Capítulo 30: Noche buena y navidad
Era veinticuatro de diciembre, víspera de navidad. Ese día estaba nevando, las calles estaban totalmente blancas y la gente iba muy abrigada. Matsuri estaba sentada en una banca del parque, soltando su aliento tibio sobre sus manos, ya que había olvidado ponerse guantes. A su lado había una bolsa de compras y, junto a ella estaba Temari, mientras que Kankuro estaba de pie frente a las dos.
—Entonces, ¿qué vas a hacer exactamente? —Temari le preguntó, mirándola con el ceño fruncido—. No puedes decirle la verdad a Gaara a estas alturas, eso podría ser malo para él.
—P-pero Temari-san —se quejó la castaña, abriendo un poco sus ojos por la sorpresa, no esperaba ese tipo de reacción de parte de su cuñada, así que bajó la mirada—. Yo no puedo seguir mintiéndole a Gaara-kun, él tiene derecho de saber la verdad, además… así Sari ya no podrá seguir engañándolo.
Al escuchar la mención de ese nombre, Kankuro arrugó el entrecejo también, ya no había sabido nada de ella después de que salieron de vacaciones, pero así era mejor, ¿no?
—Yo también creo que deberías esperar un poco —opinó el castaño, llevándose una mano a la nuca para frotarla—. Verás, Gaara ha estado muy bien desde que está contigo, antes se metía en problemas por todo, pero ahora está feliz y tranquilo, si se entera de que eres su amiga de la infancia podría molestarse mucho.
Matsuri no sabía qué hacer, ella quería consultar su decisión con los hermanos de Gaara, pero ellos no estaban de su lado, si no tenía su apoyo, ¿cómo podría tomar las fuerzas para poder enfrentar la verdad?
—Entiendo… —respondió, aun viendo hacia el blanco suelo repleto de nieve—. Voy a esperar un poco más de tiempo, pero eventualmente hablaré con él, incluso si ustedes no están de acuerdo.
Temari y Kankuro se miraron entre sí, ¿tal vez sería correcto tocar el tema con sus padres? Hasta ahora ellos habían estado guardando el secreto de sus progenitores, pero se estaban dando cuenta de que era peligroso para la salud de su hermano menor.
—Está bien —dijo la rubia, soltando un suspiro—. Espera a que pasen las fiestas y el viaje que tienen ustedes, hablaremos con nuestros padres —miró a Kankuro, a quien no le quedó de otra que asentir con la cabeza—. Vamos a intentar que esto afecte lo menos posible a Gaara, ¿sí?
La menor de los tres asintió, pero su expresión no se veía más alentadora.
—Temari-san, Kankuro-san… —los nombró a ambos—. ¿Ustedes creen que Gaara-kun me perdone?
Los hermanos la vieron con sorpresa, no estaban pensando en eso, pero era cierto, la reacción de Gaara podría ser terrible, considerando que Matsuri ahora era su novia, que ella no le dijera la verdad desde un inicio era una cosa, pero que no se lo contara cuando ya eran una pareja, debía ser mucho peor.
—No te preocupes —dijo Kankuro, apuntándose a sí mismo con su mano derecha—. Nos echaremos la culpa, que en parte es cierto, Gaara puede enojarse con nosotros, pero nos perdonará.
Al principio, Temari pensó que su hermano se había vuelto loco, pero evaluando mejor la situación, quizá llevaba algo de razón, ellos eran su familia después de todo, Gaara podía enojarse con ellos, pero tendría que entender que sólo trataban de protegerlo.
—Así es, Matsuri —aseguró la mayor—. Te mantendremos fuera de esto, así que no te asustes.
Matsuri se sintió un poco aliviada con eso, aunque no le parecía justo, ella consideraba que todos tenían implicancia en el asunto, pero no podía hacer mucho tampoco, realmente temía perder a Gaara para siempre, cuando quiso darse cuenta, estaba total e irremediablemente enamorada de él.
Después de terminar su charla, los tres regresaron a casa, al llegar, Gaara estaba saliendo hacia la calle, parecía que justamente iba a ir a casa de Matsuri.
—Hey, ¿dónde estaban ustedes tres? —preguntó intrigado y casi enseguida los recién llegados se pusieron nerviosos.
—E-es que le pedí a tus hermanos que me acompañaran a comprar un regalo para ti —explicó la castaña, mostrándole la bolsa que tenía en su mano derecha, mientras sus cuñados asentían con la cabeza.
Gaara, confuso, entrecerró la mirada.
—Creí que dijiste que ya tenías mi regalo.
Kankuro y Temari se alteraron, agitando las manos de un lado a otro, pero la respuesta de Matsuri los dejó más tranquilos.
—Es que vi otra cosa que me gustó y pensé que sería mejor —dijo ella, mostrando una dulce sonrisa, de esas que derretían por completo el corazón de su novio—. Por cierto, Gaara-kun, ¿ibas a mi casa?
El mencionado asintió con la cabeza, dejando de lado el tema del regalo, parecía que ya no le importaba —Vamos a salir, ¿recuerdas? —comentó, un poco avergonzado al estar en presencia de sus hermanos, que no perdían oportunidad para molestarlo, haciendo caras graciosas y riéndose con evidente jocosidad.
—Oh, sí —Matsuri se acercó a él y le tomó la mano, notando que las mejillas del chico se encendían levemente—. Vamos adentro, me cambiaré la ropa mojada y nos vamos, ¿sí? —le dijo, ya que la nieve había humedecido un poco las prendas que llevaba puestas.
Gaara la siguió sin chistar, olvidándose de que sus hermanos estaban ahí, honestamente, él olvidaba todo a su alrededor cuando estaba con Matsuri.
—Realmente está enamorado, ¿no? —comentó Kankuro, caminando hacia el interior de su casa, a lo que Temari solamente asintió, como ambos eran los familiares de Gaara, debían pensar en un modo de que él supiera la verdad acerca de Matsuri, sin tener que perjudicarla a ella, tenía que haber un modo.
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—¿C-cómo dice, padre?
Hinata miró con asombro al hombre que estaba de pie frente a ella, justo a un pie de las escaleras, cuando ella se disponía a subir para ir a su cuarto y alistarse para salir con su novio.
—He dicho que Toneri y su padre, mi socio, vendrán a comer mañana, así que no puedes salir de esta casa con tus… amigos —la última palabra la dijo con cierto desprecio, no conocía a los amigos de su hija, pero podía apostar a que todos y cada uno de ellos eran unos miserables y apestosos renacuajos, ya que Hinata no era nada lista a la hora de escoger a su círculo social.
Ella no sabía qué decir, sentía que le dolía el pecho y le faltaba el aire, se suponía que al día siguiente, navidad, iba a verse con Naruto, pero a último momento su papá salía con que tendría que estar ahí obligada, no podía creerlo, no tenía ningún sentido.
—E-entendido —respondió, pasando de largo a Hiashi para subir hasta su habitación. Se sentía tan triste y desolada, realmente anhelaba estar junto a su novio, hasta le daba vergüenza hablarle ahora para cancelar, pero es que su padre ni siquiera sabía sobre Naruto y tenía miedo de decirle, era una completa cobarde, así como también tenía miedo de que Naruto supiera que ella era su amiga de internet.
Se secó las lágrimas del rostro y cogió su móvil, llamó a Naruto y esperó a que éste le respondiera.
—¡Hinata! Hola, ¿cómo estás? Ya estaba esperando tu llamada, extrañaba escuchar tu voz.
La ojiperla sintió deseos de llorar otra vez, sabía bien que Naruto no tenía a nadie con quien pasar noche buena y menos navidad, era terrible imaginarlo solo en su casa, sin ninguna compañía, aunque él no le dijera nada a ella, sino a Hikari.
—N-Naruto-kun, hola —lo saludó en un hilo de voz—. Y-yo estoy bien, ¿y tú?
—Siempre me hace bien escucharte —contestó Naruto, era muy dulce y honesto, eso era algo que Hinata atesoraba en él—. Estoy ansioso por verte mañana.
—S-sobre eso… —la chica se mordió el labio inferior, apretando un poco si teléfono con la mano con la cual lo estaba sosteniendo—. Naruto-kun, un amigo de papá vendrá mañana, a-así que no podré salir, lo lamento… —le dijo, usando todas sus fuerzas para no ponerse a llorar, no quería que Naruto se preocupara, porque sabía que lo haría.
—Oh… ya veo… —el tono de voz del rubio era decaído, evidentemente, no le había agradado la noticia, pero tampoco era como si pudiera hacer mucho, sólo podía aceptarlo y ya—. Entiendo, Hinata, ¡no te preocupes! Podemos vernos en tu cumpleaños, ¿sí? No estés triste.
A pesar de que no quería estar triste, Hinata igualmente no se pudo aguantar las lágrimas que brotaron de sus ojos, ya que era doloroso decepcionar a Naruto, era horrible dejarlo solo en un día como este, no quería que él estuviera así, sin nadie y, aún así, él le hablaba animado, tratando de disfrazar esos sentimientos que ella todavía podía captar.
—T-te veré en mi cumpleaños, Naruto-kun, lo prometo —dijo entonces, con voz firme—. No dejaré que nada nos impida pasar juntos ese día.
—Así será, mi princesa —dijo el rubio del otro lado, parecía que sonreía—. Hinata, te amo.
Al escuchar eso, Hinata abrió un poco sus ojos, su corazón se encogió y se quedó en blanco, estaba por contestar, pero le temblaban los labios, entonces Naruto simplemente colgó, dejándola con la palabra en la boca, como si intentara huir de la vergüenza que sintió al confesar eso de la nada.
—Naruto-kun… —susurró, sentía sus mejillas arder y su corazón estaba agitado como una bomba de tiempo.
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—Qué fastidio —dijo Shikamaru, rodando los ojos, desde la mañana su madre estaba adornando la casa con motivos navideños, su padre la ayudaba a colocar algunas luces y él sólo los veía con flojera.
Al final, harían una junta familiar con el resto de los Nara, pero Shikamaru odiaba la idea, no quería ver a los odiosos de sus primos, así que pensaba quedarse encerrado en su habitación todo el día, aunque sabía que eventualmente Yoshino lo obligaría a salir.
—Shikamaru —lo llamó la mujer, enfadada—. ¿Qué haces ahí parado sin hacer nada? ¡Ven a ayudar!
El chico chasqueó la lengua.
—No quiero, no me interesa esta tontería —contestó, llevándose las manos a la nuca y bostezando.
Yoshino apretó los puños con enfado, su hijo realmente era un vago sin remedio y un amargado social.
—Mira, mocoso insolente…
Justo cuando ella estaba hablando, el timbre de la casa sonó, Shikamaru rodó los ojos y se echó sobre el sofá, mientras su madre iba a abrir la puerta, porque evidentemente su hijo no lo haría. Él cerró los ojos y se dispuso a descansar la vista, pero la voz de su mamá lo hizo abrir los ojos de golpe.
—¡Pero si es la dulce y preciosa Temari!
Shikamaru se levantó de golpe y dio dos zancadas hacia la entrada de la sala, en donde justamente se topó con la mayor, quien lo recibió con cierta sorpresa.
—¿Tantas ganas tenías de verme? —habló ella, parpadeando y provocando que él se sintiera avergonzado y ridiculizado, esa chica siempre sabía cómo hacerlo ver como un completo tonto.
—¿Qué? No —dijo, desviando la mirada.
Temari río despacio y Yoshino se asomó detrás de la rubia, con una gran sonrisa en su rostro. Ella ya sabía que su hijo y Temari habían "regresado" o eso era lo que pensaba, desde que los encontró muy juntitos en el centro comercial, esa día los vio desde lejos cuando se estaban besando, pero obviamente no le dijo nada a Shikamaru, sabía que se enojaría y la acusaría de no respetar su privacidad, aunque eso haya pasado en un lugar público.
—Me alegra que nos visitaras, querida —dijo la castaña, adentrándose en la sala para ayudar a su esposo a colgar el resto de luces, quien saludó a Temari con un gesto de mano, en ese momento la chica se fijó en la decoración.
—Veo que les gusta mucho la navidad, son como mi mamá —comentó entre risas, ya que Karura también había adornado la sala y casi toda la casa con motivos del festejo—. ¿Van a tener una reunión familiar?
Yoshino asintió con la cabeza, emocionada.
—Así es, querida, te invitaría, pero seguro lo pasarás con tu familia.
—Exactamente —contestó Temari.
—Y bueno… —Shikamaru detalló a Temari con la mirada, vio que ella traía una bolsa en sus manos, parecía ser un regalo, así que no dudó en preguntar—. ¿A qué venías? ¿Me trajiste algo?
Al escuchar su pregunta, la rubia rio, levantó la bolsa y asintió con la cabeza. A decir verdad, Shikamaru estaba sorprendido, él no tenía nada para ella y nunca esperó que Temari fuese el tipo de chica que vendría hasta su casa sólo para traerle un regalo de navidad.
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Gaara y Matsuri caminaban de la mano por la ciudad, todo estaba lleno de luces y adornos navideños, era muy bonito y llamativo, había mucha gente en todos lados, comprando cosas o comiendo en los restaurantes y en los puestos callejeros, la nieve le daba un toque especial y romántico a la escena, incluso había algunos copos pequeños cayendo desde el cielo.
—¿A dónde quieres ir primero? —preguntó Gaara, que no soltaba para nada la mano de su novia, a pesar de que su expresión no lo demostraba, estaba emocionado por esta cita, pues era la primera vez que compartía navidad con alguien que fuera especial para él y que no fuera de su familia.
El año pasado, más o menos por esas fechas, estaba saliendo con esa chica que le mencionó a Kankuro, pero aunque ella lo invitó a salir en navidad, él se negó rotundamente, no le interesaba compartir momentos como estos con ella, pero Matsuri era una historia totalmente diferente, estaba enamorado de ella como un tonto y no podía evitar quererlo todo a su lado, aunque sonara cursi y vergonzoso.
—Uhm… —la castaña detuvo sus pasos y se llevó una mano al mentón—. ¿Vamos al centro comercial? Podemos patinar en hielo.
El chico río ligeramente.
—¿Y sí sabes patinar?
Matsuri negó con la cabeza —En realidad no, Gaara-kun —respondió, abultando las mejillas.
Su novio atrapó ambas mejillas entre sus cálidas manos, enfundadas en un par de guantes de lana de color rojo, como su cabello, sacándole todo el aire.
—No te preocupes, yo te enseño —dijo él, volviendo a tomarla de la mano.
Los dos caminaron hasta la estación de tren subterráneo, cada uno pagó su pasaje y luego se montaron en el largo transporte, unas pocas estaciones más allá, se bajaron y salieron hacia la superficie, estaban justo delante del centro comercial, uno de los muchos de la ciudad, pero este era especial por tener la pista de patinaje más grande. Cuando ingresaron al gran patio central, pudieron ver el enorme árbol de navidad, de casi tres pisos de altura, el cual alumbraba en varios colores y llamaba la atención más que cualquier otra cosa.
—Qué exageración —murmuró Gaara, había sentido que le dolían los ojos debido a la luz tan potente.
—A mí me parece bonito —dijo Matsuri.
Él no dijo nada, solamente la miró de reojo, su novia lucía muy bonita ese día, estaba usando el pasador que él le había regalado y, aunque tenía puesta una gorrita de lana de color rosa, todavía podía verse el adorno sobre su cabello, a veces le parecía inverosímil lo mucho que ella le gustaba, incluso llegaba a sentir que no podía conformarse con sólo besos y abrazos, cuando estaba a solas con Matsuri, quería mucho más de ella, pero siempre se contenía para no incomodarla. Sacudió su cabeza para tratar de alejar esos pensamientos por ahora y los dos fueron al piso subterráneo, había dos subniveles, el primero era el de la pista de hielo y el segundo era estacionamiento, ellos fueron hasta la pista, pagaron su entrada y cada uno se cambió sus zapatos por los patines afilados.
—Ay, tal vez no fue buena idea —se dijo Matsuri, ya que luego de haberse puesto aquellos patines, no conseguía pararse de la banquita en donde se había sentado, aquella zona era sólo suelo normal, de cemento, no era liso, sino un poco rugoso para que la gente no se fuera a deslizar y caer.
—¿Tienes problemas? —escuchó a Gaara, quien se paró frente a ella, lo vio cuando alzó la mirada y se sonrojó, no lo había detallado hasta ese momento, pero su novio ese día lucía demasiado apuesto, incluso había algunas chicas que lo estaban mirando y murmuraban sobre lo guapo que era.
La castaña río con vergüenza.
—No puedo ponerme de pie, supongo que no nací para esto —respondió, entonces Gaara le tomó ambas manos, el a pudo notar que se había quitado los guantes, seguro que para calzarse los patines.
—Descuida, para eso estoy yo —dijo el pelirrojo, jalándola sólo un poco para ayudarla a mantener el equilibrio y poder estar de pie, claro que las piernas le temblaron a Matsuri, pero consiguió su objetivo—. Vamos —Gaara sonrió suavemente y sin soltar a su chica, caminó junto a ella hasta la pista. Él se adentró primero, pero Matsuri se quedó justo en la zona donde el hielo comenzaba—. No te asustes, yo no te soltaré —aseguró él.
Matsuri asintió con la cabeza y con cuidado empezó a dar pasitos, hasta que estaba de pie sobre el hielo. Miró a su alrededor y las demás personas estaban disfrutando, había muchas parejas, más de las que esperó, pero también algunas familias con niños y una que otra personita que tampoco se atrevía a andar con confianza.
—Siento que voy a caerme —dijo Matsuri, dando otro paso corto.
—Bueno, es normal que sea difícil, pero cuando menos te des cuenta, vas a estar recorriendo toda la pista como si nada —aseguró el pelirrojo, que cada vez iba un poco más adentro y guiaba a Matsuri con él, aunque él caminaba de espaldas hacia el centro de la pista.
—Gaara-kun, ¿ya habías venido muchas veces? —le preguntó la chica, en lo que él empezaba a moverse un poco más rápido para ayudarla a empezar a deslizar los patines sobre el frío y duro suelo de hielo.
—No estoy seguro —fue la respuesta de él, su expresión era confusa—. Había patinado antes, sí, pero según mis padres, aprendí desde pequeño —explicó, frunciendo un poco el ceño—. Claro, yo no me acuerdo.
—Oh, ya veo… —Matsuri bajó la mirada, era mejor cambiar de tema, sabía que eso era incómodo para Gaara—. Esto es divertido, pero creo que si me sueltas me voy a caer.
—¿Quieres probar? —Gaara la miró intensamente, dio dos pasos hacia atrás y soltó las manos de Matsuri, la vio con expresión alarmada, pero él permaneció tranquilo—. Intenta venir hacia mí.
La castaña hizo un pequeño berrinche, era como una niña cuando ponía esa cara.
—¡Gaara-kun, me voy a caer! —exclamó.
—Todavía no lo intentas, no seas infantil —dijo Gaara, cruzándose de brazos—. Venga, si me alcanzas te daré una recompensa.
—Uhm… —Matsuri frunció sus labios, tratando de avanzar muy lentamente hacia su novio—. ¿Qué me vas a dar? ¿Una figura de anime de la tienda de arriba? —sus ojos de iluminaron al pensar en ello, pero Gaara suspiró.
—¿Eso es una recompensa para ti? —cuestionó, negando con la cabeza—. Eso no, otra cosa —dijo, viéndola caminar hacia él, apenas daba pasitos y no se atrevía a deslizarse, a ese ritmo iba a tardar una eternidad, pero Gaara no se movió hasta que ella por fin se acercó lo suficiente, estaba por felicitarla por su esfuerzo, pero de pronto Matsuri perdió el equilibrio y él se apresuró para atraparla, los dos cayeron al suelo, Gaara usó su cuerpo para impedir que Matsuri se golpeara contra el hielo y la espalda de él topó contra la dura y fría pista, mientras que la chica quedó encima de él.
Al darse cuenta de la posición, Matsuri se sonrojó como un tomate, pero trató de obviar su vergüenza para comprobar que su novio no se hubiese hecho daño.
—¿Estás bien, Gaara-kun? ¿Te lastimaste? —preguntó, arrodillándose a un lado de él. Gaara se sentó y le acarició la mejilla, provocando que la chica se pusiera todavía más roja—. ¿Q-qué haces?
—Estoy bien —respondió Gaara, mirándola a los ojos—. Llegaste a mí, así que mereces una recompensa —añadió, desapareciendo la distancia entre sus rostros para besarla, tomándola por sorpresa, ya que estaban en un lugar público, Matsuri no pensaba que Gaara fuese tan osado como para hacer eso, pero precisamente era por ese tipo de cosas que ella estaba enamorada de ese chico tan perdidamente.
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Hinata se encontraba encerrada en su habitación, estaba llorando, ya que se sentía muy triste al saber que no podía ver a Naruto en un día tan importante. Le molestaba ser tan sensible y débil, pero no podía evitarlo, realmente deseaba estar al lado de él y se le rompía el corazón al imaginarlo solo.
—Hinata, dice mi tío que bajes a comer —escuchó la voz de su primo, seguido de un par de golpes a su puerta, luego la misma se abrió. Ella rápidamente se secó las lágrimas, pero Neji alcanzó a verla, así que frunció el ceño—. ¿Pasa algo? —preguntó, estaba preocupado por ella, así que cerró la puerta para que nadie interrumpiera y se acercó hasta los pies de la cama de su prima, sentándose—. Hinata, ¿por qué lloras?
—N-no es nada, Neji nii-san —mintió la ojiperla, aunque era demasiado mala para ello.
Su primo, que no podía creer una mentira tan mala, dibujó una pequeña sonrisa que pudiera reconfortar a Hinata, acercando su mano al rostro de ella para secarle las lágrimas. A diferencia de lo que muchos pensaban de Neji, él no era un ser totalmente indolente, se preocupaba por las personas que quería, sólo que no sabía bien cómo demostrar su afecto, lo que le había pasado con Tenten.
—Nadie llora por nada —dijo el castaño—. ¿Estás así por Naruto?
Sin decir nada, Hinata solamente bajó la mirada y asintió con la cabeza —Me da mucha tristeza dejarlo solo, mi padre debió decirme antes de esta cena o… o no debería decidir por mí, pero…
Neji suspiró.
—No te atreves a decírselo, lo sé —habló antes de que ella lo hiciera—. Mi tío es muy autoritario y piensa que todo el mundo debe regirse a su ritmo y estilo.
—Un poco como tú, nii-san —comentó la menor, soltando una pequeña risita, mientras su primo sólo la miraba con mala cara, aunque sabía que ella tenía razón—. Neji nii-san, ¿tú estás bien? Ya sabes, por lo de Tenten-san.
Neji se sorprendió un poco por la pregunta, no esperaba que Hinata le fuera a interrogar sobre ese tema o que siquiera fuese a tocarlo, ¿tal vez se le notaba el malestar? No lo creía así, siempre había pensado que era bueno para ocultar sus sentimientos, pero quizá no lo era tanto.
—No puedo mentirte, no es que esté muy feliz —contestó, llevando sus ojos hacia la ventana de la habitación de su prima—. Pero supongo que es bueno que ella esté a gusto ahora.
Hinata tomó la mano de Neji que estaba sobre el colchón de la cama y la apretó un poco, antes él la había consolado, pensaba que ahora era su turno.
—¿Por qué no intentaste decirle la verdad? —cuestionó ella, hace un tiempo, Neji le había confesado todo lo sucedido y sobre su pequeña y estúpida apuesta con Lee, realmente creyó que aun habría una oportunidad para esos dos, pero viendo cómo iban las cosas, parecía que no existía ya.
—No habría tenido sentido —explicó él, dejando salir un corto suspiro—. Aunque le explicara eso, no justifica lo idiota que fui con ella, Tenten podría haberme perdonado, pero ya perdió la confianza en mí y es claro que sus sentimientos cambiaron, ahora sólo le deseo lo mejor.
La chica asintió con la cabeza, era claro que su primo estaba sufriendo, pero él era fuerte y seguramente superaría las cosas pronto, a diferencia de ella, que sentía que se iba a morir por no ver a Naruto un par de días, todo lo que deseaba ahora era que llegara su cumpleaños para poder estar con él, sabía que sus amigas le estaban organizando algo en casa de nada más y nada menos que Ino, que se ofreció a ser su anfitriona; daba las gracias de que su papá al menos le hubiera dado permiso y no la molestaría ese día con pasar tiempo con Toneri.
—Bueno… —Hinata esbozó una suave sonrisa—. Es mejor que bajemos a comer, antes de que papá venga él mismo a buscarme.
—Sí —Neji asintió, poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta.
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Para evitar que sus padres anduvieran de fisgones, Shikamaru llevó a Temari al pequeño parque estaba a la vuelta de la cuadra, hacía bastante frío por la nieve, pero ella venía muy abrigada, a diferencia de él. Los dos estaban sobre una banca, sus alientos eran visibles debido a la baja temperatura cada vez que hablaban o respiraban.
—¿Y qué me trajiste? —preguntó el Nara, mirando de reojo la bolsa que ella sostenía entre sus manos.
Temari rio.
—Veo que eres realmente interesado —bromeó la chica, extendiéndole su regalo—. Ten, no es mucho, pero creí que te serviría, siempre andas muy desabrigado, niño.
Shikamaru no entendió a qué se refería hasta que abrió la bolsita y encontró dentro una hermosa bufanda de color verde oscuro, era sumamente suave y parecía muy cálida. Era cierto que no usaba mucha ropa de invierno, por eso solía resfriarse seguido cuando el clima descendía, es que no le gustaban mucho esas prendas, pero dado que se trataba de un regalo de ella, no dudó en ponérsela alrededor del cuello.
—Gracias —dijo él, dibujando una pequeña sonrisa en sus labios, la bufanda realmente era cálida, hasta parecía un poco tonto lo que estaba pensando, pero creía que se debía a que su corazón se sentía temperado por el gesto de Temari hacia él—. Lo siento, yo no tengo nada para ti, no creí que vendrías especialmente a darme algo.
Ella negó con la cabeza, sonriendo, no parecía molesta ni nada por el estilo, al contrario.
—Lo sé, ¿crees que no te conozco? Es muy problemático para ti pensar en darle algo a quien sea —él iba a refutar sus palabras, pero se quedó callado cuando sintió que Temari le tomaba la mano—. Está bien, no tienes que darme nada, además, este regalo sólo fue una excusa para venir a verte —confesó, sonrojándose un poco, aunque no fue la única, pues Shikamaru también lo hizo.
—Ah… —murmuró él, llevándose la mano libre a la nuca—. Tsk, realmente no soy bueno en estas cosas, no es justo que vengas y me tomes por sorpresa.
—Si quieres me voy —dijo Temari, frunciendo el ceño, pero cuando estaba por pararse, Shikamaru agarró más fuerte su mano.
—No, no, no te atrevas —habló el pelinegro, jalándola un poco hacia él, lo que causó un sonrojo más evidente en la rubia, ya que sus rostros estaban ahora muy cerca—. Dime una cosa, Temari… —Shikamaru la miró fijamente, sus ojos oscuros se clavaron en los verdes de la joven, cuyo corazón estaba latiendo demasiado rápido, nunca pensó que le pasaría algo así con ese chico al que solía detestar en un inicio, pero que poco a poco se volvió alguien demasiado importante para ella.
—¿Qué cosa?
Hubo un corto silencio entre ambos, el cual pareció muy largo, sobre todo para ella, que estaba expectante de saber lo que el Nara le diría.
—¿Ya no te gusta el profesor?
Cuando él le hizo esa pregunta, Temari se sintió enojada, así que se alejó de él y se cruzó de brazos, mirando a otro lado. Pensó que le diría algo más importante, como, por ejemplo, cuál era la relación que había entre ambos, que todavía no estaba clara, ¿por qué tenía que hablarle sobre su ex? Realmente era tonto.
—¿Es necesario tocar el tema de él? —cuestionó la rubia, molesta—. Eres muy insensible, Shikamaru.
Él la miró confundido, no sabía qué había hecho mal, ¿tal vez a ella le incomodaba porque seguía enamorada de ese hombre?
—¿Entonces sí te gusta? —insistió, poniéndose de pie y dándole la espalda a Temari, se sentía como un tonto, realmente estaba intentando que las cosas fluyeran entre ambos, pero si ella seguía pegada con su ex, eso sería imposible—. Oye, es mejor que me vaya a mi casa, deberías irte también, hasta luego —añadió, empezando a caminar, pero se detuvo cuando un poco de nieve le dio directo en la espalda—. ¿Qué? —se dio la media vuelta y vio a Temari con la mano extendida hacia él, mirándolo con rabia.
—Eres idiota —dijo ella, agarrando otro poco de nieve y lanzándoselo—. ¿En serio no sabes por qué vine aquí a verte? ¿Piensas que estaría contigo si me gustara todavía otra persona? —antes de que Shikamaru respondiera, agarró más nieve y la volvió a lanzar, dándole a él en el brazo al intentar protegerse—. ¿Así te dices llamar una persona lista? ¿No te das cuenta de que me gustas, tarado?
Cuando iba a volver a tirarle una bola de nieve, sintió que alguien le tomaba por las muñecas para detenerla, sus ojos se clavaron en el rostro de Shikamaru, que estaba rojo igual que ella, pero que no dejaba de verla con cierta emoción.
—¡Lo siento! —exclamó él, sin soltarla—. Sí soy idiota, ¿de acuerdo? Y me gustas mucho, no quiero que pienses en otro hombre, por eso pregunté algo estúpido, lo lamento.
Temari agitó sus manos y se soltó del agarre, luego procedió a abrazar a Shikamaru, escondiendo el rostro en su pecho, donde podía sentir la suavidad del regalo que ella le había dado, también sintió que las manos de él la rodeaban por la cintura y la atraían un poco más hacia su cuerpo, nunca se había sentido tan feliz como en ese momento, no podía creer que no se dio cuenta antes de que esa persona estaba ahí para ella y por ella.
—Tonto… —murmuró ella, haciéndolo reír un poco. Alzó la cabeza y simplemente lo besó, rozando sus labios de un modo dulce y lento, siendo correspondida cuando Shikamaru acarició su mejilla y profundizó el beso.
Justo cuando se separaron para tomar aire, él habló en un hilo de voz.
—Ya no quiero ser tu novio de mentira, Temari, quiero ser el real —susurró contra los labios de ella, quien asintió con la cabeza y lo volvió a besar, ni siquiera necesitaba responder en voz alta, porque dejaría que sus acciones hablaran por ella esta vez.
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Ino llegó corriendo al punto en donde había quedado de reunirse con Sai, el cual la estaba esperando mientras leía un libro con bastante atención. La chica descansó un momento, apoyando sus dos manos sobre las rodillas.
—Lamento la demora, no estoy acostumbrada al transporte público —explicó ella, respirando con cierta dificultad, odiaba llegar tarde a cualquier lugar y ahora mismo estaba ahí varios minutos después de la hora acordada.
Sai guardó su libro, la miró y le sonrió.
—No has tardado tanto, descuida —dijo él, poniéndose de pie y colocándose la mochila que traía consigo a la espalda—. Te dije que podías venir con tu chofer, no pasaba nada.
La chica alzó la mirada para verlo, haciendo una ligera mueca.
—Me habría sentido incómoda —respondió.
El pelinegro se le acercó un poco, sacudiendo algo de nieve que había sobre el abrigo largo y de color violeta que llevaba puesto Ino, realmente le gustaba ese color; ella, por supuesto, se sonrojó con el gesto.
—Entonces, ¿qué necesitas que te acompañe a comprar? —preguntó Sai, tomándole la mano delicadamente a Ino, quien no se resistió a ello, sino que apretó un poco más el agarre.
—Bueno, haremos la fiesta de cumpleaños de Hinata en mi casa, hay que conseguir todo lo necesario, será algo muy llamativo —contestó con emoción la rubia, agitando su mano libre y haciendo ademanes con ella, como si tocara algo muy grande.
—No soy muy bueno en este tipo de cosas, pero ayudaré en lo que pueda —dijo Sai, empezando a caminar junto con ella—. ¿Por qué decidiste poner tu casa, Ino-chan?
La Yamanaka se encogió de hombros.
—Me encantan las fiestas —dijo con naturalidad, en lo que se aferraba al brazo del mayor, de ese modo podía sentir la calidez de su cuerpo junto a ella al caminar.
—Ya veo —el chico sonrió ligeramente—. Mi novia es realmente extrovertida, ¿mh?
Desde que se habían besado en el hogar de niños, Sai le propuso a Ino ser pareja, pero, desde ese día hasta hoy, era la primera vez que él se refería a ella como su novia, así que no pudo evitar sentirse avergonzada y emocionada al mismo tiempo.
—T-tendrás que acostumbrarte, así soy —dijo Ino, caminando un poco más rápido y jalándolo consigo.
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Sakura estaba en su casa ese día, había tenido una cita con Sasuke y hace poco él la había traído de regreso. Sus padres ya no estaban molestos con el azabache, a pesar de que no olvidaban la vez que los atraparon in fraganti en la habitación de Sakura. Ahora que lo pensaba, debido a todo lo que había ocurrido en su relación después de eso, "eso" nunca se concretó entre ambos.
—Ay, ¿en qué estoy pensando? —murmuró la peli rosa, se había puesto roja de tan sólo imaginar que ella y Sasuke nuevamente terminaran en una situación parecida a la anterior.
Mientras su madre en la cocina estaba preparando la cena, su papá había salido a conseguir algunas cosas que faltaban, así que ella aprovechó de sentarse un momento, antes de ir a ayudar también, en eso, el sonido de un mensaje de la aplicación de chat le hizo mirar su teléfono, era de Sasuke, le decía que ya estaba en casa y que le aburría mucho no poder pasar la noche buena con ella.
—Sasuke-kun es tan lindo… —dijo con una sonrisa boba en el rostro, procediendo a contestarle con un emoji que lloraba y a complementar eso con un "yo también quisiera pasarlo contigo".
Ambos se quedaron un rato mensajeándose, ahora que estaban juntos nuevamente, no perdían ninguna oportunidad para interactuar lo más posible, Sakura había aprendido a ser más segura de sí misma y de su relación con Sasuke y él, por supuesto, a demostrarle más seguido sus sentimientos.
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Después de divertirse en la pista de patinaje en hielo, Gaara y Matsuri habían ido a comer algo a la zona de restaurantes del centro comercial, mientras charlaban y se reían de lo que habían hecho hasta ahora.
—Deja de burlarte, Gaara-kun, sé que fue mi idea, pero soy muy mala en el patinaje —se quejó la chica, inflando sus mofletes de forma graciosa—. Aunque tú eres sorprendentemente bueno.
El chico se encogió de hombros.
—Supongo que soy dotado para cualquier deporte.
Al escucharlo decir eso, Matsuri se empezó a reír, tenía tiempo que Gaara no decía algo tan arrogante, a decir verdad, era muy gracioso cuando hacía eso.
—Qué engreído —dijo Matsuri, llevándose una papa frita a la boca, habían pedido comida rápida, porque tenían que volver pronto a casa, para la comida que habían organizado sus familias por la noche.
Él no le respondió, solamente bebió un poco de refresco, sin dejar de mirarla. Le encantaba pasar tiempo con ella, aunque sólo charlaran de tonterías o incluso si sólo estuvieran en completo silencio. Cuando terminaron de comer, decidieron pasar por algunas de las tiendas para mirar un poco, compraron una que otra cosa y pasadas las cinco de la tarde, abordaron el tren de regreso a casa.
—Hoy lo pasé genial —dijo ella, justo cuando llegaron frente a sus casas, estaba sosteniendo la mano de su novio, quien le acarició la mejilla y le robó un beso corto de los labios.
—Yo también, fue muy divertido —respondió Gaara, acomodando un poco la gorra de Matsuri, ya que aún hacía mucho frío y se le estaba cayendo—. Será mejor que entres, nos veremos de nuevo más tarde.
—Está bien —ella le dedicó una dulce sonrisa, antes de soltar su mano y entrar a su casa, Gaara estaba por hacer lo mismo, pero el sonido de su teléfono lo interrumpió.
Sacó su celular de su bolsillo y se sorprendió un poco de ver en la pantalla el nombre de Sari, como tenía días de no saber nada de ella, no dudó en responderle.
—Hola, Gaara, gracias por contestar —escuchó la voz de la chica del otro lado, parecía realmente triste y desanimada, Gaara no sabía muy bien como sentirse al respecto, no le gustaba que su amiga se sintiera mal, pero tampoco creía poder reconfortarla.
—Sari —saludó, abriendo la reja de su casa para entrar—. ¿Cómo estás? Es bueno que llamaras, hace días no sé de ti, pensé que estabas molesta conmigo.
—No, claro que no —se apresuró en contestar la chica, un poco exaltada—. Tú deberías estar molesto conmigo, fui muy grosera y lo lamento, en fin, sólo quería desearte feliz navidad, es todo.
Al escucharla, Gaara se sintió un poco más aliviado, se quedó apoyado contra la pared de concreto que separaba el terreno de su casa del resto de la calle y miró hacia el cielo, estaba empezando a nevar nuevamente.
—No estoy molesto contigo, también te deseo feliz navidad.
—¿Puedes decirle algo a Matsuri? Dile que lo lamento.
Esta vez, él frunció el ceño, era cierto, ellas dos no se estaban llevando bien, se suponía que eran amigas y a él no le gustaba estar en medio.
—¿Por qué no se lo dices tú? Creo que sería bueno que las dos hablen —dijo Gaara, entonces escuchó un sonido extraño, como algo que se caía, seguido de un grito que parecía venir de lejos—. ¿Está todo bien? —interrogó, preocupado, seguido de eso escuchó una puerta cerrarse fuertemente—. ¿Sari?
—Sí, todo bien —respondió ella, un poco agitada—. Era la televisión de abajo, no hagas caso —explicó, soltando un suspiro—. Y sobre lo de Matsuri… supongo que tienes razón, como sea, uhm… ¿tu hermano…? —Sari se cortó a media frase—. No, no es nada, olvídalo.
—¿Qué pasa con Kankuro?
—¡Nada! —exclamó la chica del otro lado—. Debo irme, supongo que nos veremos en el viaje, hasta luego, Gaara.
—Uhm, hasta luego —dijo Gaara, mirando extrañado la pantalla de su teléfono en cuanto ella le colgó, ¿por qué habría mencionado a su hermano? ¿Qué había pasado ahora entre esos dos para que ella no quisiera terminar la pregunta? ¿Acaso habían vuelto a discutir?
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En casa de Izumi, las cosas se veían bastante animadas, mientras la música sonaba desde la sala, ella e Itachi estaban juntos en la cocina, preparando algo delicioso para la cena, porque sí, él había ido a pasarla con ella, explicándole a su familia que tenía otra persona a quien deseaba ver esa noche. Por supuesto, las burlas de su madre y de Sasuke no faltaron, pero a él no le importó.
—¿Cuánto crees que deba estar el pavo en el horno? —preguntó la chica, mirando como lentamente se iba cocinando la carne que había metido dentro del horno de la cocina, no era muy dada a preparar ese tipo de platillos y no estaba segura de su lo había puesto con el tiempo o la potencia suficientes.
El Uchiha, mirando su teléfono, le respondió —Dice que unas cuatro horas si tiene relleno, ya lleva ahí tres, así que tranquila todavía falta.
Izumi se irguió y frunció los labios, haciendo un gracioso puchero como rabieta,
—Ya me estoy muriendo de hambre —se quejó, haciendo reír al azabache, que encontraba que ella se comportaba como una niña.
—¿Entonces por qué no te decidiste por algo más simple?
—¡Claro que no! —exclamó la castaña, casi asustándolo con su –repentinamente– entusiasta respuesta—. No podía hacer cualquier cosa, ya que decidiste venir a pasarla conmigo, tenía que ofrecerte una cena decente, Itachi —explicó, sus ojos brillaban de la pura efusividad que en ese momento le recorría las venas.
Con tal explicación, Itachi no pudo hacer más que sentirse halagado, cuando Izumi lo invitó a venir a su casa en noche buena y él aceptó, no pensó que fuese algo tan importante para ella, siempre había sido una noche más para él, aunque en su casa acostumbraban a cenar y darse regalos, no era algo que le importara mucho.
—Es dulce de tu parte, en serio —dijo él, dando dos pasos hacia ella, hasta pararse justo enfrente—. Aunque no necesitas esforzarte tanto por mí, además, no eres buena con el pavo —rio ligeramente, avergonzándola, porque era cierto, él había tenido que ayudarla, antes de que lo arruinara.
—Cállate, tonto —Izumi le dio un pequeño golpecito sobre el pecho, mirándolo a los ojos—. Ah, Itachi… —suspiró, como si se sintiera resignada—. Explícame, ¿por qué me gustas tanto? —preguntó sin sentir pena alguna, sin rodeos y dejando a Itachi helado por un momento, estaba seguro de que nadie había sido tan directo con él antes, nunca nadie lo dejaba sin palabras.
—Uhm, no sé —contestó, mirando hacia un costado—. Yo podría preguntarte lo mismo, Izumi.
Ella parpadeó, sus latidos se dispararon y todo lo que pudo hacer fue abrazar a Itachi, quien la recibió con los brazos abiertos, besándola sin perder el tiempo. Al inicio fue un toque dulce y simple, pero rápidamente éste fue tomando intensidad, las manos de él se deslizaron sobre la espalda de la chica y la atrajo más hacia su cuerpo, mientras las respiraciones de ambos empezaban a agitarse.
Cuando Izumi se dio cuenta, Itachi la cogió por los muslos y la sentó encima de la mesa de la cocina, besándola con cada vez mayor intensidad, la cual ella no dudaba en responderle del mismo modo, hasta que sintió que una de las manos de él se deslizaba por debajo de su remera, acariciándole la cintura.
—I-Itachi… —lo nombró entre besos, casi sentía que no podía respirar—. El pavo…
El azabache rio, levantándole la remera hasta quitársela por arriba de los brazos, para luego volver a besarla —Todavía le falta una hora —dijo contra los labios de ella, e Izumi no volvió a acordarse de la cena, al menos, por un rato.
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La cena de noche buena había sido en casa de Gaara, las dos familias lo pasaron muy bien, comiendo, charlando y abriendo los regalos que estaban junto al árbol de navidad, cuando dieron las doce, cada uno de ellos recibió algo, estaba siendo un momento familiar muy divertido para todos, incluso Tenten estaba ahí, ya que sus padres no se encontraban en la ciudad para celebrar con ella, Kankuro decidió invitarla a pasar la noche buena con ellos.
—¿Te gustó la cena? —preguntó el castaño, que estaba sentado en el patio de su casa, junto a su novia, ambos estaban mirando el cielo ya despejado, se veían varias estrellas en el mismo.
—Sí, estuvo todo delicioso, gracias por invitarme —respondió ella, acercando su mano a la de Kankuro para sostenerla.
Desde que habían empezado a salir, ambos eran algo tímidos y cautelosos al respecto, Tenten sentía que Kankuro le gustaba, pero aun así su corazón continuaba perteneciendo a cierto chico engreído y arrogante y ella estaba segura de que Kankuro también lo sabía.
—No podía dejar que pasaras noche buena encerrada en casa —comentó Kankuro, mirando a su novia con una enorme sonrisa en los labios. De reojo se fijó en que ella traía puesto –como siempre– el brazalete que le regaló, le hacía muy feliz saber que ella apreciaba su obsequio.
Tenten apoyó su cabeza contra el hombro del chico, cerrando los ojos.
—Estemos un momento así —susurró, también sonriendo, aunque su mente no dejaba de recordarle cierto nombre—. Me pregunto… ¿cómo lo estará pasando Neji…?
Kankuro se quedó quieto, sus ojos volvieron a ver hacia las estrellas y en ese momento se acordó de esa molesta chica, Sari, ¿estaría bien en estos momentos?
—¿Qué pasa conmigo? Estoy aquí con Tenten, no debería recordar a esa mocosa ahora —se regañó mentalmente.
Dentro de la casa, Gaara encendió la luz de su habitación, en lo que los adultos se distraían hablando entre ellos, él llevó a su novia por las escaleras y la ingresó a su cuarto, ya que quería darle su regalo de navidad, como pasaban de las doce de la noche, era oficialmente veinticinco de diciembre.
—Creo que es la primera vez que estoy aquí —dijo la chica, observando todo a su alrededor, el cuarto de Gaara era muy ordenado y sobrio, un poco diferente del suyo, ya que siempre tenía cosas tiradas—. Tu habitación es muy bonita, Gaara-kun.
Él se dirigió hasta la mesita de noche que estaba junto a su cama, abriendo el primer cajón —No siempre luce tan bien, mamá me obligó a limpiar —comentó, sin darle demasiada importancia al asunto. Después de que obtuvo el objeto que necesitaba, se fijó en que había cierta cosa dentro del cajón que lo avergonzó un poco, eran esos benditos condones que Kankuro le había dado una vez, no recordaba que estuvieran ahí.
—¿Qué buscas, Gaara-kun? —Matsuri se acercó para ver qué tanto hacía Gaara, pero éste al notar que ella vería lo que guardaba ahí, cerró como un rayo.
—¡Nada! —exclamó el pelirrojo—. Ya lo encontré, era esto —explicó, enseñándole a Matsuri una pequeña cajita que estaba envuelta en papel de regalo—. Tu regalo de navidad.
—Oh —Matsuri cogió la cajita, quitó con cuidado el envoltorio, no le gustaba romperlos, entonces abrió la caja y descubrió dentro una pequeña cadena con un colgante en forma de media luna—. ¡Qué bonito! —exclamó, estaba emocionada, a pesar de que no le importaban los regalos, de hecho, estaba muy contenta por recibir un presente tan lindo de manos de Gaara.
Gaara se sintió satisfecho al oírla, realmente estaba preocupado por si su gusto no era el mismo de Matsuri, ella le dijo que con un adorno bonito estaría bien, pero eso era un poco ambiguo y no sabía si le iba a atinar, aunque parecía que sí.
—¿Quieres que te ayude a ponértelo? —le preguntó, viéndola asentir.
Él mismo sacó la cadena de la caja, era de plata, había costado un poco cara, pero eso ella no tenía por qué saberlo. Se paró detrás de ella y con cuidado le apartó el cabello hacia un costado, colocando la delicada joya alrededor del cuello de su novia. Mientras él cerraba el broche, Matsuri tomó entre sus dedos la media luna, tenía incrustada una pequeña piedra de color rojo, como el cabello de su chico, realmente le gustaba mucho.
—Está precioso, Gaara-kun, gracias —dijo Matsuri, sonrojándose cuando sintió que Gaara la abrazaba por la espalda y anudaba sus manos cerca del vientre de ella, dándole un pequeño beso sobre el hombro, sobre su piel desnuda, pues ahora que estaban dentro de la casa, ya no usaban ropa cálida y el sweater que ella traía puesto dejaba al descubierto sus hombros y cuello—. G-Gaara-kun…
—Perdona, no pretendía incomodarte —susurró Gaara, apoyando su cabeza contra el hombro de su novia—. Sólo no pude resistirme.
Ella acarició las manos de él y cerró sus ojos, estaba sonrojada, pero le gustaba estar así con él, su aliento cálido sobre la piel la hacía temblar, tal como esa noche donde él se coló en su habitación.
—Matsuri, feliz navidad —dijo Gaara, volviendo a susurrar de ese modo que a ella le ponía la piel de gallina, estaba segura de que si seguía así, se le iba a olvidar que abajo estaban los padres de ambos y también los hermanos de él.
—Feliz navidad, Gaara-kun, te daré tu regalo cuando llegue el día —contestó Matsuri, dándose una vueltecita sobre sus talones para poder abrazar a Gaara de frente, gesto que él correspondió.
—Espero que sea algo bonito —bromeó el pelirrojo, pero antes de que ella protestara, la calló con un beso, tenía que aprovechar de hacer suyos esos labios antes de que tuvieran que volver abajo, con el resto de la familia.
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Eran aproximadamente la una de la tarde del día veinticinco de diciembre, plena navidad. Naruto estaba caminando por la zona comercial de la ciudad, llevaba un par de bolsas en las manos, estaban repletas de ramen, pero también tenia otra cosa, era un regalo para su novia Hinata. Todavía estaba un poco triste por el hecho de no haber podido concretar su cita con ella, pero no importaba, ya que en tres días sería su cumpleaños y podría verla todo lo que quisiera.
—Muero de hambre, tardé mucho con el regalo de Hinata —se decía, apresurando un poco el paso.
Cuando llegó al cruce de peatones, miró hacia el frente para esperar a que el semáforo cambiara de color, pero sus ojos se abrieron con sorpresa cuando la imagen de Hinata apareció delante de ellos. Se suponía que ella estaría en casa, en un almuerzo con un socio de su padre, pero entonces ¿qué estaba haciendo en medio de la calle y acompañada por el mismo chico de la otra vez? Aquel albino de ojos claros, él y Hinata estaban charlando animados, tanto así, que ella ni siquiera lo vio.
—Hinata… —murmuró, apretando los puños que sostenían las bolsas.
Cuando el semáforo cambió, las personas empezaron a cruzar, ella y su amigo se acercaron desde el frente hacia donde él estaba. Naruto rápidamente se ocultó detrás de un montón de personas y Hinata lo pasó de largo. Él sólo se quedó viendo su espalda, preguntándose por qué Hinata le mintió, si realmente iba a salir con otra persona.
¿Qué estaba pasando realmente con ella? No lo sabía, sólo sabía que le dolía horriblemente el corazón.
Continuará…
