Capítulo 16.

– Soy muggle- afirmé por décima vez seguida, como si aquella frase fuera a cambiar algo.

No es que no me gustara la idea de que hubiera magia en mí, pero sencillamente me asustaba el no conocer las consecuencias que podrían conllevar un cambio tan brusco.

Malfoy no parecía entender las razones de mi comportamiento, llevaba más de diez minutos viendo cómo yo caminaba constantemente de un lado a otro, y su expresión no había pasado del tinte de la incomprensión.

– Amy¿podrías estarte quieta? Me mareas.

A su quinto intento de pararme, consiguió que me quedara estática en el sitio, no por su habilidad persuasiva, sino porque dio la casualidad de que yo ya me encontraba cansada y preferí debatirme mentalmente sin hacer movimiento alguno. Lo mismo iba a conseguir de un modo u otro.

–¿Qué es lo que te cuesta creer?- me preguntó el rubio, clavando sus ojos justamente en los míos.

Su mirada me hizo recuperar un poco la sensatez.

– Cierto¿qué es lo que me cuesta entender?- me interrogué a mí misma- Soy una bruja, tampoco es para tanto.

Sintiéndome un poco más segura, fui a sentarme al lado del chico. Podía oír su respiración débil a mi lado, un sonido que me transmitía reconfortación. Seguramente él se habría sentido del mismo modo cuando le dijeron que era un mago¿por qué preocuparse entonces?

- ¡Soy una bruja!- grité de repente.

Si el chico había llegado a comprenderme en algún momento, cosa que dudaba mucho, toda esa comprensión habría quedado esfumada con mi última reacción, lo cual me parecía bastante normal dadas las circunstancias, pues eso de pasar de no querer creer una cosa a estar feliz por la misma no es algo muy cuerdo. Ahora sí que podía ver su cara de extrañeza, observándome como si fuera una paciente recién escapada del manicomio. Aunque, si lo pensamos bien, no habría mucha diferencia entre ésta y mi persona, eso seguro.

- ¿Qué?- le pregunté molesta, adelantándome a la pregunta que posiblemente formularían sus labios unos segundos más tarde- ¿No querías que lo comprendiera? Pues ahí tienes comprensión y, de regalo, aceptación. ¡Esto es genial!

- ¿Genial?- repitió él con un tono no muy adecuado, al menos eso me pareció en aquel momento- ¡Tú no entiendes nada!

Pues sí, la verdad es que no entendía nada. Su repentino salto, y ni me refiero al movimiento físico sino al impulso verbal que nos suele salir peligrosamente en algunas ocasiones, era totalmente desacorde con la situación. Una de dos, o éste no se aclaraba o pretendía volver a liarme.

– Ejem- me aclaré la garganta a propósito- ¿Me lo explicas o me lo explicas?

Dejo mucho margen de confianza¿a que sí?

– Verás- musitó- Esto lo complica todo...

Malfoy se bajó de la roca y se alejó varios pasos. Al llegar delante del muro de arbustos, paró y se tapó la cara con las manos. Lo único que veía de él era su silueta, recortada por la pálida luz del sol que lograba filtrarse entre el manto verde que cubría el cielo, ya que su ropa negra casi se confundía con el entorno.

- No me vayas a decir que hay un pero...- le dije desde mi sitio.

Él se limitó a asentir con la cabeza.

- Pues dímelo otro día, no quiero que nada me estropee este momento- murmuré fastidiada.

- Te lo estropearía de todas formas...- suspiró- Es un pero bastante grande.

- Me da igual.

Tras un momento de silencio, me acerqué hasta él y le puse una mano en el hombro.

- ¿De qué se trata?- pregunté preocupada.

A juzgar por su abatimiento, no debía ser nada bueno.

- Mi misión- respondió con voz queda.

- ¿Tu misión¿Qué pasa con ella¿Qué tiene que ver eso con que yo sea una bruja?

- ¿Que qué tiene que ver?- bajó sus manos y me miró seriamente- Todo.

Ése estaba resultando ser el día más raro y confuso de mi vida. Primero lo de la chica, luego Malfoy me decía que era una bruja y ahora me venía con esto. ¿A dónde quería llegar?

- Malfoy, estás completamente mal de la cabeza- le dije mientras daba media vuelta y echaba a andar por el camino, dispuesta a irme de allí.

No quería escuchar nada más. Sólo quería disfrutar siendo una bruja. ¿Acaso no tenía derecho?

- Espera- oí que me decía el chico.

En ese momento debería haber seguido caminando, pero por no sé qué razón, le hice caso. Me volví hacia él con expresión neutra y pude comprobar que su rostro reflejaba el miedo.

- Te debo una explicación- afirmó.

- Soy toda oídos- respondí, no muy segura de qué significaban sus palabras.

Esperé varios segundos. El rubio abrió la boca, luego la cerró sin emitir ruido alguno, después volvió a abrirla, a continuación murmuró un par de cosas incoherentes que no llegué a entender y finalmente se dirigió a mí sin mucho convencimiento.

- ¿Por dónde empiezo...?- dijo dubitativo.

- No sé yo, pero para mí que las cosas se empiezan por el principio...

Su mirada me hizo callar al instante.

- Antes que nada, júrame que me escucharás hasta el final antes de echarme algo en cara.

- No suelo jurar en falso...

Su cara se tensó aún más de lo que ya estaba cuando oyó mi último comentario, así que no me quedó más remedio que jurárselo para que soltara prenda, no sin antes preocuparme de que mis dedos se cruzaran casualmente.

- Esto es difícil...- comentó con voz ahogada, dejando entender que tenía un nudo en la garganta.

– Tampoco será para tanto- intenté tranquilizarlo- Suéltalo y ya está, no creo que vaya a morirme porque me lo digas...

La mirada y el gesto que me dirigió tras esto fueron de lo más inquietantes e insinuantes, algo que comprendería tan sólo un instante después.

– Mi misión... Mi misión bfrmendsd kd...- murmuró.

- ¿Qué?

– Que mi misión consistía en... matar a una sangre sucia...

Ahí supe realmente lo que era sentir que el alma te bajara lentamente por el cuerpo hasta quedar tendida en algún lugar perdido entre tus pies y el suelo. Al principio de mi aventura, había pensado muchas veces en la posibilidad de que el chico fuera un asesino, pero se trataban solamente de suposiciones disparatadas que para nada creía ciertas. Durante todo ese tiempo me las había tomado como un divertido juego que me ayudaba a desconectar un poco cuando estaba de mala leche. ¿Quién iba a decirme que al final iban a resultar ser ciertas? Ironías de la vida...

- Así que estaba en lo cierto...- dije estupefacta- ¡Eres un asesino!

- Bueno, necesariamente no- respondió él intentando aparentar tranquilidad, un fingimiento imposible dada la gravedad del asunto- Todo depende de cómo se mire.

- ¿Y cómo quieres que lo mire¡Ibas a matarme!

Sabía que estaba fuera de control, que mis neuronas no funcionaban con el ritmo y la manera que debían funcionar, pero la sensación de engaño y la furia que me quemaba por dentro al saber que todo era mentira, podían con todo.

- Amy, tranquilízate. Aún no te he matado, así que no me puedes considerar un asesino.

- No, no lo has hecho, pero ibas a hacerlo. ¿O me equivoco?- inquirí suspicazmente.

Él tomó aire con cansancio y lo fue expulsando lentamente, como si esos breves instantes le bastaran para buscar un argumento válido. Pero para mí no existía tal argumento y posiblemente para él tampoco.

- Sí, tienes razón, iba a hacerlo... Al menos se supone que es mi deber... Pero...

- Ahora si que no hay peros que valgan- sentencié fríamente- No me puedo creer que llegara a confiar en ti... ¡Te odio!

Mi respiración era cada vez más agitada. Las neuronas se revolvían velozmente en el interior de mi cerebro, alterando por completo la fluidez de mis pensamientos. No sabía qué pensar, qué sentir, qué creer... Lo único que sabía era que no quería pasar más tiempo allí, con esa compañía, sintiéndome tan confusa y angustiada.

- Será mejor que me vaya- dijo Draco repentinamente, mientras ponía un pie sobre el muro de arbustos- Se me va a hacer tarde...

Presa una vez más de mis impulsos locos, no se me ocurrió nada mejor que retarle. Eso de quedarme callada nunca ha sido lo mío, creo que ya va siendo bastante obvio.

- Bien, huye- le dije- Ve con papaíto. Seguro que él comprende al pobre cobarde de su hijo y le hace algún regalo.

¿Y cuál fue la reacción...? El pie que aún no había pasado al otro lado quedó suspendido en el aire, a la vez que su dueño se volvía furiosamente.

- ¿Qué? Perdona, yo no soy ningún cobarde- me espetó.

- No, claro... Mírate, huyes de mí con el rabo entre las piernas.

- Sabes que podría matarte en cualquier momento- advirtió- Sólo me costaría un simple movimiento de varita y...

- Hazlo- le provoqué- Venga, anda, enséñame de lo que eres capaz.

- No me tientes.

- ¿Por qué no lo haces, eh?

- Amy, cuidado con lo que dices...

- Yo te responderé: porque no tienes cojones para hacerlo.

- Me estás cabreando...

- Uhh, qué miedo...

- Lo haré...

- No lo harás...

- Sabes que no tengo miedo a hacerlo.

- ¿Y entonces por qué no me matas?

– PORQUE NO QUIERO MATARTE¿VALE?

Su grito resonó por todo el lugar. Estas últimas palabras me cogieron muy desprevenida, aunque supe reaccionar rápidamente.

- ¿Sí¡Pues eso lo deberías haber pensado antes!- le grité mientras daba media vuelta.

Seguidamente, eché a andar enfurecida. Él me llamó varias veces, pero pasé olímpicamente de sus gritos. Ni quería oír excusas sin sentido, ni me apetecía mirarle a la cara después de esto, ni tenía putas ganas de reflexionar sobre el tema. Había pretendido matarme¿no? Pues eso era lo que contaba, lo demás me resbalaba completamente.

– Porque no quiero matarte, porque no quiero matarte... ¡Vete a la puta mierda, cabronazo¡Me importa un carajo lo que hagas a partir de ahora¿Te enteras¡Un carajo!

Miré al cielo. Una gran bandada de blancos pájaros, parecidos a las palomas, lo surcaban en ese preciso instante, posiblemente asustados por mis gritos.

- ¡Eso! Todo el mundo es libre de hacer lo que les dé la gana menos yo. ¡Qué asco de vida¡A la mierda todo!

Mis pies dejaron de andar un momento. Giré la cabeza y pude comprobar que me encontraba en mitad del bosque, siguiendo el estrecho y angosto camino, sola. A esas alturas, ni el miedo me afectaba.

– Maldito Malfoy- seguí maldiciendo, al mismo tiempo en que reanudaba mi marcha- Ojalá tuviera mi propia varita para... ¡Ahhhh!

Me topé de repente con un cuerpo blanco, el cual atravesé como si nada. Fue la sensación más extraña que había experimentado nunca, pero no tuve mucho tiempo para pensar en eso. Casi instantáneamente, el eco de mi grito fue devuelto.

- ¡Aaahhhhhh!

Aguardé un minuto por si ocurría algo, y entonces caí en la cuenta de que...

– Un momento, ése no es mi grito.

Efectivamente. Para empezar, era una voz masculina la que lo había producido, y que yo supiera, mi sexo no había cambiado repentinamente. Pero bueno, dejando a un lado ese detalle, también había otros puntos que no cuadraban: su duración, intensidad y, qué coño, conocía mis gritos y podía asegurar a ciencia cierta que ése no era mío.

– Grito, Malfoy, peligro- balbuceé incoherentemente.

Y dejé de pensar. Lo próximo que supe es que me encontraba delante del muro de arbustos, agitada por la carrera.

– Aun así- suspiré casi sin aliento- te aprecio.

Acto seguido, salté por encima del obstáculo. Dentro, la oscuridad se hacía muy notable, hasta el punto de necesitar entrecerrar los ojos para poder distinguir mi alrededor. Fui pasando entre multitud de arbustos, de colores variados y chillones, todos ellos distintos al anterior. A tramos, me iba encontrando pequeñas concentraciones de flores, las cuales se abrían cuando pasaba por su lado y perdían su brillo y hasta parte de su color. Después de un rato, sentí una breve brisa a mi espalda y no pude hacer más que mirar de qué se trataba.

... Era ella. Seguí con mi mirada cada movimiento suyo, como hipnotizada. Primero, caminó por encima de un tramo de flores, con movimientos tan naturales y sutiles que parecía que flotaba. Tras su paso, éstas se cerraban y adquirían un color más vivo y brillante, justo lo contrario que les había pasado con mi presencia.

– Son Mortoflorias, las flores de los muertos- me explicó simplemente, como si me hubiera leído los pensamientos.

Después, siguió su camino en dirección hacia el frente, y por último, paró delante del muro y se giró hacia mí. Allí desapareció. Tuve la sensación de que pretendía que la siguiera, y estuve a punto de hacerlo, pero¿y si era una trampa? Aún no confiaba plenamente en ella. ¿Y que ocurriría entonces con Malfoy?

Seguí adelante. Unos pasos me bastaron para llegar a los dos únicos árboles que había por allí. Me acerqué al tronco de uno de ellos y lo rocé suavemente con la mano. Un pequeño corte surgió en mi palma, pero no me dio tiempo de sentir el dolor antes de que éste se cerrara por completo, dejando como única marca una pequeña gota de sangre, que fue resbalando lentamente por mi muñeca y brazo hasta perderse totalmente.

– Magia- musité, pasando un dedo por la piel intacta.

Había algo allí que me atraía sobremanera, pero decidí que no debía permanecer demasiado tiempo sin avanzar. Antes de pasar entre los troncos, eché un último vistazo a mi alrededor y tomé aire con determinación. Fue como cruzar el umbral hacia otro mundo paralelo. Nada más pisar el suelo al otro lado, una densa capa de húmeda y pesada niebla invadió el ambiente. La ropa se me pegó al cuerpo y pequeñas gotitas de agua se formaron en las partes que mi atuendo dejaba al descubierto. El lugar tenía un aspecto mítico que no dejaba de inquietarme, como si allí habitaran seres sobrenaturales que podrían aparecer a mi espalda en cualquier momento.

– "Pero eso es científicamente imposible"- decidí con una sonrisa nerviosa, la cual bailó un instante en mi rostro para desaparecer con rapidez; no era momento para chistes.

Mis pies se hundían en el terreno embarrado a la vez que avanzaba, produciéndome una constante frialdad en ellos que me subía hacia arriba como un escalofrío. Entre unas cosas y otras, me estaba quedando helada.

– Psst.

Una especie de silbido me sobresaltó cuando me disponía a sortear una roca. Al querer girarme, puse el pie sobre la roca con tanta fuerza que acabé tirada en el suelo, con el tobillo roto (eso pensé en el momento, como siempre yo tan exagerada) y el culo dolorido.

– Psst.

Parecía que alguien me llamaba, pero me encontraba sola en el lugar.

– Sola... Sola... No estás sola.- dijo una voz.

Comenzando a asustarme, me puse de pie con un brinco. Mis ojos miraban en todas direcciones, buscando a lo que fuera que estaba hablando. Últimamente me esperaba de todo menos algo normal.

– Estoy detrás de ti- canturreó sacarronamente.

Tragué con dificultad. Mis músculos se habían contraído de repente, quizás como movimiento reflejo. El caso es que no me podía mover, y tampoco es que pusiera mucho empeño en ello.

– Si no vas a girarte... "¡Plof!"

Se oyó un chasquido tras mi espalda y antes de que me girara para ver qué había pasado, un cuerpo transparente apareció justo delante de mis narices.

- ¡Ahhhh!- grité asustada- ¿Quién o qué coño eres tú!

Se trataba de una mujer más bien alta, vestida con un fino camisón celeste y los pies descalzos. Su pelo era rubio y su cara, de piel tostada y fino perfil, poseía rasgos dulces y gestos fluidos. Su voz sonaba infantil y alegre.

– Me llamo Christine- respondió sonriente- O al menos así me llamaba...

- ¿Cómo que te llamabas?- pregunté desconcertada, justo antes de que cayera en la cuenta- Oh¿acaso tú...?

– "¡Plof!"

Mi cuestión quedó sin respuesta. Tardé un rato parada, pero finalmente decidí que debía continuar. No había dado ni tres pasos cuando las molestias en el tobillo fueron insoportables, tanto es así que no me quedó más remedio que sentarme en una roca. Y allí sentada, vi algo que me dejó sin aliento. Un chico corría incansablemente, por mitad del bosque, vestido totalmente de negro. Mi mente voló a un par de noches atrás, de características similares, en una solitaria calle de Surrey, donde una chica observaba sentada en la puerta de su casa a un joven extraño que corría calle abajo. Por un momento reviví la historia, creí que se repetía de nuevo, y quise cambiar el curso de los sucesos que acontecerían a causa de esa noche. Quise no seguirle, quise no descubrir que era una bruja, quise seguir con mi vida normal aunque eso supusiera el aguantar a mis odiosas primas. Pero luego reparé en varios detalles que no concordaban. El niño debía tener como mucho 8 años, su pelo era castaño tirando a oscuro y, lo más chocante, estaba muerto. Y entonces volví a la realidad.

– Malfoy.

Por mucho que me doliera el tobillo, por mucho rencor que le guardara, no podía dejarle tirado. Sencillamente, me era imposible hacerle eso. ¿Qué haría yo sin ese rubio que me sacaba de quicio?

– "Nada. Me moriría de aburrimiento..."

Me puse de pie como pude y fui cojeando el resto del camino. Pronto llegué a otro muro de arbustos. Me costó bastante trabajo pasar por encima de él con el pie así, pero lo logré finalmente. Al otro lado, se encontraba un gran círculo de tierra lisa y oscura. La vegetación no era visible en ningún punto interno del círculo, pero se amontonaba a su alrededor, creando su límite. Mis ojos tardaron un rato en acostumbrarse a ese nuevo descenso de la intensidad lumínica. Cuando al fin pude enfocar bien, me llamó la atención un tramo de suelo más oscuro que el resto.

– "Allí hay algo"- me dijo mi subconsciente, y temiéndome lo peor, fui a echarle un vistazo.

Con gran pesar, fui testigo de la materialización de mis temores. Allí, boca arriba, con el cuello girado hacia un lado y los brazos junto al cuerpo, estaba Draco.

- ¡Malfoy!- le grité asustada, agachándome a su lado- ¡Qué te han hecho¡Quién ha sido¡Me los cargaré a todos!

Cogí su muñeca y, con dos dedos, le tomé el pulso. Su corazón ya se había parado. Para cerciorarme de que no se lo había tomado mal, repetí el proceso en su cuello y pecho. También me acerqué a su cara, pero no noté su respiración.

– No, no, no- dije con un hilo de voz, notando las lágrimas surgir en mis ojos- No puedes haber... Vas a levantarte. Sé que vas a hacerlo. Y cuando lo hagas, te daré una colleja por darme estos sustos. ¡He dicho que te levantarás!

Hinqué un puño en el suelo, con impotencia.

- ¿Levántate, vale? Cuando cuente tres te pondrás en pie y... ¡Oh, Dios, no va a levantarse¡Nunca más lo hará!

– Vaya, vaya. Una vez más, la presa acude al cebo. Lástima que ya sea demasiado tarde para tu amiguito. Y puede que también para ti. JAJAJAJAJAJAJA.


La Peye Malfoy