¡Holis a todos!

Les recuerdo que este capítulo es idéntico al segundo, solo que desde la perspectiva del Arnoldo.

Capítulo 4. Ella, y solo ella.

—¿Eh?

Esa había sido su única respuesta. Se veía totalmente perdida. ¿En serio no podía ver hacia dónde iba todo eso? Tal vez estaba en negación o algo así...

Tragó saliva pesadamente; le costaba mantenerle la mirada. Los enormes ojos azules lo miraban, inexpugnables. ¿No podía hacérselo solo un poquito más fácil?

Pero en qué estaba pensando. ¿No se había dejado llevar por él hasta ahí y ahora le estaba prestando toda su atención? ¿Qué más quería?

Pero es que... ¿Cómo explicarlo con claridad? Ciertamente él no tenía ni la mitad de las capacidades comunicativas de Helga, y lo que necesitaba explicar era más rebuscado que cualquier historia que hubiera leído en su vida, pero, a la vez, era tan sencillo... Helga era maravillosa, simple y llanamente; esa era la razón por la que había ido a buscarla. Porque era la persona más increíble que había conocido en la vida, y por que ella, al menos en algún punto de su niñez, había estado enamorada de él, y porque él sería el imbécil más grande del universo si dejaba pasar la posibilidad de que aún sintiera algo por él, por muy exigua, remota y minúscula que esta fuera.

Helga lo valía. Oh, con un demonio que sí.

"Vamos, Arnold, tú puedes."

—Hay algo que quiero preguntarte... Honestamente, no tenía muchas ganas de venir... pero vine porque... bueno; por eso. Porque quería verte.

—¿Y por qué querías verme?

"Por qué". Maldita sea. Qué pregunta más sencilla y más malditamente complicada a la vez. ¿Por qué? ¿Cómo que por qué? Por mil cosas, caramba, y todas la involucraban a ella. Pero debía comenzar por alguna parte, y todo había comenzado con Mei Hyun.

Sí. Todo había empezado con ella. Y también había empezado antes; Había comenzado con Cecile y la cita en el Chez París. Había comenzado con la pequeña de los grandes ojos tristes, sola bajo la lluvia.

Había empezado todo con ese pequeño ser que lo había traído de cabeza desde el primer momento, aquél que siempre le había hecho sentir cosas tan contradictorias que habían estado siempre a punto de volverlo loco.

Que le había dejado para siempre esa incertidumbre que nunca lo había abandonado a pesar de estar tan lejos de ella.

Todos los "¿Y qué tal si...?" Que nunca habían dejado de volverlo loco.

Recordaba esa tarde de secundaria en la que había caído en cuenta que le gustaba Helga Pataki; Así, flaquita. Larguirucha como era, con el ceño hosco y las cejas enormes que se negaba a depilar. Esa con el mal humor y la mala postura. Con los frenos.

Así y todo, se había dado cuenta de que le gustaba. Porque a él le gustaban las chicas listas, y ella era lista. Porque le gustaban las chicas divertidas, y ella era divertida, y porque gracias a ella, se había dado cuenta que le gustaban las chicas valientes y aventureras, las chicas que decían lo que pensaban, las chicas que no tenían miedo de que las miraran mal por hacer lo que se les daba la gana... Había comenzado como admiración, y se había vuelto en algo más con el paso del tiempo; Cuando había descubierto lo que ya sabía: Que Helga también podía ser amable y sentimental, que tenía un corazón tan grande como cualquier otro, tal vez un poco más... Tal vez mucho más... Cuando, a veces, había podido ver ahí, en el fondo de sus ojos, a la frágil y pequeña niñita sola bajo la lluvia, sin nadie que le tendiera un paraguas... Él lo había hecho en aquélla ocasión, y había intentado hacerlo innumerables veces después de eso. Pero, ¿Cómo te le acercas a una fiera herida sin terminar con un zarpazo en medio de tu labor? Y sobre todo, por más superficial que sonara, se había dado cuenta que le gustaba cuando se había dado cuenta de lo endemoniadamente bella que era, y que ya no lo podía ocultar ni siquiera con todas sus toneladas de hosquedad y rarezas.

...

Helga era el maldito paquete completo, pero sus padres no le habían dado tiempo de acercársele lo suficiente.

Habían regresado así, cuando menos se lo esperaba, y así, sin esperárselo también, se lo habían llevado con él.

Y él había estado loco de felicidad, pero también había estado triste por tener qué dejar todo atrás.

Todo. Incluyéndola a ella, por supuesto.

Había podido volver a Hillwood al principio, un par de veces, pero siempre el tiempo se le iba volando y él había sido muy cobarde para atreverse a hacer cualquier avance. Siempre se prometía que encontraría un momento mejor y luego, cuando menos se lo esperaba, aterrado y aliviado al mismo tiempo, se daba cuenta de que había llegado la hora de volver, y no había hecho nada. Después se le habían acabado las razones para volver, especialmente cuando casi todos sus amigos se habían ido también, a la universidad.

Arnold había sido muy feliz también por allá, con sus padres, y había hecho toneladas de nuevos amigos, pero nunca había podido olvidar la vida que había dejado en su viejo vecindario, las personas con las que había crecido... y ese primer amor de verdad, el que nunca había podido superar.

Por eso había vuelto a su país. Porque si terminaba sus estudios en latinoamérica, su vida ya se quedaría por allá, y había cosas en su tierra natal que él no quería abandonar... como la posibilidad de cruzar su camino con el de ella... al fin que siempre iba a saber dónde encontrarla, al menos en navidad...

Y luego no había podido ir, por una o por otra cosa. Pero más que nada, porque se de nuevo acobardaba cada vez que pensaba que esa iba a ser su oportunidad de hablar con ella... ¿No iba a ser algo raro que llegara así, de la nada, e intentara algo? Después de todo, hacía ya siglos que era apenas un poco menos que un extraño para ella... No quería asustarla, pero tampoco tenía el suficiente tiempo para, vaya... Tomarse su tiempo.

Y luego, por supuesto, para acabar con su interminable angustia, había llegado Mei Hyun, y le había platicado de la vez que la niñita sin zapatos la había llevado a la casa de su tan largamente perdido padre, y le había pedido que no se lo dijera a nadie, pero se lo decía ahora porque, ¿qué daño podía hacer ya? Seguro que ya nadie se acordaba del asunto, de todas formas.

Y entonces habían caído como fichas de dominó: Todas y cada una de las cosas raras con ella, y las que también había notado en algún punto, y no había querido aceptar... Todo ese tiempo; las bromas, las peleas, la constante búsqueda de su atención... ¿Por cuánto tiempo le había gustado? Debía ser demasiado, si las cuentas no le fallaban... ¿No cabría la posibilidad de que, al menos un poquito, aún gustara de él? Es decir, a él había comenzado a gustarle mucho después, y aún no había podido superarla...

...

Y ahí estaba ahora, decidido -por fin- a probar suerte y jugarse el todo por el todo.

—Dispara, pues.

Lo urgió ella, y él disparó. Por el principio que no había sido el principio; Le disparó a Mei Hyun.

Y ella entró en pánico. Y como siempre que estaba en pánico, se puso a la defensiva, y él decidió que no le quedaba de otra que ir hacia adelante.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —Le preguntó, y ella intentó huir, y él se había prendido de ella como si la vida se le fuera en eso, y le había rogado que se quedara cinco minutos más, sin soltarla.

Y ella lo minimizó todo, como siempre lo hacía, y le dejó todo el crédito a él, como siempre lo hacía también. La tarea de Helga esa noche había sido monumental, había trabajado toda la noche, se había desprendido de la cosa más importante para las niñas en esa navidad solo por hacer una buena acción por alguien que no conocía en absoluto, todo para realizar la acción que él no había podido llevar a cabo. La acción que le había devuelto la esperanza... Y ella seguía ahí, sin querer tomar el crédito; Aún aterrada de que alguien pudiera darse cuenta de su buen corazón. ¿En verdad seguía teniendo tanto miedo de que la lastimaran? Eso solo lo hizo derretirse aún más por dentro, porque Helga, aún con todo y lo grande, hermosa, segura e imponente que se había vuelto... Seguía siendo esa niñita frágil y dulce que al final lo había hecho enamorarse de ella hasta los huesos.

Podría haberla tomado en ese preciso instante y jurarle amor eterno, proponerle matrimonio... Maldita sea, se hubiera casado con ella; le hubiera entregado su alma inmortal en ese mismo instante, sin dudarlo un segundo. Todo al mínimo chasquido de sus hermosos dedos.

Pero ella solo le pidió que lo dejaran ahí, y por supuesto que él aceptó...

—¿Y viniste hasta aquí, incluso te perdiste la navidad con tus padres, solo para preguntar eso? Para eso existen los teléfonos, Arnold. Ni siquiera tenías qué hablarme; con un mensaje hubiera bastado —, Soltó, un tanto confundida y fastidiada a partes iguales.

Y él suspiró con ganas, agobiado.

Qué jodidamente difícil era todo eso; mucho más de lo que se hubiera imaginado. Ni siquiera pudo seguir sosteniendo su mano, así que la soltó y, sin saber qué más hacer, volvió a tomar su taza, aunque lo que menos le apetecía en ese momento era acabar con lo que sea que quedara dentro de esta.

Obviamente le iba a preguntar por qué había ido hasta allí solo por eso, y él tenía qué responder.

-No fue solo por eso... Helga...

Había llegado el momento, por fin, de decirle lo que sentía... Era su oportunidad de confesársele, era su turno de sentir miedo, de anhelar con toda el alma que sus afectos fueran correspondidos...

Maldita sea. Había llegado su turno de entrar en pánico.

Contra todo lo que se había propuesto, se encontró intentando huir, pero gracias a los cielos la hermosa Helga no se lo permitió.

—No —Respondió a su sugerencia de irse a dormir mientras ahora ella lo agarraba por la muñeca. (Y por Dios, el contacto de su mano se sentía TAN bien) —. Termíname de contar... lo que sea que vayas a contar —. Respondió sin titubear.

Bien, Helga había recobrado el valor en un tiempo récord, como siempre. Y él no podía hacer menos que seguir su ejemplo.

Otro suspiro. Arnold la miró. Ella hizo lo mismo.

—Prométeme que no saldrás corriendo en mitad de la conversación de nuevo —. Le dijo para cabrearla un poco, porque una Helga cabreada siempre se volvía valiente, y una Helga valiente no le dejaba otra opción más que ser valiente también, por mucho que supiera que ambos se estaban muriendo de miedo.

—Solo si tú prometes lo mismo —Respondió ella con el ceño fruncido.

El chico apenas pudo evitar sonreír mientras se felicitaba internamente a sí mismo.

—Bien.

—Bien.

Necesitaba decírselo, pero esa barra que los separaba lo estaba poniendo muy incómodo. -Sí; era la barra, definitivamente. No el hecho de que necesitaba con locura hacer algo que le sacudiera el pánico que le crecía, constante, en el pecho-.

Le propuso cambiar de locación, y ella aceptó, así que la llevó a la sala. Ni siquiera se acordó de encender la luz hasta que ya se habían sentado. La de la cocina había estado descompuesta... Tal vez era mejor así, seguir hablando con ella a media luz. Tal vez de esa manera ni notaría lo monstruosamente sonrojado que se encontraba en ese momento.

Se sentó junto a él, como él se lo pidió.

—¿Me decías? - Inquirió ella, luego de un par de segundos de silencio. Arnold se aclaró la garganta.

—No sé cómo decir esto, Helga.

—Solo dilo y ya —. La rubia se encogió de hombros. Se veía más tranquila de lo que debería. ¿En verdad, en verdad no tenía idea de lo que iba a decirle? Tal vez solo era que le llevaba años luz de ventaja en eso de fingir que todo estaba bien cuando no lo estaba.

—Yo...

—Ajá.

—No huyas.

—No lo haré.

y volvió a tomarla de la muñeca. En parte porque no quería que volviera a huir y en parte porque... bueno, porque se sentía muy bien estar en contacto con la piel de la chica.

Volvió a traer a Mei Hyun a la plática. Helga se volvió a incomodar y volvió a minimizarlo todo.

Tenía qué decirle lo que sentía, lo que le había removido toda esa plática. En lo que había caído en cuenta, tanto de parte de él como de ella, tenía... tenía qué mostrarle el celular, en definitiva, porque las palabras no iban a alcanzarle.

—La verdad es que tú... Has andado por ahí, rondando por mi cabeza más tiempo del que me gustaría admitir... Por todos estos años, sin tregua.

—¿Eh?

¿Al fin se habría hecho una idea? Le pasó su celular con la galería abierta.

Con su galería.

—¿Hel...ga? —Los ojos de la chica casi se salían de sus órbitas al leer su propio nombre como el nombre de la galería.

Arnold de inmediato sintió la necesidad de explicarse, al caer en cuenta, de pronto, de cómo podía sonarle todo eso a la chica.

—Te prometo que no soy un acosador ni un asesino serial ni nada por el estilo —Soltó, luchando por mantener la calma y tal vez bromear un poco para calmar la tensión... En verdad esperaba que le creyera.

Pero Helga parecía a punto del colapso y él comenzaba a asustarse... aún más.

Tenía qué decir algo; esa reacción no podía ser buena... Demonios.

—Las he ido guardando a lo largo de los años —. Se vio en la necesidad de explicar. Ella se sobresaltó, y entonces lo miró por fin.

—Esto es... wow...

"¿Wow?" ¿Solo "wow"? "Maldita sea, Helga, tú puedes con más que solo 'wow'". Le dijo mentalmente, en pánico. Tal vez estaba decidiendo si seguirle el juego en lo que tenía la oportunidad de salir corriendo o llamar a la policía... tal vez... Tal vez... ¿Por qué demonios no decía nada?

Estaba luchando por mantener una sonrisa en su cara, mientras ella se limitaba a mirarlo, como congelada en su sitio.

Al pobre chico se le fue la sangre a los pies. Esa reacción de ella no podía significar nada bueno. Se estaba portando como un loco, y esas fotos... ¿Cómo demonios se le había ocurrido mostrarle así de golpe, el fruto de su obsesión por ella a lo largo de todos esos años?

Ya estaba; Todo se había ido a la mierda. Al menos debía convencerla que no era peligroso. ¿Le aceptaría que la llevara a esa hora a la casa de Phoebe? No le agradaba la idea de que se fuera en un taxi.

—Es escalofriante, lo sé... —Tenía qué decir algo...

—No lo es —Lo interrumpió ella inmediatamente.

Momento.

"¿Qué?"

—No lo es —. Repitió, mientras cerraba los ojos.

De pronto parecía que un elefante se le había bajado del pecho. ¿Había... había esperanza, entonces?

—¿No? —Inquirió tímidamente, pero feliz.

—No —Confirmó ella, y se forzó por sonreír también —. Pero... ¿Por qué, Arnold?

¿Era en serio? ¿Aún se preguntaba por qué?

Definitivamente iba a tener qué explicarle con palabras. La idea del malentendido que podía haber pasado aún lo aterraba hasta la médula, y Helga tampoco se la iba a dejar barata, al parecer.

—Porque... —El chico se rascó la nuca, sin poder mirarla a los ojos de pronto; Era ahora o nunca —Porque me gustas, Helga —. Bien. Lo había dicho, y el mundo no se había acabado ni Helga había salido huyendo. Simplemente lo veía con esa expresión impenetrable que tan bien le salía siempre —. Me gustabas antes de irme, y te lo quería decir, pero nunca me atreví. Luego pensaba que cuando volviera te lo diría, pero nunca me atreví tampoco. Nunca tuvimos un momento a solas, y yo no me esforcé demasiado porque lo tuviéramos tampoco, porque también te tenía miedo. No sabía cómo lo ibas a tomar, y me daba pánico que te burlaras de mi... Y luego ya no pude volver... Luego todos se fueron y se me acabaron las oportunidades.

Hizo una pausa. Quería que le dijera algo, pero ella simplemente estaba ahí, sin más movimiento que el de sus pestañas, y él tuvo qué continuar.

Y entonces le explico su búsqueda en el único lugar que había podido encontrarla estando tan lejos: las redes sociales; Su timidez provocada por el miedo a arruinar su oportunidad, lo mucho que significaba para él. Y cómo al fin, luego de siglos, había llegado Mei Hyun a disolver la bruma en la que muy posiblemente él solo se había metido, producto de su propia idiotez y de su miedo.

Y luego vino el silencio. Uno largo; eterno.

Helga se había sumergido en el mutismo absoluto de nuevo, pero no parecía asustada, al menos. Más bien, parecía luchar por poner su cabeza en orden luego de la avalancha de información que acababa de llegarle tan de repente.

—¿Aún guardas el libro? —Al fin -al fin- había dado señales de vida de nuevo. Parecía avergonzada, después de todo.

Él lo tomó como buena señal, y asintió.

—¿Y el zapato? —Agregó.

—Sí.

—Vaya... Qué vergüenza...

No pudo resistirse y la tomó de la mano y la apretó suavemente. Ella, gracias a todos los cielos, pareció cómoda con la acción.

—Eres mi autora favorita —Le respondió, genuinamente aliviado.

—Entonces temo decirte que tienes un pésimo gusto literario, Arnoldo.

Al fin, una broma. Ahora la chica bromeaba. El optimismo lo invadió de nuevo. Eso iba a todas luces por buen camino, y no pudo evitar reír un poco.

—Podrías ampliar mis horizontes —La pequeña sonrisita en los hermosos labios de la chica le dio la señal para dar el siguiente paso. Tenía qué ser valiente —. Si no estás demasiado aterrada como para salir conmigo.

Y no. Ella no estaba aterrada.

Sonreía.

—¡Hey! Si tú nunca te aterraste de la niña psicópata que era, ¿Por qué me aterraría de ti por guardar un par de cosas y... acosarme discretamente por internet?

Arnold ahora sí se rió.

—No soy un acosador, solo... me gustaba verte aunque fuera en fotos... A la hora que quisiera...

—Y para hacer lo que quisieras, ¿eh?

La respuesta de ella lo agarró desprevenido, y su primer impulso fue gritar: "No". Pero la sonrisa traviesa en el rostro de ella fue lo que le hizo ver, para su gran alivio, que bromeaba...

¿En serio? ¿Ya le hacía ese tipo de bromas? Eso iba avanzando mucho mejor de lo que hubiese podido soñar.

No pudo evitar sonreír también. La sonrisa en los labios de Helga lo invitaba no solo a respondérsela... y no se pudo resistir. Así que se inclinó hacia ella mientras bajaba la voz. Ella aceptó sus avances de demasiada buena gana, al parecer.

— Todas tus fotos son muy decentes —le dijo —... Pero tengo una excelente imaginación, ¿sabes?

Gracias a Dios que tenía experiencia coqueteando con otras chicas. Porque, por la expresión de la rubia, parecía que lo estaba haciendo bien.

... y luego ella lo empujó y se empezó a reír por lo bajo también, mientras negaba con la cabeza, divertida. Luego sacó su celular.

—Y aquí estás tú —Soltó ella, mientras le mostraba su propia galería. Las primeras fotos eran fotos de calles y nubes, pero si avanzabas un poco... habían fotos de él... Precisamente de su facebook, también. Siempre había pensado que Helga publicaba muy pocas fotos de sí misma, pero nunca se había dado cuenta que él publicaba aún menos —. Lástima que no tengo amigos tuyos agregados que subieran más fotos de ti; Creo que subes aún menos fotos que yo.

—Creo que debería tomarme más fotografías, ¿verdad?

Fue en ese momento que al fin miró ahí, frente a él, y ya sin sombra de duda, a la loca niñita que solía escribirle poemas y crear los más locos escenarios solo para estar cerca de él, y él se sintió tan feliz que pensó que podría estallar en ese mismo instante.

Luego atacó. Le sonrió de una manera que le puso en carrea el corazón y la sangre comenzó a fluir rápidamente hacia todas direcciones, mientras ella se inclinaba sobre él.

—Me da igual. Yo también tengo una buena imaginación.

Y lo besó. Así, sin más. Y él la abrazó y la subió sobre su pecho, eufórico. Los labios de Helga eran la cosa más dulce que había probado en su vida, así fuera uno de los besos más cortos que le habían dado, al menos últimamente. Se dejaron caer ambos sobre el sillón. Sus labios se separaron para ahora hacer contacto con las miradas. Ahí, tan cerca...

Eso era mejor que todas las fantasías que había ido tejiendo a lo largo de tantos años... Todo había salido más fácil y perfecto de lo que hubiera podido imaginarse jamás. ¿Acaso esa mujer nunca había dejado de quererlo? ¿Acaso había comenzado a gustarle de nuevo? Y de ser así, ¿desde cuándo?

... Si solo hubiera sabido que todo iba a ser tan fácil.

"Tal vez es mejor así". Se dijo a sí mismo mientras la apretaba aún más contra su pecho; mientras estaban tan cerca que, aún sin besarla, podía beberse su aliento. "Ahora somos adultos; podemos hacer lo que sea... podríamos casarnos mañana, si quisiéramos".

Helga lo sacó de sus alocados pensamientos con su hermosa vocecita femenina.

—Dime que no estoy soñando —Le dijo de manera un tanto cortada.

Arnold sonrió como no había sonreído en siglos.

—Solo si tú me lo dices primero.

Ella negó.

—No puedo asegurar nada justo ahora, Arnold. Porque este ha sido mi sueño desde... pues desde siempre...

Así que no había dejado de quererlo nunca. Suspiró profundamente; Eso se ponía cada vez mejor.

—Pues créeme cuando te digo que últimamente he soñado con esto varias veces, así que...

—Habrá qué esperar a la luz del día para que nos confirme, ¿verdad? —Preguntó mientras metía la cara en el hueco de su hombro y su cuello, cada vez más somnolienta, y él sintió que iba a morir de felicidad.

—Eso creo —. Soltó entrecortadamente él, mientras la besaba por sobre el cabello. Olía tan jodidamente bien... su cuerpo era tan cálido y tan... suave... tan ligero, pero a la vez la presión que ejercía sobre el suyo era tan abrumadora... Abrumadoramente sublime, debía admitir.

La respiración de esa hermosa criatura contra su cuello, su hermoso cuerpo sobre el suyo... Su humanidad completa entre sus brazos, ahí, los dos sobre el sillón.

No supo en qué momento lo venció el sueño y el montón de cerveza que había tomado, pero la felicidad que lo embargaba en ese momento no lo abandonó ni siquiera en sus sueños. Aunque, por más geniales que fueron, no se compararon a lo que acababa de experimentar esa noche en la que al fin se había decidido a ser valiente.

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Oki doki. He leído esta cosa como mil veces, y cada que la reviso, hay algo qué agregar, algo qué quitar o algo qué corregir, y seguro que va a ir llena de errores aún, pero ya es hora de dejarlo salir a la luz.

Muchísimas gracias a LMild, Clau Calcetín, , Ana Garces Gastulo, LMild de nuevo :), Guest, Rosali Leon Huamani, Personaggio, Annabella Prinx, Katthy Kawaii, Victoria, Escarfu2, Tenya13, alias katsushimoro, Guest (¿de nuevo?), Helga Angel (aunque no te haya gustado, lo siento :p), mvzalidag, The J.A.M. a.k.a. Numbuh i, LMild (¡Triple gracias!), Sandra Lobos y mvzalidag (de nuevo :D).

Espero no haberme olvidado de nadie.

En serio, en serio. MUCHÍSIMAS GRACIAS por tomarse unos minutitos para dejarme su opinión; Sus hermosos reviews significan el mundo para mí a la hora de escribir, especialmente porque son el combustible de la sádica de mi musa que le gusta abandonarme por eternidades.

Los y las amo de aquí a la eternidad de ida y vuelta mil veces.

Espero leer sus opiniones de este.

Espero también terminar pronto el siguiente capítulo, ya no le falta mucho.

¡Nos leemos!