Misao, una chica en apuros.
Acto quince.
Adiós.
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Aoshi miraba asombrado aún el contrato que tenía en la mano.
Finalmente había sucedido.
Tenía su millonario contrato firmado y el futuro de su empresa asegurado. Lo que muchos publicistas tardaban años en lograr, él lo había conseguido con esta campaña. El cliente había quedado tan satisfecho que le había hablado de él a tres amigos más que ya lo habían llamado para hacer reuniones de negocios. Querían su talento creativo al servicio de sus empresas. Y ni hablar... ni se había percatado de los bocaditos de Misao.
Aoshi se reclinó en su asiento intentando no pensar. Pero una mirada al reloj le recordó que ya llevaba más de una hora solo en su oficina. El horario de trabajo había terminado hacía mucho rato.
Pesadamente se levantó, pensando en ir a casa. Llegó hasta su auto y se sentó al volante. Enseguida metió la llave en el ignitor y la giró.
Cuando el motor ronroneó como un gatito, haciendo eco en el subterráneo del edificio, Aoshi rompió a llorar.
Había sido un imbécil.
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Misao limpiaba una mancha de grasa de la cara de su hermano.
-Gracias, Kenshin, por ayudarnos… eres lo máximo.-
-De nada, hermana. ¿Ya estoy listo?-
-Si, Kenshin, ya estás limpio. Vete a jugar con Kaoru. Con Hannya terminaremos el trabajo. No te preocupes.-
Kenshin sonrió y se dirigió a casa de Kaoru a seguir con las prácticas de DDR. Misao suspiró y se encaminó al taller de su nuevo protector. Estaba cansada, pero ahora, más que nunca necesitaba juntar dinero.
Allí la esperaban los amigos de su padre… cuando salió del hogar Shinomori, no dudó en buscar apoyo en ellos.
Y no se equivocó de idea, porque ellos se la brindaron de inmediato.
Hannya había logrado convencer a Hyotoko (apodo de Hisashi Uramura porque de joven hacía trucos escupiendo fuego) y a Beshimi para reinstalar el taller mecánico. Sólo faltaba Shikijo para completar el sexteto con Misao y Kenshin, representantes del gran Makimashi.
Tenían ahora un taller mecánico en la periferia de Kyoto y afortunadamente estaba funcionando bastante bien, aunque mientras se hacía de clientela, debían trabajar duro y dar lo mejor de sí cada día. Hannya vivía con su esposa al lado del taller mecánico. Su hijo estaba casado en Kobe, asi que se encontraban solos y en condiciones de acoger a los hijos de su amigo.
Kenshin y Misao seguían asistiendo a la escuela por las mañanas. Por la tarde ayudaban en todo lo que podían en el taller. En realidad, Misao le ponía más empeño porque era lo mejor que sabía hacer. Kenshin estaba ocupado por su parte preparándose para el concurso con Kaoru, pero ayudaba bastante en la cocina a la señora de Hannya, Kikyo.
Misao acomodó la pieza que le había ayudado a reparar Kenshin en el lugar adecuado. Unos momentos después arrancó el motor y comprobó que ya funcionaba. Justo en ese momento entraba el dueño del vehículo.
-Vaya, joven, veo que ha logrado repa… disculpe… er… ¿señorita?-
Misao ya no se molestaba en ocultar su sexo. Una larga trenza caía por su espalda y hablaba con su dulce voz normal.
-No se preocupe, señor... es fácil confundirme con un chico. Pero le aseguro que soy muy buena realizando este trabajo. Mi padre era el mejor de los mecánicos y me enseñó todo lo que sabía. Especialmente sobre autos antiguos como éste.-
El señor escuchaba extasiado el ruido del motor…
-Le creo, señorita. Había llevado mi auto a tres talleres diferentes, pero sólo usted ha logrado descubrir lo que le pasaba y hacerlo partir.-
-Esta chica tuvo al mejor maestro… a Makimashi.- dijo Hannya apareciendo desde debajo de una camioneta que reparaba.- Ella solita encontró el desperfecto. De todos modos, yo me hago responsable de ella si algo llegara a suceder después con su vehículo.-
Misao sonreía, limpiándose las manos con un guaipe. El amable señor entregó un cheque a Hannya, luego de corregir la cifra que había en él.
-Estoy seguro de que nada sucederá. ¿Asi que ella sabe bastante de autos antiguos?-
-Algo, señor.- respondió Misao.
Hannya miró asombrado el cheque que tenía en las manos.
-Señor Kawada… hay un error… está pagando el doble por nuestro servicio. No podemos aceptar esto.- dijo el mecánico dignamente, tratando de entregar el cheque al cliente.
-No hay ningún error, señor Hannya. Este auto es un legado de mi padre y contiene mis mejores recuerdos con él. Nadie había sido capaz de repararlo antes y de hecho, me habían dicho que debía encargar las piezas a Alemania para que me las hicieran a mano… me he ahorrado mucho dinero realmente gracias a ustedes y créame que aún con esa suma que estoy pagándole la encuentro insuficiente. Por lo demás, sugiero que sea el pago extra para esta señorita si usted considera que es demasiado para usted.-
Dejándolos boquiabiertos y con el cheque en la mano, el señor Kawada se subió en su auto y por primera vez en años, tuvo la alegría de conducirlo por las calles de la ciudad. Hannya palmeó enseguida la espalda de Misao.
-Realmente tienes un ángel muy grande que te está protegiendo, chiquilla. Y que te está guiando. Este dinero sin duda te vendrá muy bien. Pero tómalo todo. Te lo has ganado tú sola.-
-Pero Hannya, yo… -
-Ya he dicho. Soy tu jefe y debes acatarme. Y te digo que este dinero es sólo para ti… y para el pequeño que viene en camino. Sugiero que vayas a guardarlo al banco de inmediato. Te lo has ganado, preciosa.-
Misao asintió. Hannya tenía razón. Tomó su tarjeta del banco y se dirigió a un cajero a depositar el cheque a su cuenta de ahorro. Sería todo para su pequeño.
Mientras se quitaba el overol para salir, Tenshi apareció.
-Hola muñeca.-
-Hola, amigo.- saludó Misao, repentinamente feliz.
-Te dije que debías confiar en que todo se arreglaría¿no?- le sonrió el fantasma.
-Supongo que tendré que empezar a creerte más a menudo.- respondió Misao aplicándose un poco de labial. Después del desastre en su vida de hacía dos semanas, se había obligado a no llorar. A buscar soluciones y a levantarse el ánimo cada día. Esta idea se hizo más presente cuando supo hacía cinco días que estaba embarazada.
Se cepilló el cabello y el espejo le devolvió la imagen de una bella joven un tanto demacrada, pero sonriente. Tratar de cuidar su aspecto para verse bien también le levantaba el ánimo.
-Se llamará Tenshi si es un niño. Está decidido.- dijo repentinamente Misao.
Tenshi quedó descolocado.
Y emocionado.
-¿Realmente le pondrás mi nombre?-
Misao sonrió.
-Claro que sí. Kenshin dice que su nombre es muy feo, pero que el tuyo en cambio es muy bonito y además, porque nos recuerda al mejor amigo que hemos tenido. Tú trataste de cuidarnos y aún ahora, que no estás físicamente, nos acompañas… eres el mejor, Tenshi. Y quiero que mi hijo tenga tus cualidades.-
El fantasma se apenó.
-Pero a pesar de lo que dices, siento que he hecho todo mal, Misao. La idea era juntarte con Aoshi y todo salió al revés.-
Misao sintió cierta amargura al escuchar el nombre de Aoshi, pero se repuso de inmediato.
-Ni tú podías saber lo que iba a pasar, Tenshi… ya está atrás… ahora siento al menos que tengo las riendas de mi vida en mis manos nuevamente, cosa que en tu casa no sucedía. Y aunque me quedará de recuerdo mi pequeño, ya lo amo tanto que realmente no importa lo que haya pasado antes… asi que de eso también estoy agradecida, Tenshi. Tendré alguien que me ame incondicionalmente y de quien podré cuidar siempre… y al menos pasaran quince años antes de que mi hijo piense irse de casa.-
Misao sonreía con dulzura… sólo pensaba en su hijito y nada más. Ni siquiera sabía si sería niña o niño, si tendría los ojos verdes de ella, los azules de Aoshi o los violeta de Kenshin, ni podía imaginar dónde estaría ella cuando naciera. Pero sabía que sería la razón de su vida. De toda su vida.
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Aoshi regresó a casa tarde por la noche. Setsuna lo esperaba en pie.
-Hola, hijo. ¿Cómo estás?-
El aludido no respondió. Después de un rato dijo:
-¿Se ha sabido algo de Misao?-
-Sólo llamó el director de la escuela para informarme que Misao tuvo sobresaliente en todos los exámenes de la semana, así como Kenshin. Asi que recibí las felicitaciones en tu nombre que eres el tutor. Por lo demás, no he podido saber nada más. La hija de Kojiro no ha querido decirme nada sobre Kenshin o Misao, aunque al parecer ella tampoco sabe donde están viviendo, pero los ve en la escuela. Sólo me comentó que ambos estaban bien y que me enviaban saludos.-
En ese momento entró Kenjiro.
Besó a Setsuna sin mirar a Aoshi. Enseguida le lanzó un sobre a su hijo.
-Es para ti.-
Pasó de largo a la cocina, seguido de su esposa que le prepararía algo de comer.
Aoshi apretó los puños y subió a su habitación. Ese día había firmado un contrato millonario y había hecho los contactos necesarios para surgir como el publicista del año. Pero nada era suficiente. Su vida personal apestaba como un vertedero.
Su padre no le hablaba desde que Misao se fue de la casa, y con razón. Sólo su madre le dirigía la palabra. Ni siquiera la nana lo miraba cuando se encontraba en casa ayudando a Setsuna en las labores.
El joven se desplomó sobre su cama, conteniendo las ganas de destrozar la habitación… y abrió el sobre.
Misao no podía haberle escrito, porque aún no sabía escribir bien. Entonces, la carta debía ser de Kenshin.
"Aoshi.
Con Misao estamos bien, asi que no te preocupes por nosotros. Seguiremos asistiendo a la escuela, pero estamos haciendo los trámites para cambiar de tutor, asi que es posible que debamos juntarnos un día de éstos. Me pondré en contacto contigo. Como supondrás, Misao no quiere verte.
Espero que al menos tú puedas estar bien en tu casa. Dale un abrazo fuerte de mi parte a tu mamá y un apretón de manos a tu papá. Es curioso, pero a él también lo extraño.
Adiós."
La carta no decía nada más. Era bastante impersonal y en el fondo no revelaba mucho que pudiera ayudar a Aoshi a ubicarlos. Pero al menos contaba con algo… ellos seguían yendo a la escuela. Era tiempo de ir personalmente a arreglar sus asuntos.
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Hacía dos semanas había estallado la guerra en aquella casa. Kenjiro había llegado y se encontró con Aoshi discutiendo fuertemente con Misao en el despacho.
Kenjiro no entendía mucho de qué iba el asunto. Aoshi reclamaba por unos dibujos en una presentación que estaban arruinando su futuro o algo asi. Misao afirmaba que no había sido intencional porque ella lo amaba y esa era la única verdad que existía.
Kenjiro no podía creer que el chofer estuviera enamorado de su hijo hasta que se hizo presente en la habitación, sorprendiendo a ambos. También se encontró con Kenshin. Y entonces, de pronto, pasó algo terrible.
Aoshi, furibundo como estaba, arrancó la gorra de la cabeza de Misao, presentándola ante su padre como la mujer que era. Como la ladronzuela que intentó robarle el auto años atrás y como la imbécil que había estropeado su campaña sólo para hacerle daño por haberle gritado a Kenshin. Misao intentó explicarse, pero Aoshi había dicho que no importaba lo que dijera, que ella no era quien él pensaba y que lo había decepcionado profundamente. Que se arrepentía de haber hecho todo lo que hizo por ella y de entregarle su corazón.
Mísao se defendía diciendo que ella nunca pensó que aquellas láminas sobre las que dibujó eran su presentación final… y Kenjiro sólo los miraba sin entender nada de nada, hasta que jaló a Misao de una muñeca y exigió explicaciones a ambos. Como Aoshi estaba como loco gritando estupideces contra Misao, y ella sólo lloraba, Kenjiro la sacó de allí a la rastra seguido de Kenshin, luego de propinarle un puñetazo a Aoshi porque, después de todo, no se estaba comportando como un caballero.
Y era la única forma de devolverle la calma.
La joven chofer relató en el interior del vehículo que Kenjiro manejaba, las circunstancias reales que la llevaron a vivir a esa casa. Le narró lo de Aoshi al confundirla con un chico, lo que sucedió en Año Nuevo cuando quedaron atrapados en el hotel y el pedido que le hiciera Aoshi para hacerla pasar por hombre nuevamente. También le habló de Kenshin y el por qué se teñía el cabello de negro.
Y Kenjiro no lo podía creer.
Su hijo… aquel que debía ser su orgullo, se había encaprichado con una chiquilla un poco tonta y había hecho por lo demás, bastantes tonterías.
Pero no culpaba a Misao. Ella le había demostrado en muchas ocasiones que era digna de confianza en todos los sentidos. Si el único defecto que tenía era que había tratado de engañarlo y todo eso por amor a su hijo. Incluso, con lo sentida que estaba con él, no había hablado mal de Aoshi en ningún momento y se había limitado a exponerle los hechos tal como habían sucedido.
Antes de que él pudiera decirle algo a la joven, ella le dijo:
-Me retiro de su casa, señor Shinomori. Creo que es lo mejor. Aoshi no confía en mí y yo no deseo vivir donde no soy bien recibida. Por lo demás, estoy conciente de mi falta de honradez al ocultarme, señor.-
Kenjiro sabía que esa misma noche, Misao y Kenshin habían saltado por la ventana del segundo piso y se habían marchado.
Dejaron absolutamente todo lo que les habían regalado, incluyendo el dinero que se le había pagado a Misao por sus servicios de chofer.
Asi, simplemente. Sin despedirse de nadie, sin avisar.
Todo eso mientras Aoshi, en el primer piso, se emborrachaba como si no hubiera futuro y él se encerraba en su cuarto a meditar y a tratar de ver en qué se había equivocado con Aoshi.
Incluso Misao como chico, tenía más honor y dignidad que él.
Y Kenshin, ni hablar…
El hombre mayor terminó de tomar su sopa. Extrañaba al regordete… le caía tan bien después de todo. Y con Misao tenía muchos temas en común, como su pasión por las carreras de fórmula 1.
Y en cambio su hijo, ni siquiera había confiado en él. Lo había juzgado como un ser irracional que no entendía que alguien se pudiera redimir como Misao, al punto de hacerla pasar por hombre y llevar una relación a escondidas con la chica…
Aceptaba que él tenía un carácter difícil, pero también era capaz de entender las cosas si se las conversaban. La decepción que tenía de su hijo mayor en ese momento era muy grande.
De pronto pensó en Tenshi… él era como "Misao chico"… ¿Tenshi lo hubiera decepcionado de esa manera?
Al menos le quedaba Megumi, su hija. Ella estaba estudiando y el tiempo que convivieron en Milán había sido bueno para ambos al conocerse más.
Kenjiro devolvió el plato a Setsuna quien pronto le sirvió algo de te mientras él se tomaba la cabeza.
-¿En qué fallé, Setsuna… dime¿en qué fallé?-
Su esposa le acarició la cabeza.
-Dale tiempo a Aoshi, querido. Estoy segura de que aún no hemos fallado con él. A menos que esta vez Aoshi sea incapaz de reconocer su error.-
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Tenshi observaba la escena en la cocina. Decidió dejar a sus padres solos y partió a ver a su hermano.
Aoshi estaba con los ojos muy abiertos, sobre la cama. La corbata aflojada y la carta arrugada en una mano.
En dos semanas podía cambiar completamente una persona.
Mientras Misao había sacado fuerzas de alguna parte para seguir sin el ser que amaba, Aoshi cada día se hundía más.
Aunque fuera su hermano debía reconocer que como hombre era muy inmaduro.
Aoshi observó la botella vacía que tenía en la otra mano y decidió ver el modo de llenarla. Como en casa no había licor, salió a la calle a ver si podía comprar algo. Y de paso, si se encontraba a quien romperle la cara gratuitamente, mucho mejor.
Volvió a casa una hora después, con un ojo morado y una posible fractura en las costillas. Pero al menos el otro sujeto quedó mucho peor. Le había roto, literalmente, la cara; en especial la nariz.
Y sin embargo, no se sentía mejor.
Tenshi tuvo la idea de partir a donde Misao a rogarle que volviera con su hermano, pero… su madre tenía razón. Aoshi tenía que darse cuenta de sus errores y pedir disculpas.
Mientras un hilillo de ron corría desde las comisuras de la boca de Aoshi, este pensaba confusamente en que si Misao estuviera con él, seguro que todo andaría mejor. Y que tal vez si él iba a buscarla, ella podría regresar.
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Misao soportó estoicamente el mareo que le vino cuando sintió el olor de las tostadas y se obligó a comerlas. Había leído por ahí que los fetos eran capaces de percibir los sentimientos de la madre, asi que pensó en positivo y se fue a la escuela con Kenshin.
Ya no vestía tampoco el uniforme de chico escolar. Había inventado toda una historia ante el director de la escuela y al final se le aceptó como la mujer que era. Y aunque los compañeros de juego quedaron shockeados con el cambio de sexo de su líder natural, no tardaron en aceptarla entre ellos nuevamente como una más del grupo. Misao quería que su hijo tuviera una madre que fuera siempre con la verdad por delante.
Esta vez haría las cosas bien.
Cuando Misao salió de la escuela, le pareció ver una sombra familiar, alta y delgada bajo un árbol. Enseguida se dijo que no podía ser Aoshi porque a esa hora él estaba en la oficina.
Lo extrañaba mucho pero bastaba con recordar el modo en que la había tratado durante la última discusión para olvidarse de esas ideas. Por lo demás, tenía que regresar al taller de Hannya a realizar su trabajo.
Kaoru se acercó a los hermanos Makimashi.
-Por limpiar el auto de mamá, me han dado dinero para un tomo más de Kenshin… acompáñenme a comprarlo… poooor fis… Kenshin, Misao… ¡vamos!-
Para Kenshin era imposible negarse a un pedido de Kaoru cuando lo miraba con esos ojos de cachorro abandonado. Misao decidió salir a caminar un rato con sus amigos.
-Está bien, Kaoru. Vamos.- dijo la joven.
Misao sonrió al ver el negro cabello de Kaoru nuevamente. Se lo había teñido por petición de su padre que no se acostumbraba a tener una hija pelirroja. Kenshin por su parte había ido a la peluquería a cortarse el cabello, asi que asomaban ahora las hebras cobrizas.
Por lo visto todo estaba encausándose.
Mientras los chicos leían fascinados rato después en un parque cercano, Misao miraba a los niños que jugaban. De pronto recordó lo sucedido con Aoshi. Cuando ella llegó a casa, él la jaló hacia el interior del despacho y empezó a reclamarle cosas que ella no entendió de inmediato. En eso llegó Kenshin que había olvidado encargarle algo a su hermana, por lo que decidió ir él mismo a buscarlo. Cuando entró a la casa, escuchó la voz de Aoshi en el despacho. Se oía exasperado.
Enseguida, escuchó la voz de Misao también.
Y por el tono de ambas voces, el asunto no le gustó nada. Asi que se acercó a la puerta entreabierta a ver qué pasaba.
-¡Pero cómo pudiste hacerme esto, Misao!- demandaba saber Aoshi al borde del colapso nervioso, con unos papeles en la mano.- ¡Viste lo duro que trabajé en este proyecto y lo estropeaste todo!-
-Te he dicho que fue sin querer, Aoshi… yo pensé que habías guardado tu trabajo en algún portafolio… ¿Cuándo iba yo a imaginar que era éste tu trabajo¡Yo vi todos los papeles iguales!-
Aoshi no lo soportó. La tomó de un brazo, jalándola.
-¡No te creo, Misao¡No puedo creerte! Es demasiado obvio que lo hiciste a propósito… Esta era nuestra oportunidad de hacer crecer la empresa, de tener ingresos y comprar una casa. ¡PERO LO ESTROPEASTE TODO!-
-¡Suéltame, Aoshi, que me estás lastimando!-
Kenshin enseguida decidió actuar.
-SUELTA A MI HERMANA, AOSHI…-
Aoshi estaba fuera de si. En vez de echar a los hermanos y contar hasta diez, se irguió sobre Kenshin.
Tenshi, que acababa de aparecer, miraba asombrado la escena.
-Condenado pelirrojo… todo esto es por tu culpa.- escupió Aoshi. Enseguida sintió el ardor de una cachetada en el rostro.
-¡No vuelvas a tratar asi a mi hermano!- dijo Misao poniéndose a la defensiva.
-Lo trato como se me viene en gana… por culpa de él no has querido venirte antes conmigo y por culpa de él nos enojamos la otra noche. ¡Por culpa de él siempre reñimos!... ¡por eso tú te vengaste de mí destruyendo mi trabajo!-
Misao se desasió de Aoshi con rabia. Había osado decir todas esas cosas horribles frente a su hermano…
Se colocó delante de Kenshin. Tenshi se ubicó al lado de Misao, haciéndole notar que él estaba de parte de ella y no de Aoshi.
-Eres un imbécil… claro, como a ti aún te queda familia, no te importa que yo sienta la necesidad de cuidar de lo que queda de la mía. Escúchame por última vez… está bien, acepto que me equivoqué y tuve que haber preguntado por lo de tus dibujos antes de dibujar sobre ellos, pero te prometo por lo más sagrado que tengo que nunca pensé en hacerte daño. Yo te amo, Aoshi… tienes que escucharme… que creerme-
Aoshi se había colocado de espaldas a los hermanos, arrugando sus dibujos con las manos apoyadas sobre el escritorio. Apenas y podía pensar con claridad. Todo su cuerpo estaba en tensión.
-Ojalá y nunca te hubiera conocido.- dijo antes de que entrara Kenjiro al cuarto.
Y eso a Misao le había dolido más que cualquier otra cosa.
La única cosa que ella le había puesto como condición era que nunca renegara de ella. Y era justamente lo que había hecho.
Misao sacudió la cabeza y siguió observando a los niños. Entonces se le ocurrió que necesitaba ocuparse en algo. Se excusó con Kaoru y Kenshin y decidió volver a casa. Kaoru entonces le alargó una entrada.
-Es para que vayas a vernos al concurso de DD Revolution… Misao, no puedes faltar. Si vieras el traje que le está haciendo mi mamá a Kenshin, te morirías de la impresión. Tienes que venir. Es el viernes.-
Misao rascó suavemente la cabeza de Kenshin, sintiendo el picor de su cabello corto en las palmas.
-Ten por seguro que no faltaría por nada del mundo al evento de mi hermano favorito.-
Kenshin le sonrió mientras mordía lo que quedaba de su sándwich de lechuga y jamón. Tanto practicar con Kaoru realmente lo estaba haciendo adelgazar un tanto y poco a poco Kenshin dejaba sus malos hábitos alimenticios. En especial ahora que Misao se dedicaba en cuerpo y alma a él también y a controlar su alimentación.
La joven tomó su maletín escolar y partió.
Dos cuadras más allá sintió que jalaban su brazo.
-¡Aoshi!-
El aludido no se veía especialmente bien con un ojo en tinta y el labio hinchado.
-Hola, Misao.-
Si Misao no estaba preparada para ver a Aoshi en ese estado lamentable, él menos estaba preparado para verla tan… tan…
Hermosa.
Por todos los Cielos… que bonita se veía de uniforme.
-Suéltame.- dijo ella cortante.
-Por favor… déjame… tenemos que hablar, Misao.- suplicó el joven.
-Ya nos dijimos todo¿no te parece?-
-No, Misao, no me parece. Por favor, vamos por ahí a tomar algo y a hablar. Yo te necesito de vuelta.- admitió Aoshi con la esperanza de que sus palabras lograran el efecto deseado en ella. Pero se equivocó.
-Yo a ti no te necesito, Aoshi. Por lo menos, estoy muy bien, gracias. En realidad, estoy mucho mejor que contigo, asi que quedémonos asi como estamos… aunque sugiero que dejes de beber. Apestas a alcohol.-
-Pero Misao… sé que me comporté como un tonto… no había tenido un buen día y yo… -
-Claro que te comportaste como un idiota. – dijo Misao retomando su camino. Aoshi nuevamente la jaló hacia él.
-Déjame explicarme, Misao… -
La joven trató de desasirse, pero no lo consiguió. De pronto se dio cuenta de que estaba en la esquina de la cafetería, frente al hospital… recordó claramente que allí Aoshi la besó por primera vez.
Parece ser que él también lo recordó, porque de inmediato bajó la cabeza hacia la de ella y tomó sus labios con premura. Con total ansiedad.
Misao cerró los ojos cuando los brazos de Aoshi rodearon su cintura atrayéndola hacia él. Y muy a su pesar, ella misma comenzó a responderle. No podía evitarlo, lo amaba pero el le había hecho mucho daño y se había comportado como un hombre vil. No como el enamorado que se decía ser.
Se separó de él como pudo.
-¡Tú nunca aprendes!- dijo antes de lanzarle una cachetada.
Por lo visto si había aprendido algo, porque Aoshi fue capaz de preverla y detener el ataque.
Sonrió a Misao.
-Claro que aprendo.-
Estaba tan satisfecho con su respuesta, que no fue capaz de notar el maletín que se le venía encima, dándole de lleno en plena mandíbula.
-Pero aún te falta mucho, imbécil.- dijo Misao antes de salir corriendo de allí, dejando a Aoshi estupefacto y medio aturdido.
Cuando reaccionó y se encontró solo nuevamente en medio de la calle y con las miradas de la gente sobre él, decidió aprovechar que estaba frente al hospital para hacerle una visita al primer médico que encontrara. Estaba seguro de que tenía el corazón completamente fracturado.
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Misao no quedó mejor después de ese encuentro. Pero se tragó todas y cada una de sus lágrimas y ese día trabajó con más ahínco que nunca.
Estaba terminando de lavar un auto para entregarlo cuando apareció ni más ni menos que Kenjiro Shinomori.
-"Vaya… este ha sido un día de encuentros, por lo que veo. Me pregunto quién seguirá"- pensó la joven mientras Hyotoko salía a atender al recién llegado.
Kenjiro divisó a Misao. Al principio no la reconoció, pero mirándola bien…
-¿Esa chica trabaja aquí?- le preguntó a Hyotoko.
-Desde luego. Ella es la estrella del taller.-
Misao se acercó al señor Shinomori. Lo mejor sería enfrentarlo de una vez.
-Buenas tardes, señor Shinomori.-
-Buenas tardes, Misao. Asi que trabajas aquí.-
Misao no detectó ninguna señal de reproche en la voz masculina. De hecho y dada su expresión, parecía ser que él no esperaba encontrársela allí.
-Si, señor. Llevo dos semanas. Estos señores eran amigos de mi padre y me dieron empleo.-
Shinomori pensó unos momentos. Luego dijo.
-Mi auto tiene un sonido extraño cuando intento frenar. De hecho, tarda bastante en hacerlo. No quiero tener un accidente asi que quiero que examinen los frenos. Pero quiero que lo haga esa chica.- dijo con un tono autoritario para luego agregar.- porque sé que ella es la mejor.
Misao miró al caballero sorprendida a más no poder. Ella pensaba que él renegaría de ella, pero, le estaba sonriendo amistosamente.
Tras Misao apareció Kenshin que venía llegando de su paseo con Kaoru. Kenjiro enseguida se dirigió hacia él.
-Hey, chico… espero que pronto vayas a visitarme a casa y a prepararme algo delicioso. Los alimentos no son lo mismo sin ti… estoy seguro de que serás un gran chef.-
El señor Kenjiro se veía bastante afectado. Carraspeó un poco y miró incómodo hacia un lado, mientras musitaba:
-Espero que puedas disculparme por lo tonto que fui contigo, Kenshin.-
Acto seguido Kenjiro le ofreció la mano. No podía exigirle a Aoshi reconocer sus errores si él mismo era incapaz de hacerlo. Kenshin miró a Kenjiro un rato, un tanto avergonzado al recordar lo que pasaba en la casa. Pero luego se acercó a él.
Y no le dio la mano.
Simplemente lo abrazó.
Y a su vez, Kenjiro hizo lo mismo, tragándose las palabras de "los abrazos son para las niñas y las mujeres". A partir de ahora y oficialmente, serían amigos. Todo era cosa de ser un poco tolerante con el simpático pelirrojo.
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Kaoru se colocó el disfraz que le había hecho su madre. Era el gran día.
La competencia de DD Revolution exigía ir disfrazado de un tema a bailar. Con Kenshin pensaban disfrazarse de Rurouni Kenshin pero el kimono haría difícil a Kaoru moverse. Más bailar con sandalias.
Pensaron en muchas posibilidades… que se podían disfrazar de Hanamishi Sakuragi y Haruko Akagi, pero Kenshin era muy bajo y regordete para el papel. Luego pensaron en Detective Conan y esta vez era Kaoru quien no daba con el estilo de Ran… Sakura Kinomoto y Li Shaoran de Sakura Card Captor también les pareció una buena idea hasta que Kaoru dijo que no pensaba por nada cortarse el cabello.
Eso hasta que Sanosuke les prestó una película de Dragon Ball Z llamada "El ataque del Dragón".
En una escena salía Gohan, el hijo del protagonista, con un extraño disfraz de superhéroe. Su novia vestía similar a él y hacían una aún más extraña presentación de ellos mismos…
Kenshin y Kaoru no se lo pensaron demasiado… con casco o pañuelo en la cabeza Kenshin no tendría que repintarse el pelo de negro y parecía que el traje no era difícil de hacer.
Tomoe ayudaba a Kaoru y Misao lógicamente a su hermano.
-Misao… estoy nervioso.- musitó éste mientras se cambiaba la ropa y Misao le daba la espalda.
-No te preocupes. Has ensayado tanto con Kaoru que estoy segura que les irá muy bien. Tú solo debes concentrarte en la música y en ella. En nada más. ¿Estás listo?- preguntó luego de un rato, sosteniendo la capa, el casco y la camiseta del gran Saiyaman.
Kenshin se presentó ante Misao un poco ruborizado. Más al ser conciente de la mirada curiosa de Kaoru.
Realmente había bajado de peso y se había tonificado bastante. Las mallas negras ajustaban sus piernas y caderas, dando cuenta de que, a pesar del sobrepeso, tenían una buena relación. Las caderas de Kenshin eran estrechas y Misao observó que su trasero estaba bien apretado. Sin duda tanto baile le había venido bien. Las pantorrillas del joven se veían poderosas, pero pronto fueron ocultadas por las botas blancas del personaje al que representaba.
Llevaba también una camiseta negra de mangas largas. Años más tarde, cuando Kaoru viera la WWF, se acordaría de ese momento al ver a "The Rock". Kenshin se veía ancho, pero en forma.
Misao colocó sobre el traje negro de su hermano la camisa verde sin mangas y un ancho cinturón negro con detalles en dorado para mantenerla cerrada. Tomoe arreglaba el cabello de su hija para ponerle el casco blanco, pero Kaoru no podía evitar mirar a Kenshin… le gustaba mucho.
Kenshin se colocó los guantes blancos mientras Misao le acomodaba la larga capa roja con botones dorados en los hombros. Luego le ató un pañuelo blanco en la cabeza, le colocó unas extrañas gafas negras y se alejó un poco para ver la transformación.
Los dos amigos, vestidos iguales, estaban listos para salir a concursar. Tomoe les tomó una foto y besó a los chicos en las mejillas deseándoles suerte. Misao hizo lo mismo. Les tomó muchas fotos y prometió sacar más desde graderías.
Cuando los jovencitos quedaron solos, se miraron mutuamente y se largaron a reír… se veían adorables pero… ¡muy graciosos!
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Misao se acomodó junto a Tomoe. Kojiro Kamiya estaba ya instalado para ver y darle ánimos a su hija mayor. La otra pequeña estaba en casa de la hermana de Tomoe.
En la pista de baile habían acomodados varias máquinas Dance Dance Revolution y las parejas comenzaban a salir y a tomar posiciones. Hubo una ovación cada vez que se presentaban a los concursantes porque los disfraces estaban muy buenos… pero los de Kenshin y Kaoru llamaron bastante la atención entre los asistentes más adultos que crecieron viendo la saga de Dragon Ball.
-Tomoe, hizo un gran trabajo con los disfraces de los chicos. Se lo agradezco mucho, mi hermano se ve precioso.-
-Bueno, no se ve mejor que mi niña. Tomoe, realmente te pasaste.- dijo Kenjiro para quien Kaoru era la niña más hermosa de todas aunque… no se le viera mucho la cara ni ella misma bajo la ropa.
Tomoe sonreía ante los elogios. Luego advirtió algo que le llamó la atención de Kenshin.
-Que extraño… se ve muy inquieto tu hermano, Misao… pareciera como si buscara a alguien entre la gente.-
Misao se puso de pie para hacer señas y llamar la atención de Kenshin.
-¡HERMAAAAAANOOOOOOOO… ESTOY AQUIIIIII!-
Momentos después, Misao sintió un toque en el hombro. Era la señora Setsuna.
También venía la nana Saori.
Y más atrás, con un paquete gigante de palomitas de maíz y un vaso de refresco además de un maletín, venía el señor Kenjiro, quien se sentó muy digno al lado de Misao y le ofreció de sus compras mientras ella era incapaz de cerrar la boca de la impresión. Todos la saludaron amablemente. Ella se aguantó las ganas de preguntar por Aoshi.
-Ya, chiquilla, si no es para tanto. Sólo vinimos a ver al chico.- dijo Kenjiro como queriendo decir "no le des tanta importancia a mi presencia aquí". Pero estaba emocionado.
-Kenshin nos fue a dejar las invitaciones hace dos días, Misao. Kenjiro canceló todos sus compromisos por asistir.- dijo Setsuna. La nana señaló:
-Pero que se ve lindo el niiiiiño… señora Setsuna, mire hacia allá… son los de capa roja y camisa verde.-
Las dos mujeres empezaron a gritar para llamar la atención del joven pero era difícil hacerse notar con la bulla de la galería.
-Ustedes no saben nada.- musitó Kenjiro. Le pasó las palomitas a Setsuna, el refresco a Saori y el maletín negro a Misao, del que extrajo una cámara de video, para pasársela también a Misao. –Estoy seguro de que tú sabrás usar esta cosa. La acabo de comprar pero no la entiendo… ¿sabe usted, señora Kamiya?-
Tomoe asintió y recibió la cámara.
-Gracias, señora Kamiya. Asegúrese de enfocar a los chicos.-
Tomoe encendió la cámara y comprobó que estaba la pila con suficiente carga. Lo mejor es que enfocaba muy bien y que estaban en buena posición.
Kenjiro entonces puso sus manos en su boca haciendo una bocina y gritó a todo pulmón, haciendo retumbar el recinto con su potente vozarrón y logrando milagrosamente que todos los presentes se callaran. Sin duda que tenía autoridad.
-¡HEEEEEY, KEEEEEEEEEENSHIIIIIIIIIIIIIIIN… TIIIIENEEEEEES QUE GANAAAAAAAAAAAR… ERES EL MEJOOOOOOOR!-
Kenshin miró hacia Kenjiro y enseguida levantó el pulgar hacia él.
Y Kenjiro se sentó como si nada. Le quitó las palomitas a Setsuna y el refresco a Saori. Luego se lo pensó mejor y le dio dinero a la nana para comprar cosas para todos.
Misao sonrió… sería un abuelito ideal.
Viendo al padre de Aoshi, pensó que sin duda aún había esperanza.
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Y claro que la había.
Luego del maletinazo que recibió en plena mandíbula, Aoshi regresó a casa con el pecho vendado y tres puntos en la ceja. Luego tomó las botellas de licor que pensaba beberse esa noche y las tiró a la basura.
Se dio un baño con las precauciones pertinentes debido a su estado y decidió realizar algunas cosas antes de volver a presentarse ante Misao.
La vida sin ella era demasiado insoportable. La quería tener a su lado, despertar todos los días y contemplar su cara. Si ella le pedía que mandara al diablo su empresa de publicidad y dedicarse a pedir dinero en las calles, era capaz de hacerlo.
Pero antes debía arreglar un poco su vida.
Compró un enorme espejo par reemplazar el que se le había roto meses atrás y por primera vez en muchos meses, contempló su imagen.
Notó la mirada de animal acorralado que tenía. Las ojeras, el moretón y los puntos… se veía espantoso, pero podía remediarlo. Y de pronto, sin poder evitarlo, comenzó a hablar a su propia imagen, como si fuera su hermano Tenshi.
-No entiendo lo que me ha pasado, hermano… pero al fin de cuentas me enamoré de aquella chiquilla que me mandaste y por lo demás… no he seguido tus instrucciones. No la he cuidado… le he hecho mucho daño. Creo que no pensaba, hermano. Hice todo mal desde el comienzo y no sé como reparar el error pero… estoy seguro de que puedo dar con la fórmula. Sin importar que reciba una paliza completa de parte de ella en cada intento fallido, la reconquistaré… me la quedaré, Tenshi. La cuidaré toda mi vida y la adoraré cada segundo de mi existencia. Y seré tan feliz, Tenshi, que cuando me vea nuevamente al espejo, encontraré mi reflejo pero además, el tuyo. Tú siempre sonreías, hermano… estoy seguro de que si recupero mi sonrisa, podré recuperar tu imagen también… aunque he sido un tonto, Tenshi, aunque puedas pensar que no me la merezco y aunque mi padre no me vuelva a hablar… si ella me dice que me perdona nada podría importarme salvo el hecho de estar con ella. Volveré cuando pueda verte nuevamente, hermano.- terminó Aoshi luego de un rato, cubriendo nuevamente el espejo con un velo negro.
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Fin acto quince.
Adiós.
Septiembre 18, 2005.
Notas de autora.
¡Siiiiiiiiii! Lo logré.
Salí de mi bloqueo mental, de mi falta de inspiración. Ok, no ha sido una buena temporada para mí pero he regresado con las pilas cargadas para seguir mis labores.
El próximo episodio es el último de esta historia y también les recuerdo que estoy pronta a finalizar Actuación sin Libreto Tsukio-Hen también. Quiero finiquitar eso pronto para dedicarme a lo que tengo en carpeta, como Entre mis Brazos, Prisionera que ha tenido un excelente debut, y La Fiera.
Es curioso… metí a Kenjiro, y pasó lo mismo que con Umeda… al final se ha ganado mi corazón a pesar de ser un poco antagonista, pero es que ante Kenshin nadie puede resistirse¿verdad? Y me gusta eso de hombres pesados que de alguna manera no son tan malos…
Un saludo afectuoso a Sakura-Merl, a Onashiru Okanami… Kenjiro también tiene algo de mi padre, Mari, tienes razón, le cayó pésimo lo de los dibujos, dark shadow, ya verás que todo tiene arreglo, Laila, gracias por aclararme lo de las estaciones en el centro del continente,
Kao-ryu, lo siento… no pude actualizar antes, Mitsuki Himura, lo de Misao no fue intencional…, Naoko L-K, él no es taaan malo aunque si un poco tonto, KaoruSanz, gracias por los besos,
Alexandra Shinomori, Arashi Shinomori, amiguiii, Kirara26, amiga, gracias por leer, Kerube-chan, hola, Gabyhyatt.
Un abrazo inmenso a todos ustedes.
Blankaoru.
