Capítulo 14.
Los árboles nos rodeaban por cualquier lugar que mirase. En lo poco que veíamos del cielo, el sol brillaba con intensidad, produciendo breves destellos en algunas rocas bastante pulidas. El cansancio comenzaba a hacerse presente en nosotros, manifestándose sobre todo en pies y piernas, lo que provocaba que avanzáramos con lentitud. De la sonrisa que había esbozado Draco al principio, ya no quedaba nada, pues su rostro permanecía serio por más que yo intentara aliviar un poco la pesadez del ambiente. Se le notaba tenso y hasta algo paranoico, sobre todo cuando echaba miradas fugaces hacia ambos lados, procurando que nadie pudiera seguirnos. Me sentía incómoda y no podía aplacar tal sentimiento con ninguna ocupación. ¿Qué iba a hacer en mitad de un bosque que ni siquiera conocía?
- ¿Hoy es tu último día, no?- se me ocurrió preguntar cuando pasábamos por debajo de dos troncos que se cruzaban, como formando un gran arco.
Mi única intención había sido la de hablar algo, pero Draco no pareció tomárselo así.
- Sí- contestó con frialdad- ¿Me lo tienes que recordar a todas horas?
- Ey, tranquilo, yo sólo...
- Amy, no tengo ganas de hablar. Y menos contigo.
Aquellas palabras me sentaron bastante mal, qué queréis que os diga, pero tampoco creí que fuera conveniente comenzar una discusión en ese momento. Con el humor que llevaba el chico, mejor mantenerme callada, no fuera a ser que me lanzara un hechizo.
- Bueno...- suspiré resignada, mientras continuaba caminando sin ganas.
Algún que otro pájaro cantaba a nuestro alrededor, molestando mis oídos con cortos grititos repetitivos. Tenía ganas de callarle con mis propias manos, pero por suerte para él no conseguía verle.
- No te lo tomes a mal- replicó al rato.
Yo ya casi ni recordaba mi breve conversación con él.
- Tranquilo, olvídalo.
El chico se sentó encima de una gran roca que encontró en el filo del camino.
- Estoy harto de esto- se quejó, haciendo una mueca de fastidio- La misión va a acabar conmigo.
- ¿No me digas?- reí- ¿Con el "Oh, todopoderoso Mago Malfoy"? Creí que usted era invencible...
- Déjate de cachondeo- parecía molesto de verdad- Esto es más serio de lo que tú podrás imaginar jamás...
- Me voy haciendo una idea... Por cierto¿qué te trajo Shadow?
Malfoy tardó un rato en responder.
- Una nota de mi padre- dijo al fin- Esta noche, a las 10, en "El Claro de los Muertos".
Los ojos se me quedaron como platos.
- ¿El claro de qué?
- Lo que oíste...
- Bonito nombre- comenté con sarcasmo- ¿Por qué le llamaron así?
- Vete tú a saber...
Algo me decía que Malfoy conocía ese detalle, pero en esas circunstancias prefería no insistir mucho.
-En fin, será mejor seguir ya.
Se puso en pie rápidamente y echó a andar.
- La mañana va a ser larga, así que ve preparándote.
Y no sabía cuánto...
- Bien, comienza dándome ánimos, hijo mío.
De repente, el viento dejó de correr por donde yo caminaba. Todo mi alrededor se quedó callado, hasta el maldito pájaro que cantaba. Lo único que oía eran suaves murmullos y susurros leves, casi fantasmales. Algunos sonaban por encima de los demás, repitiéndose. Mi vista, una vez más, se había vuelto en blanco y negro.
- "¿Habrá regresado la chica?"
Miré al cielo. La plateada luna brillaba con intensidad, acompañada por cientos de diminutas estrellas. Se había hecho de noche momentáneamente.
- "Qué raro... Nunca antes ha conseguido variar la hora..."
Y era cierto. En las otras dos visiones, la hora había quedado intacta, sin siquiera variar un segundo. En cambio, en esta ocasión, había pasado de la mañana a la noche. ¿Qué significaría este cambio?
- "Bueno, quedándome aquí quieta no averiguaré nada..."
Empecé a caminar lentamente, abriéndome paso entra la multitud de maleza que había en torno a mí. Sí, porque también me había trasladado de lugar; ya no me encontraba en el despejado camino que Draco decidió tomar.
El corazón me palpitaba fuertemente en el pecho a causa de tanto cambio extraño. Los inquietantes sonidos que me rodeaban no parecían cesar, incluso se hacían más intensos con cada par de pasos.
- Amy... Amy...
No. No quería irme tan pronto. No sin antes descubrir algo. No sin verla.
- Amy...
Aceleré el paso. Corría entre los troncos de los árboles, saltando por encima de las gruesas raíces que los mantenían en pie. No sabía hacia dónde me dirigía, tan sólo continuaba todo recto. Cada vez se hacían más abundantes los claros, vacíos de toda vegetación.
- Amy...
Sujetaba mi cabeza fuertemente con ambas manos, intentando alejar aquella voz. Cuando la escuchaba, sentía un gran mareo, acompañado por la impresión de estar retrocediendo hacia otro lugar; otro tiempo; otra dimensión; otra realidad.
- Amy...
- ¡AAAAhhhh!
¡Pum! Acababa de caer de bruces sobre la roca más grande que debía haber por allí. Claro, eso después de tropezar con una raíz y pasar volando por encima de un gran arbusto. Está más que demostrado que lo mío son las caídas estrepitosas e inusuales.
-"Me cago en... Aún me dolía el culo por lo de ayer¿no podía haber esperado un poco para repetir la maniobra?"
Al rato, cuando se me pasó la conmoción inicial, me incorporé a duras penas, quedando de rodillas y con las manos apoyadas sobre la roca de la discordia, mientras escupía varias hojas oportunas que habían elegido precisamente la misma piedra que yo para caer sobre ella. El labio me sangraba y un terrible dolor me subía desde las paletas, que habían recibido casi todo el peso del impacto, hasta la cabeza, que desgraciadamente se encuentra unida a ellas por medio de los malditos nervios.
- "Bueno, por lo menos este viaje no puede ser más aparatoso de lo que ya es..."
Que no lo dudes... Me levanté como pude y miré hacia ambos lados. Acababa de llegar a un parque solitario, de esos que aparecen en las pelis de terror. Varios caballitos saltarines se movían hacia delante y hacia detrás, pegando pequeños botes con cada movimiento, a pesar de que no soplaba ni una pizca de aire. Ahora, frío sí que hacía... En el otro extremo, dentro de la piscina de arena, un castillo se construía solo, amontonando los granos con mucha habilidad. A mi izquierda, el toldo de un tiovivo se agitaba violentamente, a la vez que toda una jungla daba vueltas bajo él. Parecía que varios niños invisibles jugaban ante mis ojos. Pero no era nada de eso lo que provocaba aquellos fenómenos. Justo en frente, de la entrada al parque, sentada encima del palo horizontal de los columpios, estaba la chica. Su pose era muy elegante: las piernas cruzadas con mucho estilo, a ambos lados de su cuerpo los brazos estirados, las manos agarradas al palo, y la cabeza echada hacia atrás, como mirando el cielo. El pelo le caía suavemente sobre los hombros y la espalda.
- Amy...
Ahí estaba la voz de nuevo, advirtiéndome de que no pasaría mucho más tiempo allí. Me fui acercando apurada, con el hilo de sangre resbalando por mi garganta y el pantalón rasgado. Inmediatamente, la chica, consciente de que su tranquilidad peligraba, bajó de su asiento, deslizándose por el aire con total control. Parecía una chiquilla tirándose por la rampa de un tobogán. Sus pies descalzos tocaron la tierra con suavidad y, sin perder un segundo, caminó hacia mí, decidida. A escasos pasos, levantó su brazo y abrió la palma de la mano, provocando que la puerta de entrada del parque se cerrara. Parecía que su intención era encerrarme allí con ella. Mi respiración era cada vez más irregular y entrecortada.
- Amy...
Ya estaba justo delante. Su cara seguí siendo borrosa, pero eso ya no me importaba. Lo único que me llamaba la atención en ese momento era su otra mano, cerrada, ocultándome algo. Por un hueco que quedaba entre sus dedos, pude ver que pendía una fina cadena plateada.
La chica sonrió cuando yo dejé de observar su mano y volví a concentrarme en su cara.
- ¿Lo quieres?- me dijo en un susurro que me produjo escalofríos.
Enseguida pensé en el contenido de su mano.
- ¿Qué es?- le pregunté intrigada.
Su sonrisa se acentuó.
- No me refería a eso- respondió.
Estiró su brazo hacia delante y abrió la palma. El resplandor de una llave de plata me dio directamente en los ojos.
- Toma, cógela. Pensaba dártela de todas formas...
Sin digerir muy bien todo lo que estaba ocurriendo, acerqué mi mano y agarré la llave. Tras mirarla de cerca, pasé la cadena por mi cabeza y me la dejé colgada del cuello, por debajo de la fina tela de mi top blanco. La chica ya se había alejado, y ahora se balanceaba tranquilamente en uno de los columpios, dejando flotar las vendas de sus tobillos. Sus dedos agarraban con gracia las cadenas que sujetaban el columpio al palo.
- ¿Para qué sirve la llave?
Ella negó con la cabeza lentamente.
- ¿Qué significa tu gesto?
Volvió a negar. Aturdida, fui hacia ella y me senté en el otro columpio. Así pasamos un rato, en silencio, la una al lado de la otra, columpiándonos. Hacía una noche muy agradable.
- Te gustaría conocer algo más sobre mí¿verdad?- me preguntó repentinamente, cogiéndome por sorpresa.
- Cla-claro... Es lo que llevo queriendo averiguar todo este tiempo. Ni siquiera consigo ver tu cara...
Sonrió una vez más.
- Ven. Te enseñaré algo.
Las dos nos bajamos de los columpios. Con paso rápido, me condujo al centro del parque, un trozo de terreno vacío. Allí me agarró las manos con fuerza y cerró sus ojos, cosa que noté al fijarme más en su cara difuminada y advertir que dos pequeñas bolas de luz se habían apagado. Al instante, me encontraba delante de una casa en ruinas. La chica había desaparecido.
- ¿Chica¿Estás aquí?- llamé sin éxito, sintiéndome verdaderamente idiota por estar en mitad del bosque, sola y llamando a una chica fantasma de la que desconocía hasta el nombre.
Eché un vistazo sin moverme, pero no había ni rastro suyo. Los desagradables susurros habían vuelto, esta vez más intensos.
- "Estupendo, sencillamente genial"- gruñí para mis adentros.
Avancé hacia la entrada, esquivando los trozos de fachada caídos. Era una casa bastante extraña. Estaba medio oculta por enredaderas y otras plantas trepadoras. En la pared había varios agujeros que dejaban ver la frágil estructura de madera que la sostenía aún en pie. La entrada estaba bloqueada por varios obstáculos, imposibles de franquear. ¿Cómo iba a entrar ahora? Dirigí mi mirada hacia arriba, esperanzada, buscando alguna entrada oculta. En una de las torres, la cual tenía una gran ventana, podía verse algo de luz.
Tras pensar un rato en todas las posibilidades, que por si alguien no lo sabe eran bastante escasas, me introduje por un agujero grande por el que pude pasar sin muchos esfuerzos. La oscuridad era completa allí adentro. Caminé a tientas, haciendo crujir el suelo bajo mis pies. No sé cómo pude llegar a las escaleras y subirlas, pero de pronto me encontré en el piso de arriba. La habitación de la ventana estaba notablemente iluminada.
La Peye Malfoy
