Sakurako había estado preparándose mentalmente durante días para el viaje de vuelta a Takaoka. Se reunió temprano con Ayano y Kyoko, en el hotel donde se alojaban, para irse con ellas en el automóvil de Ayano. Se preocupó en exceso, para lo que habitualmente se preocupaba ella, dejándolo todo recogido en su apartamento. No sabía exactamente por qué, pero sentía que no iba a poder volver al día siguiente. Cuando llegó al punto de encuentro con sus dos amigas, colocaron la pequeña maleta de Sakurako en el maletero y emprendieron su viaje a Takaoka.
El trayecto hacia su ciudad natal, de casi una hora, ofreció tiempo de sobra a la joven Ohmuro, quien se dedicó a preguntar qué tal le iba al resto de sus amigas actualmente, de las cuales tampoco había tenido noticia alguna. Detalles que ocurren cuando te marchas de tu hogar sin decir adónde ni por qué. Por lo que pudo escuchar, Ayano y Kyoko vivían juntas y muy bien; la chica rubia se había iniciado profesionalmente al arte del manga en una pequeña editorial, a la vez que creaba sus propias historias en su tiempo libre; Ayano, en cambio, pronto terminaría su carrera de ingeniería mientras realizaba prácticas en una empresa de la ciudad. También, Kyoko le contó que Chinatsu y Yui estudiaron juntas y llegaron a ser profesoras de secundaria.
—Supongo que Chinatsu-chan estará feliz de trabajar con Funami-senpai… —Sakurako conocía ese fanatismo de Chinatsu por todo lo que tuviera que ver con Yui.
—Feliz y danzando todas las mañanas —dijo Kyoko, entre risas. Sakurako se mostró confusa.
—Funami-san y Yoshikawa-san comenzaron a salir a solas hace pocas semanas —despejó toda duda Ayano—. Creo que nada oficial de momento, pero parece que se llevan muy bien.
«Al final va a caer en los brazos de la lunática…», pensó para sí Sakurako.
Según Kyoko iba relatando la historia de la vida de sus amigas, Sakurako se mostraba más sorprendida. Y es que Akari, que siempre había tenido un amor incondicional hacia los animales, estaba terminando la carrera de veterinaria en la universidad. Chitose, por su parte, había decidido convertirse en enfermera y trabajaba en uno de los hospitales de la ciudad.
—¿Akari-chan sigue teniendo problemas con su presencia? —preguntó Sakurako.
—Ese es su superpoder… —comentó Kyoko, inquieta al recordarlo—. Se las arregló para eliminar la presencia de sus jeringuillas y ahora es una maestra poniendo inyecciones a los animales. Ni se dan cuenta.
—Estás exagerando un poco, Kyoko —dijo Ayano.
—No lo creo, he visto eso antes… —respondió Sakurako, aun así. Parecía que había recordado cierto episodio de su vida de instituto.
Pero, ¿y Himawari? ¿Qué había sido de su vida, aparte de su compromiso prematuro? ¿Había estudiado? ¿Estaba trabajando? Pareciera que Kyoko y Ayano quisieran mantener la incógnita a propósito en aquel viaje, pues ni un solo detalle habían comentado sobre su amiga de la infancia. La joven Ohmuro se sentía con la necesidad de alzar la voz y preguntar por ella, pero una leve timidez interior la detenía. Más tiempo del que hubiera querido permaneció en aquella lucha interna, hasta que perdió la noción de este. Antes de que pudiera percatarse, el automóvil de Ayano ya circulaba por las calles y avenidas de Takaoka.
—Te dejaremos cerca de tu casa, Ohmuro-san —le comentó Ayano.
—Ah, gracias… —aceptó ella.
Tanto Kyoko como Ayano se habían guardado la sorpresa de que Sakurako volvía a la ciudad unos días. Ni Himawari, y por supuesto ninguna de las demás, sabían que la joven de pelo castaño acababa de poner sus pies sobre la calzada frente a la residencia Ohmuro; era una auténtica noticia el hecho de que la chica volviera a su casa por primera vez en años, y pensaban mantenerlo en secreto hasta que Sakurako estuviera preparada.
Pero, como habitualmente suele ocurrir, a las jóvenes no les salió aquello como esperaban. Tan solo con levantar la vista en la propia calle vieron a Akari y Chitose, que paseaban alegremente en su dirección. ¡Quién iba a pensar que justo cuando Sakurako bajara del automóvil de Ayano para entrar en su casa, ellas dos iban a decidir que aquella calle era perfecta para pasar mientras charlaban sin parar sobre sus estudios de sanidad! Sakurako deseó por un momento tener menos presencia que la propia Akari, pero enseguida se dio cuenta de que tener menos que la pelirroja era imposible, por lo que su deseo no era válido y no se cumplió.
—¡Sakurako-chan, eres tú! —gritó la joven Akari al verla. Al momento comenzó a correr hasta ella y la abrazó con cariño—. ¡Pensamos que nunca volverías!
—¡Ohmuro-san! —Chitose llegó a su encuentro poco después, igualmente sorprendida. Después, se dirigió a Ayano—: ¿Por qué no nos habíais dicho nada de que estabais con ella?
—Queríamos que fuese una sorpresa —explicó Ayano.
—¿Dónde estabas, Sakurako-chan? ¡Te hemos echado de menos! —le decía Akari.
—Eh… bueno… Es una historia un poco larga… —trató de eludir el tema.
—¿Y cómo os habéis encontrado? Ohmuro-san se fue hace unos años, pero ninguna de nosotras sabíamos adónde, ¿no? —preguntó Chitose.
—La encontramos en Kanazawa mientras hacíamos turismo —soltó Kyoko de manera impulsiva—. ¡Estaba sola y desprotegida! Y buscando comida entre la basura…
—Deja de bromear, Kyoko —la detuvo Ayano—. Simplemente nos encontramos en una cafetería de por allí.
—¿Y qué la ha hecho regresar con vosotras a Takaoka? —Chitose preguntó inocentemente, pero enseguida se dio cuenta de la razón—. Furutani-san…
—¡No estoy aquí por ella! —negó Sakurako—. ¡Estoy aquí para arreglar su cerebro, que se ha vuelto tonto!
—A Ohmuro-san le extrañó mucho que Furutani-san se haya comprometido tan rápido —comentó Ayano—. Ni siquiera conocía a ese chico hasta hace unos días, ¿cierto?
—¡¿Ese chico?! ¡¿Se ha comprometido con un chico?! —gritó Sakurako.
—Ohmuro-san… —le decía Ayano—, creo que sería mejor que te tranquilizaras y saludaras a tu familia primero. Más tarde podrás hablar con Furutani-san.
Sakurako dudó por un momento de las palabras de su senpai, pero al ver asentir también a Chitose y Akari, comprendió que quizás aquello no era una simple sugerencia, sino más bien un consejo, una advertencia. ¿Acaso había algo más que le quedaba por saber sobre toda esa locura del compromiso de Himawari? Si era así, estaba segura de que le iba a gustar muy poco. Se despidió entonces de sus amigas y caminó hasta la puerta de su casa para tocar el timbre. Sus dos hermanas la abrazaron nada más verla, felices de tenerla otra vez allí.
—Entonces… ¿ella tampoco sabe por qué Furutani-san se ha comprometido así? —preguntó Chitose, una vez que su kouhai se alejó—. Así nunca sabremos lo que está pasando…
—Ni siquiera sabía nada de nuestras vidas desde que se marchó —respondió Kyoko.
—Supongo que a su familia tampoco le ha dado tiempo a contarle nada, todo ha sido muy precipitado —dijo Ayano.
—Pero ¿por qué se fue Sakurako-chan de Takaoka? —preguntó esa vez Akari.
—No nos lo ha dicho —aseguró Ayano—. Sin embargo, es posible que pronto lo sepamos si Ohmuro-san y Furutani-san llegan a encontrarse.
…
Sakurako estaba de nuevo en su habitación, esa en la que tantas horas había pasado a lo largo de su adolescencia. Se encontraba de pie en medio de la estancia apreciando cada detalle, y se alegraba de ver que todo estaba tal y como ella lo dejó años atrás. Nadeshiko y Hanako, las cuales poseían ya una apariencia bastante más madura tras aquellos años, se habían quedado en el marco de la puerta, observando a su hermana.
—En las fotos que nos has ido enviando no parecías tan… adulta —confesó Nadeshiko.
—¡Es que soy adulta!
Nadeshiko, a sus 31, seguía sintiendo que el tiempo no pasaba por ellas. Su relación de hermanas era inquebrantable, aunque tanto ella como Hanako bromearan constantemente con que deseaban que Sakurako se fuera de casa. Hanako, la más pequeña de las tres, había pasado ya la adolescencia. Su hermana más mayor aseguraba que sí habían aparecido en ella alguna que otra actitud de rebeldía, pero que seguía siendo igual de responsable.
—¿Qué ocurre? —se percató Sakurako—. Apenas habéis dicho nada.
Sabía perfectamente por qué estaban así. Seguramente acababan de enterarse poco antes del compromiso de Himawari y querían darle la noticia con el mayor cuidado posible.
—Hemos visto que algunas de tus amigas estaban fuera, ¿has estado hablando con ellas? —se aventuró Nadeshiko.
—Ah, sí, tranquilas —Sakurako trató de restarle importancia—. Ya sé que la tonta de Himawari se ha comprometido con un chico.
La joven de pelo castaño vio cómo ambas hermanas respiraron aliviadas.
—Ya veo —dijo Nadeshiko—. No sabíamos cómo te lo ibas a tomar cuando te lo contáramos. Nos enteramos ayer.
—No te preocupes, he tenido tiempo de digerirlo… —comentó ella.
—Está bien —aceptó Nadeshiko.
—Entonces… ¿ya has decidido qué te vas a poner? —intervino Hanako.
—¿Cuándo? —Sakurako se extrañó ante la pregunta.
—Este fin de semana, ¿no? —Hanako parecía muy segura de lo que decía, lo que la extrañó aún más.
—Ah, claro… Este fin de semana… —intentó disimular Sakurako—. Me vais a llevar a un sitio para comer y celebrar mi regreso, ¿no?
Entonces fue cuando la mediana de las hermanas Ohmuro pudo ver la confusión en los ojos de Nadeshiko y Hanako.
—Este fin de semana no podemos, ¿no te acuerdas? —Hanako trataba de ponerse de acuerdo con su hermana mayor.
La mirada extremadamente confundida de Sakurako no contentaba a la joven Hanako, que comenzaba a irritarse. Pero, antes de que pudiera comenzar a regañarle por su falta de interés, Nadeshiko la detuvo. ¿Por qué razón? Si, casi con total seguridad, ella habría estado de acuerdo en regañar a Sakurako. En realidad, incluso se habría unido a su hermana menor para regañar a Sakurako con todas las de la ley. Pero, esa vez, Nadeshiko no parecía tener intención alguna de iniciar la reprimenda habitual hacia la chica de pelo castaño, sino que daba a entender que no le apetecía nada abrir la boca.
—¿Se puede saber qué os pasa? —Sakurako terminó por perder la paciencia —. ¡Decidme ya lo que tengáis que decir, no tengo todo el día!
Nadeshiko tomó aire y se atrevió por fin a hablar.
—Este fin de semana es la boda, Sakurako. La boda de Himawari.
Puede que Sakurako se hubiera estado preparando mentalmente para cualquier noticia inesperada que la aguardara en su regreso, era lógico. Sabía que, una vez llegado a Takaoka, la cual no pisaba desde hacía años, algún detalle la sorprendería; como que Akari hubiera recuperado su presencia, o que Chitose hubiera conseguido lidiar con sus sangrados ahora que Kyoko y Ayano mantenían una relación. Pero no, de todas las consecuencias que podían haber tenido el paso de los años, la única que sobrevive es precisamente que Himawari se había vuelto loca.
Sintió sus mejillas arder. Un calor sofocante la invadió por la impresión de haber escuchado que Himawari no se había conformado solo con comprometerse con un chico apenas conocerlo, sino que la celebración de la boda se aceleraba tanto como el pulso de Sakurako en aquel momento.
—Sakurako, ¿estás bien? —le preguntó Nadeshiko con cierto nerviosismo. La castaña parecía estar en las nubes.
—¿Yo? Perfectamente —Sakurako salió por la puerta de su habitación, dejando a sus hermanas atrás. En los primeros segundos transcurridos parecía estar bien, pero no tardó en empezar a caminar por el pasillo con aire malhumorado y bajar las escaleras a pisotones. Ambas hermanas la siguieron.
—¿Adónde vas ahora? —volvió a preguntar Nadeshiko, viendo que su hermana se dirigía a la salida de su casa.
—¡A la policía! —Sakurako seguía caminando hacia la puerta, cada vez de peor humor—. ¡Voy a denunciar a esos malditos pechos de Himawari por haberle robado el cerebro!
—¡Deja de decir estupideces! —respondió Hanako.
—¡Estoy harta! —Sakurako se giró hacia sus hermanas, mostrando sus ojos ya levemente humedecidos—. ¡Llevo demasiados años callada!
—¡Pero la solución no es ir y montar un escándalo! —dijo esa vez Nadeshiko, sujetándola del brazo.
—¡Ni se te ocurra detenerme! —Sakurako forcejeó hasta que se liberó de su hermana—. Tengo que hacer esto. —Tras colocarse bien la manga de la chaqueta que llevaba, abrió por fin la puerta de entrada, aunque se detuvo unos segundos en el umbral. Miró entonces una última vez a sus hermanas—. ¿Queréis que traiga algo de comer a la vuelta?
—Por favor, no queremos estar en guerra… —pedía Hanako.
—¡Sin piedad! —gritó Sakurako antes de cerrar la puerta de un portazo.
La joven de cabello castaño se dispuso entonces a cruzar la calle, camino a la casa de las Furutani, con el objetivo de encontrar allí a Himawari y, quizás, gritarle hasta que sus pulmones no dieran más. Poco le importó que uno de sus vecinos se asomara a la ventana y se quejara a voces del enorme portazo que había dado al salir de su hogar. Al llegar a la puerta de la casa, no pudo evitar sentirse algo cohibida, ¿qué pensaría ella si lo primero que hace al verla después de tanto tiempo es gritarle sin ninguna razón? Sakurako en aquel momento estaba enfadada con el mundo entero, pero, sobre todo, enfadada consigo misma, por no haber hecho nada para remediar aquella situación en el pasado; un pasado que, de hecho, prefería olvidar.
Tocó una vez el timbre, esperando una respuesta, pero al cabo de un par de minutos de llamadas incesantes, concluyó que no había nadie allí. «Y en sus cartas dice que ojalá nos veamos pronto, ¡y lo único que hace es desaparecer!», pensó Sakurako. Tuvo que resignarse y abandonar la idea de quedarse esperando a que volviera porque, ¿acaso tenía idea de si iba a volver ese día? Estaba tan de mal humor que también descartó volver a su casa con sus hermanas, así que comenzó a caminar por las calles sin un rumbo fijo, con el fin de alejarse de aquel lugar.
Media hora más tarde, pasando ya el mediodía, Sakurako había llegado a una gran avenida, repleta de grandes casas, quizás de familias algo más adineradas en Takaoka. Iba tan pendiente de sus pensamientos que no se percató del gato blanco que se cruzó en su camino, haciéndola tropezar.
—¡Será posible…! —Sakurako trató de no caer al suelo, mientras adoptaba cualquier postura posible para mantener el equilibrio. El pequeño animal tampoco pareció alegrarse mucho de chocar contra la joven, con lo que le bufó de mala gana—. ¿Qué miras, enano? ¡Aparta! —La castaña se dedicaba a dar pisotones en el suelo para ahuyentarlo, pero, muy lejos de asustar al animal, lo hizo enfadar aún más y se abalanzó sobre ella.
Sakurako comenzó su batalla feroz contra el gato callejero, sin darse cuenta de que aquella avenida tan tranquila y silenciosa a esas horas empezaba a dejar de serlo; el escándalo que formaba su ridícula pelea atrajo a algunos ciudadanos curiosos, además de los que se asomaban desde las ventanas de sus hogares. Finalmente, incluso la puerta de la casa más cercana a donde se encontraba Sakurako en guerra con el felino se abrió.
—¿Sakurako…?
Aquella voz la hizo estremecerse, pues la reconoció al instante. Sabía que, pasaran los años o no, esa voz iba a seguir enterrada en lo más profundo de su memoria. La joven Ohmuro apartó al gato y éste escapó corriendo calle abajo, pudiendo así ver el rostro de la propietaria de la voz. Era la primera vez en mucho tiempo que no veía aquellos ojos.
—Himawari… —dijo al fin.
Aquí un segundo capítulo de este fanfic. La verdad es que el género de puro romance no es el que me hace sentir más cómoda escribiendo, pero reconozco que para leer suele ser muy ameno en esos momentos de descanso de un día laboral o de clases.
Como algunos ya sabrán, aunque me gusta mucho también escribir aquí, mi cuenta principal está en Wattpad, y allí los fanfics siempre irán más adelantados. Ahora mismo hay 5 capítulos publicados en Wattpad de esta historia.
Nos vemos en el siguiente.
Kyomori.
