Konnichiwa a todos! Les doy la bienvenida al cuarto capi de Blue Days, cómo están? Cómo se la pasaron en las vacaciones? Espero que bien, yo más o menos. Bueno, pues quiero agradecerlos por todos y cada uno de los reviews que me dejaron, estoy súper feliz por ello, en verdad, muchas gracias! Desde el capítulo anterior me propuse actualizar más rápido, pero por diversas circunstancias no pude hacerlo. Quiero dedicarle este capítulo a todos ustedes que me animan, sin su apoyo jamás lo haría, gracias! A blueazulacero (si tu nick sale mal escrito es porque la página me lo edita, muchas gracias por tus palabras y espero que lo disfrutes), a misao-89 (ojalá te guste, arigatou, arigatou!), a Luna Sol Nocturno (ya empecé a leer "Detrás de un rey siempre hay una reina", me gustó mucho tu review, gracias!), a Angel Nemesis (crees que el anterior quedó muy cursi? Bueno, sí, tal vez. Gracias por tu review!), a Naoko Nayamira (gracias amiga! Muchas gracias por los 3 reviews que me dejaste, y respecto a "cómo le hará Aoshi para demostrarle a Misao lo que siente" eso tendrás qué descubrirlo tú misma y bueno, lo que dijiste que a Misao no le queda de comediante pues yo no inventé la personalidad de ella, si no Watsuki-sensei, así que si crees que no le queda díselo a él, ah! Y Misao me dijo que te diera una patada de pájaro endemoniado de su parte por decirle pequeñina y claro, claro ya voy a dormir adecuadamente para tener energías en todo el día, sí mami, je, je) y bien, no me alargo más y los dejo con el cuarto capítulo:
Blue Days.
4
Pétalos de cerezo y luces nocturnas.
Los personajes de Rurouni Kenshin le pertenecen a Nobuhiro Watsuki. A mí la narración, pero lo hago sin fines de lucro.
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Los pétalos rosados de los árboles de cerezo caían con lentitud y delicadeza embelleciendo los jardines japoneses. El aroma que éstos despedían resultaba delicioso al olfato de cualquiera que estuviera cerca. Era principios de noviembre y el otoño aun tardaría algunos días en marcharse.
Una chica de cabellos tan negros que destilaban brillos azulados le daba algunos empujones a otro chico más pequeño que ella. El día se le antojaba placentero, y tal vez, hasta animoso. Tenía ganas de hacer muchas cosas y se daba cuenta de que había qué aprovechar esas energías o podrían venir días aburridos y flojos, porque sólo Dios sabe cuándo habría otro como ese.
—Vamos… no seas tontuelo y camina.
—¡Pero por qué tengo qué invitarla yo! —se quejaba el otro.
—Por que a ti es al que te gusta —dijo sin más y el otro se sonrojó completamente. Si bien ya le había dicho a todo mundo que alguien le gustaba, no le gustaba reconocerlo ni que se lo echaran en cara.
—¡Vas y le dices ya o voy yo! —gritó exasperada.
—Está bien Misao, está bien… ya voy.
—¡Anímate! Pareces niño chiquito con es actitud tan boba —dijo dándole ánimos de una manera muy peculiar. El chico se marchó y entró hasta el restaurante tan conocido en esa ciudad llamado "El Akabeko" y se dirigió hasta donde estaba una linda chica con cabellos negros que le llegaban hasta un poco más arriba de los hombros.
—¡Ho… Hola Yahiko-chan! —le dijo agachando la cabeza de una manera tímida.
—¡Buenos días Tsubame! —le correspondió el saludo y se aguantó las ganas de gritarle por haberlo llamado '-chan'.
"Uy tortolitos, polluelos, bien que se quieren, pero una les tiene qué estar rogando —pensaba Misao quien observaba a la pareja desde una esquina.
—Tsubame yo…
Tocó sutilmente la mejilla de la chica y la miró a los ojos con intensidad.
—…quiero invitarte al festival que organizarán en el templo Ryuuzaki el sábado.
La chica de cabellos negros esbozó una sonrisa, pero inmediatamente su expresión cambió a una triste y agachó la mirada.
—Pero… el sábado tengo qué trabajar.
Yahiko gruñó y entonces fue decidido hasta la cocina con paso fuerte. Tsubame lo vio alejarse sin saber qué estaba a punto de hacer su amigo.
—¡Tae¡Quiero que le des el día libre a Tsubame el sábado! —la chica se sorprendió al escuchar los gritos de Yahiko— ¡La invité al festival en el templo Ryuuzaki, así que no quiero que trabaje ese día!
—Ju, ju, ju, una cita ¿eh? —el chico se sonrojó completamente— Está bien, ese día cerraré el restaurante porque yo también asistiré —dijo mientras sonreía y salió del lugar, dejando a Yahiko allí, aun sonrojado.
—Está bien, puedes ir con Yahiko, Tsubame —le dijo a su pequeña ayudante una vez que llegó hasta ella.
—¡Gracias Tae!
Tsubame esbozó una gran sonrisa. La que Yahiko no le había visto en mucho tiempo y le agradó. Le gustaba verla sonreír y sobre todo, le gustaba verla emocionada porque iría con él.
—¡Yahiko sí voy a ir contigo! —se acercó rápidamente hasta él y lo abrazó con tanta fuerza que casi caen al suelo.
—¡Sí, qué bien! —dijo sonrojado.
Misao se reía de él desde la esquina.
—Vendré por ti el sábado a las siete de la tarde —le advirtió.
—Sip, a esa hora estaré lista —aceptó con dulzura la chica.
—Bien. Ya me voy.
—Ya… Yahiko —su expresión tímida volvió.
—¿Qu…
Pero fue interrumpido e inmediatamente se sintió rodeado por los brazos de Tsubame, quien esbozaba una gran sonrisa nuevamente. Correspondió con timidez el abrazo y la rodeó con sus brazos.
Se despidió de la chica y fue hasta donde lo esperaba Misao.
—Pillín, te vi… je, je, je —rió Misao.
—¡Cállate y no me llames así! —gritó todo rojo.
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Regresaron al dojo Kamiya un par de horas después. Cuando terminaron el paseo por la ciudad que con tanta insistencia Misao logró convencer a Yahiko (y éste terminó muerto de cansancio por la caminata).
—¡Hola Misao! —le saludó Kenshin con gentileza esbozando una sonrisa.
—¡Hola Cabeza de zanahoria!
Una gota resbaló por la sien del samurai cuando escuchó las palabras de la kunoichi.
—¡Hemos llegado Kaoru! —le avisó a la chica que preparaba la comida en la cocina y vestía un bonito delantal de color rosa.
La chica Kamiya le sonrió a su amiga, pero cambió su expresión en cuanto vio a su pequeño pupilo, asustando hasta al mismo Kenshin con la cara tan temible y monstruosa.
—¡Maldito vago! —le gritó a Yahiko— ¡Ya no sé qué voy a hacer contigo, te la pasas todo el día en la calle y con tus amigotes, cada día te pareces más a Sanosuke y ya ni siquiera vienes a las clases, qué ejemplo les estás dando a los nuevos alumnos que son más pequeños que tú!
—¡Es que tú ya no me puedes enseñar nada! —le contestó en el mismo tono y tan solo se ganó un golpe en la cabeza con la shinai de la maestra y un estirón en las mejillas.
—¡Vuelve a repetir lo que dijiste pequeño zopenco! —gritó mientras se subía en la espalda de Yahiko quien ya yacía en el suelo y que ni siquiera podía hablar porque su boca ya estaba toda adolorida— ¡Anda cobarde, vuelve a decir en mi cara eso que dijiste hace un instante!
Kenshin solo trataba de detener la pelea.
—¡Vieja bruja! —por fin pudo gritar y sólo logró que su maestra se enojara más y le diera unas buenas nalgadas.
"Le van a salir canas verdes a Kaoru si se sigue enojando de esa manera —pensó Misao que se retiraba a la habitación que le habían prestado en la casa.
Recordó el día en que por fin llegó al dojo de sus amigos. Luego de tantos días vagando por las ciudades y caminando hasta el cansancio. A la primer persona que vio fue a Kaoru, se la encontró mientras barría las banquetas de su casa muy temprano por la mañana, y cuando por fin se vieron se dieron un gran abrazo.
"Te tengo una sorpresa —le dijo Kaoru a Kenshin luego de que entró junto con las chica.
Cuando Kenshin la vio extendió los brazos para saludarla, pero se ganó un pellizco de parte de Misao en los labios.
"Hola Himura¡cuánto tiempo!".
Por fin lo abrazó y lo estrujó hasta el cansancio. Cuando vio a Yahiko (luego de cuatro días después de que llegó a Tokyo), éste trató de esconder la alegría con una de sus gestos y frases sarcásticas.
"¡Uy, ya llegó la calamidad!".
Pero por supuesto se ganó un buen golpe de la chica en la cabeza. Poco a poco las mujeres se iban ganando el respeto de los hombres con su infinito encanto y gran amabilidad para con ellos.
Al 'Cabeza de gallo' (como Misao llamaba a Sanosuke), ni siquiera lo había visto en todo ese tiempo y Kaoru le contó que se había desaparecido años atrás e iba a visitarlos cada cierto tiempo, ya que la policía lo perseguía.
Misao había decidido ayudar a Yahiko para que se le declarara a Tsubame y habían llegado al acuerdo de que el chico lo haría en el estival del sábado por la noche, ella no tenía muchos ánimos de asistir, pero tenía qué darle apoyo moral a su amigo, del tipo '¡No seas perdedor y atrévete de una buena vez, ella está esperando a que se lo digas!'.
—¡Misao!
La voz de Kaoru la sacó de sus pensamientos.
—¡Misao ven por favor!
Se levantó del lugar y fue hasta donde provenía la voz.
—Te tengo una sorpresa… ¡acompáñame!
Caminaron hasta la habitación de la chica Kamiya. Todo estaba reluciente y en su lugar. Misao se sorprendió por lo ordenada que estaba la habitación. La otra abrió el armario de madera en donde guardaba su ropa y de ese lugar sacó un pequeño cofre que estaba cubierto de polvo por todos esos años que había estado guardado.
—¿Qué es? —dijo la kunoichi intrigada.
—Pronto lo verás…
Se sacó una llave del bolsillo y la introdujo en la ranura de la cerradura. Giró y entonces se produjo un 'clac'. Abrió el cofre y sacó una bolsa de color negro. Dentro de ella estaba una hermosa yukata de un tenue color celeste y las siluetas de algunas mariposas lo adornaban.
Misao se quedó sorprendida al admirar la hermosura de la prenda y Kaoru le sonreía.
—¿Te gusta?
—¡Sí, es precioso!
—Lo utilicé hace como dos años, y era mi favorito, —señaló—. Pero ahora me queda corto y por eso quiero regalártelo para que asistas al festival.
—¡E… En serio?
—Ajá, ajá. Quiero que lo uses, te quedará muy bien. A pesar de que lo utilicé cuando era más chica que tú, eres más baja de lo que yo era —Misao esbozó una mueca de inconformidad—… Kenshin y yo también asistiremos, sólo que nosotros iremos en cuanto las clases terminen.
—¡Muchas gracias Kaoru! En verdad te lo agradezco.
—Ya… ya… vamos, pruébatelo.
Misao corrió con el vestido en la mano hasta su habitación mientras Kaoru la observaba. Una vez dentro miró la yukata que traía entre las manos por algunos instantes y luego se quitó la ropa con una rapidez sorprendente. Estaba demasiado emocionada y se le podía notar a simple vista por la gran sonrisa que yacía dibujada en su fino rostro.
Se acomodó bien el vestido y luego ató la cinta color rosa pastel alrededor de su cintura y al final, como pudo, formó un moño por la parte de atrás. Se colocó sus sandalias y salió de la habitación sin reparo alguno.
—¡Wow! Te ves hermosa —le dijo su amiga, mientras aplaudía un poco— Te queda excelente.
—¿Tú crees? —comentó la otra un poco sonrojada y mirándose el vestido.
—Claro. Sólo habría qué hacerte otro tipo de peinado —avanzó hacia donde estaba Misao y le deshizo la trenza—. Tal vez… con el cabello suelto.
—¿Suelto? Pe… pero nunca lo he usado suelto.
—Pues entonces es hora de que lo hagas… se te ve muy bien. Como quiera ese día le pediremos ayuda a Tae para que te maquille un poco, bueno, nos maquille un poco —Kaoru se sonrojó.
—¡Vaya! Veo que tú también estás esforzándote por verte bien —gritó la menor.
—Es que quiero que Kenshin me vea bonita —dijo cubriéndose un poco el sonrojo que tenía en la cara.
—Sí, recuerdo que Yahiko te decía que eras una marimacho porque no te maquillabas ni nada…
—¡Uh¡Ni me recuerdes a ese tonto!
—Está bien… Está bien. Pero no te enojes conmigo —le dijo a la maestra espadachín que casi quería lanzársele a Misao para golpearla.
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—¡Regreso en un rato Kaoru, iré a pasear por la ciudad!
Salió con rapidez del dojo sin siquiera esperar respuesta alguna de su amiga. Se colocó las sandalias una vez que salió del lugar. Y corrió con prisa por unas cuantas calles. Dobló unas cuantas esquinas y tropezó con algunas personas que también caminaban por allí. Legó hasta un lugar, que según recordaba, era la estación de policía.
—"Tenjou Hiroshi" —leyó en un papel— según me dijo cuando llegamos aquí estaría. ¡Así que más le vale que aquí esté, si no se las verá conmigo cuando lo vea!
Entró al lugar y vio a uno de los policías que, fastidiado, lanzaba miradas insistentes al reloj.
—¡Disculpe¿Sabe si aquí es en donde puedo encontrar a Tenjou Hiroshi?
—Mmm –se quedó pensando algunos segundos mientras veía al techo— Sí, pero en estos momentos no está. Se fue con sus superiores a resolver un caso importante en las afueras de la ciudad.
Misao esbozó una mueca de inconformidad.
—¿Quién lo busca?
—Soy Makimachi Misao…
Escribió rápidamente unas cosas sobre un papel y esbozó una ligera sonrisa.
—¿Podría entregarle esto de mi parte por favor? —le entregó el trozo de papel al uniformado.
—Claro que sí, es… Makimachi Misao¿verdad?
—Así es… ¡Muchas gracias!
Buscó el camino de regreso al dojo para alistar sus cosas para el siguiente día. Fue hasta donde se encontraba un señor con una sonrisa muy amable y compró un raspado de sabor de fresa. Sus labios, entonces, se tiñeron de ese color.
"Dejé todos los datos en el papel. El lugar en donde será el festival y la hora. Espero que vaya o si no, ahora sí lo mato —pensó e hizo énfasis en la última frase— Y es que todos irán acompañados, Yahiko con Tsubame, Kaoru con Kenshin y yo no quiero ir sola. Pero no se preocupe Aoshi-sama no le seré infiel con ese chico, después de todo es un tonto… je, je, je".
Se acabó su raspado. Suspiró profundamente y entonces prosiguió el recorrido hasta el dojo. Quería que las horas pasaran rápidamente para disfrutar del festival y sobre todo, disfrutar viendo a los tortolitos de Tsubame y Yahiko.
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El día comenzaba a refrescar cada vez más y más conforme pasaban las horas. El sol se ocultaba tras las montañas dando indicios de que pronto llegaría la noche, y tal vez, algo más de frío. Una cortina de delgada neblina comenzaba a formarse.
Los pétalos de los árboles de cerezo caían incesantemente forrando el suelo de una hermosa alfombra rosada. Después de todo así eran de impredecibles los días de otoño uno nunca se podría imaginar si al día siguiente haría frío o si saldría el sol.
Por suerte, la gruesa yukata de Yahiko amortiguaba un poco el frío que hacía. Los dientes comenzaban a temblarle, pero él se negaba a dejarse vencer por eso.
Abandonó sus pensamientos y alzó su mirada, fue cuando vio entre la niebla a la chica que esperaba. Parada en una esquina y tratando de cubrirse con sus brazos del frío que hacía, pero sus intentos eran inútiles.
El chico corrió hasta ella y entonces Tsubame pudo verlo.
—¡Yahiko! —gritó y sonrió en cuanto lo vio.
Se acercó hasta donde estaba su amiga y la cubrió con sus brazos. Lo cual causó el sonrojo de los dos.
—Espero que así ya no tengas frío.
—Pero ¿crees que podamos andar así por todo el camino? —le preguntó ella.
—Ya sólo te estábamos esperando a ti —le dijo una voz que lo espantó por completo. Era la voz de Tae, pero nunca se imaginó que anduviera por allí y los viera abrazados. Yahiko se puso como un tomate— ¿Qué no le vas a decir a Tsubame que se ve bonita con esa yukata o algo?
Tae tenía razón, entre tanto frío no se había acordado de eso. Le echó un vistazo al traje de su amiga y vio que era de un color blanco y en su superficie tenía tejidas las siluetas de los pétalos de ciruelo blanco. La cinta alrededor de su cintura era de color roja y tenía líneas horizontales de color dorado y traía el cabello como siempre, pero por algo se le veía mejor.
—Te… Te ves preciosa —dijo con timidez.
—¡Gracias Yahiko! —le contestó con una sonrisa y cubriendo su sonrojo tras sus mangas.
—¡Así me gusta! —gritó la otra— Ahora sí pueden irse.
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La tenue iluminación en el lugar era perfecta. La niebla se iba disipando poco a poco y el templo Ryuuzaki lucía muy bien con todos esos adornos tradicionalistas. Misao volteaba por todos lados buscando a su amigo, que jamás le mandó una contestación o algo parecido, pero ella aseguraba que asistiría.
"¡Más le vale que no me deje plantada! —pensó algo enfurecida.
El lugar estaba abarrotado de gente y de puestos en donde vendían comida o algunos recuerdos, pero aun así pudo ver entre toda la multitud a una figura sonriente que se acercaba corriendo. Sí, era Hiro. Su yukata color marrón con líneas verticales de color beige le iba muy bien con su estilo. Traía el cabello peinado en picos y usaba unos anteojos ligeros.
—Lo siento… no quise llegar muy tarde —se disculpó colocando una mano detrás de la cabeza y soltó una risilla. En ese momento fue cuando vio lo hermosa que se veía Misao con esa yukata celeste que combinaba muy bien con sus ojos, y ese cabello suelto— Me gusta mucho como te ves… ¡Estás hermosa!
—¡Maldito engendro, llegaste muy tarde! —le lanzó una patada de pájaro endemoniado en la cabeza cuando éste se acercó y luego lo dejó herido en el suelo. La gente se les quedó viendo.
Hiro sólo se quejaba del dolor en el suelo.
—¡Me diste una patada por halagarte? —dijo en voz alta y algo molesto— Entonces creo que sí podré resistir otras cinco patadas más.
—¡Cállate! —le dijo ésta— De castigo por llegar tarde me tienes qué comprar una manzana cubierta de caramelo, y un peluche… ¡Ah! Y también un algodón de azúcar… y… —continuó, mientras Hiro veía preocupado cuánto dinero traía en su bolsillo.
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—¿Te gustaron las bolas de arroz Kenshin? —le preguntó la bella chica que se encontraba a un lado suyo.
—Sí, por eso me comí todas esas —le dijo el de cabellos rojos— Me llené mucho…
—¿Qué te parece si nos vamos a sentar a algún lugar y esperamos en lo que se nos baja la comida?
—Sí, señorita Kaoru…
La yukata de Kenshin era de color azul marino y tenía líneas horizontales y verticales de color blanco que se juntaban y formaban cuadros grandes. Por otra parte, Kaoru se había enchinado un poco su cabello y había cubierto sus labios con algo de maquillaje. Su yukata era de color rosado y la cinta alrededor de su cintura era del mismo color, sólo que un poco más fuerte.
—Me parece que aquí está bien —dijo Kenshin.
—Sí —la chica apoyó mientras se echaba aire con su abanico.
Se fueron a sentar a un lugar y permanecieron contemplando el oscuro cielo, fueron iluminados por la luz blanca de los astros del firmamento y por los brillos que emitían los cientos de luciérnagas que volaban por esos lugares.
Kenshin le sonrió a Kaoru y lentamente se fue acercando hasta ella. Tocó suavemente la nuca de la chica con su mano y acercó el rostro hasta que sus labios permanecieron en mutuo contacto. Percibió el suave aroma de la chica y le gustó la calidez que tenían sus labios.
—Te amo Kaoru —le dijo Kenshin en un susurro. Kaoru se dio cuenta de que por primera vez no la llama "Señorita" si no que utilizaba su nombre a secas.
Volvieron a unir sus labios y ésta vez el beso fue más apasionado, pero conservando esa dulzura que tenían ambos.
—Yo también Kenshin… Yo también te amo.
Unieron sus cuerpos en un abrazo y permanecieron en ese lugar unos minutos contemplando el cielo y diciéndose cosas hermosas.
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—¡Toma! Es para ti…
Le entregó a Tsubame un oso grande (que se había ganado en un juego de tiro al blanco) y muy suave al tacto. Entre sus manitas sostenía una pequeña rosa y sonreía con una dulzura que se le hacía irresistible a la chica.
—¡Gra… Gracias Yahiko!
—De nada.
Un gran sonrojo cubrió las mejillas del chico, pero enseguida intentó vencer la timidez que sentía y envolvió a Tsubame con sus brazos.
Observaron las luces de las luciérnagas que embellecían el lugar y le daban un toque romántico a la noche. Se apartaron de la multitud y fueron a un lugar solitario, pero que no perdía su encanto.
—Tsubame yo… quiero decirte que —hizo una pausa. No sabía exactamente cómo decirlo, pero sabía que tenía qué hacerlo. Vio la cara impaciente de la chica y eso fue lo que lo animó a seguir— te quiero mucho… te quiero demasiado…
—Yo también te quiero mucho Yahiko, porque eres mi amigo.
—No, pero yo no sólo te quiero como amiga. Te quiero como algo más, como mucho más —suspiró para tomar aire y entonces tomó las manos de la chica— Y ya no aguantaba los días para proponerte algo. Quiero saber si quieres ser mi novia.
Tsubame se sonrojó completamente.
—Yo… también quiero que seamos pareja… yo también…
Nuevamente la envolvió entre sus brazos y la apretó para sentir su calidez. Finalmente se acercó hasta ella y le dio un beso pequeño en los labios con mucha dulzura.
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Misao fue a ocultarse a un lugar apartado en donde nadie la viera. Atravesó la maleza del lugar y se sentó en una piedra lisa. Enfrente de ella se encontraban las aguas de un lago que permanecía en calma total. Sólo se podía escuchar el bullicio de la gente y la música del festival.
Vio ese montón de luces amarillas que de repente se apagaban y se prendían. Extendió su mano derecha para tomar unas cuantas y algunas se posaron sobre su mano. Sintió el cosquilleo que éstas le provocaban en la palma y entonces las dejó volar. Sonrió un poco, pero esa sonrisa no denotaba felicidad. Era una sonrisa falsa, ya que se sentía sola.
—Aoshi-sama…
Una lágrima resbaló por su mejilla y entonces intentó cubrirse con sus propios brazos para tratar de consolarse, pero le fue inútil. Enseguida emitió un gemido que fue ahogado por el aullido de una fría ventisca y rompió en llanto en ese lugar. Sola. Pero después de todo, no quería que nadie la viera llorar. No quería que el mundo supiera que se sentía triste y que su corazón estaba herido porque extrañaba a una persona. Se cubrió los ojos con sus manos y continuó llorando en ese lugar solitario…
Fin de "Pétalos de cerezo y luces nocturnas".
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Sinceramente espero que les haya gustado y me dejen reviews onegai, onegai! (yo quiero vestir una yukata! TTTT y asistir a un festival japonés, ustedes no?) Espero no tardarme tanto en actualizar, aunque no creo que me tome mucho tiempo. Bueno, pues, por mientras los dejo con una frase, para que los motive y los anime a seguir:
"El propósito de la imaginación es ofrecernos consuelo y refugio."
Stephen King,
Pesadillas y alucinaciones I.
Hasta la próxima y cuídense!
Joe the time traveler.
