El poder de la Fe 4.
Quiero decirles que estuve leyendo la historia "enredos amorosos" y la verdad me gustó…… me gustó dejarlo así sin terminar de leerlo porque es una porquería. No tiene sentido aún no lo terminé y no lo pienso hacer pero seguro que en alguna parte aparece algún teletubie y esas taradeses. Yo no entiendo por qué lo hacés tan largo porque me aburro, mi amor, buscate otra visualización porque esta apesta. Me putearás todo lo que quieras pero si querés un buen consejo seguí participando.
Al día siguiente, su madre se despertaba era muy temprano. Ella se dirigió con un bostezo hacia la habitación de su hija.
Tocó la puerta.
Miona, lamento lo de anoche, se que estás enojada porque nunca vas a ningún lado pero te prometo que algún día podremos…
Habría la puerta y la cama estaba bacía y destapada, su madre creía que la casa se venía abajo pero era ella la que se desmayaría.
Santo cielo. ¿Miona? ¿Miona?- buscó en su habitación y sin pistas de ella fue hacia la cocina.- Mio…
Su vista estaba en la mesa de madera y faltaba algo allí también, su baraja cartas. Se acercó a paso lento y con una mano sobre su mejilla que luego pasó a su cara tapándole las lágrimas.
El destino está predicho… desde hace mucho tiempo… y nada puede cambiarlo excepto la persona que ha sido predicha.
Hija dónde quieras que estés cuídate mucho.
Así que Miona empezó su búsqueda del templo, será un viaje riesgoso pero es un riesgo que debe correr, mientras trataba de no pensar qué habría en el porvenir y se dedicaba a pensar en cosas que le recordaran su casa. Se sentía feliz pero vacía saber que solo conocía su pueblo. Y si eso la ponía triste tarareaba esa canción que tanto le gustaba- "la luna me enseñó te enseñó ese camino en el mar… donde brillan los sueños y la esperanza…"
Es un mundo diferente para Miona lleno de pájaros de colores exóticos, ese bosque tenía sabor a cuento de hadas y olor a aventuras. La chica observaba con asombro el bosque, no lo conocía para nada pero el camino era inventado por su instinto.
En el camino algo le llamó su atención y eran esas hermosas flores multicolores.
Son hermosas.- como abrazándolas se acercó a ellas.- Esto es maravilloso.- dijo con los ojos iluminados.
Las dejó dolorosamente porque el punto débil de Miona eran las flores, se alejaba y tanto de caminar subiendo esa montaña decidió descansar frente de una cascada inmensa.
Sacó su almuerzo de sándwich de carne. Si los ángeles viven en el cielo los peces dorados son los ángeles del río, pensó ella.
Me pregunto cómo serán los hombres, tantas preguntas que le hice a mi mamá nunca pensé en esta. Quizás sean iguales a mi padre, valerosos, apuestos y de buen corazón.- le dio un mordisco a su almuerzo.
Ponía sus ojos sobre una pareja de periquitos, le parecía chistoso cuando el macho le picaba despacio la espalda a la hembra y luego a su oído.
¿Qué secreto le estará diciendo?
Buscaba en su mochila de viaje sin apartar su vista de esos dos, había guardado un rico panqué de avellanas y nueces como postre.
No aparecía y giró a ver por qué no, y había dos ardillas comiendo la mitad cada una.
¿Tenían hambre, pequeñas?
Parecían amistosas, jugaron con Miona y ella las perseguía como un juego.
¡Esperen! No tan rápido.
Las corrió por un buen rato, Miona lo veía todo tan maravilloso, no tenía miedo alguno siguió con su caminata por el bosque tan armonioso había escombros con moo pero se veía bien igual. Una mariposa se apareció frente a su cara, tan delicada y con tentación quiso tocarla.
Era más difícil que perseguir ardillas.- Ya, no te muevas.
La mariposa huyó después de tres aleteos sobre una flor.- Rayos.
La persiguió hasta encontrarse con otra cosa, más grande y más peluda. Así es un oso, que tranquilamente se acercaba a un panal que estaba atado a un árbol… - ¿Un panal atado a un árbol?- se preguntó Miona.
Muy extraño, el oso estaba más cerca del panal y Miona no entendía por qué un panal estaría atado a un árbol, eso no lo harían las abeja.
Cuando estaba a una pata del panal una red cayó sobre el oso y este necio no sabía quitársela. Ella estaba tan asustada como el oso porque ninguno sabía lo que pasaba.
De unas ramas salió un extraño con un alanza que apuntaba a la bestia.- ¡Tranquilízate! ¡Ahora!
Este le picaba tanto al oso con la punta de su lanza que lo provocó. Con una pata le tiró le dio un manotazo a la lanza, este sacó rápidamente su cuchilla y al instante el oso lo tiró con un golpe en su brazo. No se podía mover y el oso tomaría venganza.
Es el momento en que Miona pondría a prueba, recordó que en un libro a los oso les gustaba lo dulce, de su machila sacó una jugosa manzana.
¡Oye! ¡Oye tú! ¡Mira lo que tengo!
El animal empezó a oler lo que Miona le mostraba en su mano elevada, dejó al otro en el suelo gimiendo.
-Ven, ven osito.
Lo guiaba con la manzana y lo alejaba de aquí, jugaba un poco con su vista y agachándose lentamente tiró la manza por el piso rodando por el rústico suelo del bosque.
Cuando volvió a donde estaba esa persona, no le veía bien la cara por su cabellos largo y rojo, ahí se dio cuenta que era una chica. Trataba de levantarse y con la otra mano la apoyaba sobre su herida.
La eriza se acercó preocupada pero con paso tímido.
- ¿Estás bien?
- Si, gracias por ayudarme.
Se miraron cara a cara y sin decir nada se alejaron un poco asustados, parece que la eriza se había encontrado con otra especia de la raza humana. Se miraron de arriba a bajo, sospechando sus diferencias. Este equidna miraba la ropa de Miona que para él era muy extraña. Miona miraba que solo tenía pantalones verdes, tatuajes como onda indio y dos flequillos en su cabeza tipo Amy.
-- Tú… tú eres.- dijo Miona bajo.
- ¿¿¿Qué rayos eres tú?- dijo el otro.
- Baya, qué simpático.- dijo levantado una ceja.
- ¿Qué le pasa a tu voz?- la señaló.- Suenas como si te hubieran dado una patada en las entre piernas.
- También eres fina.
- ¿Fina?
- ¿Qué? ¿No eres mujer?
- ¿Una qué?... Tú no eres un chico… creo.
-Por supuesto que no.- dijo enojada.- ¿Me ves acaso usando lo que traes puesto?- señaló sus pantalones verdes de tela.- Un momento.- dijo poniéndose emocionada, se acercó a él y ese retrocedía la cara.
- ¿Qué haces?
- Ah.- suspiró.- ¡Eres un hombre! ¡Por fin te encontré!
- Wow wow wow wow wow. - la alejaba – ¿Puedes explicarme qué pasa aquí?
- ¿Qué no lo ves? Vine del otro lado de la montaña hasta aquí y ya llegué. ¡Llegué al lado Sur! ¡Lo logré!- festejaba d eun lado al otro.
Como no la podía calmar le puso su mano sobre su cara.
Primero, eres muy raro.
Dirás rara… digo… no me trates de él si no de ella.
Este equidna la miraba intrigado, hacía muecas con su boca.
Eres igual a mí, pero hay algo diferente.
¿Qué nunca te lo contaron?
¿Contarme qué?- decía ya cansado.
No hay solo hombres en esta isla, hay otras personas que se llaman mujeres.- se señalaba.
Seguía mirándola confundido.
Es como enseñarle a un mono a leer. TT- Mira, presta atención, en el mundo hay hombres y mujeres, fueron hechos para estar juntos.
Caray, nunca me escuché algo así algo así, a mí siempre me enseñaron que no había otra cosa en la isla más que nosotros.
Se miraron un rato y este movió su brazo y le empezó a doler.
¡Ah!
¿Qué pasa?
Nada, solo me duele la cabeza.- puso su mano en su frente y se tambaleaba.
¿Estás bien?
Nunca me sentí tan mareado, todo me da vueltas.- dio un paso atrás y se desmayó.
Continuará…
