En vista de que soy lo peor a la hora de responder reviews y que tampoco es que tenga mucho tiempo y ganas en este momento, he decidido dejaros el capítulo sin más, porque a este paso sino os podéis morir esperando a que actualice…
Así pues muchísimas gracias a todos por vuestros reviews (o por leer esto simplemente) y aquí tenéis el capítulo 19, después de tanto tiempo prometiéndolo Espero que no os defraude…
Capítulo 19.
A lo largo de mi vida había desarrollado un inexplicable pavor hacia la palabra "infinito". Sentía un gran pánico ante todo aquello que no tuviera un límite bien definido. Pero el miedo que sentí al mirar el cielo era imposible de describir con palabras. Tuve la necesidad de aferrarme a algo, de agarrarme fuertemente para que la inmensidad no me tragara.
Lo peor de todo fue que no tenía nada a lo que echar mano, así que no me quedó más remedio que contentarme con apartar la mirada y acariciar la llave. Decididamente, ése no era el mundo que yo conocía.
¿Cuántas veces habría mirado el cielo aquella noche? Tras esta última visión, me pareció que todas esas observaciones del firmamento las había soñado. ¿Quizá nunca había visto cómo era realmente¿Tal vez no había querido ver su verdadera naturaleza? En ese momento dudaba de todo.
Un sonoro carraspeo me hizo volver a la realidad. Subí la cabeza, doblando el cuello al máximo, y abrí los ojos con decisión. Unas pequeñas gotas de agua me golpearon las mejillas suavemente, a la vez que ante mis ojos se abría un abanico de gases arremolinados.
El color azul marino de la noche aparecía sustituido por cientos de agujeros blancos, vacíos, rodeados por grandes masas rojas que se revolvían bruscamente, adquiriendo formas imposibles. Las diminutas estrellas formaban rápidas espirales que giraban sobre sí mismas hasta perderse en la nada. De la luna no quedaba rastro alguno.
– Precioso¿verdad? Sí, casi tan reconfortante como el olor a sangre fresca por las mañanas- su carcajada se amplificó como si hubiera eco.
Yo era incapaz de articular palabra. Mis ojos iban pasando de un lugar a otro sin saber dónde posarse; los encapuchados que tenía a mi espalda, el ser plantado ante mí, las sombras moviéndose, el cuerpo de...
Volví a fijarme en él, intentando evadirme del resto. Sintiéndome como un zombie, eché a andar dando tumbos, y una vez hube salvado la distancia que nos separaba, me agaché a su lado. Unos pequeños pétalos sobresalían debajo de su cara, y apartándola un poco, fui capaz de arrancar una de las flores.
– Mortoflorias...- suspiré apesadumbrada- Y están abiertas...
– Así que conoces la especie... Curiosa naturaleza. Actúan según la vitalidad de quien las toca.
Aplasté la flor con mi mano y me puse en pie. Sentí que un fuerte destello se apoderaba de mi mirada.
– A mí me parecen repugnantes. Tanto como tú y tu pandilla de miserables.
La voz me temblaba ligeramente, pero nunca antes había estado tan segura de mí misma.
– No sé qué es lo que pretendes con todo esto- proseguí mientras me acercaba a él- Pero sea lo que sea, no pienso permitírtelo. No yo. Al menos si conservo mi vida.
A unos escasos centímetros de su cara, paré. Podía percibir su respiración lenta y pesada, casi inhumana, y el olor a azufre seco que desprendía su cuerpo. También había algo más que no supe reconocer en ese instante.
– Y a ver si te duchas un poco, que no creo que el agua te haga mal- solté como quien no quiere la cosa.
Fue un comentario plenamente inconsciente; y bastante inapropiado, si me permitís la observación; pero lo cierto es que liberó parte de mi nerviosismo y acrecentó mi valor.
– Jajajajajajajaja. ¿Habéis oído, chicos? La pequeña sangre sucia quiere vengar a su amigo. Es tan tierno que puede que hasta llore.
Todos los presentes rieron el comentario, incluso las sombras que seguían moviéndose en la oscuridad, emitiendo unos horrendos aullidos que parecían querer taladrar los tímpanos de los oyentes. La verdad es que debería darles las gracias, puesto que eso sólo hizo que mi rabia fuera mayor.
- ¡No voy a permitir que te rías de él!- chillé con todas mis fuerzas, y al instante el valle al completo quedó sumido en el silencio- ¡Tú eres el que debería estar ahí tirado! Tú... No él. Él debería estar charlando conmigo, riéndose... besándome- suspiré al final, y me faltó tiempo para percatarme de que había hablado más de la cuenta.
Lo que sucedió a continuación fue tan acelerado que no me dio tiempo ni de reaccionar. Una sombra blanca apareció entre el ser y yo, y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba literalmente enganchada en sus hombros. La pude ver retorcerse por todo su cuerpo, mientras él intentaba quitársela de encima. Y en medio de aquel panorama, yo no era capaz de hacer algo. Quería ayudarla y también quería hacerle daño al asesino de Malfoy. Pero sencillamente, mi cuerpo se negaba a obedecerme.
- ¡Huye!- oí que me gritaba, y en ese momento la reconocí.
La misteriosa chica había acudido para ayudarme.
Me sentí moralmente incapaz de hacerle caso y dejarla allí tirada, así que me lancé sin pensarlo hacia delante, intentando agarrarme yo también al ser. Justo cuando mis dedos tocaron su túnica, sentí un impacto en mi espalda y caí de bruces al suelo, comiéndome parte del césped. Un terrible frío se iba apoderando de cada parte de mi cuerpo, a la vez que mis músculos se estremecían en un continuo espasmo.
No pude hacer más que pensar en lo que decían sobre la muerte. Muchas veces la describían empezando por el frío, así que esto no se podía tratar de nada más que de mi propia muerte. Pero, tras recapacitar un poco, y por qué no, advertir que llevaba más de un minuto sin morirme, empecé a pensar que no eran más que paranoias mías. A este paso me iba a ganar el título de hipocondríaca.
- ¡Insensato!
La voz del abominable ser llegó a mis oídos aturdidos.
- ¡No vuelvas a lanzar ni un hechizo más¿entendido! Aún falta una hora.
– "¿Una hora para qué?"- me pregunté con curiosidad.
El ser se acercó a mí. La chica permanecía flotando en el aire con aspecto preocupado, pero no se atrevía a hacer nada.
Yo lo único que sabía era que alguien me había lanzado un hechizo, y que por alguna extraña razón eso no era bueno para ellos.
- ¿Ves lo que pasa cuando te enfrentas a los mayores, pequeña?
Cerré los ojos un momento para poder soportar el dolor que me recorría la columna vertebral. Sentía la garganta cerrada y una enorme pesadez en todo el cuerpo. Por la cabeza me subía un continuo hormigueo, como si miles de insectos pasearan por mi cerebro.
– Chica... creo que... la que debería huir... eres tú. Dije... dije que se lo debía... y cumpliré mi... palabra.
Un brazo fuerte agarró mi hombro y me dio la vuelta. Quedé boca arriba, con la chica flotando sobre mi cabeza. La lluvia que había comenzado hacía escasos minutos empezó a tomar fuerza, bañando pronto mis ropas.
– Sientes curiosidad por saber quién es¿cierto?- inquirió el ser, señalando el cuerpo ingrávido y transparente que nos observaba en silencio.
Asentí a duras penas. Era una de las preguntas que llevaba haciéndome todo el verano. Ahora la cuestión era¿quería de verdad recibir la tan ansiada respuesta?
- Bien, yo te lo diré- anunció orgulloso- Ella es tu propio espíritu, pequeña. Lo cual te resolverá otra gran duda existencial: tu futuro.
Una fugaz avalancha de imágenes desfiló ante mí. Vi todos aquellos recuerdos en los que aparecía la chica; en la fuente, los columpios, bajo la sombra del árbol... Siempre había sido yo. Luego apareció mi mano y un artículo de periódico, en el que mi nombre se entremezclaba con las palabras "desaparecida" y "muerta". Y finalmente, en el pasillo de la casa de Johnny, pude ver de una vez la foto que sujetaba la chica. No debí dejarle escapar... No cometas tú el mismo error que yo cometí. No lo hagas. Demasiado tarde para comprenderlo...
– Malfoy- musité asombrada.
Me sentí más impotente que nunca antes. ¿Para qué luchar si mi destino ya había sido echado a suerte¿Para qué preocuparme si ya había dejado escapar a Draco? Mi propio espíritu me había advertido, pero yo no quise oírle.
Unas cálidas notas llenaron el lugar.
– Duerme, duerme y sueña a tener... una vida sin la tentación... de delirios, de oro y poder... de juzgar, aunque exista razón...
La chica iba bajando lentamente hacia mí, dejando que los jirones de su vestido rasgado ondearan con el viento.
– La avaricia es la esclavitud... del alma y de la libertad... Que no te bese nunca la envidia... que no te abracen el odio y el mal... que no te abracen el odio y el mal...
Uno de sus pies tocó el suelo, luego el otro, y así caminó hasta pararse a mi lado.
– Duerme, duerme y sueña con ser... de tu mejor tesoro el guardián... el amor que yo en ti he volcado... de eso tienes mucho que dar...
Su voz se volvía más grave a medida que se acercaba para susurrarme al oído.
– No te engrandezcas con la riqueza... ni te apoques con la pobreza... que ni la derrota ni el fracaso te impidan... ver que mañana otro día será... ver que mañana otro día será...
Parecía que había congelado el tiempo. Nadie a nuestro alrededor se movía. Y yo cada vez sentía más ganas de quedarme tan quieta como ellos.
Sin poder resistirme más, cerré mis ojos y me abandoné al sueño.
La chica casi gritó la última estrofa de la canción, como para cerrar algún sello mágico, pero yo ya apenas lo oí.
– Duerme, duerme, aquí estaré... las nubes serán tu colchón... que ni el viento ni la brisa te dejen... de acariciar, pues tú eres mi Don... de acariciar, pues tú eres mi Don...
Duerme, duerme y sueña a tener...
No sé a ciencia cierta cuánto tiempo permanecí dormida. Ni siquiera tengo claro que llegara a abandonar del todo la realidad. Era como estar en un lugar y a la vez no estar allí. Mi mente vagaba por terreno extraño, pero mis sentidos seguían funcionando con normalidad.
Abrí los ojos cuando dejé de notar la lluvia cayendo sobre mí. La habitación estaba a oscuras, pero eso no me impidió reconocerla; de nuevo soñaba con ella.
Intentando recordar sus dimensiones, gateé hasta lo que me pareció que era el centro. El frío suelo me lastimaba las rodillas.
– Debe estar por aquí...
Tanteé con las yemas de los dedos durante un minuto que se me antojó eterno. Estaba segura de que la caja que contenía el espejo debía estar por allí, pero me desconcertaba el no ver su brillo. ¿Acaso no era la misma habitación?
Procurando no resbalar, pues tenía los pies llenos de barro aún, me levanté y eché un vistazo a mi alrededor. Nada de nada. Lo único que conseguía vislumbrar a duras penas eran las paredes que se encontraban bastante alejadas. La sensación de ahogo que había ido sintiendo se disipó ligeramente.
A medida que fue pasando el tiempo, mis ojos parecieron acostumbrarse a la falta de luz. Llegó un momento en que fui capaz de distinguir una alta silueta, plantada a pocos metros de donde yo me encontraba. Medio patinando por el suelo, logré llegar hasta ella.
Mi dispuse a tocarla para ver si podía adivinar qué era mediante el tacto. Pero al hacerlo, me topé con una textura suave y fina; una sábana cubría el objeto. Sintiendo mi corazón palpitar con violencia, cogí uno de los extremos de la tela y tiré con fuerza.
Un haz de luz plateada, de tal magnitud que alumbró la habitación entera, me golpeó directamente en los ojos. Me llevé las manos a la cara, y tras la primera impresión, me pareció que su fuerza disminuía.
– ¡El espejo!- exclamé maravillada cuando lo vi.
La superficie del cristal volvía a verse líquida y en movimiento. La toqué con un dedo, creyendo que, como en las películas, lo atravesaría e iría a parar a un mundo paralelo, lleno de conejitos cantarines y demás gilipoyeces. Nada más lejos de la realidad, puesto que enseguida di con una superficie plana, como la de cualquier espejo.
El movimiento de las ondas plateadas no tardó en cesar, empezando a reflejar una silueta.
– Wow, ésa soy yo.
Efectivamente. Pronto pude verme entera. El pelo negro, más largo que nunca antes, me caía en rizos brillantes y bien definidos. Mi vestido, blanco, había sido sustituido por uno de color negro, lleno de jirones y trasquilones. Unas botas altas calzaban mis pies, vendas negras acariciaban mis muñecas, y una gran tira de pinchos y hoja coronaba mi cabeza. Pero, lo más extraño de toda la imagen, era el curioso objeto que mi reflejo cogía en ese momento y terminaba por engancharse en un cinturón, también construido con pinchos y hoja, que sujetaba la cintura de su vestido.
Me quedé inmovilizada, pues acababa de notar cierto cosquilleo en todo el cuerpo y algo así como un peso que caía de repente; había vuelto al bosque.
Un aliento caliente y fétido me golpeó en la cara, y noté que alguien me cogía por las muñecas.
- ¿Tuviste un buen sueño, pequeña?
