Una noche que prometía ser como cualquier otra, un pelirrojo iba caminando delante de un muchacho de pelo revuelto y gafas. El primero tenía el rostro teñido de un color a punto de ser verdoso, como si fuera a expulsar algún alimento que le haya causado náuseas, mientras que la persona que le acompañaba le daba unas cuantas palmaditas en el hombro para que se tranquilizara un poco. Pero no servían de nada. A cada golpecito, Ron sentía que su nerviosismo se incrementaba, al verla ahí, tan serena como siempre, leyendo atentamente otro más de sus libros de lectura ligera. Sin saber qué más hacer, se sentó al lado de ella y la saludó, pero con una intensidad tan baja que ella tuvo que pedirle que repitiera lo que había dicho. Harry dejó solos a los dos muchachos sin decir nada, aunque él tuviera enormes deseos de observar lo que pasaría en el momento en que la chispa encendiera poco a poco y terminara de estallar de forma armónica.

─Hermione... ─susurró el pelirrojo después de un letargo. Ella reaccionó algo molesta, pero algo dentro de sí se revolvió. Su mirada no se despegaba del volumen que sostenía entre sus brazos.

─Mándame Ron. ¿Tienes algún pendiente para que te ayude o algo? ─ofreció ella con una voz rutinaria.

─No, Hermione, es otra cosa que no puedo seguir callando, por que si lo hiciera, no sé qué podría pasar ─dijo él con un dejo de indecisión. Temblaba.

La castaña adoptó un rostro confundido, algo raro en ella. Pero en realidad, lo poco común allí era la actitud de su amigo.

─No te entiendo Ron...

Tan abruptamente como llegó, se acercó al sereno rostro de la joven y le susurró:

─Te quiero, Hermione.

Ella no entendía nada, estaba confundida. ¿Le quería? Ja, la quería como amigo. Obvio. O... ¿es que de verdad que creía que Ron estaba adormecido o algo así?. ¿O su enamoramiento era lo que le estaba provocando imaginar cosas que no estaban ocurriendo en ese momento?

─Ron... ─sus marrones ojos brillaban como nunca, indicando un dejo de emoción único. Decidió que era ella la que estaba imaginando.

─Sí, Hermione. Es esto lo que tenía que decirte. Dime por favor lo que sientes.

Ella no lo podía creer. ¿Ron hablando de aquella forma? Entonces no era como amigos. Pero eso no importaba. Acercó aún más su rostro con el del pecoso pelirrojo ...

─Yo ... también ... te quiero.

Sintió él un golpecito en el pecho que abrió paso a una serie de sensaciones inimaginables. No le avergonzaba continuar con lo definitivo.

─Te amo, Hermione ─A medida que susurraba cada palabra, acercaba desmedidamente su rostro con el de Granger hasta que se fundieron en un cálido beso. Era poco a poco, despacio, pero a medida que el tiempo corría sonrojado, se fundían en un susurro pasional, sin importar si los vieran o no.

La gente que se había concentrado no lo podía creer. ¿Los dos, que siempre estaban como el perro y el gato besándose? Mejor decidieron esparcirse, para que los dos amores disfrutaran de ellos en privado.

Y así, comenzó a escucharse un nuevo canto al amor, que, ni siquiera la muerte podría hacer que terminara...

Un canto que duraría hasta la eternidad.