Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 8:

Eternals

Charlie frenó frente a mi casa.

Había sido un viaje silencioso, como todos los momentos a solas con él. Ninguno de los dos había intentado si quiera comenzar una conversación.

— Gracias — le dije, desabrochando el cinturón de seguridad —. Buenas noches.

Hice ademán de abrir la puerta, pero me detuvo.

— Espera, Bella.

Me giré a mirarlo. Su rostro, a penas iluminado por las luces del tablero, se veía serio, pensativo. Me miraba con el ceño ligeramente fruncido, justo como le pasaba cuando no sabía cómo decir lo que pasaba por sus pensamientos.

Elevé las cejas levemente, curiosa.

"¿Ahora qué hice?", quise preguntar, y no como broma. Repasé rápidamente la noche en mi mente. Quitando a Edward de lado, según yo no había pasado nada. No había dicho o hecho algo que a Charlie pudo haberle disgustado, pero realmente nunca estaba segura.

"¿Todo bien?" tampoco era una buena pregunta.

Finalmente suspiró y su expresión se relajó solo un poco.

— Me complace que esta noche haya salido bien.

¿Esperabas otra cosa? Porque yo sí.

Sonreí levemente.

— Es una gran oportunidad — era un comentario seguro.

Asintió, y luego frunció los labios hacia un lado. Me mordí el labio. Si había algo.

— ¿Sabes? — aquí vamos… — Tu comentario del lunes, con los Cullen… — su gesto se mantuvo.

Hice un mohín interno, ¿en serio creí que no lo mencionaría? ¿Qué lo dejaría pasar?

¡Ja! ¡Págame! Le dijo una voz interna a otra.

Las callé y comencé a pensar en una disculpa, aunque realmente no lo sintiera.

— Fue imprudente y poco profesional, aunque sé que fuiste sincera. A veces olvido lo emocional que eres. Pero sé que puedes volverte una buena profesionista, y espero que este paso con la firma te ayude con eso.

Mmmm, ¿okey?

Sonreí quedamente, como si me disculpara; aunque mi rostro se moría por hacer gestos menos agradables.

— Sí, papá. Lo intentaré — dije regulando mi voz para que sonara amable, aquella que usaba para evitar discutir con él.

Charlie asintió, regresando la vista a la calle. El momento padre-hija había terminado.

— Hasta el lunes.

Al entrar a mi casa, recargué la espalda en la puerta, resoplando. Una sensación extraña se había alojado en mi pecho. Era algo similar a la incertidumbre, pero menos agobiante. Tal vez solo era cansancio.

Había sido un día muy largo.

Me descalcé, sintiendo el alivio inmediato.

Ahora, en la seguridad de mi casa, me sentía más firme. Todo el pánico de horas atrás carecía de sentido, al igual que el enojo que me había provocado la actitud de Edward.

Subí las escaleras, entré a mi habitación y vi el revoltijo de ropa en mi diván y en mi cama.

Pensé en mis planes para mañana, y que ahora tenía que elegir un conjunto mucho más interesante.

Mandé al carajo a Edward Cullen. No importaba lo sexy que fuera o el hijo de quién. Una aventura, solo eso.

Llamé a Rose, dispuesta a seguir con mi vida. Los planes de papá y Billy salieron a pedir de boca. Ahora era mi turno.

— Hola, Rocket. ¿Lista para mañana? — canturreó mi amiga al otro lado de la línea.

Escuchar mi apodo me recargó la energía y me hizo sonreír.

— Casi — le respondí en el mismo tono —. Estoy frente a mi armario pensando en qué rayos debería ponerme mañana, ¿tú ya elegiste tu ropa?

Rose lanzó un gritito y luego me colgó.

Miré la pantalla, confundida. Al segundo me entró una petición de videollamada con Rose. Acepté y su gran sonrisa apareció en toda la pantalla de mi celular.

— ¡Vacía ese armario, mujer!

Solté una carcajada y acomodé el celular en mi tocador, para poder hablar con Rose sin tener que usar las manos.

Sería una videollamada muy larga.

Eran las siete y media de la mañana, pero nunca había estado más despierta en toda mi vida, y sin ayuda de la cafeína.

Rose, Em y yo estábamos en la oficina de mi madre, esperando. Estaba tan nerviosa que no podía estar quieta, y me movía de un lado a otro sin el menor control. Sacudía mis brazos de vez en cuando para tratar de liberar la energía, pero no servía de mucho. Pero si yo estaba siendo víctima de la adrenalina, Rose estaba peor. Las baquetas giraban entre sus dedos de una manera vertiginosa sin detenerse. Si seguía así, estaba segura de que terminaría rompiendo algún récord mundial. El peor de todos era Emmett, llevaba media hora totalmente en silencio, haciendo gestos, perdido en sus pensamientos.

— Bella, ¿segura que esto no es una broma? — preguntó Rose.

— Así se siente — dije con el corazón en la garganta —. Renée y Phil aseguran que es cierto.

— Creo que voy a vomitar — musitó Emmett.

La puerta se abrió y todos pegamos un brinco, pero fue una falsa alarma.

Como si la hubiera llamado, Renée entró a su oficina con una gran sonrisa, seguida de un hombre bastante peculiar.

Usaba un traje muy formal sin corbata en tonos grises, que le quedaba a la perfección. Los tatuajes asomaban por su cuello y el dorso de las manos. Le brotaba una personalidad atrayente, carismática y a la vez había algo que te hacía mantener una distancia cordial.

Una sonrisa de lo más encantadora apareció en su rostro y supe que este hombre pocas veces no se salía con la suya.

Se acercó a nosotros con paso decidido.

— Buenos días, jóvenes — nos estrechó la mano a cada uno, firme y rápido —. Mi nombre es Alistair y soy el representante de Eternals.

— Entonces si está pasando — dije tontamente.

— ¡Claro que está pasando! — rio Alistair sin burla — ¡Ahora! Chicos, hay mucho que hacer, así que manos a la obra. Hoy será un día muy largo.

Ese hombre no era de los que perdían el tiempo.

Resultaba que no solo conoceríamos a la banda, sino que también seríamos parte de una grabación. Luego de una rápida y concisa plática legal, nos dijeron que grabarían parte del ensayo, y del concierto para incluirlo en un documental como material adicional de la gira, y que se publicaría para el otro año.

Conocimos al miembro del staff que estaría con nosotros, tanto los productores, camarógrafos, cuerpo de seguridad y demás.

— ¡Chicos! Ellos son Caronte. La banda que abrirá el día de hoy — les dijo a todos de una. Se volvió a girar hacia nosotros —. Tendrán tiempo de conocerse. Estarán alrededor de ustedes muchas horas así que solo traten de ignorar las cámaras lo más que puedan. Ahora, esperen en el primer camerino. Es hora. Necesitamos capturar el momento.

Nosotros tres nos quedamos donde nos indicaron y Alistair le hizo una seña a un camarógrafo, quién lo siguió, perdiéndose por el pasillo.

El otro camarógrafo se quedó en la habitación con nosotros, apuntándonos con su cámara. Como Alistair nos dijo, tratamos de actuar como si no estuviera ahí.

En medio de mis amigos como me encontraba, los tomé de las manos, tratando de procesar mis emociones.

Esto estaba pasando. Estaba pasando.

Comencé a respirar por la boca, con el corazón a punto de romperme alguna costilla.

Rose apretó tanto mi mano que temí que me la rompiera; en cambio, Em la sostuvo suavemente, como si no tuviera fuerzas. Estaba sudando frío.

El camarógrafo que siguió a Alistair apareció de nuevo, apuntando a alguien o algo en el pasillo, algo fuera de nuestro campo de visión.

— ¿Aquí? — preguntó una voz femenina.

Una voz que había escuchado tantas veces y, aun así, se sintió totalmente nueva.

Dos rostros preciosos, enmarcados por una larga cabellera rubia se asomaron con curiosidad, esbozando una sonrisa expectante.

Irina y Tanya Denali.

— ¡Hola! — exclamaron ambas a la vez, sonriendo abiertamente.

Ningún sobre aviso te prepara para esta clase de cosas.

Rose y yo contuvimos el aliento de forma audible, tapándonos la boca en un gesto de sorpresa. Emmett gritó de emoción y nos miró con la ilusión de un niño de cinco años.

Todos nos reímos un poco, dejando salir nuestras emociones, especialmente Rose y yo. Emmett no parecía avergonzado, sino extasiado.

Las hermanas Denali se acercaron y nos saludaron con emoción y cortesía, nosotros les regresamos el saludo con el mismo ímpetu, intercambiando besos en las mejillas y abrazos afables.

Me dolían las mejillas de tanto sonreír.

— Es un gusto conocerlas — decía Emmett, presa del entusiasmo.

— El gusto es nuestro — respondió Tanya.

Entonces entraron Carmen y Eleazar. Eran más reservados que las Denali, pero sus saludos fueron tan cálidos como los de ellas.

— Eleazar, mucho gusto — dijo estrechando nuestras manos.

— Rosalie. Un placer.

— Isabella.

Por un segundo consideré decir mi apodo, pero lo consideré un poco grosero.

— Emmett. Es un gran placer.

— Gracias. Igualmente.

Detrás de Eleazar apareció el último miembro. Era mucho más hermosa en persona.

Kate Denali.

Mi corazón se detuvo por un momento, para reanudar su trabajo a toda marcha. La adrenalina corrió por cada uno de mis miembros, quedándome paralizada en mi lugar. Quería hablar, gritar, caminar, algo.

Lo único que podía procesar, era a Kate Denali acercándose a mí con los brazos abiertos.

— ¡Hola! Mucho gusto. Kate Denali — se presentó con tanto entusiasmo como sus hermanas.

Lo sé, quise decir, pero solo alcancé a preguntar, con voz temblorosa:

— ¿Puedo?

— ¡Claro! Ven aquí — exclamó haciendo un ademán indicándome que me acercara.

Abrazar a tu ídolo no tiene palabras. No hay descripción, no existe; pero lo intentaré.

Ser abrazada por Kate Denali era un hito en tu vida, un parteaguas. Marcaba un antes y un después. Ser abrazada por Kate Denali no era cambiar de hoja ni de capítulo. Era comenzar un libro totalmente nuevo. Un botón de reinicio.

Dejé de tener veinticinco, volviendo a mis diecisiete de golpe.

— Ay, no lo puedo creer — murmuré contra su hombro.

Ella rio cantarinamente.

La solté y me di cuenta de que estaba llorando. Me limpié las lágrimas rápidamente, algo avergonzada.

— Ay, lo siento — balbuceé.

— No, cariño. Está bien — dijo enternecida.

— No sabes lo que significa para mi conocerte.

Volvió a abrazarme, estrechando un poco más el agarre y me dedicó una sonrisa de lo más bonita. Cuando volví a ser dueña de mi misma, Kate se acercó a saludar a mis amigos.

La energía en el camerino era distinta a lo que había sentido alguna vez. La presencia de Eternals era dominante. Eran estrellas de rock y eso se notaba en todo. Su ropa, su cabello, sus personalidades. Era como estar parado justo al lado de un radiador o una estufa encendida. La energía que irradiaban era increíble, y, sorpresivamente para mí, no me sentía ajena a ella. Tal vez era porque todos ahí éramos artistas.

— Bien, chicos. Alistair nos dijo que ya saben qué va a ocurrir hoy — dijo Eleazar —, pero hay algunas cosas que nosotros quisiéramos saber.

— Ustedes nos conocen, pero nosotros a ustedes no — dijo Kate —. Así que, por favor, díganos sus nombres y posiciones en la banda.

— Si tienen algún nombre artístico también sería de ayuda — agregó Carmen —, para organizarnos mejor.

Mis amigos y yo nos miramos, esperando a que alguno hablara. Comencé yo.

— Bueno, nuestra banda se llama Caronte. Hemos estado juntos por cuatro años. Yo soy la única guitarrista y también soy la cantante — Kate sonrió abiertamente, lo cual me hizo sentir muy bien, no lo negaré. Te amo, quería decirle. Has sido mi inspiración desde que tengo diecisiete. Pero frené mis impulsos de fan con toda la fuerza que tenía. Suficiente había sido con que hubiera llorado en frente de ella —. Mi nombre en el escenario es Kore, pero todos me conocen como Rocket. Pueden llamarme así.

Esperaba que lo hicieran, lo prefería.

Algunos asintieron.

— Rocket será, entonces — acordó Carmen.

Asentí. Entonces todos voltearon a ver a Rose.

— Yo soy Rosalie, mi apodo es Nix y soy la baterista.

— Genial — celebró Irina —. Una chica baterista. Me gusta.

— ¿Y tú, grandote? — preguntó Tanya.

Vi como Emmett tragaba, nervioso, pero se mantuvo firme al hablar.

— Me llamo Emmett, mi apodo es Érebo y soy el bajista.

— Y solo son ustedes tres… — aventuró Eleazar.

Asentimos.

Antes éramos cuatro, pero ahora no necesitábamos a nadie más. Todo funcionaba muy bien siendo solo nosotros.

— Pues en serio nos alegra mucho conocerlos — dijo Irina —. Nos gusta mucho conocer bandas locales.

— Nos mantiene con los pies en la tierra — confesó Eleazar.

— Es un recordatorio de dónde venimos — complementó Kate.

Sonreí. Ese era un concepto muy bonito. Eternals tenía como diez años en la industria, y no cualquiera podía decir eso. Ahora, saber que aun así mantenían la conexión con sus inicios, me hacía admirarlos un poquito más.

Incluso la persona más fan, aprende cosas nuevas de quienes admira.

Alistair miró su reloj de muñeca y le hizo una seña al equipo, que actuaron de inmediato. Entró al apretujado camerino y juntó ambas manos.

— Chicos, hay que comenzar — anunció —. Debemos hacer pruebas de audio.

Salió, seguido de Eternals, quienes eran los más cercanos a la puerta, y luego nosotros, cerrando la comitiva con los camarógrafos.

Rose, Em y yo nos miramos sonrientes y soltamos algunas risas, totalmente emocionados. El verdadero trabajo estaba por comenzar.

.

EDWARD POV

— ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo? — murmuré mientras apretaba las manos sobre en volante, manejando por las calles de la ciudad.

Estaba dando vueltas, pretendiendo que no tenía un lugar en mente, mientras me debatía si ir al Tártaro o no.

Quería ir, pero ¿debía?

Me estacioné en el primer lugar disponible que vi y resoplé, molesto.

Todo el asunto de la cena me exasperaba sobremanera.

La maldita e improbable coincidencia.

El saber que Isabella era la hija del nuevo socio de mis padres, que se hubiera llevado tan bien con Alice, que la diferencia de edades entre nosotros era considerable.

Me exasperó más la forma en que actuó durante la cena. Nada qué ver a quién me mostró.

La Isabella de la cena fue una mujer tan recta, tan… contenida. Todo lo opuesto a la chica coqueta y retadora que había conocido tan solo una semana antes.

Una chica que llegó como una ola expansiva desde el momento en que entró al escenario, adueñándose de él.

En cuanto la vi quise descubrir todo de ella, desde su nombre hasta donde ya no se pudiera más. Luego, momentos después, al tenerla tan cerca pude ver que era más joven que yo, pero su actitud tan vibrante y segura despertó mi instinto varonil, impulsándome a coquetearle.

Ella me correspondía, lo notaba. Estudiaba mis movimientos. Estaba jugando conmigo, no era idiota, pero su forma de coquetearme y mantener su distancia a la vez no hizo más que alimentar mi interés.

Había otros hombres que la miraban, y con justa razón, pero ella era indiferente.

Entonces la miré con descaro, admirando sus curvas, queriendo conocerlas todas; y ella lo notó, sin hacer algo para detenerme, sosteniéndome la mirada.

Eso me encantó.

Maldije a Jasper en cuanto volvió, diciéndome que teníamos que irnos. Y luego los amigos de ella llegaron a reclamarla.

Volví la noche siguiente, tentando mi suerte, y ahí estaba ella. Estaba sorprendida de volver a verme, pero esta vez no me iría sin al menos intentarlo.

Y luego todo no hizo más que crecer.

Su cercanía me afectaba de una manera inesperada e inexplicable. Esa noche en aquel lugar de jazz me dejó ver otra faceta de ella. Era lista e interesante, mucho más bonita de lo que las luces del bar me permitían ver, y yo solo buscaba excusas para acercarme.

Esperaba hacer las cosas diferente. No era la clase de hombre que se acuesta con una chica en la primera oportunidad, pero el deseo era imposible de frenar.

Yo no haría nada a menos que ella me lo pidiera y vaya que lo hizo.

Sus besos alimentaban mi sed. Esperaba que me permitiera ir más lejos. Y tan solo de recordar el calor de su piel, su suavidad, la forma en que reaccionaba a mis caricias, el deseo recorriendo mi cuerpo… y como desperté, solo.

Aquello no fue del todo inesperado, pero si me sorprendió un poco. Y me hizo sentir algo preocupado. Era muy tarde y se había ido sola.

Me quedé largo rato en la cama, recordando esa noche. Estaba dispuesto a volver a verla.

No sabía si volver a buscarla, no sabía si ella lo quería así. La respuesta la obtuve de forma inesperada, en la vinoteca.

Ilusamente, no podía creer mi suerte.

Verla en esa moto fue una de las cosas más sexys que había visto en mucho tiempo, y su forma de coquetearme de nuevo me dijo todo lo que necesitaba saber. Estaba planeando buscarla en el bar luego de la cena o la noche siguiente…

— Pero no esperaba verla en la cena — gruñí, frustrado.

¡¿Cuáles eran las puñeteras probabilidades?!

¡Eso no era lo que más me incordiaba, no!

Era que, aún viendo sus dos facetas, aún sabiendo que había mentido descaradamente en la cena, que nos habíamos retado el uno al otro, su interacción con su… hermano, aún con todo eso, la deseaba.

Se veía tan diferente, pero tan preciosa. Con su cabello recogido y sus hombros descubiertos… y ese maldito labial rojo.

Por nuestra primera plática había deducido que era lista, pero ahora podía dimensionar qué tanto. Hablaba de su carrera con tanta pasión. Carrera que, por cierto, compartíamos.

Fui infantil, lo admito, pero sabía saber. Preguntarle de manera tan directa por sus otras pasiones, y luego la forma en que lo negó mientras me apuñalaba con toda la intensidad de su mirada, diciéndome algo totalmente inesperado.

Rocket era un secreto.

Uno del que me había enterado sin querer, y del que evidentemente ella no había planeado hacerme parte.

¿Qué haría yo? ¿Por qué era un secreto? ¿Cuál era la diferencia entre Rocket e Isabella? ¿Por qué me importaba?

Resoplé una vez más, tallándome la cara con la palma de las manos.

Encendí el auto. A los minutos ya estaba bajándome de nuevo, yendo directamente a la puerta principal del bar.

— Bienvenido al Tártaro — me dijo el hombre en la puerta luego de pagar mi entrada.

¿Qué estas haciendo?, me dije una y otra vez mientras me adentraba en el establecimiento.

La busqué tras la barra, aún sabiendo que posiblemente no la encontraría ahí.

Miré hacia el escenario, oculto tras el telón.

Admitiré que quería verla, pero esa no era la única razón por la que estaba allí. Necesitaba tomar una decisión.

Ciertamente no era muy fan de la cerveza, de todos modos pedí una botella solo para hacer algo mientras esperaba, cada vez más convencido de que esto era necesario.

No pasó mucho tiempo cuando la música de fondo comenzó a bajar de intensidad, a la par que el telón se abría.

Esta vez no hubo presentación, la banda ya estaba en sus posiciones. Al centro, estaba ella. No esperaba verla tan pronto.

La gente a mi alrededor comenzó a silbar y aplaudir, dándole la bienvenida a la banda.

Sentado donde estaba, podía vislumbrar la sonrisa de Isabella. Desprendía esa misma actitud rebelde, todo en ella. Desde su ropa hasta sus desordenados rizos castaños.

Parecía que toda la tensión o noción de la cena de la noche anterior no la había afectado en nada.

¿Esperaba que yo no dijera nada? ¿Si quiera le interesaba? ¿Por qué estaba ahí, actuando con tanta despreocupación?

Maldita sea.

— Buenas noches, Tártaro — exclamó contra el micrófono —. Espero que estén muy bien hoy, porque venimos de gala —, se acomodó su chaqueta de forma juguetona, y algunos lanzaron piropos en forma de chiflidos. Ella rio, pero no hizo más —. Esta noche es una noche muy especial y les tenemos una graaaan sorpresa, así que esperamos nos acompañen para descubrirla. Pero antes de que la emoción me gane y les diga que es… esta canción se llama "Dante".

Tomó su guitarra con firmeza y comenzó a cantar y tocar de la misma forma tan desinhibida que el fin de semana pasado, como si nada más existiera. Y para completar el cuadro, ahí estaba yo también, con los mismos pensamientos que esa noche con algunas adiciones: ¿esa era la verdadera Isabella? ¿Rocket era solo una excusa? ¿Quién era en realidad? Y lo más importante, ¿en verdad quería saberlo? ¿quería seguir con esto?

Al segundo supe la respuesta.


Volví(:

Una disculpa por tardar tanto, es que a veces se me hace bola la vida.

El primer POV de Edward, de los que espero sean muchos. ¡Gracias por leer!