Perdido en mí
Capítulo 7: Contratado
Soy un tonto, para que lo disimulo, soy un idiota con todas sus letras. He estado toda mi vida vagando entre sentimientos superficiales sin darme cuenta de la realidad: Mi vida no tiene significado. Ahora que me he visto comprometido ha hacer algo, he sentido la necesidad de responder ¿Por qué? Parece que algo en mi me dice que no puedo continuar siento un idiota que escapa a todas las responsabilidades.
Quizá, encontré un sentido para mi vida en este presente ¿En el futuro? Ni idea, nunca había mirado el futuro… Lo malo de tomar esta responsabilidad es que no sé si la cumpliré, parece que por eso no las tomaba, escapaba de ese miedo. ¿Por qué pienso en esto en este momento? Parece que estoy perdido en mis pensamientos… Definitivamente, estoy perdido en mí.
- Buuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaa – lloraba Ginna cuando Sain se paró al frente de ella
- ¿Qué le hiciste a Ginna? – preguntó Sain mirando algo molesto a Guy
- ¡Nada! – contestó Guy subiendo la voz para que se escuchara entre el llorar de Ginna – ella empezó a llorar cuando terminó la pelea
- Buuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaa – lloraba Ginna - buuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaa
Sain miró a Ginna, se agacho para quedar mirándola a la cara.
- Tranquila… - dijo Sain sonriendo y pasando un dedo sobre la mejilla de Ginna para sacarle una lágrima
Ginna se detuvo, empezó a sollozar. Ahí, cerró los ojos y abrazo a Sain
- Snif… Pensaba que… snif… lo matarían… - dijo Ginna sollozando
Era un abrazo tan tierno, tan puro. Sain se preguntaba como esta niña podía confiar tanto en él… Se veía que no lo conocía. Aunque, debía admitir que más que intentar conquistar a Francesca este último tiempo, no había sido el mismo desde la noche que conoció a Ginna. Se sentía muy preocupado por lo de Ginna.
Lo que estaba seguro era que había que juntar el dinero lo más pronto posible y hacer el viaje lo más rápido. Lucius le comentó después de que las hierbas eran tan fuertes que Ginna empezaría a quedar cada vez más débil con el pasar del tiempo.
- Yo no me moriré tan fácil – dijo Sain abrazando a Ginna – no me quieren ni en el infierno ni en el cielo, así que me dejarán aquí mientras puedan
- Snif – fue lo único que respondió Ginna
- No sigamos tristes – dijo Sain, agarrando a Ginna para sentarla en su hombro – en la vida se…. Auch…
Sain no se había acordado de que su brazo estaba lastimado hasta que intento hacer fuerza con él. Ginna tomó el brazo de Sain con las dos manos, cerró los ojos, un brillo salió de ellos. Al soltar el brazo, Sain lo miró, estaba curado.
El más sorprendido al ver eso fue Guy, el cual iba a preguntar, pero fue llamado a una pelea en ese momento.
- Suerte Guy – dijo Sain
- Gracias – dijo Guy – ahora mira bien
- Tranquilo – dijo Sain – estaré atento
Sain aprovecho de levantar a Ginna sin avisarle y sentarla en su caballo. Ginna se veía algo asustada por el movimiento
- Tranquila… - dijo Sain – creo que desde ahí verás mejor la pelea de Guy
- ¿Puedo preguntarle algo? – dijo Ginna tan despacio que casi Sain no la escucho
- Pregunta preciosa – dijo Sain – ten confianza
- ¿Por qué usted pelea en el coliseo? – preguntó Ginna
Lo primero que hizo Sain fue cerrar los ojos, respirar profundo sacar un poco de aire por la boca. Sin abrir los ojos, sonrió
- Seré sincero – dijo Sain – Lucius y yo pensamos hacer un viaje contigo a un lugar donde puede ayudarte
Ginna abrió la boca sorprendida
- ¿En serio? – preguntó Ginna – yo pensaba que nadie me querría ayudar…
- Por favor – contestó Sain bastante alegre – si con esa cara tan bonita es difícil no ayudarte¡En unos años será difícil alejarte de los pretendientes!
- ¿Ah? – dijo Ginna sorprendida
- ¿Usted es Sain? – se escucho una voz detrás de Sain - ¿El que ganó la anterior batalla?
Era una mujer, con apariencia de ser una maga de experiencia, pelo café amarrado en forma de tómate. Los ojos de Sain brillaron al verla, era una preciosura de mujer, parecía unos 10 años mayor que él, eso si. Aunque ¿Acaso al amor le importa eso?
- Por supuesto, mi bella dama – dijo Sain acercándose a ella y tomándole la mano – yo soy Sain, un halagado que su belleza este por estos lugares ¿Cuál es su sagrado nombre?
- ¿No es algo raro de un hombre casado hacer esto? – preguntó la mujer
- ¿Qué? – dijo Sain
- Es que los hombres que me guiaron hacía usted – dijo la mujer - comentaban que tenía una esposa de gran belleza
Sain se pegó un manotazo en la cara ¿Qué acaso todo el coliseo creía que él y Lucius eran marido y mujer? Gran dilema.
- Quisiera ser directa con usted – dijo la mujer – primero me presento, soy Limtia, señora Limtia, tengo un trabajo con usted que quizá le interesaría
- ¿Señora? – dijo Sain algo sorprendido
- Por supuesto – dijo Limtia – estoy casada, mi esposo esta peleando ahora
O no, de nuevo se enamoraba de una persona casada ¿Qué acaso no tenía remedio¡Tonto Sain¡Tonto¿Cómo se te ocurre?. Un gritó de Guy lo despertó. Sain no había observado que había empezado la batalla.
El esposo de Limtia era un hombre de gran tamaño, pasaría a Sain por 2 cabezas. Su mirada era seria, su piel mostraba que su experiencia en batallas era muy amplia. Tomaba una gran espada, Sain calculo a vista que fácilmente era 2 veces él mismo.
La pelea recién había empezado, Guy pensó que aquel hombre, al tener aquel cuerpo tan grande y una armadura de tal tamaño, no sería para nada ágil. Gran error, al intentar atacarlo este uso su espada como si fuera una raqueta de tenis y Guy su pelota.
La tierra que había levantado Guy al ser arrastrado por la tierra después que calló, hizo que solo viera que la figura de ese gran hombre se acercaba. Se limpió la boca de un poco de sangre que salía de ella. Guy se levantó
- ¿Qué pasa joven? – dijo el esposo de Limtia - ¿Acaso ya perdiste tus fuerzas?
- Yo no me rindo – dijo Guy mirando seriamente al esposo de Limtia - ¡Ante nadie!
Se movió hacía todos lados, intentando que el hombre no entendiera que planeaba. Pero este solo sonreía viendo a un pequeño saltando de un lado para otro. Ahí, Guy movió hábilmente su espada, intentando darle en una ranura de su armadura, la cual le dio.
- Perfecto – pensó Guy
Para sorpresa de Guy, el hombre no se inmuto, hasta parecía como si lo hubiera dejado hacerlo. Guy frunció el ceño, esto no se veía bien.
- Quisiera – dijo Limtia – conversar sobre el trabajo, aunque, como veo el contrincante de su amigo
Sain estaba preocupado por Guy, pero igual no podía ignorar a Limtia. Miró que Ginna estuviera segura. Esta estaba mirando con preocupación la batalla de Guy
- Por supuesto – contestó Sain – no se puede ignorar a una dama…
- Necesito gente fuerte – dijo Limtia – para que me protejan
Si no hubiera sabido que estaba casada, Sain la protegería gratis
- Entiendo… - dijo Sain
- Este lugar es algo ruidoso – dijo Limtia – como para conversar un contrato, quizá si fuéramos solos a fuera del coliseo
Sain miró a Ginna, no podía dejarla sola. Para su suerte, apareció Lucius. Lucius estaba mirando el suelo, parecía bastante triste. Sain pensaba si le hubiera pasado algo
- Espéreme un momento – dijo Sain a Limtia
Se acercó a Lucius, este apenas se dio cuenta de que estaba ahí.
- ¡Lucius! – dijo Sain - ¿Puedes cuidar a Ginna mientras hablo algo importante?
Lucius lo miró algo extrañado, parecía como si estuviera en otro mundo. Sain le iba a preguntar si le había pasado algo. Ahí, se escuchó una fuerte caída en el suelo, todos miraron. Era Guy, estaba en el suelo, aunque parecía que aun le quedaban fuerzas.
El esposo de Limtia había dejado que Guy acertara en la ranura para que se dejara de mover y lograr agarrar su espada, para lanzarla lejos de Guy. Guy se descolocó por completo al ver que aquel hombre le quitó su espada con tanta facilidad. De ahí, el hombre le agarró un brazo y lo lanzó hacía el cielo, cayendo como ya lo había nombrado.
A Sain le costó mucho volver a concentrarse y mirar a Lucius.
- La cuidaré – dijo Lucius, con voz desanimada – tú ve…
- Gracias – dijo Sain
No saben cuanto se arrepintió Sain de no haberle preguntado a Lucius que le pasaba. Él y Limtia salieron del coliseo.
- Bien – dijo Limtia al salir – es un simple trabajo de guardaespaldas
- Siendo sincero – dijo Sain – con ese esposo no se le acercaría nadie…
- Él no puede siempre estar conmigo – dijo Limtia – a veces viaja…
Algo extraño había aquí. Lo que le había dicho ahora no era más de lo de adentro del coliseo.
- La paga será – continuó Limtia – parecida a lo que se gana en el coliseo diariamente, eso dependerá de tu desempeño
- se entiende… - dijo Sain
Parecía conveniente, ser guardaespaldas tomaba más tiempo pero era menos peligroso que estar peleando todo el tiempo en el coliseo. Así no haría llorar más a Ginna.
- Y si haces un trabajo especial – dijo Limtia – podría llegar hasta ha pagarte 40.000 monedas
¿40.000 monedas? Era el doble de lo que necesitaba.
- ¿Cuál trabajo? – preguntó Sain interesado
- Hay alguien que quiere matarme – dijo Limtia – un hombre pelirrojo… llamado Raven
¿Raven? Ese nombre le parecía muy familiar a Sain, pero no recordaba quién era.
- Es opcional – dijo Limtia mientras sonreía por la cara de interés que tenía Sain – pero es interesante… - le pasa un papel a Sain – te quiero en esta dirección mañana al amanecer, desde ahí empezará a contar tu sueldo ¿entendido?
- Si – dijo Sain tomando el papel
Un gran grito, más fuerte que los anteriores, fue emitido por Guy. Sain corrió a ver. El escenario era lo peor que podía haber pasado
- ¡Detengan la pelea! – gritaba Lucius - ¡Esto es un coliseo no una carnicería!
El esposo de Limtia había acabado de perder la paciencia con Guy. Este adversario que podía pegar y a pegar que volvía a pararse ya le enfurecía. Así que lo en una de las caídas decidió cortarle el brazo.
Guy, el cual aún seguía conciente, cerró los ojos. No podía creerlo, con ese brazo tomaba su espada ¡Su sueño de ser el más grande espadachín se había caído de un momento a otro!. No podía más.
- Por fin te quedas quieto… - dijo el esposo de Limtia
Sain entró corriendo sin permiso a la arena y empujo al esposo de Limtia.
- ¡Déjelo! – gritó Sain – usted ya gano
- ¡Los que se meten en mi pelea morirán también! – gritó el esposo de Limtia levantando su espada hacia Sain
- ¡Detente Exequiel! – gritó Limtia – él es uno de nosotros
Exequiel bajo su espada y miró amenazante a Sain
- ¡Espero que nos sirvas! - gritó Exequiel
Sain se acercó a Guy, puso sus dos manos arriba de su hombro
- Soporta Guy – dijo Sain – ya te llevaremos con un obispo o un clerigo…
- ¿Para que lo detuviste? – gritó Guy a Sain enojado - ¡Sin mi brazo no podré usar una espada!
- Guy… - dijo Sain
En ese momento, Guy perdió la consciencia.
Fin del capítulo
