TOMA 15.

.

.


El tiempo se ha ido tan rápido. Pareciera que apenas ayer te graduaste… fuiste aceptada en la Academia con honores y ahora que ya cumpliste la mayoría de edad, estás a un día de comprometerte con Daichi-kun. Estoy tan feliz por ti, Umi. Eres todo un orgullo para nosotros.

El reflejo de su madre en el espejo mostraba a una mujer feliz, con una amplia sonrisa y los ojos cristalinos de emoción. Sus cabellos azules parecían ser más brillosos que en cualquier otro día.

La imagen era tan… contraria a la de Umi.

No había una sonrisa genuina ni un brillo de alegría en ella. Su rostro estaba pálido, tenso y presentaba un ligero temblor en su cuerpo.

Nada de eso podía ver su madre. Ni su abuela ni su padre. Todos estaban tan felices, creyendo que Umi también lo era.

Umi odiaba ver ese reflejo en el espejo. Ver a esa chica ataviada con un hermoso kimono intentando fingir algo que no sentía. No era este el futuro que quería.

Pero ver esa felicidad en su madre, ver a su abuela más activa que nunca yendo de un lado a otro, organizando y preparando la comida…. a su padre con esa aura de satisfacción, tranquilidad y la sonrisa, una que juraba no haber visto nunca antes.

Tenía tanto miedo de perder todo eso. De convertirse en una decepción más para ellos después de lo de su hermana. Simplemente… no encontraba las fuerzas para oponerse.

Aun cuando sabía que no estaba lista para ese compromiso y que su corazón ya estaba ocupado por otra persona.

Por cierto, ¿Honoka-chan vendrá a la ceremonia mañana? No he tenido tiempo de ver a su madre para contarle las buenas nuevas, sería tan lindo si Honoka-chan nos acompaña en la ceremonia, ella es como parte de la familia.

Umi no sabía cómo es que su madre no se dio cuenta del dolor que la atravesó cuando dijo eso. No podía encontrar las palabras para hablar.

Bueno, supongo que podemos llamarles más tarde. Ahora cámbiate para hacerle unos últimos ajustes al kimono.

Asintió en silencio. Dócil, siguió las órdenes de su madre.

Cuando se fue de su habitación y se quedó sola con su reflejo, notó que la miraba reprochándole su cobardía. Diciéndole que era tan estúpida por aceptar que sus padres siguieran rigiendo su vida sólo por el miedo a mostrar quién era realmente.

Y odió eso.

Odió ser tan débil y tonta y… seguir siendo una simple niña asustada del mundo.

Más que nunca, necesitaba a Honoka. Necesitaba el valor que ella le infundía, su coraje, su luz, su buena suerte… su amor. Necesitaba sentirse amada, saber que, aunque perdiera mucho, aún la tendría a ella y tal vez… sólo tal vez… eso le daría la fuerza que necesitaba para oponerse a su familia.

Volviendo a mirar a su reflejo, encontró una nueva determinación de hacer algo antes de que fuera demasiado tarde.

Bajó corriendo las escaleras, casi arrancó la puerta cuando salió para irse, y sintió que sus pies ni siquiera tocaban el suelo cuando emprendió la marcha hacia la panadería.

.

El día se había ido junto con el sol semi-primaveral dejando una ligera brisa helada. Honoka estaba cerrando la tienda cuando llegó. La recibió con un efusivo saludo y un abrazo tan fuerte, que hizo que su corazón saltara y su rostro enrojeciera. Resultaba que Yukiho estaba en casa de una amiga por trabajos escolares, y sus padres salieron fuera de la ciudad a visitar a una tía enferma.

Umi pensó que el destino le estaba dando una buena oportunidad para poder hablar, sin preocuparse porque alguien más escuchara y se entrometiera (algo que en el futuro repudiaría).

Ambas cerraron la tienda, limpiaron la cocina y acomodaron los ingredientes en cada lugar correspondiente. Durante todo eso, Umi siempre estuvo pensando en cuál sería el momento perfecto para hablar.

"Hey Honoka, adivina. Resulta que he descubierto que me gustas mucho, que estoy perdidamente enamorada de ti, pero temo decepcionar a mi familia, y por eso mañana me comprometeré con un chico al que nunca dejé que conocieras…"

No importaba cómo lo intentara acomodar. Seguía sonando fatal.

¿Qué era lo que diría Honoka? ¿Realmente le daría la fuerza que necesitaba para romper el compromiso? O acaso… ¿habría la posibilidad de que lo aceptara y le instara a continuar? Además, aunque sabía sobre sus propios sentimientos, no sabía los de Honoka, ¿y si ella no la amaba? ¿Y si todo lo que creía fue un malentendido? ¿Y si Honoka sentía algo por Tsubasa?

Fue la última pregunta lo que hizo que su cabeza comenzara a nublarse.

Honoka y Tsubasa se habían vuelto demasiado unidas después del torneo. Las salidas ocasionales se hicieron más frecuentes, las visitas a la panadería se tomaban demasiado tiempo, y el acercamiento de Tsubasa se hizo más evidente cada vez. Manos entrelazadas, besos en la mejilla, besos en el dorso de la mano cómo si vivieran en alguna vieja era… todas esas cosas que Umi no se atrevía, pero quería hacer.

Todo era demasiado confuso. Y Honoka no parecía estar en desacuerdo con ello.

Necesitaba ponerle un punto a todo.

El momento llegó cuando subieron a su habitación, cargadas de té y dulces. Aunque en un principio estuvieron en la pequeña mesa para el té, la ansiedad y nerviosismo la llevaron a dar vueltas por toda la habitación, cómo si pudiera encontrar alguna respuesta entre los cientos de mangas y el desorden del cuarto.

Honoka, necesitamos hablar.

Eh, ¿por qué de pronto el tono serio? —preguntó ella, mirándola desde la comodidad de su lugar en el tatami, mientras se comía unos dangos y dejaba su teléfono en su regazo.

Yo… hay algo que no te he dicho —Le dijo, deteniéndose finalmente al tomar asiento en la cama, frente a ella. Esperaba que la suavidad del colchón tuviera suficiente valor para no dudar. Sentía la garganta rasposa, con las palabras atorándose para no salir, ¿dónde debería empezar?

Honoka… verás… yo…

El timbre del teléfono de Honoka interrumpió sus palabras.

En un rápido vistazo, alcanzó a ver el nombre de Tsubasa en las notificaciones, lo que le provocó malestar. Pensó que Honoka lo ignoraría, sin embargo, la chica tomó de inmediato su teléfono para responderle.

Espera Umi, sólo será un segundo.

Umi esperó tal como ella pidió, pensando que así podrían tener más tiempo mientras sus pensamientos se ordenaban de nuevo. Vio a Honoka dejar el teléfono, lo que tomó como una señal para continuar.

Entonces… decía que descubrí algo.

Oh, eso suena interesante, ¿un nuevo sabor de helado? ¿O es algún programa? Tsubasa ha encontrado uno bueno, podríamos intentar verlo estos días.

Hizo una mueca de disgusto, ¿por qué tenía que seguir mencionándola?

No, no me refiero a esas cosas. Me refiero a que… es algo de mí que te incluye…

Otro timbre más y Honoka volvió a tomar su teléfono, ignorándola.

De nuevo, Umi esperó paciente, tratando de apaciguar la ira que en su interior se hacía cada vez más grande. Ella estaba ahí, dispuesta a volcar su corazón, y Honoka simplemente la desechaba como cualquier otra cosa.

Perdón Umi-chan, Tsubasa me está diciendo algo importante.

Esto también es importante —replicó—. Honoka de verdad necesito que me escuches.

Está bien Umi, lo siento, dejaré el teléfono ahora, así que continúa.

Carraspeó para alejar los sentimientos de molestia.

Bien… entonces te decía que descubrí que creo que tú m-me… …—Era tan difícil decirlo. No podía hacerlo, viéndola tan directamente a los ojos, la vergüenza era demasiada. Tuvo que cerrarlos para poder hablar—. Me gustas, ¡Honoka, me gustas mucho!

Con el corazón amenazando salir de su pecho, sentía que el poco aire que había acumulado se fue de sus pulmones. Los nervios la tenían atrapada. Y peor era porque no escuchaba ni un sonido de Honoka.

Asustada, abrió los ojos, temiendo ver su reacción porque no sabía que esperar. Y lo que vio fue…

A Honoka tecleando en su teléfono.

Eso fue todo. La paciencia de Umi se terminó.

En un arrebato de rabia, de frustración, de muchas cosas que no podía explicar, se levantó de la cama y le arrebató el teléfono de las manos, para mirar qué era tan importante, como para que Honoka se perdiera de su confesión.

Y lo que encontró… le destruyó el alma.

"¡No sabes lo feliz que me hace que vengas conmigo en la gira! Si quieres, puedo ir para ayudarte con el equipaje"

El teléfono temblaba en su mano. No lo había notado hasta ese momento, la mochila en la habitación, la maleta y el armario abierto.

¿C-Cuándo…? ¿Cuándo pensabas decirme que te ibas con Tsubasa?

Umi-chan… —Honoka se estremeció, la miró con una expresión de confusa y su voz sonaba temblorosa cuando habló—. Lo siento, no quería que te enteraras así. Realmente estuve buscando el tiempo para contarte, pero estabas con los deberes del Dojo… y luego el examen para tu ingreso a la academia…

¿Por qué, Honoka? ¿Por qué quieres irte? —preguntó, sintiendo la amargura subir a su garganta.

Honoka desvió la mirada.

Ya ves, no soy buena con la escuela y… Tsubasa-chan me ofreció esta oportunidad de la gira, me dijo que tenía potencial, que me presentaría a agentes, y bueno… ella también me está ayudando con algo importante.

¿Ayudarte? ¿En qué te puede ella ayudar?

Es algo que no puedo decirte.

No puedes decirme a mí, pero sí a Tsubasa, a quien conoces apenas.

No lo entenderías Umi.

¿Qué no puedo entender? Porque lo entiendo, puedo ver que ya no te importo.

Su corazón dolía.

Honoka abrió los ojos ante su declaración.

No puedo creer que estés comparando lo que tenemos con Tsubasa —Ella dijo, volviendo a mirarla con el ceño fruncido y su sonrisa tambaleante.

Si es así, ¿por qué no puedes decirme nada entonces? ¡Soy tu amiga desde hace años! ¿¡Por qué no confías en mí!? ¿Por qué soy la última en saberlo?

¡Lo intenté Umi-chan! ¡Intenté decirte, pero solo estabas interesada en el torneo y la academia! ¡Ya no había tiempo para nosotras!

¡Tú eres la que no tenía tiempo para nosotras! —Umi acusó—. Siempre estabas con Tsubasa, Tsubasa iba por ti a la salida, salías con ella los fines, dejaste de verme por ella, ¡ya sólo te interesa Tsubasa!

Los ojos de Honoka se nublaron y pronto, asomaron pequeñas gotas cristalinas. Ni siquiera eso doblegó su corazón herido.

Se sentía traicionada, engañada. Honoka estaba cumpliendo su mayor temor: irse. La iba a dejar, sola, a merced de una vida que no quería. Una vida de mentira e infelicidad.

Lo prometiste, que estaríamos juntas para siempre, ¡eres una mentirosa! —Le dijo sin contemplaciones, sintiendo sus propias lágrimas empañar su visión.

¿Cómo te atreves a decir eso…? —Honoka preguntó con voz rota. Una y luego otra, las gotas cayeron por su rostro—. Cuando lo único en lo que pienso es en ti.

Estás mintiendo… ya no te importo, tú ya no eres la misma.

No, ¡TÚ ERES LA QUE CAMBIÓ! ¡TÚ TE APARTASTE DE MÍ! ¡PENSÉ QUE SABÍAS CUÁNTO TE QUIERO! ¿¡POR QUÉ NO PUEDES VERLO!?

¡PORQUE NUNCA ME LO DEMOSTRASTE! —gritó, a la vez que aventó el teléfono que aún tenía en la mano contra la pared.

Ambas se asustaron por el repentino arrebato. Aunque vamos, la situación ya se había ido de las manos desde hacía mucho tiempo.

El teléfono con la pantalla fracturada era la prueba.

Era un buen momento para detenerse. Pensar en lo que ocurría. Disculparse, arreglar los malentendidos…

Pero ambas habían cruzado la línea de las palabas hirientes.

¿Mostrarte? ¿¡Eso es lo que quieres!?

Umi sentía su sangre palpitando. Su corazón latía desenfrenado.

Si.

Entonces eso es lo que haré.

Dos pasos fue la distancia que las separaba. Dos pasos que desaparecieron cuando Honoka se abalanzó hacia Umi, juntando sus labios en un inexperto beso.

No hubo ningún segundo perdido. Sintió a Honoka enredar sus manos en su cabello, atrayéndola más para fundirse en el enredo de labios húmedos.

Umi apenas logró cerrar los ojos, sus manos en automático, como si hubieran estado esperando esto, se enrollaron alrededor de la espalda de Honoka para acercarla, dieron un par de pasos atrás, haciendo que ambas cayeran sobre la cama.

Cada terminación nerviosa de su cuerpo se encendió.

Apenas tuvieron un breve momento para separarse. Se miraron a los ojos, sorprendidas. Ambas con las mejillas rojas y el calor subiendo a sus cuerpos. Umi no pudo despegar sus ojos de los labios jadeantes que la habían poseído, sintiendo una nueva necesidad de volver a saborearlos.

Sus labios volvieron a encontrarse, más íntimo, más necesitado. Y todo lo que Umi podía pensar era en el sabor dulce que necesitaba absorber para olvidar lo demás. Olvidar a sus padres, a su futuro prometido, a Tsubasa.

En ese momento, sólo importaba Honoka y su sabor a pan y canela.

Las manos de Honoka se deslizaron por la espalda de Umi, para agarrar la orilla de su blusa y tirar de ella, sacándola de su cabeza.

¿Qué estamos…? —Umi preguntó, rompiendo brevemente el beso.

Shh —fue todo el susurro de Honoka, volviendo a encontrar una vez más sus labios con los de Umi, antes de bajarlos sobre su cuello, sobre su clavícula antes de que el sostén desapareciera.

Umi no supo cuál de las dos llevó primero su mano al pantalón de la otra… ni en qué momento las luces fueron apagadas, y los murmullos y las discusiones se convirtieron en jadeos y gemidos húmedos.

No hubo más palabras durante esa noche.

.

.


Daichi Kira era el nombre de su ex prometido.

Tsubasa Kira era… ¿quién era?

La foto estaba frente a ella, podía verse en los años de adolescencia durante el último torneo de kendo de la escuela. Honoka lo ganó y Umi celebró con ella la victoria. Pero también estaba esa chica de la que sabía su nombre por Chika, y a quien, por alguna razón extraña, no podía recordar.

Tenía el uniforme deportivo de Otonokizaka, en el suelo yacía una peluca que probablemente se quitó para la foto, y posaba abrazando a Honoka con esa mirada de ensueño y devoción. Era justo como lo recreó cuando estuvo en su casa.

Aún con esos datos, por más que intentaba hacer memorias completas sobre su estadía en la escuela, no recordaba a nadie registrado con ese nombre. Su mente bloqueaba el recuerdo completo. En otra circunstancia le habría desesperado, y ahora, sólo reforzaba la idea de que estaba vinculada a su pasado.

Tanto su ex prometido, como ella, compartían el mismo apellido, ¿una coincidencia? Imposible. En una sociedad patriarcal como Japón, dónde el dominio es marcado por el apellido paterno para formar un linaje, la probabilidad de que dos extraños coincidieran en apellido, sin estar relacionados sanguíneamente era muy baja.

Y si contaba con el único recuerdo que pudo recuperar cuando investigó sobre Daichi, uniendo los puntos, estaba casi segura de que Tsubasa era la hermana de la que él habló. La hermana a la que Umi golpeó de una manera salvaje, y por lo cual, él se vengó contra Honoka.

Formar esa teoría no fue una tarea fácil. El dolor punzante de su cabeza se intensificaba mientras más lo pensaba. Las ganas de seguir vomitando seguían presentes y se obligó a no comer nada por el temor de volver a hacerlo. Sin contar los latidos erráticos de su corazón.

No estaba siendo un proceso fácil.

Si todo lo que teorizaba era verdad, aún quedaba saber por qué Umi golpearía a esa chica.

Y había otra cosa que comenzaba a darle vueltas en la cabeza. Si Umi perdió el control es porque algo grave pasó. Algo que esa chica hizo contra Honoka. Sólo así se explicaría el perder los estribos. Pero entonces volvía al inicio, ¿de dónde venía su culpa? ¿Sí sólo la defendió, por qué tuvieron que alejarse? ¿Dónde estaba Tsubasa ahora? ¿Qué hacía en el torneo? ¿Cómo la conocieron?

Ah.

No supo en qué momento comenzó a temblar y sollozar hasta que su visión se empañó, y las primeras lágrimas cayeron al suelo. Las vio sumergirse en la alfombra y sólo así se dio cuenta de que estaba agachada en la sala, con los oídos tapados y su respiración agitada.

No era sólo un ataque de pánico. Era una tristeza tan cruda y amarga a la que no podía buscar entender, porque simplemente no sabía la razón exacta. Era como si su corazón supiera sobre la causa, pero le negara el acceso a su mente.

Era una experiencia cruel. Llorar sin saber por qué.

El arroyo de emociones era pesado. Y esta vez, Maki no estaba ahí para ayudarla.

¿Y si también ella se cansó? ¿Acaso sólo le estaba dando problemas? ¿De que servía la fama si no había nadie a su lado? ¿Era su destino quedarse sola?

Si ella desaparecía, el mundo seguiría andando.

Fue ese último pensamiento lo que le hizo recobrar la compostura. No podía dejar que esas ideas echaran raíces. No cuando estaba tan cerca de tener respuestas y arreglar todo. Y tal vez, sólo tal vez, si era el mundo lo que lo decía así, se alejaría de la mujer que amaba para que fuera feliz.

Tardó mucho tiempo en poder recuperarse.

Lo primero que hizo fue investigar, tal como antes hizo sobre Daichi, sólo que esta vez sobre Tsubasa.

No hubo una nota que la relacionara directamente con Daichi, como era de esperar por el tipo de medio en que se movía, pero si encontró un comunicado oficial de su agencia, dónde informaban la cancelación de su gira por asuntos personales, y que se tomaría un descanso de los escenarios, debido a que quería centrarse en estudios profesionales en el extranjero. La fecha… era unos meses después de que ella y Honoka se graduaran.

Teniendo una corazonada, entró a foros antiguos, blogs y ahí leyó rumores que hablaban sobre el engaño de la agencia. Decían que todo era una fachada para ocultar un accidente, que alguien la había visto en un hospital, o que había sufrido el ataque de un acosador. Nadie estaba seguro de nada. Muchos probablemente eran chismes creados.

Sin embargo, esa versión tenía mucho que ver con sus recuerdos.

El accidente de Tsubasa pudo ser Umi.

Y además de todo eso, en fechas recientes de apenas dos semanas, una nota llamó su atención:

Tsubasa Kira, la súper idol y actriz que estuvo en pausa por algunos, años debido a sus estudios en el extranjero, prepara un regreso sin igual y espectacular a los escenarios, de la mano de la discográfica Honey Bee Records.

La misma discográfica con la que tenía relación Maki, y con la que, según su amiga dijo, estaba trabajando para el regreso triunfal de alguien.

"—Ya no se trata sólo de ti"

No podía equivocarse. Las respuestas que necesitaba, las tenía Maki.

.

.

.


Entrar a una agencia especializada en música, era entrar a una realidad alternativa. Por los pasillos no estaban circulando los típicos oficinistas, llevando portafolios y café de Starbucks con sus nombres grabados, como si el resto del mundo necesitara sus nombres para seguir funcionando. En cambio, había personas vestidas tan normal, que ni siquiera parecía una empresa privada. Iban de un lado a otro cargando cuadernos, computadores y a veces llevaban puestos exagerados audífonos, sumergidos en la ambientación de su propio mundo. Podía escuchar en cada puerta alguna tonada diferente, veía a tipos yendo y viniendo con carritos llenos de cables y, también se topaba s los músicos, fácilmente reconocibles por sus estuches con sus instrumentos.

No podía decir que era un ambiente que no se viera fascinante. Esa multitud de personas tan diferentes, podían crear melodías maravillosas cuando se unían, lo que hablaba de la complejidad de la música.

Maki formaba parte de ese tumulto de personas talentosas e increíbles. A veces pensaba en ella como alguien fuera de este mundo. Su belleza incomparable, su actitud aparentemente despreocupada, y sus modales refinados le hacían parecer de la realeza. Inalcanzable y lejana. Nada más alejado de la realidad.

Ella era alguien que valoraba a las personas, les daba su importancia y no dudaba en apoyarlas cuando podía hacerlo. Era audaz, valiente, segura y decidida. Alguien capaz de derribar las apariencias, y ver a través de ellas, sin dejarse llevar por sus emociones.

A veces pensaba que tal vez, si la hubiera conocido antes, sus sentimientos de amor hubieran sido por ella. Podrían haber tenido una buena historia romántica, y vivirían despreocupadamente en el presente, justo como lo hacían ahora.

No fue el caso. Su vida fue hilada a Honoka desde mucho antes de que pudiera hacer algo.

Cuando se dio cuenta, ya había llegado hasta la puerta de la oficina de Maki.

No es que fuera especial o algo imponente como solía describirse en historias y verse en televisión. Se trataba de un pequeño cuarto, en dónde Maki almacenaba la historia de su carrera, lleno de premios y reconocimientos para atraer el interés de potenciales clientes. La misma chica decía que consideraba más su lugar de trabajo el departamento, ahí no había bullicio ni interrupciones. Lejos de miradas y dónde podía transformar su espacio en un santuario. Tener una oficina en la agencia era más una formalidad y un asunto de privacidad.

La había visitado varias veces antes, cuando estaba por la zona. Solía ir a rescatarla de alguna reunión o entrevista fastidiosa para invitarla a comer fuera. No existía una regla estipulada del horario en que podría aparecer, y realmente nunca le fue negado el acceso cuando tocaba.

Por eso no tuvo la necesidad de decirle que estaba yendo, además de que, aunque odiaba pensarlo, temía que Maki por primera vez no la recibiera, o tomara otras medidas para no verla. Después de todo, llevaban un par de días sin encontrarse.

La había estado esperando para hablar cara a cara con ella, pero Maki parecía saber que estaría en vigilia, porque siempre le enviaba un mensaje diciéndole que se quedaría a trabajar tiempo extra. Cuando el insomnio perdía la batalla y el sueño la dominaba, al despertar, encontraba el desayuno hecho y la misma nota de saludos.

Ya no podía seguir así, los días que pasaba dándole vueltas a sus hipótesis, sólo agravaban su condición de dolores de cabeza que incluso las pastillas no lograban apaciguar. No podía concentrarse en otra cosa, y el libro en que estaba trabajando se veía como algo imposible de continuar.

Necesitaba terminar con esto cuanto antes.

Con ello en mente, tocó la puerta y entró. La oficina tal y como le dijeron, estaba vacía. Maki andaba en una reunión con un productor y un artista. Cuando menos sabía que seguía en el edificio por el auto en el estacionamiento.

Su vista recorrió los reconocimientos y trofeos que enmarcaban la pared. Tenía varias fotos con cantantes y directores famosos, tantas que era extraordinario saber que era tan joven aún. No había duda de que su talento era único.

Tomó asiento en uno de los sillones del cuarto, lista para una larga espera. O al menos eso pensó, ya que la puerta se volvió a abrir, tras apenas unos segundos revelando a Maki, cargando algunos documentos mientras hablaba por teléfono.

Cuando notó a Umi en la oficina, enmudeció y se quedó congelada en la puerta abierta. Cualquier atisbo de bienvenida fue desechado por la palidez en su rostro y sus ojos abiertos de sorpresa.

—¿Umi? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me avisaste que vendrías? No, sabes qué, no me contestes. No puedes estar aquí, tienes que irte a casa —le dijo, cortando abruptamente su llamada y cerrando la puerta con fuerza.

—Espera, ¿me estás echando? No me dejaste otra opción que venir aquí y ahora, ¿me echas? ¿Qué pasa contigo?

—Escucha Umi, no tengo tiempo de hablar y… no es bueno hoy, de todos los días que estés aquí —dijo eso echando vistazos fugaces a la puerta.

Su actitud encendió sus alarmas internas. Nunca tenía que anunciarse y mucho menos irse. Y la única forma de que Maki esté haciendo eso, sólo podía significar una cosa.

—¿Quién va a entrar por esa puerta?

Las manos de Maki apretaron su teléfono y vio titubear su boca. Su rostro usualmente relajado se tiñó de severidad y le lanzó una mirada afilada.

—Bien, entiendo que fue mi culpa. Soy responsable por no hablarte en estos días. Es sólo que, necesitaba tiempo para pensarlo.

—¿Y ha sido tiempo suficiente? Porque ha pasado una semana, estoy más confundida que nunca, creo que encontré más pistas del pasado y esta maldita espera no ha hecho más que incrementar mi ansiedad y dolores de cabeza. Y en vez de ayudarme como prometiste, me has hecho a un lado, me has evitado y ni siquiera te he visto en el departamento —Le temblaba la voz en ese punto, dolía saber la indiferencia de a quien consideraba su mejor amiga— ¿Por qué sigues ocultándome cosas?

Pudo ver el dolor reflejado en la cara de Maki. Era un arrebato de sentimientos y estaba harta de seguir más lejos de la verdad. Odiaba no poder recordarlo, no ser lo suficientemente fuerte para resistir los shocks de recuerdos. Saber que Honoka estaba ahí afuera pensando que era un monstruo, y Umi ni siquiera podía afirmarlo. Necesitaba pedir perdón y saber qué era lo que tenía que perdonársele.

—No fue mi intención lastimarte, nunca podría hacerlo. Es sólo que...

—Ya no se trata sólo de ti —Umi repitió las palabras que días antes Maki le dijo—. Sé que mi ex prometido tiene una hermana, y esa hermana es Tsubasa Kira. De alguna manera la conocí en el pasado junto a Honoka. Le hice algo horrible y su hermano se vengó. Eso es todo lo que tengo, así que dime Maki, ¿de qué manera estás involucrada en esto?

La sorpresa en Maki no se hizo esperar. La había tomado con la guardia baja. Ella seguía custodiando la puerta sin moverse de su lugar. Estaba nerviosa y su respiración se había alentado.

Había alguien estaba con Maki y podía apostar a quién era.

Una puerta la separaba de la verdad.

—Lo has hecho bien Umi —Maki la felicitó con una sonrisa titubeante y sincera—. Pero este no es el lugar para hablar de eso. No creo que sea bueno para nadie, confía en mí. Prometo que hablaré contigo en la noche cuando llegue a casa. Te diré todo. Lo juro.

Debió de haber hecho caso. En la mirada de Maki podía ver su honestidad. Lamentablemente, su cordura se fue a algún lugar lejano, sólo quedaba el resentimiento e ira por los días a ciegas. Lo sentía como una traición.

—No me iré de aquí sin respuestas.

Vio a Maki pasmarse. Estaba a punto de replicar cuando el sonido de la puerta abriéndose la distrajo. Entró en pánico, soltando los papeles y pegándose de espaldas para impedir que se abriera. Tomó su teléfono desesperada, seguramente para decirle a quien llamaba que no entrara o que se vieran afuera.

Umi no podía dejar que eso sucediera. Se levantó del sofá y corrió hacia Maki quitándole el teléfono de las manos.

Fue sólo eso, una simple acción, lo que hizo que su cabeza entrara en shock.

De pronto ya no estaba ahí en la oficina, sino en un cuarto que conocía demasiado bien. Un cuarto que jamás podría borrar de su mente, pero que en ese momento se veía ajeno. No tenía control sobre sus acciones, sólo podía como sus manos se movían y gesticulaban sin tener poder sobre ello. Era como ver una película en primera persona.

Vio a la Honoka del pasado frente a ella, alarmada y con una mirada acongojada mientras sus propios ojos se dirigían al teléfono que segundos antes le quitó, sólo para leer el mensaje de Tsubasa.

"¡No sabes lo feliz que me hace que vengas conmigo en la gira! Si quieres, puedo ir para ayudarte con el equipaje"

Su visión se entorpeció con las lágrimas.

Escuchó su voz lastimera pidiendo explicaciones, escuchó las réplicas de Honoka, vivió de nuevo la angustia y la traición, y sintió que su garganta se desgarró con los gritos. Quería morirse. No quería estar ahí reviviendo el recuerdo. Quería lanzarse y esconderse para siempre para no tener que recordar nada.

Pero, cuando Honoka se abalanzó hacia ella y la besó, cuando sintió de nuevo el sabor perdido de sus labios y la excitación de su toque, supo que no podía hacerlo. Que estaba igual de perdida que en aquél entonces, y que su corazón la amaba mucho más todavía.

Las imágenes se distorsionaron hasta que se sumió en la oscuridad y la sensación de vacío. Era como caer en un pozo profundo de desesperación y pesar.

Cuando los sonidos volvieron a escucharse y las cosas a su alrededor dejaron de girar dejándole la punzada en la sien, se dio cuenta de que estaba en el suelo arrodillada llorando. Y que Maki la estaba abrazando, resguardando su cabeza entre su pecho para calmarla. No sabía cuánto tiempo se fue, se sentía una eternidad.

Tal vez fueron segundos apenas, los necesarios para derribar la barricada de Maki y permitir que la persona de afuera entrara.

—¿Qué está sucediendo? ¿Maki, qué ocurre? —La voz exigió, estremeciendo a ambas.

Más a Umi porque, aún en el shock de sus recuerdos, el tono era conocido. Un poco más grave y profunda pero igual de sofisticada y galante que aquellos días.

Tsubasa Kira.

—¡Lo siento! ¡No es un buen momento! Continuaremos con la reunión después, te llamaré —Maki casi suplicó para que se fuera.

—Ah… b-bueno, ¿al menos debo llamar a alguien? ¿Seguridad? ¿Un médico?

Las preguntas apenas se registraron en su cabeza. Demasiado asustada para salir del abrazo protector de Maki. Su cerebro le gritaba que se quedara ahí, que no volteara y no la mirara, sin embargo, hacía mucho que lo que su cerebro decía no ocurría.

Ninguna de las dos pudo prever que Tsubasa se agachara hacia ellas con la intención de ayudarlas. El manotazo de Maki no fue lo suficientemente rápido para apartar a la chica y evitar que la mirara.

Si había una forma de describir una conmoción tan fuerte como la que reflejaba su rostro, no tenía idea.

Ojos jade la vieron directamente. Un verde que en el pasado atravesó su alma y que justo ahora, volvían a hacerlo.

Su ritmo cardíaco disparejo se hizo aún más grave cuando Tsubasa retrocedió y tropezó con el sillón, cayéndose. Su rostro se distorsionó entre la sorpresa y el terror.

—Esto debe ser una broma, ¡una maldita broma! ¡No tú de nuevo! ¡¿Qué haces aquí?! —rugió, temblando de ira y miedo.

Maki reaccionó instantáneamente, levantó a la temblorosa Umi poniéndola detrás de ella a modo de escudo.

—Todo tiene una explicación. De verdad que la tiene, ¡no es nada de lo que crees!

—¡Voy a llamar a la policía! —gritó, levantándose y yendo hacia la puerta, al mismo tiempo que desbloqueaba su teléfono para cumplir su aviso. Maki de nuevo fue más rápida y alcanzó a quitarle el teléfono.

—¡No hagas nada estúpido! ¡Déjame explicarte!

Tsubasa la miró entre una mezcla de asombro y enojo.

—¿¡Qué tienes que explicar!? ¡Tú sabes quién es ella! ¡Lo que me hizo! ¿¡Por qué está aquí!?

—Te digo que te calmes, podemos hablar sin hacer un escándalo.

—¡Es que no me puedes pedir calma, cuando la mujer que me destrozó la vida está aquí!

Armada de un valor que no tenía, Umi se asomó de detrás de Maki. Sintió que este era el momento clave que estaba buscando por meses desde que Honoka volvió. Que lo que pasara ahí, le daría o le quitaría la oportunidad de arreglar las cosas.

—Y-Yo… ¡No sé de lo que hablas! ¡Tengo amnesia! —dijo, sintiendo el corazón en la garganta.

Tsubasa Kira la miró de frente, frunciendo el ceño y castañeando los dientes.

—Me estás jodiendo, ¡eres una perra!

—¡No, Tsubasa! Está… diciendo la verdad. Umi no recuerda nada.

La chica intercambió miradas entre Maki y Umi, y de pronto, su expresión se relajó y se echó a reír.

—Y una mierda, ¿es una broma? ¿Te soy una broma? Porque es lo más estúpido que he oído, ¿es lo que te dices para seguir durmiendo podrida de dinero? ¿Para seguir andando feliz en la vida? ¡Sabía que debías ir a la cárcel! ¡Todo fue tu maldita culpa!

—No… —musitó Umi, avanzando un par de pasos, los mismos que Tsubasa retrocedió—. No estoy jugando y, ¡TAMPOCO HE SIDO FELIZ EN ESTOS AÑOS! —Su cuerpo se tambaleó retrocediendo, tuvo que agarrarse del sillón para evitar caer. Maki reaccionó instantáneamente, cruzando su brazo sobre su hombro para sostenerla. El dolor en su cabeza comenzaba a intensificarse—. Me odio por todo lo que hice, y aunque parece una broma, realmente ni siquiera sé qué fue. Sólo quiero arreglar las cosas. Y quiero saber qué es lo que pasó exactamente para que me alejara de Honoka y me repudiara tanto. Por favor, Tsuba…

—¡N-No te atreves a decir mi nombre! —chilló— Ni tampoco el de ella. Las dos son lo mismo, unas malditas perras que sólo jugaron conmigo y me arruinaron —La voz de Tsubasa se quebró. Sus piernas falsearon y se resbaló en el suelo, quedándose sentada en el frío piso.

—Escuchen, sé que hay mucho de qué hablar, pero insisto que este no es el momento ni el lugar, ¡por favor!

—¡YA DEJA DE METERTE MAKI! ¡NO NECESITO QUE TE INVOLUCRES MÁS! —Umi gritó, quitando su brazo de Maki y alejándose.

—Umi… —Maki la miró, herida.

—Ya fue suficiente de tu ayuda —Se sentía mal por gritarle así pero no quería que siguiera entrometiéndose, buscando un acuerdo de comunicación cuando todo estaba de por sí confuso y jodido. Ella necesitaba razones y no quería perderlas ahora que estaba frente a la causa.

Maki retrocedió hasta el sillón donde se dejó caer, con la mirada perdida. Bajó el rostro y se quedó así, sin moverse. Umi se sintió aliviada de que estuviera fuera del camino.

—Te juro por mi vida que no estoy mintiendo. Sólo quiero saber la verdad y te dejaré en paz. Nunca volveré a verte jamás.

Los ojos cristalinos y la cara cansada de Tsubasa la miraron directamente. Cómo si buscara algún signo de mentira. Algo que no consiguió.

Se golpeó levemente la cabeza con la pared, guardando un largo silencio viendo al techo.

Se sintió como años estando así.

Finalmente, Tsubasa suspiró, llevó las manos a su cabeza y se levantó el flequillo. Una imperceptible cicatriz cruzaba la frente, bastante oculta por el maquillaje y que, con el calor de la situación y el sudor, se había casi desvanecido permitiendo verla. Empezaba por arriba de la ceja izquierda, en el mismo lugar que la que Honoka tenía, y se metía por el cuero cabelludo hasta perderse.

—¿No me estás jodiendo? ¿Realmente no recuerdas que me golpeaste hasta que me rompiste el cráneo? ¿No recuerdas que le cortaste la cara a Honoka cuando intentó detenerte? ¿Qué si no fuera por tu padre que te golpeó hasta la inconsciencia me hubieras matado?

Las piernas de Umi perdieron fuerza ante las preguntas. Sus ojos no podían estar más abiertos de escuchar las aberraciones que Tsubasa decía.

—Yo… ¿hice eso?

Tsubasa dejó su flequillo caer de nuevo.

Volvió a abrir la boca y habló.

Fue una reacción instantánea. Las palabras eran como un hechizo maldito que se metió por sus oídos y abrieron un portal al pasado. Su cabeza palpitó con más fuerza que antes, las imágenes nítidas volvían a verse borrosas. Sucesiones rápidas de escenas aparecieron una tras otra sin darle un respiro.

Se vio en los días de la escuela, trabajando en la tienda de dulces y entrenando juntas en el Dojo. Vio el día en que Honoka le habló sobre Tsubasa por primera vez, y la punzada de celos que tuvo, y cómo, cada vez frente a sus temores, se hacía más y más presente en su vida. Recordó el origen de la foto del torneo de kendo, y la confesión de Tsubasa sobre sus sentimientos, al mismo tiempo que aceptó los suyos.

Volvió a vivir las noticias de su compromiso, el alejamiento de Honoka, el trato con su prometido, los problemas con sus padres y, finalmente el fatídico día que arruinó su vida.

"¿Mostrarte? ¿Eso es lo que quieres?"

"Si"

"Entonces eso es lo que haré"

Sus piernas flaquearon, haciéndola caer al suelo, tapando sus oídos con sus manos con tanta fuerza que ardieron, intentando que las voces de los eventos dejaran de escucharse tan fuerte. El llanto y sus gritos sólo hacían que los recuerdos fueran más claros.

.