Capítulo 35: No me olvides

El final del año escolar estaba a la vuelta de la esquina, con tantos exámenes y cosas por hacer, Matsuri apenas había tenido tiempo para verse con sus amigas o dedicarse a sí misma. Esa mañana se estaba peinando el cabello frente al espejo, luego de un par de meses había vuelto a crecer, aunque todavía lo tenía por encima de los hombros, pero ahora era mucho más bonito y brillante, ya que lo cuidaba como si fuera oro.

Cuando terminó, se acomodó las mangas de la blusa por arriba de los codos y agarró su bolso de encima de la cama, donde llevaba sus cuadernos y libros. Bajó las escaleras casi corriendo y fue hacia la cocina, donde se llevó un pan a la boca.

—¡Ya me voy a la escuela, mamá! —exclamó, corriendo hacia la puerta.

—¡Matsuri, ponte bien el uniforme! —contestó la mujer, que en ese momento estaba lavando los trastos en la cocina, pero su hija ni siquiera la escuchó, simplemente salió como un rayo, siempre era así de desordenada—. Esta niña… —suspiró.

En estos momentos estaba sola en casa, ya que su marido se encontraba en el trabajo, organizando los últimos trámites para su traslado a la ciudad de Osaka, en donde sería reubicado con un puesto de gerente general, era una oferta que había tardado un poco en aceptar, debido a la salud de Matsuri, pero ahora que ella estaba recuperada pensaban marcharse apenas acabaran las clases, así que ella estudiaría el último año en una nueva ciudad, con nuevas personas, con nuevos desafíos, y dejando atrás todo lo que ya conocía.

—Llegaré tarde, tarde —se decía la castaña, cerrando la puerta del jardín delantero.

Apenas dio unos cuantos pasos hacia la calle, cuando sin querer chocó contra la espalda de una persona mucho más alta. Se alejó un poco, sobándose la nariz y mirando para arriba cuando él se volteó.

—Ten más cuidado —dijo su vecino, frunciendo el ceño.

Matsuri hizo un leve puchero, el hijo menor de los vecinos siempre era antipático con ella, cuando lo conoció en el hospital, luego de su accidente, creyó que era una buena persona, parecía agradable a simple vista, pero luego de un tiempo se dio cuenta de que sólo se trataba de un amargado sin remedio.

—Perdone, su majestad —respondió Matsuri, pasando por un costado.

Temari y Kankuro salieron en ese momento, ambos estaban dando los exámenes finales antes de graduarse e ingresar a la universidad, así que estaban bastante atareados y solían irse antes que su hermano menor, pero esa mañana justamente no era el caso.

—Oh, hola, Matsuri, ¿qué tal? —le saludó la rubia, agitando amablemente su mano.

—Temari-san, Kankuro-san, estoy muy bien, ¿y ustedes? —la chica les hizo una leve reverencia, sonriendo ampliamente a los dos.

—Todo bien, hoy son los últimos exámenes así que casi me puedo relajar —contestó Kankuro, tronando ligeramente su cuello, se notaba que había pasado unos días bastante tensos—. ¿Te vas a la escuela con nosotros?

La menor miró de reojo al pelirrojo, que se mantenía totalmente inexpresivo, ¿cómo es que podía ser tan serio? En la escuela parecía un poco más sociable, pero siempre que ella estaba cerca era como si la evitara, ¿será que le caía mal?

—Claro, si a Gaara-san no le molesta —respondió.

El recién nombrado empezó a caminar, encogiéndose de hombros.

—Me da igual —dijo, yendo adelante del todo, como si intentara darse prisa para dejarlos atrás.

Kankuro y Temari se miraron entre sí, mientras Matsuri solamente refunfuñaba por lo odioso que era ese chico, no lo comprendía, ¿por qué parecía como si Gaara la odiara? Lo peor de todo eso, era que sería muy fácil odiarlo también, pero lo cierto era que ella no podía hacerlo, porque de un modo totalmente inexplicable, cada vez que estaba cerca de él, su corazón se aceleraba como si se le fuera a salir del pecho.

Porque le gustaba Gaara.

—Bueno, vamos, no perdamos el tiempo —dijo Temari, riendo nerviosamente, en lo que empezaba a caminar detrás de su hermano.

El hecho de que Gaara se portara como un completo borde con Matsuri era algo que los dos no entendían muy bien, sabían que no era fácil para Gaara, pero lo hacía por una razón muy particular.

—¿Quién… quién es él? —preguntó la chica.

—Cariño… —habló su madre, luego de un corto silencio que pareció una eternidad, debido a la tensión que los abrumó—. ¿No lo reconoces? Es Gaara-kun.

La joven, que todavía se encontraba un poco confundida y adormilada, parpadeó, mirando fijamente a aquel chico, quien no le quitaba los ojos de encima, podía jurar que vio como si a él se le rompiera el corazón, en el momento justo en que abrió su boca para decir algo.

—Él es tu… —fue a decir el padre de Matsuri, pero fue interrumpido.

—Soy el hijo de tus vecinos, estoy aquí haciéndole un favor a tus padres —contestó, su voz parecía que iba a romperse en cualquier momento, pero se mantuvo firme, mirando a los dos mayores—. Bueno, señor y señora Koyama, me retiro —añadió, haciendo una leve reverencia, para luego salir de la habitación con la rapidez de un rayo.

Ayako miró a su esposo con preocupación y luego volteó a ver a su hija —Ya regreso, mi princesa, olvidé algo afuera —avisó, saliendo detrás de Gaara. Lo encontró apoyado contra la pared junto a la puerta, cubriéndose ambos ojos con la palma de su mano—. Gaara-kun… —lo llamó.

El pelirrojo se secó las pequeñas lágrimas que se habían escapado de sus ojos, entonces miró a la mujer.

—Gaara-kun, ¿por qué le dijiste eso a Matsuri? —le preguntó, preocupada al verlo tan triste, era obvio que se sentiría desdichado, ella podía darse cuenta de lo mucho que ese chico amaba a su hija—. No tenías que haberle mentido así, ella sólo debe estar confundida.

Él miró sus pies, sin saber qué decir.

—No sé por qué le mentí, sólo creí que era lo mejor… —respondió, dejando salir un hondo suspiro—. No sabemos qué tanto le ha afectado el golpe y la cirugía, no quisiera alterarla, por eso…

—Entiendo —Ayako asintió con la cabeza—. No le diré nada por el momento, pero no debes actuar así, soy testigo de lo mucho que tú la quieres y sé que ella también te quiere, no tienes que pasar por algo así.

Gaara simplemente asintió, por un segundo, quiso pensar que Matsuri sólo estaba experimentando un olvido temporal, que todo estaría bien y que podría pedirle disculpas y volver a estar a su lado, era lo que más anhelaba, pero las cosas no fueron así.

—¿Pérdida de memoria selectiva? —repitió el chico, una vez que el doctor le hizo todos los estudios a Matsuri y de que la derivaran a una sala con menos cuidados, se comprobó que, efectivamente, ella sólo se había olvidado de él y de nadie, absolutamente nadie más.

—Así es —contestó el médico, asintiendo con la cabeza—. Es un timo de amnesia que provoca que sólo cierta información se pierda, como si el subconsciente de la persona eligiera no recordar ciertos hechos de su vida, suele presentarse luego de un gran trauma.

Al escuchar aquello, ya varios días después de que Matsuri hubiera despertado –y que aún seguía sin recordarlo–, Gaara entendió una cosa importante, ella se había olvidado de él porque él le había hecho tanto daño, como para que su subconsciente lo borrara por completo de su cabeza, para Matsuri, ahora él era un total desconocido. Fue por eso que decidió no decirle nada y les pidió expresamente a todos que mantuvieran la boca cerrada, si Matsuri ya no lo recordaba, no iba a forzarla.

Mientras los cuatro esperaban a que el autobús pasara a recogerlos en la parada de siempre, él miró de reojo a Matsuri, descubriendo que ella tenía sus ojos sobre él, pero rápidamente ambos se voltearon e ignoraron el hecho, ligeramente sonrojados. No importaba cuánto tiempo pasara lejos de ella, su corazón seguía palpitando con fuerza cuando la tenía cerca; verdaderamente odiaba esa sensación, la amaba, pero ese amor dolía mucho.

Él jamás había sido tan fuerte como Matsuri, ¿cómo lo hacía ella para permanecer a su lado aunque no la recordara?

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Los exámenes habían tomado gran parte de la mañana, pero finalmente todo había terminado y Temari salió al patio, luego de liberarse por fin de su tortura. Sabía que le había ido bien, porque se quemó las pestañas estudiando y sabía la mayoría de las respuestas, pero no podía evitar sentirse un poquito nerviosa, así que suspiró cuando se vio fuera del salón, junto al resto de sus compañeros.

El profesor que había tomado sus exámenes salió después de que recogió todo, él pasó a su lado y se detuvo un momento. No solían hablar a menudo, sólo se decían lo estrictamente necesario, pero esta vez era un poco diferente.

—No deberías estar nerviosa —escuchó la voz del Uchiha, quien se encontraba viendo hacia el frente—. Eres una estudiante brillante, estoy seguro de que saldrás con una calificación sobresaliente.

Ella no pudo evitar sonreír, tal vez todavía los dos se sentían incómodos estando cerca, incluso después de haber roto hace ya varios meses, pero lo cierto era que agradecía esas cortas palabras de aliento.

—No debería mostrar tanto favoritismo hacia una estudiante, sensei, o pensarán mal —bromeó, sacándole una sonrisa al mayor, que solamente siguió su camino, cruzándose con el "brillante pero holgazán" estudiante Nara, a quien Temari le dedico un entusiasta saludo—. ¡Shikamaru! ¿Cómo te fue?

El menor simplemente se encogió de hombros, como siempre hacía, bostezando un poco.

—Fue pan comido, aunque aburrido —respondió.

La chica sabía bien lo que él iba a decirle, Shikamaru era tan listo que cualquier examen era como un paseo al campo para él, podía responderlos incluso si se quedaba dormido durante la mayoría del tiempo de la prueba, estaba segura de que su novio tendría un gran futuro.

—Bueno, me alegra que te haya ido bien, también me fue bien, creo que ya puedo sentirme tranquila.

Shikamaru la miró durante un segundo, Temari se veía tan linda cuando sonreía, era como si el sol saliera cada vez que ella estaba feliz, una apreciación un poco cursi, pero que sin duda era lo más acertado.

—Tú eres la chica más lista que he conocido, estoy seguro de que lo hiciste perfecto —aseguró, tomándola un poco con la guardia baja, ya que no era de los tipos que halagaban de forma constante a su pareja, por eso Temari apreciaba esos particulares momentos.

—Gracias —respondió, tomando la mano de su novio, quien entrelazó sus dedos sin dudarlo un momento.

—Hey, hey, tórtolos, esperen a estar solos —escucharon la voz burlona de Kankuro, que estaba saliendo del salón de al lado, sus comentarios siempre provocaban que su hermana y su cuñado se avergonzaran—. Estamos en la escuela todavía.

—Cállate, tú eres peor —le recordó la rubia, señalando a Tenten, que se acercó a su novio por la espalda, abrazándolo.

—¿De qué estaban hablando? —preguntó la chica, a lo que su novio se volteó y la abrazó también—. ¿Te fue bien en los exámenes?

—De nada importante —contestó el castaño, ligeramente nervioso—. Y sí, me fue bien, así que tendrás que cumplirme un deseo, espero que lo recuerdes.

Ella asintió con la cabeza, esbozando una enorme sonrisa.

—Por supuesto que me acuerdo —dijo, sin soltar para nada al más alto, su relación con Kankuro era muy diferente al distante noviazgo que mantuvo con Neji, al Sabaku No podía tomarle de la mano, abrazarlo, incluso bromear con él sin ningún titubeo, por eso siempre que estaban juntos realmente lo disfrutaba.

Pero todavía sentía el pecho apretado cuando veía a Neji, quien estaba afuera del salón de la clase A, mirándola, arrepintiéndose una vez más de no haberlo dado todo para que estuvieran juntos.

Si no hubiera sido por su maldito e inútil orgullo…

—Neji nii-san —la voz de su prima lo sacó de sus pensamientos, Neji miró a Hinata, la cual le estaba ofreciendo una caja de jugo y lo miraba con su típica expresión llena de dulzura—. Ten, has de estar sediento.

Él asintió con la cabeza, tomando el ofrecimiento de la menor.

—Y no sólo eso, también estoy muy estresado —respondió, suspirando—. Organizar al comité de la fiesta de graduación, luego buscar al próximo presidente del consejo para el siguiente año y todo eso en medio de los exámenes.

Hinata frunció el ceño.

—Lo lamento —dijo la ojiperla, frunciendo levemente los labios—. Sé que querías que te reemplazara en eso, pero honestamente, no me siento capaz, no soy tan fuerte como tú, nii-san.

Neji no pudo evitar sentirse un poco molesto con esa frase, no se consideraba alguien fuerte, todavía le dolía ver a Tenten siendo feliz con alguien más, además, ni siquiera tuvo la valentía como para luchar por ella, apenas estando ebrio se había atrevido a hacer algo mínimo, no merecía las palabras de Hinata.

—No creo que sea así —habló, cerrando sus ojos con aquella expresión de serenidad que solía ocultar sus verdaderos sentimientos y el caos que tenía en su cabeza—. Pienso que eres alguien realmente fuerte, aunque hay cosas que te duelen, siempre te sobrepones y eso no puede hacerlo cualquiera, no deberías subestimarte, y no digo esto porque seas mi prima, lo sabes, yo no soy así.

La chica, sorprendida, dibujó una suave sonrisa y asintió, bajando la mirada.

—Aunque me digas eso no aceptaré la presidencia —bromeó.

Neji soltó una leve carcajada.

—Lo sé, lo sé.

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—¿Dónde fue Hinata-chan? —preguntó Matsuri, estaba terminando de guardar sus cosas para salir al patio junto a sus amigas, Sakura la esperaba junto al escritorio e Ino buscaba algo de dinero para comprar algún aperitivo delicioso.

—Creo que fue a ver a su primo, ya sabes que el presidente del consejo debe tener un montón de trabajo encima —contestó Sakura, la cual apretó los puños, con brillo en sus ojos—. Es el puesto al que aspiro el año siguiente.

—¿Realmente quieres tener tanto trabajo? —habló Ino, que se ubicó a un lado de ella—. Digo, seguro que puedes hacerlo, pero estarás igual de atareada que el presidente este próximo año.

La peli rosa se encogió de hombros.

—Ser presidenta del consejo sería un gran aporte a mi historial académico, no importa que sea difícil, yo sé que puedo hacerlo.

Matsuri asintió con la cabeza, tomando las manos de su amiga.

—Por supuesto, tú eres la más apta para ese puesto, Sakura-chan —aseguró la actual presidenta de la clase—. Lo harás increíblemente.

Sakura sonrió, agradecía los ánimos que siempre le entregaba su amiga, aunque la persona que la había convencido para postularse, como era de esperarse, había sido su novio, quien le entregó su total apoyo cuando ella estaba más dubitativa al respecto. Ahora mismo, Sasuke estaba saliendo del salón junto a los chicos, iban hacia el gimnasio para entrenar un poco, ya que tenían permiso especial para saltarse una que otra clase, sobre todo aquellas donde ya habían entregado todo, pues ese fin de semana era la final del torneo colegial de baloncesto.

—¡Gaara, date prisa! —escucharon gritar a Naruto, que ya iba hacia el pasillo—. ¡Te estaremos esperando en el gimnasio!

El pelirrojo solamente alzó su mano a modo de respuesta, parecía que estaba revisando algunas cosas en su bolso de educación física, el cual cerró luego de un momento y se lo acomodó al hombro, el instante coincidió con el de Matsuri poniéndose de pie, así que inevitablemente el bolso de él la golpeó en el brazo.

—Ay, ay, eso dolió —se quejó la chica—. ¿Acaso llevas piedras ahí? —preguntó, sobándose la zona afectada, su piel era sensible, así que rápidamente se puso algo roja.

Gaara arrugó el entrecejo.

—¿Por qué no te fijas por dónde andas? —cuestionó, evidentemente molesto.

—¡Pero si eres tú el que está caminando!

Ino y Sakura se miraron entre sí, ninguna sabía qué decir, esos dos solían discutir bastante, casi por cualquier cosa, aunque sabían bien que Gaara lo hacía como un modo de autodefensa, como si sintiera que con eso podría sobrellevar el hecho de que Matsuri no se acordara de él. Todos en el salón también lo sabían, por eso no se metían cuando los veían pelear, nadie quería pecar de imprudente.

Excepto una persona.

—Bueno, ¿ustedes no se cansan de pelear como niños? —dijo Sari, que apareció desde atrás de Gaara, el cual la miró como si fuese a enterrarla viva—. No me veas con esa cara, discúlpate con Matsuri, tonto.

—No tengo por qué —dijo de mala gana.

Matsuri infló sus mofletes.

—Ni lo intentes, Sari-chan, este amargado no sabe lo que es una disculpa.

Una venita se marcó en la frente de Gaara, apretando su puño de rabia, de verdad le enojaba cuando Matsuri lo llamaba amargado.

—Vamos, vamos —Sari se empezó a reír, dándole leves golpecitos en la espalda al pelirrojo, que continuaba tan tenso y tieso como una estatua—. No seas así, Gaara, acompaña a Matsuri a la enfermería, es lo mínimo que deberías hacer —cuando dijo eso, le guiñó un ojo al chico, quien entendió perfectamente sus intenciones, aunque no estuviera de acuerdo con ellas del todo.

—No creo que sea necesa…

—Está bien —Gaara interrumpió las palabras de Matsuri, a decir verdad, ella se seguía sosteniendo su brazo y su piel continuaba roja, parecía que el golpe había sido bastante fuerte y por supuesto que eso le preocupaba—. Vamos —dijo mirándola a los ojos.

El cuerpo de ella tembló por un momento, sólo para bajar la mirada después.

—B-bueno…

Mientras los dos juntos iban hacia la enfermería de la escuela, Ino y Sakura miraron a Sari, todavía no la habían perdonado del todo por las cosas horribles que había hecho contra Matsuri, pero Sari les había contado todo, sus razones para actuar como lo hizo, su horrible situación familiar, el hecho de sentir que ninguna de ellas era realmente su amiga, así que ahora la entendían un poco más y también se llevaban mejor.

—¿Crees que hacer que estén a solas les sirva de algo? —preguntó Ino, que sabía perfectamente lo que estaba intentando hacer la castaña, redimir sus errores del pasado, quería ayudar a que Gaara y Matsuri estuvieran juntos otra vez.

—Literalmente no han pasado ni un solo momento a solas desde que sucedió todo, quizá por eso Matsuri no lo recuerda —contestó ella, bajando la mirada—. Ella ni siquiera recuerda por qué habíamos peleado cuando despertó, me perdonó tan fácil que me siento en deuda con ella, sé que todo es mi culpa y quiero ayudarles, aunque sea con algo mínimo.

Sakura le sonrió levemente, se acercó a ella y le dio un abrazo amistoso.

—No te pongas así, el pasado no se puede cambiar, pero que intentes ayudar ahora significa mucho —aseguró la ojijade, alejándose un par de centímetros—. Venga, vamos a comprar algo de comer, la cerda se nos muere de hambre.

—Oye, frentona, cállate —dijo Ino, forzando una sarcástica sonrisa.

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—Qué raro, parece que la enfermera no está aquí —dijo Gaara, que dejó con cuidado su bolso sobre el piso de la enfermería, entonces se fijó en que Matsuri se quedaba de pie a su lado, todavía sobando su dolencia, lo que lo hizo sentir culpable, siempre estaba provocándole dolor a la chica que amaba—. Uhm, bueno, no debe ser difícil de tratar ese golpe, ¿te duele mucho?

—Un poco —contestó ella, evitando mirarlo, siempre sentía como si se mareara cada vez que estaba junto a Gaara—. P-pero si no está deberíamos irnos —dijo, intentando darse la vuelta hacia la puerta, aunque él la tomó con cuidado por la muñeca del otro brazo.

—No, busquemos algo para tu dolor —dijo él, que al darse cuenta de que la estaba tocando, la soltó de inmediato.

Matsuri se quedó quieta y Gaara fue hacia el pequeño dispensador que estaba en una esquina, donde había algunas compresas frías y packs de gel para los dolores musculares, de esos que se mantienen fríos. Tomó uno de ellos y le pidió a Matsuri que se sentara, entonces se acuclilló frente a ella y con cuidado apoyó el gel sobre su piel lastimada.

—No apliques demasiada presión, un poco de frío debería bajar la hinchazón y el dolor en cuestión de minutos —indicó, a lo que ella asintió solamente asintió—. Cuando venga la enfermera le pediremos que te de algún antinflamatorio.

—Sabes mucho sobre estas cosas —dijo la castaña, que lo miraba hacia abajo, ya que al estar él en cuclillas y ella sentada, parecía ser un poco más alta que él.

Gaara asintió, procurando no despegar su vista del brazo de Matsuri, en donde se mantenía haciendo presión con el gel frío.

—Soy deportista, tengo que saber de estas cosas —habló. Se sentía inquieto al estar tan cerca de Matsuri, sobre todo, porque ella continuaba mirándolo fijamente con esos enormes ojos negros que a él tanto le gustaban, eso empezaba a hacerle perder la compostura, su respiración se agitaba y sus latidos iban en aumento.

—C-claro —Matsuri se sonrojó cuando los ojos de Gaara de pronto se encontraron con los suyos, así que hizo el intento de ver en otra dirección, pero su propio anhelo de permanecer cerca de él y la hermosura de los ojos de ese chico la obligaban a continuar observándolo—. O-oye, Gaara-san…

Al escuchar su nombre pronunciado con la dulce voz de Matsuri, teniéndola tan cerca, Gaara no pudo evitar temblar un poco.

—¿Qué?

El corto instante que ella tardó en responderle, fue suficiente como para que los dos volvieran a cruzar sus miradas.

—C-creo que ya no me duele… hip —de pronto, ella empezó a hipar de la nada, así que se puso totalmente roja y se llevó una mano a su boca, como si intentara parar el repentino ataque, pero se veía bastante graciosa cuando su cuerpo entero se estremecía de forma espasmódica.

Gaara rio ligeramente.

—Qué graciosa eres —soltó sin pensar, pero enseguida se arrepintió, no se suponía que debía halagarla de ninguna forma, así que carraspeó su garganta y se puso de pie de golpe. Dejó el gel frío sobre una mesa que estaba a un lado de ellos y buscó su bolso—. Bueno, si ya no te duele será mejor que me vaya, los chicos me han de estar esperando.

—Ah, s-sí —contestó la chica, poniéndose de pie también, pero cuando fue a dar un paso, un nuevo espasmo la agarró por sorpresa, haciendo que tropezara. El chico a su lado se apresuró a sostenerla por la cintura, literalmente la abrazó para evitar que se fuera a dar de bruces contra el suelo, un comportamiento típico de Matsuri—. Hip —dejó salir ella cuando lo vio tan cerca.

—Dios, siempre eres tan torpe, parece que vives en el suelo —la regañó Gaara, mirándola enojado.

Ella nuevamente se sonrojó.

—No eres mi padre, no me hables así, hip —hipó nuevamente, apoyando sus dos manos sobre el pecho de Gaara. En esa posición, ella podía sentir perfectamente la forma de su cuerpo, era musculoso, pero no demasiado, también percibía el aroma de su colonia, dulce, pero ligeramente fuerte, como él se mostraba siempre ante todos. Su aliento era suave, tibio, y estaba tan cerca que la hacía temblar.

—Yo te hablo como se me da la gana —contestó de mala manera el pelirrojo, aunque por dentro literalmente estaba derritiéndose, había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvo a Matsuri entre sus brazos, que al estar así junto a ella echó por tierra toda su convicción de mantenerla a distancia.

—Idiota, hip —lo insultó la chica, frunciendo el ceño, pero acercándose a él un poco más.

—Tonta —respondió Gaara, sus ojos sólo se fijaron en el movimiento elegante y casi adictivo de los labios de Matsuri al hablar, los cuales temblaban ante cada espasmo del ataque de hipo.

—Engreído.

—Desastre andante.

—Guapo —dijo Matsuri, fue como si la palabra se escapara contra su voluntad y, al darse cuenta de ello, volvió a hipar, pero Gaara simplemente ya no pudo resistirse y cuando escuchó tal cumplido, no dudó en tomarla por la nuca para acercarla a él todo lo que pudo y sellar sus labios en un beso, que al principio fue suave y considerado, como si se tratara del primer beso de ella (que en su mente así era), pero al cabo de unos segundos éste tomó un ritmo mucho más apasionado, dejándolos a los dos sin respiración.

Gaara la sostenía con una mano por la nuca y con la otra por la cintura, mientras sus labios continuaban rozando los de ella, se sentía como tocar nuevamente el cielo, no sabía lo mucho que la extrañaba hasta ese preciso instante, era como si una descarga de adrenalina lo hubiese extasiado en tan sólo un segundo, tanto así, que deseaba decirle que la amaba con todas sus fuerzas, que se moría por tenerla siempre a su lado, que en realidad él no era un simple vecino con el cual no se llevaba bien, sino que era su novio.

Pero se arrepintió de todo ello cuando se separó de ella y vio su expresión confundida, no importaba lo mucho que la quisiera, Matsuri seguía sin recordarlo y él tenía miedo de hacerle algún mal al forzar su memoria.

—¿P-por qué tú…?

—No vayas a creer que te besé porque me gustas —dijo el pelirrojo, separándose de ella, entonces se dirigió hacia su bolso y se lo colgó al hombro—. Lo hice porque estaba aburrido, nada más.

Matsuri miró a otro lado, enojada.

—Como lo pensé, eres un engreído —dijo corriendo fuera de la enfermería, pasando a llevar a Gaara en el camino, pero eso no le importó, ni siquiera se había dado cuenta de que ya no tenía hipo.

Él se sintió verdaderamente estúpido, quiso correr detrás de ella y explicarle todo, pero se contuvo y se dirigió hacia el gimnasio, era mejor que se mantuviera firme y se olvidara de ella, además, dentro de poco, Matsuri se iría a vivir a otra ciudad con sus padres, se alejaría definitivamente de él y el único que sufriría con eso sería él mismo, porque Matsuri nunca sabría lo mucho que significaba en su vida.

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A pesar de que no quería llorar ni dejar que algo estúpido como lo que acababa de pasar le afectara de ese modo, Matsuri no pudo evitar derramar un par de lágrimas mientras huía de la escena. El beso de Gaara se había sentido como el paraíso, realmente le gustaba ese chico, como nunca imaginó, pero después de como se había comportado, ella no sabía qué pensar respecto a él.

¿Realmente alguien podía besar a otra persona sólo por aburrimiento?

Mientras caminaba por el pasillo, de regreso al salón, se topó con sus amigas, quienes llevaban algunos bocadillos en sus manos. Rápidamente se limpió los ojos, no quería que la vieran llorar, así que disimuló lo mejor que pudo.

—Hey, ¿ya te sientes mejor? —le preguntó Sakura, frunciendo levemente el ceño al notar que su amiga se veía un poco inquieta.

Por su parte, Matsuri asintió varias veces con la cabeza, fingiendo que se encontraba en perfecto estado.

—Sí, sí, estoy bien —aseguró, aunque su voz se quebró ligeramente.

—Vamos al salón, chicas, muero de hambre —dijo Ino, jalando del brazo a Sakura, la cual se dejó llevar por la rubia mientras refunfuñaba.

—¿Segura que está todo bien? —preguntó Sari, pero su amiga simplemente volvió a asentir; sin embargo, ella vio que Gaara se asomaba a través del pasillo con una expresión preocupada en su rostro, cosa que la alertó—. ¿Gaara te hizo algo?

Al escuchar la pregunta, Matsuri se sonrojó completamente.

—¿Eh? N-no —contestó, agitando sus manos nerviosamente.

El pelirrojo se quedó al otro lado del pasillo, había salido a buscar a Matsuri, pero al verla acompañada, se arrepintió de lo que sea que iba a hacer y decidió darse la media vuelta y marcharse hacia donde le esperaban sus amigos.

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El salón de profesores era un verdadero caos, ya que estaban tomando los exámenes finales, muchos tenían trabajo extra revisando y calculando las calificaciones de sus estudiantes. Itachi estaba rellenando la tabla con los últimos resultados obtenidos, cuando de pronto escuchó sonar su teléfono.

—¿Bueno? —contestó de forma distraída, ya que estaba concentrado en el documento de su computadora—. Ah, Izumi, ¿almorzar? ¿Ya es tan tarde? —abrió sus ojos ligeramente, no había notado la hora que era, se suponía que se vería con su novia para comer juntos, pero se le había pasado el tiempo sin siquiera darse cuenta de ello.

Terminó de anotar las últimas calificaciones y guardó los cambios de su documento para después cerrarlo.

—Claro, te veré en un momento —añadió, esbozando una leve sonrisa.

Apagó la computadora y la guardó dentro de su bolso, como solamente saldría a comer, la dejó sobre el escritorio, ya que volvería más tarde, así que se puso de pie.

—Últimamente sales siempre en la hora del almuerzo, ¿eh? —escuchó el comentario ligeramente burlón de uno de sus compañeros de trabajo, quien le miraba con una sonrisa socarrona que se podía notar debajo de su tapabocas.

El azabache simplemente lo miró y asintió.

—Kakashi, deberías buscarte una novia —contestó, provocando que otros profesores que estaban cerca se rieran ligeramente, lo cual avergonzó un poco al peli plata.

Izumi estaba esperando a Itachi fuera de la escuela, habían quedado de verse para comer juntos, aunque claro, ella había preparado el almuerzo, solía traerle siempre algo a Itachi mientras tuviera tiempo, le gustaba cocinar para él y parecía que él comenzaba a acostumbrarse a ello.

—Hey —escuchó la voz de su novio desde su espalda, así que se volteó y le sonrió, gesto que él correspondió—. Lamento si te hice esperar, estaba concentrado con las calificaciones de los exámenes finales —explicó el Uchiha, cuyos ojos se desviaron ligeramente hacia el bento que la chica sostenía entre sus manos.

—No te preocupes, no tardaste mucho —respondió la castaña, tomando la mano de él con delicadeza—. ¿Tus estudiantes salieron bien?

—Hasta ahora van bien —dijo Itachi, entrelazando sus dedos con los de ella—. Pero dejemos ese tema de lado por ahora, mejor vamos a comer y dime cómo ha ido tu día.

La chica asintió con la cabeza y ambos se alejaron en busca de un lugar cómodo y poco transitado en el parque que estaba cerca de la escuela, donde pudieran comer a gusto, como si se tratara de un día de campo. No cabía duda de que pasar el tiempo juntos era la forma más eficaz de mejorar su día.

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Dado que la final del torneo de baloncesto estaba muy cerca, los chicos se quedaban siempre a entrenar después de clases. Sakura solía acompañar a Sasuke hasta que él se fuera y algunas veces se llevaba con ella a sus amigas, las cuales actuaban de espectadoras para el equipo. Esa tarde estaban todas, incluso Hinata, que siempre se iba antes, habían logrado convencerla de quedarse, ya que luego irían todas juntas a casa de la peli rosa.

—¡Ánimo, tú puedes, Sasuke-kun! —exclamó la chica, animando con todo su entusiasmo a su novio, el cual iba dribleando el balón, esquivando a todos los oponentes, para luego dar un salto y meter una canasta de dos puntos, justo por debajo del aro. Los ojos de Sakura brillaron de emoción—. Ah, Sasuke-kun es tan guapo… —murmuró.

—¡Te amamos, Sasuke-kun! —se escuchó el grito al unísono de las fans de Sasuke, las que nunca faltaban en un momento como este y a las cuales la Haruno detestaba con su alma, pero se controlaba de estrellarles una patada en las costillas al saber y estar segura de que ella era la única chica que le importaba al Uchiha, quien se lo había demostrado más de una vez.

—Sakura se ve muy animada —dijo Ino, que estaba bebiendo un ju| go de fruta en caja—. Me pregunto cómo se vería Sai en uniforme de baloncesto.

—Él jugaba el año pasado —comentó Matsuri—. Aunque no duró mucho, dijo que no le divertía tanto, que prefería dibujar.

La rubia hizo un ligero puchero.

—¿En serio? Me habría gustado verlo.

—Ino-san, realmente te gusta, ¿eh? —le dijo Hinata, provocando que Ino enrojeciera levemente, siempre le pasaba cuando alguien hacía notar sus sentimientos hacia Sai, ni ella misma se daba cuenta de que hablaba demasiado de él o de que lo admiraba muchísimo en todo lo que él hiciera.

—No tanto —contestó, riendo con nervios.

—Ya no hablas de otra cosa, pareces disco rayado —comentó Sari, quien estaba sentada al lado de Matsuri.

Ino chasqueó la lengua —¿Qué? ¿Te da envidia porque no tienes novio?

Sari se encogió de hombros.

—Para nada, no necesito un novio —respondió, aunque el rostro de cierta persona se le vino a la mente, lo cierto era que había hecho lo posible por no hacerse ninguna clase de idea equivocada acerca de su relación con ese chico, aunque quisiera, él no la veía con esos ojos y nunca lo haría, lo sabía muy bien y no quería cometer los mismos errores que había cometido al meterse entre Gaara y Matsuri.

A decir verdad, desde que su padrastro había ido a la cárcel, después de que su madre la apoyó en su denuncia (porque sí, aún con todo su miedo, al final decidió ver por su hija), Sari había estado en tratamiento con una psicóloga, que le estaba ayudando a resolver todos sus problemas y esa terrible depresión que la aquejaba, por supuesto, su madre también, ambas estaban recibiendo toda la ayuda posible y estaban muy agradecidas de ello, tal vez por eso Sari se sentía de ese modo con Kankuro, sólo estaba agradecida con él por todo lo que había hecho, incluso le consiguió un abogado, se había portado increíblemente.

Realmente quería creer que todo lo que sentía por él era gratitud.

—Eso dices, envidiosa —contestó Ino, haciéndole un desprecio a la castaña.

Mientras esas dos discutían, Matsuri no dejaba de ver cada uno de los movimientos de Gaara, cuando él jugaba era como si todo a su alrededor desapareciera, siempre se veía tan apuesto, que ella sin notarlo se sonrojaba. Odiaba la idea de que él le gustara tanto que ni siquiera podía disimular, incluso después de la grosería que él le había hecho, Matsuri continuaba sintiendo que su corazón iba a explotar con sólo tenerlo frente a ella, aunque fuera de lejos.

Gaara recibió un pase de Naruto a mitad de la cancha de juego y dio un salto, lanzando la bola cuando llegó a lo más alto, la cual alcanzó el aro sin problema alguno, había sido un hermoso tiro de tres puntos, que provocó emoción en sus compañeros, ya que éstos lo abrazaron y lo felicitaron por su gran jugada. Mientras los chicos lo sostenían y abrumaban, los ojos verdes del pelirrojo se desviaron hacia las gradas del gimnasio, en donde se encontraron con los negros de Matsuri, pero ella rápidamente desvió la mirada.

—Idiota… —murmuró la chica, aferrando sus manos a la tela de la falda de su uniforme.

Cuando la práctica terminó, los chicos fueron a darse una ducha rápida, Gaara siempre terminaba primero que el resto, así que salió secándose el cabello con una toalla pequeña, mientras cargaba su bolso con sus cosas, directo hacia el pasillo, donde una persona lo detuvo.

—¿Qué quieres? —preguntó de mala gana, todavía continuaba siendo hostil con esa chica, a pesar de que ya no estaba enojado con ella, después de tantos meses y de todo lo ocurrido, era algo inútil sentir rencor.

Sari se cruzó de brazos frente a él y soltó un suspiro.

—¿Qué le hiciste a Matsuri cuando fueron a la enfermería? —Gaara arrugó un poco el entrecejo con la pregunta, pero simplemente la ignoró e intentó pasarla de largo—. Ella estaba llorando cuando salió —dijo la chica, a lo que él se detuvo en seco, mirándola con los ojos ligeramente abiertos.

—¿Estaba llorando…?

La contraria asintió con la cabeza, por la expresión en el rostro de Gaara, era obvio que estaba preocupado por lo que ella acababa de decirle, él no podía disimular sus sentimientos hacia Matsuri, por más que lo intentara.

—Sí, aunque fingió que estaba bien, la vi —aseguró Sari, mirándolo con cierto enojo—. Dime qué le hiciste, porque es obvio que fue tu culpa, cuando se trata de ti, siempre terminas haciéndole daño.

Escuchar eso no lo hizo sentir mejor, al contrario, la culpa empezaba a carcomerlo, odiaba que Sari tuviera razón y odiaba causarle dolor a Matsuri, no había sido intencional, pero ¿tan malo fue que la besara?

—Yo… —tragó saliva, haciendo una leve pausa—. Yo la besé y luego le dije que había sido por aburrimiento, eso fue lo que hice —admitió, bajando la mirada—. No pensé que la haría llorar.

Sari refunfuñó.

—Gaara, eres un estúpido —lo regañó la chica, llevándose las dos manos a la cintura—. ¿Acaso no te has dado cuenta? Puede que Matsuri no se acuerde de ti, pero le gustas, le has vuelto a gustar aunque no sepa su historia contigo.

—¿Qué…? —Gaara la miró confuso, incrédulo, lo que acababa de decirle Sari no podía ser verdad, ¿por qué Matsuri sentiría algo por él? Había sido odioso con ella todo el tiempo, intentando evitar que sus propios sentimientos por ella salieran a flote, tratando de protegerse a sí mismo—. No digas estupideces, Sari, será mejor que dejes de intentar meterte en mi vida —dijo con enfado—. Todavía te tengo cierto aprecio, así que no lo arruines.

—No estoy diciendo esto para hacerte enojar, es todo lo contrario —ella suspiró—. Gaara, ya te pedí disculpas por todo lo que te hice y sé que estás en tu derecho de no perdonarme, pero te juro que no intento molestarte, quiero enmendar mis errores y es por eso que te lo cuento, Matsuri siente algo por ti y eso es porque en el fondo ni siquiera su pérdida de memoria ha podido borrar el hecho de que ustedes se aman, tú mismo me lo dijiste esa vez, que la amabas y yo sé que ella también te ama, así que deja de portarte como un idiota y haz algo antes de que sea tarde y no la vuelvas a ver.

Gaara sabía bien que ya casi no le quedaba tiempo, faltaba tan poco para la graduación, por ende, para la mudanza de la familia de Matsuri, que él estaba cada vez más abrumado, la iba a perder para siempre sin siquiera poder hacer algo al respecto, porque no había nada que hacer, ¿no?

—Es en serio, por favor, deja de intentar involucrarte, respeta mi decisión —fue todo lo que dijo, mientras apretaba los puños de frustración, de verdad quería correr hacia Matsuri y decirle que la amaba, pero no, no tenía sentido, nada iba a cambiar—. Gracias por tratar de arreglar lo que hiciste, pero ya es tarde —afirmó, alejándose del sitio.

Sari se apoyó contra la pared que estaba detrás de ella, suspirando, estaba decepcionada de la resolución de Gaara, ¿de verdad planeaba comportarse de ese modo hasta el final? ¿En serio se había resignado a perder a Matsuri?

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

—¡Felicidades por la graduación! —exclamaron todos los estudiantes de tercer año al unísono.

Después de unos días, finalmente el periodo de clases había llegado a su término, los mayores por fin se graduaban y la mayoría de ellos estaba pensando en continuar sus estudios en la universidad o en entrar a trabajar. Su ceremonia acababa de terminar, los padres y familiares de todos habían estado presentes, orgullosos por los logros de sus hijos.

Temari y Kankuro se acercaron a sus padres y a su hermano, que estaban entre el público, como el resto de los asistentes. La rubia había sido una de las mejores graduadas, junto con Neji Hyûga, que fue la persona encargada de dar un discurso motivador al resto.

—Se ven tan lindos con su toga —dijo Karura, apretujándolos a ambos con fuerza.

—Mamá, me vas a sacar todo el aire —dijo Kankuro, agitando las manos como si se estuviera ahogando.

Rasa se mantenía sereno, pero estaba sonriendo, le enorgullecía que sus hijos hubieran sido aceptados en una de las mejores universidades del país.

—Felicidades a ambos, espero que continúen así de entusiastas en la universidad —comentó, mirando a los dos con esa expresión de felicidad que no solía poner muy a menudo, porque arruinaba su imagen de severidad.

—Ahora solamente faltas tú, Gaara, tendrás que seguir el ejemplo de tus hermanos —bromeó Temari, despeinando la cabellera de su hermano menor, quien solamente bufó, haciendo volar ligeramente su flequillo.

Aunque estaba feliz por sus hermanos, lo cierto era que no se sentía contento para nada, ahora mismo su mente no dejaba de torturarlo a sabiendas de que Matsuri se marcharía de la ciudad al día siguiente, porque sí, justo un día después de la graduación ella se iría. Durante la semana habían estado viniendo varios camiones de mudanza, llevándose las primeras cosas hacia su nuevo hogar. Gaara había decidido ignorarla por completo desde el día en que la besó, ya ni siquiera la miraba, lo hacía porque le dolía saber que no la volvería a ver y quería quitársela del corazón, aunque fuese a la fuerza, pero nada podía borrar sus sentimientos por ella y comenzaba a sentir que se estaba volviendo loco.

Esa noche, después de que la ceremonia acabó, todos se fueron a casa, harían una pequeña celebración e invitaron a algunos familiares y amigos, incluso el hermano mayor de Karura, Yashamaru, estaba presente.

—Hey, tío —lo saludó Kankuro, extendiéndole su mano—. Te quería agradecer por todo lo que hiciste por mi amiga, no había tenido la oportunidad.

El hombre de cabello castaño y expresión amable sonrió, era muy parecido a su hermana, incluso el estilo de cabello lo llevaban similar.

—No fue nada, sobrino, y como te lo prometí, no se lo dije a tus padres —murmuró lo último, ya que Kankuro había decidido mantener la privacidad de Sari intacta, no les había contado a sus padres o a sus hermanos, sabía que ella les confesó a sus amigas, pero eso era decisión de la chica y no suya.

Gaara se encontraba aislado de la celebración, no tenía ganas de hacer nada y solamente deseaba que todos se fueran para poder irse a dormir, era lo único que le hacía no pensar en lo horrible que se sentía en ese momento, por eso ni siquiera escuchó sonar el timbre, a pesar de que era quien estaba más cerca de la puerta.

—Gaara, te digo que abras —le reclamó Temari, pero al verse ignorada, simplemente suspiró y fue hasta la entrada ella misma—. Oh, Matsuri, Ayako-san —saludó a las recién llegadas, quienes habían decidido hacer una pequeña visita de cortesía.

El pelirrojo sintió que el pecho se le apretaba apenas escuchó ese nombre, volteó casi de forma automática y la vio, ella estaba tan bonita como siempre, con su sonrisa dulce y risueña.

—Hola, Temari-san, felicidades por graduarte —dijo Matsuri, que se acercó a la mayor para darle un abrazo. Gaara sentía envidia de ella, ¿por qué su hermana podía abrazar a Matsuri y él no?

—Gracias, Matsuri —la rubia correspondió al gesto con todo gusto—. Creí que mañana viajaban a Osaka, no deberían haber venido, no quisiera ocupar su tiempo.

—No es ninguna molestia venir, sólo pasamos un momento, no podíamos no venir a verte, querida —dijo la madre de la menor, quien también aprovechó de darle un abrazo a la agasajada.

—Es cierto, Temari-san —Matsuri asintió con la cabeza—. Mañana nos marchamos, pero eres mi amiga y tenía que verte en un día tan importante para ti, aunque tenga poco tiempo.

Temari sonrió.

—Eres la mejor —contestó, abrazando una vez más a Matsuri, cuyos ojos en ese preciso instante se desviaron hacia el pelirrojo que solamente las miraba con una expresión indescifrable en su rostro, tan sólo para marcharse escaleras arriba segundos después.

Matsuri se sintió decepcionada, pero tenía que haberlo sabido, desde lo ocurrido el día de los exámenes, Gaara hacía el mayor esfuerzo posible para evitarla y mantenerla lejos y, aunque a ella le dolía –sin saber bien por qué– no tenía las fuerzas como para encararlo, básicamente porque se moría de vergüenza.

Gaara se encerró en su habitación, ignorando la celebración y a la gente que estaba abajo, no sabía cuánto tiempo Matsuri y su madre estarían ahí, pero simplemente no quería verla, no podía más con eso, así que se puso los audífonos y le dio a reproducir a su playlist favorita, echándose sobre su cama. Cerró sus ojos y sintió que la música avanzaba, tres canciones, cuatro, cuando ya estaba iniciando la quinta, un ruido fuerte le llamó la atención, como si algo se hubiese caído. Se quitó los audífonos y miró hacia la ventana que daba al balcón, entonces vio a Matsuri ahí parada, haciendo pucheros, parecía que ya había vuelto a su casa.

Aunque no quería acercarse a ver qué le pasaba, no pudo evitar curiosear un momento, notando que ella estaba tratando de alcanzar una especie de tela de color rosado que se había atascado entre las ramas del árbol que crecía en medio de las casas de ambos, pero Matsuri no lograba dar con él, estaba demasiado lejos y sus brazos cortos nunca darían con aquel objeto.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó él, abriendo la ventana, le preocupaba que ella pudiera caerse, era tan torpe que seguro terminaría accidentándose.

Al verlo salir, la chica se sonrojó un poco.

—Ah, yo… e-estaba guardando algunas cosas en mi maleta y me caí, mi mascada salió volando con el viento y fue a parar al árbol —explicó, intentando no mirar a Gaara más de la cuenta, pero le costaba lograr su cometido cuando él llevaba puesta esa camiseta tan entallada, no era muy amable de su parte hacerle eso.

Al escuchar la explicación, el chico no pudo evitar rodar los ojos, no era algo que le sorprendiera, se esperaba ese tipo de comportamiento de parte de Matsuri.

—Como siempre, eres tan boba —comentó en voz baja, aunque ella pudo escucharlo, sintiéndose más avergonzada que antes.

—Nadie te preguntó —refunfuñó.

Gaara le hizo caso omiso al comentario y, sin aviso alguno, se trepó a la rama más cercana del árbol, como ya había hecho otras veces, cuando él y Matsuri compartían una relación. Agarró aquel pedazo de tela, que se sentía bastante suave al tacto y luego, de un salto, cayó en el balcón de la chica, la cual retrocedió unos cuantos pasos, sorprendida.

—P-parece que ya habías cruzado ese árbol antes —dijo ella, un poco nerviosa al tenerlo nuevamente de frente y tan cerca, porque no es que el balcón fuese precisamente muy espacioso.

—No, para nada —mintió el pelirrojo, extendiéndole la mascada a Matsuri, la cual ésta tomó con rapidez—. Bueno, no te haría mal darme las gracias —añadió al ver que ella corría dentro para guardar su preciado objeto.

La chica regresó, frunciendo el ceño.

—Iba a hacerlo, pero qué impaciente, además de engreído —le dijo, mirándolo con el ceño fruncido—. Qué bueno que ya no seremos vecinos, no tendré que soportar más tus groserías.

Saber que Matsuri no podía esperar para estar lejos de él, de algún modo lo hizo enfadar, detestaba tener ese carácter tan explosivo, que solía encenderse como si fuera un fósforo, incluso con ella.

—No tienes idea de lo mucho que me alegra que te largues, en serio, ya no tendré que verte hacer tus torpezas —respondió, arrepintiéndose en ese mismo instante de su maldita y soez actitud, pero era como si no pudiera controlar su lengua—. Hasta el último momento me das problemas.

Ella apretó los puños e infló sutilmente las mejillas, sus ojos se enmarcaron ligeramente de lágrimas, aunque intentaba no fastidiar a Gaara, parecía que él siempre se sentía molesto con lo que sea que ella hiciera o no hiciera.

—Pues bueno, ahora serás muy feliz sin mí, me alegra.

Él solamente desvió la mirada, dándose la media vuelta para regresar a su propio balcón, pero la voz de Matsuri lo hizo detenerse en seco.

—¿Sabes qué? Te lo voy a decir porque ya no te volveré a ver de todos modos, eres un idiota y un grosero, no pensé que fueses así cuando te conocí en el hospital y la verdad es que no entiendo qué te vi —se detuvo un momento para secarse una lágrima que rodó por su mejilla, estaba furiosa y por eso no podía controlarse—. No sé por qué me gustas, eres un tonto.

—¿Qué dijiste? —Gaara buscó los ojos de Matsuri con desesperación, su corazón latía con fuerza y hasta tuvo la impresión de que había escuchado mal—. ¿Dijiste que te gusto?

La castaña se dio cuenta en ese momento de lo que había dicho, pero sus lágrimas seguían cayendo y su cara estaba más roja que el cabello de él.

—¡Sí, eso dije! —exclamó, cerrando los ojos por la vergüenza—. Igual ya no te volveré a ver, así que, qué más me da, me gustas —admitió, no podía creer que fuera capaz de decírselo después de meses de mantener esos sentimientos en secreto, pero necesitaba soltarlo antes de que fuera tarde—. Ahora quiero que te vayas de mi balcón.

Una suave sonrisa se formó en los labios de Gaara, su expresión de pocos amigos se había suavizado y ahora lucía tan serena y feliz, eso asombró a Matsuri, que pensó que él se reiría de ella por lo que acababa de confesar, pero no era así.

—Realmente eres una boba, Matsuri —dijo Gaara, que cerró sus ojos durante un instante, llenando sus pulmones de aire, porque sentía que le costaba respirar—. Ni siquiera me recuerdas y dices eso, esto es una locura…

Ella lo miró sin entender.

—¿Que no te recuerdo…?

Él se sentía emocionado, como si su pecho fuese a explotar, pero, aunque Matsuri dijera que tenía sentimientos por él, ya no había un modo en que ellos pudieran estar juntos, era tarde para su amor y él no quería arriesgarse a ello.

—No importa —contestó, negando con la cabeza—. Sería mejor que busques a otro chico en tu nueva ciudad, uno que sí te pueda dar todo lo que quieres, olvídate de mí, no puedo corresponderte —dijo, mintiendo con su mejor expresión de indiferencia. Pudo notar que ella se sintió herida con sus palabras, pero se hizo a la idea de que esto era lo más justo para Matsuri, así que volvió al trepar el árbol, regresó a su habitación y cerró la ventana, procurando no mirar atrás.

Matsuri se quedó paralizada, no pretendía escuchar una respuesta de parte de Gaara ante su repentina confesión, pero aún así le dolía haber sido rechazada, así que no pudo evitar que sus ojos volvieran a dejar salir más lágrimas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

El día de la mudanza finalmente había llegado, Matsuri y sus padres se irían en tren bala, ya que viajar por carretera no les era muy rentable, su automóvil había sido vendido, porque su padre pensaba comprarse uno nuevo una vez que se establecieran en su nuevo hogar, en la ciudad de Osaka. La mayoría de sus cosas ya se las habían llevado, quedaban unas pocas dentro de la casa, de las cuales se ocuparían de venir a buscar antes de vender la propiedad.

—Por fin nos iremos —dijo Ayako, quien fue la encargada de echarle llave a su puerta, esa casa los había cobijado durante muchos años y no podía evitar sentir cierta nostalgia al marcharse.

—Ha llegado la hora —añadió su esposo, sonriendo—. Tendremos toda una nueva vida que comenzar en Osaka.

La mujer asintió con la cabeza. Al principio la idea de mudarse no le convencía del todo, después del accidente de Matsuri, siempre tuvo la esperanza de que ella lograra recordar a Gaara, porque sabía que su hija y ese chico se amaban, así como el sentimiento que ella compartía con su esposo, pero el mismo Gaara fue quien decidió no esperar a que eso pasara, él simplemente se rindió y se alejó de Matsuri, ella no podía culparlo, solamente era un adolescente, era obvio que no podría enfrentar una adversidad como esa, así que lo entendía y lo aceptaba. Matsuri jamás puso ningún "pero" cuando le dijeron que se irían a otra ciudad, ella y sus amigas habían quedado de escribirse mucho por redes sociales y visitarse las veces que se pudieran, así que no estaba triste, o eso parecía, pues ahora mismo no se veía demasiado entusiasmada.

—¿Está todo bien, hija? —le preguntó a la menor, que estaba subiendo su equipaje al maletero del taxi, no pesaba mucho, ya que solamente eran sus cosas personales.

—Sí, mamá, ¿por qué? —cuestionó la menor, mostrándole una dulce sonrisa para tranquilizarla, pero lo cierto era que no podía dejar de pensar en Gaara y en su fallida confesión.

La mayor negó con la cabeza.

—No es nada —aseguró, guardando también su equipaje.

Cuando todo estuvo listo, los tres se montaron en el taxi y partieron hacia la estación, su tren saldría en poco más de una hora, pero querían estar ahí con tiempo, en caso de cualquier inconveniente.

Mientras ese auto se alejaba, llevándose consigo a la que, él creía que era la única chica a la que iba a amar, Gaara se asomó hacia la ventana. Estaba dejando que ella se fuera sin siquiera mover un dedo, cuando todo lo que quería era correr y decirle que quería estar a su lado, pero su cuerpo estaba paralizado y su corazón destrozado.

Se alejó de la ventana y le dio una patada a la pata de la cama, para luego sentarse a los pies de la misma, cubriéndose el rostro con las dos manos. Estaba tan frustrado, tan enojado consigo mismo, tan triste.

—¿Qué rayos estás haciendo ahí sentado como un idiota?

—Temari, déjame solo —contestó, sabía que era su hermana, aunque no la estaba mirando—. No estoy de humor, en serio.

—Gaara —ahora el que hablaba era Kankuro, parecía que los dos habían decidido colarse en su habitación sin permiso—. ¿De verdad te vas a quedar ahí y vas a dejar que Matsuri se vaya sin decirle absolutamente nada de lo que ella es para ti?

El menor despejó su rostro y alzó la cabeza para ver a sus hermanos, los dos lo estaban observando con expresión de reproche.

—¿Y qué quieren que haga? —cuestionó, ofuscado—. Ella no me recuerda, ¿qué sentido tiene que le diga algo? Sólo déjenme solo, ¿quieren?

—¡Por dios, Gaara, no imaginé que fueras tan cobarde! —exclamó la rubia, frunciendo el ceño con rabia—. Decidí no meterme en tus decisiones respecto a Matsuri, pero de verdad me desespera verte así, ella hizo todo lo que pudo para estar a tu lado aunque no la recordabas, pero tú solamente huyes como un niñito asustado, ¿realmente eres mi hermano?

—Es cierto —la secundó Kankuro—. Creíamos que lo que sentías por ella era sincero, pero ya veo que sólo hablabas por hablar cuando dijiste que amabas a esa chica, a la primera de cambios saliste corriendo, de verdad te pasas, Gaara.

Sintiéndose atacado e insultado, Gaara se puso de pie con furia —¡Ustedes no saben nada! —exclamó, apuntándolos con el dedo—. Es fácil para ustedes hablar desde sus posiciones, porque no sienten lo que yo, no saben lo que es que la persona que amas no tenga ni una jodida idea de quién eres, no se imaginan lo culpable que me siento por todo lo que ella pasó, no… —bajó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta—. Yo no… no soy tan fuerte como ella… —cerró sus ojos, sentía que estaba por ponerse a llorar, cosa que siempre evitaba a toda costa—. Amo a Matsuri, pero cuando ella dijo que no me recordaba me llené de miedo, me asustaba que ella me viera como a un desconocido, sentía que todo era mi culpa, que yo… que yo causé eso.

—Gaara… —murmuró Temari, suavizando el tono de su voz.

—El doctor lo dijo, que un gran trauma había provocado que ella me olvidara, así que… —se mordió el labio inferior—. ¿Herí tanto a Matsuri hasta el punto de que ella decidió borrar todo rastro de mí de su memoria? Eso fue lo que pensé… y no sabía si podría hacer que ella volviera a recordarme, no… —negó con la cabeza—. No sabía si realmente eso era lo que ella quería.

—Hermano, escúchame, esa chica te ama —dijo Kankuro, apoyando ambas manos sobre los hombros del pelirrojo—. ¿Y qué si ella te olvidó? Por dios, reacciona, ambos se quieren, lo que sucedió fue un accidente y estoy seguro de que ella jamás elegiría olvidarte.

Temari asintió con la cabeza.

—Es imposible que Matsuri no quiera saber lo que ustedes son, estás hablando de la chica que decidió volver a ser tu amiga, aunque tú no la recordabas, ¿acaso no te has dado cuenta? Eres tan bobo —lo regañó su hermana, dándole un leve golpecito en la cabeza, que pareció que por fin lo hizo entrar en razón, porque él decidió correr en ese instante, no le importó absolutamente nada, ni el hecho de que no llevaba dinero o de que afuera había empezado a llover.

—¿Crees que la alcance? —preguntó Kankuro—. Pienso que hicimos todo lo posible por hacerlo recapacitar, espero que de verdad llegue a tiempo.

—No sé, pero tal vez podemos ayudarlo otro poco —la chica sacó su teléfono y marcó directamente al celular de Matsuri—. Hola, ¿todavía no ha salido el tren? Ah, es que quería darte algo antes, sí, te encontraré en la estación, nos vemos —colgó, mostrando una sonrisa—. Estarán ahí un rato más, espero que Gaara se dé prisa.

—No vamos a ir ahí, ¿cierto?

Temari rodó los ojos.

—Claro que no, sólo fue una excusa —contestó, soltando un suspiro, a veces su hermano era un poco lento para captar las cosas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Mientras Matsuri y sus padres esperaban a que su tren saliera, había comenzado a llover, pero la estación era techada, por lo que no debían preocuparse. Los tres estaban bebiendo un café y comiendo unos bocadillos en la zona de cafetería, tenían que estar en la línea de embarque en aproximadamente unos veinte minutos, así que ya estaban terminando con sus aperitivos.

—Bueno, creo que ya deberíamos irnos —dijo la madre de la chica, poniéndose de pie, pero su hija frunció un poco los labios.

—¿Se pueden adelantar? Necesito pasar al baño antes —explicó la menor.

Los dos mayores asintieron con la cabeza, entonces su padre tomó la maleta de ella.

—Te esperaremos allá, date prisa —dijo Ryu, a lo que Matsuri asintió con la cabeza, en realidad estaba esperando la supuesta llegada de Temari, pero no quería decirles a sus padres, seguro que la regañaban por juntarse a último momento con una de sus amigas.

Luego de que sus padres se alejaron, Matsuri miró la hora en su celular, esperaba que Temari se diera prisa, porque ya no le quedaba mucho tiempo, pero se distrajo un poco cuando vio a dos niños que estaban en una mesa cercana a la suya, no parecía que fueran hermanos, pues no tenían rasgos similares.

—No quiero que te vayas, Ayaka-chan —dijo el niño, que tenía los ojos de un bonito color miel y el cabello rojo, pero muy oscuro—. ¿Qué voy a hacer sin ti ahora? Me vas a olvidar.

La niña le tomó las manos, mientras le sonreía, ella tenía el pelo anaranjado y los ojos cafés, además, lucía muy dulce y linda.

—Kitaro-kun, tú sabes que yo siempre seré tu mejor amiga, así que no tienes de qué preocuparte, yo jamás me olvidaría de ti —aseguró la pequeña Ayaka, los dos no parecían pasar de los diez años, Matsuri se preguntaba por qué estaban ahí esos dos niños solos, pero al cabo de un rato se dio cuenta de que los padres de ambos estaban vigilándolos de cerca.

—¿Prometes que no me olvidarás y que siempre seguiremos siendo mejores amigos? —preguntó él, a lo que la muchachita asintió con la cabeza.

—Te lo prometo, te recordaré siempre y siempre seremos mejores amigos, promesa del meñique —dijo ella, entrelazando su dedo más pequeño con el de la mano de su amigo, que no dudó en aceptar el gesto.

En ese momento, una imagen y algunas voces llenaron la cabeza de Matsuri, haciendo que ésta doliera.

Desde hoy, Gaara-kun y yo somos los mejores amigos, ¿ne?

Sí, desde hoy eres mi mejor amiga.

Debido a la incomodidad, Matsuri se apoyó contra la mesa, cerrando los ojos, mientras más recuerdos empezaban a agolpársele en la mente.

Te amo, Matsuri…

—Yo también te amo, Gaara-kun…

Los ojos se le llenaron de lágrimas al darse cuenta de la verdad, había sido como un golpe de información, pero de pronto lo recordaba todo, sus juegos de pequeños, la promesa que habían hecho de estar siempre juntos, también empezaba a acordarse de los besos, las caricias, las veces que se dijeron que se amaban, e incluso su primera vez; Gaara no era solamente un simple vecino, él era su novio, su mejor amigo y la persona que ella amaba, ¿por qué se había olvidado de él? Y lo peor de todo, ¿por qué Gaara no le dijo nada? ¿Acaso intentaba tomar venganza por lo que ella hizo en primer lugar?

A medida que recordaba, solamente podía preguntarse las razones que él tuvo para alejarse de ella, así que le tomó totalmente por sorpresa cuando, en vivo y en directo, escuchó la voz de él a sus espaldas.

—Matsuri —la llamó Gaara, estaba jadeante, exhausto, pues había corrido desde su casa hasta la estación, ya que no llevaba dinero para el taxi, también estaba empapado por la lluvia, pero nada de eso le importaba ahora. La chica quiso voltear para verlo, pero él se lo impidió—. No te voltees, por favor, escúchame primero o no seré capaz de decirte nada.

La castaña asintió con la cabeza, sin moverse de su lugar más de la cuenta. Él la vio asentir y comenzó a hablar, sabía que, si no decía todo ahora, no volvería a tener la oportunidad.

—Anoche, cuando me dijiste lo que sentías por mí y te respondí que era mejor que te buscaras a otro, la verdad es que te mentí —dijo él, mientras sus manos temblaban ligeramente—. En realidad, no quiero que mires a otro, no quiero que te enamores de nadie más, Matsuri, no podría soportarlo… —hizo una leve pausa—. Yo decidí que nadie te dijera nada acerca de quien soy realmente porque cuando despertaste en el hospital y no me reconociste, tuve miedo, me sentí como si tú no quisieras saber nada de mí, pero, a decir verdad, yo no soy únicamente tu vecino, tú y yo éramos mejores amigos antes y ahora… soy tu novio —al escucharlo, aunque Matsuri ya recordaba todo, se sorprendió de que él le hubiera dicho la verdad justo en este momento—. Y sé que me porté como un estúpido durante todos estos meses, sé que he sido odioso, pero sólo trataba de protegerme a mí mismo, porque me dolía que de todas las personas, solamente a mí me hayas olvidado —apretó sus puños, cerrando los ojos con fuerza—. Pero no podía dejar que te fueras sin decirte que en realidad yo te amo, Matsuri, siempre te he amado, desde que éramos pequeños… y lo siento por decirte todo esto justo antes de que empieces tu nueva vida, yo sólo…

—Eres un mentiroso —dijo Matsuri, dándose la vuelta para verlo, ella estaba llorando y eso rompió el corazón de Gaara, seguramente debía estar muy enojada con él.

—Lo sé, lo lamento… —murmuró, bajando la mirada.

La joven se limpió los el rostro con el dorso de la mano y volvió a verlo, pero mostrando una suave sonrisa que lo descolocó un poco.

—Se supone que habías terminado conmigo cuando supiste la verdad, así que no eres mi novio, Gaara-kun —lo corrigió, mordiéndose el labio inferior.

—¡Eso fue un error, yo sólo…! —el pelirrojo cortó su frase cuando se dio cuenta de lo que implicaba lo que Matsuri acababa de decirle—. Tú… ¿te acuerdas?

Matsuri asintió con la cabeza, justo antes de rodearle el cuello a Gaara con ambos brazos, lanzándose a sus labios y sellándolos en un beso. Él ni siquiera dudó en corresponderle, abrazándola por la cintura y apegándola a su cuerpo, sus labios comenzaron a moverse a un compás suave y embriagador, como solían ser todos sus besos, desbordando todo el amor que ambos se tenían.

—Perdóname, fui un estúpido, un cobarde… —decía Gaara entre besos, apenas y podía dedicarse a respirar mientras la tenía así, por fin a su lado.

—No me importa nada de eso —respondió Matsuri, las lágrimas volvían a correr por sus mejillas, pero ella ya no estaba triste—. Yo acabo de recordarlo todo, te recuerdo y sé que te amo, Gaara-kun —ella se separó unos cuántos centímetros, acariciando el rostro del chico que tenía frente a ella—. Entiendo por qué no me dijiste la verdad, después de todo, yo pasé por eso… y lo lamento, debí decirte todo desde el inicio, pero…

—Matsuri, yo recuperé la memoria cuando tú estabas en el hospital —la interrumpió Gaara, acomodando un mechón de cabello detrás de la oreja de la castaña—. Yo sé que no me dijiste la verdad por temor a hacerme daño, pero en mi caso simplemente fui un idiota, creí que alejarte era lo mejor para los dos, pero no, no puedo vivir sin ti, no quiero perderte otra vez.

Ella miró al suelo, literalmente estaba a minutos de marcharse a vivir lejos, pero ahora no quería soltar a Gaara, no quería irse, no siquiera le importaba que ahora mismo su ropa se hubiese mojado mantenerlo abrazado, ya que él estaba empapado.

—Y ahora estaremos lejos… —Matsuri sollozó, pero Gaara secó sus lágrimas con las yemas de los dedos y le dio un corto beso sobre los labios.

—No me importa dónde estés, Matsuri, te llamaré todos los días y te visitaré todos los fines de semana, no puedo pedir te que no te vayas porque sé que eso es imposible, pero créeme, no pienso dejar que lo nuestro se termine aquí.

Matsuri asintió con la cabeza y lo abrazó más fuerte, escondiendo el rostro en el pecho de quien –ahora por fin sabía– era su amado. Gaara le acarició el cabello y dejó un beso sobre su cabeza.

—Matsuri, prometo que iré a buscarte donde sea…

—Y yo prometo que siempre estaré esperándote —dijo Matsuri, rompiendo el abrazo lentamente, ya tenía que irse, el tren estaba por salir, sus padres estarían preocupados, había tardado demasiado—. Gaara-kun, volveremos a estar juntos pronto… —mientras ella se iba alejando, sólo sus manos permanecían todavía en contacto, sus dedos entrelazados poco a poco se empezaban a separar.

—Matsuri… —dijo Gaara, tragando saliva al saber que pronto la vería partir—. No me olvides…

La chica sonrió, asintiendo.

—Jamás, Gaara-kun.

Finalmente, sus manos también se soltaron y ella debió ir con sus padres. El tren no tardó mucho en partir, llevándose a la chica, Gaara lo observó hasta que su imagen se perdió en el horizonte, los dos sabían que debían estar lejos por ahora, pero se amaban y habían hecho la promesa de estar siempre juntos, ahora sabían que ni siquiera el olvido podría separarlos.