Capítulo 34: Tu recuerdo

—¿Qué estás haciendo, Gaara-kun? —le preguntó su pequeña amiga, ladeando un poco su cabeza para ver mejor la actividad que él estaba realizando.

Gaara se encontraba sentado en medio del arenero del parque, edificando un bonito castillo de arena, a decir verdad, era realmente talentoso, los ojos de la dulce Matsuri se iluminaron con sólo verlo.

—Estaba aburrido, así que me puse a construir —contestó el pelirrojo, sin desviar la mirada de su obra de arte.

La niña se sentó frente a él, sonriendo ampliamente.

—Ya veo, yo no sé construir nada, eres realmente bueno en esto —aseguró, conteniendo las ganas de tocar el castillo y llegar a romperlo, no quería arruinar el esfuerzo de su amigo.

Después de terminar, Gaara se cruzó de brazos y miró el resultado de su construcción, pero había algo que no le convencía del todo, por más que lo observaba, no sabía qué era, así que sólo se llevó una mano a la barbilla y frunció el ceño.

—No estoy seguro de qué le falta.

—¡Ya sé! —exclamó Matsuri, que se puso a rebuscar algo dentro del pequeño bolsito de color rosa que siempre llevaba colgado al hombro, sacó una banderita de Japón que venía en unas papas fritas que antes había comido y la colocó con cuidado en la punta de la torre más alta.

Eso pareció ser lo que Gaara estaba buscando, porque sonrió satisfecho.

—Ahora me gusta —aseguró, asintiendo varias veces con la cabeza—. Eres muy lista, Matsuri-chan.

La castaña sonrió dulcemente.

—Gracias, Gaara-kun, pero tú lo eres más.

Cuando el niño la miró, no pudo evitar sonrojarse un poco, el modo en que ella sonreía siempre lo ponía nervioso, era tan alegre y le parecía demasiado bonita, aunque no era tan llamativa para el resto de los niños que conocía, a él le resultaba preciosa, porque era la persona que siempre estaba ahí para él.

—Oye, Matsuri-chan —la llamó, poniéndose serio—. Cuando seamos grandes, ¿vas a ser mi novia?

—¿Eh? —la pequeña se sonrojó completamente como un tomate ante la pregunta—. ¿N-novia? —cuestionó, no estaba segura si él sabía lo que eso significaba, pero por el modo en que la miraba, parecía que sí.

Gaara asintió.

—Sí, ya que me gusta mucho estar contigo, he pensado que deberíamos estar siempre juntos.

Ella bajó la mirada y asintió tímidamente con la cabeza, volviendo a sonreír de ese modo que a él tanto le gustaba.

—Está bien, Gaara-kun, cuando seamos grandes voy a ser tu novia —aseguró, dejándolo satisfecho con aquella respuesta.

Lentamente abrió sus ojos y miró a su alrededor, las paredes blancas de la sala de hospital le dijeron que se había quedado dormido en la habitación, mientras cuidaba de Matsuri, que se encontraba postrada en aquella cama junto a él. Había pasado poco más de una semana desde el accidente, Matsuri sufrió varias lesiones graves, había recibido una cirugía de emergencia para reparar algunas de sus fracturas, pero incluso luego de estar fuera de peligro, ella no había vuelto a abrir sus ojos. Gaara se turnaba con los padres de ella para cuidarla y que siempre alguien estuviera a su lado, algunas veces también venían Ino y las demás chicas, pero cuando Gaara estaba lejos de ella, no lograba sentirse tranquilo.

Miró la hora en el reloj de pared que estaba sobre la puerta de la habitación, eran apenas las siete de la mañana, se sentía agotado porque se había quedado dormido en la silla, así que le dolía un poco el cuerpo.

—Buenos días, princesa —susurró, sabía que Matsuri no podía oírlo, pero quería creer que sí.

Uno de los pulmones de Matsuri se había visto comprometido con la caída, por lo que mientras se recuperaba, le habían puesto respiración artificial, asimismo, también estaba conectada a una manguera que le proporcionaba suero para alimentarla mientras permanecía inconsciente.

Gaara se acercó a la frente de Matsuri y suavemente depositó un beso sobre ésta, para luego volver a sentarse. Ni siquiera quería recordar todo lo que pasó el día del accidente, se sentía realmente decepcionado de ella luego de saber la verdad, tanto, que incluso llegó a decirle cosas horribles y se atrevió a romper su relación, pero cuando la vio ahí, al fondo de ese acantilado, sintió que se le salía el alma del cuerpo, al pensar en que Matsuri podía morir, se dio cuenta de que no le importaba si ella le había mentido, la amaba más de lo que pensó y no podía concebir la idea de no tenerla en su vida.

Más tarde, sus hermanos le explicaron que ella siempre quiso decirle todo, pero que fueron ellos quienes le pidieron que tuviera paciencia, Matsuri sí pretendía decirle la verdad, ella quiso ser sincera y él no fue capaz de escucharla, así que ahora se sentía muy culpable por todo eso, sólo quería verla abrir sus ojos para pedirle perdón.

—Oye, ¿cuándo vas a despertar? —le dijo, acariciándole la mejilla—. Estoy esperándote para que hablemos, para que sepas que sólo quiero estar a tu lado —añadió, cerrando sus ojos.

Su celular empezó a sonar, lo había recuperado después de dejarlo olvidado cuando supo del accidente de Matsuri. Al contestar, se dio cuenta de que se trataba de la madre de la castaña, que le avisaba que ya estaban saliendo hacia el hospital para ir a cuidar de ella, que él podría regresar a casa para descansar un poco, así que luego de terminar la charla, volvió a mirar a la chica.

—Creo que tendré que irme un rato, pero no te preocupes, volveré pronto —murmuraba, tomando la mano de ella que no estaba clavada con la aguja de la manguera de suero—. Te amo, Matsuri, así que, por favor, vuelve pronto —dijo con tristeza—. Necesito que me perdones.

Los padres de Matsuri llegaron al hospital un poco más tarde, le agradecieron por cuidarla y él se dirigió a casa, tomando un autobús. Las clases estaban próximas a volver, sería el último semestre antes de salir a vacaciones de verano, los de tercer año estarían muy ocupados con los exámenes finales, así que apostaba a que sus hermanos se volverían locos en breve. Cuando se sentó junto a la ventana, recordó las veces en que él y Matsuri iban juntos a la escuela, mientras él sostenía su mano, extrañaba demasiado que la chica entrelazara sus dedos y le sonriera inocentemente.

No podía borrar de su mente el recuerdo de la suave piel de Matsuri aquella noche, antes de su cumpleaños, cuando se entregó a él, cuando fue completamente suya, no podía imaginar qué habría sido de él si la luz de su adorada chica realmente se hubiera apagado la mañana siguiente, no lo soportaría.

Matsuri… —pensó con nostalgia, cerrando los ojos.

Últimamente estaba recordando muchas cosas sobre su infancia con ella, incluso recordaba cuando se habían conocido, todavía no recuperaba todas sus memorias, pero cada vez las piezas se iban colocando en su lugar, como un rompecabezas que poco a poco estaba siendo armado.

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A pesar de lo terrible y culpable que Sari se sentía por lo sucedido con Matsuri, no había sido capaz de ir a visitarla ni una sola vez al hospital, le daba miedo y vergüenza encontrarse con Gaara y con las chicas, incluso con los padres de Matsuri. Estaba segura de que todo el mundo la odiaba, incluso si no sabían que el accidente había sido por su causa, por lo que ella provocó.

Lo peor de todo fue que, aunque le hizo un daño terrible a Matsuri al tratar de meterse en su relación, ella no dudó ni un segundo en salvarle la vida, de no ser por Matsuri, ahora sería Sari quien estaría en aquella cama, por eso rogaba todos los días para que ella despertara y le pudiera pedir disculpas.

Era pasado el mediodía cuando por fin se decidió a entrar al hospital, sabía que era bastante probable que quienes estuvieran cuidando de Matsuri, no le dejaran verla, pero de todos modos quiso hacer el intento. Cuando llegó a la recepción, preguntó por el número de cuarto y comprobó que justamente en ese momento sólo estaban dos amigas con ella, puesto que sus padres ya se habían marchado para descansar un poco. Sari se dirigió al cuarto y tocó la puerta, le habían dicho que sólo podía hacer una visita corta, porque no podía haber tantas personas en la habitación, así que sólo planeaba verla y marcharse, pero cuando le abrieron, se dio cuenta de que Sakura estaba ahí y la miró como si la fuese a liquidar.

—¿Qué demonios haces tú aquí?

Sari se sintió intimidada, era obvio que las chicas la iban a despreciar, después de escucharla despotricar contra Matsuri aquel día y luego de que contara cómo ella se había accidentado, era apenas normal.

—Venía a ver a Matsuri, ¿aún no reacciona? —contestó, tratando de mirar hacia el interior del cuarto, vio a Matsuri en la cama, recostada y también vio a Hinata al lado de ella, también viéndola con enfado, cosa que no era nada normal en ella.

—¿Acaso eso te importa? —cuestionó Sakura, cerrando la puerta y quedándose afuera con Sari—. Realmente eres una hipócrita, después de todo lo que le hiciste, ahora vienes como si nada, si Matsuri está así ahora es por tu culpa.

Aunque hubiera querido defenderse, Sari sabía bien que no podía negar nada de lo que acababa de decir la Haruno, así que bajó la mirada.

—Eso ya lo sé… —susurró, avergonzada.

En realidad, tal y como le dijo la misma Matsuri el día del accidente, ella no era la culpable de su sufrimiento, así que nunca tuvo sentido que le tuviera tanta envidia y resentimiento, pero simplemente Sari no había podido evitarlo, fue su única forma de escapar un poco de la realidad, echándole la culpa a otros por sus desgracias, envidiando lo bueno que tenían otras personas.

—Si lo sabes entonces lárgate.

La castaña cerró sus ojos y asintió con la cabeza, marchándose, o eso le hizo creer a Sakura, no pensaba irse hasta no ver a Matsuri, así que decidió esperar a que esas dos se fueran y así poder escabullirse con mayor facilidad, no podían estar ahí todo el día, ¿o sí?

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Gaara terminó de darse una ducha rápida y salió del baño secándose el cabello con una toalla pequeña, llevando puesta una más grande atada a la cadera. Había comido hace un rato y ahora se estaba alistando para volver a irse al hospital, no podía esperar para volver a estar al lado de Matsuri, pasaba el mayor tiempo posible junto a ella, esperando ser él quien la viera despertar. Se vistió con ropa cómoda y tomó sus llaves de la casa y su teléfono para partir.

—Me voy al hospital, mamá —avisó antes de salir, sin esperar una respuesta.

Karura sólo lo vio cerrar detrás de su espalda y soltó un suspiro, Gaara casi no pasaba tiempo en la casa, sólo dormía un poco, comía, se duchaba y volvía al hospital, debía estarlo pasando terrible desde que Matsuri estaba internada, tenía que ser algo muy desesperante, además, estaba muy enojado con toda su familia por haberle ocultado la verdad, incluso con sus padres, que después de saberlo todo, sólo se volvieron cómplices y no intentaron decirle algo.

—Mi pobre Gaara… —murmuró la mujer—. Espero que Matsuri-chan mejore pronto, ya no quiero verlo así —dicho esto, decidió regresar a sus quehaceres.

Al salir de casa, Gaara se topó con la madre de Matsuri, que justamente iba saliendo también, seguro que también iba a cuidar de ella, porque solamente había regresado a casa para comer algo y reponerse.

—Oh, Gaara-kun, justamente estaba por ir a buscarte.

El pelirrojo se sorprendió un poco —¿A mí? —preguntó, apuntándose con su dedo índice—. Dígame, ¿qué necesita?

La mujer castaña le extendió una pequeña libreta, era como una agenda, sumamente infantil y algo vieja, seguro que era de hace un par de años.

—Es de mi pequeña Matsuri —dijo Ayako, mostrando una pequeña sonrisa, aunque se notaba en su mirada que estaba realmente preocupada por su hija—. Es de cuando eran amigos, ella escribió muchas cosas sobre ti, quizá te sirva de algo.

Gaara se sorprendió por el repentino obsequio y no tardó en recibirlo, ya para nadie era un secreto lo que había sucedido entre ellos antes del accidente, él mismo se había encargado de contárselo a los padres de Matsuri, debido a lo culpable e impotente que se sentía. Pensó que lo odiarían, sobre todo el padre de ella, pero ambos lo entendieron y le dieron su apoyo, no lo culpaban porque sabían lo mucho que quería a Matsuri y en ese momento todos estaban sufriendo.

—Gracias… —murmuró, observando la agenda, cuando lo abrió, se dio cuenta de que era un diario de vida en realidad, tenía dibujos infantiles y muchas cosas escritas—. Yo… lo leeré e iré al hospital más tarde.

—Está bien, querido —respondió Ayako—. Léelo con calma, y muchas gracias por cuidar siempre de mi hija.

Aquellas palabras no lo hicieron sentir nada bien, si realmente hubiera cuidado bien de Matsuri, ella no estaría inconsciente ahora mismo, estaría junto a su familia y amigos.

—La veré luego —dijo Gaara, alejándose hacia un sitio donde pudiera leer en paz, estaba seguro de que podría aprender muchas cosas sobre su antigua amistad con Matsuri, todas las cosas que poco a poco estaba empezando a recordar.

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Kankuro y Tenten estaban juntos paseando por la ciudad, estaban comprando algunos materiales que iban a necesitar para el regreso a clases, ya que sería su último semestre y el más pesado de todos.

—¿No estás nada asustada? —preguntó el castaño, mientras miraba la vitrina de una tienda de artículos de estudio.

Su novia rio ligeramente, negando con la cabeza.

—Claro que no, soy una estudiante aplicada —contestó, encogiéndose de hombros—. Lo único que me preocupa es el ingreso a la universidad, todavía no he decidido a cuál quiero ir.

Kankuro se llevó una mano al mentón, en pose pensativa.

—Yo ya tengo decidida una, sólo espero que me acepten, es un poco exigente.

Tenten rio, entrelazando su mano con la de él y ladeando un poco su rostro.

—Seguro que te aceptarán, si necesitas ayuda estaré ahí —dijo de forma amable, el modo en que le hablaba siempre hacía que Kankuro se sintiera afortunado, Tenten era el tipo de persona que sabía que estaría apoyándolo en cada paso que diera.

—Claro —contestó el chico, sonriendo.

Después de charlar y comprar todo lo que necesitaban, Kankuro fue a llevar a Tenten a su casa, como todavía era bastante temprano, decidió pasar al hospital, era muy probable que Gaara estuviera ahí y quería hablar un poco con su hermano, ya que no pasaba tiempo en casa. Sabía que Gaara estaba muy enfadado con él, pero tenían muchas cosas que aclarar.

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Desde el instante en que aquellos párrafos comenzaron a entrar en su mente, a medida que iba leyéndolos, las imágenes comenzaron a hacerse presentes dentro de la cabeza de Gaara, quien se encontraba ahora mismo sentado en un parque, muy cerca del hospital en donde se encontraba internada Matsuri.

Cada una de esas líneas dejaba al descubierto la verdadera esencia de esa chica, su amabilidad, su personalidad burbujeante, cada una de las razones por las cuáles él se había enamorado de ella, pero también le dolía, era horrible saber lo estúpido que había sido con ella al no quererla escuchar, al dejarla ahí sin pensar en que algo malo pudiera suceder, odiaba la idea de que quizá ahora las cosas serían diferentes, que Matsuri estaría a su lado y todo sería felicidad para ambos.

—Matsuri… —murmuró, dando vuelta a la página, allí, Matsuri relataba que había conocido a un niño muy dulce en el parque donde siempre jugaba, que éste estaba llorando porque se le había perdido su mascota y lo mucho que ella anhelaba ser su amiga.

Páginas más adelante, contaba lo mucho que buscó a aquel perrito, hasta que lo logró encontrar y se lo regresó a Gaara-kun, quien estaba realmente agradecido con ella.

—Shukaku… ahora me acuerdo de él —dijo en voz baja, dejando escapar una pequeña carcajada, tenía algunas fotografías con ese perrito en los álbumes familiares, pero, como era de esperarse, no lo recordaba, aunque su madre siempre decía que él amaba a ese perro, que más tenía pinta de mapache debido a los patrones de su pelaje.

Al seguir leyendo más y más, algo muy extraño sucedió, mientras Matsuri lo mencionaba entre sus líneas, las cosas que había vivido junto a ella iban acomodándose, como si volvieran a guardar un montón de archivos dentro de una estantería muy grande.

"Hoy Gaara-kun me preguntó si puedo ser su novia cuando seamos grandes. No sabía qué decir, estaba muy nerviosa, pero realmente me gustaría serlo, lo quiero mucho y quiero estar siempre con él, no puedo esperar a crecer, jeje."

—No puedo creer que hice eso, qué vergüenza —se dijo Gaara, riendo una vez más; ahora se acordaba con claridad de ese momento, recordaba cada instante, todas sus tardes de juegos, era tanta información, que por un momento se sintió mareado y le llegó a doler la cabeza, hasta dejó caer el diario sobre la arena bajo sus pies, pero cuando la molestia se desvaneció, se dio cuenta de que todo estaba nuevamente en su lugar.

No sólo el recuerdo de Matsuri, sino todo lo demás, por fin se acordaba de todo.

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Cuando Kankuro llegó al piso y pabellón en donde tenían internada a Matsuri, se dio cuenta de que Sari estaba ahí, apoyada contra la pared, justo en la vuelta antes de llegar al pasillo donde se encontraba la habitación de la menor. Él frunció el ceño al darse cuenta del vacío en los ojos de Sari, era típico en ella, pero hoy parecía ser más grande que de costumbre. Sin hacer demasiado ruido, se acercó a ella y decidió darle un pequeño susto.

—¿Qué haces aquí? —le susurró al oído, provocando que Sari pegara un salto acompañado de un grito de muerte, estaba alarmada hasta que se volteó y se lo encontró riéndose de su reacción.

—¡Estúpido! —exclamó la chica, que enseguida se recompuso, dándose cuenta de que estaban en un hospital cuando todo el mundo volteó a verla con el ceño fruncido.

—Perdón, no pude evitarlo —se excusó Kankuro, quien trataba de controlar su risa—. Pero en serio, ¿por qué estás aquí arrumbada? ¿No vas a ir a ver a Matsuri?

Al escuchar la pregunta, Sari bajó la mirada y negó con la cabeza.

—Quería verla, pero me da miedo… —explicó—. Hace rato Sakura y Hinata me echaron de la habitación, no me imagino lo que harán sus padres si me ven, Matsuri está así por mi culpa…

El mayor frunció levemente el ceño, llevándose una mano a la nuca.

—No sé muy bien lo que pasó porque no estuve ahí, pero según dijiste tú misma, fue un accidente, ¿no? ¿O es que acaso tú la empujaste para que digas que es tu culpa?

—¡Por supuesto que no! —gritó la chica, a lo que nuevamente todos la miraron de forma hostil, queriendo que se callara, así que bajó la voz una vez más—. Claro que no, no la empujé, sí estaba cegada de ira contra ella, pero no soy una asesina.

—Eso ya lo sé, sólo era un decir —explicó Kankuro, rodando los ojos—. La cosa es que todo esto no es culpa de nadie, Gaara también piensa que es su culpa y no es así, él ni siquiera estaba presente.

—Gaara no te contó lo que en realidad pasó, ¿no es verdad?

Después de que Kankuro negó con la cabeza, Sari apoyó su espalda contra la pared y lentamente fue resbalando, hasta quedar sentada sobre el piso, abrazándose las rodillas.

—Le conté todo a Gaara, lo hice porque quería verlos pelear y discutir, porque me enfermaba lo enamorados que estaban —contó, ahora mismo sentía que todo aquello no había sido nada más que algo estúpido y sin sentido, porque todo lo que quería conseguir no lo logró.

—Ah, te refieres a eso —Kankuro se sentó al lado de ella—. Sí, Gaara no nos puede ni ver a mí y a Temari, piensa que le ocultamos todo porque fuimos egoístas, pero quizá tiene razón… —cerró sus ojos y suspiró hondamente—. Teníamos miedo de que todo fuera para peor, Gaara es nuestro hermanito, ¿sabes? Lo vimos nacer y crecer a nuestro lado, y sufrir cuando tuvimos ese accidente y él fue el único afectado, no sé cómo sea para otros hermanos, pero tanto a mí como a Temari nos importa y nos preocupa.

La menor asintió con la cabeza, ahora mismo se sentía aún peor, era la persona más egoísta que conocía, quizá ella no provocó el accidente de Matsuri, pero sí lo hizo su ambición, era por eso que se sentía culpable.

—Le dije cosas horribles a Matsuri, sin embargo, a ella no le importó salir herida para salvarme cuando vio que el suelo se caía bajo mis pies…

Esa era la parte que ni siquiera Gaara sabía, la que Sari no le había contado a nadie aún, hasta este momento, Kankuro era el primero en escucharlo, así que miró a la muchacha, cuyos ojos se encontraban aguados.

—Eso demuestra que ella es tu verdadera amiga, ¿no lo crees?

La angustia se apoderó de Sari y más lágrimas salieron de sus ojos, pues sabía que Kankuro tenía razón, ella siempre tuvo a su lado a Matsuri y no supo valorar su amistad, siguió pensando que estaba sola, cuando en realidad no era así.

—Lo sé… —murmuró, escondiendo su rostro contra sus rodillas.

—Matsuri seguramente te perdonará, ella es así después de todo —ambos escucharon una voz masculina conocida, así que voltearon a un costado, encontrándose con Gaara. Kankuro se puso rápidamente de pie y fue a abrir la boca para decir algo, pero su hermano menor le interrumpió—. Escuché lo que dijiste… sólo hablemos después, ¿quieres?

—Claro… —asintió con la cabeza el castaño, haciendo una ligera mueca de disgusto, más que nada, porque se sentía avergonzado de que Gaara haya oído todas sus cursilerías de hermanos.

Los tres se quedaron en silencio durante un par de segundos, hasta que la calma se vio repentinamente interrumpida cuando unas enfermeras y un doctor pasaron corriendo a su lado, de pronto el pasillo pareció llenarse de agitación y se dieron cuenta de que la conmoción venía desde la habitación de Matsuri, desde donde los padres de ella se abrazaban, su madre lloraba y su padre intentaba consolarla.

—¿Qué pasa? —Gaara no tardó en correr hacia ellos, siguiéndolo los otros dos—. ¿Qué sucede? —insistió—. ¿Qué le pasa a Matsuri?

—De pronto se puso mal, el monitor empezó a sonar, no sabemos qué sucede —explicó Ayako, que apenas podía hilar las palabras entre sus sollozos.

Gaara quiso entrar, pero una enfermera le impedía el paso, se sentía completamente desesperado, no sabía qué estaba pasando, no tenía idea de qué hacer o cómo reaccionar, sólo podía escuchar que desde dentro alguien daba órdenes de "inyecte esto, haga esto, revise aquí", pero él no entendía nada.

—¡Apresúrese, enfermera, o la perderemos! —se escuchó al doctor, sus palabras hicieron entrar a todos en pánico, sobre todo a Sari, que se cubrió la boca con ambas manos y se fue corriendo de ahí como una bala.

Al verla, Kankuro fue detrás de ella, no sabía qué iba a hacer o a dónde iría, pero tuvo el presentimiento de que no debía dejarla ir sola.

Por su parte, Gaara estaba totalmente paralizado, frío, como si fuera un monumento y no una persona, como si se le hubiera salido el alma del cuerpo, sólo podía mirar hacia la nada, hasta que escuchó que el monitor que pitaba de forma descontrolada, de pronto regresó a la normalidad.

—Está estable, doctor —oyeron la voz de una enfermera, sólo en ese momento él volvió a respirar, al igual que los padres de la chica, que habían pensado por un segundo que no verían despertar jamás a su hija.

El doctor salió al pasillo después de un par de segundos, parecía también muy pálido y no era para menos, su paciente estuvo a punto de no seguir en este mundo.

—¿Qué pasó? ¿Cómo está nuestra hija? —preguntó el padre de Matsuri, al mismo tiempo que Gaara apoyaba una de sus manos contra la pared, porque literalmente casi perdía el equilibrio.

—Creemos que su hija desarrolló un hematoma en su cabeza a raíz del fuerte golpe, no lo habíamos detectado porque fue algo lento en aparecer, eso estaba haciendo presión y por esa razón sufrió este ataque —explicó el hombre.

—¿Ella va a estar bien? —cuestionó ahora su madre, sin dejar de abrazarse de su esposo.

El doctor bajó la cabeza.

—No lo sé… —contestó con la mayor sinceridad—. Ahora mismo está fuera de peligro, pero vamos a tener que someterla a una tomografía y posiblemente a cirugía de emergencia para reparar sus vasos sanguíneos o es posible que sufra un derrame cerebral, necesito que firmen unos cuántos papeles para proceder.

—Claro, doctor —dijo Ryu, aunque estaba igual de asustado que su esposa, él sabía que tenía que ser fuerte para apoyar a su hija—. Usted dígame qué hay que hacer y opérela de inmediato, salve a mi hija, por favor.

—Llamaré al mejor especialista, no se preocupen, no la dejaremos ir —aseguró el hombre.

Desde su pequeño rincón junto a la pared, Gaara simplemente permaneció con sus ojos cerrados, rogándole a cualquier deidad suprema que existiera que por favor le permitiera volver a ver a su amada Matsuri con vida y bien.

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Kankuro siguió a Sari hasta la azotea del hospital, tenía que admitirlo, la chica corría con gran velocidad, hasta le sorprendió, por eso, cuando terminó de subir el último peldaño, se paró un momento para descansar y recuperar el aire.

—¿Acaso tiene súper velocidad? —se preguntó el frustrado castaño. Miró hacia el frente y notó que la puerta de metal estaba abierta, así que hizo el esfuerzo de dar unos cuántos pasos más para ingresar, fue ahí que la vio, Sari estaba parada justo arriba de la barra de protección, parecía que tenía toda la intención de saltar, así que Kankuro se aterró—. ¡Oye, espera un segundo! —exclamó.

La chica volteó su rostro y lo vio, estaba llorando y parecía que temblaba.

—Lárgate —respondió, su voz apenas era distinguible entre el llanto—. Déjame sola…

—No, no —dijo el chico, dando pasos muy lentos hacia ella—. No te voy a dejar sola, no hagas una locura y escúchame, ¿quieres? Baja de ahí.

Sari permanecía dándole la espalda, no dejaba de llorar y de ver hacia abajo, había varios pisos hasta el suelo, si llegara a caer, no sería capaz de contar la "anécdota".

—Todo es mi culpa… si Matsuri se muere por mi culpa, yo… —hipó y su discurso se interrumpió—. Y-yo no sé… no quiero que se muera…

Kankuro se acercó un par de pasos más, siempre le había parecido que esa chica era insoportable, grosera y engreída, pero ahora mismo sólo podía ver a alguien muy asustada y arrepentida.

—Eso no va a pasar, ella estará bien, así que hazme caso… —insistió—. ¿No crees que ella querrá verte cuando despierte?

Ella negó con la cabeza.

—No lo creo, soy la peor amiga del mundo y no tengo a nadie a quien le importe, ni a mi madre le importo, prefiere seguir viviendo con ese maldito borracho que protegernos a ambas —mientras soltaba cada palabra, se acercó un poquito más hacia la orilla del edificio—. Sin Matsuri, ya no quedará nadie en el mundo a quien le interese mi existencia.

—Eso no es cierto… —respondió Kankuro, no sabía por qué, pero en estos momentos sólo sentía deseos de llorar con ella, parecía que por fin entendía su forma de ser, sólo era una niña que había sufrido muchísimo en casa, que pensaba que no tenía a nadie en quién apoyarse y que no sabía cómo demostrar ni conseguir verdadero cariño—. No creo que no haya nadie a quien le importes, a Matsuri le importas, ella te salvó, ¿lo recuerdas?

La menor solamente se quedó callada, mirando hacia el vacío.

—Y yo estoy aquí tratando como un imbécil que vengas aquí a mi lado —añadió él, extendiendo su mano hacia la chica—. A mí también le importas, así que eso hace dos personas en el mundo a quienes no les gustaría verte lastimada.

Al escucharlo, Sari se dio la media vuelta y lo miró, las lágrimas todavía corrían por su rostro, pero decidió tomar la mano de Kankuro y éste al instante la jaló hacia su cuerpo, abrazándola con fuerza, mientras la chica solamente lloraba desconsoladamente.

—Tranquila, no llores —él suspiró aliviado, acariciándole el cabello—. Todo estará bien, Matsuri va a estar bien.

Sari asintió con la cabeza, de verdad quería creerle, todo lo que deseaba en el mundo es que las palabras de Kankuro fuesen verdad.

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Los días parecían volverse eternos para Gaara, desde aquella crisis que sufrió Matsuri y a raíz de la misma, habían tenido que hacerle una cirugía, él y todos estaban consternados, porque no sabían si acaso ella despertaría siendo normal, o si sufriría alguna consecuencia, aunque rogaban para que eso no fuera así.

Apenas faltaban unos días para el inicio del nuevo semestre y esa mañana Gaara se levantó algo tarde, pues había estado toda la noche anterior preparando sus cosas, ya que nunca tenía tiempo por pasárselo en el hospital, así que al salir de casa, se topó con quien menos quería ver en estos momentos.

—¿Qué se supone que haces aquí? —preguntó de mala gana.

La chica bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior.

—Perdón por venir sin avisar, le pregunté a tu hermano si estabas, necesitaba hablar contigo.

Gaara maldijo mentalmente a Kankuro, por algún motivo, ahora esos dos se llevaban muy bien, él no entendía por qué y tampoco le interesaba averiguarlo.

—No quiero ser grosero, pero dudo que haya algo que tú y yo tengamos que tratar, ya sabes imaginarte por qué —soltó con cierta cizaña; era evidente que no tendría a Sari en muy alta estima, después de todo lo que había pasado, del modo en que ella le mintió y de la forma en que ésta despotricó contra Matsuri y lo puso en su contra, Gaara ya no quería volver a saber de esa chica.

—Ya sé que estás molesto conmigo y lo entiendo… —comenzó a decir Sari, ignorando completamente el hecho de que Gaara intentaba pasarla de largo—. Pero de todos modos quería venir a pedirte disculpas por todo lo que hice, no sólo te mentí e intenté meterme en tu relación con Matsuri, incluso llegué a acosarte, realmente lo lamento…

A estas alturas, Gaara ya estaba dándole la espalda, pero se detuvo cuando escuchó todo lo que dijo, dejando de avanzar para alejarse de ella.

—Agradezco que vinieras a decir eso, aunque dudo que yo pueda perdonarte —contestó, sin siquiera voltear a verla—. No por lo que hiciste conmigo, sino por Matsuri, fuiste una horrible persona cuando ella sólo se preocupó por ti.

—Eso lo sé y no sabes lo mal que me siento, soy de lo peor y no merezco que ni tú ni ella me disculpen, pero no quería quedarme callada —dijo la castaña, intentando contener las lágrimas, mientras buscaba algo en su bolso—. Ten —añadió al sacarlo y extender su mano hacia Gaara—. La rescaté después de que se llevaron a Matsuri, está algo arruinada, pero todavía es clara —explicó.

Gaara se dio la vuelta y se dio cuenta de que ella se refería a la fotografía de él y Matsuri, de cuando eran pequeños. La tomó con cuidado entre sus dedos, en ella ambos sonreían, ella se veía tan linda, tan risueña, era la Matsuri de la cual siempre estuvo enamorado y a quien ahora recordaba totalmente, la persona más especial que alguna vez había conocido.

—Gracias —fue todo lo que dijo, nuevamente, no miró a Sari, no estaba preparado para entregarle su perdón a esa chica, así que sólo se fue, llevándose la fotografía con él.

Una vez que Gaara se marchó, Sari solamente soltó un suspiro.

—Gaara está sentido, pero ya verás que tarde o temprano te disculpará.

Al escuchar aquella voz, la chica se asustó un poco, dándose la vuelta hacia la ´puerta de la casa de los Sabaku No —No deberías aparecer de la nada, casi me matas —se quejó, frunciendo el ceño, pero él solamente sonrió.

—Qué llorona.

Una venia se marcó en la frente de Sari, estaba a punto de decir algo, pero el mayor se le adelantó.

—En fin, deberíamos irnos.

—¿Irnos? —cuestionó la chica, arqueando una ceja—. ¿A dónde?

Una vez más, Kankuro simplemente sonrió, se suponía que él le había pedido a Sari que viniera, según él, harían algo muy importante. Habían estado manteniendo contacto desde lo sucedido en el hospital y, aunque su trato todavía era algo hostil hacia él, Sari estaba muy agradecida por su apoyo ese día y el que le había estado mostrando posteriormente, ahora se sentía mucho menos angustiada que antes, menos sola, pero ahora mismo no tenía un muy buen presentimiento.

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—No era necesario que me acompañes, Sai —dijo Ino, la cual caminaba por el pasillo del hospital, esa mañana había ido a visitar a Matsuri, la cuidaría un rato mientras sus tíos se ocupaban de otros asuntos, al menos hasta que llegara Gaara, quien era el que más tiempo pasaba con ella.

El pelinegro, que estaba sosteniéndole la mano, la miró con aquella apacible sonrisa que solía mostrar en momentos de tensión.

—Bueno, también estoy preocupado por Matsuri, ha pasado bastante tiempo así… —comentó, haciendo una leve mueca de desagrado—. Es mi amiga, lo sabes.

La chica asintió con la cabeza, algo desanimada.

—Lo sé, es sólo que pensé que estaba interrumpiendo tu concentración para los estudios.

Sai negó con la cabeza, mientras daban la vuelta hacia el pasillo correspondiente.

—No te preocupes por eso, Ino-chan.

Ino simplemente asintió y no dijo nada más. Los dos llegaron a la habitación y se encontraron con la madre de Matsuri, quien los saludó y los dejó a cargo de su hija antes de irse. Tras pasar un rato en la habitación, la puerta se volvió a abrir, era Gaara, que acababa de llegar.

—Ino, Sai, no pensé encontrarlos aquí —dijo el chico, que avanzó hacia Matsuri directamente y se sentó a su lado como siempre hacía, dejando la fotografía que había estado trayendo consigo desde que Sari se la dio.

—Hola, quisimos venir a cuidar un rato de ella —explicó Sai, cuyos ojos se dirigieron hacia la fotografía, la cual levantó con cuidado—. ¿Son ustedes dos?

El pelirrojo asintió con la cabeza.

—Aún no puedo creer que lo recuerdo todo y no puedo decírselo —contestó, tomando suavemente la mano de la chica, su piel era pálida y también lucía más delgada, muestra de que su cuerpo no estaba recibiendo los nutrientes adecuados, aún cuando estaba conectada al suero—. Realmente quisiera que abriera sus ojos en este momento y poder decirle todo lo que siento.

—No pierdas la esperanza, los doctores dijeron que despertaría tarde o temprano —intentó animarle Ino, mirando a Sai en busca de que éste dijera algo, aunque sabía que no era bueno en ese tipo de cosas.

—Es verdad, la cirugía salió bien, así que ella debería recuperarse, no hay que ser pesimistas —dijo el mayor, dejando la fotografía nuevamente en su lugar.

Gaara solamente asintió con la cabeza, quería creer en todo lo que ellos decían, pero sus expectativas empezaban a mermar con cada día que pasaba.

¿Es que acaso no volvería a ver a Matsuri despierta?

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—No voy a entrar ahí —dijo Sari, intentando devolverse sobre sus pasos, pero Kankuro se paró delante de ella y la agarró del brazo, a lo que la chica se quejó de dolor.

—Vas a entrar, vamos a hacerlo —aseguró él, subiéndole la manga de la blusa a la menor, para descubrir que, así como él había pensado, había una nueva marca de golpe sobre su piel—. Esto va a ser lo último que te haga ese tipo, tienes que enfrentar de una vez la situación y denunciarlo, o jamás vas a librarte de él.

Aunque ella intentaba soltarse y correr, sabía que no iba a poder, odiaba ser tan débil, aunque sabía que Kankuro tenía razón. El golpe se lo habían dado ayer, pensó que Kankuro no lo había notado cuando le pidió reunirse, pero parecía que él ya no era fácil de despistar, por eso la había traído frente a la comisaría, para que denunciara a su padrastro por abuso y maltrato.

—No puedo hacerlo… —murmuró la chica, bajando la mirada—. Tengo mucho miedo, además, mamá no me perdonaría…

Él suspiró, el agarre que mantenía sobre la muñeca de la joven lentamente se fue aflojando, pero en su lugar, le tomó la mano.

—Si no haces algo ahora, créeme que un día de estos ya no lo podrás contar, quizás tu madre no tiene las fuerzas para tomar esta decisión, pero tú puedes hacerlo, tienes que hacerlo, debes elegir estar bien, Sari —le dijo con seguridad, mirándola a los ojos. Ella estaba muy sorprendida por esas palabras, tanto así, que no podía apartar su vista de él, estaba segura de que nadie en la vida –excepto Matsuri– habría hecho algo así por ella.

—Tienes razón… —contestó al fin, arrugando el entrecejo—. Si mi madre no lo hace, tendré que hacerlo yo.

—Entonces no perdamos tiempo.

Con la decisión ya tomada y sus convicciones renovadas, Sari ingresó al recinto, acompañada de Kankuro, quien no la dejó sola en ningún momento y, además, le sirvió de testigo, enumerando las veces en que la vio golpeada y asustada. Una orden de arresto fue emitida contra el padrastro de Sari, aunque aquello sólo iba a ser el inicio, ella sabía que una batalla mucho más larga se le venía encima y para eso iba a necesitar que su mamá se pusiera de su lado, su madre, quien ahora mismo no podía moverse debido a la golpiza que había recibido la noche anterior, a quien verían los policías cuando fueran a detener a ese maldito.

—Espero que mi mamá esta vez entienda las cosas… —murmuró la chica, saliendo junto a Kankuro de aquel lugar. Los dos se pararon fuera, en donde ella se permitió respirar hondo—. Por el momento, él pasará unos días encerrado.

—No te preocupes, hablé con mi tío, él es abogado y atenderá tu caso para que puedas refundir a ese imbécil —aseguró Kankuro, que notó que había pequeñas lágrimas surcando las mejillas de la chica, así que usó sus dos manos para limpiarlas—. No llores, ya no vas a estar sola, lo prometo.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —le preguntó ella, conmovida—. He sido realmente desagradable, muchas cosas malas han pasado por mi culpa, así que no entiendo…

Kankuro se fijó por un segundo en el brillo tan dulce que apareció en esos ojos, siempre pensó que Sari era bonita, pero su forma de ser la opacaba, aunque ahora mismo entendía muy bien que ella sólo intentaba refugiarse tras esa personalidad hostil.

—Oye, todos merecemos una segunda oportunidad y sé que tú realmente no querías lastimar a nadie, es normal repartir odio cuando sólo eso has recibido, pero también es bueno intentar dejar todo eso atrás y continuar con tu vida —dijo tranquilamente, acomodando el cabello de la chica detrás de su oreja, de modo que su rostro se apreciara a la perfección—. Ya te lo dije, no importa qué pase, yo no te dejaré sola, así que puedes apoyarte en mí.

Sari asintió con la cabeza y sin pensarlo mucho, lo abrazó, escondiendo el rostro contra su pecho. Aquella acción, meramente inocente, hizo que ambos se sintieran levemente agitados, aunque ninguno de los dos lo quiso admitir en ese momento, menos cuando el celular de Kankuro sonó, con una llamada de su novia.

—Hola, Tenten —contestó el chico, esbozando inmediatamente una sonrisa de alegría, la cual se sintió amarga para Sari, que comenzaba a dejarse llevar por ese sentimiento de gratitud, que tal vez se estaba volviendo otra cosa, pero ella no quería dejarlo, porque sabía que nuevamente estaría cometiendo un error.

Déjalo, Sari, es mejor así, sólo amigos —pensó, escuchándolo charlar con la que era su novia.

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Hinata había quedado de verse por la tarde con Toneri, los dos habían ido al parque de diversiones, a pesar de que la chica no se lo estaba pasando de maravilla, pues no dejaba de pensar en el estado de una de sus mejores amigas y eso fue notado por el albino, que luego de que ambos terminaran de comer, decidió preguntarle.

—¿Está todo bien, Hinata-san? No pareces estarte divirtiendo —dijo con leve preocupación, a lo que ella simplemente bajó la cabeza, sus ojos se mostraban un poco opacos.

—No es que me aburra —explicó ella—. Es sólo que estoy preocupada y no consigo divertirme del todo.

Ambos charlaban mucho últimamente, solían reunirse para pasar el rato o a veces sólo hablaban por teléfono, así que Toneri estaba al tanto del accidente que había sufrido la amiga de Hinata, por lo que no dudó en acunar entre sus manos una de las manos de ella.

—Lo lamento mucho, pero no dudes que tu amiga saldrá de esta, me has contado que es una chica fuerte y con muchas ganas de vivir, por lo que no deseo que estés triste, intenta tener fe.

Hinata asintió con la cabeza, regalándole una pequeña sonrisa a su acompañante.

Desde el viaje escolar y el accidente de Matsuri, sólo había vuelto a ver a Naruto una vez, cuando ambos coincidieron en su visita al hospital, después de eso, supo que él venía en horarios diferentes, deliberadamente la estaba evitando, supuso que era porque no quería saber nada más de ella, ya que nunca la quiso realmente, fue por eso que decidió pasar más tiempo junto a Toneri, que había resultado ser un chico muy caballeroso y agradable, era mucho mejor de lo que creyó que sería alguien que su padre le había "escogido".

—Ya sé —habló el albino—. ¿Qué te parece si vamos a montar el carrusel? Seguro eso te subirá un poco el ánimo, escuché que uno de ellos es un unicornio de colores.

La ojiperla se sonrojó un poco al escucharlo, sin querer, hace unos días le había dicho que realmente le gustaban los unicornios y otros animales fantásticos, seguro que él pensaba que era demasiado infantil.

—N-no creo que sea necesario… —intentó negarse, mas él sólo se puso de pie y la jaló del brazo.

—¡Tonterías! —exclamó el mayor, sonriendo ampliamente—. Iremos, no pierdas tiempo, un paseo en carrusel es lo que necesitas.

—T-Toneri-san… —se quejaba la Hyûga, que fue igualmente arrastrada, sin poder protestar.

Aunque tuvo que admitir después que subirse a ese juego con Toneri había sido muy agradable, quizá ya no tenía a Naruto a su lado, pero no se iba a morir de amor por él, ¿no?

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En casa de Shikamaru, las cosas estaban un poco movidas, él estaba con su padre en el comedor, poniendo la mesa, mientras su madre y su novia terminaban de cocinar lo que ese día iban a comer. Jamás pensó que invitar a Temari a su casa implicaría que su madre desempolvara los álbumes de fotos familiares viejas y se las enseñaría a su novia, poniéndolo en vergüenza, por eso ahora mismo estaba de tan mal humor mientras colocaba los cubiertos, aunque la rubia allá en la cocina no paraba de reírse con las anécdotas que le relataba Yoshino.

—Tsk, mujeres… —murmuró el Nara con fastidio. Su padre alcanzó a oírlo y no pudo evitar reír por lo bajo, su pobre hijo debía estarla pasando mal en estos momentos.

—Tendrás que acostumbrarte, Shikamaru, en esta familia las mujeres son las que mandan —comentó el hombre, agitando su mano en son de la poca importancia que –según él– tenía el asunto—. Además, te aseguraste de buscar una chica parecida a tu madre, ni modo, hijo.

—No me digas —contestó el menor, frunciendo levemente el ceño.

—¡Está bromeando! —se escuchó decir a Temari, seguido de una sonora carcajada, Shikamaru estaba seguro de que su madre le había contado alguna de sus vergüenzas de niño, como la vez que se cayó a un canal lleno de barro y al salir parecía un monstruo del pantano.

—Qué problemático —suspiró el chico.

Después de que los cuatro comieron y de que Yoshino le contara otro par de historias de Shikamaru a Temari, contra la voluntad de su hijo, los dos decidieron salir a dar una vuelta por el barrio. Iban tomados de la mano y la chica parecía muy alegre preguntándole cosas.

—Ya, deja eso, es vergonzoso y mi madre parece no tomar en cuenta lo que pienso al respecto —se quejó él, cubriéndose el rostro con una de sus manos—. En fin, ¿no irás hoy al hospital?

La sonrisa de Temari se suavizó un poco, asintiendo con la cabeza.

—Más tarde, sí —respondió, ligeramente menos animada—. Aunque mi hermanito sigue molesto conmigo, no tanto como antes, pero ya sabes cómo es Gaara.

Ahora que Shikamaru conocía toda la situación al derecho y al revés, podía entender mucho mejor la preocupación de Temari por su hermano menor, nunca imaginó que algo tan grave estuviera sucediendo, todavía recordaba cuando ella se lo contó todo, después de que regresaron del viaje, luego del accidente de Matsuri.

—Es normal que esté enojado, si yo estuviera en su situación me sentiría igual, que tu propia familia y amigos te oculten cosas de tu vida no debe ser nada lindo.

Temari bajó la mirada, por supuesto que lo sabía, pero no había hecho nada con mala intención, sino todo lo contrario, por eso las palabras de Shikamaru le dolían un poco; afortunadamente, él se dio cuenta rápidamente de que estaba siendo algo insensible.

—No estoy culpándote de nada, entiendo que hiciste todo eso para protegerlo, lamento si soné mal —intentó disculparse, pero ella negó con la cabeza y le sonrió.

—Está bien, lo que dices es cierto, Gaara tiene todo el derecho de estar enojado, ahora sólo espero que Matsuri se recupere pronto, la pobre no tenía que haber sufrido todo eso —dijo la chica, suspirando—. Realmente me siento mal por ella, Gaara se enojó con Matsuri por culpa mía y de Kankuro.

—Y de Sari, no lo olvides —puntualizó Shikamaru—. Esa chica de verdad se pasó.

—Ni siquiera me la menciones que si la veo la mato —dijo Temari, empuñando su mano libre—. Ah, pero allí anda el idiota de Kankuro ahora, muy amiguito de ella, maldita mocosa.

—Ya, ya —Shikamaru se paró frente a ella y le acarició la mejilla con una de sus manos—. De nada te sirve enojarte así, sólo te hará sentir peor, mejor volvamos a mi casa y le pedimos prestado el auto a mi padre para ir al hospital, ¿te parece?

Temari se sorprendió un poco del modo en que Shikamaru había sido capaz de calmar su temperamento explosivo, el modo en que la acariciaba y la miraba le hacía sentirse tranquila y segura, en momentos como ese, sabía que no se había equivocado con él, era exactamente la persona que necesitaba en su vida.

—Sí, está bien —asintió con la cabeza, esbozando una leve sonrisa.

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Un par de días antes de que el nuevo semestre diera inicio, Gaara estaba en el hospital nuevamente, ya casi parecía que vivía ahí, que hasta las enfermeras lo saludaban al llegar, Matsuri estaba por cumplir un mes internada y entre el personal solían comentar lo dulce que era ese chico, que siempre estaba ahí por su novia. Esa tarde él estaba a su lado, como siempre, leyéndole uno de los libros favoritos de ella, acostumbraba a leerle, contarle cómo iba su día o ponerle música para estimular su actividad cerebral, o al menos pensar que ella podía escucharlo.

—… entonces, la chica corrió hacia su amado príncipe, sólo para descubrir que él no sabía quién era ella, pues la miró como si fuera una total desconocida, lo cual le rompió el corazón —él frunció el ceño tras aquella línea, no le había gustado del todo, así que miró a la chica que seguía dormida, tomándole la mano y cerrando el libro—. ¿Eso sentiste cuando no te reconocí? —le preguntó, un ligero nudo de angustia se apoderó de su pecho—. Debió ser horrible, lo lamento…

Cerró sus ojos y suspiró, había veces en las cuales sentía que hablaba solo, pero otras veces también era como si ella lo escuchara, tenía la esperanza de que sus palabras llegaran a ella, que pudiera entenderlo.

—Siento haberme comportado como un estúpido cuando supe la verdad, pero ahora que recuerdo todo lo que viví a tu lado, todo lo que quiero es decírtelo —comentó, apretando un poco más su mano—. Y quiero que sepas que te amo, nunca pensé que me iba a enamorar así, te juro que me siento como un tonto —rio ligeramente, algo avergonzado de sus propias palabras.

Se quedó en silencio durante un momento, hasta que sintió de pronto que Matsuri apretaba su mano, cosa que lo agarró totalmente desprevenido, así que buscó su rostro casi con desesperación, viéndola abrir lentamente los ojos.

—G-Gaara-kun… —murmuró la chica, su voz apenas era audible, era obvio que estaba muy débil, pero con sólo la mención de su nombre, Gaara sintió que el mundo volvía a girar.

—Estás… estás despierta… —balbuceó, quedándose paralizado por un instante, pero rápidamente reaccionó y fue corriendo a llamar al doctor.

Finalmente, su amada estaba de regreso.

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Los padres de Matsuri estaba preparándose para ir a pasar el resto de la tarde y la noche junto a su hija en el hospital, todavía ninguno de los dos se acostumbraba a no tenerla en casa, extrañaban su sonrisa y su alegría, pero sabían que tenían que ser fuertes y esperarla con muchas ansias.

—Ya estoy lista, cariño —dijo Ayako, que bajaba las escaleras con su bolso en mano.

Su esposo estaba en la sala, sosteniendo las llaves del auto, su expresión no era especialmente alentadora, no sólo estaba preocupado por su hija, sino también por otro tema que había llegado a perturbarlo en el peor de los momentos.

—Rechazaré la oferta —dijo de pronto él, soltando un suspiro—. Es imposible que pueda aceptar el trabajo en Osaka teniendo a nuestra hija en ese estado —agregó, cerrando sus ojos—. Lo más importante en estos momentos es Matsuri.

—Entiendo —su esposa asintió con la cabeza—. Realmente es una buena oferta, pero no podemos movernos de aquí —su voz se quebró un poco—. Extraño a nuestra pequeña…

—También yo —dijo Ryu, que se acercó a ella y la abrazó.

Cuando ambos se habían casado, tuvieron muchos problemas para poder concebir un hijo, antes de Matsuri perdieron dos embarazos, los dos eran varones, pero su tercer bebé llegó a nacer, un poco baja de peso y siendo un embarazo de alto riesgo, Matsuri logró sobrevivir en este mundo, por eso siempre la protegían como si fuera su mayor tesoro, porque lo era.

—Bueno, deberíamos irnos —dijo la mujer, cuyo teléfono comenzó a sonar de pronto, así que lo sacó de su bolso y se dio cuenta de que se trataba de Gaara, así que pensó que podía ser alguna noticia sobre su hija y se apresuró en responder—. ¿Gaara-kun? —habló, abriendo sus ojos con sorpresa y lágrimas a la vez—. ¿Mi niña despertó?

Su marido la vio con asombro también, ansioso por saber lo que estaba diciendo el novio de su hija, sólo vio a su esposa asentir varias veces, hasta que colgó.

—Matsuri despertó, el doctor la está revisando —explicó ella, así que él la tomó de la mano y rápidamente los dos salieron de la casa, tenían que llegar cuanto antes a ver a su preciada hija.

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—Odio cuando se acaba todo mi ramen —se quejaba Naruto, mientras iba por la calle, sus raciones de su preciada comida se habían terminado y ahora mismo no tenía nada que comer, igualmente, tampoco tenía demasiado dinero, su monedero de sapo estaba casi vacío.

Como era un chico sin padres y no vivía en un orfanato, recibía una pensión mensual del gobierno, pues supuestamente estaba a cargo de su padrino, pero éste casi nunca estaba con él. Con ese dinero se mantenía mes con mes, ya que lo que Jiraiya le daba lo guardaba en caso de emergencias, hasta ahora no había tocado ese dinero, no le gustaba la idea de usar algo que no consideraba que fuera suyo.

Durante las vacaciones de verano solía conseguirse uno que otro trabajo de medio tiempo, ahora mismo iba con el uniforme de su empleo puesto, pues luego de terminar su turno, iba directamente al supermercado.

—Desearía que me pagaran más seguido —murmuró, abultando ligeramente sus mejillas.

Como estaba trabajando, últimamente no tenía tiempo para practicar baloncesto, esperaba que al volver a clases no estuviera fuera de ritmo, porque los últimos encuentros del torneo anual de prefecturas de Japón estaba por empezar y ellos estaban clasificados.

Después de salir del supermercado, llevando leche, algunos paquetes de ramen y una que otra cosa, se dirigió a la parada de autobús que lo dejaba más cerca de su casa. Se sentó en la solitaria banca y se puso a mirar la calle, hacía un poco de frío y no pudo evitar toser un poco, mientras se abrazaba a sí mismo.

En ese momento vio pasar frente a él un lujoso automóvil, fue sólo cuestión de mala suerte que justamente mirara a las personas que iban dentro; el piloto era ese chico albino de la otra vez, Toneri, y la acompañante era Hinata, quien sonreía dulcemente.

Los ojos de Naruto se llenaron de tristeza, ella ni siquiera lo vio, pero él sintió un vacío enorme en su pecho, aunque sabía que él mismo había sugerido a Hinata que se fuera con ese chico, verlo era horrible.

—Supongo que ahora está con quien debería… —murmuró, mordiéndose el labio inferior.

Al final, lo que debió hacer desde un principio era olvidarse de ella.

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—¿Cómo está nuestra hija? —preguntó Ayako al doctor, quien acababa de salir de la habitación de Matsuri, luego de revisarla exhaustivamente.

—Parece un poco confundida, al principio se sorprendió luego de saber que llevaba casi un mes internada, pero luce bien, sus funciones motoras responden correctamente y su memoria parece estar intacta —respondió el hombre, que lucía muy optimista en cuanto a la recuperación de su paciente, era un verdadero alivio que Matsuri no mostrara signos de alguna secuela debido a su accidente vascular.

—Qué bueno —dijo emocionada la madre de la joven, abrazando con fuerza a su esposo.

Gaara estaba de pie al lado de ellos, se sentía realmente feliz y lleno de deseos de poder verla al fin, aunque tuviera un poco de miedo de pensar en cómo iba a reaccionar ella, tomando en cuenta que antes del accidente no la trató del mejor modo.

—¿Podemos verla, doctor? —preguntó entonces, su corazón bombeaba con fuerza ante el asentimiento del profesional.

—Pueden pasar, pero recuerden ser cuidadosos con lo que dicen o hacen, todavía tenemos que hacerle algunos estudios para descartar alguna complicación.

Los tres asintieron con la cabeza y decidieron ingresar a la habitación, los padres de Matsuri pasaron primero y apenas ella los vio, sonrió. Seguía recostada en la cama, su cabeza estaba vendada porque le habían hecho una cirugía, incluso tuvieron que cortarle el cabello, lo cual no le había agradado mucho cuando se despertó.

—Mamá, papá… —los llamó, alzando apenas su mano hacia ellos.

—¡Matsuri! —su mamá corrió hacia la cama y tomó la mano de la menor, sosteniéndola con fuerza, pero no demasiada, para no causarle ningún daño—. Mi niña, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

La chica apenas pudo reír, como siempre, su mamá no la dejaba hablar. Su padre se paró a su lado y le acarició la mejilla.

—Princesa, me alegra tanto que por fin abrieras tus ojos, papá estaba que se volvía loco —comentó, llorando graciosamente al lado de ella, como solía hacerlo, siempre dramatizando más de lo normal.

—No recuerdo mucho lo que pasó… —empezó a hablar Matsuri—. Estaba hablando con Sari-chan y… me duele un poco la cabeza… —añadió, cerrando sus ojos con cierta molestia.

—No necesitas recordar eso ahora, cariño, lo importante es que estés bien —aseguró Ayako.

Gaara estaba de pie junto a la puerta, a pesar de que se moría por hablar con Matsuri, no quería interrumpir el reencuentro, él podía esperar un par de minutos, no había problema por eso, pero todo el cuerpo le tembló cuando los ojos negros de ella se posaron sobre su persona, Matsuri lo observó con curiosidad, con la mirada de alguien que acababa de conocer a otra persona, eso fue lo que él sintió.

—¿Quién… quién es él? —preguntó la chica.

Los padres de Matsuri se quedaron helados, Gaara ni siquiera sabía qué decir, mientras que Matsuri estaba muy confundida, ya que nadie le respondía. Él no podía creerlo, hace apenas un rato, cuando despertó, Matsuri dijo su nombre, pero ahora… ¿no lo reconocía?

¿Acaso Matsuri se había olvidado de él?

Continuará…