Acto 7
Dudas
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Después de la cena de Noche Buena en casa de los Shinomori, cada quien se retiró a su cuarto. Como Misao no podía conciliar el sueño ante su habitual impaciencia de abrir los regalos, se vistió y bajó al primer piso. No imaginaba que Aoshi, con el mismo problema de insomnio, aunque por motivos diferentes, había bajado a la cocina hacía cinco minutos.
Misao miraba sin poder disimular su impaciencia hacia los regalos ubicados bajo el pino artificial. Sabía que había algunos para ella. Cada vez que pasaba cerca del pinito, tomaba uno de los paquetes con su nombre inscrito y lo movía un poco o lo apretaba para determinar qué tenía adentro. A pesar de saber que ellos eran para un "chico", la curiosidad la carcomía igual.
Aoshi descubrió a su joven chofer haciendo una mueca de disgusto mientras ponía uno de los paquetes a tras luz para descubrir su contenido. El delgado joven mantenía nuevamente la gorra en su sitio y vestía de manera informal, con un ancho polerón de lana y unos pantalones cafés.
No le parecía bueno estar espiando a Misao. Era una lástima que no hubiera querido seguir en la fiesta de la tarde. Había alegado un cierto dolor de estómago y ahí estaba ahora, sonriente como siempre y golpeando una de las cajitas. Quizá todo había sido simulado después de todo, pero… ¿por qué?
Era evidente que Misao no quería estar en la fiesta. Tal vez por la reciente muerte de su padre. Aoshi reconocía que él tampoco hubiera querido dar la fiesta por lo de su hermano, pero no podía fallar a sus empleados. Lo mejor, sin duda, había sido la aparición de Misato, llenado con su belleza el lugar de esplendor. También la idea de llevar a Kaoru quien encantó a todos con su simpatía. A pesar de ello… faltaba alguien muy importante en esa fiesta… faltaba Tenshi, su hermano.
De pronto, Misao se giró hacia Aoshi, sorprendiendo sus ojos sobre ella. Se puso nerviosa imaginando que tal vez él ya la había descubierto. Sin embargo había una especial nota de tristeza en su mirada. Aoshi reaccionó y lejos de disculparse se acercó a Misao, quitándole una cajita de las manos.
-Debes esperar hasta la mañana para abrirlos. Eres un chico impaciente, como… - Aoshi iba a agregar "como Tenshi", pero se le formó un nudo en la garganta.
Misao captó la tensión en el ambiente e intentó aligerar la tristeza de Aoshi con alguna frase divertida, pero ninguna vino a su mente. Aoshi en tanto sentía como su vista se nublaba debido a las repentinas lágrimas.
-Lo siento.-dijo el hombre, sorprendiendo a Misao.- Pero… es difícil… hacer esto y… y estar aquí, tratando de sonreír cuando en realidad, él ya no va a volver. La navidad anterior estábamos todos aquí, en familia. Y ahora solo la pasaremos lo que queda de nuestra familia y lo que queda de nosotros… porque mi hermana menor está en Milán con mi padre y yo aquí con mamá… y no dejo… no dejo de extrañar día tras día a mi hermano. Misao… una mitad mía está enterrada en algún lugar del cementerio y es horrible este dolor que me atenaza… - Aoshi llevó una mano a su pecho, donde un fuerte dolor tomaba sitio. Un dolor producto de la tristeza.
Misao estaba sorprendida por la confesión de Aoshi hacia ella… o más bien decir "él". Recordó cuando Tenshi le había comentado que su hermano le había ido a "abrir su corazón" días atrás y ella no le había creído.
Y ahora, boquiabierta comprobaba que asi era… ella sentía deseos de abrazarlo y decirle que todo estaba bien, que Tenshi era un ángel y que cuidaba de ellos. Pero si lo abrazaba, quizá Aoshi no tardaría en notar los suaves senos comprimidos bajo la ropa… y ella no podía arriesgarse. Metió las manos en los bolsillos y silbó distraídamente, mirando hacia otro lado para ocultar el tenue rubor que empezaba a subirle a las mejillas.
-Bueno, pero ahora nos tienes a Kenshin y a mí… - dijo la chica como si nada, mirando el pino navideño con atención.- Y nosotros te tenemos a ti, a tu mamá y a la nana Saori… quizá no estemos tan mal después de todo en estas fechas.- dijo la joven en un tono bajo, "de chico".
Aoshi miró la delgada espalda de Misao por unos momentos. El dolor empezó a retirarse poco a poco.
- A veces veo a Kenshin como a un hermano pequeño… y a ti… - Aoshi pensó que por alguna extraña razón que él no entendía, no podía ver a Misao como su hermano menor, pero eso no se lo iba a decir al chico.-… y a ti también, Misao. Quizá ustedes sean el regalo que me dejó Tenshi para pasar las fiestas. Con ustedes en casa me he sentido acompañado y eso es algo que no dejaré de agradecer a mi hermano.-
Tenshi, sentado en el sillón, miraba a su hermano de frente. Imaginaba cómo se sentía… e imaginaba sumamente bien. Se acercó a Misao.
-Dile que lo quiero mucho, Misao. Dile que él era mi mejor amigo… -
Misao dio un respingo al escuchar la voz del fantasma. Pero se recuperó de inmediato.
-Tu hermano… Tenshi, siempre nos decía que eras su mejor amigo y que te quería mucho.- dijo la joven. Lo que no mencionó es que Tenshi jamás les había contado que ese hermano del que hablaba era su gemelo. Y que le había provocado un shock el averiguarlo. Recordar esas emociones hizo que Misao se pusiera a reflexionar sobre sus sentimientos.
Aoshi sonrió. Se sentó en el sofá, sin saberlo, al lado de Tenshi. Se sintió envuelto por cierto calorcito que le gustó. Misao seguía de espaldas a él, mirando el pino.
-Misao, háblame de tu familia – pidió Aoshi quien de pronto cayó en cuenta que era la primera vez que hablaba con Misao. Generalmente intercambiaban frases de cortesía y monosílabos. ¿Cuánto tiempo llevaba en su casa? Dos meses, más o menos… y él solo sabía de Misao que era hermano de Kenshin. Y que conocía a Misato.
Misao se giró sorprendida para ver a Aoshi sentado relajadamente en el sofá. Ella pudo distinguir a Tenshi junto al hombre, sonriendo y animándola a hablar. Era interesante notar el contraste entre ellos. Tenshi de un blanco casi resplandeciente, con el cabello ondulado en desorden, y Aoshi de impecable negro, con el cabello quizá no perfectamente peinado como siempre, pero alisado por la costumbre de tenerlo asi.
-No hay mucho que contar… mi madre murió cuando yo era adolescente y mi padre cuidó de Kenshin y de mí. Era un hombre muy especial… - Misao cerró los ojos evocando a su padre. Un hombre fantástico, el único que creyó en ella cuando… - Mi padre era un gran hombre y si Kenshin y yo llegamos a ser la mitad de buenos que él, sé que mi padre estará contento. –
-¿Él te enseñó a conducir?-
-A conducir, a arreglar y armar un auto… todo lo que sé. Era el tipo de hombre al que todo el mundo quiere, con el que todas las mujeres sueñan encontrar por lo gentil y simpático que es. Además, era muy varonil y atractivo. Pero no se volvió a casar, porque se dedicó por completo a cuidar de sus hijos.-
-Ya veo.
-Si… él instaba a Kenshin a seguir estudiando, porque mi hermano es un genio. Por eso yo trataba de que mi hermano ingresase a la escuela.-
Aoshi de pronto se dio cuenta de algo.
-Sólo hablas de los estudios de Kenshin. ¿Y los tuyos?-
Misao no se dio cuenta de ese detalle. No quería revelarle a Aoshi el por qué ella no estudiaba. Lo mejor sería desviar el tema.
-Ya es tarde, Aoshi… y mañana hay que levantarse temprano.-
Misao salió de la habitación, dejando a Aoshi solo y confundido. Rato después, cuando la soledad del lugar se le hizo pesada, se fue a su cuarto.
Una vez más pensó en Misao, Misato y Kenshin.
En ese orden.
Al pasar frente al espejo de su habitación, notó como el velo negro aún lo cubría. Alargó una mano para retirarlo y contemplarse… Tenshi también había sido su mejor amigo y necesitaba ver su rostro. Pero al tocar el velo su mano tembló… no estaba listo aún para dar ese paso.
Se sentó en la cama… tenía unas ganas enormes de llorar nuevamente… si tan solo pudiera hablar con alguien… Misao… si… él era ideal. Sabía que su chofer lo entendería. Por algún motivo sabía que Misao lo haría.
Avanzó resuelto a la puerta para pasar a la habitación de Misao y seguir charlando con él. Estaba dispuesto a darle la semana completa libre si era necesario, pero necesitaba hablar de su hermano Tenshi… con su madre no podía, porque dormía sedada después del ataque de llanto que le dio al terminar la cena. Y la nana se había retirado a casa con sus familiares. Kenshin siempre decía que Tenshi con quien más había hablado era con Misao y que él sabría muchas más cosas que él.
Pero recordó que quizá Misao no deseaba hablar con él. Y tenía razón… eran cerca de las dos de la madrugada y lo mejor era dormir. Aoshi se giró y se acercó a la ventana notando que caían algunos copos de nieve.
Se sentía tan terriblemente solo en la habitación, con sus pensamientos… necesitaba hablar con alguien…
Pero la única persona que siempre lo acogía no estaba ya.
Misao por su parte también contemplaba la nieve caer desde la habitación a oscuras que compartía con Kenshin, quien dormía con una fotografía de ellos dos con su padre bajo la almohada.
Pensaba en su padre y en su madre… pensaba en todas las cosas que pasaron y el por qué dejó la escuela. Pensó amargamente en que ella quisiera compartir también esas cosas con alguien además de Kenshin.
Pero no era bueno hacerlo. No era el tipo de cosas que uno comparte con cualquiera. Tocó el cristal de la ventana. Estaba frío y húmedo.
Notó con sorpresa como una lágrima caliente caía sobre su mano. Hacía mucho que no lloraba por ese asunto que ella pensó pertenecía únicamente al pasado. Apoyó la frente en la ventana y lloró en silencio.
Mientras, Aoshi, sentado en su cama, aún vestido y con la cara entre las manos, sollozaba también.
Y Tenshi supo, en ese momento, que necesitaba urgentemente juntarlos.
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-Ahora lo conocerás. ¡¡Sé que le caerás muy bien!!- dijo Kaoru a Kenshin mientras lo arrastraba hacia su casa a conocer, por fin, a su padre.
-Ve con Kaoru, Kenshin. Yo abriré tu regalo por ti.- dijo Misao animada.
-Ni se te ocurra.- replicó Kenshin. – Yo abriré mi regalo. Asi que no toques nada.
Kenshin se dejaba tironear por Kaoru sonriendo. Misao reía divertida ante la escena mientras limpiaba el caminito a la casa con una pala por la nieve. Hacía frío, pero Misao necesitaba ejercicio. Eran las diez de la mañana.
Aoshi salió al antejardín, listo para ver a Kenshin desaparecer con su joven amiga llevándolo del brazo sano. Misao seguía limpiando el caminito. Amenazaba con nevar nuevamente, pero Misao no era de los que se amedrentaba.
-Hola, Misao.- dijo el hombre metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón.
La chica se volvió. Por el ejercicio tenía las mejillas arreboladas y los ojos brillantes. Aoshi lo miró extrañado… le recordaba mucho a alguien. Pero tuvo una sensación en el pecho, como si le diera un salto, asi que desvió la vista, asustado con las ideas que tenía.
Misao en tanto entró a la casa.
-El desayuno está casi listo.- dijo alegremente al pasar junto a él. – Como el auto es suyo, Aoshi, usted limpiará el caminito que le corresponde.- Misao no notó que Aoshi no la miraba.
-Está bien- respondió Aoshi. Tomó la pala sin darse cuenta y comenzó a limpiar la salida del auto. Se sentía como aletargado y en vano trató de evocar el rostro de Misato. De pronto sintió que necesitaba desesperadamente verla.
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Kaoru abrió la puerta de su casa. Yahiko y Sanosuke, sus primos, salieron a recibirla.
-Hola, Mapache- la saludó Sanosuke acariciando su cabeza con el puño. – Veo que has traído a "Bolita"-
A Kenshin le molestaba que hicieran mofas con respecto a su sobrepeso. Pero con Sanosuke era diferente. El chico alto y delgado era siempre muy respetuoso con él y sabía que ese sobrenombre era sin duda de amigo. Yahiko saludó a Kenshin chocando las manos.
Tomoe se unió al grupo.
-Hola, Kenshin. Pasa por favor. Es un placer tenerte con nosotros.-
La mujer lo decía de todo corazón. Él había salvado a su hijita. Su rostro regordete ya no se notaba hinchado, pero llevaba una venda sobre la herida de la mejilla izquierda. Parece que le quedaría una fea cicatriz en ella y era una lástima, porque mirando bien a Kenshin, era muy lindo.
Kaoru emocionada tomó a Kenshin nuevamente del brazo sano y lo guió al comedor.
-Papi… él es Kenshin.-
Kenshin se encontró ante un hombre de cabellos negros y ojos azules. Ya sabía de donde había heredado Kaoru los suyos.
-Ho… hola, señor Kamiya.-
-Hola, muchacho. Ven, siéntate a la mesa, que vamos todos a desayunar. Mis hermanos vienen ya también. Todos quieren conocerte. Eres todo un hombre. Ven, deja que estreche tu mano, será un orgullo para mí.
Kenshin se acercó a la silla donde estaba el padre de Kaoru sin moverse. Y notó que el señor Kojiro era parapléjico.
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Aoshi seguía de pie en el antejardín, mirando el caminito que acababa de despejar para sacar su auto. Se quitó la bufanda marrón y miró hacia el cielo.
Misao había terminado su desayuno sola en la casa. La madre de Aoshi seguía en cama sin querer ver a nadie y con las cortinas de su cuarto cerradas a la luz. Sin duda lo de perder un hijo era terrible, pensó Misao. Pero… pero le quedaban dos hijos más y en la humilde opinión de Misao, los duelos en esa casa se estaban llevando bastante mal.
Cuando su padre murió, le pidió a sus hijos que no perdieran la sonrisa. Eran inevitables las lágrimas, pero su padre quería que no por eso dejaran de encontrar linda la vida.
Misao sintió que ella debía ayudar a los habitantes de la casa a sobrellevar la pena. Ya estaba harta de la falta de música, de la ropa negra de Aoshi y de los esfuerzos de la madre por demostrar que era fuerte como si alguien apreciara eso.
Tenshi le susurró algo al oído a Misao. Entonces ella se agachó y recogió un poco de nieve…
Aoshi meditaba en que tenía que trabajar. Pensaba que sería bueno llevarse a su madre a Milán junto a su padre y su hermana. Estaría bien reunirse para el Año Nuevo. Quizá asi ya no se sentiría tan solo.
Cuando Tenshi murió, su hermana había pedido una semana libre en la escuela. Pero tuvo que volver casi inmediatamente a ella después de los funerales. Y su padre se ofreció a acompañarla, porque su hermana también estaba muy triste por lo de Tenshi. Y su padre, igual. Era una buena idea no haberla dejado sola aunque ello implicara que la familia debía dividirse temporalmente.
-¡Aoshi!-
El aludido volteó justo para que una bola de nieve le diera en plena cara.
-¡Jajajajajajajajajajaja!... – carcajeó Misao, con restos de nieve aun entre los dedos. Estaba heladísima, pero la expresión en la cara de Aoshi bien valía la pena congelarse las manos.
-¿Por qué?- preguntó Aoshi consternado.
-¡Para quitarte esa cara de idiota que llevas!- lo desafió Misao, arrojándole otra bola de nieve.
Aoshi apenas esquivó la bola. Vio un montón de nieve a cada lado del caminito que había limpiado y se dispuso a machacar a Misao. Le enseñaría quien había ostentado el título del "Hombre de Hielo" durante infancia y juventud en ese barrio.
Misao vio una bola de nieve acercarse a ella a velocidad impresionante y contorsionando su elástico y delgado cuerpo, logró evitar el impacto del helado proyectil.
Pero no esquivó el que venía detrás.
Misao no era de las chicas que se rendían y de inmediato se ocultó tras un montoncito de nieve para iniciar un feroz contraataque. Aoshi ya estaba fabricando su propia guarida cuando una lluvia blanca de bolas empezó a caer sobre él. Misao era veloz como un gato y con una puntería bastante buena. El cabello de Aoshi ya estaba blanco de granizo.
Misao dio un grito de triunfo y empezó a reír bastante alegremente. Aoshi quedó con ganas de borrarle esa sonrisa pintada y bueno, pensando en la cruel venganza contra ese chiquillo, formó una bola gigante para arrojársela.
Sonriendo, tomó la bola gigante con sus dos manos. La alzó por sobre su cabeza y se encaminó a Misao.
La chica lanzaba desesperada los proyectiles al alto hombre que ahora amenazante se acercaba a ella con una sonrisa peligrosa y algo blanco, pesado y frío sobre él. Las bolitas que le lanzaba Misao no lo detenían y a cada paso que daba Aoshi su sonrisa se ensanchaba más.
Misao pensó idiotizada que sonriendo era terriblemente sexi. El modo en que el lacio cabello a fuerza de peinarlo tanto le caía descuidadamente sobre la frente… en ese momento Misao lamentó sobremanera el vestirse como hombre. De pronto pensó que ya no quería seguir con eso y que realmente era innecesario…
Cuando Aoshi estuvo prácticamente sobre ella, la joven cayó en cuenta que iba a ser masacrada por un manto blanco. Emprendió la retirada demasiado tarde y la enorme bola cayó sobre ella.
La madre de Aoshi se acercó a la ventana cuando escuchó la estridente risa proveniente de afuera. Al correr la ventana vio a Misao emerger de entre un montón de nieve a su alrededor. Aoshi, de pie ante el chico, se reía como hacía tiempo que no lo hacía.
De pronto la señora vio a Tenshi en su hijo Aoshi… y cuando comprendió que ese hombre era su hijo y que estaba vivo, salió afuera emocionada.
Aoshi con las manos en la cintura enrostraba a Misao su actuar.
-Soy el rey de la Nieve, chico. Recuérdalo bien. Nunca podrás vencerme en esto.-
-Pienso que es usted un engreído- dijo Misao divertida, en tanto le arrojaba un buen poco de nieve a la cara. En ese momento aprovechó para abrazar las piernas de Aoshi y derribarlo.
-Y recuerde usted que soy el rey de las peleas.- dijo Misao triunfante y lanzándole montones de nieve al recién caído. Este empezó a defenderse con las manos y en una de esas tomó a Misao de la chaqueta y lo hizo caer. Ambos reían y se quedaron asi, tendidos en la nieve mirando hacia el cielo nublado.
-Jejeje… fue divertido.- dijo Aoshi de pronto bastante feliz. Le resultaba agradable estar con Misao.
-Sep.- convino "el chico".
-¡Aoshi!-
Aoshi miró a su madre que salía atándose el nudo de la bata.
-Hola, mamá. Feliz Navidad.-
-Hola, señora.- dijo Misao.
La señora se acercó a su hijo que estaba sentado ya y lo abrazó.
-Te amo, hijo.- dijo con sinceridad. Aoshi la estrechó con cariño.
-Te amo, mamita.-
Misao los miró bastante feliz. Tenshi, tras su hermano y su madre le guiñó un ojo.
-Gracias, amiga- le susurró.
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Kenshin hablaba bastante animado con don Kojiro. Era un hombre interesante. Un escritor de primera… era uno de los favoritos de su padre cuando vivía.
El chico le cayó bien a su vez al padre de Kaoru. Ese gordito era algo especial. Tímido al principio, entrando en confianza era un chico agradable.
-¡Vamos a abrir los regalos!- dijo la pequeña Sayo, hermana menor de Kaoru, seguida de Yahiko y Kaoru. Kenshin siguió al grupo con Sanosuke tras él. Tomoe fue a buscar más leche con chocolate.
Kojiro se acercó al árbol de Navidad ayudado por Tomoe. Su hermano Saito y su hermano Akira se ubicaron junto a él. Era una familia muy unida, pensó Kenshin con cierta tristeza.
Pero él tenía a Misao… el joven pensó en su hermana y sonrió. No estaba todo perdido.
Todos abrían sus obsequios y reían ante lo que descubrían. Por ejemplo, Sanosuke quedó desconcertado ante una cinta roja que le regaló Kaoru y que según ella era para el pelo, para que no se le fuera a los ojos cuando jugaba Béisbol. El joven no leía Rurouni Kenshin y no tenía como saber que esa cinta formaba parte de la historia favorita de su prima.
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Fue cuando Kenshin volvió a casa de los Shinomori, portando una bufanda tejida por Kaoru para él, que vio a unas personas que llamaron su atención avanzar del otro lado de la calle.
En especial, una mujer mayor de largo cabello negro…
El joven notó que la mujer de pronto se quedaba mirándolo fijamente. Kenshin se quedó paralizado unos momentos sin saber cómo reaccionar. Ella iba acompañada de un hombre mayor como ella y se acomodó las gafas para observarlo más atentamente.
Kenshin maldijo por lo bajo su cabello rojo, tan poco usual y muy llamativo y salió corriendo a todo lo que daban sus gruesas piernas. Era un impulso tonto que lo delataba, lo sabía, pero no podía evitarlo… a lo lejos escuchó la voz de la mujer llamándolo. Pero él no se detuvo ni se volvió. Pasó corriendo frente a la casa de Aoshi, no quería que esa mujer descubriera donde vivía él y siguió su carrera hasta doblar una esquina y más allá.
Se detuvo cuando empezaba a nevar nuevamente, sintiendo los helados copos caer sobre sus mejillas ardientes. El chico apretó contra su pecho el nuevo libro que le habían regalado también… estaba muy agitado y temblaba, mas no de frío. En su mente aun resonaba fuertemente la voz de esa mujer llamándolo, asi como la fuerte imagen de esos ojos tan verdes como los de Misao reconociéndole…
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Misao descubrió bajo el papel de regalo unos libros, un abrigo nuevo y colonias de varón. Aoshi le regalaba una bufanda nueva, a sabiendas de que "él" no tenía otra. Al menos ahora tenía una bufanda para el chico Misao y Misato, su alter ego. Suspiró pensando en que los regalos varoniles no habían sido tan malos y que, con excepción de las colonias, lo demás lo podría usar cuando volviera a ser una chica todo el tiempo, en cuatro meses mas.
Aoshi también abría sus regalos y agradecía a su madre, a Misao y Kenshin lo que encontraba en los paquetes. Una corbata nueva, un juego de dominó, lociones para después del baño y de afeitarse… todos reían y estaban en un ambiente tranquilo y grato.
Hasta que Misao notó el semblante de Kenshin. El joven no podía disimular su preocupación. Sin embargo cuando ella le habló, él sonrió como si nada ocurriera y Misao pensó que quizá se había emocionado yendo a la residencia de los Kamiya. En realidad, habían retrasado el abrir los regalos en casa de los Shinomori esperando a que llegara él.
Afuera nevaba fuertemente y en la televisión anunciaron que así sería durante un día más. Aoshi, su madre y Misao jugaban dominó y Kenshin se acercó a la ventana a mirar hacia fuera. Ahí permaneció largo rato. Tanto que cuando Misao se dio cuenta, pensó que Kenshin estaba dormido, pues además el chico estaba muy quieto.
-Misao… ¿podríamos ir a visitar el cementerio en cuanto deje de nevar? Hace tiempo que no visitamos la tumba de nuestro padre.- dijo el pelirrojo.
Misao miró a Aoshi, buscando su permiso con la mirada. Este no se pudo negar a tal pedido… los entendía muy bien.
-En cuanto pase la nieve iremos.-
Misao mientras, tomaba sus propias decisiones. Debía reconocer aunque no le gustara nadita hacerlo, que Aoshi le gustaba mucho más de lo que pensaba. Incluso más que Tenshi, y eso que eran bastante diferentes a pesar de ser gemelos.
Tenshi había tenido razón todo el tiempo. En cuanto ella lo conociera mejor se enamoraría de él. ¡Y Misao sentía que no lo conocía ni la mitad y ya tenía fuertes sentimientos por Aoshi!
Realmente había sido un error presentarse como un chico. Bueno, ella no se había presentado como chico… más bien Aoshi la confundió con uno no más conocerla. Y ella, enfadada lo había dejado creer… pero ahora quería que él la viera como lo que era. Una chica.
Tenía que ver el modo de decirle que ella era una mujer… pero pensándolo mejor, a Aoshi sin duda el asunto no le haría gracia. Misao recordó la sensación de los labios de Aoshi sobre los suyos al tenerla como "Misato Maki" y pensó que estaba claro que ella como dama le gustaba a Aoshi. Pero seguro él se enfadaría si ella le decía que siempre y había vivido bajo su techo.
¿Cómo decírselo?
Recién tomaba conciencia del tremendo engaño… no sólo había engañado a Aoshi. También a su madre, a la nana, a los vecinos. A la gente de la escuela de su hermano y a la policía. Aunque travestirse no era considerado un delito, ¿o si?
-Te lo dije- le dijo Tenshi hora y media después, cuando la joven le manifestaba su inquietud al fantasma. Kenshin, saboreando un palito de chocolate miraba a los dos sin decir palabra.
-Ya sé que me lo dijiste. Y sé también que soy porfiada y cabezota… ooh, Tenshi… ¿cómo puedo arreglar este enredo?-
Tenshi se llevó una mano al mentón, pensando.
-No creo poder ayudarte mucho, Misao… es que… mmmmmhhhh… verás. Aoshi lo que no soporta es la mentira. Lo siente como traición y esas cosas le desagradan. Más cuando hay más personas implicadas en el engaño, como Kenshin… a él también lo culpará. Se molestará al saber que has llevado esta mentira tanto tiempo, engañando a mamá y a los demás. Te lo dije y te lo repetí hasta el cansancio. Habla con él… pero tú no me tomaste en cuenta y ahora… sólo te queda hablar con él y decirle la verdad de una vez. No es bueno que dejes pasar más tiempo. A menos que decidas llevar esta farsa hasta el final. Te quedan cuatro meses. Me pregunto si aguantarás disfrazada de chico. ¿Qué dices, Kenshin?
-Misao, si quieres hablar con Aoshi, yo te acompañaré. – dijo el pelirrojo.
-Creo que lo mejor es hacerlo ahora que está descansado y con toda su atención puesta en ustedes dos. Es el momento ideal y me alegra pensar que por fin esta farsa acabará.- dijo Tenshi bastante animado.
-Hermana, mejor hazlo ahora. No es bueno mantenerse esto… si Aoshi se entera de otra manera se enfadará. Tenshi tiene razón y este es el mejor momento.-
Tenshi se asomó al pasillo y vio a Aoshi leyendo, sentado en un sofá en la habitación de descanso. Calzaba pantuflas y se le veía muy cómodo, con el pino navideño encendido. La madre tejía algo. Una bufanda, quizá…
-Es el momento. – dijo el fantasma.
Misao y Kenshin pasaron saliva. El chico dejó su palito de chocolate sobre la mesa de noche y junto a Misao, salieron al pasillo.
Misao caminó con decisión y se colocó delante de Aoshi.
-Tenemos que hablar.- dijo Misao.
Aoshi se preguntó de qué podría ser. Se veía bastante serio a Misao… sintió una punzada en el pecho y tuvo la idea de levantarse y salir de allí. No le gustaban las reacciones que le provocaba ese chico…
-En otro momento, Misao. Estoy ocupado.-
-Sólo está leyendo, señor… y esto es algo importante.-
La señora Shinomori observó a Misao y a Aoshi que no se atrevía a mirarlo.
-Aoshi, es bueno que le prestes atención a tus protegidos. Habla con ellos. Si lo deseas, Misao, puedo dejarlos solos para que arreglen sus asuntos.-
-No… no se vaya, por favor- dijo Misao.- Yo… yo tengo que hablar con los dos.
La señora se quedó en su sitio. Kenshin, de pie junto a Misao, le instaba a seguir. Misao entonces se llevó una mano a la gorra.
-Lo que pasa es que yo… yo… tengo que decirles que…-
El timbre indicó que un inoportuno visitante llegaba. La señora Shinomori se levantó para atender el llamado. Misao miró a Aoshi que expectante esperaba lo que tuviera que decirle.
Kenshin se asomó a la puerta de entrada para ver a los recién llegados. Grande fue su sorpresa cuando vio que la mujer de ojos verdes del día anterior entraba preguntando por Aoshi.
-Aoshi… - dijo Misao, inconsciente de lo que sucedía en la casa.- debe saber que yo realmente…-
-Yo quiero que me dé permiso de teñirme el cabello y de ingresar a un gimnasio.- dijo Kenshin apresuradamente, acallando a Misao quien lo miraba sorprendida.
Aoshi hizo una mueca de extrañeza y levantó una ceja. Misao enseguida entendió que algo pasaba afuera y que de momento no era bueno darse a conocer.
-¿Quieres teñir tu cabello?-
-Si.- respondió Kenshin, inventando rápido una mentira para explicar el por qué quería cambiar de apariencia.- en la escuela me molestan mucho por tener el cabello naranjo y por mi sobrepeso. Además, me cuesta realizar ejercicios… quisiera adelgazar y verme como el común de mis compañeros.- expuso Kenshin. Misao lo miraba boquiabierta. Algo realmente grave estaba pasando afuera. Hizo ademán de salir de la salita y enterarse de qué pasaba allí, pero la madre de Aoshi entró antes de que ella saliera.
-Hijo, la señora Ueda está afuera, esperándote. Dice que tiene que hablar contigo de negocios y que no puede esperar.-
Aoshi miró a los hermanos Makimashi.
-¿Eso es todo, Misao, Kenshin?-
-Si.- se adelantó Kenshin.
-Lo del gimnasio me parece bien, si puedes compatibilizarlo con tus estudios, aunque pienso que sería bueno que te hicieras un chequeo médico y combines tus ejercicios con una buena dieta. Sobre tu cabello, intenta pensártelo mejor… no me parece bueno que cambies su color solo para darle en el gusto a una tropa de envidiosos. Si me disculpan, recibiré a la señora Ueda.- agregó el hombre levantándose con elegancia de su asiento. Siguió a su madre y salió de la habitación.
-¿Qué pasó?- dijo Tenshi apareciendo frente a los hermanos bastante confundido.- pensé que lo harían. Y ahora serás tú quien se verá irreconocible- el fantasma apuntó a Kenshin quien se veia nervioso.
-Kenshin… ¿por qué dijiste eso? Creí que estabas de acuerdo con lo de presentarme como soy ante Aoshi.- replicó Misao, sintiendo que algo no andaba bien.
-Hermana… es que… afuera… afuera está nuestra madre.- soltó el chico sin respirar…
Misao palideció evidentemente ante lo que le dijo Kenshin. Parecía más fantasma que Tenshi.
-No puede ser.- susurró con voz de niña. Se asomó al recibidor y notó a la delgada mujer hablando con Aoshi. Enseguida se ocultó en la habitación.- Kenshin, ella no nos puede ver… pero Aoshi la traerá aquí. Tenemos que salir…-
Tenshi nunca había visto a Misao ponerse tan mal. Asi que actuó rápido. Indicó una ventana para que los chicos salieran por alli. Pero solo Kenshin lo hizo.
-Pase, por favor.-
Misao se volvió cerrando la ventana y de pronto madre e hija quedaron frente a frente.
La mujer miró al delgado chico ante ella con poco interés. Misao simplemente pidió permiso a Aoshi para retirarse. Pero éste le detuvo.
-Misao, prepara el automóvil. La señora Ueda ha venido caminado hasta acá y se ha puesto a nevar. Quiero que la lleves hasta su casa cuando haya terminado nuestra entrevista.-
-Está bien.- dijo Misao con una calma que estaba lejos de sentir. Quería salir corriendo y gritar. Eso no podía estar pasando. Y sin embargo salió de la habitación y se dirigió a la propia calmadamente.
Kenshin ya la esperaba. Había trepado hasta el segundo piso y sobre su camarote, miraba preocupado a Misao, quien no tardó en abalanzarse sobre él y ponerse a llorar una vez hubo cerrado bien la puerta.
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Fin acto siete.
Diciembre 26, 2004
¡¡Vacaciones al fin!
Gracias a todas y todos. Los amo… pero ahora… ¡necesito dormir!
Un besote enorme, nos vemos.
