Segundo capítulo. Encuentro.
Lo miró asombrada, y él la miró un tanto nervioso. Tenía las dos manos sobre la taza de chocolate y la miraba fijamente.
-Hay algo que quiero preguntarte... Honestamente, no tenía muchas ganas de venir... pero vine porque... bueno; por eso. Porque quería verte.
-¿Y por qué querías verme?
Helga estaba nerviosa, sí. Pero era más lo que estaba intrigada.
Hacía ya un buen tiempo que se había resignado a que cualquier cosa con Arnold era absolutamente imposible. Y aún así, hasta la fecha, nunca había podido evitar que su corazón se desbocara con la simple posibilidad de volver a verlo.
¿Qué rayos era lo que Arnold quería? No quería emocionarse y terminar creyendo que todo eso tomaba un tinte romántico, porque la Helga loca y romántica hacía rato que estaba encerrada en una jaula en el fondo de su cabeza y no quería soltarla porque podía provocarle desastres más poderosos que un huracán de categoría 5.
Apretó las manos contra la taza aún caliente aunque ya casi no tuviera nada de líquido y se preparó para el ataque. No era nada romántico; se lo repitió mientras se obligaba a mirarlo con expresión serena. Obviamente no era nada romántico porque tenían siglos que no se veían más allá de un par de fotos en facebook y no más interacción que un "like" y tal vez el compartir alguna cosa que ambos encontraran graciosa. Ni siquiera por ahí habían hablado a solas ni una sola vez.
Ni una.
-Dispara, pues -Lo urgió, cuando vio que el chico se tomaba más tiempo del recomendable para comenzar a decir... lo que sea que tuviera qué decir.
-Yo... Helga...
-¿Sí?
-¿Recuerdas a los inquilinos que había aquí antes?
Helga frunció el ceño.
-A algunos -respondió, totalmente perdida.
-¿Recuerdas al señor Hyun?
Helga negó.
-Era... bueno... tenía una voz muy hermosa, y era muy tranquilo, y... tenía una hija.
La rubia levantó una ceja, totalmente perdida.
-Tal vez no lo recuerdas; no importa. El punto es que, el verano pasado, en el restaurante en el que trabajo, me encontré a su hija, y me invitó a tomar un café cuando saliera. Acepté y estuvimos hablando un buen rato; ya sabes, recordando los viejos tiempos. Me platicó que estaba casada y que ahora su papá vive con ella y su familia.
Helga lo miraba entrecerrando los ojos. ¿Qué demonios tenía algo de eso qué ver con ella, y en qué momento iba a hacer algo de sentido toda esa anécdota tan aleatoria?
Arnold, que se dio cuenta de lo que pensaba la chica, pareció concentrarse y apurarse por llegar al punto.
-Bueno, en un momento de la plática, hablamos de la navidad en que nos conocimos, y cómo por un mero milagro pudo dar con su padre así, de la nada, una mañana de navidad.
Oh-oh.
Helga, que había estado luchando por no dejar asomar sus emociones, recibió el impacto desde un lugar tan inimaginable, que no pudo evitar dejar al descubierto su incomodidad y asombro al caer en cuenta de hacia dónde iba todo eso.
-¿Y eso por qué debería de importarme?
Inquirió, a la desesperada. Pero era demasiado tarde. Arnold había leído en su cara como un libro abierto.
-¿Por qué nunca me lo dijiste? -Inquirió, ignorando olímpicamente su patético intento de hacerse la desentendida.
-¿Decirte qué, Arnold? -Se puso de pié sin proponérselo - Te estás poniendo raro, y creo que es mejor que nos vayamos a dormir.
Pero la mano del chico, ágil como una gacela, volvió a cerrarse sobre su muñeca. Maldita naturaleza que se había decidido por darle brazos largos al camarón con pelos en el peor momento.
-Por favor, Helga. Quédate solo cinco minutos más; respóndeme solo esto, y prometo que no volveré a molestarte.
Helga, que ya le daba la espalda, volteó a mirarlo, muy incómoda y sin saber qué hacer.
-Fue solo un arrebato, Arnold. No siempre soy un ser despreciable, ¿sabes? A veces recuerdo que también tengo corazón.
El agarre del chico se suavizó bastante, pero no la soltó.
-Helga, lo que hiciste fue increíble; ¿Por qué nunca me lo dijiste?
-Oye, ¿Acaso tú andas por ahí dándole cuentas de tus acciones a todo el mundo? Si yo hubiera hecho algo así en ese tiempo, muy seguramente hubiera terminado en la correccional. Fue una maldita buena acción contra cientos de malas que hacía todo el tiempo. Si lo miras así, en verdad no fue nada.
-Reuniste una familia que pudo haberse quedado separada para siempre, y en navidad, Helga. Incluso tú debes admitir que eso fue impresionantemente bondadoso.
-Como todo lo que tú haces, Arnold. Esa era tu buena acción; tú la ideaste y tú te esforzaste por ella. Yo solo resulté estar en el momento indicado estrenando las botas que todo mundo quería esa navidad.
La expresión del chico era tan suave en ese momento que pareciera que la menor corriente de aire podría sacarlo flotando por la ventana, si hubiera estado abierta. Abrió la boca para decir algo, pero ella lo interrumpió. En verdad no quería dar explicaciones al respecto. Aun después de todos esos años, por muy estúpido que pareciera, la posibilidad de confesar su verdadero yo al chico le daba pánico.
-No me pidas detalles, por favor. Solo me enteré de lo que querías hacer y me di cuenta que yo podía ayudar, y eso fue todo.
Arnold suspiró sin dejar de sonreír.
-Sé que no fue todo lo que hiciste, pero está bien. Dejémoslo ahí. -Otro suspiro - ¿Sabes? Esa mañana que Mei llegó de la nada, Gerald me dijo que tenía un ángel de navidad cuidándome... Resulta que tenía razón.
Bien. Tenía qué salir de allí o estallaría en llamas.
-¿Y viniste hasta aquí, incluso te perdiste la navidad con tus padres, solo para preguntar eso? -Soltó, luego de una pausa que se le antojó eterna, así hubiera durado solo un par de segundos -Para eso existen los teléfonos, Arnold. Ni siquiera tenías qué hablarme; con un mensaje hubiera bastado.
Escuchó al chico suspirar, y se tomó su tiempo para responder también. Al fin había dejado libre su muñeca y volvía a tomar la taza, ya casi fría, con ambas manos.
-No fue solo por eso... Helga...
Desvió la mirada, obviamente incómodo. Y a Helga le picó la curiosidad... Ella conocía esa expresión, pero generalmente era ella la que la portaba, y curiosamente, casi siempre era cuando terminaba enfrentada a él..
Fue ahora Arnold el que se puso de pié. Era él el nervioso.
-¿Y si mejor nos vamos a dormir? Podemos seguir con esto mañana.
Era su oportunidad de oro para desembarazarse de esa situación tan extraña... Pero no. No se iba a ir de ahí hasta que Arnold desembuchara; en parte por venganza por no haberla dejado huir cuando ella quería, y en parte por curiosidad... demasiada curiosidad. ¿Qué rayos le pasaba al hermoso y un poco desorientado chico frente a ella?
-No -Respondió sin titubear. Ahora ella lo tomó de la muñeca -. Termíname de contar... lo que sea que vayas a contarme.
Otro suspiro. Arnold la miró. Ella hizo lo mismo.
-Prométeme que no saldrás corriendo en mitad de la conversación de nuevo.
-Solo si tú prometes lo mismo -respondió ella, ligeramente cabreada
-Bien.
-Bien.
-¿Vamos a la sala?
-Vamos.
Abandonaron la cocina y entraron a una sala grande y bastante bonita; tenía un aspecto amplio y moderno. Quien fuera que hubiera hecho las remodelaciones, había hecho un buen trabajo. Aunque por la cara de su interlocutor, él no parecía del todo conforme con los cambios. ¿O era el estar hablando con ella de... lo que sea que estuvieran hablando, lo que lo tenía tan incómodo?
Se sentó en el sillón más grande, en la orilla, y le hizo una seña para que lo acompañara a su lado. La chica le hizo caso. Seguían estando muy cerca, pero ya sin ninguna barra de cocina en medio de los dos.
-¿Me decías? - Inquirió ella, luego de un par de segundos de silencio. Arnold se aclaró la garganta.
-No sé cómo decir esto, Helga.
-Solo dilo y ya -La rubia se encogió de hombros tratando de parecer neutral, pero su corazón latía como loco ante la expectativa. Estaba emocionada y aterrada a partes iguales. Como cuando estás en la cima de una montaña rusa en el asiento de enfrente, a punto de caer al precipicio.
-Yo...
-Ajá.
-No huyas.
-No lo haré.
-Yo -La mano a su muñeca otra vez -... Luego de hablar con Mei, mi cabeza quedó dando vueltas; es decir, siempre supe que eras una buena chica a pesar de tus poses de chica mala y eso.
Helga rodó los ojos.
-Pero eso sí que me tomó por sorpresa por completo; Helga, no sé si lo sepas, pero lo que hiciste fue asombroso. Te juro que me regresaste la fe... Obraste un milagro esa noche, lo creas o no, no solo por reunirlos a ellos...
¿Por qué no había aceptado la propuesta del chico? En verdad esa plática era muy incómoda; pero había prometido no huir y no iba a retractarse.
-En serio no fue nada, Arnoldo... -Volvió a rodar los ojos.
Por toda respuesta, el rubio sonrió. La mano grande y varonil se había movido de su muñeca a la mano de ella, mucho más pequeña y delgada; Casi perdida bajo la de él.
-Para mí lo fue. Y debo admitir que lo que más me sorprendió, es que no estaba demasiado sorprendido de que hubieses sido tú... Era más bien... Estaba agradecido, Helga.
La miró fijamente, y ella francamente no supo qué decir, así que se limitó a devolverle una mirada más bien confundida.
-La verdad es que tú... Has andado por ahí, rondando por mi cabeza más tiempo del que me gustaría admitir... Por todos estos años, sin tregua.
Una de las cejas de la rubia se alzó tanto que terminó perdida entre el cabello que le caía en la frente.
-¿Eh? -Fue todo lo que alcanzó a articular. No podía decirlo con certeza porque, de nuevo, el chico no había encendido los focos y estaban apenas iluminados por la luz que entraba del pasillo y de las farolas de la calle mediante las ventanas, pero le pareció notar que el chico se estaba poniendo rojo.
Sacó el celular de su bolsillo y comenzó a buscar. Helga no había sentido tanta curiosidad en siglos; desde que era una chiquilla locamente enamorada...
Puso el teléfono frente a su cara, y la chica batalló por un par de segundos para acostumbrarse a la luz repentina. Cuando al fin pudo distinguir, vio que se encontraba en la galería de imágenes del chico. Estaba mostrándole sus álbumes de fotos y Helga estuvo a punto de preguntarle qué demonios intentaba mostrarle, hasta que lo miró.
"Helga"
-¿Hel...ga? -Leyó de manera entrecortada; no porque de repente hubiera olvidado como leer, sino porque el aire había abandonado sus pulmones de golpe.
-Te prometo que no soy un acosador ni un asesino serial ni nada por el estilo -Soltó, obviamente avergonzado, al tiempo que procedía a abrir la galería.
Ella conocía la mayoría de las fotos; casi ninguna tomada por ella. La mayoría venían de la cámara de Phoebe. Más bien, de su perfil de facebook. Por ahí pudo notar un par de selfies que había subido ella misma a lo largo de los años; no era una persona a la que le encantara precisamente tomarse fotos y subirlas a la web. Pero a Phoebe parecía gustarle bastante. La prueba de ello estaba ahí, en el celular de Arnold.
-Las he ido guardando a lo largo de los años -La repentina voz del rubio la sobresaltó, y al levantar los ojos, ahora sí fue más que obvio. El rostro del chico estaba rojo como un semáforo.
-Esto es... wow... -¿Qué demonios se decía ante una situación así?
¿Acaso estaba asustada? Por supuesto que no. ¿Asombrada? Bastante. ¿Conmovida? A punto de las lágrimas, más bien. Pero no podía entender por qué lo había hecho... No quería saltar a las conclusiones, más bien. No quería un corazón destrozado de una manera tan exprés; Mejor no adelantarse.
Arnold se estaba forzando a sonreír mientras la miraba, y ella se forzaba a mantenerse en su sitio; estoica como una maldita columna de mármol aunque por dentro se estaba volviendo de gelatina.
-Es escalofriante, lo sé...
-No lo es -lo interrumpió ella inmediatamente-. No lo es -. Repitió, mientras cerraba los ojos.
Cuando los volvió a abrir, Arnold sonreía genuinamente, aliviado.
-¿No? -Inquirió tímidamente, pero feliz.
-No -Confirmó ella, y se forzó por sonreír también -. Pero... ¿Por qué, Arnold? -Tenía qué preguntar; Maldita sea, tenía qué saber.
-Porque... -El chico se rascó la nuca mientras desviaba un poco la mirada -Porque me gustas, Helga. Me gustabas antes de irme, y te lo quería decir, pero nunca me atreví. Luego pensaba que cuando volviera te lo diría, pero nunca me atreví tampoco. Nunca tuvimos un momento a solas, y yo no me esforcé demasiado porque lo tuviéramos tampoco, porque también te tenía miedo. No sabía cómo lo ibas a tomar, y me daba pánico que te burlaras de mi... Y luego ya no pude volver... Luego todos se fueron y se me acabaron las oportunidades.
Helga solo seguía ahí, sentada. Parpadeando y sin saber qué decir. La repentina revelación le había sentado como un puñetazo en la cara. No quería saltar a conclusiones, no quería darse esperanzas... Lo único que quería en ese momento, era dejarlo hablar.
-Entonces comencé a buscarte donde estaban todos los demás, en línea. Y te encontré, me aceptaste pero nunca hiciste el intento de hablarme, y yo no me atreví tampoco; me prometí a mí mismo que cuando te viera en persona lo haría, pero ya ves cómo han ido las cosas... Las circunstancias y el hecho de que me convertí en un cobarde... Verás, Helga. Yo antes, cuando era niño, no pasaba ni un día entre que me gustaba una chica y se lo decía. Era casi automático, y nunca me importó que me rechazaran, pero contigo... Es como cuando te encuentras una moneda de niño; En cuanto la tomas, tu primer impulso es correr a la tienda y gastártela en lo primero que ves, pero cuando encuentras un billete grande, temes siquiera mirarlo mucho, o podría acabársete... Así que te guardaba en mi cartera, esperando el momento propicio... Y llegó ese día, cuando me encontré a Mei Hyun y me contó lo que habías hecho, y recordé el librito rosa que encontré una vez, cuya letra y tinta púrpura yo había reconocido hacía mucho tiempo, pero me había negado a aceptar, y el zapatito de la chica con la que tuve aquella cita extraña, y que desapareció sin dejar rastro y que, como un idiota, reconocí hasta más de una década después, solo porque me había negado a sumar dos más dos...
Ninguno dijo nada por un buen rato. Helga lo miraba a él, y él a ella. Sentados uno frente a otro.
Ella totalmente en shock. El cerebro tieso; negándose a procesar todo aquéllo. Aterrada de moverse solo un poco y despertarse en medio de una cama salvo por ella, vacía. como le había pasado tantas otras veces. Y él la miraba como un reo que espera ante el juez, pacientemente y ya más que resignado, su sentencia.
-¿Aún guardas el libro? -Inquirió al fin. Aún si esto era solo un sueño, tenía qué mantenerlo andando. Él asintió. -¿Y el zapato?
-Sí.
-Vaya... Qué vergüenza...
La mano de él volvió a la suya, y se la apretó suavemente.
-Eres mi autora favorita -Soltó el rubio, sonriendo amablemente, como siempre.
-Entonces temo decirte que tienes un pésimo gusto literario, Arnoldo.
El chico se rió por lo bajo.
-Podrías ampliar mis horizontes, si no estás demasiado aterrada como para salir conmigo.
-¡Hey! Si tú nunca te aterraste de la niña psicópata que era, ¿Por qué me aterraría de ti por guardar un par de cosas y... acosarme discretamente por internet?
Arnold ahora sí se rió.
-No soy un acosador, solo... me gustaba verte aunque fuera en fotos... A la hora que quisiera...
-Y para hacer lo que quisieras, ¿eh? -Inquirió sonriendo, traviesa.
El chico parpadeó un par de veces, confundido, y luego abrió muy grandes los ojos.
-¡NO! -Exclamó, luego sonrió, mientras se inclinaba hacia ella, bajando la voz - Todas tus fotos son muy decentes... Pero tengo una excelente imaginación, ¿sabes?
La rubia le dio un empujón y se empezó a reír por lo bajo también, mientras negaba con la cabeza, divertida.
Qué demonios. De un movimiento rápido sacó su celular también.
-Y aquí estás tú -Soltó ella, mientras le mostraba su propia galería de él -, Lástima que no tengo amigos tuyos agregados que subieran más fotos de ti; Creo que subes aún menos fotos que yo.
Ahí estaban; apenas una docena de fotos recogidas a lo largo de los años. Pero su galería no tenía nombre, y las primeras eran imágenes de cosas aleatorias, solo en caso de que alguien se metiera a husmear.
Arnold levantó las cejas.
-Creo que debería tomarme más fotografías, ¿verdad?
Helga se encogió de hombros.
-Me da igual -luego agregó varios decibeles más abajo, mientras se inclinaba hacia él: -. Yo también tengo una buena imaginación.
Y entonces sus labios atraparon los de él. y él la atrapó entre sus brazos y la subió sobre él mientras se dejaba caer contra el reposabrazos del sillón.
Ni siquiera se besaron mucho, fue un beso rápido; corto. Ella fue la que rompió el contacto para clavar su mirada en la de él. Tan cerca... Tan bella.
No podía creer lo que estaba pasando. La cabeza le daba vueltas.
-Dime que no estoy soñando -Le dijo con la voz un tanto cortada.
-Solo si tú me lo dices primero.
Ella negó.
-No puedo asegurar nada justo ahora, Arnold, porque este ha sido mi sueño desde... pues desde siempre...
El rubio, aún debajo de ella, suspiró.
-Pues créeme cuando te digo que últimamente he soñado con esto varias veces, así que...
-Habrá qué esperar a la luz del día para que nos confirme, ¿verdad? -Preguntó mientras metía la cara en el hueco de su hombro y su cuello. Olía tan bien ahí.
-Eso creo -Lo escuchó decir contra su oído, mientras sentía como la besaba por sobre el cabello.
Y se quedaron ahí, y se durmieron casi al instante.
La casa de huéspedes sin duda había cambiado, y Arnold era un gran casero. Le había prometido una gran cama dónde pasar la noche. Pero el cabeza de balón, como siempre, había rebasado con creces sus expectativas.
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EDITADO
ESTE YA NO ES EL ÚLTIMO CAPÍTULO.
Adelante, pueden pasar a leer el siguiente... o pueden leer primero las notas que había puesto originalmente aquí. Lo dejo a su elección.
Lo prometido es deuda, así que aquí está la continuación y conclusión.
Muchísimas gracias por sus reviews a LMild, Clau Calcetín y Patriiciia. franco. Arnold está bastante descarado y sí, algo fuera de lugar en esta historia, lo sé, pero creo que aquí se explica un poquito por qué. Muchísimas gracias por sus palabras tan alentadoras y amables, en serio. Igual estoy pensando escribir una continuación, pero desde el punto de vista de Arnold, que aclararía aún más las cosas y se llamaría "Ella". Ahí me avisan si les interesa ;) En serio, muchísimas gracias por comentar, ustedes hacen que valga la pena todo. ¡L s amo con locura!
Esto iba a ser un one shot, pero una vez que lo publiqué, me pareció demasiado largo, por lo que decidí partirlo en dos y así hacer la lectura un poco más fácil.
Comencé a escribir esta historia con solo un par de frases en la cabeza, y la dejé llegar hasta donde quiso; Sola, sin ninguna clase de planeación. No sé qué tan bien quedó. La primera vez que la leí, una vez terminada, no me pareció tan buena y la dejé por ahí abandonada entre los archivos, pero ahora que la leo de nuevo... Bueno, tampoco es tan mala, además creo que es la primera historia en la que le doy algunos centímetros de más al cabeza de balón.
Honestamente me parece que el chico siempre sería un poco más bajito que Helga, pero solo por esta vez, decidí salirme un poco de lo que acostumbro. También le di otra historia a los padres de Arnold (se darán cuenta de que no me esforcé demasiado en ella; benditas historias desde una sola perspectiva), y me pareció graciosa la idea de un Arnold ligeramente obsesionado con Helga. No sé si les haya tocado a los que ya son más grandecitos, pero usualmente los primeros enamoramientos, especialmente los que nunca se materializan, tienden a echar raíces más grandes en la memoria, y pues si aquí le sumamos la posibilidad de una remota esperanza... Esas raíces se volverían aún más profundas. Además Arnold también es bastante terco en cuanto a romance se refiere, así que eso es algo que tendría en común, sin saberlo, con Helga.
En fin, ahí está la historia. Me encantaría saber sus opiniones al respecto, así que si me dejan un review luego de leer, me harán muy pero muy feliz. Y de nuevo, muchas gracias a quienes ya lo hicieron.
¡Nos leemos!
