Perdido en mí
Capítulo
3: Ardor de infierno
El tiempo corre de distintas maneras, no, no hablo de una teoría científica, sino, de una sicológica. Mientras más uno quiere llegar a un lugar, más lento se hace el andar. Eso le pasaba a Sain, aquel cabalgar hacía el orfanato no habían sido más de 30 minutos... Para él fueron una eternidad.
Un grito en el silencio de un lugar, es poner una barrera entre el antes y el después. Francesca había gritado, Lucius corrió a ver.
Francesca estaba espantada, sus manos taparon su boca, sus ojos se abrieron mientras sus pupilas se achicaban. Tenía su boca abierta, la mente en blanco y un temblor en su actuar. Lucius entro al cuarto
- Tú...
Pálido quedo Lucius, como si un rayo inmovilizara todos sus movimientos de un momento a otro.
- Tú...
- aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh – gritó Francesca, Lucius la miró preocupada, sin dejar de ver lo otro
- Tú...
Lucius toco el hombro de Francesca, esta tambaleó y salió corriendo.
- Tú... - dijo Ginna – eres uno de ellos...
Ahí, Lucius miró directamente a los ojos de Ginna. Ahora eran unos ojos amarillos, amarillos y profundos. Parecía conocerlos... Sí, los conocía, pero no quería recordar.
- Gin... - dijo Lucius
Francesca despertó a los otros niños del orfanato, les ordenó salir inmediatamente. Los niños estaban confundidos, pero obedecieron. Un viento helado empezó a soplar alrededor del orfanato. Se sentía la humedad en el aire, además del sudor del susto que sentía Francesca. Volaron las lágrimas que fueron provocadas por el susto en el mirar de Francesca.
Aquel viento paso por la mejilla de Sain, el cual llegó al orfanato, detuvo su caballo. Miró a los niños salir y a Francesca. Iba a preguntar, cuando...
- El joven Lucius esta adentro – dijo Francesca desesperada
Sain sintió en ella un miedo muy similar al que él le provocó los ojos amarillos. Un susto que no se entiende, solo se siente. Sain bajo de su caballo y entro al orfanato.
Ginna saltó de la cama hacía Lucius, el cual, por un movimiento inconciente la esquivó. Ginna aterrizó como gato, en cuatro patas. Movía su cabeza constantemente, como si intentara acomodar un hueso del cuello. Su mirada reflejaba una sed de venganza tan grande que Lucius quedaba sin palabras para describirla.
- Tú... - dijo Ginna - ¡Debes morir!
Como un animal de cuatro patas se impulsó Ginna hacía Lucius, el cual recién se había dado cuenta que estaba arrinconado en una esquina, no podía escapar.
- Pequeña Gin... - dijo Lucius espantado
Los ojos amarillos se acercaban a Lucius, cada vez más, haciendo que este perdiera la vista del resto de la pieza y se hundiera en el miedo que le provocaban esos ojos. Cuando ya estaban al frente de sus ojos, estos se corrieron hacía la izquierda. Lucius parpadeo, vio un verde borroso
- ¡Te tengo!
Ahí noto que había pasado, Sain había agarrado a Ginna. Sain tenía cerrado los ojos. Ginna había quedado en el aire, con sus brazos junto al cuerpo, agarrada de Sain. Esta movía sus pies intentando escapar, pero Sain había estirado sus brazos de tal manera que apenas alcanzaba a tocarlo.
-¡Trae algo para amarrarla! - gritó Sain, sin abrir los ojos a Lucius
Lucius parpadeó. Era difícil pensar claramente en ese momento. Corrió hacía donde se acordaba que había una cuerda
- Sea lo que seas... - dijo Sain – estas en un cuerpo de una niña de 10 años, no tienes mucha fuerza
Ginna se movía desesperadamente, pero la fuerza de Sain era mucha. Paró un momento, respiró profundo. Vio la mano de Sain, abrió su boca
- AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYY – gritó Sain
Ginna había mordido uno de los dedos de la mano de Sain, la mordida era extraña... No era fuerte, pero Sain sintió que sus dedos empezaban a quemarse. A pesar de todo, no soltó a Ginna. Ginna mordía la otra mano, Sain no gritó, pero si apretó los dientes.
Sain sentía fuego en sus manos, fuego que intentaba pasar a sus brazos, pero se quedaba ahí quemando más la mano. Cada ve, sus manos se debilitaban más, Ginna empezó a moverse. El fuego en las manos de Sain era insoportable
- ¿Qué esta pasando? - pensó Sain – apúrate Lucius...
La respiración de Sain era cada ves más agitada, empezó a sudar mucho más. A pesar de todo, no había abierto los ojos. ¿Acaso el miedo ha esos ojos era más fuerte que el dolor de sus manos?
- Una cuerda... - decía despacio Lucius desesperado – una cuerda... ¿dónde deje la cuerda? Cuida a Sain Santa Elimine, mientras encuentro la cuerda...
Lucius había vaciado un baúl y no podía encontrar una cuerda, parecía extraño, pero no tenía una cuerda en ningún lado.
- Tranquilo Lucius – se dijo a si mismo Lucius – piensa, si no hay una cuerda... debe haber algo que se pueda usar como cuerda...
Miró para los lados, vio las sábanas que habían terminado de lavar.
- Quizá sirvan - pensó Lucius
Sain apenas sentía sus manos, aquel ardor le estaba desesperando. Ginna se agitaba de ves en cuando. Sain respiraba agitadamente. El ardor había pasado ya a los brazos, estaba casi por llegar al codo. Era un ardor que avanzaba lento, como si algo lo detuviera para que se quedara quemando el mismo lugar, pero su crecimiento era tan grande que seguía avanzando.
- Tarde o temprano me soltarás... - dijo Ginna con esa voz que se sentía como lija
Sain tragó saliva, empezó a respirar con la boca. Sintió en el labio una gota de sudor que caía. No sabía cuanto tiempo exactamente había pasado desde que Lucius se había ido a buscar una cuerda. Quería que llegara. Esperar a algo sin saber cuando llegará es algo que desespera a cualquiera, por una simple razón: Esta la posibilidad de que no llegará.
- No encontré una cuerda – dijo Lucius entrando – traje unas sábanas
Un silencio invadió el lugar, ni Sain ni Lucius sabían que hacer ahora. Ginna empezó a moverse, Sain no sentía sus manos, así que no se percató cuando Ginna se soltó
- ¡Abre los ojos Sain! - gritó Lucius
Sain abrió los ojos, vio a Ginna saltar sobre él. Sus ojos amarillos lo paralizaron. No, debía luchar contra ese miedo. Sain movió sus brazos intentando agarrarla, pero fue en vano, no sentía ya sus manos. Ahí Ginna
- AAAAAAAAAAAAAAAAAAARRrrrrrrggg... - gritó Sain
Ginna mordió la parte de arriba del brazo de Sain. Aquel ardor empezó más fuerte que el anterior. Sain nunca pudo describir si le dolió el doble o el triple. Lucius miró espantado esta escena.
- Perdóname Gin... - dijo Lucius
Lucius junto sus manos en su pecho, cerro los ojos. Unas luces salieron entre su pecho y su mano, ahí, levantó la mano. Pronunció unas palabras en voz baja.
- Dame el poder de la luz – pensó Lucius – ¡Sta Elimine!
Unas luces cayeron sobre Ginna, esta no podía entender de donde salieron. Ginna quedo mirando el techo confundida, algo lastimada. Lucius agarró las sábanas y saltó sobre ella. Tarde se dio cuenta Ginna, cuando las sábanas estaban sobre ella. Al ver esto, Sain se levantó y ayudo a Lucius, apretando a Ginna con sus brazos, los cuales no sentía casi. Lucius tomó los extremos de las sábanas, formó un nudo con ellos.
Francesca estaba preocupada, miró una cuerda que estaba a fuera. Se acordó que había olvidado devolverla al baúl.
- Quizá les sirva... - pensó Francesca
Se acordó de los ojos de Ginna, el miedo volvió a su cuerpo. Respiró agitadamente, cerró los ojos, después los abrió con mirada decisiva.
- Quédense aquí niños – dijo Francesca – debo ir a ayudar al joven Lucius
Francesca tomó la cuerda y entró. Su corazón empezó a latir mucho más rápido de lo que ya estaba.
- No podemos tenerla así siempre – dijo Sain, el cual estaba agarrando a Ginna aun
- Si yo tenía una cuerda... – dijo Lucius
Ginna se empezó a mover, Lucius notó que Sain no podría resistir mucho más, así que ayudo a Sain a agarrar a Ginna. Ginna se retorcía desesperada. Lucius pensó que si la tenían así, pronto no iba a poder respirar... pero... ¿Qué más podían hacer?
- ¡Joven Lucius! - gritó Francesca entrando con la cuerda - ¿Esta bien?
Lucius miró sorprendido a Francesca, ahí, miró al cuerda.
- Trae la cuerda – gritó Lucius
Francesca no reaccionó de inmediato, como que pensó mucho. Corrió hacía Lucius.
- Agarra lo más fuerte que puedas Sain – dijo Lucius – yo ayudará a Francesca con la cuerda
- Si-si-i – dijo Sain, el cual el ardor de sus brazos lo tenían cansado al extremo
El ardor ya había llegado a su hombro, casi no podía moverse. Lucius tomó la cuerda y junto a Francesca, amarraron lo más fuerte que pudieron a Ginna.
- Puedes soltarla Sain – dijo Lucius a Sain
Sain movió el brazo que no había sido mordido 2 veces, el otro ya no podía moverlo. Lo tomó con su brazo que aun se movía. Lo movió. Lucius tomó aquel brazo y miró la mordedura.
Lucius lanzo un gritó ahogado al ver que alrededor de las mordeduras de las manos y del brazo había una gran mancha negra. Francesca sacó una tijera de uno de sus bolsillos y cortó un pequeño hoyo para que Ginna pudiera respirar. Ahí, los dos miraron preocupados a Sain.
- Parece... - dijo Ginna – que será el primero en irse
Sain empezó a ver borroso, Lucius se convirtió en unas manchas celestes, amarillas y color piel. Después, otros colores más brillantes aparecieron, como fucsias, naranjas y verdes.
- ¡Sain! - gritó Lucius, sin saber lo que decía, ya que no tenía idea lo que tenía Sain – resiste, te podremos curar...
- Si ven... - dijo Sain con voz seca – a Lady Lyndis... díganle... que fui feliz...
Todo fue oscuro, desde ese momento, para Sain.
Fin del capítulo
