El poder de la Fe. 3
Miona quedó sorprendida con lo que le acababan de decir esa luz. Primero pensó que era el espíritu Santo o algo parecido a la religión.
Debo estar soñando, a ver, ¿dices que eres la fe?- levantó una ceja.
Si, y quiero que tu sueño se cumpla.
¿Cumplirás mi sueño?
Abrió sus ojos color lava, era tan parecido el color como el de la chimenea.
Tú tienes parte de tu familia del otro lado de la isla. Si te digo qué debes hacer ¿lo harás para salvar la isla?
Yo… no lose… apareces así y me dices que confíe en ti.
Cuesta creer en mí, por eso se ha perdido como la esperanza.
Sabias palabras que para Miona era un sacrilegio a lo que había aprendido, también teniendo en cuenta que era creyente pero muy ignorante.
Lo siento, pero no puedo confiar en ti. Seré franca, no creo que existas.
La luz se hizo más resplandeciente y ella pensó que se había enojado, se cubría con sus brazos su cara, la casa tomó un color blanco plateado. Fe fue hacia las cartas que había sobre la mesa y las tiró al fuego.
-¿Qué haces? Son las cartas de mi madre.
Con un vuelco al corazón miraba las cartas en la chimenea, sabía que esas cartas tenían un valor sentimental para su madre… Su corazón comenzó a latir normal cuando notaba sorprendida como las cartas seguían en perfecto estado sin ser traspasadas por el ardiente fuego.
Waw, ese si que es un buen material.
Si crees en mi, recoge las cartas sino, olvídate de acabar con esta guerra.
Estabien, estabien.
Tímidamente acercó su mano temblorosa al fuego que tan cerca parecía el gemelo de sus ojos. Juntó valor y lanzó su mano y tocó las maderas ardientes pero sin ningún dolor, y sin ningún daño sacó el mazo de cartas y ahí creyó.
-Lamento no a verte creído que eras real, recuerda que soy una simple mortal.
- No importa Miona, ahora has lo que diré y así todo volverá a ser como antes.
Empaca lo que te sea necesario en un bolso, habrá peligros afuera y es ahí donde usarás el valor que llevas en tu corazón…
- Soy muy valiente y prometo que lo cumpliré.
- No seas ansiosa y escucha Miona, lleva tus cartas podrían servirte para no perderte.
Irás hasta el extremo Sur de la isla y allí deberás buscar ese templo perdido.
Apretaba fuerte el collar de medio círculo con fuerza como si tuviera un mal presentimiento.
¿Estás dispuesta?
Miró seria a Fe y respondió con firmeza.
Si, estoy dispuesta.
Bien, vete de casa esta noche. Ya es hora de irme.
Se retiraba por donde vino y ella lo seguía.
¡Fe! ¡Espera! ¡Necesitaré tu ayuda!
Estaré cerca de ti cuando me necesites.
¿Y cómo sabré el camino?
Escucha tu corazón.
Su voz se escuchó con eco, se escondió en las ramas de un árbol y de allí salió espantada una paloma color plata, eso le hizo pensar a Miona.
La eriza decidida sin pensar en los problemas que les esperaba fue con paso firme pero silencioso para no despertar a su mamá, pues no le permitiría irse de casa y menos al otro lado de la isla donde estaban los hombres.
Puso todas sus cosas en una mochila de viaje y zapatos buenos para caminar en las colinas.
Fue a ver a su madre por última vez a su madre, tan hermosa y pacifica en su cama con ese camisón blanco, se acercó a ella y le beso el cachete y como último acto la tapó con la frazada azul.
Tendré que cantar sola tu canción, mamá.- dijo triste.- Pero es algo que debo hacer.
Fue a la cocina y dejó una nota a su madre explicándole su huída, eso le hizo recordar que cada tanto ataba una patita una nota a una paloma. Así que tomó una última paloma y la envió diciendo – Vuela y encuentra ayuda, paloma.
La soltó y libre por la noche voló hacia la luna.
Dio un suspiro desde su ventana.
- Hasta ahora ninguna ha vuelto… pero si la montaña no viene a Mahoma, yo iré por ayuda.
Salió por la puerta principal y la serró con cuidado, el rocío estaba humedeciendo el pasto y todo en armonía salvo que aún se escuchaba la orquesta, las tela arañas de todos los tamaños amenazaban a los pobres insectos que serían parte de una cena importante.
Miona caminaba frente al lado de corral de sus ovejas y un de ellas despertó y miraba la miraba pasar anonadada.
-Shh, duerme Miel de Panal.- le dijo.
- Me-e-e-e-e-.
- Hablo con una oveja, si que estoy loca.
Llegó el limite de la colina en donde estaba su pueblo, de lejos parecía una casita de muñecas como la que tenía de niña. Miraba por última vez las violetas que tanto el gustaban pero le gustaban más cuando estaban sus pétalos abiertos en el día.
-Ay.- suspiró.- Me pregunto si a donde voy hay violetas y casas humildes donde dormir y canciones que aprender.
Coninuará…
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