¡Hola otra vez! Ya estoy devuelta y vengo con unos cuantos mensajes.
En primer lugar quiero dar las gracias a todas las personas que dejaron un review. En verdad, desde el fondo de mi corazón, muchísimas gracias. Acabo de entrar a la Universidad y tomé varias materias, por eso es que me demoro tanto en subir el nuevo capitulo; pero gracias a sus comentarios, las energías llegaron hasta mí y aquí lo tienen.
En segundo lugar quiero avisar que ya no será un Two-Shot. Supongo que se estarán preguntando por qué. Bueno, cuando comencé la historia, sólo tenía ideas leves de lo que iba a ocurrir, pero conforme pasó el tiempo cositas nuevas llegaron a mi mente que simplemente no puedo dejar fuera. Esto no significa que será un fic largo, pero espero dejarlos a todos satisfechos.
Bueno, eso era todo.
Sumario: Recuerdos del inicio. Una visión a las vidas de Juubei y Kazuki antes de llegar a la Fortaleza Ilimitada y la acción que llevó a Kazuki a ser uno de los Reyes de los VOLTS.
Advertencia: Shounen ai.
Disclaimer: Get Backers no me pertenece, así que no me demanden. En serio, no se llevarán nada útil.
Kazuki, por su parte, estaba bastante sorprendido, pero ya sabía la respuesta que debía… -no, quería-… dar.
"Lo siento mucho, Kirishima-san, pero no puedo."
Cap. 2: Lo que se Oculta en el Fuego:
La fría mirada del Emperador estaba concentrada en el edificio destartalado. El muchacho actuaba como si no le importara que la lluvia lo estuviera empapando. A su alrededor, todos los presentes cuchicheaban, nerviosos por lo que será de este acontecimiento.
De pronto, de la puerta y las ventanas del edificio comenzó a salir un humo denso y negro. Los murmullos se hicieron más sonoros, y la preocupación que oprimía el corazón de la joven cubierta por velos rosa se hizo mayor.
Los Kirishimas habían partido a su hogar hace una semana. La vida siguió transcurriendo de manera normal en la residencia Fuchouin. Las prácticas con los hilos se habían hecho más intensas, como también el entrenamiento de Juubei con sus agujas voladoras. Casi no tenían tiempo para verse, pero aún así lograban separar al menos unos breves minutos para compartir.
Kazuki jamás le contó a Juubei acerca de la petición del joven Kirishima; sabía muy bien que el muchacho no lo había tomado de buena manera, por más que lo negara. Además, si llegaba a comentárselo, estaba seguro que su amigo le preguntaría los motivos para negarse a unas cortas vacaciones en Kyoto.
Sin querer, la mente del joven Fuchouin se alejó bastante y su padre encontró la oportunidad perfecta para atacarlo. Cuando volvió en sí, Kazuki se dio cuenta que estaba colgado cabeza abajo y que su kimono se había rasgado. Su padre lo observaba de manera severa.
"Kazuki¿cuántas veces te he dicho que siempre debes permanecer atento?" Le preguntó su padre mientras soltaba los hilos y dejaba bajar lentamente a su hijo para que no se hiciera daño.
"Lo siento, padre. Mi mente está divagando."
Su padre liberó un suspiro. "Esta bien, supongo que es bastante práctica por hoy. Ve a la casa y cámbiate de ropas. Si tu madre te ve… me va a regañar."
El chico asintió y se dirigió a la casa. Pasó la tarde ensayando sus melodías en el koto. Si tenía tiempo, quizás podría tocarlas para Juubei. Sus niñeras, aunque no le agradaba llamarlas así, pasaron la tarde con él. Todas eran muy gentiles con el joven Kazuki, casi como una madre… Pero ninguna era capaz de suplantarla en su corazón. Su madre era muy especial y esta noche ella regresaría de su viaje.
Un muchacho de largos cabellos marrones observaba el cadáver en el suelo mientras que la habitación se llenaba de humo y sus paredes comenzaban a consumirse por el fuego. Sus ojos se veían perdidos, opacos, sin vida. ¿En verdad fue capaz? Se miró las manos… estaban llenas de sangre.
"Kazuki…" Dijo una voz entrecortada. "Te prometo que, mientras viva, jamás me alejare de ti. Así no te veras obligado a quitarle la vida a nadie más. Prefiero manchar mis manos con sangre y llevar la culpa que verte de esta manera."
Pero el otro no lo escuchaba… no podía…
En medio del bosque se erigía una cabaña abandonada. Dentro de ella se llevaba a cabo una reunión; todas eran figuras vestidas con colores oscuros y rostros cubiertos.
"Quiero que arrasen con la escuela. Nadie debe de permanecer con vida."
"El joven Kazuki tiene el cabello tan largo y hermoso. Me gustaría tenerlo así." Elogió una de las doncellas que estaba en la habitación. En total, eran tres muchachas que le mantenían compañía. Su padre le había dicho muchas veces que aquellos no eran comentarios adecuados para jovencitos, pero a él no le importaba mucho, además, siempre hacia que su madre sonriera.
De pronto las melodiosas notas del koto dejaron de sonar para ser suplantadas por risas llenas de alegría.
Y luego…
Luego se escuchó una explosión tan fuerte que sacudió los cimientos de la casa. Por unos momentos todos permanecieron quietos y en silencio, esperando si habría otra explosión. Y claro que hubo otra, y luego un par más. En el patio se podían escuchar gritos incoherentes de los habitantes y el sonido de armas.
Una de las doncellas se asomó a la ventana y, casi al instante, una flecha traspasó su frente. La muchacha cayó muerta al suelo, con los ojos y la boca levemente abiertos. Los presentes gritaron ante tal escena y se alejaron lo más posible de la ventana. La doncella mayor tomó al joven heredero en sus brazos, siendo la que mantenía la mayor calma.
La puerta de la habitación se abrió y uno de los guardianes de la escuela entró, manchado de sangre y tierra. "¡Están atacando la escuela¡Todos deben de salir de aquí!" Fue lo que lo dijo y les hizo señas para que lo siguieran.
Las dos doncellas y el joven Kazuki corrieron a través del corredor que llevaba hacia el patio. Cuando dieron vuelta en una de las esquinas, una espada se encajó en el vientre del guardián, para después hacer un corte vertical hacia arriba y abrir completamente el torso del hombre. La sangre salía a raudales de su boca, pero tuvo la fuerza suficiente para retener al atacante y esperar a que las doncellas huyeran con el niño.
Kazuki comenzó a percibir con más fuerza el olor de humo y el de carne quemada. Era nauseabundo. Era horrible. Se aferró con fuerza al kimono de la muchacha, y ésta, para tranquilizarlo, le susurraba palabras dulces al oído: "No te preocupes, nada te va a suceder."
"¡Juubei¿adónde vas!" Preguntó Sakura, desesperada, tratando de evitar que su hermano también se marchara.
"¡Suéltame, hermana¡Yo también debo ir¡Es mi deber!" Gritó el joven Kakei, tratando de hacer su camino hacia la puerta. Se había enterado que la mansión Fuchouin estaba bajo ataque y su padre le ordenó que se quedara en casa. ¿Cómo podía ordenarle eso si él, Kakei Juubei, tenía la honorable misión de proteger al heredero de los Fuchouin?
"¡Por favor, no lo hagas!" Suplicó la muchacha, las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos. "Padre y madre te ordenaron quedarte conmigo… Ellos sabrán que hacer… Juubei… ¡JUUBEI!" Pero ya era muy tarde, el joven Kakei se había liberado del agarre de su hermana y se encontraba corriendo en dirección a la mansión Fuchouin, donde probablemente encontraría la muerte. A Sakura no le quedó más que llorar por la estupidez de su hermano menor.
El señor Kakei y su esposa trataron de llegar lo antes posible; aún así, al momento de su arribo ya había varios muertos. La mayoría eran jóvenes estudiantes de la escuela Fuchouin. Era una lastima ver que tantas vidas inocentes hayan perecido en un acontecimiento como este.
Más adelante pudieron vislumbrar al Jefe de la Familia Fuchouin pelear contra una persona vestida de negro. El combate era feroz y sangriento, y ninguno daba señal de ceder. El Jefe de la Familia Kakei había terminado con un tipo que se atrevió a meterse en su camino, dirigió una mirada a su esposa y al ver que ésta estaba controlando la situación con sus velos, decidió darle una mano a su compañero. El escenario estaba rodeado de llamas.
Al intentar llegar al otro extremo, una flecha envenenada se clavó en su pierna, dejándola inmóvil instantáneamente. "Maldición, es veneno." Se dijo entre dientes. Para cuando levantó la vista, observó con horror que el Jefe de la Familia Fuchouin caía de rodillas ante la otra figura… la otra persona levantó una katana y rápidamente cortó la cabeza del hombre. La sorpresa no le dejó mucho tiempo para enojarse o entristecerse, ya que justamente en aquel instante su esposa ahogó un gritó. El señor Kakei ladeó su cuerpo e intentó arrastrarse, pero cuando estuvo en posición, fue testigo de la escena más horrible… su esposa estaba siendo ahorcada por sus propios velos. Extendió su mano, como si con eso pudiera evitar aquella catástrofe. Los huesos del cuello de la señora Kakei no resistieron más y con un sonoro CRACK, el cuerpo sin vida quedo inmóvil.
El hombre dejó caer su mano. Ya no podía hacer nada más.
"Estas son las reglas de la vida." Dijo una voz detrás de él, y luego, todo fue negro.
Kazuki y las dos doncellas restantes estaban encerrados en una habitación. Era el único lugar donde podían estar sin ser descubiertos. El joven se aferraba con fuerza en los brazos de la muchacha y trataba de contener las lágrimas que querían salir. "Juubei¿dónde estás?" Era en lo único que podía pensar.
La puerta se vino abajo y entraron tres hombres armados. La más joven de las muchachas se lanzó encima de ellos. Los hombres, con un solo y veloz movimiento de espada, la cortaron por la mitad.
La última doncella se puso de pie y se colocó frente a Kazuki, sirviéndole de escudo. "Escúchame bien, Kazuki. Tú no vas a morir aquí, te vas a ir y vas a vivir… Y en el futuro vas a vengar lo sucedido con la escuela Fuchouin…" Si iba a decir otra cosa, los hombres no se lo permitieron. El más grande y el que lucía más feroz, dio un paso en frente y clavó su espada justamente en la garganta de la mujer. Ella sólo le devolvió una mirada llena de odio y asco. Los otros dos movieron con mucha velocidad sus armas y desmembraron a la doncella.
Sus restos cayeron al suelo en un charco de líquido escarlata, su rostro todavía reflejaba aquella mirada de odio dirigida hacia los hombres.
El más alto de ellos pateó la cabeza, para luego posar su mirada en la del pequeño que seguía con vida en la habitación. Su rostro estaba cubierto, pero a través de la tela se podía notar que sonreía de manera torcida.
Tetsu Kirishima observaba el paisaje de sus jardines con la mirada perdida, como si pensara en algo que está muy, muy lejos. "Te prefiero muerto, antes de que me rechaces."
La habitación apestaba a sangre y a cuerpos quemados, pero dentro de poco, ya no tendría importancia para él. Nunca comprendió porque las personas tenían que pelear de esta manera, porque tenían que matar a los demás. ¿Acaso era un sueño muy inocente aquel de seguir viviendo en paz con su familia, amigos y conocidos? El sueño de la Escuela Fuchouin, aquel que sus ancestros habían fundado siglos atrás, hoy día se consumía en el fuego del odio y la crueldad.
Los tres hombres se acercaron al joven Kazuki, con sus espadas empuñadas…
Para luego detenerse y quedarse así por varios minutos. El joven Fuchouin se preguntaba si esto era un milagro, pero al mirar mejor se dio cuenta que lo que detenía a los hombres eran varios hilos de seda que los había atrapado como moscas en una tela de araña.
"No se atrevan a tocar a mi hijo." Murmuró una voz fría.
Uno de los hombres intentó moverse, pero eso fue un grave error. Desde el exterior de la habitación en llamas se escuchó el sonido de un cascabel; de pronto, los hijos comenzaron a moverse como si tuvieran vida propia y cortaron en pedazos a los tres hombres en menos de 1 minuto.
Kazuki no sabía que hacer, pero sí había reconocido aquella voz.
Como un susurro de telas, una mujer de largos cabellos castaños, y vestida en kimonos tradicionales, se arrojó al suelo, sin importarle que sus ropas se empararan de sangre, y abrazó al asustado pequeño con mucha fuerza.
"No te preocupes, Kazuki. Mamá ya está contigo." Le susurró al oído y una lágrima escapó de sus ojos.
Y aunque el panorama era gris y sombrío, aquellas palabras dichas por su madre le dieron la seguridad que el día de hoy no moriría.
CONTINUARA…
Bueno, como dije, siento mucho haberlos hecho esperar. Dentro de pronto ya tendré dos semanas de vacaciones. Además, prometo actualizar más seguido de ahora en adelante. ¡Gracias por leer!
