encontrarse con que todos la estaban mirando y la persona que le hablaba era su madre.
—¿Q-qué pasó?
—Cariño, te preguntaba qué vas a pedir —dijo la mujer castaña, mostrándole una amable sonrisa.
—Oh… —la chica tomó entre sus manos el menú, revisando rápidamente los platillos, señaló uno casi al azar, ni siquiera tenía ánimos de estar ahí—. Este está bien —indicó con su dedo índice.
Gaara, que estaba sentado a su lado, tomó su mano por debajo de la mesa, entrelazando sus dedos y apretándolos, mientras los demás se ponían a hacer sus órdenes también.
—¿Estás bien? —le susurró el pelirrojo, preocupado—. ¿Sigues molesta?
Ella negó con la cabeza, la calidez de la mano de su novio empezaba a hacerla sentir un poco mejor, pero todavía no dejaba de dolerle el pecho, era como un vacío inexplicable que se alojaba ahí y no le permitía estar en paz.
—No estoy molesta, Gaara-kun —contestó en voz baja, sus ojos se notaban apagados—. Pero tampoco estoy bien…
Aquella respuesta no fue satisfactoria para el pelirrojo, que sentía que todo esto era su culpa, pero cuando iba a hablar, los demás en la mesa empezaron a charlar sobre lo bien que lo habían hecho hoy y lo felices que estaban de que su grupo hubiese ganado el festival.
—Por cierto, hija, ¿por qué no le pediste a tu novio que viniera? —cuestionó Karura, mirando a la mayor de sus tres hijos, quien solamente frunció el ceño de forma casi imperceptible.
—Eh, él tenía cosas que hacer… —mintió, un poco nerviosa, todavía no encontraba la ocasión para decirle a su familia que ella y Shikamaru habían "terminado", aunque, en realidad, jamás habían estado juntos.
—Oh, es una lástima… —Karura suspiró, le hubiese gustado tener a toda la familia junta, fue entonces que fijó sus ojos sobre su hijo mediano, quien estaba bebiendo un vaso de agua, era lo primero que les sirvieron en el restaurante—. Por cierto, querido Kankuro, ¿la joven Tenten ya es tu novia?
Como respuesta, el castaño escupió el agua, atragantándose con la poca que quedó dentro de su boca.
—¡Cariño! —la mujer se levantó para ayudar a su hijo, cosa que también hizo la madre de Matsuri, mientras Rasa sólo sentía mucha vergüenza del escándalo que estaban haciendo, igual que Ryu, que ocultó su cara con un menú.
Matsuri, por su parte, sólo miró a Gaara y ambos rieron divertidos, la escena era bastante hilarante.
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El automóvil de color blanco se detuvo frente a la mansión Hyûga, de donde Toneri bajó del asiento del piloto, para luego abrirle la otra puerta a Hinata. Ella hizo una pequeña reverencia y le sonrió al mayor por su amabilidad, a pesar de que no le gustaba para nada el hecho de que su padre pretendiera lanzarla a los brazos de ese chico, Toneri Osotsuki era alguien agradable, al menos podían ser buenos amigos, ¿no?
—Muchas gracias por traerme, Toneri-san —dijo la ojiperla, su tono era sumamente respetuoso y sofisticado, cosa que mantenía encantado al albino—. Lo pasé muy bien hoy —añadió Hinata, que no mentía, la "cita" fue buena, aunque claro, nada ni nadie se comparaba con el tiempo que pasaba junto a Naruto.
—Me gustó mucho pasar tiempo contigo, Hinata-san —dijo Toneri, tomando suavemente una de las manos de la joven—. Espero que podamos seguir tratándonos.
Ella se sonrojó levemente, a decir verdad, no sabía cómo actuar con él, era evidente que Toneri tenía intenciones románticas con ella, pero Hinata era demasiado tímida como para rechazarlo de tajo, además, le daba un poco de miedo que, si le decía que ya tenía novio, él le fuera a contar a su padre, no importaba cómo lo viera, Hiashi nunca iba a aceptar a Naruto.
—C-claro —la chica asintió con la cabeza y alejó sus manos de él, haciendo otra reverencia—. Ya debo entrar, buenas noches —dijo antes de correr hacia el interior de la mansión, sin siquiera mirar atrás.
Subió hasta su cuarto y cerró la puerta, dejándose caer sobre su cama, su corazón estaba latiendo muy rápido, pero no era porque Toneri le moviera algo, sino porque se sentía muy mal, como si estuviera haciendo algo muy malo al no ser clara con ese chico, al no decirle que ella ya estaba enamorada de otra persona.
—Naruto-kun… —murmuró y, como si lo invocara, escuchó que su celular sonaba con una notificación.
Cuando se dispuso a mirarlo, creyendo que era un mensaje de su novio, se sorprendió al darse cuenta de que sí, era de él, pero no iba dirigido a ella, sino que era para Hikari, su segunda cuenta, aquella con la que se escondía para conversar con él cuando aún no eran tan cercanos, su alter ego de internet.
—Hace mucho que no me hablaba aquí… —susurró, abriendo el mensaje para leerlo, no había mucho texto, sólo un sticker de un emoji llorando y luego un "necesito hablar con alguien, estoy muy triste".
Aquello, sin entender por qué, le encogió el corazón a Hinata, más que nada, porque Naruto no se lo estaba diciendo a ella, sino a "la otra", ¿por qué su novio no acudía a su verdadero yo?
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De lo enojada que se sentía aquella tarde, cuando Sari llegó a casa, lo primero que hizo fue patear con fuerza la puerta, había olvidado que el inútil de su padrastro estaba en casa, ya que había sido despedido de su trabajo y, seguramente, estaba ebrio en el sofá, así que le asustó un poco cuando lo escuchó hablar.
—¿Qué te sucede, mocosa? —cuestionó el hombre, levantándose de su cómodo asiento frente al televisor de la sala.
Cuando Sari lo miró, vestido en ropa interior, con esa camiseta que parecía que no se cambiaba en días, sintió ganas de vomitar, no podía entender qué era lo que su mamá vio en ese sujeto como para abrirle las puertas de su casa y de su vida.
—¿Qué carajo te importa? —respondió con otra pregunta, furiosa, ya no le importaba lo que pudiera pasar.
—¿Cómo me acabas de contestar? —el hombre, sorprendido por el atrevimiento de la menor y sabiendo que su esposa no estaba en la casa, que llegaría tarde, no dudó en dar zancadas hacia la estudiante, agarrándola por la muñeca con tanta fuerza, que la mano de ella se puso roja—. Escúchame, chiquilla, más te vale que me pidas disculpas, si no quieres que te vaya mal.
—Déjame en paz —Sari, atemorizada ante lo que había provocado, intentó soltarse, pero sólo consiguió ponerlo más enojado.
Momentos después, en esa casa, sólo se podían escuchar los ruidos de los golpes y los quejidos de dolor de esa chica, que no podía dejar de sentir como si el mundo entero estuviera en su contra, como si su única opción fuese dejar salir esa frustración por medio de su odio y su envidia hacia los demás.
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—¿Crees que tu padre se moleste por haberte secuestrado de esa reunión familiar? —preguntó Gaara, mientras –sosteniendo la mano de Matsuri–, ambos caminaban por la ciudad. Ya estaba oscuro el cielo, pero las luces de neón de las tiendas y los focos de la calle lo iluminaban todo, casi como si fuese de tarde.
—Seguro que sí —Matsuri rio ligeramente, encogiéndose de hombros para restarle importancia al asunto—. Pero está bien, no te hará nada.
—Eso espero —dijo el pelirrojo, deteniendo sus pasos de pronto. Se paró justo delante de su novia y la miró fijamente a los ojos, le gustaba como las luces se reflejaban en ellos y los hacían lucir aún más brillantes y bonitos—. Oye, ¿ya te sientes mejor?
Matsuri asintió con la cabeza, aunque no pudo seguir sosteniéndole la mirada al más alto, tuvo que voltear a ver al suelo.
—Estoy bien, Gaara-kun —aseguró—. Es sólo que yo… bueno… —hizo una corta pausa, soltando un suspiro—. No entiendo el comportamiento de Sari, se supone que ella y yo éramos amigas, así que… —se mordió el labio inferior, no quería explicar demasiado y terminar metiendo la pata.
Gaara no dudó en abrazarla, él no entendía del todo los temas de chicas, tampoco tenía muy claros los lazos de amistad, incluso si ya tenía a su lado a su mejor amiga de la infancia, no recordaba muchas cosas de las que habían vivido en conjunto, casi ninguna de ellas, para ser más concreto y, aunque no quisiera admitirlo, Sari le hacía sentirse incómodo, ahora más, después de lo que había ocurrido.
—Yo tampoco lo entiendo —susurró él, acariciando el cabello de su novia—. No sé por qué hizo lo que hizo, pero créeme, no pienso permitir que confunda las cosas conmigo.
—Eso lo sé —la chica alzó la mirada para –por fin– poder observarlo, acunando el rostro del pelirrojo entre sus dos manos—. Confío en ti más que en nadie, Gaara-kun.
Aquellas palabras lo habían conmovido y el modo en que su novia lo miraba, hizo estremecer todo su cuerpo.
—También eres la persona en quien más confío —aseguró Gaara, dibujando suavemente la forma de los labios de Matsuri con la yema de su dedo pulgar—. Sé que nunca me mentirías o me ocultarías algo, así que yo jamás lo haría contigo.
Después de decir eso, Gaara la abrazó una vez más, pero lejos de sentirse reconfortada con lo que él acababa de decirle, ahora Matsuri estaba más intranquila que antes, porque se sentía culpable, porque ella no le había dicho todo a Gaara.
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El domingo pintaba para ser un día bonito y lleno de alegrías para Kankuro, que se encontraba junto a la fuente del centro comercial, esperando a que su cita se presentara. Después de que Tenten aceptara su propuesta de salir juntos, estaba muy seguro de que hoy se le confesaría, ya había esperado el tiempo suficiente desde su ruptura con Neji Hyûga, por lo que estimaba que era correcto hacerlo ahora. De todos modos, si ella lo rechazaba, no pensaba rendirse fácilmente.
—¡Hey! —escuchó la voz de la chica, así que se dio la vuelta y a vio corriendo hacia él desde el otro lado del centro comercial—. Perdón por la demora, ¿esperaste mucho? —preguntó Tenten, deteniéndose frente Kankuro, el cual se levantó de donde estaba sentado para saludarla.
—No, apenas llegué hace un rato —respondió él, esbozando una sonrisa—. Me alegra que estés aquí, hoy te ves muy linda —aseguró, detallando lo guapa que ella se veía ese día, traía el cabello suelto, una remera de estilo chino de color negro, sin mangas y cerrada hasta el cuello, y un pantalón de tela de color rosa.
—No mientas —la chica también sonrió, bajando la mirada, se sentía avergonzada siempre que Kankuro la elogiaba de algún modo, no sentía que se mereciera todo eso, pero le gustaba oírlo, no era como cuando estaba con Neji, para nada.
Kankuro frunció ligeramente los labios.
—No estoy mintiendo —dijo, metiéndose una mano al bolsillo del pantalón, desde donde sacó algo que sorprendió a la chica—. Esto, bueno… lo compré para ti, sé que no usas muchos accesorios, pero espero que te guste.
Tenten, sorprendida al ver que Kankuro le ofrecía un pequeño brazalete de dijes, tomó el regalo entre sus manos. Era cierto que no usaba esas cosas, pero el gesto le parecía muy bonito.
—Gracias —dijo la castaña—. Claro que lo usaré.
—Te ayudaré a ponértelo —Kankuro volvió a tomar el pequeño accesorio y lo amarró alrededor de la muñeca de Tenten, solamente había tres dijes, cada uno tenía una forma diferente, una estrella, un corazón y una luna—. Puedes ponerle más dijes si gustas —comentó, apreciando lo bien que lucía su regalo en la muñeca de la chica que le gustaba.
—Lo haré —respondió Tenten, levantando un poco su mano para ver su nuevo regalo, de verdad le agradaba mucho—. Bueno, ¿vamos a ver la película? Se nos va a pasar la función.
—¡Vamos! —exclamó el animado chico, empezando a caminar hacia las escaleras eléctricas, ya que el cine estaba en el último piso.
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Itachi estaba en su habitación, a pesar de que los domingos los ocupaba más para descansar de tanto ajetreo con las clases, ese día él estaba empacando sus cosas, faltaba poco para que su mudanza se llevara a cabo, así que quería tener todo listo desde antes, ya que navidad y año nuevo eran eventos demasiado importantes para la familia Uchiha, que siempre querían pasarlo juntos y celebrar en grande.
Mientras le ponía cinta de embalar a unas cajas, miró de reojo su teléfono celular, el cual estaba sobre la cómoda, junto a su cama. Había estado tratando de comunicarse con Izumi, pero ella no le respondía las llamadas, seguramente estaba muy enojada con él, luego de descubrir que estaba saliendo con una estudiante, ¿por qué iba a querer volver a verlo?
—Demonios… —masculló, odiaba haber hecho todo tan mal desde el inicio, ahora era tarde para que Izumi le diera una oportunidad, ¿no?
—Oye —la voz de su hermano menor lo sacó de sus pensamientos, Sasuke estaba parado junto a la puerta, que estaba abierta, ya que él sacaba cosas constantemente hacia el pasillo.
El mayor suspiró, la mirada de Sasuke era tan fría y fastidiada como siempre, lucía como si lo odiara, podía entender lo enojado que estaba, pero, a fin de cuentas, ellos eran familia.
—¿Qué sucede? —cuestionó, terminando de cerrar una de las cajas.
Sasuke se apoyó contra el marco de la puerta, cruzándose de brazos, aunque parecía muy enfadado, poco a poco su expresión se fue relajando, hasta que terminó por cerrar los ojos.
—Bueno, no vengo a pelear ni nada —dijo, haciendo un esfuerzo por mantenerse calmado—. Mira, sé que últimamente las cosas no han estado nada bien, ya sabes… por todo lo que pasó.
Itachi, sin entender la razón de todo esto, se levantó del suelo y miró fijamente al menor, él no estaba enojado con su hermano, comprendía que, dentro de todo, Sasuke siempre tuvo razón ante lo que le dijo y, aunque lo había amenazado, eso terminó siendo lo mejor para él y para Temari.
—Ve al grano.
El menor de los hermanos Uchiha volvió a abrir sus ojos y, así y todo, con el ceño fruncido que traía, suspiró y agachó la cabeza.
—Lamento haberte amenazado —dijo, volviendo a erguirse—. Sé que estuvo mal, eres mi hermano, pero lo que estabas haciendo…
Itachi, entre sorprendido y aliviado, no pudo evitar sonreír, tal vez Sasuke no lo odiaba, después de todo —Está bien, entiendo que lo hiciste porque estabas preocupado.
Sasuke no respondió, no quería admitirlo, pero en el fondo eso era cierto, admiraba mucho a su hermano, no quería que todo por lo que luchó se fuera a la basura, que era lo que iba a suceder si los directivos del colegio se enteraban de su relación con Temari Sabaku No. Por supuesto, él era orgulloso y no quería demostrar sus verdaderas intenciones, y tal vez estaba molesto con Itachi por ser tan sobreprotector y lo envidiaba un poco por tener el favor de sus padres, pero lo quería, siempre lo haría.
—En fin —Sasuke volvió a cruzarse de brazos, fingiendo desinterés—. Espero que hayas aprendido la lección y que de ahora en adelante no hagas cosas de las que puedas arrepentirte.
—Por supuesto —Itachi rio—. Papá.
A Sasuke se le marcó una venita en la frente, pero cuando iba a responder, ambos escucharon que su madre los llamaba para almorzar, así que el menor salió de la habitación sin agregar nada más. Itachi también salió, justo después de eso, la pantalla de su celular se iluminó con una llamada que hubiera deseado haber contestado, pues se trataba de la chica que tanto quería ver.
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Ino Yamanaka nunca había sido el tipo de persona que se preocupaba por el resto del mundo, ella siempre estaba pendiente de sí misma, de cómo se veía, de si su ropa estaba bien combinada, quizá era por eso que su chofer estaba tan sorprendido cuando esa mañana ella le pidió que la llevara de compras y, luego de eso, que se dirigieran al orfanato. El hombre veía con sorpresa como la señorita Yamanaka le regalaba un montón de cosas a esos niños, nunca reyó que ella fuese alguien de tan buen corazón.
—Señorita Yamanaka —dijo la directora del lugar, luego de que la rubia terminara de repartir unos cuantos juguetes—. Muchas gracias por sus donaciones —la mujer hizo una leve reverencia, mostrando una sonrisa al ver lo felices que estaban los pequeños con sus nuevos juguetes,
Ino correspondió a su reverencia con otra, esbozando también una gran sonrisa.
—No fue nada —contestó la joven, volviendo a erguirse, pero, en eso, notó que Sai estaba ahí, acababa de llegar y su presencia enseguida la puso nerviosa, mientras que él la miraba con bastante sorpresa.
Un rato después, sentados los dos en el patio, desde donde podían vigilar a los niños jugando, ambos se pusieron a charlar.
—Me sorprende mucho verte aquí, Ino-chan —dijo el pelinegro, apoyando sus dos manos contra el concreto en donde estaba sentado, echándose un poco para atrás, lo que provocó que el viento helado diera sobre su rostro y meciera un poco su cabello.
La misma brisa helada causó que Ino se abrazara a sí misma, el cielo estaba algo nublado y el clima no era el mejor.
—¿Qué tiene de sorprendente? —dijo la Yamanaka, abultando ligeramente sus mejillas, como si se sintiera ofendida.
Sai sonrió.
—No luces como alguien altruista, sin ofender.
Ino no le dijo nada, pues él tenía razón, ella no era así, pero después de todo lo que le había sucedido, muchos pensamientos vinieron a su mente, como el hecho de que ella, a pesar de tener todo lo que quería, siempre estaba sola, debido a las ocupaciones de su padre, se preguntaba qué tan solos se sentían esos niños que ni siquiera tenían una familia, fue ahí que decidió hacerlos –aunque sea– un poco felices, pero no esperaba encontrarse con Sai ahí, no creyó que él asistiera tan seguido.
—Bueno, algunas veces la gente te sorprende —Ino se encogió de hombros, mirando al chico con cierta curiosidad—. ¿Tú qué haces aquí?
Al oír la pregunta, Sai volteó a ver nuevamente hacia los niños, parecía bastante serio, o al menos esa impresión se llevó la rubia cuando él empezó a hablar.
—Siempre vengo aquí a cuidar de los niños —comenzó diciendo—. A decir verdad, soy adoptado, crecí en este orfanato.
Los ojos azules de la joven se abrieron ligeramente, ella pensaba más bien que Sai era voluntario o algo así, ahora entendía un poco más su presencia en el lugar, él había tenido la suerte de obtener un buen hogar, pero no todos esos niños podían decir lo mismo.
—Ya veo —susurró ella, bajando la mirada—. Yo… a decir verdad… ya te había visto en este lugar.
Confundido por sus palabras, Sai la miró, ladeando su rostro, lo que provocó que ella se sintiera juzgada, así que se sonrojó un poco.
—V-verás, una vez te seguí aquí y, b-bueno, soy algo curiosa, es todo.
—No me sorprende —dijo el pelinegro, dibujando una sonrisa suave y sincera en sus labios, la cual hizo que el corazón de la Yamanaka se acelerara tanto, que tuvo que desviar su rostro en otra dirección, tan sólo para evitar seguirlo teniendo tan presente en su mente.
—¿A qué te refieres con que no te sorprende? —cuestionó.
—Bueno… —Sai miró hacia el cielo, las nubes empezaban a ponerse un poco negras—. Eres una chica bastante autoritaria, creo que harías cualquier cosa para satisfacer tu curiosidad, es todo.
La chica frunció los labios.
—¿Crees que es algo malo?
Él negó con la cabeza, cosa que la tomó por sorpresa.
—Creo que es una gran cualidad —admitió Sai—. Un poco peligrosa a veces, pero pienso que eres genial, Ino-chan.
Nuevamente, como hace un rato, la chica se sonrojó, esta vez sintió que se sofocaba y que se le iba a salir el corazón, así que se tuvo que morder el labio inferior, intentando calmarse un poco, honestamente, lo que ese chico le hacía sentir era algo que nadie le había provocado antes, ahora entendía a sus amigas cuando decían lo enamoradas que estaban de sus novios, como las cursis de Sakura, Hinata y hasta Matsuri.
¿Será que estaba enamorándose de Sai?
—Gracias, supongo —fue todo lo que dijo, mirando de reojo al mayor, que tenía sus ojos fijos en los niños frente a ellos, entonces pudo apreciar mejor la forma de su rostro de perfil, tenía que admitir que era muy apuesto—. Ay, Ino, ya estás jodida —pensó.
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—¡Matsuri, termina de limpiar tu cuarto! —escuchó la chica desde la planta baja de su casa, mientras ella sacaba unas cuantas cajas de debajo de su cama.
—¡Sí, mamá! —respondió.
Hoy era domingo de limpieza, su madre y ella se dedicaban a sacar de las habitaciones todo lo que ya no usaban, como ropa o accesorios viejos o rotos, su padre limpiaba la cochera, hacían eso una vez cada ciertos meses, por lo que había bastantes cosas por tirar.
La castaña echó algunas cosas dentro de una caja llena de chucherías, entonces se agachó nuevamente para sacar la cajita que siempre guardaba con recelo, cuando la vio, no pudo evitar abrirla y revisar su contenido. Ya se había dado cuenta de que su foto con Gaara no estaba, Sari se la había llevado, igual que su brazalete, solamente había dejado el diario.
Lo abrió y se puso a leer un poco, había muchas anécdotas vividas junto a su amigo de la infancia, ella solía escribir lo que le sucedía en su día a día, aunque había pasado tiempo desde que dejó de hacerlo, ya que su padre le robaba los diarios para leer lo que hacía, con la excusa de que la cuidaba, claro, aunque solamente quería enterarse de si su hija tenía algún novio.
—Gaara-kun… —susurró, rozando las letras que ella misma había escrito con las yemas de sus dedos, en donde contaba que ese día había jugado con él y que se habían vuelto mejores amigos.
Sonrió como una boba al recordarlo, a pesar de que Gaara solía ser muy dulce en ese tiempo y ahora ya no se comportaba así, todavía era muy lindo, él siempre se preocupaba por ella, la trataba tan bien, aunque parecía muy rudo y algo frío, con ella era todo lo contrario.
—Tengo que decirle la verdad… —dijo en voz baja, cerrando el diario y también sus ojos.
Todavía tenía miedo de que él se fuera a enojar, de que no quisiera perdonarla por haberle ocultado quien era realmente, pero la culpa que sentía la estaba matando, ¿cómo podía ser su novia mientras no era totalmente sincera con él?
—¡Matsuri! —la voz de su madre la trajo de regreso a la realidad—. ¿Terminaste?
—¡Voy! —contestó, guardando su diario y metiendo la caja de nuevo debajo de la cama, aunque debía buscarle un mejor escondite, definitivamente.
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Después de que la película se acabó, Kankuro y Tenten salieron juntos del cine, como estaban en el centro comercial, decidieron pasar a comer algo, a decir verdad, tuvieron una cita muy agradable, el ambiente entre ambos era cómodo y él tenía la esperanza de poder decirle lo que sentía por ella antes de llevarla a casa, todo iba viento en popa.
—¿Ya te acabaste la hamburguesa tan rápido? —bromeó la chica, que todavía estaba terminando su comida.
—Estaba hambriento —respondió Kankuro, ligeramente avergonzado, a decir verdad, estaba muy nervioso y cuando se sentía ansioso, comía muy rápido.
Tenten solamente rio, dándole otra mordida a lo que quedaba de su hamburguesa de queso y lechuga, estaba bastante deliciosa, a pesar de que ella no acostumbraba a degustar comida chatarra. Mientras estaba tragando, miró de reojo la pulsera que Kankuro le había regalado al inicio de su salida, no dejaba de pensar en lo bonito de ese gesto, desde que había conocido a Kankuro, él sólo tenía atenciones con ella.
—Oye… —lo llamó la chica, observándolo fijamente—. Kankuro, ¿te puedo preguntar algo?
Él, sin sospechar que nada malo podría venir de ella, asintió con la cabeza.
—Claro.
La castaña tragó saliva, de un momento a otro se había puesto inquieta, es que ella no tenía demasiada experiencia con los chicos, más allá de su fallida relación con Neji, no había salido con otra persona, por lo mismo, se preguntaba si acaso ella era atractiva para los demás, ya que, a fin de cuentas, Neji sólo estuvo con ella por una apuesta y no porque la quisiera o gustara de ella.
—¿Tú crees que yo podría llegar a gustarle a un chico como tú? —cuestionó sin rodeos, clavando sus ojos sobre la mesa blanca que los mantenía separados.
Kankuro, asombrado por la pregunta, abrió ligeramente sus ojos, no sabía si Tenten le preguntaba eso por algún motivo en particular o es que acaso sospechaba algo, así que no estaba seguro de qué responder, le temblaban las manos y se le secó la garganta.
—¿P-por qué…?
Ella esbozó una leve sonrisa, un poco sarcástica y triste.
—El único novio que he tenido sólo salió conmigo por un juego —dijo, empuñando su mano derecha con rabia—. A veces pienso que realmente no tengo nada que le atraiga a los demás, no sé… sólo pensé en preguntar.
Lo que ella dijo realmente molestó a Kankuro, ¿por qué razón Tenten dudaría de lo increíble que era? Eso no le parecía nada justo, el idiota de Neji Hyûga tenía toda la culpa de esto, para variar.
—Creo que eres una chica genial, cualquiera podría enamorarse de ti —aseguró, mostrándose completamente serio—. Hasta yo.
Tenten lo miró en ese momento, Kankuro tenía el ceño fruncido y no le apartaba la vista de encima, por un instante, ella juró que él se le estaba declarando, pero al segundo siguiente desechó esa idea, seguramente él sólo quería hacerle ver su punto.
—Claro, gracias —ella asintió, se sentía un poco más aliviada con la respuesta que había obtenido, era un poco tonto sentirse insegura por lo sucedido con Neji, no tenía por qué dejar que eso le afectara de ese modo.
Por su parte, Kankuro tragó saliva, parecía ser que Tenten no había captado el mensaje en sus palabras, por un lado, estaba aliviado, pero también le hacía sentir más nervioso, porque tendría que ratificarlas más tarde. Cuando terminaron de comer, él se ofreció a acompañarla a casa, pero Tenten vivía un poco lejos y era tarde, así que se negó a ello, en cambio, le permitió llevarla hasta la parada de autobús.
—¿Segura que no quieres que te acompañe? —preguntó el castaño, deteniendo sus pasos justo cuando llegaron a la dichosa parada.
—Estoy bien, no quiero que te agarre la noche —contestó la joven, mostrándole una amable sonrisa—. Hoy lo pasé muy bien, gracias —dijo con sinceridad.
—Yo también lo pasé muy bien contigo —dijo él, estirando su mano hasta tomar la de ella, lo cual la agarró un poco con la guardia baja—. Escucha, yo… —tragó saliva, nervioso—. Quería decirte algo.
La joven parpadeó, estaba por preguntar qué pasaba, pero el autobús hizo su aparición.
—¿Está bien si me dices luego? Debo irme —dijo, soltando la mano del chico, quien solamente asintió con la cabeza y la vio montarse en el gran vehículo, no quería retrasarla, ya tendría todo el tiempo del mundo pare decirle lo que sentía después de clases.
—¡Hasta mañana! —exclamó, agitando su mano mientras ella se alejaba dentro del autobús.
Un poco frustrado por no haber logrado declararse, el Sabaku No se metió las manos a los bolsillos del pantalón y se fue caminando hacia la parada de autobús donde podría coger el transporte hacia su casa. Cuando iba cruzando la calle cerca de la farmacia, vio que Sari estaba del otro lado, iba usando una capucha y gafas oscuras, pero reconocería su molesta cara en cualquier parte.
—Tenía que encontrarme a esa mocosa como para que me arruine el día perfecto —masculló, realmente estaba enojado con ella, todavía no olvidaba que lo había dejado como un maltratador de mujeres frente a su hermano Gaara, esa tonta seguro que sabía cómo manipular las situaciones a su favor.
Pensando en decirle unas cuantas verdades, cruzó la calle y esperó a que ella saliera del local, tardó unos cuantos minutos, pero finalmente la vio asomarse hacia la puerta, así que se le plantó enfrente, provocando que la chica soltara un pequeño grito de la impresión.
—¡Estúpido! —le insultó, llevándose la mano libre al pecho, ya que en la otra sostenía sus compras—. Me asustaste.
—No me digas —Kankuro sonrió ladino—. Qué bueno que te veo, mocosa, tengo algo que decirte —antes de continuar hablando, echó un vistazo a la farmacia detrás de ellos—. Parece que vienes seguido aquí, es la segunda vez que nos encontramos por estos rumbos.
—No tengo nada que decirte —respondió Sari, pasándolo de largo—. Y no te importa si vengo aquí o a donde sea —añadió, empezando a caminar para alejarse, pero, evidentemente, él no la iba a dejar salirse con la suya tan fácilmente, así que, dando dos zancadas, la agarró por la muñeca y la jaloneó dentro del callejón que estaba junto al edificio de donde ella acababa de salir—. ¡Suéltame! —gritaba ella—. ¿Qué te pasa, animal?
Kankuro la soltó nada más llegar, no había usado demasiada fuerza, pero sí fue un poco brusco, lo supo cuando la chica golpeó su espalda contra el muro, por lo que inmediatamente se quejó de dolor, lo que le hizo sentir un poco culpable, pero decidió ignorar aquello.
—Escúchame —habló él—. El otro día hiciste que mi hermano pensara mal de mí, te lo advierto, dile la verdad.
Sari, mirándolo con odio debajo de sus gafas oscuras, cosa que él no podía notar, negó con la cabeza.
—No voy a hacer nada, si Gaara me creyó tan fácilmente, es porque debe haber algo de verdad.
—¿Qué dijiste?
La chica, aunque era mucho más pequeña que él, no dudó en empujarlo para apartarlo de su camino, tenía bastante fuerza.
—Déjame pasar —dijo con rudeza, pero Kankuro no se tomó muy bien su insolencia y volvió a tomarla por la muñeca con fuerza, haciendo que se volteara hacia él, lo que provocó que sus anteojos se cayeran al suelo, fue entonces que él se dio cuenta de algo que lo asombró; Sari tenía un ojo totalmente morado, parecía que alguien le había dado un puñetazo con mucha fuerza.
—¿Quién te golpeó? —cuestionó, soltándola de inmediato, sólo para acunar su rostro suavemente entre sus manos, gesto que la chica no vio venir—. ¿Quién te hizo esto? —insistió Kankuro, notando que ella se agachaba con la velocidad de un rayo para recoger sus gafas y volver a ponérselas, alejándose de él.
—Nadie, me caí —respondió, cubriéndose el terrible golpe que parecía morderle la piel del rostro, en su ojo derecho.
Kankuro, frunciendo el ceño, se la quedó mirando en completa seriedad.
—Eso es claramente un puñetazo —aseguró, podía ver que ella estaba nerviosa, se estaba negando a contarle la verdad—. Dime, ¿quién fue?
—¡Nadie! —insistió Sari, que salió corriendo apenas terminó de responder, esta vez, sin que él tratara de seguirla.
Ahora que había visto eso, no dejaba de darle vueltas en la cabeza, tal vez él no había intentando violentarla como ella aseguró, pero seguramente sí había una persona que lo había hecho, era por eso que Sari fingía tan bien, porque era algo que había vivido en carne propia, alguien la golpeaba y ella no se atrevía a denunciarlo.
—Maldita sea… —masculló, ahora no podía dejar de pensar en lo horrible que lo estaba pasando esa chica.
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Gaara estaba recogiendo su ropa sucia, estaba algo aburrido, ya que era domingo y tenía ganas de ver a Matsuri, pero como ella estaba ocupada, tenía que conformarse con estar solo y hacer sus deberes. No podía creer que hasta el idiota de Kankuro tenía una cita y él no podía pasar ese día junto a su novia, aunque esperaba poder llamarla más tarde, seguro que luego tendría un rato para él.
Después de meter sus prendas usadas dentro de una canasta blanca, salió de su habitación para llevar todo al cuarto de lavado, en donde se topó con su hermana mayor, que también estaba saliendo con sus cosas.
—Hey, creí que estarías con Matsuri —dijo la rubia, notando que el menor bufaba con cierta molestia.
—Estaba ocupada en casa —respondió, encogiéndose de hombros, en lo que caminaba escaleras abajo para meter sus cosas a la habitación de paredes blancas, que estaba junto al baño del primer piso.
Temari rio, le daba un poco de gracia el comportamiento de Gaara, era evidente que se moría por pasar cada segundo junto a Matsuri, esos dos no podían esconder lo que sentían el uno por el otro, aunque todavía le preocupaba un poco el hecho de que esa tonta de Sari tratara de meterse entre medio y que engañara a su hermano, haciéndose pasar por su amiga de la infancia, le parecía tan injusto e impotente el no poder hacer nada contra ello.
—Bueno, hermano, seguramente cuando se desocupe puedas pasar un rato con ella —dijo Temari, poniendo su canasta de ropa sucia en el suelo—. Tienes la suerte de que tu novia es nuestra vecina.
—Supongo —Gaara sonrió levemente, asintiendo con la cabeza.
Se acercó a la lavadora para ir metiendo sus cosas, en lo que Temari se marchaba, ya regresaría más tarde para lavar lo suyo. Gaara, por su parte, terminó de meter su ropa dentro de la máquina y la encendió, entonces ésta comenzó con el proceso. Cuando iba a salir del cuarto, sin querer tiró la canasta de ropa de Temari con su pierna, la que se había lastimado el otro día en la escuela.
—Rayos —masculló, sintiendo un poco de dolor.
Se agachó para recoger las prendas de su hermana, por suerte, no habían caído muchas cosas al suelo, sólo su uniforme de deportes y algunas blusas, así que las metió rápido a la canasta, pero algo cayó del bolsillo del pantalón, una especie de artefacto alargado y de color blanco, que parecía un termómetro.
—¿Qué es esto…? —se preguntó, recogiendo aquello, lo miró atentamente y, cuando se dio cuenta de lo que era, sus ojos se abrieron como platos.
¿Por qué demonios Temari tenía un test de embarazo en el bolsillo de su pantalón de deportes? Parecía que alguien estaba a punto de recibir la paliza de su vida.
Continuará…
