Los personajes no me pertenecen, sino a la escritora STEPHANIE MEYER. La historia si es de mi autoría. No publicar en otras páginas, categorías o traducir sin previo permiso. Está prohibida su copia total o parcial. +18

Capítulo 15:

Debí verlo venir

Cuando desperté esa mañana, tenía los ojos hinchados de tanto llorar y las yemas de los dedos irritadas por la extensa sesión de guitarra.

Lo primero que hice ese día, fue suspirar.

Sentía mi mente sumida en una especie de niebla que me dificultaba el pensamiento. El día apenas estaba comenzando y ya sentía que era demasiado largo.

Abrí mis ojos, enfrentándome a lo que sea que me esperaba. Por las ventanas entraba una luz agradable, que delataba que sería un día lindo.

Comencé a irritarme de estar triste. Ya me había lamentado lo suficiente, y ahora era momento de levantarme y demostrar que se ocupaba mucho más para dejarme tirada.

Me tomó un momento luchar con las sábanas, pero una vez de pie, puse mi playlist de rock para sentirme poderosa y entré a la ducha, quitándome todo el peso del día anterior.

Seguía enojada, naturalmente.

Y también muy… desilusionada. Aunque aquel sentimiento no tenía mucho sentido. Creo que la parte que me ponía más triste de todo esto, era que realmente no podíamos tener una cena decente. O una reunión cualquiera. Y la razón por la que no tenía sentido que me sintiera así, era porque sabía lo que ocurriría, y aún así me hice una esperanza que no sabía que tenía hasta que se rompió.

Luego estaba el enojo. Por la poca consideración de mi padre, y su actitud hacía mí. Él tenía razón, claro: teníamos un trato. Pero esa no era razón para tratarme de esa manera. Como un peón en un intrincado juego de ajedrez al que podía mover y sacrificar por el bien de la jugada.

A mis emociones, le seguía los nervios y la confusión. Trabajar para los Cullen. ¿Qué implicaba eso? ¿Qué era exactamente lo que tenía que hacer? Me recriminé por haber actuado de forma tan impulsiva, porque no pregunté nada. Bueno, Charlie tampoco fue muy claro, la verdad. Ni Billy. ¿Qué había dicho? Mejorar la comunicación entre las marcas. Había mil maneras de interpretar eso, o de hacer ese trabajo.

Esperaba que tuviera algo que ver con diseño, porque si creía que sería asistente estaba muy equivocado. Si ese era el caso, yo ya tenía un pie puesto en la renuncia.

Sin contar con los nervios de hacer algo nuevo. No tenía ni idea de cómo sería para trabajar para el señor Cullen. Él era un empresario, no un diseñador; pero seguro que tenía nociones de ello. Y obviamente tenían un gran equipo haciendo trabajar ese imperio.

Ser la nueva nunca es fácil, menos en un trabajo con dos marcas situadas en el mapa.

Hay mucha expectación en esta clase de situaciones y en serio quería demostrar de lo que estaba hecha; que mi carrera no era algo ligero para mí, aunque Charlie lo tratara como un artículo manipulable.

Claro que el hecho de sentir una gran atracción sexual por el hijo mayor del que será tu nuevo jefe tampoco lo hace muy sencillo que digamos, y no estaba sumando la banda.

Esperaba que este nuevo capítulo no afectara a Emmett y a Rose también. Volví a soltar todo el aire, esta vez en un resoplido. Tendría que hablar con mamá lo más pronto posible.

Y, me sorprendí al admitirme a mí misma, que esperaba no toparme mucho con Edward.

Tal vez era mi costumbre de mantener a raya los problemas por el bien del grupo, o el respeto que le tenía a mi carrera, o la recompensa al terminar la tormenta; la verdad es que no sabía la razón de mi decisión. Quizá todas esas razones influían.

Medité mis pensamientos mientras me vestía para el trabajo. Un conjunto elegante, todo en color negro. Era una ocasión lúgubre. Un gesto de despedida.

Esa mañana, Jacob no fue por mí. Lo cual me venía de perlas, porque en verdad necesitaba un tiempo a solas.

Cuando llegué a las puertas principales de la oficina, ya había tomado una decisión. En cuanto tuviera la oportunidad de hablar con Edward, le haría saber sobre los límites. Yo no mezclaba el placer con el trabajo y menos cuando no tenía nada a mi favor.

Mientras trabajara para su padre, no habría más aventuras. Solo una relación profesional.

Era un hombre listo, así que esperaba que no fuera necesario decírselo.

Seré sincera, no estaba del todo convencida. Por un segundo flaqueó mi decisión y por mi mente pasó la idea de tal vez no decírselo, inventar alguna excusa… Pero Rose, Emmett y Jake aparecieron en mis pensamientos.

En ese momento me di cuenta de dos cosas.

Que Edward me gustaba más lo que yo creía.

Y que mis amigos tenían más peso que cualquier otra cosa.

No soy una persona especialmente sensible. Quiero decir, obviamente tengo sentimientos y por amor a Dios, soy artista, así que tengo mi corazoncito, pero las emociones de aquel día me tomaron por sorpresa.

Cuando entré a mi piso y vi a mi equipo de trabajo, sentí una oleada de desazón. No había pensado en ellos. En Bree, Diego y Jen. No quería decir que no los fuera a volver a ver, pero ya no serían mi equipo de trabajo.

— ¡Hola, Bella! — me saludó Bree en cuanto me acerqué —. ¡Qué guapa!

— Gracias — sonreí halagada.

— Te ves algo pálida. Bueno… más que de costumbre — dijo Diego.

Titubeé.

— Estoy bien — dije convencida.

— La entrega del edificio saldrá perfecta — dijo Jen —. Creí que ya estarías allá.

— Ah… sí. Sí, claro. En seguida me voy, solo quería decirles que tendremos junta de último momento — suspiré —. Hoy. A las 4. Separaré la sala C y entonces hablaremos.

Ahora ellos tres se pusieron pálidos.

— Bella, ¿está todo bien? — me preguntó Bree.

Sonreí, tratando de tranquilizarnos.

— Sí. Todo está perfecto, no tienen nada de qué preocuparse. Es solo que todo se juntó hoy, y estoy un poco nerviosa por la entrega del auditorio.

— Bueno… — dijo Diego, poco convencido.

— Sigan trabajando, ¿de acuerdo? Iré con la señorita Shelly y luego los veré en la junta — volví a sonreír y agité la mano, alejándome de ahí.

Subí al siguiente piso.

— Hola, Shelly. ¿Cómo está? ¿La molesto?

— Hola, señorita Swan — saludó con su energía de siempre —. Para nada, ¿qué puedo hacer por ti?

— Necesito separar la sala C para hoy, a las 4 de la tarde, por favor. Tendré una junta con mi equipo de trabajo.

La señora Shelly enseguida comenzó a teclear.

— Listo, señorita. Estará todo listo unos quince minutos antes.

— Gracias, Shelly. La veré en la tarde — comencé a alejarme, pero en seguida volví sobre mis pasos —. Por cierto. Si mi padre pregunta por mí, dile que yo me comunicaré con él al final del día, ¿de acuerdo?

Mi tono no sonó tan despreocupado como intenté. Shelly me miró con cierta interrogante, pero no preguntó nada.

— Claro, señorita. Vaya con cuidado.

Le sonreí, en un intento por aligerar mi último comentario… y también porque, si Charlie se enojaba, esperaba que no se desquitara con la pobre Shelly.

Bien, lo primero en mi lista estaba en proceso. Tenía mi día estructurado y lo único que pedía era que nada lo arruinara.

Luego de separar la sala, bajé directo al sótano uno, el nivel donde estaba el estacionamiento de nuestra firma.

El sonido de mis tacones hizo eco en la planta, ese sonido anunció mi llegada. El guardia en turno levantó la cabeza y me saludó con cortesía desde la lejanía.

— Buenos días, Raoul — saludé al acercarme.

— Buenos días, señorita Swan. ¿Qué puedo hacer por usted?

— Necesito uno de los autos de la empresa, por favor.

— Por supuesto. ¿Día importante? — hizo conversación mientras llenaba la hoja de registro.

— Como no tenga idea, es una ocasión especial. Hoy entrego un proyecto.

El último a mi cargo, agregué para mis adentros.

— ¡Aaah! En horabuena — dijo con sinceridad —. Bien, señorita Swan. El auto disponible está en el cajón tres. Sólo firme aquí…y aquí — así lo hice —. Aquí tiene las llaves. Vaya con cuidado. Sé que lo sabe, pero solo para recordarle que el auto tiene que entregarse antes de que finalicé el día.

— Claro que sí. Gracias, Raoul.

Me encaminé a la hilera de autos hasta llegar al pequeño lote que buscaba. Los autos de la empresa no eran ostentosos; tampoco precisamente sencillos.

Pocas veces pedía un auto de la empresa, pues Jacob y yo siempre andábamos juntos en su auto. Pero hoy tenía una sed de autonomía en todo sentido. Quería ese día solo para mí.

Me coloqué al volante y arranqué el motor, dispuesta a cerrar esta entrega con broche de oro.

Llegué a la obra con tiempo de sobra y lancé un suspiro. Todo se veía perfecto.

Ya habían limpiado, no había material a la vista. Le habían quitado el plástico a los árboles y a las bancas exteriores. Las farolas se veían un poco polvorientas, pero eso se resolvía rápido.

No me molesté en ir por mi casco, ya no hacía falta.

Ya no había tanto personal como hace unas semanas, solo estaba el supervisor y los ayudantes. Tenía una tabla en sus manos y leía atento.

— Buenos días. Se ve estupendo — saludé. De mi humor taciturno no quedaba nada.

— ¡Buenos días, arqui! — dijo levantando la mirada —. Qué bueno que llega.

— ¿Qué queda pendiente?

Volvió a la tabla, frunciendo el ceño.

— Una última prueba de electricidad, del sistema de sonido. Están terminando de barrer dentro, pero el sistema de purificación de aire funciona muy bien. Y claro, que usted lo vea.

Ahora yo fruncí el ceño.

— Creía que lo de la electricidad ya había quedado resuelto.

Hizo una mueca.

— Ayer hicimos una prueba circuito por circuito. Al encender toda la caja se botó uno de los fusibles, pero no se quemó nada — aseguró con rapidez —. El técnico lo arregló en seguida, pero lo mejor será volver a revisarlo.

Gruñí. Bueno, siempre pasaban esa clase de cosas, en especial cuando todo es nuevo.

— ¿Algo más?

— No, eso fue todo.

— Muchas gracias, entonces. Daré un último recorrido, antes de que llegue el cliente.

Entregar un edificio nuevo siempre era un reto. A veces las cosas no salían como uno esperaba. El diseño podría haber empezado de una forma, y en el camino encuentras obstáculos que te obligan a cambiar de dirección, y aunque ningún edificio terminaba como había sido imaginado, siempre pensaba que no pudo haber sido mejor.

El auditorio no era la excepción.

Era algo increíble pensar que ese lugar tan lindo y retador había empezado con una hoja de papel en blanco y un lápiz.

Entré por las puertas principales a la antecámara, donde los trabajadores me saludaron sin parar sus labores.

Pasé al área principal, viendo las hileras de butacas desplegarse frente a mis ojos. Qué sensación.

Ya podía ver a los alumnos entrar y hacer recuerdos. Obras de teatro, clases, asambleas… Incluso como lugar para esconderse y besuquearse, pensé, sonriendo para mí. ¿Qué? Yo lo había hecho.

Bajé la escalinata central, hasta llegar al escenario. Acaricié el perfil de madera barnizada con mi mano.

Fue en el auditorio de la escuela dónde yo había conocido mi amor por el reflector. Mi sonrisa se volvió nostálgica. Tal vez algún otro chico viviría lo mismo, solo que ahora en el escenario que yo había diseñado y ayudado a construir.

Porque la firma podría ser de Charlie y Billy, pero yo había pensado este auditorio desde cero. Conforme avanzó el proyecto, comencé a compartir el crédito con muchas otras personas, pero el primer boceto había salido de mis manos.

Cambié mi visión a una más crítica y escaneé cada rincón y arista. Aparte de polvo, cinta adhesiva y basura pequeña, no había mucho que recoger.

La prueba de electricidad y agua fue un éxito, y para cuando el director llegó, estábamos más que listos. Lo que era excelente, porque no había llegado solo. Estaba tan emocionado que invitó a todos los profesores de la planta, inclusive a un amigo suyo, columnista del periódico local que venía acompañado de un fotógrafo.

Recorrimos cada rincón. Y por un buen rato me olvidé de muchas cosas, solo preocupándome por que conocieran el edificio.

Antecámara, cuarto de sonido, bodega, baños, escenario y tras bambalinas. Salidas de emergencia y áreas al aire libre.

El fotógrafo apuntaba su cámara para todos lados y el periodista nos hacía un montón de preguntas, al igual que el director y los profesores.

Sus caras de asombro me daban mucha vida, y sus caras de escrutinio me ponían muy nerviosa. Fui un manojo de nervios toda esa hora porque nunca habían llamado al periódico local, y en serio esperaba estar haciéndolo de maravilla.

— ¿Qué les ha parecido? — pregunté al terminar el recorrido.

— ¡Maravilloso! — exclamó uno.

— Mucho más grande de lo que había imaginado — dijo alguien más.

— ¡Pido usarlo en la primer asamblea!

— ¡Eso es trampa!

Entonces, los profesores comenzaron a discutir en broma entre ellos. Yo me reí, viendo la escena.

El director se me acercó y estrechó mi mano con tanto entusiasmo que me sacudió toda.

— Muchas, muchas gracias, señorita Swan.

— Ha sido un placer.

— Señor director, tal vez sea buen momento para fotos grupales, ¿no le parece? — dijo el periodista.

— ¡Excelente! — respondió.

Nos tomaron un montón de fotografías. El fotógrafo nos acomodaba como fuera conveniente y por un momento me sentí en la foto grupal de graduación.

Nos tomaron fotos en la entrada principal, en el escenario, incluso en las áreas libres. Les pedí que por favor también salieran los trabajadores que justo habían estado ese día, pues ellos también habían hecho el trabajo realidad y el director aceptó con gusto.

Por último, captaron el momento en que le entregué las llaves al director.

Había sido una de las entregas más bonitas que había vivido, y dadas las circunstancias, eso lo hacía aún más especial.

Conduje de vuelta a la oficina sintiéndome en una nube, pero al estacionarme la sensación comenzó a ser agridulce. Seguía la junta con mi equipo.

Me sentía muy nerviosa y practicaba en mi mente lo que les diría. Reí sin diversión. ¿Por qué se sentía como si fuera a romper con ellos?

Resoplé. Lo mejor era acabar con esto de una vez por todas.

Cuando llegué a la oficina, Bree, Diego y Jen ya me esperaban. Habían comenzado a comerse las galletas que la señora Shelly había hecho el favor de poner, y todos tenían café frente a ellos.

Interrumpieron su conversación en cuanto entré.

— Hola, chicos — saludé, cerrando la puerta.

— Hey, Bells. ¿Cómo te fue? — preguntó Diego.

Sonreí abiertamente.

— Todo salió perfecto. Mucho mejor de lo que esperaba.

— Eso es excelente — dijo Bree.

— Muchas felicidades — dijo Jen.

— Gracias, chicos. Pero no había sido posible sin ustedes. Ese proyecto era de todos. Me hubiera gustado que fueran — dije con sinceridad.

— No te preocupes, igual nos van a pagar — dijo Diego, haciéndonos reír.

— ¿Y de qué querías hablar? — dijo Bree, yendo al grano.

Acerqué mi carpeta y la abrí en la parte de los proyectos pendientes.

— Tengo una noticia — suspiré —. Con la nueva alianza con los Cullen, Charlie quiere que trabaje de cerca con ellos. Lo que significará que ya no estaré con ustedes.

— ¿Por cuánto tiempo?

— Permanente.

Más o menos. Dos años posibles igual era mucho tiempo como para ser "temporal".

— Nooo… — se lamentó Jen.

— ¿Es en serio? — preguntó Diego.

Asentí.

— Me temo que sí.

Se hizo un corto silencio triste, ese que sucede cuando se está procesando algo inesperado.

— ¿Y cuando empiezas con los Cullen? — musitó Jen.

— Mañana — volví a suspirar.

— ¿Qué?

— Es muy pronto.

— ¿Por qué no nos dijiste antes? — protestó Diego —. Así te habríamos hecho una fiesta de despedida. O algo.

Sonreí con ternura.

— Igual me verán rondar por aquí.

— Pero ya no seremos un equipo — dijo Bree, triste.

Negué, igual de desanimada.

— Me habría gustado decirles antes, se los prometo. Pero yo me enteré ayer — me encogí de hombros —. También me tomó por sorpresa.

— ¿Y entonces? — dijo Bree.

— Entonces, Diego está a cargo ahora — lo miré. Puso una expresión de completo shock, pero no podía discutirlo. Él era sub-jefe en el equipo —. No espero que sea un ajuste rápido. Los ayudaré en lo que necesiten, pero me temo que… hasta aquí los acompaño.

Bree se levantó y me abrazó. Jen le siguió. Diego seguía procesando la segunda noticia, pero al final lanzó un resoplido y se levantó, uniéndose al abrazo.

Alguien tocó a la puerta, rompiendo nuestro momento.

Era la señora Shelly, quién entró con cierta timidez.

— Lo siento, señorita Swan. Es el señor Carlisle Cullen al teléfono.

Mi corazón saltó, latiendo a mil por hora.

— ¿Es para mí? — pregunté, confundida.

Shelly asintió.

— Los veo abajo, chicos — le dije a mis compañeros —. Transfiéralo a mi extensión, por favor — indiqué, encerrándome en seguida en mi oficina.

Solté el aire antes de responder.

— Buenas tardes, habla la arquitecta Swan — dije con voz suave.

— Buenas tardes, señorita Isabella — exclamó cordial el señor Cullen —. Me da gusto saludarla. ¿Cómo se encuentra?

— Muy bien en realidad, ha sido un día muy activo — eso era quedarse corto —. Gracias por preguntar, ¿y usted?

Estaba muy nerviosa, sentía que cualquier cosa que le dijera a mi nuevo jefe estaba mal. En serio odiaba ser la nueva.

— Igual para mí. Gracias por preguntar, también. Señorita, Swan — dijo de pronto, yendo al grano —. Ya he hablado con su padre y me dijo que le dio la noticia. Bienvenida al equipo.

Sonaba sincero. Aquello me tomó por sorpresa.

— Aa-a — balbuceé —. Muchas gracias, señor Cullen. Si le soy sincera, me siento algo nerviosa.

El señor Cullen rio de forma queda, lo que, de alguna forma, logró quitarme parte de mis nervios.

— Es muy comprensible.

— Señor Cullen, si me permite preguntar… ¿Qué necesitaré para el día de mañana?

— Pues, antes de responder eso, la razón de mi llamada es para preguntar si realmente estará con nosotros al cien por ciento, o está dejando compromisos de peso detrás, señorita Swan. Eso me ayudaría a tener un mejor panorama.

Hice una mueca, aprovechando mi soledad. Recordando el peso de los grilletes invisibles que me limitaban.

— Estaré al cien por cierto, señor Cullen — aseguré —. No dejaré nada pendiente atrás.

— Me alegra saber eso, señorita Swan. En ese caso, y respondiendo a su pregunta, no será necesario que traiga algo mañana además de mucha disposición. Aquí mismo le daremos las instrucciones para que se instale con el tiempo.

— Entendido, señor Cullen — era mejor acostumbrarme a esa frase.

— Bienvenida de nuevo, y la espero mañana en mi oficina a las ocho en punto.

— Ahí estaré.

— Hasta mañana, señorita Swan.

Colgué el teléfono y coloqué mi frente sobre mi escritorio. Mi mente era un revoltijo de cosas, al igual que mi corazón. Pero al contrario de lo que creía, no me sentía tan mal, a pesar de que todo el asunto era cada vez más real.

Ya no había vuelta de página.

Saqué mi celular y mensajeé a Jake. Era la única persona con la que tenía ánimos de hablar, pero a la vez me sentía muy mal por lo que había pasado la noche anterior.

Hola.

Estoy mejor, creo

Lamento mucho lo de ayer

No esperaba que respondiera en seguida, así que me levanté y vi mi alrededor.

Si iba a comenzar en otro lugar, tal vez ese lugar ya no sería mi oficina… Rayos, no había pensado en eso. Pero, por otro lado, en realidad iba a trabajar como intermediaria. Tal vez no tendría que deshacerme de esta oficina.

El peso de ese día comenzaba a hacerse presente en mis hombros y piernas, mientras veía que el sol comenzaba a bajar. Los momentos previos al atardecer.

Aprovechando mis últimas horas, encendí mi computadora y envié todos los archivos pertinentes de los proyectos a mi ahora exequipo.

Tal vez no debía limpiar mi oficina, pero si deshacerme de todo aquello que ya no me haría falta.

En una caja de archivos guardé todo lo que tuviera que ver con el auditorio y lo sellé, anotando en un costado qué era lo que contenía. Luego lo enviaría el archivero general.

Hice lo mismo con las pocas cosas que tenía sobre los otros proyectos. Eso se lo dejaría a Diego.

Antes de volver a la planta de abajo, le eché un vistazo a mi conversación con Jake. Ni siquiera había leído mis mensajes.

Hice un puchero, y devolví el aparato a mi bolso.

Casi todos se habían ido de la oficina, además de mis compañeros, había otros pocos terminando sus deberes.

— Hola, de nuevo — saludé, dejando la caja en el que ahora reconocí como mi antiguo lugar.

— ¿Haciendo limpieza tan pronto? — preguntó Bree.

— Esto es para ustedes. Son todos los archivos que tengo de los proyectos — lo dejé en mi silla —. Y ya le compartí todo a Diego, así que ya tienen todo lo que necesitarán para mañana… — suspiré.

— Ay, Bells — suspiró Jen.

Me encogí de hombros.

— Ni hablar, chicos. Órdenes del jefe — dejé la caja en la silla frente a mí.

— Te deseo mucho éxito, Bella — dijo Diego.

— Será extraño trabajar sin ti — dijo Jen.

Luego de la última ronda de abrazos de despedida, señalé a Bree y a Jen juguetonamente.

— Traten de no volver loco a Diego.

— Estoy ebrio de poder — bromeó él.

— Le doy una semana — murmuró Jen.

Negué con la cabeza, divertida.

— Se van con cuidado, chicos.

Salí de la oficina con paso seguro, sintiendo una tranquilidad inesperada. Mi lado menos entusiasta me dijo que tal vez era la calma antes de la tormenta.

Mi celular comenzó a timbrar. Lo saqué enseguida, con la expectativa de que fuera Jake, pero no. Era Charlie.

Mi entusiasmo se fue a los suelos, ¿mi tranquilidad? Perturbada.

No me esforcé en mostrarme cordial.

— Hola — dije.

— ¿El señor Cullen ya se comunicó contigo? — me respondió en el mismo tono.

— Sí, hace unas horas.

— ¿Y qué te dijo?

— Que me esperaba mañana en su oficina temprano.

— ¿Y qué más? — me pareció que lo dijo en tono irritado.

Fruncí el ceño.

— Eso fue todo — lo importante, al menos.

— No pudo ser lo único — exclamó.

Resoplé, rolé los ojos y comencé a parlotear.

— Me llamó y contesté y le dije, hola, señor Cullen, y él me dijo, hola, señorita Swan. Me preguntó cómo estaba, y yo le dije que bien…

— Ya entendí — me interrumpió, pero lo ignoré.

—…y luego yo le pregunté como estaba y él me dijo que también bien, que tú ya habías hablado con él y luego yo le dije…

— ¡Ya entendí!

Suspiré, tensa.

— Tú preguntaste.

Lo oí contener el aliento.

— ¿Algo más? — pregunté.

— ¿Tú qué le dijiste?

— Jm, de haber sabido que sería interrogada, le habría dicho a Shelly que te mandara la conversación impresa — escupí con ironía.

— No hagas esto más difícil, Isabella — dijo entre dientes. Lo podía ver con la mandíbula tensa.

Me sonó a reto, pero resistí la tentación. Presioné el puente de mi nariz. Estaba demasiado agotada, había sido un día muy largo.

— Le dije que estaba cerrando mis pendientes en la firma. Que mañana estaría al cien por ciento en el nuevo proyecto.

"¿Feliz?", quise agregar.

— Bien. Fue algo similar a lo que yo le dije.

— ¿Para qué más me llamabas? — dije en tono cansino.

— Quería hablar contigo antes de que acabara el día, pero estoy muy ocupado — suspiró —. Sólo da una buena impresión mañana. Estás representando nuestra firma, así que espero solo lo mejor.

Me mordí la lengua.

Su tono cambio, a uno más paciente. Él tampoco tenía ganas de pelear.

— Esto será diferente, Isabella. Es algo grande. Nos conviene a ambos, así que por favor… — dejó la oración inconclusa.

— ¿Sí? — reté.

— Concéntrate — dijo finalmente —. Te voy a enviar un documento que necesito que leas con atención.

— Okey…— suspiré.

— ¿Dejaste todo en orden en la oficina?

— Sí. Por cierto, aun no desalojo mi oficina, así que no saquen nada. Aun no se que pasará mañana. Así que, cuando sepa, la limpié a fondo.

— Bien — dijo por toda respuesta.

— Bien — respondí.

Y colgó.


Para cuando llegué a mi casa, estaba francamente estresada hasta las lágrimas. Mis ojos se tornaban llorosos cuando estaba muy molesta. Una costumbre humillante.

Me quité los tacones y caminé con desgana a la cocina. Necesitaba un trago, de manera urgente. O un abrazo. O chocolates. Si era todo junto, mejor.

Encontré una botella de vino medio llena. No me molesté en buscar un vaso. En la alacena me encontré con una bolsa de frituras nueva que había olvidado que tenía y la tomé.

Me deshice de mi peinado y me hice un chongo desordenado. Mi ropa ya no estaba planchada ni formal pero ya me daba igual.

Me senté en el sofá y encendí la televisión, haciendo zapping. Me había decidido por un programa de remodelaciones de casas, porque soy esa clase de persona, cuando llamaron a la puerta.

Con tan solo escuchar la manera en que tocó supe de inmediato quién era.

Apagué la televisión y corrí a abrir.

Jake tenía una bolsa con cervezas en una mano, y dos pizzas familiares en la otra.

Me miró de arriba abajo.

— Uf, ¿día difícil?

Me reí y comencé a llorar al mismo tiempo. Estaba muy feliz de que estuviera aquí, y aliviada también.

Le permití el paso sin dejar de lloriquear. Él me miró con una expresión entre ternura y paciencia y dejó todo en la cocina. Lo seguí arrastrando los pies y en cuanto tuvo las manos libres, me abrazó.

— Oh, Bells…— dijo, acariciando mi cabello.

— Lo-lo siento — balbuceé —. Fue un día muy largo —. Y como la dramática que era, dije: — pensé que ya no me querías.

Jake rio.

— Eso jamás.

Llorar me hizo sentir mejor. En cuanto lo solté, me tallé la cara con las manos y suspiré.

— Me siento mejor — dije.

Jake miró hacia la sala.

— Parece que acerté.

Pizza, cerveza y Jake, eran la receta perfecta. Nos sentamos en mi sofá más amplio, comiendo en un silencio cómodo. Sabía que Jake no estaba enojado, pero igual tenía que decirlo.

— Lamento mucho haber ignorado tu llamada — dije con un hilo de voz.

Puso su mano en mi rodilla, en un gesto consolador.

— Luego de la cena, sabía que querrías tiempo a solas. Pero no sabía cuánto.

Asentí y le di otro pequeño mordisco a mi rebanada de pizza.

— ¿Qué pasó luego de que me fui?

Jake hizo una mueca.

— Se hizo un silencio muy incómodo. Papá le preguntó a Charlie si… era necesario ponerte en medio de este negocio.

Fruncí el ceño y sentí que se me estrujó tantito el corazón. Ahora mi tío dudaba de mí, que bien…

— No lo dijo por ti — dijo Jake al ver mi expresión —. Papá confía en tus habilidades, sabe que puedes con el trabajo. Solo no le gusta la manera en que se planteó, se supone que ese puesto no sería para ti.

— ¿Qué quieres decir?

Jake se acomodó mejor, mirando en mi dirección.

— Cuando tuvimos la reunión con el señor Cullen, él aceptó la propuesta de tener a alguien que, de cierta forma, trabajara para ambos en lo que las empresas se conocen mejor. Ese día propusimos al señor Jason, y todos aceptamos — asentí, el señor Jenks era un buen elemento —. Y al finalizar la junta, papá le sugirió a Charlie que sería bueno pensar en un puesto para ti también, pero solo lo comentó. Billy dijo que le parecía que estabas lista para algo más, porque vio tu desempeño con el auditorio y Charlie dijo que lo pensaría. Y en la cena, cuando te fuiste, Charlie simplemente dijo que sería mejor si tú tenías el puesto.

Hice un gesto de contrariedad.

— Pero eso no tiene sentido. Jason tiene más experiencia que yo. Aunque… — dije, pensando —, como él dijo, mata dos pájaros de un tiro. Saldo mi deuda y él obtiene su proyecto.

Jake dio un trago de su cerveza.

— Igual no se me hace justo. No te dio opción.

— Al contrario — musité —. Me está dando todas las opciones. Al final de esto, ya no tendré que seguir trabajando para él.

Sentí el brote de esperanza en mi pecho y también de incredulidad. Sentía el cosquilleo de las posibilidades.

— Pero, eso fue hace años — se quejó Jacob —. ¿No puede solo… olvidarlo? Has trabajado para él cuatro años. No debe faltarte tanto, ¿o sí?

Ahora yo bebí de mi cerveza, y cuando hablé, traté de hacerlo de forma desenfadada.

— Unos cuantos ceros, tal vez.

— ¿No lo sabes?

Me reí sin alegría.

— La verdad es que no. Y si, ya se que no es justo — lo interrumpí con delicadeza cuando abrió la boca para volver a argumentar —, pero esta oportunidad es lo mejor que tengo por ahora, Jake.

Resopló.

— Bien, pero por ahora no hay que pensar en eso, ¿de acuerdo? Solo espero que no afecte en nada con la banda.

— No. Nada lo hará — dije con firmeza. Eso estaba fuera de discusión.

Aún faltaba contarles a Em, a Rose y a mamá lo que había pasado, pero por esa noche, Jacob y yo no hablamos más del tema.

Conversamos sobre otras cosas, de todo y de nada, y pronto me encontré riendo. Le conté a Jacob mi mañana en el auditorio y prometió buscar la nota en el periódico. Él me contó que escuchó una banda que pensó que me gustaría y así se nos fueron las horas. Cuando me fui a dormir, ya no estaba tan asustada.

A la mañana siguiente, estaba asustada de nuevo. Aterrada.

Me desperté innecesariamente temprano, pero luego lo agradecí, porque nunca había tardado tanto en escoger mi ropa para la oficina. Nada de lo que me ponía parecía adecuado. Incluso traté de pensar en la psicología en los colores, ¿qué color debería usar en mi primer día? ¡Era ridículo!

Así que aposté por lo seguro. Blusa de vestir color blanco, pantalón negro, blazer azul marino y tacones blancos.

Me recogí el cabello en una coleta alta, y comencé a sentirme más cómoda, más en confianza. Tomé mi bolso con las cosas que creí que necesitaría y me eché un último vistazo.

— Puedo hacerlo — le dije a mi reflejo.

Y con ese último comentario, salí de mi casa y tomé un taxi.

La torre de oficinas donde se encontraba la firma Cullen era muy alta, muy moderna y muy intimidante.

Estaba en el corazón del distrito de negocios, algo alejada de la firma de Charlie y Billy, y muy alejada del bar. Era una zona por la que pocas veces pasaba. El sol reflejaba en las paredes cristalinas, haciéndola brilla como una pompa de jabón.

La torre entera no les pertenecía, claro. Era un complejo compartido, y Cullen co. estaba en algún punto de ese enorme lugar.

Dentro era un hervidero de gente, todos oficinistas. Había un lobby enorme, con algunos sofás como zona de espera, que más bien parecía una sala. Unos cuantos guardias de seguridad y cinco elevadores al fondo.

Me acerqué al mostrador, donde una amable recepcionista me indicó a donde debía ir, y me dio un gafette de visitante para poder pasar.

Entré al elevador que me indicaron y conforme subía, mi corazón iba latiendo más y más rápido; tanto, que podía sentir que lo escupiría en cualquier momento. Había sido una excelente idea apagar mi celular. Lo había hecho con la intención de no hablar con mi padre hasta el final del día. No necesitaba sus palabras rondar por mí ya inquieta mente.

Cuando las puertas se abrieron en mi piso, me encontré con otra recepción y el logo de la compañía empotrado en la pared. Salí del elevador y me invadió una sensación extremadamente familiar. Esa sensación de control que me ocurría cuando salía de bambalinas al escenario; la calma luego de ser un manojo de nervios. Sonreí.

Claro que podía con esto. Esto no era más que otra clase de espectáculo.

— Buenos días, señorita — me saludó la recepcionista —, ¿cómo puedo ayudarla?

— Buenos días. Isabella Swan — saludé con confianza —. El señor Carlisle Cullen me espera.

— Un momento, señorita Swan — tomó el teléfono y mientras marcaba, observé mi alrededor.

Era una recepción bonita. Tenía pisos oscuros y sillones de cuero. Una mesa de cristal con un diseño contemporáneo y una lampara colgante abstracta. También había libros y revistas de arquitectura y diseño a la vista. Me pregunté si en serio alguien los leía o era mera decoración.

El elevador anunció su llegada con un "ding" y las puertas se abrieron. Volteé por instinto. Mi corazón latió a un ritmo irregular, invadiéndome con un nerviosismo diferente al de hace un momento.

Edward caminó con paso lento, entrando a la recepción, pero él no me había visto. Estaba mirando a su celular con el ceño ligeramente fruncido. Lo cual me dio tiempo de apreciarlo en ropa de oficina. No usaba traje ni corbata, iba formal casual con una camisa celeste, el primer botón, desabrochado. Su cabello estaba desordenado y se notaba que se acababa de rasurar.

Mi mano hormigueó, deseando tocar su mandíbula, y su cabello cobrizo… y otras cosas.

Levantó la vista momentáneamente y musitó un "buenos días" distraído. Me miró fugazmente, y regresó la mira de inmediato al reconocerme.

— Isabella — musitó con sorpresa.

Obviamente ninguno de los dos esperaba ver al otro. Lo cual era ingenuo de mi parte, ya que pues… él trabajaba aquí.

— Buenos días, señor Cullen — saludé en media sonrisa, fallando en no coquetearle.

— Disculpe, señorita — dijo la recepcionista, atrayendo mi atención —. El señor Carlisle la espera en su oficina — anunció.

— ¿Podría indicarme el camino, por favor?

— Claro…

— Lamento interrumpirte, Jenna. Yo la puedo guiar — intervino Edward.

— Oh… de acuerdo. Gracias — respondió ella —. Que tengan un buen día.

— Gracias, Jenna — me despedí.

Al lado del recibidor había una puerta doble de cristal templado. Edward se adelantó y abrió para mí, entrando a un corredor pequeño, golpeando mi nariz con el delicioso aroma de su fragancia varonil.

— No esperaba verte aquí — murmuró Edward, con una sonrisa afable.

Le regresé el gesto.

— Tú padre me llamó, ¿no lo sabías? — pregunté con duda genuina.

Él negó con la cabeza.

Cruzamos otra puerta doble y entonces entramos a la oficina.

No era tan diferente a la de la firma, pero esta planta era más amplia. Y tenía toda una pared de cristal y una vista increíble de toda la ciudad. No era un lugar especialmente moderno, pero tampoco estaba todo dividido en cubículos como en otras oficinas. Le apostaba más al diseño abierto y relajado, propio de nuestros días. Cerca de la pared de cristal, había largas mesas, vislumbre planos y laptops. Las únicas paredes divisorias, eran de cristal y guardaban oficina individuales. Había muchísima luz natural.

En cuanto entramos, docenas de ojos desconocidos se posicionaron en nosotros. Mi seguridad se tambaleó un poco, pero me contuve.

— ¿Y? ¿Hacia dónde? — le pregunté con amabilidad.

Al mirarlo noté que él me estaba observando con una emoción en sus ojos que no supe descifrar.

— Claro. Sígueme — musitó, repentinamente serio.

Así lo hice, atravesando el piso en línea recta, manteniendo una distancia prudente.

Gracias a Dios, pronto llegamos a unas escaleras que llevaban a un piso superior. Arriba había más mesas amplias y restiradores, era obvio que esa era el área de diseño.

— Buenos días — saludaba Edward, y todos lo saludaban de la misma manera.

Hubo quien me sonrió a mí y me saludaron también. Regresé el gesto con amabilidad, haciéndome a la idea de que de seguro vería a muchos de ellos seguido.

La escalera daba otra vuela hacia arriba, pero no nos dirigimos por ahí. Edward me guió al otro lado de esa planta, donde había más cubículos de cristal, pero estos tenían más privacidad. Tenían persianas de piso a techo y puertas de madera ligera.

Una de esas puertas tenía la placa con el nombre "Carlisle Cullen CEO".

Edward llamó a la puerta.

— Adelante — dijo Carlisle.

Abrió para mí una vez más, y pasé con algo de timidez.

— Buenos días, señor Cullen.

— ¡Señorita, Swan! Buenos días, adelante. Tome asiento — dijo mientras él mismo se levantaba de su asiento —. Hijo, ¿me permites un momento?

— Claro — respondió, Edward.

Antes de que se retiraran, volteé a mirarlo y musité un "gracias". Él seguía teniendo esa expresión tan seria, y sentí incomodidad por primera vez. Era como volver a la cena esa noche en su casa.

Ellos salieron y yo tomé asiento, viendo la ordenada oficina del señor Cullen. Era un lugar tan ordenado y cómodo como él mismo. Incluso tenía una foto familiar, eso me hizo sonreír.

El señor Carlisle entró de nuevo.

— Lamento eso, señorita Swan — dijo —. Bienvenida.

— Gracias, señor — sonreí.

Recargó sus codos en su escritorio y sostuvo su rostro con sus manos.

— ¿Cómo se siente?

— Expectante — dije sin pensarlo mucho, pero siendo honesta —. Y nerviosa.

Sonrió con comprensión.

— ¿Porqué, exactamente? Si puedo saberlo.

Le sonreí de vuelta.

— Creo que es por el asunto de ser nueva en la oficina.

Y porque hay mucha expectativa en este puesto… y porque no puedo arruinarlo… y porque no sé como le haré para trabajar con su hijo tan cerca.

Me miró a través de esos ojos azules; gentiles y calculadores.

— Eso tiene arreglo — dijo finalmente —. Sígame, por favor. La llevaré a conocer nuestras instalaciones. Puede preguntar lo que quiera.

— Gracias — dije una vez más.

Carlisle abrió la puerta para mí.

— Hoy más tarde habrá una reunión para que conozca al equipo de trabajo que estará con usted. Espero esté lista.

Sonreí con ligereza.

— Por supuesto — creo.

— Empecemos con la que será su estación de trabajo, ¿de acuerdo?

Conocer el lugar al lado del señor Carlisle no fue tan tenso como yo creía. Se mostró amable y cortés todo el tiempo, pero no olvidaba que ahora sería mi jefe. Me llevó a un escritorio en el primer piso, muy cerca de la ventana, lo cual me encantó, porque la vista era preciosa.

Ya tenía instalada una computadora de la empresa, lista para ser usada. Y un espacio amplio listo para ser personalizado.

Tal vez estaba un poco más aislado a lo que estaba acostumbrada, pero bueno. Al menos con Charlie tenía mi propia oficina. Tal vez no me deshiciera de ella después de todo…

En el primer piso también estaba el comedor, equipado con una cocineta. Era acogedor, y tenía un frigorífico amplio. Café para todos y dos microondas.

La segunda planta, según me explicó. Estaban las oficinas generales, la sala de juntas y el taller creativo. En la tercer planta estaba todo el equipo pesado. Ahí estaba el taller de maqueteo, de corte láser e ingenierías.

Sintiéndome menos perdida, volvimos a su oficina.

— ¿Alguna duda, señorita Swan?

— ¿Cuál es mi papel aquí, señor? — pregunté sin mucha vacilación —. ¿Qué espera de mí? Entiendo la razón de esta decisión, pero ¿cuáles serán mis tareas?

— Equipo de diseño y supervisión en campo. Quiero que se involucre en el diseño desde el inicio. El concepto, el diseño, los materiales…

— Desde los cimientos…

— Exacto.

Asentí. Podía hacer eso.

— Entiendo.

No sé qué dije, pero Carlisle me dirigió una mirada diferente, sonrió de forma casi imperceptible y asintió para sí mismo. Miró el reloj y dijo:

— ¿Lista para la junta?

En seguida de su oficina, al final de un pequeño pasillo, estaba la sala de juntas. Había una mesa ovalada con capacidad hasta para doce personas, y casi todas las sillas estaban ocupadas. Había libretas y laptops por todos lados. No conocía a nadie, pero ahí también estaba Edward.

Todos levantaron la vista para vernos al entrar.

— Buenos días a todos — saludó Carlisle.

— Buenos días — dijeron algunos.

— Antes de comenzar quiero presentarles a alguien — me colocó gentilmente a su lado —. Ella es la arquitecta Isabella Swan. Será colaboradora en este proyecto. Ya tendrán tiempo para conocerse mejor. Puedes tomar asiento, Bella.

Le sonreí a la mesa en general y me fui directo a una silla vacía, al extremo opuesto al de Carlisle.

Al tomar asiento, algunos rostros me sonrieron y otros solo me echaron un vistazo. Algunos con indiferencia, pero casi todos con curiosidad. Al sentarme ahí, tenía una buena vista de toda la mesa y ellos de mí.

Saqué mi libreta de apuntes y mi bolígrafo y me preparé para tomar nota.

— Bien, comencemos. ¿Edward?

Él se levantó y tomó la palabra. Me permití mirarlo, pensando en cuando sería el momento ideal para hablar con él. Para saber qué pensaba él de todo esto.

— La reunión pasada hablamos sobre presupuestos iniciales, y vimos las opciones en cuanto terreno. Luego de comparar los análisis, se ha tomado una decisión y se ha elegido la ubicación ideal.

Tecleó un par de veces y giró su portátil para que todos viéramos la presentación.

No hablé en toda la junta, pues no tenía nada que decir. Anoté todo lo que iba captando y todas las dudas que surgían. Tendría que preguntar por la información hasta entonces porque aún me sentía bastante perdida.

En general, luché por no ver mucho a Edward, pero era difícil. Él también me dirigía miradas de vez en cuando, pero nada que no pasara desapercibido.

— Habrá que programar una visita al terreno. Más tardar la próxima semana — ordenó Carlisle.

Edward asintió, tomando apuntes. Hice lo mismo.

— Eso era todo por hoy — dijo Carlisle, levantándose de su asiento. Lo imitamos, recogiendo nuestras cosas —. Y ya saben. Cualquier duda, diríjanse con Edward.

La pregunta brotó antes de poder pensar en contenerla.

— ¿Todos? — pregunté con un deje de confusión.

Los presentes me miraron.

— Ah, claro — dijo Carlisle —. Olvidé mencionarle eso. Edward es el supervisor general del proyecto, pero usted estará trabajando a la par con él. Ustedes dos estarán a cargo del proyecto. Confío en que trabajarán bien juntos.

¡¿Qué?!

Mis ojos se abrieron un poco más de la sorpresa y mi mirada se clavó en Edward. Su mandíbula estaba tensa y él también me miraba fijamente. Muchas dudas silenciosas se veían en sus intensos ojos verdes.

Tragué, pensando en que este trabajo sería más difícil de lo que pensaba.


¡Sorpresa!, ya extrañaba publicar. Lamento muchísimo haber tardado tanto no me maten por favor jaja xd. ¿Cómo los ha tratado la vida en mi ausencia? A mí mas o menos pero aquí sigo.

Ya pasó un año que empecé esto y no puedo creer que haya pasado tan rápido. ¿Qué les ha parecido este cap? Es extenso, lo sé. Planeo que todos los caps a partir de ahora sean largos. A la próxima habrá más música, más momentos con amigos y conoceremos mejor a nuestros personajes.

Muchas gracias por leer uwu. Hasta la próxima.