TOMA 10.
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El día siguiente fue una repetición del anterior. Desayunó en compañía de las tres cineastas junto a Riko y Umi, la última extrañamente se veía un poco distante a diferencia de ayer, y más de una vez la cachó siendo objeto de su mirada que prefirió ignorar.
Cuando terminaron, Umi incluso logró cambiar al auto de Eli para trasladarse a Arashiyama, hablando sobre algo de las poses que deberían tener. Honoka tembló de anticipación, comprendiendo lo que eso significaba, le resultaba complicado retomar la energía y amistad que se demostraron antes. En un movimiento apresurado y usando de excusa de que quería disfrutar mejor la vista, se sentó en el asiento delantero junto a Eli a quien no le pareció molestar el cambio de compañía, ante la mirada perpleja de la escritora. Logró salvar por poco una charla que no estaba segura de soportar.
El trayecto fue tal como deseó, sin contratiempos. Media hora de viaje y pronto, el auto se adentró en un paisaje lleno de verde, con árboles gigantescos que opacaban la luz solar y la frescura del lago cercano se colaba a través de las rendijas del aire acondicionado.
El bosque de bambú se hizo presente en la lejanía, sus enormes tallos se podían observar desde lejos y mientras más se acercaban, el sol se ocultaba tras su altura. El auto se detuvo muy adentro del bosque, luego de toparse con un guía que las condujo a lo que sería su locación.
El lugar estaba en un pequeño claro, limitado por personal de seguridad que se encargaban de que los curiosos no sobrepasaran lo permitido. A lo lejos podía verse el templo Tenryuji, imponente, magnífico y hermoso. Daba sentido al por qué eligieron ese lugar.
—Kousaka-san, Sakurauchi-san, espero estén listas para entrar en sus personajes, ¡este día son mis estrellas favoritas! —Eli clamó abrazándolas a ambas apenas tuvo la oportunidad de tenerlas juntas.
—Tenemos sus vestuarios esperando por ustedes~ —La directora les señaló un gigantesco tráiler con un afiche promocional de la compañía, cubriendo cada parte de metal disponible, demasiado extravagante e imposible de no apreciar.
Tanto ella como Riko avanzaron al lugar, con Hanayo conduciéndolas. La escritora se quedó atrás, ella no tenía necesidad de un cambio de ropa y aunque su mirada no la dejó en ningún momento, su atención estaba en Eli.
Una vez entraron y las puertas se cerraron, fue como trasladarse a un mundo diferente, lleno de luces y cientos de trajes alrededor. No era sólo un camerino improvisado, era todo un taller de costura que estaba ahí. Una chica de cabellos rojos mucho más baja que Hanayo, de sonrisa tímida y adorable las recibió.
—Cuando Ayase-san dijo que las hermanas Kurosawa participarían en la película, no esperaba verlas tan pronto —exclamó eufórica Riko, saludando emocionada ala joven que se ruborizó debido al elogio.
Su mente tomó sentido, recordó que escuchó hablar de la joven en boca de Nico, Ruby Kurosawa y Dia Kurosawa eran el par de hermanas diseñadoras con una amplia fama nacional, sus vestuarios eran una constante en pasarelas y los estudios de cine peleaban por tenerlas para aumentar el realismo con sus increíbles trajes. Las productoras no se equivocaban cuando hablaban de conseguir lo mejor de lo mejor. Y, por si fuera poco, la mayor también era una excelente musicalizadora, que ya tenía una buena lista de soundtracks con su firma.
—Soy Ruby, y es un placer trabajar con ustedes —La chica habló con una voz tan baja que parecía más bien un susurro—, m-mi hermana las espera con su traje.
No tenía una voz autoritaria pero su increíble adorabilidad provocaba que por inercia la siguieran. Una chica de cabello negro lacio, ojos esmeraldas, y un sensual lunar cerca de sus labios las recibió con el ceño fruncido y con una increíble demostración de talento y fantasía hecha con telas finas de tantos colores en sus manos.
—La sesión comienza en una hora —indicó y tanto ella como Riko temblaron ante el indirecto regaño.
Cada una fue con una hermana para ser atendida. A ella le tocó el manojo de nervios que era la pequeña. El corsé ajustado llegó primero seguido de varios pliegues de ropa en forma de saco, holanes y una capa dorada. Un enorme moño dorado cubría parte de su pecho, con clips por todos lados para ajustarlo. Su cabello también era ordenado entre el tropel del vestuario, ambos equipos trabajaban con manos expertas sin entorpecer al otro. Los guantes blancos que cubría gran parte de su brazo llegaron después, seguidas de unas impresionantes botas blancas con líneas doradas. Tenían unos detalles que parecían oro en la parte de atrás que se asemejaban a alas, y era como si fuesen los zapatos de Hermes que le permitirían volar.
Al terminar, frente al espejo, le costó distinguir a quién veía. Su reflejo era de otro mundo, una diosa salida de un cuento griego, imponente, fuerte y admirable. Y también, con un temple oscuro que podía trastocar la mente de a quien tocase.
Sálikan estaba viva, y ahora estaba en su piel.
Salió del vehículo en compañía de Ruby al mismo tiempo que lo hacía Riko. No fue una sorpresa encontrarse poseída por la belleza de la otra actriz, las botas que llevaba la elevaban unos centímetros, su vestuario de aspecto similar con los holanes como parte esencial, se veían opacados ante el traje militar en detalles dorados y azules que enmarcaba su figura. Si ella misma se veía como una Diosa, Riko era toda la madre de todos los Dioses.
Hubo un momento extraño, donde su mente le jugó una broma. Ya no era la cara conocida de la joven con sus cabellos rojizos, sino azules. No era su mirada afilada, era una más afable y serena. Umi estaba frente a ella, mirándola con tanta devoción que dolía. No era ningún personaje salido de una historia, era la chica a la que idealizaba en el pasado y amaba con tanta fuerza…
¿Amaba?
—¡Pero qué hermosas se ven las dos! —Un chico ataviado de un traje menos llamativo, pero igual de impresionante con líneas en plata, salido de alguna guardia real, las recibió encantado.
Ambas fruncieron el ceño, confundidas de quién era ese joven salido de la nada, atractivo, de facciones finas y una mirada tan centelleante que era imposible de no quedar hipnotizada.
—¡Mis tres hermosas creaciones…! Bueno, no mías, pero es como si lo fueran… ustedes entienden —Eli apareció a un lado, fascinada por el trío que formaban. Umi estaba a su lado, en condiciones mucho más extremas.
Parecía al borde de un colapso nervioso, viendo a cada uno por igual sin quitar su expresión de asombro que le sacaban lágrimas.
—Esto debe ser un sueño —murmuró antes de desfallecer en un desmayo.
Fue una acción incomprendida, algo que ni siquiera pasó por su mente hacer y cuando fue consciente, ya tenía a Umi en sus brazos evitando su caída.
—¿Qué…? —murmuró, viéndose atraída por los ojos ámbar de la escritora que la veía aún en sus brazos.
—¿Quién eres tú? —Riko rompió el momento mágico, al preguntar perturbada, por la presencia del joven que se había colgado de ella y que no parecía tener en cuenta el espacio personal.
—¡Estamos listos para que comience la historia, yousoro~! —Él estalló en alegría, haciendo un saludo militar bastante familiar.
La comprensión las golpeó de pronto.
—¿¡Watanabe-san!?
El chico les guiñó divertido una vez fue reconocido.
—Soy multifacética —dijo a modo de explicación.
—No pudimos tenerla en la conferencia, pero no puede perderse de ninguna manera esta sesión —La directora apareció en medio de todos en una extraña demostración de sus habilidades místicas que parecía poseer, provocando que todos saltaran del susto y casi soltara a Umi que seguía embelesada en sus brazos—. Él debe estar en el afiche promocional, las cartas lo han dicho~
Umi se incorporó, mirándola con una sonrisa cohibida por su falta de compostura. Estuvo a punto de decir algo cuando Hanayo interrumpió con un grito, que probablemente le costó todo el esfuerzo de sus pulmones, para indicar que el set estaba listo.
—El deber llama —mencionó, sintiéndose eufórica por la nueva salvada.
Vio a Umi apretar la mandíbula, sin poder hacer nada más que asentir. Murmuró algo demasiado bajo que no alcanzó a oír, y se inclinó apenas para acercarse demasiado a sus oídos.
—Debemos hablar, ¿podemos hacerlo cuando acabe?
Honoka se retorció, no había forma de que dijera que sí y menos, de negarse.
—Claro —exhaló con una sonrisa y se alejó de ella para seguir al grupo que caminaba al frente, demasiado aprisa.
Las cámaras, el juego de luces y paneles la recibieron, haciendo que el paisaje se transformara en un estudio fotográfico elaborado y profesional.
Hubo una nueva chica, de cabello azul mucho más oscuro que el de la escritora, rondando de aquí para allá, hablando con los fotógrafos, vigilando el ángulo de las cámaras y saltando hasta las luces para ajustarlas conforme cambiaban los destellos del sol filtrados a través del bambú.
Lo más representativo aparte de su edad, era el conjunto de alas que cargaba en su espalda, ignorando las miradas escépticas y divertidas del resto del mundo.
—Quedan en las manos creativas de Tsushima-san.
—Insignificantes humanos, ¡sus ojos arderán cuando vean el increíble póster que el mismísimo Satán usando mis manos diseñará! ¡El ángel caído Yohane les mostrará un nuevo universo!
No sonaba tan confiable.
—Todo mundo, ¡a trabajar como nunca!
Aunque la productora parecía acostumbrada al excentricismo.
Las tres chicas avanzaron hasta el improvisado escenario, olvidando su existencia para sumergirse en la piel de sus personajes. A Honoka no le resultó difícil, era lo que esperaba desde que pensó en participar.
Olvidar quién era, ser quién debía ser.
La chica Tsushima las guio por las siguientes dos horas en una infinidad de poses individuales como en dúos y tríos.
Abrazos con Riko, miradas cargadas de cariño como se esperaría de dos grandes hermanas, después vinieron muecas de disgusto, expresiones de enojo, frustración y enfrentamiento. Aunque las poses más resaltables fueron las que tuvo con You, bastante sugerentes debido a su relación romántica que tendrían. La chica lucía como todo un chico galante y salvaje, era el único que no se parecía en nada a quién debería representar.
Honoka sabía que la existencia del chico era la representación de su vieja amiga, una idea equivocada que nunca pudo aclarar porque simplemente, Umi se había esfumado. Fueron tiempos difíciles, no sólo tuvo que lidiar con su alejamiento, sino también con sus propias heridas físicas, su trauma emocional que le trastornó la mente a un punto de no retorno y la exigencia de la casa Sonoda por romper todo contacto con ellos.
Y aunque alguna vez tuvo en mente intentar solucionar esa idea errónea, cuando sus fantasmas fueron demasiado fuertes y Nico apareció a ofrecerle una mano salvadora, se dijo que no era necesario. Era feliz ahora, o al menos, eso creía.
Ver a Umi, observando sus peligrosos acercamientos cargados de tensión sexual con You, alteraban su corazón y más de una vez, recibió una mirada afilada de parte de Tsushima-san por su falta de concentración.
Las fotos entre los tres fueron menos complicadas, primero juntos como buenos amigos y después enfrentados, con You estando de su lado siendo ésta, la que probablemente sería el afiche de la película.
Fue una sesión intensa llena de emociones y angustiantes recuerdos.
Al finalizar, sólo tuvieron una media hora de descanso para ajuste de maquillaje y vestuario y dar paso a la firma de autógrafos además de fotos con los fans. Fue tal como Nico le prometió, una buena multitud congregada de sus seguidores, algunos que ya conocía, esperaban impacientes y emocionados en las filas, esperando obtener sonrisas y agradecimientos de su parte.
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La noche cayó sin que tuviera un conocimiento total del tiempo transcurrido, las cámaras se guardaron, el séquito de estilistas llegó a su rescate para deshacer la magia. Se quedaron esperando a que el equipo desmantelara la mayor parte, reponiendo energías de la jornada. Eli las condujo a los autos de nueva cuenta y en vez de ir al hotel, terminaron en un bar reservado exclusivamente para ellos en el centro de Kioto.
Las puertas del lugar se sellaron, las mesas se juntaron, el banquete llegó casi de inmediato con un olor inigualable y exquisito de carne y vegetales al vapor. Sólo bastaron minutos para que todo el equipo de trabajadores llegara y se diera rienda suelta a la fiesta disfrazada de cena, donde el alcohol no dejó de servirse.
—¡Muchas gracias a todos! ¡El día ha sido un total éxito! —exclamó Eli al mismo tiempo que las copas chocaban entre sí para el brindis.
Honoka estaba sentada en medio de Hanayo y una chica que no conocía pero que era igual de amigable. O más bien, el alcohol volvía amigable a todos. Los vinos no habían faltado desde que la entrada fue sellada y más de uno tenía los rostros rojos producto de la euforia.
—Las redes están en llamas ahora —añadió Nozomi, que estuvo revisando su móvil desde que terminó el día, bebiendo largos tragos de cerveza que no parecían afectarla.
Decir que estaba feliz era poco, hacía tiempo no se sentía tan bien viendo lo emocionados que estaban todos. Le invitaron varias veces a beber, una oferta que declinó amablemente excusándose con que dañaría su dieta cuando en realidad, era por los medicamentos que tomaba.
A nadie pareció importarle transcurridas las horas, olvidándose de la responsabilidad. No los culpaba, viajarían al día siguiente. La noche era libre para todos.
Riko y You se quedaron también y aunque ellas si bebieron junto al resto, moderaron su consumo. Estaban más entretenidas en escuchar las tonterías demoníacas de la fotógrafa que sí había sucumbido al alcohol.
Por su parte, Hanayo era la conductora designada de las productoras y no había bebido una sola gota, fue con ella que encontró una charla animada, alejando sus pensamientos de la chica por la que luchaba con sus fuerzas no mirar. Aún recordaba que ella quería hablar, tal vez por su actitud esquiva a pesar de la dichosa promesa, de recuperar su vieja amistad que se arrepentía de haber hecho.
No estaba lista aún, no después de recordar cosas. Necesitaba primero hablar con Kotori. Y eso sería hasta mañana. Sólo eso, un día más.
A través de los gritos y la música a alto volumen del lugar, sintió su celular vibrar, Nico la estaba llamando.
—¡Ah! Lo siento, tengo que contestar —Se disculpó, saliendo apresurada del lugar y contestando en el proceso para evitar perderla.
La fría noche de Kioto la hizo temblar, afuera estaba oscuro y un poco apartado de muchas luces. Se esmeraron en encontrar un lugar exclusivo y escondido que no resultara un riesgo si eran descubiertos en una fiesta sin control.
—¿Aló?
—¿Por qué se escucha tanto ruido? —Fue la primera pregunta de Nico.
—Oh~ estamos teniendo una fiesta para celebrar.
—¿Una fiesta? ¿Hay alcohol ahí? —Un grito desde dentro fue la confirmación—, esas idiotas, ¡pero de ninguna forma puedes beber! ¿Entendido?
Rió con ganas.
—A la orden capitana~ ni una sola gota ha entrado en mi sistema.
—Bien… no es sólo tu imagen, tú salud es importante también.
Apreció que se preocupara.
—Yada~ no tomaré nada. Incluso pienso que es hora de irme, pediré un taxi al hotel, esta celebración será para largo.
—Sólo ten cuidado.
—¡Tenlo por seguro!
—Bien… entonces, ¿Qué tal todo? Ya sabes… ¿No has tenido una de esas… pesadillas?
—No —respondió de inmediato, no eran pesadillas las que la atosigaban, aunque pensándolo bien, no era justo mentirle tanto a quien se ha preocupado mucho por ella—, bueno, no es eso, pero… han pasado cosas.
—¿Cosas? ¿Cómo qué clases de cosas? —Nico sonó alarmada— Espera, ¿tiene algo que ver con Sonoda?
Fue impresionante que diera en el clavo, aunque no es como si hubiera otra cosa que la pudiera alterar.
—Si… —confirmó bajando la mirada al suelo. Molestaba admitirlo.
—Sabía que debí ir contigo —Nico masculló irritada, dijo algo más que no comprendió debido a un potente ruido a sus espaldas.
Volteó pensando encontrar algún animal perdido, pero en lugar de eso, sus ojos se abrieron estupefactos al reparar en la silueta que yacía en el suelo luego de haber tropezado, lanzando maldiciones al aire, Umi.
Tragó duro, algo que Nico notó al otro lado ya que la escuchó preguntar si estaba bien.
—Oh… si, es q-que… —quería ignorar como lo había estado haciendo antes, pero ver los infructuosos intentos de Umi de levantarse era demasiado. Estaba ebria completamente— Eli-san me está llamando. Creo que quiere hablar sobre los trajes y lo ajustados que estaban. Te llamaré luego, ¿vale?
—Entiendo, ten cuidado. Llámame cuando estés saliendo de ahí mañana para recogerte en la estación. Honoka, te quiero.
—… También yo.
Tiró el celular en su mochila y se apresuró en ir hacia la chica en el suelo. Nadie más parecía haber notado lo que pasaba, dejando el lugar sólo con ellas dos.
Umi apenas la reconoció, incapaz de armar oraciones coherentes y apestando a alcohol. Honoka no podía creerlo, había tratado con una Umi furiosa, una Umi triste o una asustada… pero una ebria… no sabía qué pensar.
Umi juró que jamás tomaría una gota, ¿esta era la primera vez? No, algo le decía que no era así.
—Por dios, Umi, ¿por qué te has puesto así?
—Hon-n… o … ka.
Su nombre fue repetido infinidad de veces mientras intentaba lidiar con su peso para evitar que volviera a caer. Tenían la misma estatura ya, pero la fuerza de Umi seguía siendo importante. Logró arrastrarse con ella hasta una banca cercana, donde sacó de nuevo su celular para llamar a un taxi, no había forma de que la dejara quedarse ahí.
¿Debería llamar a alguien? ¿Había alguien más sobrio, aparte de Hanayo, en quién confiara para mandar a la escritora al hotel? Entrar y dejarla ahí unos minutos para avisar no parecía una buena idea, se quedó sentada, con Umi aferrándose a ella como si no hubiera mañana, balbuceando su nombre.
La culpa la invadió, Umi estaba así por ella, por negarse a hablar, por esquivarla. Nunca imaginó que la chica podría llegar a tener esta actitud, pero de nuevo, esta Umi era tan diferente a la que creía conocer. Por su mente pasó llamar a su dichosa amiga, Maki, sin embargo, ¿de qué serviría? ¿Vendría por Umi a estas horas de la noche? Le molestaba admitirlo, esa mujer parecía una buena persona y conocía perfectamente al desastre azul, en sus manos seguramente estaría mejor.
El taxi llegó, cortando sus ideas y dejándole sin más opciones de decisión.
—Venga, Umi, coopera un poco.
La levantó como pudo, llevándola hasta el auto dónde el chofer, percatándose del estado, salió de su lugar para abrir el coche, una acción que agradeció. Umi se desplomó en el asiento, y le costó un poco apartar sus piernas para que pudiera entrar también.
—Menuda fiesta —sonrió el conductor, ignorando el peso emocional que Honoka estaba cargando.
—Una buena —respondió, siguiendo una broma que no le hacía gracia—, al Grand Price Hotel por favor.
—Ahí vamos.
El motor del taxi rugió con fuerza, provocando que se impactaran leve con el asiento debido a la inercia. A Umi no pareció afectarle en lo mínimo, perdida en la inconsciencia. Sólo de pensar en la resaca que tendría al día siguiente…
Llegaron al hotel en poco menos de 20 minutos, pagó al taxista y agradeció una vez más su ayuda cuando les abrió las puertas. Para su suerte, Umi pareció un poco menos perdida ya que pudo avanzar algunos pasos tambaleantes.
—¿Cuál es tu habitación…?
—Ho…noka…. —Volvió a repetir sin sentido.
Ella no podía decir el número y preguntar en la recepción estaba fuera del camino, no podía arriesgar una escena donde las reconocieran. Ofuscada y sin más opción, la llevó a su propio cuarto.
—Maldita sea —Siguió maldiciendo en el camino, luego de recibir miradas despectivas de algunos huéspedes en el ascensor cuando la escritora se movía como gusano.
Entrar al cuarto fue una bendición, no dudó en apresurarse para lanzar a la mujer a la cama y deshacerse del peso extra. La vio retorcerse mientras masajeaba sus hombros, y casi se cae de la cama si no fuera porque tuvo que saltar sobre ella para detener su giro.
Y de pronto, pasó. El tiempo se detuvo.
Honoka tenía las manos de Umi apresadas para evitar que hiciera un movimiento riesgoso. Sus mejillas sonrosadas le daban un aspecto tan tierno, pero sus ojos miel semi-abiertos apenas distinguibles gracias al halo de luz que se filtraba de las ventanas, el sudor perlado de su rostro y sus labios rojizos… su ritmo se aceleró, el aliento se le cortó. No podía pensar con claridad, no con Umi que se veía hermosa, bajo ella.
No estaba bien, no estaba bien NO LO ESTABA.
TENÍA QUE MOVERSE, SALIR DE AHÍ, IRSE, ALEJARSE. NO PODÍA SOPORTARLO.
Umi deshizo su agarre sin que pusiera resistencia, débil, cobarde, sucumbiendo a ella. Sintió sus manos, níveas y dulces envolverse alrededor de su cuello para atraerla.
—Honoka… —susurró sin problemas, cómo si su balbuceo jamás hubiera existido— Honoka… te amo.
Umi la atrajo más y Honoka…
Sólo abrió sus labios y se dejó besar.
Estaba perdida.
No era delicado.
Era frustración y pasión.
Son ellas, en una cama de hotel en una gira de trabajo luego de siete años de no saber nada de la otra. Sus cuerpos alineados, con Umi aferrándose a ella y besándola cómo si se acabara el mundo al día siguiente.
Pero es el regusto agrio del alcohol en la lengua de Umi lo que la regresó a la realidad.
Se apartó con brusquedad, asustada de lo que hicieron. Umi gimió enojada pero demasiada débil como para levantarse y reclamar. Honoka retrocedió, tocándose los labios, aun sintiendo el sabor de Umi en ellos.
El pánico la invadió, un huracán de emociones se arremolinó en su cabeza. Se alejó temblando, buscando con desespero el baño para meterse ahí y encerrarse. Sus manos cubrieron sus oídos para apaciguar el sonido del desastre de Umi llamando su nombre, repitiendo los «te amo» y «lo siento» incontables veces.
Rogando porque sólo fuera otra pesadilla y no la realidad, que ella no haya besado a Umi, que no quisiera hacerlo de nuevo e incluso más.
Se quedó ahí, llorando, acurrucada junto al retrete, odiando su vida y sus sentimientos.
Odiando recordar lo mucho que ama a Umi.
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