Yo quería que este fuera el final u.u... pero ya saben, me vinieron nuevas ideas y de pronto me interesó mucho la relación de cierta pareja que aparece en el capitulo anterior, así que este será el penúltimo capítulo y no me retracto XD

Agradezco su lectura y los comentarios para el fic ;)

Lo que duele un silencio

(Parte uno)

De nuevo lo había hecho. Ese francés que le inspiraba tantas emociones y sentimientos encontrados (que ahora tenía claros), y que por fin había logrado confesar; se encontraba de nuevo en sus brazos, compartiendo el mismo lecho y calor humano de él: de Milo.

Camus se veía cansado («Después de lo de anoche, ¿Quién no?»... Pensaba el escorpión), sus parpados custodiaban celosos, esas pupilas azul océano del aguador, sin permitir que el octavo guardián volviera a reflejarse en ellos una vez más. Milo contemplaba embelezado como acuario descansaba la cabeza en su brazo izquierdo, dejando que aquél aliento caliente que desprendían sus labios, golpeara en cada exhalación del francés contra su torneado y desnudo pecho, sin querer hacer el más mínimo intento porque eso no sucediera y que se desencadenaran un sin fin de reacciones incómodas en su ser, pero a la vez tan agradables que anhelaba el momento en que volviera a aspirar de nuevo, para que liberara el aire antes contenido...

No tenía remedio. Se sabía enamorado y obsesionado a la vez de Camus, de cada insignificante, pero a la vez tan gratificante acción del onceavo custodio, que sentía morirse al solo pensar que le hubiera perdido de no ser por Shaka...

Shaka...

Ese bonito y misterioso rubio siempre, de alguna u otra manera, había estado involucrado en todo el asunto de él y de Camus. De hecho, a Virgo le debía más de lo que pensaba, ya que no solamente esta vez le dio ese pequeño empujón que necesitaba para declararle su sentimientos al aguador, si no que también estaba el día en que se marchó a Sibería...

Decir adiós nunca es fácil; pero es mejor hacerlo por unos cuantos días –aunque sean años-, que despedirte para siempre... (NA: léase capítulo 6)

¿Y si no lo hubiera hecho?... ¿Qué hubiera sucedido de haber permanecido ese oscuro silencio entre ambos, que ahora difícilmente le permitía respirar? Milo no sabía con entera certeza la respuesta, todo lo que sabía era que le amaba, que estaba loco por ese francés y que no importaba nada más en el mundo que ellos dos...

Algo tibio, salado y cristalino, resbaló por una de sus mejillas bronceadas, proviniendo de uno de sus ojos azules turquesa, infiltrándose en alguna parte de la caballera del aguador.

El tan solo pensar en una posible pasada pérdida, le hacia sentir un incómodo nudo en la garganta y una opresión en el pecho, que le arrancó esa fugaz lágrima, de donde más amenazaban por salir

Te encuentro despierto
Me dices lo siento
Con una lagrima derramas

Sin conseguir evadirlo, un pequeño sollozo salió de esos sensuales labios. Camus abrió de repente los ojos, como si desde hace varias horas alguien le hubiese estado llamando, y con el semblante sorprendido por el sonido que a sus oídos había llegado. Levantó la cabeza un poco, apartando su cuerpo del escorpión para lograr mirarle a la cara y saber si sus tímpanos no habían sido engañados y que Milo no estaba llorando; desafortunadamente lo estaba haciendo, el griego no controlaba aquellas saladas gotas de sus ojos, como tampoco la opresión que sentía dentro de si

-"¿Qué te pasa?"- Le preguntó el francés con un tono lastimoso, tan preocupado por la aflicción de su amor, que se pensó a sí mismo como el causante de tal angustia. El escorpión no respondió. Su brazo se colocó al lado de su propia cabeza, impulsándose así para sentarse en la cana y lograr que sus extremidades rodearan el cuello de Camus en un abrazo

Me abrazas, me hielo
Me pides un beso
Y yo me quedo sin respirar

-"Perdoname..."- Sollozó. El aguador se quedó pasmado, no comprendiendo el significado de aquellas palabras con dolor, que habían logrado salir de los labios del octavo custodio

Perdonar...

Esa palabra solo se aplicaba cuando alguien había cometido una ofensa, y Milo no había cometido ninguna, por lo menos una que mereciera el desprecio de Acuario, para que el escorpión la dijera con tal dolor como si la vida se le fuera en reparar el daño. Y aunque lo hubiera hecho, Camus ya habría, una y mil veces más, perdonado a Escorpio

Porque lo amaba... y el no haberlo hecho, significaba que no lo quería

El onceavo guardián se apartó un poco de su amante, tomando aquellas sonrosadas y empapadas mejillas, entre sus dos manos, secando aquél dolor líquido con suaves y tiernos besos por donde las gotas saladas resbalaban.

Los labios del francés tomaron los de Escorpio, reclamando un apasionado beso de la persona que amaba con locura, hasta el instante de hacerle suspirar, extasiado. Sus ahora rojizos labios, resbalaron por la comisura de la boca del griego. Ladeó un poco la cabeza y lograr con ello, acomodarse mejor, tomando de nuevo uno de los labios de Milo. Las manos que aún seguían sobre las mejillas del escorpión, bajaron hasta colocarse en su torneado pecho, empujándole con suavidad hasta obtener que la cabellera azul del griego, quedara completamente apoyada en la almohada, con él arriba, sentado sobre su bronceado cuerpo. Sus besos, infinitamente suaves y apasionados, marcaron las mejillas sonrosadas de Escorpio, siguiendo un camino hacia la barbilla, el cuello y los alrededores de los oídos, provocando que de la boca de Milo saliera una pequeña risita nerviosa, al mismo tiempo que uno de sus hombros trataba de pegarse contra una de sus mejillas y que el francés se detuviera.

Camus suspiro. A esas alturas se sentía lo bastante excitado como para detenerse, o pedirle a su cuerpo que no reaccionara de otra manera, hasta saber si Milo estaba bien; sin embargo, aquella risa le llamó la atención, y solo frenó todos sus movimientos, por ese gesto tan bello que el escorpión había tenido: tan solo para contemplarle

-"¿Sabes por qué te amo?"- Le preguntó mirándole con ternura. Escorpio seguía sonriendo, aunque lamentaba un poco el que su amante se hubiese detenido, se sentía agradecido y quizá hasta divertido por semejante pregunta, que le causaba cierta curiosidad, haciendo que se formulara varias veces si era por su atractivo físico, lo gracioso que solía ser a veces, o porque siempre habían sido buenos amigos...

Pero...

Las razones no parecían del todo... convincentes, incluso Milo se cuestionaba el hecho de que Camus estuviera a su lado, después de alguno que otro desafortunado problema entre los dos.

-"No lo sé..."- Respondió quedamente, apartando sus de nuevo entristecidas pupilas, de la mirada brillante y tan vital de Acuario. El francés suspiró rendido, sabiendo que el día de hoy tendría que mimar al escorpión hasta hacerlo sentir seguro de que el pasado (ni siquiera el futuro) no le importaba a él, si no el presente que ambos estaban viviendo. Como se encontraba sentado arriba de Escorpio, pudo tomar de nuevo con facilidad, aquél rostro entre sus manos y besarle una vez más

-"Te amo porque eres tan mío, como yo soy tuyo"- Respondió su propia pregunta, cuando logro separarse solo un poco de su amado.

Y con esto, ahora fue Milo quien aumentó la intensidad del beso y el contacto de sus cuerpos una vez, tomando de nuevo las riendas (y no como la noche anterior) de aquél rito de amor entre ambos...

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Aquella noche había dormido solo. No se sentía molesto, después de todo sabía que el octavo guardián tenía su propia vida y que quizá fuera lo mejor verse de vez en cuando para no hacerse tan adictos el uno del otro...

La tarde pasada, Shaka había llegado al templo de Acuario con un anuncio sobre el entrenamiento que se realizaría al día siguiente; después de haberse marchado, Milo se disculpó con Camus por tener que irse, para luego retirarse y no aparecer hasta esas horas de la mañana...

Celos...

Claro que el rubio y él no eran nada, pero ¿quién podía quitarle aquél extraño sentimiento molesto dentro del estomago, esa rara sensación que le hacia sentirse reventar de un momento a otro?

Un suspiro lleno de resignación salió de sus labios, reprochándose a sí mismo el pensar mal de Escorpio, después de todas las pruebas, señales y palabras llenas de amor solo para él.

Sus piernas seguían guiándole por aquellas ruinas, hacia el coliseo. El cielo cubierto por una débil capa de azul y matizado en dirección al horizonte, por una gama de colores naranjas y rojizos, eran la señal de que era bastante temprano como para que alguien ya estuviera entrenando o que a él se le hiciera tarde; así que disminuyó el paso.

Desafortunadamente, cuando llegó al lugar donde se reuniría con todos sus compañeros, el sol ya alumbraba la fría tierra donde sus pies se posaban. Y aún peor, para su malísima suerte, Shaka lo reprendió por llegar tarde («Es que pensé que era temprano"»... Le había dicho como disculpa; sin embargo, lo que obtuvo no fue una indulgencia, NO, fue un regaño aún peor sobre lo irresponsables como santos dorados que eran todos ellos, además de una bola de holgazanes.)

Cuando el rubio hubo desquitado todas sus frustraciones con el aguador, regresó a su lugar dando tan fuertes y enormes zancadas, que la tierra por donde pasaba se cuarteaba. Acuario hizo una mueca de desagrado y se sentó en el mismo escalón donde Virgo le había dejado, con un semblante de niño regañado.

-"Ya se le pasará"- Dijo en forma divertida el escorpión, sentándose a su lado. La mirada ahora brillante de Camus, se posó sobre su sonriente rostro, correspondiendo el gesto que los labios de Milo acaban de tener sobre los suyos, cuando le besó.

Al separarse, Acuario tuvo el impulso de preguntar el motivo por el cual no había dormido con él, o de hacerle algún cuestionamiento...

-"Perdona por no ir anoche"- Dijo el escorpión, como si hubiera leído la mente de su amante –"Estaba ayudando a Shaka con algunas cosas..."

-"¿Eh?"- Escorpio rió sin poder evitarlo. Por alguna rara manía del destino, había jurado que ese gesto del aguador y el tono de su voz sonaron... celosos...

¡Dioses!

Esa sensación era agradable, aunque disminuía si él le miraba de esa manera. Entonces, el que Camus estuviera celoso no era cosa de gracia. La sonrisa se le borró del rostro y se apresuró a aclarar las cosas con movimientos exagerados de las manos

-"No es lo que piensas... es solo que..."

-"Yo no estoy pensando en nada"- Mintió el aguador. Su bello rostro francés se mostraba ceñudo, incluso la frente se le arrugaba levemente tras ese flequillo, arriba de esas cejas partidas que tanto lo caracterizaban. Milo trató de aguantar la risa, que no era burlona, si no más bien nerviosa, ante el no saber como explicarle al aguador que Shaka tenia los mismos problemas que él para delatar sus sentimientos a Aioria. Escorpio movió los labios para revelarla el motivo de su ausencia, cuando escucharon los gritos del rubio

-"¡Eres un animal!"- Bramaba. Sus mejillas, extrañamente, habían adquirido un rojo cereza. Tanto el francés como el griego (entre otros curiosos), giraron sus rostros hacia donde el ángel se encontraba, sorprendiéndose (muchísimo más el octavo custodio) al ver como su enojo era contra Aioria, quien estaba más pálido y aterrorizado que nada

-"Reverendo idiota"- Murmuró Milo furioso. Camus le miró desconcertado, regresando su vista hacia donde el rubio y leo se encontraban, tan solo para descubrir que el castaño subía las escaleras de regreso al santuario, lo más rápido que sus piernas le permitían. Escorpio suspiró negando con la cabeza, dirigiendo sus siguientes palabras hacia su amante –"Shaka esta enamorado de Aioria"- El francés le miró con curiosidad

-"Y si lo ama ¿Por qué le ha dicho eso?"- Cuestionó. El griego volvió a suspirar, aunque esta vez con cierto aire de melancolía

-"Nosotros no sabemos amar. Nos cuesta tanto trabajo expresar nuestros sentimientos, y a menudo herimos a la persona que nos regala un poco de vida, cada vez que nos sonríe..."- Con aquellas palabras, las mejillas del onceavo custodio adquirieron un tono bastante rojo, sin saber el porque la mirada del escorpión tan de pronto causaba ese efecto, comprendiéndolo solo cuando el griego se explicó mejor –"Yo te dije una vez que no deseaba tu amistad... ¿Recuerdas?"- Sus pómulos también adquirieron un tono rojizo cuando Camus asintió levemente, aún mirándole directamente a los ojos

-"Lo dijiste y yo no..."- Milo asió su mano con suavidad, pidiéndole que le dejara continuar

-"Me amas y no me odias, lo sé de sobra"- Respondió con una sonrisa sincera. –"Pero ¿Jamás has tenido la curiosidad de saber el porque te lo dije?"- Ahora que el aguador lo pensaba solo un momento, si tenía esa pequeña espina lastimándole acerca de la razón por la cual de los labios de la persona que tanto amaba, habían salido esas palabras tan hirientes y mortales. Un asentimiento de cabeza fue la respuesta –"Fue enserio..."- Explicó para sorpresa del francés, quien inmediatamente tiró de su propia mano por puro instinto –"Espera..."- Pidió el escorpión tomando de nuevo la mano antes retirada –"Yo no deseaba tu amistad, yo quería ser para ti algo más"

-"Pero ya lo eras..."

-"Y no lo sabía Camus."- Negó apretando suavemente su extremidad –"Un silencio puede hacer mucho daño"- Agregó. Milo regresó sus turquesas pupilas, hacia un desolado Shaka que seguía de pie donde momentos antes se encontraba Aioria –"Tengo que hablar con él"- Lo señaló con un movimiento de cabeza. El aguador sonrió débilmente y lo atrajo hacia sí, apresando su boca con los labios, besándole con amor y fervor por la revelación que había tranquilizado de sobre manera su pobre corazón

-"¡Dejáme en paz!"- Volvió a gritar Shaka. El francés y el griego se giraron para mirarle: Death Mask estaba en el piso contemplando horrorizado a un casi esquizofrénico rubio. Escorpio frunció el entrecejo, respingando exasperado por el comportamiento de Virgo y levantándose para hablarle un par de palabras antes de que terminara cometiendo una locura.

Mientras tanto, Camus suspiró enamorado, agradeciendo infinitamente a los dioses, el que el corazón del escorpión fuera solo de él. Y que a pese a sus antiguos e infundados celos, pudieran seguir juntos

-"Tal vez yo también pueda hacer algo..."- Dijo para mismo el aguador, levantándose del escalón y caminando de regreso hacia el santuario

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Sus morenas piernas quedaban colgando; podía verlas moverse como un par de péndulos, desde arriba. Una de sus manos se aferraba al tronco que le servía de asiento, la otra estaba recargada en el árbol, a modo de ayudarle a sostenerse.

Aioria llevaba arriba de ese árbol, lo que aproximadamente serían de diez o quince minutos.

En realidad no lo sabía con certeza, ni siquiera le importaba. Todo lo que ahora giraba una y otra vez en su cabeza, era el por qué Shaka se había molestado tanto con él, o la razón por la cual desde hace algunos días su comportamiento, extrañamente, se había vuelto tan... ¿Confuso?

No lo amaba...

Tal vez se debía a la razón de que le había confesado (tontamente) sus sentimientos, y el rubio no quería darle alas; pero de ahí a portarse como un loco, era demasiado...

-"Aioria..."- Le llamó una voz muy familiar desde el piso. El quinto custodio se balanceó un poco hacia adelante, tan solo para lograr mirar hacia abajo y encarar a Acuario

-"Camus, hola"- Respondió. Se maldijo a sí mismo por no haber hecho más esfuerzos y que su voz no sonara tan quebrada, justo como había sucedido. El aguador le sonrió con acogimiento

-"¿Estás bien?"- Le preguntó con timidez. El francés entendía perfectamente como debía sentirse, la única diferencia entre ambos, era que las palabras de Milo habían sido una indirecta acerca de sus sentimientos, y las de Shaka... bueno, no tenían nada romántico. Leo suspiró y se arrojó hacia el piso, logrando caer de pie con una flexión leve en las rodillas

-"Claro, los gatos siempre caen de pie"- Camus parpadeó un par de veces, antes de comprender que lo había dicho como un chiste; aunque lamentablemente, no le causo gracia a ninguno de los dos. Acuario carraspeó, cuestionándose el motivo de que estuviera jugando a cupido, justo cual Milo lo hacia

-"No me refería a eso..."- Negó. Una gota de sudor resbaló de su frente, haciéndole notar lo nervioso que se estaba sintiendo por meter las narices donde no le llamaban; después de todo ¿Qué pasaría si él no deseaba su ayudo y sus consejos?

-"... ah..."- Expresó el moreno. Sus piernas de nuevo se flexionaron, logrando sentarse en el pasto a la sombra del árbol. Sabía perfectamente a que se debía el titubeo del aguador y también el tema por el cual le había ido a buscar

-"No quiero incomodarte..."- Se apresuró a decir al saber que sus acciones le habían delatado. Leo negó con la cabeza, colocando una de sus propias manos en la frente, recargando el codo en una pierna para apoyarse

-"Descuida"- Respondió en tono tranquilizador, aunque sentía que el mismo se estaba rompiendo por dentro –"Estoy bien"- Dijo luego de una pausa en la que de sus labios salió un suspiro. Acuario se sentó a su lado, mirando el perfil del quinto custodio con cierta curiosidad, pasando sus ojos del cabello castaño que ahora lograba cubrirle los ojos, hasta las finas facciones de su semblante

-"Dale tiempo..."- Habló despacio, para que sus palabras llegaran hasta el corazón del león –"Tarde o temprano se armará de valor y..."- El quinto custodio se apresuró a negar con algunos movimientos de la cabeza, cortando de cierta forma la inspiración del francés

-"Es inútil Camus. Milo y Shaka no son iguales..."- Contestó al recordar la escena donde claramente vio en las pupilas de Acuario, el como Escorpio rompió por completo su corazón, aquella noche que llegó borracho a su templo, y como, a pesar de todo, ellos ya estaban juntos. La blanca dentadura del onceavo guardián, fue atraída hacia su propio labio, mordiéndolo levemente sin saber que decir

-"No lo son Aioria, pero poseen rasgos parecidos"- Puntualizó el aguador después de un rato. Aioria le miró confundido. Camus sonrió y posó una mano en el hombro de su compañero a modo de apoyo moral –"Ya lo verás, tú solo confía en mi. Estoy seguro que Shaka siente lo mismo que tú..."- Las mejillas del león enrojecieron, mostrando la nueva vergüenza que le habían hecho sentir sus palabras, asintiendo con la cabeza y murmurando un débil

«Gracias»

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Aquella cálida brisa, osaba jugar con sus cabellos azulados, revoloteándolos y obligándolos a bailar a su entero capricho, pese a que su dueño hacia enormes esfuerzos por pararle.

Las pupilas del mismo color que el cabello, en un tono azul turquesa, se encontraban mirando el paisaje que tenía delante de sus ojos, mientras a sus tímpanos llegaba el ruido del correr del agua y a su piel las caricias que las hojas de los árboles de su alrededor le brindaban, al hacer contacto con su mejilla cuando caían del árbol, y bailar arrastradas también por el soplo de viento.

Hacia varios años lo había conocido ahí, enfrente. Recordaba la primera vez que vio su altivo andar, el mirar tan frío y penetrante que poseía, así como la escasez de amigos dentro del santuario. Esa noche tocó su mejilla con una caricia y le dedicó una sonrisa, sin imaginar que se convertiría en el mejor de sus mejores amigos, así como el amante más amoroso años después.

Suspiró. Inevitablemente el recuerdo del onceavo custodio, le causaba cierto agradable y gratificante cosquilleo en el estomago, embriagando su completo ser de una mágica sensación que daba como resultado esa enamorada exhalación. Y como si esa reacción no bastara, también se encontraba una leve dilatación en las pupilas, que hacia brillar como dos agraciadas gemas sus preciosas turquesas.

Sus labios se curvearon, mostrando en esa pequeña y sensual boca, una sonrisa a causa de haber notado muy cerca de sí, la presencia de cierto caballero, que desde hace algún tiempo, había estado haciendo increíbles méritos por ganarse un muy merecido lugar dentro de su corazón:

-"Camus..."- Susurró. Sus parpados se cerraron a causa del deleite de pronunciar aquél nombre y hacerle sentir a la vez, cierto placentero sentimiento. La sombra de aquél árbol bajo el que se encontraba, comenzó a volverse hostigante si le era un obstáculo para estar con el caballero de los hielos; así que apoyándose con las manos en el pasto, flexionó las piernas, logrando estirarlas lo suficiente para conseguir ponerse en pie.

El onceavo custodio se dirigía hacia el lugar donde él, momentos antes había reposado, dejando que la brisa suave jugueteara también con el largo de su cabello, haciendo que todo el se moviera de forma uniforme hacia la dirección donde el viento se lo llevaba. La sonrisa que el semblante del escorpión reflejaba, se hizo aún mayor sin poder ni querer hacer algo para impedirlo.

Acuario se paró justamente delante de él, tomando las bronceadas y sonrosadas mejillas del escorpión entre sus dos manos, depositando un suave beso en esos labios que tan loco le volvían. Milo suspiró extasiado, antes de aumentar la intensidad de tan cariñoso gesto y separarse para abrazarle, recargando la barbilla en el hombro del francés, rodeando con sus brazos aquél cuerpo tan suyo

-"Te estaba buscando"- Le dijo el aguador rompiendo el tan cómodo silencio, luego de unos breves instantes. Escorpio se separó lentamente del francés, aún con la sonrisa en los labios

-"¿De verdad?"- Camus asintió –"Dime, ¿Para qué soy bueno?"- Acuario sonrió con ternura, acariciando el rostro del griego con las yemas de los dedos, antes de responderle embozando una ya sensual sonrisa

-"Tú sabes para que..."- Las mejillas del octavo custodio se matizaron a un color rojo frambuesa, con tal revelación. Sus ojos buscaron algún otro lugar para esconderse, más los dedos del francés alzaron con suma delicadeza su mentón, obligándole a encararlo, buscando un nuevo beso de esos divinos y tan perfectos labios griegos

El bronceado y torneado cuerpo de Milo, fue sacudido de repente. Los dedos del aguador se resbalaron por la lisa playera que llevaba, introduciéndose poco a poco entre la piel y la tela, hasta lograr alcanzar acariciar con finos movimientos, el vientre de su amado escorpión. Su mano curioseó alrededor de la cintura, llegando a colocarse en la espalda del guardián celeste, haciéndole suspirar extasiado tan de repente, que tuvo que morderse un labio para no repetir aquél sonido tan lleno de placer que hacia estremecer cada parte del cuerpo de Camus.

Escorpio no lograba comprender, como era que con unos simples movimientos, o el solo tacto con la piel del aguador, lograra seducirlo de aquella forma hasta el grado de enloquecerlo y desear hacerlo ser suyo

Completamente, uno del otro...

Se desconocía al escuchar de si mismo aquellos jadeos, producidos por unas cuantas caricias y besos, en un compás conducido por el francés. Notaba el grado al que calor aumentaba, obligándole a despojarse de la ropa para calmarlo, sabiendo que su único remedio sería en los brazos de Acuario, perteneciéndose mutuamente hasta que alguno se cansara o hasta que optaran por cambiar de escenario y hacerlo más romántico

Como hace algunos días...

El verde pasto antes bajo sus pies, se volvió un hermoso y cómodo lecho para recostarse. Las extremidades de Camus se convirtieron en los guardianes del escorpión bajo de él, sus labios en la perdición del griego, y el sudor que de sus poros brotaba, en una muestra de la súplica que el cuerpo de ambos emanaba para exigir y reclamar un poco más de cada uno. Incesantes sonoros jadeaos, que de su boca salían, no era más que la seña del deleite que el ser completo de Milo, experimentaba al ser recorrido de manera frenética con esa lengua que antes se movía dentro de su boca, y de esas manos que tomaban y masajeaban tan bien su excitación hasta hacerle enloquecer y gemir con más ansia cada vez por más. El fuego que amenazaba por consumir al francés, salió de si dentro del octavo custodio, apeteciendo por última vez de aquél cuerpo tan divino que desde siempre había sido suyo y que le había suplicado más de una vez por no detenerse.

Al final, el árbol bajo el que Escorpio descansaba momentos antes, se convirtió en el reposo donde descansaron y cerraron los ojos, juntos una última vez...

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Tenía que derrotarlo, era la única manera de sobrevivir y volver a verlo; sin embargo, no podía hacerlo, algo en ese rubio le impedía comportarse como el típico caballero de los hielos que debía de ser.

Su semblante mostraba frialdad y determinación para terminar con él, más su corazón seguía teniendo la duda dentro de si, haciéndole titubear sobre matar a ese chico.

Se sentía confundido acerca de lo que en verdad estaba pasando, ¿Cómo había logrado un simple caballero de bronce llegar hasta él, hasta lo que suponía la onceava casa de Acuario?

Traición...

Tal vez Mu le dejó pasar, Aldebarán podía haberlo hecho, Saga... era difícil saberlo...

En realidad, lo que de verdad le preocupaba era el saber de Milo, puesto que sabía que él, pese a sus palabras de negación sobre pelear con ese puñado de niños, no traicionaría su deber como santo dorado para cederle el paso...

Entonces...

Muerto... Milo estaba muerto...

No, el escorpión no podía haber fallecido en aquella batalla, sencillamente Camus se negaba a creerlo. Sabía perfectamente que el escorpión era uno de los caballeros dorados más fuertes del refugio...

Y si lo sabía, ¿Por qué sentía aquella opresión lastimándole en el pecho? ¿Qué podía significar aquella sensación de vacío dentro de su ser, que le hería mortalmente? Camus no lo aceptaba, mucho menos alcanzaba su entendimiento a comprender el motivo por el cual deseara llorar, tomar venganza y correr hacia el octavo templo para cerciorarse de que se encontraba con vida...

Pero...

Justo en el instante en que su mayor técnica iba a ser ejecutada, aquél ruso muchacho copió la misma pose que él, tratando de imitar el poder para vencerle. Camus sabía que era una cosa ilógica, puesto que a él le había tomado bastantes años perfeccionarla y llevarla acabo, como para que un chiquillo tan joven como ese, se propusiera desempeñarla tan de pronto y nada más porque si. El francés trató de hacer al cisne entender que era inútil cualquier esfuerzo que deseara hacer para evitarse una muerte segura, más el rubio no hizo caso y produjo de su propio puño, un poder del mismo grado de intensidad y congelamiento que el de Camus, trayendo como consecuencia una fatal explosión que logró calarle los huesos hasta el grado de sentirse morir...

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-"¡NOOOOOO!"- Gritó lo más que pudo, desgarrándose su propia garganta con tan mortal grito. Había un cuerpo pegado a su pecho, abrazándole con fuerza por arriba de los brazos en un ademán tranquilizador

-"Camus... tranquilo... solo fue un sueño"- Decía Milo con preocupación, acariciando aquellos cabellos azul océano con la yema de sus dedos.

El onceavo custodio tragó saliva con dificultad, dándose cuenta que su rostro estaba completamente empapado en sudor y lágrimas, que su respiración estaba totalmente fuera de control mientras tragaba aire con tremendas bocanadas, y que su corazón latía a mil por hora sin un modo de tranquilizarse.

Acuario tardó un poco en darse cuenta que todo había sido un sueño. Notó que el escorpión comenzaba a separarse de su lado, y lo hizo aferrarse con mayor fuerza a su cuerpo, ahora sollozando...

Solo espera un momento
Solo dime no es cierto

Solo un sueño, y sin embargo era tan real. Pudo sentir aquél frío quemando cada célula de su cuerpo, matando la vida que yacía dentro de su pecho con aquél mortal y horrible poder

Presagio...

¿Sería acaso el anuncio de que sus días estaban por terminar? ¿Existiría la más mínima posibilidad de que aquél abrazo entre Milo y él, fuera el último que se dieran?

Sin darse cuenta, sus extremidades apretaron aún más al escorpión contra su pecho, provocando que el griego se sorprendiera sabiendo que había algo más que la pesadilla, ya que no paraba de llorar como si fuera la última vez que lo hiciera

-"Camus..."- Musitó desconcertado. El francés movió de un lado hacia otro la cabeza, en un gesto de negación

-"Por favor..."- Gimió con dolor, preocupando aún más al peliazul

Solo quédate en silencio cinco minutos
acaríciame un momento, ven junto a mi
te daré el ultimo beso
el mas profundo
guardaré mis sentimientos
y me iré lejos de ti
de ti...

Tenía miedo. No sabía que era lo que pasaría, tampoco lo que esa horrible pesadilla podría significar; pero le asustaba el pensarlo

Moriría...

Su cuerpo se aferró con mayor desesperación a un casi horrorizado escorpión. De sus ojos aquél dolor y salado líquido, emanaba sin cesar, proviniendo del temor más grande al que su corazón se pudiera haber enfrentado antes: el ser separado eternamente de Milo

Pero...

Aún existía esa probabilidad en el sueño antes contemplada, ¿Qué pasaría si a él también lo mataban? ¿El francés estaría listo para vivir sin el octavo custodio? ¿Se dejaría morir si eso ocurría?... Y ¿Qué tal si Camus era quien fallecía y por su culpa el griego sufría?

No. Acuario no podía permitir que Milo llorara por su partida si esta ocurría...

Escorpio se quedó sumamente desconcertado, cuando su amante le soltó y reclamó un beso apasionado de sus labios, para luego levantarse del lecho, comenzando poco a poco a vestirse con la ropa regada en el piso de su habitación

-"¿Qué haces?"- Inquirió más que confundido. El onceavo custodio no respondió, seguía dándole la espalda, cubriendo cada parte de su cuerpo con las prendas que antes llevaba –"Camus, ¿A dónde vas?"

-"Regresaré a mi templo"- Respondió. Milo se quedó helado. La forma en la cual el francés había dicho esas palabras, además de decirlas, había sido... desapacible. Su primera reacción fue mostrase ceñido por dicho comentario, más luego supuso que era un simple juego y sonrió

-"Vamos, no te hagas del rogar..."- Se recostó e hizo un pequeño espacio en la cama, haciendo movimientos un tanto sensuales para incitar a Acuario a regresar a su lado. El aguador, cuyas lágrimas no paraban de brotar, cerró un momento los ojos, tratando de ganar esa gélida mirada de antaño, deteniendo tan de pronto aquellas saladas gotas que corrían a través de sus mejillas con un gesto hipócrita.

Hizo un ademán de caminar hacia la puerta, cuando la mano de Milo asió su brazo

-"No te marches..."- Por el tono de su voz, parecía haberse dado cuenta que la cosa iba enserio. Camus deseó darse la vuelta y besarlo, tratar de que ese tono tan lastimero con el que había pronunciado aquellas palabras, no se repitiera; pero lo cierto era que su decisión estaba tomada: haría que el escorpión lo odiara. Concentró un poco de poder en su brazo, provocando que Escorpio sintiera frío y que así lo soltara.

Cuando el agarre hubo terminado, el francés no soportó de nuevo el dolor que le embriagaba y salió tan rápido como pudo. Dejando al pobre Milo mirando la puerta, más que desconcertado, sumamente entristecido...

Continuará...

... o ... o ...

¡Que horror!... estuve leyendo los primeros capítulos del fic, y estoy que me muero x.X

Sucede que los escribí de una forma súper horrible x(... y creo que tendré que rescribirlos a tal manera que me gusten o no quedaré conforme con este fic .O.

Como sea -.-

Si alguien quiere leerlo cuando le haga las mejoras, me avisan n.n

Y bueno... sobre el capítulo de hoy, no esta pro demás decir que lo quería más largo, además de terminarlo; pero de pronto me surgieron algunas ideas después de leer algunos comentarios de mis lectoras y una que otra friend ;)

Así que esta vez es en serio, el final de "lo que nunca dijiste" será en el próximo capítulo, mil gracias por sus mensajes nOn