—Las mudanzas son un fastidio —murmuró Gaara, frunciendo levemente el ceño, mientras dejaba la caja llena de cosas sobre el piso de su nuevo departamento, con mucho cuidado para no romper nada.
Llevaba ya un rato poniendo cajas y cajas, acomodando muebles y limpiando, no es que le entusiasmara la idea de hacer todo eso, pero sabía que era sumamente necesario.
—Suenas igual que Shikamaru —escuchó la voz escandalosa de quien se había convertido en su mejor amigo, desde que conoció a Naruto, poco a poco el rubio había sabido ganarse su amistad y cariño, por eso no era nada raro que los dos hayan decidido compartir un departamento ahora que eran estudiantes universitarios, o, más bien, que pronto lo serían.
—Es mi cuñado, ¿qué esperabas? —el pelirrojo suspiró, escuchaba tan seguido las frases de Shikamaru Nara, que hasta empezaban a pegársele.
Naruto solamente se rio a carcajadas, para luego llevarse las manos a la nuca.
—¿Ya es todo? —preguntó, pues no veía nada más allá afuera que Gaara necesitara ingresar al departamento—. El teme dijo que vendría más tarde a traer sus cosas, seguro que su mamá seguía quejándose de que su bebé se fuera de la casa.
Gaara rodó los ojos —Dímelo a mí, mamá no dejaba de llorar —comentó, pues le había sucedido exactamente lo mismo, Karura no quería que él se fuera a vivir lejos, opuso toda la resistencia posible, no entendía por qué Gaara tenía que irse a un departamento para asistir a la universidad, siendo que sus hermanos mayores seguían viviendo en la casa, pero él insistió en que necesitaba su independencia y al final, ella tuvo que aceptar.
—Je, ni modo, amigo —Naruto apoyó una de sus manos sobre el hombro de Gaara—. Igualmente te agradezco por estar aquí, no habría podido pagar solo este departamento, sin ti y sin Sasuke no conseguiría nada de esto.
—No es nada, sabes que también nos convenía a los dos —contestó Gaara, esbozando una suave sonrisa.
Desde que Naruto les había manifestado sus ganas de cambiarse a un mejor lugar, que quedara más cerca de la universidad, tanto Gaara como Sasuke se apuntaron para irse con él, tanto para apoyarlo con la renta, como para aprovechar la cercanía y la independencia que tendrían de sus padres. Gaara había conseguido un trabajo de fin de semana en una tienda de música, llevaba ya un par de meses ahí, no ganaba demasiado, pero era lo suficiente como para compartir el lugar con sus amigos. Naruto también estaba trabajando, pero lo más seguro era que a Sasuke le seguirían dando dinero sus padres, él solamente se había unido a la causa por mera solidaridad con Naruto.
—Bueno, ¿te ayudo a poner tu ropa en el armario?
—Claro —Gaara asintió con la cabeza y entre los dos comenzaron a acomodar todo, Naruto ya se había instalado el día anterior, así que lo suyo ya estaba listo, por lo que tenía tiempo y disposición para ayudar a su amigo.
—¿Ya sabes cuándo vendrá Matsuri-chan? —preguntó el rubio, mientras doblaba algunas camisetas y las guardaba, a decir verdad, era bastante organizado para ese tipo de cosas, como estaba acostumbrado a vivir solo, era algo que hacía de forma natural.
Gaara se tensó ligeramente al escuchar el nombre de la chica, había pasado un tiempo desde la última vez que la había visto, pues con tantas cosas por hacer de parte de ambos, el trabajo, la mudanza, los exámenes de ingreso a la universidad, no había tenido la oportunidad de ir a visitarla a Osaka y ella mucho menos de venir a Tokyo. Había pasado un año y un poco más desde que ella se mudó con sus padres, aquella mañana en la estación de tren, cuando se despidieron, él se sintió destruido, pero también estaba tranquilo, porque sabía que nuevamente estaban juntos, que Matsuri por fin lo recordaba, así que no tenía nada que temer.
Había sido difícil mantener una relación a larga distancia, no podían verse siempre, pero se comunicaban bastante, habían aprendido una nueva forma de demostrarse su cariño por medio de mensajes y llamadas telefónicas, no era lo mismo que estar juntos físicamente, pero aliviaba un poco sus ansias de verse.
—No hemos hablado hace días, no sé cuándo vendrá —respondió, mientras se dedicaba a guardar su ropa interior en el cajón del mueble que estaba junto a la que sería su nueva cama, que solamente tenía encima el colchón, pero ni una sola sábana.
—¿Pero sí se mudará a la ciudad?
El pelirrojo asintió.
—Eso dijo, que estaba buscando un departamento, pero supe que sus padres no estaban tan felices —se encogió de hombros y suspiró—. Yo en cambio estoy ansioso, no puedo esperar a que esté aquí conmigo.
—Te entiendo —dijo Naruto, sentándose sobre el colchón de su amigo—. Bueno, tiene tiempo que no salgo con nadie, pero si tuviera una novia, me gustaría que esté cerca de mí todo el tiempo.
Gaara terminó de acomodar su ropa y cerró el cajón, luego abrió otro que estaba más abajo y empezó a acomodar calcetines. Decidió no comentar nada al respecto, sabía bien que Naruto no salía con nadie porque todavía no superaba a su ex, a Hinata. Ambos habían decidido quedar como amigos, después de muchos meses de no hablar y de prácticamente ignorarse, Naruto tomó la iniciativa de pedirle a Hinata que se llevaran bien, claro, para ese entonces, ella ya estaba saliendo con aquel chico de buena familia, así que Naruto no tenía ni una sola esperanza de retomar su relación, aunque era obvio que seguía enamorado de ella.
—Oye, amigo, tu teléfono está vibrando —dijo Naruto, observando el aparato que estaba sobre la mesita de noche de Gaara, la cual había puesto hace un rato en la nueva habitación.
El recién nombrado se levantó y observó con agrado el nombre que aparecía en su pantalla iluminada, sonrió ligeramente antes de contestar.
—Hola —dijo, Naruto supo de inmediato de quién se trataba, así que le hizo un gesto de que saldría para dejarlo hablar a solas, la cara de bobo enamorado que ponía Gaara siempre que hablaba con Matsuri era algo imposible de disimular—. ¿Cómo estás? También te he extrañado, me alegra oír tu voz —comentaba el pelirrojo, sentándose sobre el colchón vacío de la cama.
Incluso si sólo hablaban por un par de minutos, oír a Matsuri era como estar en el cielo para Gaara, hace un par de años no habría podido imaginarse a sí mismo estando tan enamorado de alguien, más porque su relación no era tan convencional, al no poder verse siempre que quisieran, pero ahí estaba él, totalmente rendido por esa chica.
—Sí, estoy guardando mi ropa, estoy en mi nuevo departamento, te traeré cuando vengas a la ciudad —comentaba, mirando hacia la ventana de su habitación—. Es un quinto piso, no es tan alto, pero sí se ve pequeña la gente de la calle —bromeó—. ¿Cuándo vendrás?
La respuesta que ella le dio no fue tan satisfactoria como esperaba, Matsuri no sabía cuándo podría mudarse, las clases en la universidad empezarían dentro de tres semanas y ella seguía sin encontrar un departamento, eso no era bueno, si quedaba demasiado lejos del edificio principal, era posible que le costara mucho tomar las clases.
—¿Segura que no quieres que te ayude a buscar? Matsuri, vamos, no quiero que se te haga difícil —decía, pero la chica del otro lado sólo decía que ella podía hacerlo sola, así que suspiró—. Bien, sí, seguiré con la mudanza, también te quiero —añadió, terminando la llamada.
Un par de días pasaron, Sasuke ya se había mudado con ellos y había donado toda la sala para el departamento compartido, cortesía de los millones de sus padres. A pesar de que Gaara y Naruto querían hacer todo por su cuenta, no se pudieron negar al generoso ofrecimiento de los padres de su amigo, quienes insistían en que no lo dejarían ir si no aceptaban esas "baratijas".
Era fin de semana y Gaara estaba en su trabajo, había hablado por la mañana con Matsuri, pero fue una conversación corta, apenas habían tenido tiempo de saludarse y ella le dijo que se debía ir, ya que estaba algo ocupada con la búsqueda de un departamento. Todo eso lo tenía un poco desanimado, no quería que llegara el día en que Matsuri le dijera que siempre no podría mudarse a la ciudad y que, además, había decidido seguir sus estudios en Osaka. Los padres de Matsuri se habían opuesto rotundamente cuando su hija les dijo que planeaba volver a vivir a Tokyo para estudiar en la universidad, decían que no sería capaz de estar sin ellos, pero Matsuri estaba decidida y sabía muy bien lo que quería, al igual que Gaara.
—Gaara-kun, por favor, atiende a la clienta que acaba de llegar —dijo su jefa, era una mujer de avanzada edad, a decir verdad, él no entendía como es que esa señora seguía viva, es decir, se quedaba dormida en todos lados y más de una vez le había metido un susto cuando no se despertaba, él pensaba que había pasado a mejor vida, pero al final ella sólo se reía a carcajadas.
—Sí, abuela Chiyo —respondió, asintiendo con la cabeza. Ella había insistido mucho en que él la llamara "abuela", era así con todos los trabajadores jóvenes, ya que decía que su nieto nunca quería llamarla de ese modo, que era un mocoso majadero y que a veces le colmaba la paciencia, Gaara ya estaba un poco cansado de oír esas quejas a diario.
Como estaba detrás del mostrador que se encontraba dentro de la tienda, tuvo que salir del mismo para buscar a la clienta, la vio dándole la espalda, mirando una de las estanterías de música de los noventa. Ella llevaba puesta una sudadera con gorra, así que no se le veía el cabello.
—Disculpe, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó, observando de reojo que la chica tomaba un disco entre sus manos, que eran muy blancas y parecían ser suaves y delicadas.
—Busco algo para mi novio —respondió ella, su voz fue inmediatamente reconocida por Gaara, que confirmó su teoría cuando ella lo miró y le sonrió—. Rock de los ochenta y noventa, a él le gusta mucho.
—Matsuri… —murmuró Gaara, cuyo pecho se apretó de alegría al tenerla frente a él.
Antes de que Matsuri dijera algo más, Gaara la alzó entre sus brazos y la estrechó con fuerza, dándole una vuelta en el mismo sitio, que la mareó un poco.
—¡Gaara-kun! —se quejó la chica, que se guindó de su cuello cuando él volvió a ponerla en el suelo—. Creí que me iba a caer.
—Nunca te dejaría caer —dijo Gaara, acariciándole el cabello, para luego robarle un beso corto—. ¿Qué haces aquí? Creí que no vendrías todavía, dijiste que no habías encontrado departamento, no entiendo —frunció ligeramente el ceño, algo aquí no cuadraba.
Matsuri rio de modo travieso.
—Te mentí, ya encontré uno —contestó, sacando la lengua—. Ya me cambié, es que quería darte la sorpresa, Gaara-kun.
—Me tenías realmente preocupado, tonta —reclamó el pelirrojo, abrazándola una vez más, lo hacía con fuerza, pero con cuidado de no lastimarla—. Dios, no puedo creer que estás aquí, ¿cómo supiste donde trabajo?
La chica rodeó el cuerpo del más alto con sus brazos, mientras escondía su rostro en el pecho de él, podía escuchar a su corazón latiendo con rapidez y eso la hacía muy feliz, ya que no era la única.
—Le pregunté a Naruto-san —respondió, separándose un poco para poder ver a los ojos a su novio—. Te extrañé demasiado, pero ya no volveremos a estar separados, lo prometo.
Las suaves caricias de Gaara sobre su mejilla, pronto se vieron opacadas por la dulce sensación de sus labios sobre los propios, sus besos eran apasionados, pero siempre respetando el lugar en donde se encontraban (aunque en ese momento estaban solos). Matsuri se colgó del cuello de Gaara y éste sonrió en medio del beso, estaba tan feliz que podría gritarlo a los cuatro vientos.
En unos días su nueva vida iba a comenzar, la universidad iba a ser un reto para ambos, pero una cosa era segura, cualquier reto que hubiera de ahora en adelante, lo enfrentarían juntos.
Fin.
