Perdido en mí
Capítulo 2: Lágrimas de niña
Amanecía en Araphen. Los gallos anunciaban el nacer de un nuevo día. Un joven monje había despertado un poco más temprano que el amanecer. Sonrió, al ver los rayos de sol entrar en su hogar. Aquel monje era como un ángel caído del cielo, ojos azules, largo y hermoso pelo amarillo, voz suave y un corazón tan caritativo que algunos no sabían como cabía en su delicado cuerpo.
- Gracias por este nuevo día – pensó el monje al terminar sus oraciones – Santa Elimine
Nuevo día, hermoso nuevo día. No muchos pueden agradecer que llegue un nuevo día.
El joven monje tenía que empezar con el aseo del lugar. Tomó una escoba que tenía cerca y barrió la puerta de la casa donde estaba viviendo. Los pájaros empezaron a despertar y a cantar, ese lugar parecía ser de gran tranquilidad.
- Poco durará esta tranquilidad – pensó el monje sonriendo – cuando los niños despierten…
Aquel lugar era un orfanato. Este monje era el encargado y fundador de él. A pesar de llevar poco tiempo, había logrado muchas cosas con los pequeños que tenía que cuidar.
- Joven Lucius – dijo una mujer acercándose al monje - ¿Cómo ha estado?
- Santa Elimine me ha otorgado un tiempo hermoso – dijo Lucius mirando a la mujer que tenía al frente sin parar de barrer - ¿Y cómo ha estado usted, lady Francesca?
- Algo atareada – dijo Francesca – pero nada que no sé pueda arreglar
Lady Francesca no era más que una joven de pueblo, no pasaba los 18 años. Ella tenía un cabello ondulado, ojos verdes y pasaba por unos centímetros al monje en altura.
- ¿Los niños aun no despiertan? – preguntó Francesca
- No – dijo Lucius – es mejor que duerman por ahora
- Tiene razón – dijo Francesca – iré a preparar el desayuno
Francesca entró a la casa, Lucius siguió barriendo. Al terminar, se limpió un poco el sudor de su frente y miró hacía un lago que había cerca. En ese momento, vio a un jinete acercarse.
En su momento, Lucius no reconoció al jinete, solo vio que cargaba con una niña, que parecía muy cansado y que no había dormido nada en la noche. Lucius corrió a ver al jinete, al estar a 5 metros, lo reconoció.
- Él es… - pensó Lucius – uno de los jinetes que acompañaban a Lady Lyndis… Sain…
Sain iba cada ves más lento, el sueño se había apoderado de él casi por completo. Ni él mismo podía entender como seguía cabalgando con la pequeña a cuestas. Lo que había pasado la noche anterior le había quitado todas las fuerzas. Sain vio a Lucius, no lo reconoció, no podía pensar en nada en ese momento, se movía por inercia.
Los ojos de Sain se empezaron a cerrar, intentaba mantenerlos abiertos… pero cada ves pesaban más. Al final, los cerró.
- ¡Cuidado! – gritó en ese momento Lucius
Sain lo escuchó, pero el sueño y el cansancio ganaron. Haciéndolo caer en un profundo sueño.
Risas de niños, risas de niños inundaban el ambiente. ¿Dónde estaba? Sain se sentía confundido, abrió los ojos, vio unas manchas cafés que de a poco empezaron a ser pedazos de madera. ¿Acaso lo que había pasado era una pesadilla? Eso era lo que esperaba. Se tapo la cara con las frazadas, no le había gustado para nada ese sueño.
Se acordaba que había matado a una bella dama sin querer porque estaba luchando contra una criatura que era su hermana menor. Que había tenido que tirar aquel hermoso cuerpo al lago, ya que no tenía ninguna herramienta para poder enterrarla. Después, había envuelto en unas telas que llevaba a la hermana y cabalgó sin rumbo buscando que podría ¿No es muy bizarra esta historia para ser verdad?
- Todo fue un sueño… - pensó Sain aliviado
- ¿Quiere comer algo?
Sain se sentó en un instante al escuchar aquella voz. Esa voz era de una dama, una joven dama. Sain la miró perplejo.
- Le preguntaba si quería comer algo – preguntó de nuevo la dama
- ¡Parece que me he muerto! – dijo Sain tomando la mano de la dama
- ¿Ah? – dijo la dama algo confundida
- ¡Un ángel ha venido a verme! – Dijo Sain - ¡Qué dicha la mía¡Yo que
pensaba que me iría al infierno¡Gracias¡Gracias! No soy digno de
recibir tal ofrenda. Por favor, ángel dígame cual es su hermoso nombre
para tallarlo en mi corazón
- Mi nombre es Francesca – dijo Francesca sacando su mano de las manos de Sain, estaba bastante asustada -¡Joven Lucius!
- Pero… - dijo Sain – ¿No me diga que tiene alguien más además de mí en
su corazón? Debe ser muy duro para usted… Que desdicha la mía… sus ojos
me atraen como…
Ahí, Lucius apareció.
- Su amigo esta enfermo – gritó Francesca
- Solo le decía que lo que su belleza ha provocado en mi – dijo Sain
Lucius empezó a reír, Francesca se enojó. Sain lo reconoció, pero no dijo nada.
- Lo siento Francesca – dijo Lucius intentando se no seguir riendo
- Necesito una explicación de esto – dijo Francesca
- Esta más sano de lo que pensé – dijo Lucius a Francesca, esta lo miró confundido
- ¿Lucius? – dijo finalmente Sain - ¿Tú eres aquel monje?
- Hace tiempo que no nos vemos, Sain – dijo Lucius sonriendo
- Yo le traeré algo – dijo Francesca
Francesca salió rápidamente, no quería estar cerca de Sain
- ¿Dónde conociste ha tan bello bombón? – preguntó Sain a Lucius, mientras Lucius se sentaba en la cama
- Ella se ofreció a ayudarme con el orfanato – dijo Lucius – es una buena persona
- Me has ganado una bella dama como veo – dijo Sain – tendré que seguir mi viaje…
- Yo nunca dije que… - dijo Lucius
- Rufián de hermosas damiselas – dijo Sain pegándole unos codazos suaves a Lucius – ¡Déjame una!
Lucius respiró profundo, sabía que si no cambiaba el tema, Sain seguiría molestándolo.
- Quería preguntarte algo – dijo Lucius seriamente
Sain cambió rápidamente de expresión. De feliz a algo triste, no le gustaban los asuntos serios.
- Cuando te encontramos – dijo Lucius – venías con una niña
Sain tragó saliva ¿Acaso el sueño era verdad?
- Ella – dijo Lucius – aun no despierta, esta bastante débil… No esta en peligro de muerte… Pero se ve mal. Quisiera saber que pasó con ella
Sain empezó a rascarse la cabeza, no tenía muchas ganas de responder.
- Yo la encontré en la noche… - respondió Sain – mientras viajaba… Su hermana había muerto recién… la pequeña estaba inconsciente… No puedo decirte mucho más
No tenía ganas de contar la historia de la criatura y de los ojos amarillos, no… No quería, le aterraba solo recordar los ojos amarillos.
- Le tendré que preguntar a ella entonces – dijo Lucius – gracias Sain
Sain miraba la frazada, la tenía agarrada fuertemente, parecía preocupado.
- ¿Pasa algo Sain? – preguntó Lucius al verlo así
- ¡Nada! – dijo Sain como si lo hubiera asustado – además, creo que ya me debería ir
Ahí apareció Francesca con la comida
- Come algo – dijo Lucius – creo que necesitas descansar
Sain afirmó, tomó la sopa y la bebió de un sorbo. Aquella sopa no le llenaba ni el décimo de su estómago. No esperaba más, se veía que ese lugar era muy austero. Francesca se retiró con el plato. Y salió del lugar
- La pequeña despertó – se escuchó a Francesca
Lucius fue directamente a la pieza donde estaba la niña, Sain la siguió. A pesar de todo, le preocupaba la pequeña
- ¿Dónde estoy? – preguntó la niña
La pequeña niña poseía una mirada inocente que podía romper cualquier corazón. Sain no podía creer que era ella la criatura de los ojos amarillos.
- Estas en un orfanato – dijo Lucius
- ¿Qué? – dijo la pequeña - ¿Un orfanato?
- Si – dijo Lucius tomando la mano de la pequeña – aquí te cuidaremos ¿Cómo te llamas?
- Me llamo… - dijo la pequeña – me llamo Ginna…
- ¿Me permites decirte Gin? – le preguntó Lucius
- Bueno… - dijo Ginna – así me dice mi hermana – momento de silencio - ¡Mi hermana¿Dónde esta ella?
Lucius apretó las manos de Ginna, cerró los ojos, después los abrió. Miró a Ginna a los ojos.
- Ella… - dijo Lucius, intentando encontrar las mejores palabras para
decirle a la pequeña que estaba muerta su hermana – ella… ya no esta
aquí, se fue a un mejor lugar
- ¿A un mejor lugar? – dijo Ginna con los ojos llorosos - ¿Ella…
- Esta muerta – interrumpió Sain
- ¡No! – gritó Ginna – no… ella… no… ella… ella…
Los ojos de Ginna llenos de lágrimas hicieron recordar a Sain a su hermana cuando le fue a pedir que le ayudara. Pero estas lágrimas tenían un toque de ternura que conmovían a cualquiera
- Yo – dijo Sain, como si no tuviera aliento – tiré su cuerpo al lago
Ginna lloró desconsoladamente, Lucius la abrazó. Los brazos de
Lucius eran muy acogedores, hicieron que Ginna pudiera calmarse un
poco.
- Tranquila… - dijo Lucius mientras la abrazaba – tranquila…
- No tenías porque decírselo tan directo – dijo Francesca a Sain – es solo una niña
- ¡Si es la verdad! – dijo Sain – ¡Al final se lo iban a decir igual!
- ¡Esas cosas afectan mucho a los niños! – le gritó Francesca a Sain –
por suerte ninguna mujer se ha tragado tus halagos porque como padre
serías una mierda
Sain tragó saliva, ahí Ginna empezó a llorar más fuerte.
- Cállense – dijo Lucius - Gin necesita tranquilidad…
Sain y Francesca miraron a Ginna, después, Francesca miró enojada a Sain. Francesca se retiró
- Tranquila… - seguía diciéndole Lucius a Ginna – tranquila…
Sain se fue a su pieza, tomó sus cosas, no quería saber más de
esto… No, no quería. ¿Por qué esto no había sido un sueño solamente?
Sain quería olvidarse de todo, tomar su caballo y partir de nuevo.
Buscó su armadura, encontró a su noble corcel. Francesca lo miraba de lejos con algo de odio.
- ¿Ya te vas? - le dijo Francesca a Sain
- Yo no puedo hacer más por la niña – contestó Sain – aunque, quizá, si
me lo pides mirándome con unos ojos tiernos me quedo, la cara de
enojada no te queda linda
- Mejor vete... - dijo Francesca – yo le diré al joven Lucius
Sain se puso su armadura, salió y miró a su corcel. Se acordó de la pequeña Ginna. Llorando por la muerte de su hermana. Sain sabía que él la había matado, él la había dejado sin hermana... pero... ¿Qué más podía hacer? No era completamente su culpa ¿O si? Rayos, pensar en esas cosas era algo que odiaba Sain ¿Por qué la vida no podía ser más fácil? Todos felices en una gran fiesta de felicidad.
Sain se subió a su caballo, este parecía estar bien. Le dio unas palmaditas. Cerró los ojos y empezó a cabalgar. Aquel cabalgar era pesado para Sain, sentía que lo estaba haciendo mal, aunque no quería aceptarlo.
- ¿Qué te pasa Sain? - pensó Sain
¿No has sentido al caminar por un lado equivocado que tu corazón te
hace sentir más pesado? La conciencia es un arma de doble filo que
siempre nos amenaza, sabemos los que nos conviene, pero ella te muestra
el otro lado. Aquella niña tenía un gran problema, uno demasiado grande
¿Qué podía hacer Sain al respecto? Nada que se le ocurriera en ese
momento.
Seguía cabalgando, de a poco, el cielo se ponía rojo y el sol se
despedía de ese lugar. Sain miraba el suelo, a su caballo... Ahí, miró
el cielo. El atardecer y el amanecer eran muy parecidos, en los dos,
solo se ve una parte del sol. Ahí, Sain se acordó de cuando amaneció y
vio a la pequeña Ginna cambiar sus ojos...
De golpe, Sain despertó de aquel pensar. ¡Lo más probable era que Ginna se trasformara de nuevo! No le había dicho nada a Lucius sobre eso... Tiró de las riendas, cambió de dirección y empezó a cabalgar rápidamente hacía el orfanato
¿Cómo podía haber sido tan tonto? Aquel afán de no aceptar responsabilidades que tenía le había jugado una mala pasada... Escuchó un grito al acercarse al orfanato, era Francesca. Un segundo después, el sonido de un plato al romperse.
La noche se vino encima, casi al mismo tiempo de que unos ojos amarillos se abrieron
Fin del capítulo
