Misao, una Chica en Apuros.
Acto 4
Ups!!!
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Kenshin regresaba bastante contento de su visita a las diferentes escuelas de la zona. Había una que le había gustado bastante y en la que se inscribiría en cuanto Aoshi pudiese acompañarlo. Porque él sería su tutor.
Cuando habían visto las calificaciones que traía, los encargados de la recepción de alumnos nuevos enseguida iniciaron los trámites para quedarse con tan estupendo chico. Sólo faltaba la presencia de Aoshi para las firmas.
Kenshin iba silbando alegremente cuando un escaparate llamó su atención. Era una tienda de manga. Eso lo puso más contento aún, porque a él le gustaba ver las portadas de las revistas, si bien debido al poco dinero que tenía, no podía permitirse comprar las historietas que tanto le gustaban. Antes que muriera su padre, Kenshin visitaba una vez al mes la tienda de su ciudad con la mesada que lograba reunir, y traía sagradamente la historieta que coleccionaba. Poco antes de morir su padre, la historieta había finalizado y desde entonces no pudo comprar otra nueva debido a los problemas de herencia.
El joven entró al lugar y su vista vagó sobre las portadas de colores. Una portada en especial llamó su atención.
"Rurouni Kenshin"
Kenshin frunció el ceño y observó el rostro del personaje que sin duda debía ser "Kenshin". Era pelirrojo, como él, y tenía una cicatriz en la cara.
Guaus... Kenshin se sintió importante durante un momento al comprender que esa historieta tenía a alguien como él como protagonista.
-¡Genial! ¡¡Ya salió el tomo tres!!-
Una voz a su espalda hizo que Kenshin se volviese sorprendido. Un chico con una gorra de béisbol sobre la cabeza le miraba con unos ojos azules que despedían chispas debido a la alegría.
Extrañamente el chico tenía el cabello negro y bastante largo, tomado en una coleta... y sonreía abiertamente a Kenshin. Esto le reconfortó mucho. La gente de ese lugar era amistosa. La mañana no podía ir mejor.
-Hola, Kaoru... de nuevo por aquí... - saludó el dueño del local al "chico" junto a Kenshin. – Ya ves que finalmente ha llegado el tomo que tanto querías.-
-¡¡Sí!!... es que me gusta mucho esa historia... Kenshin es genial... pero... hum...- Kaoru bajó la vista un tanto apenada.- ¿Me podría guardar la historieta algunos días? Me falta dinero para comprarla... -
Kenshin observaba a Kaoru, quien estaba de semilado a él. Asi que era una chica... debía tener unos doce años para tener ese cuerpo espigado, pero sin las protuberancias de una joven. El rostro de la niña era sumamente expresivo. A Kenshin se le ocurrió que a Kaoru se le debía dar muy mal mentir porque su rostro siempre la delataba.
-Si lo deseas, puedes llevarte el tomo ahora y pagármelo después.- Dijo el dueño del local a la jovencita. A Kaoru se le iluminaron los ojos durante un momento, pero luego puso expresión que según ella era de chica ruda, bajando levemente el rostro y haciendo una adorable mueca con la nariz.
-No, señor Hideaki, pero muchas gracias... el viernes tendré dinero suficiente y vendré por el tomo. Prefiero que me lo guarde.
El caballero entonces tomó el tomo tres y lo guardó bajo el mostrador.
-Está bien, Kaoru. Cuando quieras ven a por él.-
-¡¡Gracias!!- dijo la jovencita. Luego se volvió hacia Kenshin. –Hola... tú no eres de por aquí, ¿verdad?
La pregunta tomó desprevenido a Kenshin quien se empezó a sonrojar un poco.
-A ti también te debe gustar Kenshin... por eso te pintaste el pelo rojo y te lo estás dejando crecer... - especuló la jovencita, acercando su mano al fleco de Kenshin y moviéndolo graciosamente.
-Esteee... yo... jejeje... mi pelo es asi, no es pintado. Y he llegado hace poco a vivir a esta zona- respondió el muchacho un poco nervioso, aunque sin saber por qué.
-Vaya... ¿y no conoces a Kenshin?... es muy bueno. Yo te prestaré mis tomos, porque acabo de decidir que me caes bien.-
Kenshin sonrió quedito y miró el tomo que aun tenía en su mano y que era el primero de la serie.
-No te preocupes, Kaoru... porque... compraré este tomo hoy.- Kenshin quería gritar de alegría... él le caía bien a una chica por ser pelirrojo... a él generalmente ese hecho lo acomplejaba un poco, pues no le gustaba llamar la atención, porque siempre acababan molestándolo en la escuela por su color de pelo. Pero esta chica estaba decidida a prestarle lo que por lo visto era su tesoro sólo por ello. -Además, Kaoru, no me conoces... no deberías prestarme tu historieta favorita. Ni siquiera sabes mi nombre ni donde vivo ahora...ni sabes de donde vengo.
Kaoru seguía sonriendo.
-Bueno... sé donde vives, porque esta mañana te he visto salir de la casa de mi vecino, el joven Aoshi. Después te ví en mi escuela... asi que ya te conozco un poco. Cuando quieras te prestaré el tomo dos de Kenshin. Y el tres cuando lo compre...-
-Kaoru...- intervino el vendedor, que envolvía la compra de Kenshin.-... No asustes a este jovencito... eres una chica muy parlanchina.
Kaoru bajó la vista un momento, levemente ruborizada.
-Jeje... lo siento, joven... joven... -
-No te preocupes... - dijo Kenshin-... tu charla es agradable.- Cuando la frase salió de la boca del joven, él supo que lo decía en serio.
Un grupo de chicos entró a la tienda y uno de ellos llamó a Kaoru.
-Hey, Kaoru, apúrate, que tenemos que ir al partido.- dijo uno de ellos.
-Ya voy, ya voy... - Kaoru tomó un bate de béisbol que estaba apoyado en una estantería y salió sonriendo de la tienda, despidiéndose del jovencito pelirrojo con la mano. – Estos niños no entienden las necesidades de lectura de una chica como yo... ¡Espérame Sanosuke!- Kaoru salió corriendo agitando sus delgadas piernas.
Kenshin se quedó mirando hacia donde había salido la niña, entre divertido y sorprendido. Era sin duda una pequeña dama especial.
-Joven, su compra...- dijo el dueño del local a Kenshin, al notar su distracción y pasándole el libro envuelto.- ... Kaoru es muy entusiasta por esta lectura... generalmente compra algunas historietas, pero nunca la había visto con tanto entusiasmo por una en especial como esta. Más porque no es un género para jovencitas. Quizá la entusiasma el hecho de que la amiga del protagonista se llame como ella y ella, bueno... es imaginativa y por eso siempre se mete en problemas, pero es una gran chica. Sí señor.
Kenshin se quedó pensando unos momentos. Vaya... por lo visto, Kaoru era una versión más juvenil de su hermana Misao.
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Misao estaba aburrida. Había limpiado la casa con gran eficiencia, había ordenado su ropa y la de Kenshin... sola en casa, no sabía que otro quehacer podía inventarse para matar el tiempo, ya que la nana Saori habia ido a visitar a una hermana y regresaría en dos dias más.
Buscar empleo no estaba resultando, nuevamente. A una semana de haberse instalado en la casa Shinomori, las cosas no funcionaban tan maravillosamente bien como Tenshi había prometido. Aunque dependía del punto de vista. Kenshin había llegado el día anterior con la noticia de que ya tenía escuela y se llevaba estupendamente con Aoshi, con su madre y la señora nana. Seguía siendo un chico en cierta forma retraído, pero como tenía un "algo" especial, pronto todos le tomaron afecto.
Claro... imposible no querer a un chico como él, pero... ¿y ella?... ¿Nadie la notaba a ella? Desde luego había de parecerles extraño, pues aun lo consideraban un chico. Engañar a la madre no era difícil escondiéndole las gafas debidamente... y cuando Aoshi llegaba a casa, Misao se encerraba en su habitación. A Kenshin entonces le encomendaban la tarea de agradecerle el que se ocupara de la casa aunque no fuese necesario.
-Yo le diría la verdad de una vez y me dejaría de todo este juego estúpido e infantil-
Misao dio un respingo ante la voz de Tenshi. La chica se dio vuelta y se encontró mirando a su fantasma amigo.
-Sabes que tengo razón, Misao. No prives a mi hermano de tu compañía.-
-Tu hermano no me dirige la palabra, asi que, ¿para qué incomodarlo con mi compañía? Seguro ni le interesa.-
Tenshi miró a Misao por unos momentos. La chica se acomodaba el cabello bajo la gorra. Esa maldita enorme gorra... ¿cómo podía Aoshi enamorarse de Misao si no la conocía?
-Por más que trato de entender tus motivos no logro comprender esa insistencia tuya de mantener la farsa. Misao, son seis meses... en los cuales no podrás evitar que descubra que tú eres tú... y se enfadará. Ahórrate problemas futuros, aún estás a tiempo. Además... tampoco me gusta que engañes a mi madre.
Misao solo miró a Tenshi antes de colocarse un sweater ancho sobre la ropa y salir de la habitación dejando al pobre y bien intencionado Tenshi a solas.
¿Cómo decirle... cómo decirle que una mirada a esos ojos azules, cuando estaba sobre él el otro día, había bastado para inquietar su corazón, al punto de tener miedo?
Miedo a enamorarse de Aoshi.
¿Cómo decirle que era preferible encerrarse en la habitación para que los presentes en la casa no notaran el rubor que le subía al verlo?
Misao suspiró. Se había enamorado de Tenshi y había sufrido lo indecible cuando él se marchó. No quería pasar por lo mismo en seis meses más, cuando fuera ella quien tuviera que retirarse de esa ciudad, dejando su corazón con Aoshi.
Lo mejor era evitarlo. Y concentrarse en buscar empleo.
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Las tres de la mañana y ni luces de la madre ni de Aoshi. Misao se paseaba impaciente por la habitación, mirando de reojo a su hermano tan asustado como él.
Y ahora, nadie de la casa aparecía.
Misao marcó nuevamente el número del teléfono móvil de Aoshi, aunque sabía que no tendría respuesta nuevamente. Fue cuando se abrió la puerta de entrada de su casa.
Misao y Kenshin corrieron hacia ella. Aoshi entraba solo, con expresión cansada y triste y absolutamente desolada.
Misao no hizo preguntas y se apresuró a hervir agua para hacer té, bastante aliviada de verlo sano y salvo. Desde la cocina escuchó a Aoshi disculparse con Kenshin por no contestar el teléfono. Al salir corriendo de la oficina seguramente se le habría caído. Momentos después los tres habitantes de la casa se tomaban un té en tanto Aoshi explicaba la temporal ausencia de su madre.
-Mi madre no lo reconoce, pero está en exceso afectada por la muerte de mi hermano. Además, mi padre tuvo que viajar casi el mismo día del entierro a Milán, donde mi hermana termina un curso de Diseño de Interiores, para acompañarla. Ahora la familia está dividida y mi madre sufre mucho, aunque no le gusta demostrarlo... por eso ahora último ha estado haciendo cosas arriesgadas. En un semáforo se encontró con un par de chicos sobre un precioso auto y se retaron a carreras... pero ella perdió el control del vehículo y chocó contra un árbol. Afortunadamente sólo se rompió una pierna y la muñeca de la mano derecha, pero pasará una semana en el hospital.-
Misao se imaginó el momento en que llamaban del hospital a Aoshi para informarle que su madre estaba accidentada. Pensó que tal vez él en ese momento se derrumbó pensando que tal vez no alcanzaría a llegar a verla viva... Misao supo que Aoshi habia vivido un momento de pánico y terror absoluto al imaginar el modo en que le avisaría a su padre y hermana que se quedaban solitos también. Recorrió con la mirada las ojeras que ya evidenciaba ese hombre, fruto de la preocupación. Y deseó consolarlo y abrazarlo de alguna manera. Pero al notar el rumbo que tomaban sus pensamientos, optó por retirar las tazas de la mesa de cocina y se puso a lavarlas.
Aoshi notó a ese chico Misao lavando las tazas mientras Kenshin le ofrecía de su chocolate como símbolo de comprensión y amistad.
Misao era un chico extraño, con una enorme gorra tan extraña como él. Rara vez hablaba y era muy misterioso. No era tan adorable como el pelirrojo a quien Aoshi veia ya como un hermanito menor. Por algún extraño motivo que prefería ni imaginar, él no podía ver a Misao como un hermanito. Pero algo que le había comentado Kenshin días atrás le estaba dando una idea.
-Misao- dijo Aoshi.
La joven se dio vuelta extrañada. Aoshi rara vez se dirigía personalmente a ella.
-Misao...- volvió a decir Aoshi-... he estado pensándolo y te necesito de chofer. Para mi madre, porque no permitiré que vuelva a subirse sola a un auto. Y ocasionalmente serás chofer para mí.
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Misao se probaba el uniforme de chofer oficial de los Shinomori. Se veía bastante varonil una vez pudo aplastar bien sus pechos con una polera especial bajo la camisa blanca.
El traje era gris, de cuello militar color negro, asi como los bordes del pantalón y de los puños. El corte era perfecto y Kenshin pensó que Misao se veía muy bien. La joven se trenzó el cabello e hizo lo mejor que pudo para ocultarlo debajo de la gorra de chofer.
-Parezco idiota con este traje- Se quejó Misao, colocándose un par de guantes que iban con el uniforme.
-En mi humilde opinión, tienes muy bonitas piernas, asi que si le dijeras a Aoshi que eres una mujer, quizá te deje vestirte con falda y te verías mejor.-Mencionó Tenshi, recordando la visión de Misao sin ropa el día en que la asustó.
Si Misao hubiera podido golpear a algo inmaterial como un fantasma, lo habría hecho. Pero en vez de eso solo pudo contener su rabia. Cuando dieron las ocho de la mañana, Misao se acomodó el gorro de chofer y salió al encuentro de Aoshi. Se subió al auto y Aoshi hizo lo mismo, acomodándose en el asiento de atrás.
Misao arrancó el auto con seguridad y confianza en sí misma. No le daría a ese pedante motivos de queja y al menos ya tenía resuelto momentáneamente lo del empleo. Habían transcurrido cinco días desde el accidente de la madre de Aoshi y ese día la darían de alta debido a que
habia mejorado bastante de los golpes del accidente.
-Pasaremos al hospital a buscar a mi madre y regresaremos a casa. Después me retiraré al trabajo, asi que me llevaré mi auto. Quiero que cuides de mi madre y le prohíbas salir sola de la casa.
La mañana pasó rápido y Misao demostró su eficiencia como chofer. Aoshi sonrió complacido al despedirse de Misao antes de partir al trabajo. Sería joven, pero conducía mejor que un mayor.
-"Conducía los autos de papá antes de caminar"- Le había dicho Kenshin el día anterior.
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La señora Saori acompañaba a Misao y a la madre de Aoshi en el auto cuando había que hacer compras. Notaba extraño a Misao. Era un chico muy callado, aunque respetuoso. Sin embargo a ella le daba la impresión de que ese chico escondía algo grande.
Kenshin salió de una de las tiendas con el uniforme escolar recién comprado. Al día siguiente entraba a clases y estaba muy animado. Había retrasado el proceso el hecho de que antes tuvo que contactar con la asistente social que llevaba su caso para que conociera a la familia de Aoshi y realizaran el papeleo para que Aoshi asumiera como su tutor y pudiera firmar por él en la escuela.
Kenshin estaba muy agradecido de Aoshi por su buena disposición a cuidar de él. Tenshi tenía razón... su hermano era muy generoso, aunque no sonreía nunca.
Misao arrancó el auto con Kenshin a su lado, la nana Saori y la madre de Aoshi en el asiento de atrás. La señora Shinomori tampoco sonreía últimamente. Parecía una mujer dura... pero reprimiendo las lágrimas se estaba dañando. Misao suspiró... bueno, ella misma no sonreía mucho tampoco, cosa que no iba con su personalidad. Y reprimía en exceso sus acciones... quizá Tenshin tuviera razón y era mejor decir la verdad. Lo meditaría por la noche y tal vez asi ella misma pudiera encontrar la sonrisa perdida al ser ella misma.
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Kenshin fue presentado por el profesor a su grupo de compañeros en la nueva escuela. El joven fue acogido con poco entusiasmo, pero no era algo que le preocupara.
Tercero de secundaria... aunque entraba a mitad del año escolar, sabía que sin problemas aprobaría las materias. Lo malo era que seguramente sus compañeros serían muy unidos entre si. Y Kenshin por naturaleza era tímido... quizá se le haría difícil encontrar amigos allí.
Llegó la hora del recreo y Kenshin salió a comer algún bocadito. Tenía una sensación extraña en la base del cuello, lo que solo podía anteceder problemas.
-Hey, bola pelirroja... si quieres estar en esta sección del patio, debes pagar comisión.- dijo un chico alto con el cabello pintado de azul.
Kenshin envolvió el chocolate que se estaba sirviendo y se dispuso a una retirada pacífica. Pero el otro no le dejó escapar y pronto aparecieron más amigotes de él para apoyarlo.
-He dicho, bola pelirroja... que ya me debes dinero. Si quieres salir con tu linda cara ilesa, será mejor que desembolses.-
Kenshin estaba hastiado de que por su cuerpo pequeño y regordete y su color de cabello, lo molestasen tanto.
-Mi nombre es Kenshin. No "bola pelirroja". Y por lo demás, no sabía que la escuela te pertenecía.- Kenshin mismo se sorprendió de su voz. No sabía de dónde había nacido su valentía para enfrentarse a ese chico del cabello azul.
-O sea que además de bola, eres un insolente, ¿no, chiquillo? Gohei, Kihei, vamos a demostrarle que la escuela si nos pertenece.
Gohei le dio un golpe en el estómago a Kenshin, en tanto Kihei se aprestaba a darle un puntapié en el rostro. Eran tan altos como el otro chico, Kajiki, pero sus cabellos lucían negros.
Una manzana rebotó en la cabeza de Kihei.
Lo que le provocó bastante dolor, porque... ¡¡¡estaba durísima!!!
-Buuuu... se me resbaló la manzana de las manos... me he quedado sin almuerzo.
Kenshin reconocería esa voz y esas piernas delgadas en cualquier lugar, a medida que subía su vista. Aunque en este día una de las rodillas de la chica estaba adornada con una vendita adhesiva.
-Mocosa entrometida... ¡¡nadie se mete con Kihei Hiruma!!-
-¿¿¿Bobalicón Hiruma??? Eres una paria igual que esos otros dos... ustedes se aprovechan de sus fuerzas para amedrentar al resto. !!!Pero conmigo no se la podrán!!!
Kenshin, incorporado ya y con las manos sobre el estómago, vió como Kaoru saltó sobre Kihei para montarse a su espalda. Mientras con las manos le arrancaba mechones de cabello, con las piernas rodeaba la cintura del chico para no caer. Y gritaba espantosamente.
Tanto como Kihei, que trataba de quitársela de encima. Gohei reaccionó y tomó a la chica por el cuello del sweater escolar que usaba, lanzándola contra un árbol.
Sin embargo Kaoru no se golpeó contra el duro tronco como esperaba, sino contra algo ás bien blandito. Al mirar hacia un costado notó la mata de cabellos rojos. Kenshin se habia interpuesto para amortiguar su golpe. Aunque ahora tenía los ojitos en forma de espiral y repetía "Oro" como si fuera la única exclamación que conociera.
La chica se levantó rápidamente, pero Kajiki la tomó por el tobillo cuando ella le lanzó una patada, haciéndola tambalearse.
-Maldito mapache- le dijo- te romperé esta pierna a ver si así escarmientas. ¡¡¡Siempre te entrometes!!!-
-Inténtalo, maldito seas... y juro que yo romperé todos y cada uno de tus huesos- dijo otro chico a sus espaldas.
Kaoru notó con alivio la presencia de sus primos Yahiko y Sanosuke. Afortunadamente para la comunidad estudiantil, Sanosuke, de unos diecisiete años, pertenecía a los "buenos", asi como Yahiko, de quince años...
-¿Asi que molestando a los recién llegados? Ustedes son una vergüenza para nuestra escuela...- escupió Sanosuke a la cara de Kajiki, en tanto sus amigos detenían a Gohei y Kihei.- ... además, ya saben las cosas que se dicen sobre quienes molestan a las damas. Pero como sea... me han hecho enfadar y ya veremos como puedo desenfadarme con ayuda de ustedes... -
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Kenshin tomó un poco de agua acompañado por Kaoru y Yahiko.
-Ya nadie va a ese sector, debido a esos indeseables que se instalan alli a molestar. Y es una lástima, porque es un jardín muy agradable para comer cuando hace calor - decía Yahiko a Kenshin.- Tuviste suerte de que Kaoru rondara por allí... pero tú, Kaoru, deberías ser más prudente. Si Sano no hubiera llegado... ya te lastimaste esa pierna... lo mejor es dejarla en paz.
-Señorita Kaoru, muchas gracias por haberme ayudado. Sin duda me ha salvado de una buena paliza.
Kaoru sonrió.
-Na, no es nada. Gracias a ti que me evitaste un golpe muy feo... eres un chico amable... pensé que te irías y me dejarías sola.
-No, no... yo no podría hacer eso... soy muy malo peleando, pero no podía intentar al menos, hacer algo... - dijo Kenshin algo avergonzado.
-Kaoru lo dice porque a veces la han dejado peleando sola.- dijo Yahiko.- Esta niña aún no asume que será una señorita y que las damas no andan repartiendo patadas por la vida.-
Este comentario bastó para que una llama de furia ardiera en lo azules ojos de la niña...
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Misao avergonzada, se aseguraba de que Tenshi no estuviera metido en el cuarto de baño con ella. Pronto se dio un baño reparador y recordó que Aoshi le había pedido que ese dia lo pasara a buscar al trabajo. Se secó, se puso las braguitas y la polera especial, y se dedicó a vestirse de chofer.
-Díselo hoy, Misao... no pierdas más el tiempo.
A la joven se le erizaron los pelitos al comprobar la presencia de Tenshi... ya la costumbre le había ayudado a superar las ganas de gritar cada vez que lo veía. Pero no podía evitar abrir los ojos como platos.
-Mi hermano te comprenderá, sea cual sea tu motivo para ocultarte de él. Además, ya eres su chofer oficial. Créeme, él no te despedirá por ser mujer. Es un tipazo, como yo.
"Pero tan, tan diferente de ti" pensó Misao con tristeza.
-Vamos, él no te comerá. Hoy es el día, Misao.
"¿El día?"... Misao no estaba segura de que ese fuera "el día" para hablar con Aoshi, pero al menos le había prometido a Tenshi intentarlo y ella era mujer que cumplía sus promesas.
Cuando abría la puerta de atrás del coche para que entrara Aoshi, Misao sintió nuevamente ese aroma varonil que despedía. Aoshi vestía siempre de impecable traje negro en un constante luto que no se pensaba quitar. Y había que reconocer que se le veía estupendo. Pero en fin...que ella debía trabajar, asi que pronto se ubicó ante el volante.
-Joven Aoshi... quisiera decirle algo.- aventuró Misao.
Aoshi venía atrás, sentado, revisando unos papeles y no le prestó mayor atención.
-¿Qué pasa?-
-Esto... - "díselo ahora" repetía la mente de Misao... pero otra parte le decia que era mejor otro momento en que Aoshi no estuviera trabajando.- Nada, señor. Nada.
Aoshi levantó la vista y por un momento sus ojos se encontraron con los de Misao a través del espejo retrovisor. Esa mirada asustada le recordó otra que él conocía... pero no recordaba de dónde... mientras Misao desviaba la mirada hacia el camino, y Aoshi se sumía en sus pensamientos.
Una extraña sensación le inundó cuando miró nuevamente a Misao por el espejo, quien se concentraba en seguir el camino y no le miraba ya. Apartó cualquier idea extraña de su cabeza y se dispuso a seguir con la revisión de sus papeles.
Aunque por alguna razón, le costó sobremanera concentrarse... quizá no había sido tan buena idea pedir a Misao que le llevara a casa.
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Fin acto cuatro.
