Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de Rowling.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Ignora la historia del sexto libro pero toma datos de él.
Es un SS/OMC (personaje original masculino)
Capítulo 1. AuguriosUn precioso instante de calma. El momento en que las burbujas empiezan a remitir, se añade un último ingrediente cuidadosamente medido, el fuego se rebaja y el líquido oscuro se aclara en un remolino de fuerzas internas en contraposición.
Podría hacerlo eternamente, encerrarse allí, permanecer asilado del mundo para siempre, con sus pociones, sus ingredientes, frascos, probetas y calderos. Nada más, nadie más. Solo.
Pero nada es tan sencillo.
Apagó el fogón con un gesto seco y dejó que la poción recién creada reposara. La oscuridad se adueñó de las mazmorras. Severus Snape no se molestó en encender luz alguna, le gustaba la oscuridad, le ayudaba a relajarse y pensar. En la oscuriad no había cosas tan desagradables como en la luz. Eso lo había aprendido hacia mucho tiempo. Se acomodó en uno de sus sofas y prendió sus negros ojos de la oscuridad que le rodeaba, del tenue resplandor azulado de la poción. El silencio allí abajo era palpable, como un manto. Silencio, oscuridad, Severus se recostó y disfruto de ellas.
Entonces sintió la llamada. Severus se estremeció al sentir como el tatuaje de su antebrazo parecia clavarse en su piel, hundiéndose en su carne. Recordandole con dolorosa claridad que su vida no era suya para decidir. Que su breve momento de calma había terminado.
Fuera de esas mazmorras, lejos de la oscuridad y el silencio, había un mundo.
Y Severus Snape tenía que rendirle cuentas.
Como una ominosa sombra, abandonó el castillo, para después desaparecer en la noche.
El amanecer llegó demasiado pronto.
Severus Snape se masajeó las sienes en un vano intento de calmar su jaqueca. Era habitual en él sufrir de migraña. El precio a pagar por el uso continuado de Oclumencia, la necesidad de mantener sus secretos bajo llave y a todos los demás lejos de ellos. Nunca bajar la guardia, nunca permitirse un descanso.
Su vida dependía de ello.
No iba a tener paz, eso desde luego. No con el regreso de Lord Voldemort y el resurgir de sus mortífagos. Lo viejos tiempos habían regresado, con sus secretos y su muerte.
El necio Fudge, ministro de magia,había sido destituido en el cargo por el mas recio Rufus Scrimgeour, que por otra parte tampoco podría hacer mucho más, el ministerio no tenía suficiente fuerza o sutileza para afrontar la amenaza.
Severus se sentó al borde de la cama y observó que había dejado la máscara de mortífago sobre la mesilla. Se amonestó en silencio, había sido una necedad dejarla así, por imposible que fuera para alguien conseguir entrar en sus aposentos tras las barreras mágicas. No podía correr ningún riesgo.
Guardó la máscara, blanca y anónima, con el resto de sus vestimentas de mortífago. A buen recaudo tras sus protecciones mágicas.
Entonces le llegó el olor del café recién hecho... lo que le puso en guardia inmediatamente.
Había alguien allí. Severus cogió su varita inmediatamente y murmuró unas defensas automáticas sobre si mismo. Con su larga y oscura varita entre los dedos se percató de que, fuera quien fuera, le había traido café... y también podía oler tortitas. Con un suspiro bajó la varita y abrió la puerta de su dormitorio hacia el despacho.
- Buenos días, director.
Albus Dumbledore, director de Hogwarts, le saludó alegremente desde su sofá frente a un desayuno recién hecho. Dumbledore parecía realmente la imagen del abuelo entrañable que cuenta historias frente al fuego, con su larga barba blanca, sus ojos azul brillante tras los anteojos de media luna, alto y delgado, vestido con túnicas de colores brillantes y siempre con un caramelo o un dulce en las manos.
Muchos le hubiesen tomado por un simple mago de avanzada edad demasiado viejo y demasiado blando para ser una amenaza para nadie.
Pero este mago había derrotado a Grindelwald, el mago oscuro, era la unica persona a la que Voldemort temía, y había entrado en el despacho de Severus Snape como si las protecciones y trampas mágicas no existieran.
- Buenos días, Severus. Te has perdido el desayuno de modo que me he tomado la libertad de traerte algo de comida.
Que amable por su parte. Severus no dejó traslucir su enfado, pero lo cierto era que bullía de rabia. Ni un momento iba a permirtirle, ni uno. Dumbledore quería saber que había ocurrido en la reunión de mortífagos, y acudía a primera hora para averiguarlo, invadiendo su privacidad.
Ignorando el desayuno y a Dumbledore, Severus regresó al dormitorio y entró al baño, necesitaba una ducha y maldito fuera el director si pretendía interrogarle en camisa de dormir.
Interrogarle. Severus dejó que el agua helada le golpease, pero se suponía que Dumbledore no necesitaba interrogarle, era Severus mismo quien había acudido al director, quien había confesado su pertenencia a los mortígagos y su alianza con Lord Voldemort. Se suponía que estaba allí por su propia voluntad, tenía una gran deuda con Dumbledore y con su propia conciencia. En teoría tenía elección... podía negarse, Albus no le ordenaba... le pedía...
A veces Severus no podía evitar sentir que Albus se limitaba a usar su culpabilidad y gratitud como un arma contra él.
Ya ataviado con su habitual túnica negra abotonada hasta el alto cuello, Severus salió a reunirse con Dumbledore, que daba buena cuenta de una bolsa de bombones que inmediatamente le ofreció.
- No, gracias director.
- Albus, Severus, por favor, me haces sentir realmente viejo llamandome director.
- Albus.- Continuó Severus.- No tengo hambre, no debiste molestarte.
- Deberías comer algo, Severus, vas a quedarte en los huesos y los elfos domesticos empezarán a golpearse contra las paredes pensando que no te agrada su comida.
Tan paternal, era condenadamente dificil negarle algo a aquel habil manipulador. Severus tomó asiento en su propio sillón frente a Dumbledore, dejando la mesa de te entre ellos. Le agradaba tener algo de espacio, una barrera física con su interlocutor. Albus sonrió y empujó el plato de tortitas hacia él.
Con un suspiro Severus cogió la taza de café y tomó un sorbo, realmente lo necesitaba. Demonios, puede que Dumbledore le utilizara, pero al menos tenía buenas intenciones. Y eso era lo máximo a lo que Severus era capaz de aspirar en su situación.
- Lord Voldemort está impaciente, hoy mas que nunca.
- Ahora que ha recuperado su cuerpo mortal se ha reavivado su temor a la muerte.- Razonó Dumbledore.
- Probablemente, quiere recuperar el poder que el miedo le proporcionó antaño, por la via rápida. Asesinatos.
Dumbledore pareció envejecer diez años en el lapso de un segundo. Severus advirtió el dolor nublando los perspicaces ojos azules.
- ¿Alguna lista¿Planes?
Severus negó con gravedad mirando su reflejo en la negra superficie del café.
- Si su comportamiento tiene algun plan trazado no lo ha compartido con nosotros. En el mejor de los casos tiene un gran plan, en el peor, está loco.
Dumbledore asintió, por extraño que sonara era mejor enfrentarse a un enemigo realmente inteligente a un demente, porque la locura era algo impredecible.
- ¿Y tu que crees, Severus¿Ha perdido Tom Riddle la razón?
Se quedó sin palabras. Lord Voldermort siempre había sido... impenetrable, su inteligencia y ambición eran innegables, pero las personas singulares siempre eran dificiles de entender, porque pensaban a un nivel distinto que los demás. A veces y solo a veces... Severus había sentido que comprendía al señor Tenebroso a un nivel que nadie más podía... pero jamas le diría eso a Albus.
No podía contarle a Dumbledore toda la verdad... porque la verdad no era blanca o negra, nada lo era.
- No lo sé, antes lo sabía, pero ahora... su resurrección le ha cambiado, pero no sé hasta que punto.
Dumbledore se tomó otro bombón y permaneció pensativo un rato, durante el cual Severus se obligó a tomar al menos un par de tortitas.
- En fin, otro año más Severus, esperemos que las cosas mejoren.
- No lo harán.- Replicó Severus sin pestañear.
El director se encogió de hombros con una sonrisa llena de esperanza y marchó.
Un año más¿era mucho pedir un solo curso sin sentir el espectro de la muerte a sus espaldas¿O la omnipresente sombra de Azkaban?
Todos los años lo mismo. El mismo presentimiento de que algo malo iba a ocurrir.
Claro que no era dificil acertar en esas premoniciones, en eso Sybil siempre acertaría con su pesimismo. Desde que Harry Potter había entrado en la escuela de Hogwarts no había tenido un segundo de calma.
Era condenadamente dificil cumplir con todas sus obligaciones, profesor de pociones, miembro de la Orden del Fenix, mortífago y sombra del irresponsable Potter.
Severus se cubrió de los hombros a los pies con otra capa oscura, no podía decepcionar a los asustados recién llegados de primer curso, todos habrían oido historias del "horrible, grasiento, narigudo y amargado demonio de luto que enseña pociones". No era que le importara lo mas mínimo la opinión de unos miserables estudiantes, pero tenía menos probabilidades de ser abordado por cuestiones sociales si ofrecia el aspecto mas intimidatorio posible. Ser totalmente inaccesible para los demás le daba una gran dosis de intimidad en un lugar lleno de gente.
Se dirigió hacia la sala de profesores para finalizar los ultimos tramites del nuevo curso. Los estudiantes no llegarían hasta la noche para la cena inaugural y aun tenía un largo día para preparse para otro año rodeado de miniaturas de magos y brujas, desastres en potencia, y por supuesto el incombustible vórtice de problemas que era Harry Potter y su séquito de descerebrados Gryffindors.
Por otro lado ese era el último año de Potter y su curso, lo que significaba que también se libraría de Neville Longbottom, extraordinario creador de pociones explosivas de alta volatilidad, aquel chico podía convertir una poción de curación en nitroglicerina pura. Solo un curso más y se acabó vigilar constantemente a Potter, tratando de mantenerle a salvo de sus propias heroicidades absurdas.
Y por supuesto este año las reuniones con la Orden del Fenix serían ligeramente mas llevaderas con Sirius Black muerto, asesinado por mano de Bellatrix pero llevado a su destino por su propia necedad y la de su ahijado Potter. Valor y coraje llevados hasta el extremo mas insensato.
Ahora tenía que enfrentar una dificultad de todos los años. Conocer al nuevo profesor de DAO, otro que probablemente solo duraría un año.
Howgarts había visto pasar a tantos profesores de DAO como años llevaba Dumbledore de Director del colegio. El puesto, según le había confiado Dumbledore, estaba maldito desde que había rechazado dárselo al mismísimo Tom Riddle, que después se haría llamar Voldemort.
Pero por supuesto Severus no podía sino pensar que sencillamente Dumbledore elegía de forma pésima a los profesores, e insistía en probar la falsedad de la maldición ofreciendose para el puesto todos los años.
Y todos los años Dumbledore rechazaba su solicitud argumentando que temía que la maldición le afectase a él también. Absurdo, despues de Quirrel, Lockheart, Lupin, el impostor Moody y la impuesta Umbrige había esperado obtener el puesto por fín, pero no.
Dumbledor había encontrado a otro profesor, como siempre. Un tal Charnag Oloth. El nombre ya era extraño, Severus ni siquiera sabía de donde era ni le sonaba, y eso bastaba para que fuese sospechoso sin necesidad de conocerle en persona.
Un recién llegado que Dumbledore consideraba cualificado para dar unas importantísimas clases a niños que tendrían que vivir en tiempos de guerra. La Defensa contra las artes oscuras era ahora una prioridad o debería serlo teniendo en cuenta los tiempos en que estaban viviendo. Los viejos tiempos han vuelto, los malos tiempos.
La sala de profesores estaba llena, todo el personal docente terminaba los últimos detalles del curso, material, horarios, normas de seguridad...
Minerva McGonagall estaba ordenando religiosamente sus temarios de curso. Severus se sentó para coger fichas en blanco de alumnos que tendría que rellenar con los datos de los recien llegados que fuesen seleccionados en la casa de Slytherin.
- Oh, Severus, menos mal que le he encontrado.
No, Sybil Trelawney no. La profesora de adivinación tenía una auténtica fijación con su persona, continuamente le acosaba con sus supuestas predicciones. Todas catastróficas por supuesto, en el tiempo que llevaba escuchando las predicciones de la incompetente profesora debería haber muerto en al menos doscientas trece ocasiones, cada una mas original que la anterior.
Severus cruzó las manos y apoyó la barbilla sobre ellas dirigiendo una mira aburrida y ausente a la estrafalaria mujer.
- Buenos días, Trelawney¿de qué horrible y estrafalaria manera acabaré mis días este curso?
- ¡Al contrario¡Tengo magníficas predicciones!
Es ese instante todos los presentes, Severus incluido, se quedó mirando a la profesora Sybil como si le hubiese salido una segunda cabeza. ¿Una predicción positiva? Aquella mujer no había dado una noticia alegre a nadie en toda su vida. Si hasta veía la muerte cuando simulaba leer las galletitas del te.
- Que bien¿verdad, Severus? Adelante Sybill¿de que se trata?
Flitwick se acomodó sobre los libros que le servían para auparse en su asiento y poder ver por encima de la mesa. Puede que el jefe de la casa Ravenclaw tuviese un corazón de oro pero estaba claro que disfrutaba tanto como los demás de las predicciones que Sybill le hacía a Severus, y de las acidas respuestas de Severus, por supuesto.
- Oh, son magnificas noticias, verás, estaba lanzando cartas para predecir el destino de todos mis queridos compañeros docentes. ¡Y entonces tuve una visión!
Severus se obligó a ser paciente. Magnifico. Una visión. Hubiese preferido que Sybill le contase que la proxima mascota de Hagrid iba a destriparle a oir todo aquel teatro de una buena noticia.
- Y vi un cuervo que se había quedado atrapado en un lago negro, como alquitran, y se hundía y no podía salir, y supe que ese eras tú.
- Aja, supongo que saber que me voy a ahogar en un lago de alquitran es una magnífica noticia para los alumnos.
- ¡Severus!.- Reprochó McGonagall.- Sabes que eso no es cierto.
Severus se limitó a dirigir una mirada esceptica a la jefa de Gryffindor y Sybill manoteó con nerviosismo tratando de recuperar la atención de su audiencia.
- ¡No, no es solo eso! Entonces, mientras el cuervo se hundía había otros pájaros mirando, pero se limitaban a piar y dar vueltas.
- Aja... ya veo que la cosa mejora.
Impreterrita ante el sarcasmo, Sybill continuó.
- Entonces llegaron unas serpientes, daban vueltas alrededor del estanque¡estaban esperando para comerte!
- ¿En que quedamos, Trelawney¿Ahogado o devorado?.- Intervino Sprout, claramente divertida y sin mala intención.
- Ninguna de las dos.- Respondió Sybill con orgullo.- Justo en ese momento una figura encapuchada salía del fondo del lago negro y sacaba al cuervo con sus manos salvándolo y poniendolo a salvo de las serpientes.
Severus dirigió una mirada asesina a Sprout, que había reaccionado al final feliz con una teatral exclamación de ternura y devolvió su atención a guardar los horarios y las fichas sin perder el tiempo en prestar atención a Trelawney.
- ¿No te parece magnífico?.- Insistió esta.
- Si, Trelawney, me parece maravilloso, cuando aparezca mi salvador me aseguraré de presentartelo. Ahora si me disculpas.
Salió de la sala de profesores antes de que Sybill empezase a dar sus predicciones al resto del claustro, tenía cosas mejores que hacer que escuchar las payasadas de aquella mujer. Si no fuera porque Trelawney había sido la vidente que había realizado la Profecía de la derrota de Voldermort, y su regreso, ni siquera estaría en Howgarts. Trelawney ni siquiera era consciente de haber realizado la predicción, había estado en estado de trance, el unico real de su vida.
Mientras abría la puerta del aula de pociones Severus dió un respingo.
¿Era casualidad o como podía saber Trelawney que Severus era un animago cuervo?
Nota de autora: Bueno, mi primer fanfic de Harry Potter, a ver que me sale.
