TOMA 5

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Barrio especial Chiyoda, Akihabara, Kanda, Jinbocho y Ochonomizu, en medio de esos lugares donde gente de todo Japón y el mundo se encuentran, el vecindario donde vivían era apenas un pequeño espacio rodeado de cientos de edificios y un ritmo aplastante de vida. Esos 500 metros de espacio, siempre habían sido tan tranquilos y serenos en cualquier día del año, ya sea con el ligero calor del verano o la fresca brisa del invierno, las lluvias de otoño o el sereno de la primavera.

Había algunos viejos edificios y muchos negocios antiguos, incluyendo la tienda de dulces de la familia Kousaka y el Dojo Sonoda, que parecían tener raíces echadas y eran parte del lugar.

Por las tardes, Umi tenía práctica con los clubes de kendo y arco, siendo ella la presidenta del primero. Honoka solía esperarla cuando tenía que quedarse, para regresar juntas a casa. Esas tardes eran tiempo valioso, ya no había tanta gente en la calle a diferencia de las mañanas, casi se sentía como si estuviera todo en completo silencio por la oscuridad de la noche. Si se miraba al frente, desde la orilla del río apenas iluminado, parecía un festival de ilusiones, ccomo si pudiera verse donde se separaba ese mundo y el cielo. Era la vista que las recibía al regreso.

Siempre había sido así, sin cambios desde que tenía memoria. Las cosas que no deberían cambiar.

Y, sin embargo, ese día estaba cambiando.

Honoka, ¿estás segura? —Umi preguntó sin terminar de creer lo que estaba escuchando.

Honoka, la miraba apenada, con sus palmas juntas pidiendo disculpas.

Lo siento Umi-chan, no puedo ir contigo a casa hoy. Debí decírtelo antes, pero lo olvidé, ¡de verdad lo lamento!

Ambas estaban en la reja de salida de la escuela, con otras decenas de chicas de uniforme saliendo en charlas animadas. Umi no comprendía como es que seguían ahí, sin mezclarse entre esas estudiantes. Aquél día su práctica se había suspendido, debido a que pronto comenzarían los últimos exámenes del ciclo escolar y quería darle un tiempo a sus kohais de prepararse adecuadamente. En los próximos meses, ellas también avanzarían a su último grado de preparatoria y deberían alistarse para pensar en su futuro, por eso, esas tardes de regreso se hacían cada vez más memorables.

Tsubasa me pidió que nos reuniéramos —continuó la jengibre—, lo había olvidado hasta que recibí un mensaje suyo mientras te esperaba en el club.

¿Tsubasa?

Oh vamos Umi-chan, te conté de ella, ¿recuerdas?

¿Lo hizo?

La idol —dijo, cuando recordó el nombre que Honoka mencionó cuando la ayudaba en la tienda apenas una semana atrás.

¡Esa misma!

No sabía que hablabas con ella —Su tono tenía cierto reproche, que ni ella sabía de donde había salido.

Lo hago, bueno, supongo que olvidé contarte —respondió, con una risa de nervios— ¡Ella ha vuelto a la tienda! Resulta que es una chica agradable y le gustan nuestros dulces, incluso publicó en su blog una foto, ¡hemos recibido muchos clientes desde eso!

Honoka se veía feliz hablando de esa chica y Umi pudo sentir que algo se retorcía en su interior. No era como cuando hablaba de otras amigas, había algo diferente esta vez, podía sentirlo.

Entiendo eso pero, ¿por qué querría invitarte a ir con ella? ¿No es eso… un poco raro? Podría ser peligroso.

¡Para nada! —Honoka lo descartó con una sonrisa divertida—, Tsubasa-san es muy agradable, dijo que era la primera vez que conocía a alguien tan animada como yo y sólo quería charlar un poco más sin tener que estar atendiendo clientes cada segundo, ¡no tienes nada de qué preocuparte Umi-chan!

Si tú lo dices —No estaba tan convencida de esta reunión.

Le hablaré de ti y si hay una próxima, podrías ir, ¡estoy segura de que se llevarán bien! ¿Sabes? Diría que incluso se parecen un poco, en lo serias y responsables que se ven.

Umi negó, dudaba que eso fuera posible. Ella era única…

Solo no descuides tus deberes, ¿bien? —Le dijo, dando una sonrisa que sintió no muy genuina pero que Honoka aceptó sin más.

¡Prometo que no! ¡Gracias Umi-chan! —Honoka le dio una sonrisa de cientos de voltios que hizo menos la pequeña punzada— ¡Prometo compensártelo luego! ¡Nos vemos mañana!

Dándole un breve abrazo, Honoka se despidió de ella. La vio marcharse por el lado contrario a la calle que llevaba a su vecindario.

No era como Honoka, una luz radiante que atraía masas a su alrededor. Ella era un poco apática e indiferente, una personalidad que sus kohais admiraban y le daban tantos malos entendidos; aquellas chicas solo veían la faceta de una responsable senpai, no veían a la real Umi, llena de timidez y temores, la que sólo la jengibre conocía. Honoka era la única que podía hacerlo, sacarla de su zona de confort y arrastrarla a locuras que al principio negaba pero que después, terminaba divirtiéndose.

Pero ahora, viéndola marchar hacia alguien más… era extraño. Sacudió la cabeza, tal vez lo pensaba demasiado, no hacía mal que al menos una vez no hicieran las cosas de siempre.

Sólo una vez —se dijo mientras se daba la vuelta y caminaba por las conocidas calles de vuelta a su vecindario.

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Era mediodía y su estudio aún olía a café recién hecho, proveniente de su taza a medio llenar. Le gustaba el olor, sentía que le proporcionaba una anestesia a su mente, un sentimiento de tranquilidad y paz en todo su cuerpo, la hacía sentir más relajada y espabilada sin necesidad de tomarlo. Era perfecto para olvidar la terrible angustia y dolor del día anterior.

También le servía para olvidar la mala sensación que sintió, al estrechar la mano de aquella chica baja que decía ser la mánager de Honoka. El leve aroma que percibió, desenterró viejas sensaciones de confort y alegría, de los mejores momentos a su lado. Era estúpido pensar en eso, ¿quién diablos era ella para hablar de aromas? ¡No era un animal ni nada parecido! Tal vez solo sean más juegos de su turbia mente y le estaba dando una importancia que no merecía.

En vez de eso, prefirió concentrarse en revisar finalmente las fichas que Eli le entregó.

En realidad, no había mucho que hacer con ellas, usualmente los autores ni siquiera se meten demasiado en las adaptaciones de sus obras y no debería ser una excepción su caso. Su intervención se debía más que nada a la amabilidad de las mujeres, ellas tenían un alto sentido de simpatía que era imposible ignorar, además, estaba el hecho de que era su primera y tal vez única obra que se llevara a la pantalla grande. Si esto era un fracaso, lo sería también su carrera.

Ya era demasiado que le dejaran escoger a la protagonista y hacer el guión, lo demás confiaba en sus capacidades y experiencia, y, aun así, ellas se aseguraban de obtener su opinión de algunos detalles.

La lista que formaron era bastante nutrida, a simple vista, tenía información relevante de cada persona y el papel que haría, e incluso se habían asegurado de hacer un buen reparto de actores extra y dobles. Las primeras hojas eran las que más importaban y es a las que debía dedicar especial atención.

La ficha de Honoka no tenía muchos, si es que ningún cambio, con su nombre, edad, medidas y otros datos de su carrera. La otra noche se había dedicado a investigar sobre ella, pero no había visto ningún programa aún, sabía que era capaz de lograr grandes cosas, se lo había propuesto en el pasado y nunca falló.

Una idea cruzó su mente de pronto, rebuscó entre sus datos uno en concreto, su primer trabajo en la televisión. La sorpresa fue evidente, la fecha indicaba que su carrera había comenzado apenas hace tres años, ¿qué hizo en cuatro años? No tenía una carrera universitaria, y en su profesión sólo estaba actriz, tampoco había visto en internet algún dato que condujera a Homura, la tienda de dulces. Entonces… ¿Dónde estuvo Honoka durante esos años? ¿Qué le tomó tanto tiempo para convertirse en una actriz? No estaba segura del tiempo en que tal vez tuvieran que aprender los actores, pero algo le decía que incluso cuatro años era demasiado.

La puerta se abrió de pronto, haciéndola pegar un pequeño brinco en su lugar.

—Oh, lo siento, no era mi intención asustarte —Maki habló, cerrando tras de sí y entrando a la habitación con una expresión de disculpa.

Umi negó, sonriendo levemente mientras pasaba rápidamente la hoja de Honoka.

—No es nada.

—¿Trabajando? No te había visto en la mañana y, no es que quiera ser encimosa pero con lo que pasó ayer, quería asegurarme de que estuvieras bien.

—No tienes de qué preocuparte, estoy bien. Sólo estoy revisando la lista que Eli me dio ayer y después, tal vez trabaje en un nuevo capítulo de mi siguiente libro, mi editora se volverá loca si sigue sin ver mis avances —explicó, regresando la vista a las fichas.

Maki se acercó a ella con genuina curiosidad, mirando por encima de las hojas que estaban en la mesa del escritorio.

—¿Puedo echar un vistazo? ¿O es de esas cosas donde no puedes dar ni una pista hasta que todo esté listo para que no te demanden?

Umi rió.

—Nada de eso —La escritora le indicó que tomara una de las sillas frente a su escritorio y se sentara junto a ella, lo que Maki hizo sin demora.

El apartamento que ambas habitaban era lo que podía denominarse un espacio de trabajo hogareño y privado, ninguna de las dos era buena manejando a tanta gente a sus alrededores y preferían un poco de la tranquilidad que la soledad les proporcionaba. Por eso, habían conseguido un apartamento lo suficientemente grande, donde pudieran atender reuniones con sus editores y productores.

Cada una de ellas contaba además de su propio cuarto para dormir, con otro acondicionado a su conveniencia para su labor; así, el de Umi estaba lleno de anaqueles con cientos de libros, papelería básica, su modesto ordenador y un par de asientos extra aparte de su propio escritorio, y el de Maki en cambio, no sólo tenía varias computadoras para la mezcla de música, sino también, un pequeño piano para hacer sus composiciones y el cuarto insonorizado. Era un lujo bastante decente que la cercanía al corazón de Tokio y su trabajo remunerado les proporcionaba. Ese era el lugar al cual poder regresar, y que les costó a ambas construir sobre los cimientos de sus miserables vidas.

Una vez Maki estuvo cerca, Umi extendió las hojas en la mesa de trabajo para que pudiera ver y tomar la que quisiera sin tener que esperar a que ella los revisara. La primera a la vista era la que pudo ver el día anterior antes de irse de la oficina.

—Wow, ella es prácticamente una copia tuya, solo necesita teñirse el cabello, borrar esa sonrisa gentil y mirar a todos con odio —comentó la compositora cuando vio a Riko, ganando un gruñido de oposición de Umi—, alguien tenía que decirlo, incluso tiene tu edad. Espera, ¿no se supone que su personaje debe ser mayor?

Como buena amiga, Maki también había leído el libro que sería adaptado, en parte porque ahí estaban los sentimientos reprimidos de Umi y otra porque según ella, era de verdad fascinante.

—Escuché a Nozomi decir que tenían al mejor equipo de caracterización disponible.

—Ya veo, entonces eso explica por qué el chico será representado por una chica.

—¿Qué?

Maki señaló la otra hoja, a la que no había tomado en consideración en ningún momento. Era cierto, junto a la sugerencia de su personaje masculino más importante, el nombre de Watanabe You y su rostro acaparaban la hoja.

Más que eso, abajo incluso habían imágenes de sus caracterizaciones en películas y sorprendentemente, parecía que esos papeles se le daban bien.

—Esto es inesperado. Una cosa es maquillarse, pero interpretar a alguien del género opuesto…

—Eso pasa mucho en los musicales —argumentó Maki—, no hay muchos chicos que tengan un tono bueno de voz para cantar y por eso, chicas son contratadas y hacen una buena representación. No creo que tengas nada de qué sorprenderte, la verdadera sorpresa es cómo van a hacer esas escenas íntimas, eso sí será digno de verse.

Al terminar de decirlo, su mirada se concentró en la escritora, esperando el momento en que la realización llegara a su cabeza.

El comentario resonó en Umi, el chico era un personaje secundario pero el más importante en la trama: «Khisek», el fiel amigo de la protagonista principal y que, además, estaba enamorado de ella. Casi al final de la trama, con tanta tensión y presión para el climax, él era aceptado y lograba tener sexo con la protagonista…

Y esa protagonista era Honoka…

—Maldita sea —masculló Umi, sin terminar de creer lo que había escrito y que próximamente tendría que ver.

¡Honoka estaría con alguien más! Y aunque el equipo se encargara de que no pasara realmente, aún quedaban escenas de besos y roces, ¡iba a ser una tortura estar ahí!

—Parece que no va a ser tan fácil como pensabas —La compositora le puso una mano sobre el hombro intentando reconfortarla, ella podía palpar la lucha de su amiga, saber que la persona que quieres estará expuesta a cientos de ojos con alguien más—, es sólo una película, estoy segura de que ella ha hecho esas cosas antes en sus trabajos. Que no lo hayas visto no lo hace diferente.

—Es diferente —Umi se recostó en su asiento, cubriendo con la palma sus ojos, deseando que solo fuese otro mal sueño, pero el café hacía un buen trabajo, manteniéndola despierta.

—¿En qué? Esto es su trabajo después de todo, y si no es en esta película será en otra, el que estés en el proyecto no lo va a cambiar, puedes incluso no ir a esas grabaciones.

—Ella debió ser instructora de kendo —Umi soltó de repente, casi sin darse cuenta de lo que dijo.

—¿Qué? —La incredulidad de Maki la hizo reaccionar— ¿De dónde vino eso?

Apartó la mano de su visión, para quedarse viendo el pulcro techo de tenue azul. La acción pareció liberar algo en su mente, y pronto, en el liso espacio pudo ver con claridad algunas escenas de su pasado, con las dos practicando en el Dojo familiar con sus hakamas sudados y los shinais desgastados.

—Cuando Honoka encuentra algo que le gusta, quiere intentar hacerlo —Maki guardó silencio, atenta al relato. Umi no solía hablar mucho a detalle de lo que fue su relación con Honoka y en la situación actual en que se encontraba, cualquier fragmento podría servir—. Una vez, ella dijo que quería ser actriz después de ver un drama, le dije que eso sería imposible conociéndola, y le sugerí que podría enseñar kendo en el dojo de mi familia junto a mí. Ella lo aceptó, y siempre creí que lo lograríamos, permanecer juntas y compartir algo que amábamos. Pero… —Su tono de voz fue bajando hasta convertirse en un sollozo— no sé cómo es que terminamos así.

—Oh, Umi —Maki la dejó estar, sabía que ella necesitaba soltar sus emociones, ya era suficiente de reprimirlas—, ¿has recordado algo más?

—No, he intentado —respondió lastimera, al tiempo que secaba el pequeño asomo de lágrimas—, pero solo he conseguido traer cosas felices a mi mente, y cuando trato de pensar en el incidente, sólo consigo una horrible migraña.

—No te sobre esfuerces.

—Necesito recordar, para saber en qué debo pedirle perdón. Si ella reaccionó así es porque fue algo grave, y no saber qué es duele, porque me siento tan lejos.

—Creo que no estás considerando que fue ella quien se acercó y te pidió ser amigos —discutió Maki— ¿No crees que también quiere solucionar las cosas entre las dos? Más que eso, si ella te odiara o temiera, jamás hubiera aceptado este papel. Estoy segura de que hay algo más tras su reaparición y lo más importante, aun tienes una oportunidad, tal vez si le preguntaras lo que pasó…

—¡No! —Se irguió en su asiento, volteando hacia la compositora— Hacer eso me haría ver demasiado débil y poco confiable, no quiero que Honoka sienta que soy una cobarde por no poder enfrentarla. Huí antes, no lo haré de nuevo.

Para su consternación, Maki frunció el entrecejo, mirándola con sospecha.

—Umi, no te lo he dicho antes porque no creía que fuera relevante, pero cuando nos conocimos en aquella editorial donde hacíamos prácticas, aún recibías dinero de tus padres para pagar la escuela, antes de que te eligieran para el concurso que te lanzó a la mira de editores y pudieras solventarte por ti misma. Sin embargo, nunca llegué a verles y muchos menos fueron a verte cuando estuviste en el hospital, aun cuando yo misma hablé con ellos.

Lo recordaba, en su segundo año de universidad, fue recomendada por la escuela para ser asistente en una reconocida editorial japonesa. Su vida a ese punto estaba en piloto automático, cumpliendo con su carrera que absorbía cada tiempo disponible para no hundirse más en la depresión que carcomía su alma al haberse alejado de la energía y cariño de Honoka. En los ratos libres, prefería perder su mente en el alcohol que metía a escondidas a su dormitorio, era prácticamente un robot sin vida ni aspiraciones y las ideas de dejar este mundo se metían cada vez en su cabeza, fue por ese tiempo en que conoció a Maki, que también había sido enviada a ese lugar desde otra escuela.

Fueron obligadas a trabajar juntas en una nota para una revista de música, y fue ahí cuando Maki comprendió en qué quería especializarse y trabajar por el resto de su vida. Su estrecha relación de amistad dio frutos, cuando en uno de esos días libres que Umi odiaba, bebió de más, olvidando que debía reunirse con la otra joven, y ella al ir en su búsqueda, la encontró al punto de una intoxicación alcohólica. Gracias a su anterior entrenamiento médico, logró evitar resultados fatídicos y llevarla a urgencias donde se recuperó.

—¿Cuál es el punto de eso?

Maki no retiró la vista en ningún momento.

—¿Estás segura de que fuiste tú quién huyó? Porque si así lo fuera, no entiendo la razón de que ellos jamás fueran a verte estando grave y por lo que recuerdo, cuando le informé de tu situación a tu padre, él ni siquiera sonó sorprendido o preocupado, ¿también era mala la relación con tu familia?

—No… —dijo con una respuesta demasiado dudosa— yo… tuve algunas discusiones con ellos sobre mis responsabilidades como heredera pero nada tan grave… eso creo.

Maki tenía un punto. Si ella se alejó, ¿por qué sus padres no insistieron en que regresara o siquiera fueron a visitarla? Eso sería lo más aceptable, pero no fue así, Umi nunca volvió a su casa y tampoco volvió a ver a sus padres, ella cortó las relaciones o, ¿fueron ellos? ¿Por qué? Intentó recordar la relación que tenía a su lado mientras vivía en el dojo.

Fue una buena infancia a su manera, creció entrenando y dedicándose a forjar un temple que la hicieran digna heredera, sus padres invirtieron mucho en su enseñanza… entonces, ¿por qué la dejaron ir tan fácil? Y de pronto, lo recordó.

—Ellos me comprometieron —soltó.

—¿Cómo?

Podía entender la perturbación de su amiga, era la misma que sentía.

—Fue en mi último año de preparatoria, ellos buscaron a alguien que pudiera cumplir sus deseos para desposarme y ser digno seguidor de los Sonoda. No estuve muy de acuerdo y discutimos varias veces, pero…

—No explica por qué se alejaron tanto de ti, ¿verdad?

Umi asintió, no lo explicaba y, por el contrario, ponía en mayor duda lo que había pasado.

—Parece que hay más cosas que no tenías en cuenta —Maki comentó en un tono intrigado, bastante comprometida con ayudar a Umi a desenterrar los misterios de su vida. Estaba a punto de decir algo más cuando un tono la interrumpió, proveniente de su teléfono celular, al revisarlo, soltó un suspiro agotador—, lo siento, tengo que ir a una reunión de improviso, hablaremos más tarde de esto. Trata de descansar.

Maki se levantó del asiento, dándole una palmada en la cabeza de Umi quien repeló con fingido desagrado. La chica le sonrió y abandonó el cuarto, dejándola sola de nuevo con las hojas desperdigadas en el escritorio y nuevas dudas.

—Tal vez sea bueno comer fuera —Se dijo, masajeando su sien mientras se recostaba de nuevo en el respaldo de su cómodo asiento. Tantos nuevos misterios le acentuaban el dolor de cabeza

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Vivir en el barrio de Minato tenía sus ventajas, como la increíble y majestuosa vista de la torre de Tokio apenas a kilómetro y medio de distancia, y la gran variedad de sitios para visitar cerca. Tanto Maki como Umi sabían lo terrible que era un bloqueo, por eso se aseguraron no sólo de la comodidad de su hogar, sino que también pudiera proporcionarles medios de inspiración y relajación.

Y uno de esos lugares para calmar su mente era precisamente el Bar Wakanui Grill Dining, ubicado justo enfrente y al pie de la Torre, tenía un menú muy variado y delicioso en carnes, sin embargo, no era la razón de su favoritismo; sino la excelente selección de vinos que tenía de acompañamiento. Antes, en su juventud, Umi odiaba lo que tuviera que ver con el alcohol y muchas veces rechazó probadas de sake en fiestas familiares, pero cuando probó de primera mano que el alcohol podía adormecer sus sentimientos, se convirtió en su inseparable compañero.

Por supuesto, la terrible experiencia en el Hospital le dio una gran lección y aunque a partir de ahí, su consumo fue moderado gracias a la ayuda de Maki, a veces cuando las cosas se ponían duras, necesitaba volver a probar el adormecimiento que le daba. Para su gusto, el vino era menos dominante que cualquier otro alcohol, y no había mejor lugar que Wakanui, donde ya era asidua comensal.

Mientras se deleitaba con un filete de ternera y una copa de Sauvignon Blanc, terminó de revisar las fichas sin encontrar ningún otro inconveniente salvo el de la chica Watanabe. Seguía produciéndole un retortijón de estómago el pensar en las escenas que tendría que hacer con Honoka, tal vez le haría caso a Maki y no iría a esas grabaciones o tal vez… ¿Un cambio en el guión? Aún estaba a tiempo, las grabaciones no comenzaban y si quitaba esa escena, incluso podrían cambiar la clasificación de la película y hacerla más accesible…

La idea se quedó en su mente, tejiendo los pros y contras de lo que aquello implicaría, al final, ¿no eran las mismas Eli y Nozomi quienes le pedían su opinión? Era su libro, asumiría las consecuencias.

Un poco menos intranquila, terminó la copa que le quedaba y guardó en su portafolio las hojas. Pagó la cuenta y salió a la calle, respirando el aire agradable de los árboles cercanos que el parque a sus espaldas inyectaba a la ciudad.

Estaba pensando en dar un paseo alrededor de la Torre antes de volver, cuando su mirada se centró en una persona que estaba llegando al mismo restaurante-bar. La parte de su mente que aún estaba sobria le indicó que debía irse de ahí de inmediato, pero la otra parte borrosa debido al vino, la influyó para caminar hacia ella mientras el mesero de la recepción se encargaba de revisar la disponibilidad de lugares.

—Buenas tardes, Yazawa-san, ¿la hora perfecta para comer?

La mencionada, alzó la mirada con una amable sonrisa que por unos segundos, le pareció ver titubear cuando la reconoció.

—S-Sonoda-sensei, vaya, qué sorpresa encontrarle aquí.

A Umi no le agradó la leve duda, ¿por qué estaría tan nerviosa? Una reacción tan diferente al día anterior cuando se conocieron. Los brumos en su mente parecían sacar su curiosidad a grandes niveles.

—Es una agradable tarde, ¿no crees? —dijo, sonriendo levemente.

—Lo es, y bastante temprano para beber —Nico dijo, frunciendo apenas el ceño al tiempo que asentía y hacía más grande su sonrisa borrando cualquier rastro de sorpresa.

Umi ignoró el extraño tono de corrección, no estando segura de sí era sarcasmo o reproche. Era bastante baja en comparación a ella, Maki no estaba equivocada al haberla confundido con una niña, se veía demasiado joven.

—¿Cómo es que eres mánager de Ho… una actriz? —Se corrigió rápidamente, pateándose en su interior por su descuido al hablar. Nadie debía saber de sus problemas con la jengibre, no sin antes remediarlos.

Nico alzó la cabeza, altiva y orgullosa con una sonrisa ensanchada de oreja a oreja.

—No soy tan joven como parezco —Cruzándose de brazos, fue lo primero que dijo—, soy un año mayor que tú y tengo bastante experiencia en el medio, en mi adolescencia fui school idol, participé en varios dramas y lives. Pero al final, entendí que mi grandioso camino no era sólo acaparar los reflectores, sino hacer que gente soñadora también tenga brillantes sonrisas en los mejores escenarios, ¡esa es mi misión especial-nico~!

Esa positividad, la energía que emanaba, era demasiado deslumbrante. Con razón era la mánager de Honoka, no podía ser de otra manera.

—Esa una misión muy noble —respondió, sin poder evitar la mueca de simpatía.

—Hay muchas personas que deben de sonreír… o recuperar su sonrisa.

Umi se tensó, sintiendo que había algo implicado en sus palabras. No pudo ni formular una interrogante ya que el mesero llamó a la mujer, anunciándole que su mesa estaba lista.

—Ha sido bueno encontrarla Sonoda-sensei, de nuevo, le aseguro que mí chica cumplirá cabalmente con su papel —comentó, a modo de despedida.

El "mí" se quedó danzando en su turbia mente.

—Lo hará, seguro que sí.

—Con su permiso —Nico sonrió una última vez, antes de seguir al mesero para entrar al lugar.

Umi se quedó un rato de pie, tratando de procesar la breve charla. Sentía que las cosas extrañas no dejaban de aparecerse. Quizá necesitaba conseguir ayuda como Maki había propuesto y olvidarse de incertidumbres tontas.

Sacudió la cabeza, esperando que su mente se despejara lo suficiente para apreciar la vista del atardecer en el parque. Se dio la vuelta y se marchó de ahí, caminando a paso lento para disfrutar del bien clima y escuchar los cantos de los pájaros que buscaban su nido para dormir en las copas de los nutridos árboles.

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Dentro del restaurante, Nico ocupó la mesa que le asignaron en un balcón, de una zona exclusiva privada que conservaba la vista de la Torre al frente. Desde ahí pudo ver la figura de la escritora irse, su presencia ahí no le agradaba en lo mínimo y ella no era de las personas que creyeran en el destino.

Fue un alivio que pasaran unos minutos de su ida, cuando la otra figura conocida entrara al lugar, con bastante prisa como solo ella podía hacer.

Esperó paciente a que asomara, con esa estúpida sonrisa que parecía competir con el mismo infierno.

—¡Nico-chan~!

No necesitó pararse, el oso humano de Honoka ya la había levantado de su asiento y le rompía las costillas con su abrazo.

—¡Suficiente Honoka! ¡Basta!

Honoka la dejó libre tras sus protestas, pero no rompió el abrazo del todo, se quedó ahí mirándola atentamente. Nico supo lo que quería, alzándose de puntillas y asegurándose de estar fuera de la vista, le dio un breve beso en los labios. Honoka finalmente la soltó.

—¡Lo siento, me tardé un poco!

—Acabo de llegar también.

Las dos tomaron asiento, esperando a que el mesero llegara para tomar su orden. Honoka se metió de lleno a revisar el menú, Nico solo se quedó mirándola.

Recuperar sonrisas… o simular amores. Ése era su trabajo, y sabía hacerlo bien.