AQUI LES DEJO ESTA NUEVA HISTORIA,
ESTA ADAPTACIÓN YA LA HABÍA PUBLICADO EN OTRA CUENTA YARELY POTTER ESPERO LES GUSTE
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia le pertenece a Brenda Novak
Capítulo Seis
—¿Dónde está papá?
Bella pestañeó, esforzándose por salir del sueño. Había luz en la habitación, pero todavía no había sonado el despertador. ¿Por qué se habría despertado Charlie tan temprano?
—Se ha ido a casa —le contestó adormilada.
—¿Qué?
—Ha vuelto a casa. ¿Te lo pasaste bien en casa de los abuelos?
Charlie permanecía a un lado de la cama, con el ceño fruncido y el pelo revuelto, sin responder.
—¿No me vas a contestar? —le preguntó Bella, ahuecando la almohada e incorporándose para poder verlo mejor—. Dame un abrazo, cariño.
Te he echado de menos. Han pasado muchas cosas desde que te fuiste que estoy deseando contarte.
Una declaración de ese tipo normalmente habría desatado una tormenta de entusiasmo y preguntas. Pero aquel día, su hijo se limitó a apretar los labios.
—¿Que te pasa? —le preguntó Bella.
—¿Papá va a volver?
Bella vaciló. Después de la conversación con Jacob de la noche anterior, no estaba segura de que éste estuviera dispuesto a llevarse a los niños con la regularidad que lo había hecho hasta entonces.
—Estoy segura de que volverá, pero no sé cuando. Todavía no hemos hablado de ello.
—¿Eso qué significa?
—Que todavía no hemos coordinado nuestros horarios.
—No, no es eso. Significa que papá y tú no vas a volver a estar juntos.
Bella contuvo la respiración. Era evidente que Charlie no le estaba preguntando cuándo iba a volver a ver a su padre otra vez. Él estaba hablando de algo completamente diferente.
—¿He dicho alguna vez que nos fuéramos a reconciliar? —le preguntó.
—Pero por eso vinimos antes ayer. Papá dijo que ya era hora de que volviéramos a ser una familia.
—Siento que te dijera algo así —musitó—. A mí también me gustaría que hubiéramos podido continuar siendo una familia.
—¿Entonces por qué nos fuimos? ¿Y por qué no podemos volver?
—Porque hay algunas cuestiones que papá y mamá no son capaces de resolver.
—Pero él dice que se arrepiente de lo que hizo y que eres tú la que estás enfadada con él.
Mackenzie y Sophia aparecieron en la puerta, frotándose los ojos y bostezando.
—Yo también le oí decirlo, mamá —se sumó Mackenzie.
Bella les abrió los brazos a sus hijas, que corrieron hasta ella para darle un abrazo.
Afortunadamente, eran demasiado pequeñas para guardar rencor. Era Charlie el único que la preocupaba. A los diez años ya era suficientemente adulto como para comprender lo que los Black le decían de ella, pero no tenía la madurez emocional suficiente para valorarlo.
—Yo ya no estoy enfadada con papá —le aclaró—. Simplemente, no puedo vivir con él.
—Pero eso no tiene sentido —insistió Charlie—. El abuelo dice que si de verdad nos quisieras volverías —protestó.
¿Qué no estaría dispuesto a decir Billy con tal de hacerle quedar mal? A Bella le entraron ganas de decirle a Charlie que si su abuelo realmente los quisiera, dejaría de llenarles la cabeza de ideas que podían hacerles daño, pero no pensaba utilizar a los niños como lo estaban haciendo Billy y Jacob.
—El abuelo no tiene razón —dijo con firmeza—.Está envejeciendo y a veces se confunde.
—Tú siempre dices eso. Y yo se lo dije a él.
—¿Y qué te respondió?
—Se atragantó con algo y se puso muy rojo.
—Y la abuela le dio un golpe en la espalda —añadió Mackenzie.
Bella tuvo que morderse el labio para disimular una sonrisa.
—Y después se fueron de la habitación y no volvieron —terminó Charlie.
Las ganas de sonreír desaparecieron en cuanto vio el dolor y el resentimiento que reflejaban los ojos de su hijo.
—Escúchame, Charlie. Si yo no los quisiera, no habría luchado tan duramente para que pudieran quedarse conmigo cuando me fui.
—¡A lo mejor no deberías habernos traído contigo! ¡A lo mejor deberías habernos dejado allí! —gritó el niño y salió de estampida.
Bella sintió el escozor de las lágrimas bajo los párpados.
Quería que su hijo volviera a ser feliz. A veces se culpaba a sí misma por lo que estaba ocurriendo, pero cuando consideraba las opciones que tenía, comprendía que habían ocurrido demasiadas cosas para poder volver al pasado.
—Mamá, ¿estás llorando? —preguntó Sophia, arqueando preocupada las cejas sobre sus enormes ojos.
Bella forzó una sonrisa y le besó la mejilla.
—Estoy bien cariño. Es sólo que los quiero mucho.
—Yo también te quiero —contestó ella, rodeándole el cuello con los brazos.
Mackenzie se apartó un mechón de pelo de los ojos y se estrechó con fuerza contra ella.
—Yo también —susurró.
Bella disfrutó durante cinco minutos del calor de sus hijas. Después, sonó la alarma del despertador.
oooooooooo
Edward estaba en su despacho cuando Bella llegó al trabajo, pero la oyó hablando con Jasper. Jugueteó nervioso con el bolígrafo y pensó en salir a saludarla. Había estado pendiente de su llegada desde las ocho menos cuarto, presa de un extraño sentimiento de anticipación. Pero no habría salido a darle los buenos días a ningún otro empleado, de modo que cerró la puerta del despacho para no distraerse y terminó de firmar unos cheques.
Quince minutos más tarde, se estaba apretando el puente de la nariz y apartándose de la carta que acababa de escribir en el ordenador. No entendía lo que Bella y Jasper estaban diciendo, pero el murmullo de sus voces se filtraba en el despacho y le resultaba imposible concentrarse. Cuando Bella se reía, tenía la sensación de que se estaba perdiendo algo. Y cuando oía reír a Jasper, crecía su irritación.
¡Maldita fuera! Evidentemente, había sido una estupidez contratarla.
La risa de Bella llegó de nuevo hasta él y Edward frunció el ceño. ¿Qué era lo que le parecía tan divertido? Jasper no era precisamente un comediante. Rara vez coqueteaba con nadie, tenía un genio terrible, podía ser muy cínico y también encantador cuando se lo proponía.
Edward removió rápidamente los papeles del escritorio, tomó unos cuantos documentos a toda velocidad de los que podría hablar con Jasper y salió del despacho a grandes zancadas.
Bella era su amiga, su secretaria. Había muchas otras mujeres en el mundo. De modo que su hermano no tenía por qué fijarse en la única chica del instituto a la que Edward había idolatrado.
Cuando llegó a la oficina, intentó aminorar el paso, pero aun así, irrumpió en ella bruscamente. Jasper y Bella alzaron inmediatamente la mirada.
—Buenos días —lo saludó Bella con una sonrisa que le golpeó directamente las entrañas.
Edward asintió y le dijo «hola», pero no fue capaz de sonreír.
—Tengo unas cuantas cosas de las que me gustaría hablar contigo —le dijo a Jasper, arrepintiéndose inmediatamente de la seriedad de su voz.
Jasper miró rápidamente a Bella y después a su hermano.
—¿Quieres que pase a tu despacho? —le preguntó sorprendido.
Edward sabía que Jasper estaba preguntándose de qué tendrían que hablar que Bella no pudiera oír. Y Edward se estaba preguntando lo mismo. Pero por supuesto, no podía explicar que en realidad lo que él pretendía era unirse a ellos, formar parte de su conversación, poder reír tranquilamente con Bella. Que no había nada de casual en su repentina aparición y en sus bruscas maneras.
—Si tienes un momento—insistió, controlando mejor su voz.
—Claro —Jasper empujó la silla y se levantó—.
Bella, ahora mismo vuelvo. ¿Te importaría atender al teléfono mientras yo no estoy?
—Claro que no.
Edward se encaminó hacia su despacho, preguntándose qué demonios iba a decirle a Jasper cuando cerraran la puerta tras ellos.
Los documentos que llevaba en la mano tenían que ver con algunas cuestiones de las que ya habían hablado en otras ocasiones. No tenía nada nuevo que decirle y mucho menos una información secreta que Bella no pudiera oír.
Y temía que Jasper pudiera comprender lo que ocurría. Su hermano tenía una habilidad pasmosa para adivinarle los pensamientos. De modo que tenía que inventar algo rápido.
—¿Qué ocurre? —preguntó Jasper, apoyándose contra la pared en cuanto estuvieron en el despacho.
Edward todavía no había decidido lo que iba a decir, al menos conscientemente, de modo que él mismo se sorprendió al oírse plantearle a su hermano:
—Quiero que me cuentes lo que te pasa.
—¿De que estás hablando?
—De ayer por la noche. Quiero saber dónde estabas.
—Eso no es asunto tuyo y lo sabes.
De todo los hermanos, Jasper era el más impredecible. A menudo estaba enfadado y en muchas ocasiones parecía resentido. Edward sabía que no podía presionarlo demasiado.
Habían tenido mucho cuidado en respetar ciertos límites durante años. Pero una vez abordado el tema, la curiosidad lo empujaba a terminar lo que había empezado.
—Eres mi hermano, eres asunto mío.
Últimamente te veo diferente. Preocupado.
¿Tienes algún problema?
—Problemas. Sabía que sería eso lo que pensarías. Lo había olvidado.
Tú eres el único hermano suficientemente inteligente como para resolver cualquier cosa. El resto de nosotros deberíamos estarte condenadamente agradecidos por poder subirnos al carro de tu éxito. ¿Es eso, Edward? ¿No te parece una actitud un poco arrogante?
Edward bajó la voz hasta convertirla en un susurro.
—Escucha, Jasper. No creo que tengas derecho a juzgarme. Yo siempre he dicho que podías hacer todo lo que te propusieras.
Estuve presionándote en el instituto para que terminaras los estudios cuando tú querías abandonar. Yo
—Me pegabas unas palizas infernales cada vez que llamaban del instituto para decir que tenía otra falta sin justificar.
¿Cómo voy a olvidarlo?
La amargura que reflejaba la voz de Jasper era inconfundible y arrastraba una corriente de recuerdos y emociones que Edward no era capaz de controlar. ¿Jasper todavía le guardaba rencor por lo que había hecho en Forks?
¿Se creía acaso su hermano que había hecho todo lo que había hecho entonces por arrogancia, porque pensaba que tenía todas las respuestas? ¡Diablos no! Había tenido suerte al poder sobrevivir. A veces le entraban tantas ganas de escapar que por la noche enterraba la cara en la almohada y sollozaba, a pesar del desprecio por sí mismo que aquella debilidad le causaba.
—Sólo sabía hacerlo de esa forma, Jasper —contestó Edward—. Era lo único que podía hacer. Sólo tenía tres años más que tú. Tú no querías colaborar, no hacías caso de lo que te decía. La fuerza era lo único que parecía tener algún efecto en ti y para serte sincero, a veces me dolía tanto como a ti.
El pecho de Jasper se elevaba y descendía al ritmo de su respiración. Apretaba los puños con fuerza.
—Entonces, quizá haya llegado el momento de que emprendamos caminos separados. Ya te has ocupado de mí durante demasiado tiempo, ¿no crees?
Las palabras de Jasper hirieron a Edward.
—¿Es eso lo que quieres?
Jasper asintió.
—Creo que sí.
¡Dios! Edward no podía perder a uno de sus hermanos en aquel momento. Tenían que aprender a superar el pasado. Habían llegado tan lejos.
Por un instante, consideró la posibilidad de disculparse. No podía imaginar su vida, o Viviendas Cullen, sin Jasper. Sus hermanos eran la primera razón por la que había levantado aquel negocio. Pero había algo en los ojos de Jasper que le indicaba que una disculpa jamás sería suficiente. El dolor que Jasper llevaba en su interior era demasiado grande para poder aliviarlo con un «Lo siento».
—¿Crees sinceramente que puedes encontrar algo mejor que esto? —le preguntó Edward suavemente. Jasper se quedó mirándolo fijamente durante unos segundos.
—No lo sé —dijo, tragando con dureza—. Pero creo que es algo que necesito averiguar por mí mismo.
Se volvió hacia la puerta y Edward se levantó, deseando detenerlo. Si hubiera sido Emmett o alguno de sus hermanos pequeños el que hubiera planteado que se marchaba, Edward no habría estado ni la mitad de preocupado.
Al igual que todos los hermanos, tenían sus desacuerdos, pero su relación era básicamente estable.
Pero Jasper era diferente. Si salía por aquella puerta, era posible que jamás volviera.
—Jasper, piensa en lo que estás haciendo.
Su hermano, con la mano ya en el pomo de la puerta, lo miró por encima del hombro.
—Sabía que esto tenía que llegar, Edward. Que tenía que ocurrir a la larga, porque no seré capaz de respetarme a mí mismo si no estoy dispuesto a correr ningún riesgo y continúo siempre bajo tu ala protectora. Y este es un momento tan bueno como cualquier otro para dar el paso.
Abrumado por una horrible sensación de pérdida, Edward se aferró a lo único que podía retener a Jasper a su lado hasta que las cosas se arreglaran.
—Pero aquí tienes trabajo que hacer.
—Levantaste este negocio de la nada, Edward.
Sabes perfectamente lo que tienes que hacer hasta que encuentres a alguien que pueda sustituirme. Quizá incluso Bella pueda hacer mi trabajo. Al principio será difícil y lo siento, pero ambos sabemos que es lo mejor.
Se oyeron sus pasos firmes en el pasillo. La puerta principal se abrió. A los pocos segundos se oyó el ruido de un motor y el chirrido de los neumáticos.
Jasper se había marchado.
GRACIAS POR SUS REVIEWS PERDÓN POR LA TARDANZA
