TOMA 13
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Kira Tsubasa se convirtió en su amiga.
Al menos, eso era lo que Honoka decía.
Kira Tsubasa asistió a cada uno de los entrenamientos restantes de Honoka.
No hubo más salidas, más citas, más espera.
Los entrenamientos estaban en su punto más alto y duro, y Kira Tsubasa estuvo en cada uno.
Cada estoque, cada golpe, cada crujir de la madera. En los gritos de victoria, en los gemidos frustrantes, en los ceños fruncidos de concentración y en los gritos de derrota.
Kira Tsubasa los vio todos.
Sus penetrantes ojos verdes observaron cada movimiento, escuchó cada halago y reprimenda. Ella fue la primera en aplaudir los avances y en dar vítores de apoyo cuando parecía que Honoka perdería.
Para el final de la última semana, con un grito de ánimo de Tsubasa, Umi perdió tres rondas seguidas, dejando invicta a la chica.
Estaba lista.
Pero Umi no.
Umi no estaba lista para sentir el surgimiento de una lejanía.
Umi no estaba lista para dejar de ser la primera en felicitarla. No ser la primera que la ayudara a incorporarse o incluso en ser quien le proporcionara lo necesario para que se secara y calmara su sed.
Eran pequeñas cosas sin importancia, cosas que comenzaban a importarle cuando ya no era quien las hacía.
Tampoco había caminatas juntas de regreso a casa después de la escuela. Ahora eran un viaje cómodo en auto cada que Tsubasa pasaba a recogerlas, asegurando que no deseaba que Honoka perdiera la energía que necesitaría para la competencia.
No más abrazos, no más confort. No más calidez, ni tiempo a solas. Ahora eran Honoka, Umi y Tsubasa.
Umi comenzaba a sentir una extraña e inusual distancia entre Honoka y ella. Y lo peor es que no podía culpar a Tsubasa. Podía ver en ella el genuino aprecio hacia su amiga y su interés en congeniar con las dos. Admiraba sus esfuerzos por encajar en las diferencias de su relación, en la seriedad con la que trataba la competencia y el apoyo que les proporcionaba a ambas.
Admitía haber tenido una impresión terrible de ella, muy lejos de la diva que su mente proyectó por su profesión. Tsubasa era sensible y atenta. Una buena amiga.
Una amiga que se había ganado el cariño y la confianza de Honoka.
Pero, aun a pesar de la buena influencia de la actriz, el sentimiento de soledad comenzaba a agobiarla. Con la presencia de la otra chica, no encontró ningún momento para hablarle de los planes de sus padres sobre su futuro.
No le había contado de que ya había tenido una primera cita con aquél muchacho del que hablaron y que, en las cenas de su familia, la mención de una segunda era un tema recurrente.
Quería que cuando le dijera a Honoka, hubiera un tiempo suficiente con ella para que hablaran a fondo, la consolara y pudiera sentir su risa, que eliminaba todas las preocupaciones. Algo que no podía ocurrir debido a la presencia de Tsubasa y a los extensos entrenamientos. Al menos en ellos lograba despejar su mente y hacer a un lado su necesidad.
La semana terminó y con ello, llegó el torneo.
Trabajaron tan duro para ese momento, Honoka estaba lista y preparada. Una rival digna y reconocible. Todo Otonokizaka estaba ahí, vitoreando su nombre en cada estocada, en cada deslizamiento y defensa. Su presencia era imponente, su porte galante y su técnica muy singular. Un estilo entre el kendo tradicional y la energía que la misma Honoka exudaba.
—Honoka está increíble. Nadie podría pensar que puede ser un poco holgazana.
Tsubasa estaba a su lado, en el lugar que le correspondía al equipo técnico de los competidores. Vestía con el uniforme deportivo de la escuela y usaba peluca y lentes para ocultar su identidad. Un disfraz que parecía funcionar, todos estaban volcados en la competencia como para notar a una reconocida actriz juvenil cargando toallas y agua.
—Honoka puede tomarse las cosas enserio cuando se necesita —dijo Umi, sin perder ni un momento de la batalla que se llevaba a cabo.
—Ella es tan admirable y fuerte, realmente no se da cuenta del efecto que puede tener en los demás.
Un efecto positivo, pensó, pero algo le decía que ella se refería a otra cosa.
—Umi-san, ¿puedo preguntarte algo?
Sus ojos no dejaron los movimientos de Honoka.
—Claro.
—¿Qué clase de relación tienes con ella?
La pregunta la aturdió. Volteó a verla, solo para toparse con sus ojos jade observándola atenta. Se formó un nudo en su garganta.
Esuchó el gemido de Honoka cuando un certero golpe asestó en su hombro. La atención de ambas volvió hacia ella.
—Es… mi amiga de la infancia, por supuesto —respondió tras correr unos segundos. Demasiado avergonzada como para admitir, ante todas las personas y en ese momento, que era algo más.
—Así que es sólo eso. Bueno, supongo que mis oportunidades no son nulas entonces.
Fue ahí cuando sus ojos dejaron la figura de su amiga y se centraron de nuevo en la sonrisa confiada y esperanzada de la castaña.
—¿A qué oportunidades te refieres?
La sonrisa de Tsubasa se hizo más grande, sus ojos brillaron.
—Eso es…
"¡Tsuki-men! ¡Punto! ¡El combate se acabó!"
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El auto se estacionó lentamente frente al portón, podía sentir el calor disminuir del motor conforme se detenía.
La calle afuera lucía bastante ajena, diferente a lo poco que lograba recordar.
—Todo ha cambiado —comentó, mirando los edificios que comenzaban a construirse alrededor del pequeño barrio. Ahora parecía que en cualquier momento se caerían y destruirían las pocas casas tradicionales que aún se resistían—. No se siente como si hubiera sido mi hogar.
—Lo es.
—Lo fue.
Las imágenes se materializaron, atravesando las paredes y dándole una visión infrarroja de lo que le esperaba detrás de las puertas. Vio a su padre usando su hakama en el dojo, a su madre tomando el té con su estudiante durante la práctica, a su abuela con su diadema sujetando su naginata en la cintura, y la luz que alumbraba el dojo todas las mañanas.
Avanzando aún más, siguió el rastro de los rayos del sol apuntar a una dirección conocida, bastante cerca y al mismo tiempo, tan fuera de su alcance. El auto estaba cerrado, con la calefacción protegiéndolas del frío venidero del invierno. Estaba segura de poder sentir la filtración del olor a pan recién horneado.
Todas esas cosas quemaban pequeñas partes de su corazón.
—Podemos quedarnos el tiempo que quieras.
La mano de Maki sobre su hombro fue el regreso a la realidad. Las imágenes desaparecieron, las sensaciones no.
—Si lo pienso más, querré irme. Pero gracias por acompañarme —sonrió. Apreciaba que su amiga decidiera estar a su lado en esos momentos. No se consideraba aún lo suficiente fuerte como para manejar una crisis sola.
—Te dije que dejaras de agradecerme, soy tu amiga, si me necesitas estaré aquí.
Maki se parecía a la Honoka del pasado, tan dispuesta a escucharla, a permanecer a su lado.
Esa Honoka ya no existía. Ni siquiera en muchos de sus recuerdos.
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Inhaló profundo, deseando poder tomar una de esas píldoras milagrosas que adormecían la mente, pero la doctora Minami fue muy clara en decirle que aún no las necesitaba y que debía enfrentarse en sus mejores sentidos.
Sería fácil si supiera qué esperar, pero no tenía idea de las reacciones que su llegada tendría, ¿una bienvenida calurosa de parte de los padres a los que no había visto en años? ¿Una reprimenda por haber cortado el contacto con ellos? Sin tarjetas de navidad, ni felicitaciones de cumpleaños o regalos de año nuevo. Era como si Umi siempre hubiera estado sola.
—Debo dejar de pensarlo —Desabrochó el cinturón de seguridad y salió del auto.
Maki la siguió, apagando el motor y guardando las llaves en su bolsillo.
El frío invernal les pegó directo en la cara, desprotegidas de la calefacción del auto. Sus vellos se erizaron y un halo de aliento se escapó de cada una cuando chillaron de sorpresa a causa de la ventisca.
—Los edificios suelen ser una perfecta barrera para evitar el viento frío —mencionó Maki, al enrollar la bufanda alrededor de su cuello.
—Esa ciudad de luces está absorbiendo el vecindario.
Umi miró alrededor las pocas casas que se mantenían, luchando contra el inevitable destino de la urbanización. En sus tiempos de estudiante, cuando se detenía a observar alguna casa vacía con la cinta de aviso de demolición, sólo podía sentir el desprecio correr por sus venas, temiendo el momento en que ella misma fuese aplastada por el cambio.
Nunca se imaginó que la destrucción la alcanzaría de una forma diferente, y que lo que tanto odiaba se convertiría en su nuevo hogar. En cambio, ahora el lugar se sentía ajeno y ella era solamente como un fantasma merodeando.
Con pasos pesados, caminó hacia la entrada con Maki siguiéndola. Su presencia ayudaba a calmar sus crecientes nervios y a frenar las ganas de regresar. La expectativa de lo que encontraría era agobiante. Imágenes de años atrás, de días felices, de sombras que se alzaban sobre sus atrofiados recuerdos.
La sensación de una vieja compañía que rebosaba energía a su lado, que solía acompañarla cuando los rayos del sol de la tarde aún se negaban a ceder ante la noche.
—Puedo tocar por ti —sugirió Maki, percatándose de su ansiedad.
Debería negarse y demostrar que estaba preparada para esto. Sería lo ideal.
—Por favor.
Pero no podía hacerlo. No cuando sentía sus manos hormigueantes y temblorosas.
La compositora asintió, se adelantó unos pasos dejando a Umi detrás. La vio levantar el brazo, llegar al timbre y presionarlo.
Un pitido.
Dos pitidos.
Su corazón empezó a latir con fuerza. La garganta se le secó. La sensación de vértigo la envolvió y su visión comenzó a parpadear. Intentó abrir la boca para inhalar aire, pero el frío que se metió a sus pulmones le terminó de cerrar la garganta.
Reconocía esto. La doctora le dijo que estos ataques podrían aparecer en cualquier momento y lugar una vez que el desbloqueo comenzara, nunca estaba lista para la sensación de estar al borde de un desmayo.
—¡Umi! —sintió los brazos de Maki sostenerla antes de que las piernas terminaran de fallarle y perdiera el equilibrio. No sentía más que el fuego quemarle el interior, ignorando el vendaval helado del ambiente— Tienes que respirar Umi, tienes que calmarte.
Lo intentó. Una y otra vez obligó a sus pulmones a inhalar aire. Parpadeó tantas veces tratando de mantenerse consciente y alejar el terror que la consumía.
—¿¡Umi-san!?
A través del nubarrón de emociones que luchaban en su interior, la voz senil se hizo oír.
Umi la reconoció de inmediato, y al torbellino que ya tenía, se añadieron nuevas emociones: comprensión, risas, apoyo, bromas, cariño. Fueron ellas las que se alzaron sobre los miedos y rencores y la trajeron de regreso al mundo.
Enfocó la mirada al frente, ojos ámbar rodeados por arrugas y una sonrisa tambaleante la observaron. Lágrimas se desbordaron en las dos mujeres.
—Abuela.
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La almohada debajo de sus piernas eran un increíble alivio. Suaves, esponjosas y cálidas. El té humeante despertó por completo sus sentidos, aunque la inquietud no desapareció ni menos el agobio, sus ojos miraban a la puerta con ahínco.
—No temas, ellos se han ido a pasar las festividades con tu hermana. Yo soy muy vieja para un recorrido de 12 horas, y, de todas formas, no les caigo demasiado bien. Estoy segura de que ni siquiera han pensado en mí en todo este tiempo.
El comentario de su abuela apaciguó un poco su corazón, y al mismo tiempo, hundió alguna pequeña esperanza de saber a fondo las razones de su distancia.
Miró a su abuela, sus facciones estaban más arrugadas, los párpados caían gruesos sobre sus ojos ocultándolos un poco, el paso de los años se llevaron su vitalidad. Ahora se veía tan lejos, tan vieja y extraña.
—Ha sido un tiempo Umi-san, un tiempo bastante largo. Llegué a creer que moriría antes de volver a verte.
Dolió escuchar su suave y melancólica voz. También notó el trabajo de las palabras, el silbido distante de su aliento. Lejos de la dulzura y energía que la caracterizó.
Siete años fue demasiado tiempo.
—Me alegra verte de nuevo, poder escucharte una vez más —La abuela Sonoda la miró con una mezcla de amor y fragilidad.
Honoka no era la única a la que extrañaba, no era la única que la hacía sentir amada y apreciada. Se odió por no acordarse tampoco de eso, su abuela no lo merecía.
—Lo siento —dijo—, siento no haber pensado en usted.
Sus ojos se empañaron en lágrimas.
—No, tenías toda la razón para olvidarme… no te apoyé lo suficiente, no luché por ti —replicó afligida su abuela.
Umi meneó la cabeza, no entendía a qué se refería su abuela, pero sí que necesitaba su perdón. Uno de muchos.
—Lo siento —repitió—. No tienes la culpa de nada, yo me alejé e intenté hacerme creer que no existían. Que nadie estaba para mí.
Pero si hubo alguien. Una persona que se atrevió a tomarla de la mano y sacarla del agujero en el que se metió. Maki, su amiga compositora, quien les dio el tiempo y la oportunidad de estar a solas en la sala de la residencia, mientras ella, no muy lejos, vigilaba que todo estuviera bien. Gracias a ella podía enfrentarse a esto.
Gracias a ella y la esperanza de recuperar el amor que perdió.
—Hablas como si no recordaras lo que sucedió, ¿realmente nos has perdonado? ¿Es por eso que has venido?
Las preguntas de su abuela la sorprendieron, ¿perdonarles? ¿qué era lo que debía perdonar?
Apretó la taza de té con sus manos, obligándose a sentir el líquido caliente. La duda inundó su cabeza.
—N-No comprendo lo que dices, ¿por qué debo perdonarlos? —preguntó, tras una pausa. Se removió en el tatami, sus rodillas resintieron la postura que olvidó por años.
La abuela la observó sorprendida, la arruga de su frente se frunció sobre los ojos. La examinó en silencio, observando cada pedazo de rostro y palmo de su cuerpo, el escrutinio fue incómodo pero reflexivo, la anciana buscaba en ella algún atisbo de broma en su pregunta.
—No recuerdas —finalmente dijo, sin rodeos. Abriendo los ojos en sorpresa, la sabiduría llenándola de comprensión.
Asintió. Bajó la cabeza, apenada.
—Tengo amnesia —admitió con pena—. A causa de algún tipo de shock y consumo excesivo de… —Calló, no podía terminar la frase, su abuela no merecía saber qué tan bajo cayó— Recuerdo que hubo un problema, pero no consigo relacionar las caras, nombres o actos. Incluso las cosas sencillas se vuelven imposibles de recordar, mi memoria se distorsiona y deteriora.
—Oh mi querida Umi, ¿qué fue lo que te hicimos? —escuchar la culpa en su abuela fue un golpe duro.
¿Por qué se culpaba? ¿Acaso no fue ella quien simplemente se alejó? Si no era así, si las cosas que ocurrieron no fueron tan simples… entonces…
Se levantó del asiento, sus piernas entumecidas reaccionaron a su súplica y la hicieron avanzar firme hasta el lado de su abuela que la observaba asombrada. Tomó sus manos entre las suyas y con ojos suplicantes, rogó:
—Por favor abuela, cuéntame todo lo que sepas. Necesito saberlo. He venido por respuestas para que mi alma deje de atormentarme, y también, para tener fe de que puedo enmendarme y regresar a su lado, al lado de Honoka.
Esperaba que su ruego fuera suficiente, que su abuela escuchara el dolor de su corazón y finalmente alejara la nube de su mente. Sin embargo, su respuesta desechó cualquier ilusión.
—Mi querida niña —Un pequeño hipo acompañó el llanto. La mujer atrajo a Umi hacia su regazo, acarició su cabello con ligeros toques y la arrulló con cariño—, si no puedes recordar, es porque los dioses así lo quieren. No puedes luchar contra ello, ha sido una gran bendición para mí saber que no me odias. Siento que ahora puedo morir en paz, aún tengo tu amor, Umi. Aún lo tengo.
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Los ruegos de Umi fueron en vano, su abuela los ignoró todos. Con ella en su regazo, se dedicó a contarle sobre lo mucho que había pasado en ese tiempo, sobre la escuela que su padre reabrió, el acercamiento de su hermana mayor, su boda y del nieto tan esperado que nació hacía dos años. El futuro heredero del clan Sonoda.
Pese a la vejez, la mujer fue muy hábil para evitar hablar de algo que la relacionara al pasado, dejando a Umi en la penumbra.
No sabía si sentirse feliz de que estuvieran hablando o sentirse decepcionada por su falta de cooperación. Decidió no darle muchas vueltas, aún si ella no quería hablar, de una u otra forma daría con la verdad. Estaba decidida a conseguirlo.
Umi le contó un poco sobre su vida, a lo que se dedicó. La fama que consiguió y los proyectos en puerta que le esperaban. Le habló sobre la película y no reprimió hablar sobre quién sería su protagonista. Esperaba que, con la mención, su abuela reaccionara y abriera su corazón, sin embargo, más allá del susto y pasmo que surcó su rostro, no dijo nada.
—Tal vez no tenga muchos de mis recuerdos, pero si algo tengo en claro es que por mucho tiempo reprimí mis verdaderos sentimientos. Dejé que decidieran sobre mi vida, y acepté cosas que detestaba. No me siento orgullosa de las cosas que hice después de irme, pero sin ellas no estaría enfrentándome ahora. Amo a Honoka, y esta vez haré las cosas bien.
—Aún sin memoria, eso fue lo único que te negaste a olvidar. Ojalá el pasado pudiera tirarse como un objeto viejo y no verse como una reliquia tras el cristal. Es una lástima que un sentimiento tan hermoso, fuera el causante de nuestras desgracias. Una persona equivocada.
Con las palabras dichas, una cosa le fue segura. Todo estaba enlazado. Aquello que ocurrió con Honoka fue de tal gravedad que afectó a su familia.
Umi no se marchó de casa, fue exiliada.
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—Es increíble que este haya sido tu cuarto, parece que nadie hubiera dormido aquí nunca.
Umi estuvo de acuerdo. La cama impecable tenía plástico encima para proteger del polvo las sábanas blancas. Las repisas estaban vacías, las paredes pintadas. No había escritorio ni ropa en el armario. Ninguna calceta olvidada, ninguna calcomanía pegada por error.
La pequeña habitación se veía tan grande con nada más que la cama y las cortinas cerradas.
—No sólo me echaron, quisieron desaparecerme de su vida, ¿te das cuenta? Debí hacer algo imperdonable, sino, ¿por qué querían olvidarme? Incluso aceptaron a mi hermana mayor, que se fue cuando yo era una niña. Ellos estaban enojados, y muchas veces dijeron que no regresaría de nuevo, y ahora, ya tienen incluso un digno heredero de ella.
—Tus padres son muy intensos, al menos los míos dejaron el escritorio y conservaron los peluches. Probablemente hasta mi padre duerme con alguno.
—¡Maki!
La compositora se encogió de hombros con una sonrisa culpable.
—Lo siento, no veo mejor forma de aligerar el ambiente.
Umi negó, suspirando. La habitación estaba tan vacía que era imposible de encontrar algo. Recordaba no haberse llevado todas sus cosas, claro que nunca imaginó que desaparecerían y ni siquiera sabía si las tiraron o la escondieron en otro lugar. La casa era demasiado grande como para buscar, le llevaría días y no estaba segura de soportar estar ahí por tanto tiempo.
—¿Nunca tuviste no sé… un escondite secreto? Un hueco en la pared, una teja suelta del piso, un cajón en la azotea.
—Me extraña que tuvieras algunas de esas cosas.
De nuevo la compositora se encogió de hombros.
—En algún lugar tenía que meter mis canciones y discos.
Umi siguió escrudiñando, tratando de recordar algunas de las cosas que pasaron ahí.
Noches en vela de tareas, videos de campeonatos de kendo, hojas sueltas de relatos, uniforme tendido en el armario, una mesa con un par de trofeos, portarretratos con fotos enmarcadas de campeonatos, fotos de ella y Honoka… el flash en su memoria fue relampagueante cuando una foto olvidada apareció de pronto.
En medio de las demás, grande e impresionante. Tres chicas posaban en ella, alegres y extasiadas. Honoka en el centro sostenía un trofeo gigante, con el sudor perlando su piel. A su lado derecho estaba Umi, con el orgullo en toda su expresión, mirando encantadoramente a la cámara y al otro lado… cabello castaño, ojos verdes, un poco más baja que las dos. Esa chica no miraba a la cámara; miraba a Honoka con tal admiración y… ¿devoción? Su brazo alrededor de la cintura de Honoka, marcando su dominio, ¿quién era ella? ¿qué hacía ahí...? ¿Dónde estaba esa foto?
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—Muy bien, oficialmente el viaje ha sido una pérdida de tiempo.
Maki estaba frustrada, tanto como lo estaba ella. Habló con su abuela y quedó en algunos buenos términos, aunque la intención del viaje no fue esa.
—Estoy peor que antes. Creí que regresar a casa me ayudaría, pero sólo me ha traído más dudas. Y si me encontrara con mis padres dudo que el resultado fuera diferente.
—El lado bueno es que ahora sabes que te odian y no sólo te fuiste. Tenía razón en sospechar.
Refunfuñó.
Nada salió como esperaba.
Las dos estaban de vuelta en el auto, a las afueras de la casa Sonoda después de rechazar la comida que la abuela de Umi les ofreció. En otras circunstancias podría haber aceptado, sólo que, con la negativa de la ayuda, lo que menos quería era permanecer ahí. La anciana pareció entender el conflicto y las dejó ir. Parecía que saber que Umi no recordaba le otorgaba una paz que no estaba dispuesta a perder.
—¿Lograste recordar algo más? ¿Alguna otra idea de a dónde ir? —Maki preguntó cautelosamente.
El ataque de pánico que sufrió al inicio no tenía indicios de regresar, a pesar de la nueva tensión que sentía. Umi se recostó en el asiento, con la cabeza mirando hacia el techo del coche.
—Se supone que mi amnesia empieza en el incidente y las cosas antes como después no logro recordarlas. Sin embargo, he descubierto que hay a alguien a quien tampoco recuerdo. Una chica. Había una foto dónde ella estaba, en el día en que Honoka ganó el campeonato de kendo de escuelas. Creo que esa chica también tiene algo que ver con todo esto.
—Eso debe ser una especie de avance, si logras saber quién es podrías tener otra pista ¿dónde está la foto?
Umi suspiró.
—No lo sé. No la tengo yo y ya viste mi cuarto. Ignoro si fue tirada o fue ocultada.
—Estamos como al principio —bufó Maki—. ¿Algo más? ¿Qué tal ese compromiso del que hablaste? ¿Eso puedes recordarlo?
—Sigue siendo borroso. Fue antes de la graduación. Mi padre me prometió con su mejor estudiante. Creía que sería un digno heredero del clan, él siempre estuvo orgulloso del apellido. Era bueno y atento, pero también era soberbio y presumido. No me llevaba tan bien con él, pero mi padre le tenía tanto aprecio que no pude negarme a sus intentos de emparejarnos. La fecha del compromiso formal fue puesta para un mes después de la graduación, en una ceremonia tradicional. Por supuesto que eso nunca pasó, es en ese lapso dónde ocurrió lo de Honoka y mis recuerdos desaparecen.
—¿Honoka sabía de esto? —preguntó Maki, con suspicacia.
—No, no pude decirle. Temía que, si le decía, ella se alejaría de mí. Que me odiaría.
Maki no lo entendió.
—¿Por qué ella se alejaría? Si era tu amiga, ella debió apoyarte.
El aturdimiento la golpeó. Era cierto, Honoka la apoyaría si le contaba lo que estaba sucediendo, eso fue lo que siempre hizo con sus problemas, entonces, ¿por qué tuvo miedo? La foto de la chica misteriosa flotó a su alrededor.
Maki estaba en las mismas, sumida en pensamientos. Sólo que a ella su mente sana si le funcionaba para hilar las cosas y encontrar respuestas. Umi podría intentarlo, no obstante, eso ocasionaría una migraña terrible y algún posible ataque de nuevo. No estaba lista para otro tan pronto.
—El enojo pudo deberse a algo relacionado con ese compromiso, ¿sabes por qué se canceló?
—Mi abuela habló de una persona equivocada y que no pude olvidar mis sentimientos por Honoka cuando le hablé de ellos —Umi se irguió del asiento, su cabeza comenzaba a girar algunas ruedas—. Ella sabía de mis sentimientos y mis padres también, tal vez… tal vez se enteraron. Eso es un gran golpe para su vanidad, que su hija a quién tanto entrenaron y de quién tenían esperanza de continuar con la casta estuviera enamorada de una chica, era suficiente para exiliarme, ¡tiene sentido!
—No, no lo tiene.
—¿Eh? —Umi se asombró de la severidad de la negación de Maki—, ¿qué quieres decir?
—Si fueran mis padres, me hubieran obligado a casarme quisiera o no. E incluso si me echaran sin concretarlo, no eliminarían todo rastro de mí. Y tu abuela afirmaba tener culpa. Hay algo más en todo esto. Algo que les obligara a cancelar y desaparecerte para reparar su orgullo, ¿recuerdas el nombre de ese chico? Si es alguien de buena familia tal vez pueda tener algunas conexiones que me ayudaran a encontrarlo.
Tenía que recordar, tenía que esforzarse y traer ese nombre a su mente. Cerró los ojos con fuerza, apretó los puños y obligó a sus pensamientos a enfocarse. Maki esperó paciente, preparada por si algo salía mal en el retroceso.
Tras unos minutos, Umi se rindió.
—No logro hacerlo. No hay nada ahí. Lo siento.
Maki meneó la cabeza, sonriendo.
—Esto fue revelador. La doctora te dijo que las cosas relacionadas al incidente no las recordarías, eso significa que el compromiso y la chica misteriosa están relacionados. Mira, ahora tenemos dos pistas más en este embrollo.
Sólo su amiga podía ver el lado bueno, ella en cambio sólo se encontraba con más problemas y obstáculos para enmendar su pena.
—Será mejor que volvamos.
—A la orden.
Maki arrancó el auto que ya estaba vivo con la calefacción y el motor encendidos. Avanzaron por las calles semi-desiertas del barrio, cruzando las puertas cerradas de casas antiguas de madera. Justo antes de doblar la esquina, las ansias de Umi se hicieron presentes.
—Hay otro lugar al que quiero ir.
—Dime por dónde —Maki no rebatió la idea.
Si estaba nerviosa de ir a su casa, lo que sentía en ese momento era un millón de veces peor. Umi dirigió a Maki como una experta navegante entre las aberturas y caminos del vecindario. No avanzaron tan lejos, sólo fue un par de vueltas y pronto estuvieron ahí.
Olía delicioso, un aroma que excitaba todos sus sentidos. La Panadería Homura lucía impenetrable y magnífica como siempre, detenida en el tiempo y peleando duro contra el paso de los años.
El llanto apareció de nuevo, por las memorias que la inundaron, memorias de tiempos felices rodeadas de harina, con masa pegada en la cara y con el olor impregnando su ropa. Memorias de sabores dulces y amargos, de azúcar glaseada y de té amargo.
Años de gloria en su adolescencia, de felicidad y amor.
Maki entendió el porqué de su llanto, y conmovida por el dolor de su amiga, bajó del auto a paso firme y entró a la tienda por todos los panes y dulces que pudieran entrar en su bolsa, dispuesta a hacer que los buenos recuerdos perduraran lo suficiente y quitaran el peso angustiante que Umi sentía.
Al menos fue la intención inicial, porque cuando estuvo dentro de la tienda, la osadía llenó su cuerpo y paciente, esperó a ser atendida por quién fuera.
Una chica de cabellos rojizos y ojos verdes vestida de delantal y con un paño en la cabeza fue su vendedora.
—Bienvenida a la tienda de dulces Homura, ¿qué desea llevar? Tenemos una gran variedad de manjus, judías, dangos, panes y mochis recién hechos.
—He escuchado muchas recomendaciones del lugar, lo famoso y exquisito de sus dulces. Quiero comprobarlo por mí misma, así que compraré dos de cada uno de lo que tengas —pidió sonriendo, la chica se asombró de semejante petición para después iluminarse de dicha.
—¡En seguida señorita!
Durante el lapso de tiempo, se dedicó a observar cada palmo de la tienda. Tenía la impresión de que encontraría algo que le ayudara.
En una pared, había una serie de fotos de personajes de la televisión, actrices, cantantes, actores de drama. No eran muchos, pero podía sentir la presunción que la tienda quería mostrar. En ellas estaba al menos uno de lo que creía eran miembros de la familia Kousaka, incluyendo el tormento de su amiga. Una foto en especial llamó su atención, una joven Honoka entregaba una bolsa a una chica sonriente de estatura baja e indistinguibles facciones.
—Tsubasa Kira también pasó por aquí, ¿eh?
El sonido de una campana regresó su atención al mostrador. La chica vendedora ya tenía unas tres bolsas llenas ahí, esperándola. Maki fue de inmediato y pagó por ellas dejando una buena propina. Vio cómo los ojos juveniles chispeaban de agradecimiento.
—Ha sido un placer atenderle, espero regrese pronto —dijo.
—Pienso hacerlo, cualquiera quisiera comprar algo del hogar donde salió la grandiosa actriz Kousaka Honoka —mencionó, tomando las bolsas.
Al mirar de nuevo a la vendedora, pudo ver en la sonrisa forzada, lo extraño que fue escuchar el nombre. Aun así, continuó su plan recién formulado.
—Soy fan de sus trabajos, es una espléndida actriz, y ahora que encarnará a la protagonista de la película de la increíble escritora Sonoda, ¡no puedo esperar a verla!
Las monedas cayeron en golpe seco sobre el escritorio, borrando todo rastro de anterior alegría.
—Lo siento mucho, pero, ¿podría no mencionar ese nombre? Sonoda… ese apellido no es bienvenido aquí.
Maki intentó mantener la sonrisa. Después de todo, si encontró algo.
—¿Uh? ¿Por qué? He leído sus obras y son especiales, completamente fascinantes...
—Por favor, deténgase.
No podía parar, necesitaba llevarlo al límite para obtener alguna buena respuesta.
—La carrera de Kousaka-san despegará en esta película, todos lo dicen.
—Ella puede salir adelante con o sin esta película, ella es genial —gruñó la más joven, Maki notó sus nudillos apretados.
—Pero si no fuera por el libro de Sonoda-san, ella ni siquiera sería conocida como lo es ahora. Esta es la oportunidad de su vida.
—¡No es gracias a Sonoda Umi! —finalmente la chica explotó—. Ella es… alguien detestable y horrible, ¡un monstruo!
—¿Un monstruo? ¿De qué hablas? Sus libros son fascinantes, ¿no crees que te estás dejando llevar por tus sentimientos personales? Si somos críticos, la historia de Sonoda es tan impactante que atrae el ojo internacional. Ella también es asombrosa y una gran persona.
—¡Y una mierda! —Maki retrocedió— ¡Todos han sido engañados por su falsa cara de inocencia! ¡Pero ella no es así! Sólo finge ser buena, una respetable chica, pero yo sé la verdad. Lo que le hizo a mi hermana, ¡ella le arruinó la vida! ¡Por su culpa casi muere y fue ella quién…!
—¡YUKIHO BASTA!
Una mujer mayor de cabellos rojizos apareció por el umbral de la cocina, jadeando. Estaba enojada y miraba a Yukiho con advertencia. La chica se congeló al oír su voz.
La señora Kousaka miró a Maki ignorando a su hija.
—Regrésale el dinero Yukiho. Y señorita, puede llevarse todo gratis con la condición de no decir nada de lo que mi estúpida hija dijo. Por favor.
La compositora tragó duro, sentía la piel erizada.
—Quédense con ello —dijo—, nunca diré nada. Lo siento.
Dio media vuelta y se fue.
Solo tras de sí, escuchó algunos sollozos tras la puerta pero no se atrevió a voltear.
Había descubierto algo más. Y ahora sabía dónde encontraría las respuestas de Umi.
Se metió al auto sudando frío después de dejar las bolsas atrás. Se puso el cinturón y fue hasta ahí cuando notó el silencio del coche. Se volteó asustada hacia Umi, creyendo encontrarla inconsciente o incluso, no encontrarla.
En cambio, ella tenía los ojos abiertos, mirando sus manos, estupefacta.
—¿U-Umi?
—Daichi Kira.
—¿Qué?
—Lo he recordado, el nombre de mi prometido.
La revelación fue un balde de agua fría. El hermano de Tsubasa Kira.
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N/A:
¡EPA! ¡Sigo viva! Por si me creían muerta pos no (¿) Ha sido un largo, largo tiempo, muy complicado, lleno de cambios y desastres mundiales. De verdad que aprecio todo su apoyo y cariño y que sigan a la espera de la culminación de esta historia. ¡Muchas, muchas gracias!
