Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 13:

La decisión del rey.

— Vino muchísima gente — comentó Jacob.

— Y eso que aún es temprano — respondió Jared, al otro lado de la barra.

Mis amigos y yo estábamos tomando unas cervezas, esperando que llegara la hora para tocar. Con la popularidad aumentada del bar, más bandas buscaban un espacio para demostrar su talento, el problema es que no teníamos suficientes camerinos para cubrir la demanda. Mamá y Phil estaban planeando una ampliación con el dinero extra del aumento de las ventas, o ver una manera más organizada donde las bandas pudieran dejar sus instrumentos y evitar robos. Nada hunde más rápido un bar que la mala reputación.

Miré el tablero sobre la barra y no permití que el mal humor me ganara.

Esa noche también tocaría Demon Hunters. Ellos irían antes que nosotros, así que nuestros chances de evitarlos no eran muchas.

Esperaba que mi intento fuera suficiente. Mi guitarra y el bajo de Emmett estaban en la oficina de mamá, y la batería estaba en una de las piernas del escenario, resguardada para que nadie se pasara de listo. Esto con el fin de no tener que usar un camerino, al menos en las noches que coincidiéramos.

Conforme el bar se iba llenando, vi unos cuantos rostros familiares.

"Hey, Caronte"

"¡Qué onda, Rocket!"

"¡Ya era hora que volvieran!", nos saludaban.

Pero había muchos, muchos rostros nuevos.

El juego de luces comenzó y la música de fondo aumentó de volumen, dando por iniciada la noche.

La bebida y comida corrían, se escuchaban muchas risas y conversaciones. Sería una buena noche, el público estaba animado.

— ¿Quieres otra? — me preguntó Jake, terminando su propia cerveza.

— No, con esto estoy bien — agité mi botella a medio beber —. Gracias.

Mi resistencia al alcohol era respetable, pero no me animaba a admitir que tenía el estómago un poco revuelto de los nervios. Mi miraba vagaba de aquí para allá.

— No te preocupes tanto, Bells — dijo Jacob —. Yo te cubro.

— ¿Eh? — balbuceé.

— Has estado escaneando el bar como esperando encontrar a alguien. Si tu ex se te acerca, yo te cubro — y guiñó.

Sonreí, tratando de relajarme.

No quería admitir que no era él a quien estaba buscando…

— Al diablo, tienes razón. Disfrutaré de mi noche libre.

— ¡Así se habla! — alabó Rose.

— Y si se pasa de listo, lo golpeas con tu guitarra* — dijo Emmett.

No pude evitar reírme, dejando ir la tensión.

Luego de un rato la música bajó de intensidad y el telón se abrió.

Nos acomodamos mejor para comenzar a ver las presentaciones.

Las primeras dos bandas estuvieron muy bien, aunque tocaron puros covers en su mayoría. El tocar covers era difícil, pues el público ya tenía una expectativa de la canción, y si tus arreglos no gustaban, podrías perder la atención muy fácilmente.

La tercera banda tocó música original, más difícil aún, pero se llevó una buena oleada de aplausos.

— ¡Buenas noches, Tártaro! — animó mi madre por el micrófono y le respondimos con aplausos y chiflidos —. Ahora, como siguiente número, démosle la bienvenida a Deeeeemon Hunteeeeers. ¡Wooo!

El público respondió con muchísimo ánimo, excepto nosotros. Incluso se aglomeraron un poco al frente del escenario, mientras la banda se colocaba en su lugar. Hubo quién sacó sus celulares.

— ¿Desde cuándo son tan populares? — preguntó Jake de forma retórica.

— Pff, qué importa — respondí de todos modos.

El vocalista hizo tiempo para sus compañeros.

— Hola, público. ¿cómo están? — chiflidos —. Muchas gracias al Tártaro por recibirnos una vez más y dejarnos compartir nuestra música con ustedes…

Lanzó una sonrisa al público, esa sonrisa falsa que usaba cuando quería cautivar a alguien.

— Sin más preámbulos, esta canción se llama Perdóname padre, he pecado.

Rosé bufó por lo bajo.

— Qué fanfarrón.

— Y tiene peores — dije.

A mi pesar, tenía que admitir que eran buenos. Tocaron puras canciones originales, algunas conocidas y otras más recientes. Me esforcé en aborrecer cada segundo.

Rechiné los dientes. No debería darle tanta importancia, pero olvidar era difícil para mí. Ya no sentía nada por él, pero perdonar no se me daba muy bien.

— Lo mejor será que vayamos subiendo, ya casi terminan — dijo Emmett.

Seguí a Rosé y Em, pero Jacob me retuvo con suavidad. Me pasó el brazo por el hombro y me apachurró con cariño.

— Recuerda, solo diviértete, ¿sí?

— Chi — dije en un puchero.

Me revolvió el cabello y seguí a mis amigos.

Fuimos directo a la oficina de René, y abrí con mi copia de la llave.

— Toma — le dije a Em pasándole su bajo.

— Gracias, Rocket.

Tomé a mi bebé y automáticamente me sentí mucho mejor.

Volví a cerrar con llave al salir y caminamos juntos hacia el escenario. Para nuestra mala suerte, Demon Hunters venían de regreso por el mismo pasillo, su presentación había terminado.

Se hizo un silencio tenso al sabernos tan cerca. Mantuve mi mirada inexpresiva, aunque mi pulso se había disparado por la adrenalina. Odié eso.

Rose iba encabezando la fila y siguió derecho, sin siquiera voltear a mirarlos. Ellos si se quedaron mirándonos, tratando de intimidarnos. Los ignoré.

— Eh, Rocket — dijo el líder en forma de saludo.

Sin voltear a mirarlo, le levanté el dedo de en medio y seguí de largo.

Pude escuchar a sus amigos reírse por lo bajo y yo sentía como la sangre me hervía. Quería tocar hasta destrozarme los dedos o hasta que se rompiera una cuerda, lo que pasara primero.

— Entran en diez, chicos — nos anunció Angie.

Acomodamos rápidamente la batería de Rose y fui a conectar mi guitarra.

— Bells — llamó Em —, ¿estás bien?

Asentí.

Pude ver de reojo como mis amigos se miraban, ninguno insistió.

Calenté brazos, piernas y cuello. Estaba enojada, pero tampoco quería lastimarme.

Eh, Rocket ¿quién se cree?, pensé con mucha amargura.

— ¡Hola, hola, mis muchachos! — entró mamá saludando con mucho entusiasmo —. En un momento más los anunciaré, así que ¡ya saben qué hacer! ¡vuelvanlos locos!

En un nada sutil movimiento, giró hacia mí y me abrazó por los hombros.

— No dejes que te afecte, Bella — me dio un beso tronado en la mejilla y salió por donde entró.

Negué con la cabeza en un suspiro. Claro que mamá se daría cuenta.

— ¡Ahora! — se escuchó la voz de Reneé por los altavoces —. ¡Demos una cálida bienvenida a una de las bandas sello del Tártaro! — se escucharon muchos aplausos y chiflidos — ¡Claro que saben a quiénes me refiero! ¡Con ustedes… Caronte!

El estruendo aumentó y en segundos me sentí en mi elemento. Entré al escenario casi en una nube. Dejaría todo ahí, incluso mis problemas.

— ¡Hola, Tártaro! Se siente increíble volver… — dije por el micrófono y la gente me respondió con entusiasmo —. Nosotros somos Caronte y esto es Hasta las cenizas…

Desde el segundo en que rasgué las cuerdas, todo desapareció. Sentía que afloraba esa parte de mí que solo podía salir en un escenario.

Brinqué, me hinqué, alenté a la gente a cantar nuestros coros más sencillos y pegadizos. Rose y Em también dejaron en claro sus talentos, y casi me olvidé de donde estaba cuando toqué mí solo.

No existían más que las cuerdas y la vibración de la música. A lo lejos, lo demás.

… Y como siempre que estaba en el escenario, acabó muy pronto.

Tocamos el final de nuestra última canción, y como solíamos hacer, dejamos un espacio de tiempo para los aplausos, entonces Rose comenzó a tocar la canción destinada a la despedida.

— Muchas gracias, Tártaro. Son un público maravilloso — dije sin aliento —. Un aplauso para Nix… un aplauso para Érebo… yo soy Kore. ¡Buenas noches!

— Increíble como siempre — aplaudió Jake en cuanto volvimos a la barra.

— Ahora si te acepto ese trago — dije.

Jared abrió cuatro botellas con experta destreza y nos las dio.

— Bien merecida — dijo y se fue a atender a más gente.

Cada quién tomo una botella y las chocamos suavemente entre los cuatro.

— Carajo — exclamó Emmett, a quién la espuma de su cerveza se había elevado con mucha rapidez.

Todos nos reímos, Emmett incluido.

— Enseguida vuelvo, voy al baño — me dijo Jake por lo bajo luego de unos momentos.

— Ajá, aquí estaré.

Me recargué en la barra viendo hacía el bar. Me giré para comentarle algo a Rose, pero vi que estaba teniendo uno de sus momentos con Emmett así que no interferí.

Estaba bebiendo tranquilamente, cuando llegó. Se recargó en la barra con los brazos cruzados, pero pensé que podía ser cualquiera, así que no le presté atención hasta que habló.

— Eh — llamó —, estuviste increíble allá arriba.

Y ahí estaba, el rey del cinismo. El líder de Demon Hunters aka mi ex. Riley.

Volteé a verlo. Estaba igual que siempre, solo que sus facciones se notaban un poco más maduras por el paso de los años. En otro tiempo, su mirada me habría derretido, su simple presencia me habría puesto nerviosa. Me alegraba comprobar que ya no tenía ese poder sobre mí, sino todo lo contrario. El bombeo de mi corazón no era de deseo, sino de desprecio. Había pasado mucho tiempo…

Aunque bueno, el odio es otro tipo de pasión.

Esta era la primera vez que hablábamos en meses, pero ya habíamos cruzado miradas antes. Cuando ellos tocaban y yo estaba en la barra. O me tocaba ayudar tras bambalinas, pero siempre me las arreglé para no coincidir con él.

— Gracias — dije por toda respuesta.

— Han estado ausentes un rato, ¿están tocando en otros bares? — me hizo plática.

— No — ¿acaso había estado al pendiente? Esperaba que no.

Se enderezó y se hizo el cabello hacía atrás, tratando de parecer relajado.

— Me sorprendí muchísimo cuando abrieron para Eternals — dijo en forma de halago —. Casi no coincidimos en las presentaciones, lo que es una lástima porque…

— ¿Sabes? — lo corté —. El que hayamos tocado el mismo día no quiere decir que tengamos que hablarnos.

Soltó una risa burlona, casi de diversión. Apreté la botella.

— Tan testaruda como siempre — dijo en tono de "Ay, Bella…"

Tal vez si no le respondía, se iría…

— Era en serio lo que decía. Hacía mucho que no te escuchaba tocar, casi olvido lo buena que eres.

Y yo casi olvido lo insistente que era. Ignorarlo no iba a funcionar.

— ¿Qué quieres, Riley? — pregunté con brusquedad.

— Platicar contigo — dijo con una sonrisa que conocía bien —. He querido hacerlo desde hace tiempo.

Crucé los brazos. Sentía un gran deseo de golpearlo.

— Pero yo no quiero hablar contigo — le di un sorbo a mi botella.

Se acercó un paso más e hizo esa mirada, ¿saben de cuál hablo no? Esos ojos de súplica inocente, y una sonrisa torcida con la que creen que obtendrán lo que quieran de ti. Esa que dice: claro que quieres.

Mi exterior era impasible, pero en mi interior se libraba una tormenta.

¿Dónde carajo estaba Jacob?

— Oh, vamos, Sol. ¿En serio sigues enfadada? Creí que dijiste que podríamos ser amigos.

Apreté los dientes y me tragué la bilis. Al mencionar ese apodo, decenas de recuerdos cruzaron fugaces por mi mente. Días y noches enteras. Todas de una vida pasada.

— No me digas así — siseé —. Y ya déjame en paz. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

— Oye, ya te dije que lo…

— Isabella fue bastante clara — llegó Jacob —. No quiere hablar contigo.

Suspiré de alivio.

No necesitaba a Jacob para defenderme, sino para controlarme. Mi parte más racional estaba luchando a muerte con mi parte más salvaje. Estuve peligrosamente tentada a usar la botella como arma si a Riley se le ocurría acercarse más.

— Jacob — saludó Riley.

La tensión se hizo notar y vi como Emmett se enderezaba en seguida, poniéndose del lado de Jake.

Riley retrocedió, sabiéndose superado. Era mucho más bajo que mis amigos, y por supuesto, no tan fuerte.

— ¿Qué está pasando aquí? — intervino una chica pelirroja, apareciendo detrás de Riley. Victoria.

Qué bien.

En seguida apareció el resto de la banda, Laurent y James se pusieron frente a cada uno de mis amigos.

Riley y yo quedamos justo en medio.

— Vine a ver porqué tardabas tanto con las bebidas, amor — dijo Victoria —. Pero ya vi cuál es el problema.

Me miró de forma despectiva, como si yo no fuera la gran cosa. No podía importarme menos.

— El problema es que tu novio no entiende un no por respuesta — contesté.

— Ah, claro — bufó —. Cómo si no supiera lo que intentas. Es obvio que no lo has superado.

Lo miré muy seria, pero mi mueca de burla brotó sin poder frenarla y le escupí la risa en la cara.

— Riley — lo miré —, es hermosa, no te lo niego, pero ¿no podías conseguir a alguien hermosa y que no sea patética?

El rostro de Riley se desencajó y yo me volví a reír.

En otras circunstancias habría evitado el conflicto, realmente pelear es un desgaste muy grande de energía, pero estaba tan-tan-taaaaaaaaaan molesta que fue irresistible provocar.

— Maldita… — gruño Victoria y se lanzó contra mí.

Lo estaba esperando.

Le puse toda la palma de mi mano en la cara y la alejé de un empujón.

— ¡No me toques! — grité, sacando a relucir mi enojo.

Riley y James la atraparon, pero Victoria enseguida se volvió a lanzar. Jacob se puso entre las dos y me cubrió con su cuerpo, los amigos de Victoria la tomaron de los brazos para sujetarla, mientras Laurent se interponía como escucho igual que Jacob.

La gente a nuestro alrededor comenzó a voltear y cuchichear, nos miraban expectantes, esperando ver algo de acción con una pelea entre bandas.

Laurent empujó un poco a Jacob, y este lo empujó en respuesta.

— Es suficiente — sonó una voz grave. Era Sam, el guardia de seguridad — ¡Dije, suficiente!

Repitió al ver que Victoria seguía luchando contra el agarre de sus amigos.

Rose me tomó de los hombros, y mantuve mi rostro serio.

— Si tienen un conflicto resuélvanlo afuera, no aquí — continuó Sam —. Esto casi nunca pasa así que solo les daré una advertencia. No quiero ver que se acercan el resto de la noche. Ahora largo — les espetó a Demon Hunters.

Victoria me lanzó una mirada de odio, mientras que los demás miraban amenazantes a mis amigos. El mensaje era claro: eso no terminaba ahí.

Riley volteó a verme y pareciera que me fuera a decir algo, pero dio media vuelta y se fue con su banda.

La gente se dispersó, el conflicto terminó así como empezó.

— ¿Todo bien, chicos? — nos preguntó Sam en un tono más amable.

Asentimos, algo tensos.

— Gracias, Sam — murmuré.

Él negó.

— Ni lo menciones. La verdad, lo estaba esperando.

Hice una mueca.

— El que me caigan bien no los salva — nos señaló —. No quiero problemas — medio amenazó.

— Entendido, jefe — respondió Emmett.

Sam se alejó y se perdió entre la multitud.

— Justo a tiempo, ¿eh? — dijo Jared, volteamos a verlo.

Agitó una radio que tenía en su mano. Él lo había llamado con la línea cerrada para empleados.

— Gracias, Jared — suspiró Rose.

— Para eso están los amigos.

Tomé nota mental para avisarme a mamá, le debía una a Jared.

Había chances de que Demon Hunters se fueran, otras que no. Si nos topábamos en el estacionamiento, no habría jurisdicción que detuviera la pelea. Solo la policía. Decidí no tentar a la suerte.

Mi furia se había enfriado, convirtiéndose en fastidio. Sólo quería irme a mi casa.

— Creo que lo mejor será que nos vayamos — dije.

Nadie argumentó lo contrario.

EDWARD POV

Dejé mi informe en el escritorio y giré el cuello, liberando la tensión. No era suficiente, me levanté de mi silla y me estiré, era reconfortante luego de estar tanto tiempo sentado.

Hoy sería la primera junta general sobre el proyecto del hotel con nuestros nuevos socios. Había trabajado en ello todo el día de ayer, procurando tener todo listo para una presentación exitosa.

Y había terminado, aún con el asunto de la fiesta y la mañana con Isabella… Solté algo entre una risa y una exhalación. En serio no sabía cómo lo hacía.

No sé qué ocurrió conmigo esa noche, había estado convenciéndome de que no volvería a pasar, que había sido algo de una vez. Que no era profesional y todas demás excusas que se me pudieran ocurrir. Pero se veía tan hermosa, quería una segunda noche… La deseaba. Tan sencillo como eso.

Y me fascinaba saber que el deseo era correspondido.

Pero aún había algo que me inquietaba. Algo que ocurrió en la fiesta…

— Ugh — gruñí y me froté la cara con las manos.

Sacudí la cabeza, procurando concentrarme en el trabajo.

Revisé la hora y comencé a organizar todo, la junta empezaría en quince minutos. Debía prepararme, y rápido.

Tocaron a la puerta.

— Adelante — dije.

— Permiso, señor Cullen — dijo mi secretaria, asomando la cabeza —. El señor Whitlock acaba de llegar.

— Gracias, Samantha. Haz que pase.

— Hola, Edward. ¿Listo? — saludó Jasper con esa cortesía suya.

— Casi, ¿ya llegaron nuestros socios?

— Sí, acaban de llegar al edificio. Vienen por el elevador.

— Ah, muy bien… ¿Vienen todos? — no pude evitar preguntar.

Jasper frunció el ceño, confundido con mi pregunta.

— Pues, supongo… — tartamudeó —. El señor Swan, el señor Black y su hijo. ¿Esperamos a alguien más?

Negué con la cabeza.

— No, solo para asegurarme. No quiero contratiempos en la junta.

Jasper rio por lo bajo.

— Siempre tan estricto… Bueno, mejor vamos andando. Tu padre nos espera en la sala de conferencias.

Salimos de mi oficina a buen paso, yendo directo a nuestra junta.

¿Porqué habré preguntado? Me dije. Sabía de antemano que vendrían, pero aún así esperaba que Jasper mencionara a alguien más.

Fruncí el ceño para mí. Esto era ridículo y no podía seguir así. Tenía que concentrarme en el proyecto, mi familia contaba conmigo.

Lo mejor era mantener a Isabella al margen de esto. No era como que no la pudiera ver otros días o en otros lugares.

Enseguida pensé en el bar, y sonreí levemente. Después de todo, yo conocía su secreto. Aún no estaba muy seguro como me hacía sentir aquello, pero no se sentía mal.

— Hola, papá — dije al entrar a la sala de conferencias.

— Ah, perfecto. Nuestro socios llegaran en cualquier momento — respondió.

La sala estaba preparada para todo lo que necesitábamos, incluso refrigerios y café.

Me senté en mi lugar. El señor Swan y los Black no tardaron en llegar y luego de las formalidades pertinentes, comenzamos la junta.

Dejamos muy en claro nuestras preferencias, nuestros valores, los materiales. Se habló acerca de la experiencia que queríamos proyectar. El terreno que habíamos elegido, presenté mis primeros borradores, estudio de ciudad y un montón de cosas más.

— Bueno, pues todo ha quedado bastante claro — musitó el señor Cullen, terminando de tomar nota.

— ¿Nos proporcionarán esta presentación? — preguntó el señor Black.

— Por supuesto — respondió mi padre —. Siéntanse libres de pedir cuanta información necesiten para familiarizarse con nuestra cadena.

— Excepto documentación oficial. Esa no sale de aquí — recordó Jasper, amablemente.

— Con respecto a la parte de evolución e innovación — terció Jacob —, estoy pensando en que no quieren más que un nuevo hotel. Quieren una cara más moderna de su empresa, ¿o estoy equivocado?

— No, señor Black.

Jacob asintió y continuó.

— ¿Eso incluye el campo ingenieril?

— Eso depende — intervine —. Podría proponer algo interesante, señor Black. Pero habría que considerar el presupuesto, y el carácter de nuestra cadena.

— Sí, por supuesto — respondió él, con el mismo tono pensativo.

— Sin embargo — dijo Carlisle —. Lo que si queremos que mantenga nuestra esencia es el interiorismo. Hay algunas cosas que nos gustaría cambiar, fuera del ámbito de la construcción y es el arte. Nuestros clientes verán una fachada impresionante, pero vivirán el interior. Quiero que la experiencia sea completa.

— Mmm — intervino el señor Swan — para comprender mejor eso, fuera de tecnicismos, ¿cree que podríamos proponer a alguien de nuestro equipo?

— Edward es el arquitecto en jefe en esa área — dijo Carlisle —. Nadie comprende mejor el sello que él.

— Claro, eso lo comprendo — insistió Charlie —, pero yo estoy hablando más de una guía mutua. Alguien a quién el señor Cullen pueda guiar, y al mismo tiempo, sea nuestro vínculo con la firma. Así ambas partes se comunicarán mejor.

Hubo un silencio en la sala. Nunca habíamos hecho algo similar, pero en algo tenía razón el señor Swan. No conocíamos bien el funcionamiento interno de la firma, y algo así facilitaría las cosas. Sería poco ortodoxo, incluso… interesante.

Después de todo, nos habíamos convertido en empresas hermanas, aunque aún había mucho que trabajar en esa parte.

Mi padre se rascó la barbilla, considerando la propuesta.

— Suena interesante — dijo al final —. ¿Tiene a alguien en mente?

El señor Swan asintió.

— Conozco a la persona perfecta para esto.