AQUI LES DEJO ESTA NUEVA HISTORIA,

ESTA ADAPTACIÓN YA LA HABÍA PUBLICADO EN OTRA CUENTA YARELY POTTER ESPERO LES GUSTE

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia le pertenece a Brenda Novak


Capítulo Diez

Edward miró a Bella con expresión incrédula.

Cuando estaban en el instituto, el Starlight era muy popular porque tenía un jacuzzi que las parejas utilizaban en sesiones de media hora. Edward había llevado allí a Tanya durante su luna de miel, por aquel entonces no podía permitirse nada mejor, pero curiosamente, en aquel momento apenas podía recordarlo. En lo único que podía pensar era en Bella, la chica a la que había deseado desde el principio.

—Debes estar bromeando —dijo—. Tú nunca te bañarías desnuda.

—¿Por qué no?

—Porque no eres de esa clase de chicas.

—¿Ah no? Por lo que se decía de ti en el instituto, tú lo hacías con mucha frecuencia, de modo que ¿por qué voy a tener yo que ser diferente?

Con el motor en marcha, Edward posó el brazo en el volante y se volvió para poder verla mejor.

—En el instituto, había mucha gente que iba a bañarse desnuda. Y tú nunca lo hacías.

Bella frunció el ceño y desvió la mirada.

—A lo mejor ya estoy cansada de ser tan puritana. A lo mejor me apetece hacer algo divertido y desafiante para variar. No te estoy sugiriendo que compartamos habitación, por supuesto. Nunca tendría ese tipo de relación contigo.

Trabajamos juntos.

Edward podía haber pensado eso mismo un millón de veces pero, no sabía por qué, no le gustaba oírselo decir a ella.

Quizá fuera una cuestión de orgullo. O quizá fuera que una parte de él continuaba albergando la esperanza de que cambiara de opinión.

No, eso no podía ser. Él no estaba interesado en asumir la responsabilidad de tener una relación con una mujer con hijos.

Ya había criado a sus hermanos y sabía lo duro que era. Y estando la familia de Jacob de por medio, la cosa podía ser mucho peor.

Puso la camioneta en marcha y salieron a la carretera.

—Además—la miró—, eres muy tímida —terminó.

Pero era a sí mismo a quien estaba intentando convencer, más que a ella.

Quizá Bella fuera capaz de desnudarse, meterse en una bañera caliente con él y vestirse sin haber sentido la más ligera sombra de deseo, pero él dudaba que pudiera controlar de aquella forma sus hormonas.

—Yo no soy tímida —protestó ella.

—¿Algún hombre te ha visto desnuda aparte de Jacob?

Bella se encogió de hombros y contestó avergonzada:

—No.

—¿Lo ves? No serás capaz de meterte en el jacuzzi.

—De acuerdo. Olvídalo, no vayamos al Starlight. Sólo era un impulso pasajero.

Edward le dirigió una petulante sonrisa.

—Ya me lo imaginaba.

—¿El qué?

—Que te arrepentirías antes de que hubiéramos llegado.

—No me habría arrepentido si tú no, no importa.

Se cruzó de brazos y se volvió hacia la ventanilla, dándole a Edward la oportunidad de admirar su perfil. Estaba con Bella Swan, la chica de la que se había enamorado cuando estaba en el instituto. La recordó en clase de lengua, o bebiendo un refresco durante un partido de fútbol. Sentada en una reunión con sus amigas ¿Cuántas veces había soñado con estar con ella? En Port Angeles, aquellos sueños le parecían una historia lejana, un capítulo cerrado de su vida, pero en Forks, tenía la sensación de que todo aquello había ocurrido el día anterior.

El Starlight estaba a su derecha. Edward vio el letrero luminoso y el cartel que anunciaba el jacuzzi y decidió continuar hacia el motel que había al final de la calle.

Pero cuando estaban a punto de llegar a la entrada, se descubrió a sí mismo girando, llevando la camioneta hasta el Starlight y deteniéndose en el edificio de recepción.

—Creía que no querías que viniéramos aquí —comentó Bella, con los ojos abiertos como platos.

Edward sonrió. Por un momento, había estado a punto de hacer lo más sensato, a punto de ponerse a salvo. Pero Bella era la única persona a la que realmente había deseado en toda su vida y a pesar de los riesgos, no estaba dispuesto a perderse algo tan maravilloso.

—Yo también, pero he pensado que tenías razón, que tenías derecho a hacer una locura. Y yo soy el hombre indicado para acompañarte.

oooooooooo

¿En qué lío se había metido? Presa de la timidez que minutos antes Edward le había atribuido y más que un poco avergonzada, Bella se cruzó de brazos y aspiró el aroma del cloro mientras Edward colgaba el letrero de «ocupado» en la puerta del jacuzzi.

Cuando lo había sugerido, la idea de un baño le había parecido tentadora e increíblemente excitante, un impulso completamente impropio de su carácter normalmente conservador.

Quería sentirse joven y atractiva otra vez, probablemente porque llevaba demasiado tiempo sintiéndose cansada y vieja.

Y bañarse desnuda le había parecido una gran idea. Al fin y al cabo, era algo que los adolescentes hacían continuamente.

Pero entonces, ¿por qué la idea de quitarse los pantalones cortos y la camiseta le parecía de pronto tan terrible?

Edward pareció advertir su repentina timidez; la miró y sonrió inspirándole confianza. A su manera le estaba diciendo, «Confía en mí yo me encargaré de todo».

Pero —¿Ya te has arrepentido? —preguntó Edward antes de quitarse la camiseta.

Bella observó el vapor que ascendía de la bañera y estuvo a punto de aceptar el desafío que encerraba la pregunta de Edward.

No creía que fuera capaz de pasar por aquello. Le habría gustado sorprenderlo quitándose la camiseta con la confianza y el descaro que tantas veces había echado en falta.

Pero no podía. Edward era su jefe. A pesar de lo que había sucedido en el rancho de los Black, era repentinamente consciente de cuál era su verdadera relación.

Además estaba empezando a temer la atracción que sentía hacia él. Y desnudarse a su lado no iba a servir precisamente para sofocarla.

Bella se mordió el labio y apretó los puños.

—Supongo que se me va la fuerza por la boca.

Pero continuo siendo una niña buena.

Edward sonrió de oreja a oreja.

—No hay nada malo en eso, Bella. De hecho, me sorprende que hayas llegado tan lejos.

¿Quieres que vayamos a nuestras habitaciones?

Bella todavía no estaba preparada para poner fin a la velada.

A pesar de su vacilación a la hora de desnudarse, quería seguir con Edward.

—¿Puedo sentarme aquí y meter los pies en el agua?

—Claro, ¿por qué no? —Edward se quitó las sandalias, se enrolló los pantalones y se sentó al borde de la bañera—. Qué sensación tan agradable —comentó cuando Bella se sentó a su lado.

Bella sonrió y asintió. Sabía que debería mantenerse a distancia de Edward incluso vestida, pero él era tan fascinante. Y estaba segura de que no podía hacerle ningún daño sentarse y disfrutar de su masculina esencia.

—¿Cuánto tiempo me dijiste que llevaban separados? —le preguntó Edward al cabo de unos segundos de silencio.

—Un año —contestó ella.

—¿Y has salido con alguien desde entonces?

—No.

—¿Y no te sientes muy sola durante los fines de semana?

—¿Estás bromeando? Tengo tres hijos y algunos vecinos para hacerme compañía. ¿Qué más puede pedir una mujer?

—Amor —hundió las manos en el agua y se las pasó después por el pelo—. ¿Has pensado en casarte otra vez? ¿O con la experiencia del divorcio has escarmentado?

Bella no quería pensar en su vida amorosa.

Porque si lo hacía, podía sentir la tentación de iniciar algo aquella noche, con Edward. No estaba completamente segura de lo que él quería, pero de momento, la había llevado al Starlight.

—Quizá algún día. Todavía es demasiado pronto —contestó, fijando la mirada en el agua que burbujeaba alrededor de sus pantorrillas.

Edward asintió y alzó la mirada hacia el cielo plagado de estrellas.

—¿Y con qué tipo de hombre te gustaría salir la próxima vez? —le preguntó.

—No puedo hacer una descripción concreta. Me gustaría que fuera alguien que quisiera a mis hijos. Que fuera capaz de aguantar a mi ex y a sus padres por el bien de mis hijos.

—No creo que necesites a alguien que aguante a tu ex y a sus padres, creo que necesitas a alguien que sea sincero con ellos.

Bella se echó a reír y comenzó a mover los pies en el agua.

—Mi familia política no está acostumbrada a enfrentarse a ninguna resistencia. El mismo divorcio fue un fuerte impacto para ellos.

—Me lo imagino. No tienes miedo de que en alguna ocasión se nieguen a devolverte a los niños, ¿verdad?

—No. Para que eso sucediera, Jacob tendría que irse con ellos e intentar esconderse y es incapaz de dejar Forks, a sus padres y el rancho. Aquí está su futuro. Él piensa continuar al lado de su padre durante el resto de su vida. Intentó quedarse con la custodia mientras estábamos con los trámites de divorcio, diciendo que yo no era una madre adecuada para ellos.

Afortunadamente, no le salió bien. Ahora tenemos la custodia compartida, de modo que a no ser que quieran arriesgarse a que los denuncie por secuestro, los Black saben que tengo derecho a estar con mis hijos.

Bella cerró los ojos, disfrutando del calor que subía por sus piernas y relajaba sus músculos.

—¿Cómo es que tú no has vuelto a casarte?

—No estoy hecho para el matrimonio.

—¿De verdad? ¿Cuánto tiempo estuviste casado con Tanya?

—Nueve meses.

—¿Y en nueve meses ya llegaste a esa conclusión?

—Créeme, fueron los nueve meses más largos de mi vida.

—¿Por qué?

—No sé. Era joven, estúpido.

—¿Estabas enamorado de ella?

—No.

La contundencia de su respuesta la sorprendió.

—¿Nunca?

—Hubo una época, al principio, en la que pensé que podría llegar a amarla y que nuestro matrimonio funcionaría. Pero después las cosas cambiaron.

Bella esperó, pensando que iba a explicarle algo más, pero Edward continuó en silencio.

—¿En aquella época todavía estabas a cargo de tus hermanos?

—Sí. Mi madre se estaba muriendo y mi padre ya había tenido el primer ataque al corazón.

La situación era terrible. Quizá si las cosas hubieran sido diferentes, también lo hubiera sido mi relación con Tanya.

—Estoy empezando a darme cuenta de lo dura que era tu vida entonces, Edward —se lamentó Bella—. Los adolescentes pueden llegar a ser muy egoístas. En aquella época no tenía la menor idea del infierno por el que estabas pasando.

Edward se encogió de hombros.

—Ya he superado esa etapa.

—Hiciste un buen trabajo con tus hermanos.

Nunca he visto a nadie que defendiera con tanta fuerza a su familia.

—Yo era el mayor —se limitó a decir.

Era el mayor y por eso había asumido la responsabilidad de cuidarlos. También había decidido ayudarla a ella porque era una vieja amiga. ¿Habría llegado a pensar que tenía que proteger a cuantas personas conociera?

—¿Lo has convertido en una costumbre?

—¿El qué?

—El hacerte responsable de los problemas ajenos.

—¡Dios, espero que no! —comenzó a buscar un chorro en el agua y cuando encontró uno, se acercó un poco a ella.

Por un momento, Bella pensó que le iba a pasar los brazos por los hombros, pero no lo hizo.

—¿Cómo era tu padre? —le preguntó Bella.

—Mi padre era un hombre callado que trabajaba mucho.

—¿Él también murió?

—Sí. Tuvo un segundo infarto dos años después de que mi madre muriera. ¿Y tus padres? ¿Todavía viven?

Edward rozó el brazo de Bella con el suyo.

Su proximidad y el calor del vapor le hacían desear a Bella inclinarse contra él.

—Se fueron a vivir a Los Ángeles después de que me casara con Jacob —dijo, hundiendo la mano en el agua y mojándose los muslos, justo por debajo de los pantalones—. Querían estar cerca de mi tía, que era ya muy mayor, para cuidarla.

Pensaban regresar a Forks cuando ella muriera. Pero no pudieron hacerlo. Murieron en un accidente tres años después.

—Lo siento —susurró Edward.

Bella echaba de menos a sus padres y los había echado de menos sobre todo cuando había iniciado los trámites del divorcio.

Pero después de seis años, se había acostumbrado a estar sin ellos. Aun así, sonrió, porque apreciaba la compasión de Edward y le gustaba sentir que sus hombros se tocaban.

—¿Qué te ha parecido Billy? —le preguntó Bella.

Miró su rostro, que estaba a sólo unos centímetros del suyo y pensó que podría ahogarse en sus ojos. Unas pestañas oscuras y espesas enmarcaban unos ojos verdes que estaban fijos en sus labios. Bella dejó que su mirada bajara hasta su boca y sintió que el corazón le daba un vuelco. El único hombre que la había besado en toda su vida había sido Jacob y se preguntaba cómo reaccionaría al sentir los labios de Edward presionando los suyos.

—Creo que no ha mejorado con el tiempo.

—Vivir con él es insoportable.

—Entiendo que no fueras capaz de quedarte.

—Billy no fue la única razón por la que me fui. El verdadero motivo fue Jacob.

El rostro de Edward resplandecía por el vapor del agua mientras bajaba la mirada hacia ella. Tenía los párpados semicerrados y continuaba pendiente de su boca.

—¿Vas a decirme por qué?

—Ya te he contado después de cenar que no quería que nos fuéramos del rancho de sus padres.

—Pero eso no es todo, ¿verdad?

—No.

—¿Y en qué consiste el resto?

Bella vaciló. Estaba experimentando una maravillosa sensación de seguridad estando allí con Edward, sintiendo las burbujas alrededor de su rodillas y el vapor que parecía aislarlos del resto del mundo. Pero las infidelidades de Jacob eran algo de lo que no le apetecía hablar con su jefe. Quizá Edward intentara justificar las acciones de Jacob diciendo que esas aventuras no significaban nada.

—Quizá prefieras no decírmelo —comentó Edward, fijando su atención en el agua.

Bella asintió, pensando aprovechar aquella oportunidad que Edward le estaba dando para zanjar el tema. Pero de pronto, los ojos se le llenaron de lágrimas y sólo fue capaz de pestañear intentando contenerlas. A lo mejor quería contar lo que realmente la molestaba.

Lo que durante todo aquel tiempo la había inquietado. Quizá hubiera llegado el momento de aliviar aquella presión de su pecho.

—¿Qué te pasa, Bella? —musitó Edward.

—Jacob me era infiel —contestó. Una lágrima rodaba lentamente por su mejilla—. Pero los celos no eran lo peor. Lo peor era saber que yo no era mujer suficiente para mantenerlo a mi lado.

Edward le hizo inclinar la cabeza para poder mirarla a los ojos.

—¿Cómo puedes culparte por eso? —le preguntó—. Lo que Jacob hacía probablemente no tenía nada que ver contigo y sí mucho que ver con él.

—Si yo hubiera sido capaz de satisfacerlo, no habría sentido necesidad de buscar nada más, no habría deseado a otras mujeres. Es sólo una cuestión de lógica.

—La lógica no se puede aplicar a estas cuestiones —respondió Edward, secándole con el pulgar la lágrima que humedecía su mejilla—.

Tú eres mujer más que suficiente para un hombre, Bella. Y eres la única mujer a la que yo he deseado.

Bajó lentamente la cabeza y la besó. Fue un beso tan tierno y cariñoso que Bella pensó que iban a derretírsele los huesos. Su boca se movía lentamente sobre la suya mientras el agua caliente le acariciaba las piernas, haciéndola sentirse casi etérea.

Podría haberlo empujado si hubiera querido, pero en ningún momento se le ocurrió hacer algo así. Cerró los ojos mientras él la abrazaba e intento disfrutar separadamente de cada una de las sensaciones que estaba experimentando para no perderse nada. Sentía la boca de Edward, su sabor. Su mano acariciando su barbilla,Pero de pronto Edward interrumpió su beso.

—Está haciendo demasiado calor. Será mejor que nos vayamos —dijo, dejando a Bella preguntándose si aquel beso no habría tenido ningún efecto en Edward, tal como realmente parecía, o si también el mundo habría dejado de girar para él.

oooooooooo

Había sido una prueba insuperable, verla allí sentada, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. Ningún hombre hubiera resistido la tentación de besarla. Pero un beso no significaba nada, nada en absoluto. Y mucho menos, cualquier tipo de compromiso.

Sólo eran amigos, se aseguró a sí mismo mientras cruzaban el aparcamiento para dirigirse a la entrada del motel. No había cruzado ninguna frontera prohibida, solamente había intentado consolarla. Pero el calor que sentía en el vientre le indicaba exactamente lo contrario. Deseaba mucho más que consolar a Bella. Quería llevarla a su habitación y de pronto Bella se paró en seco.

Sorprendido, Edward alzó la mirada y vio a Jacob y a tres de sus amigos, a los que él conocía del instituto, esperándolos apoyados en la camioneta.

—Mirad, chicos, es Edward Cullen. Parece que te han ido bien las cosas desde que dejaste el instituto, ¿eh? —Jacob señaló hacia la camioneta de Edward—. ¿Qué hiciste con tu viejo cacharro? ¿Al final sucumbió?

Edward lo ignoró. Estaba demasiado ocupado intentando adivinar lo que se avecinaba.

Obviamente, aquel no era un encuentro amistoso y si había que pelear, quería planificar bien la jugada.

—Jacob ¿qué estas haciendo aquí? —le preguntó Bella.

—Digamos que nos apetecía venir a saludar.

Hace mucho tiempo que no vemos a Edward.

Los chicos lo echaban de menos, ¿verdad?

—Oh, sí, lo hemos echado mucho de menos —musitó uno de ellos.

—¿Y no echabas de menos a tus hijos? —le espetó Bella—.

¿Por qué no estás en casa con ellos?

—Están perfectamente con sus abuelos.

Supongo que si no fuera así, no habrías venido con tu novio para poder hacer sus cositas en el jacuzzi.

—No hemos hecho nada en el jacuzzi.

—Pues no veo que lleves bañador.

Bella se sonrojó violentamente.

—Edward es mi jefe, Jacob.

—Tienes razón. ¿Por qué iba a pensar otra cosa? Es perfectamente natural que una mujer se bañe desnuda con su jefe, ¿no crees, Embry?

Embry Call sonrió y asintió. Solía jugar de centrocampista en el equipo del colegio, recordó Edward y no le sorprendió ver lo poco que había cambiado con el paso de los años.

—A mí me encantaría que mis secretarias se desnudaran para mí —comentó Call.

—Lo que haga o deje de hacer Bella no es asunto suyo —repuso Edward.

—En eso te equivocas, Cullen. Todo lo que haga Bella es asunto mío —lo contradijo Jacob—. Es la madre de mis hijos y ellos no van a tener otro padre más que yo. Si eres capaz de comprenderlo, nos evitaremos muchos problemas.

—Deberías haber pensado en lo que significa ser padre hace mucho tiempo —repuso Edward—.

Quizá en ese caso Bella continuaría siendo algo más que la madre de tus hijos. Quizá continuara siendo tu esposa.

Jacob se apartó de la camioneta y caminó directamente en su dirección. Los demás también dieron un paso adelante.

—¿Y qué me dices de ti, imbécil? ¿Cuántas veces engañaste a Tanya? ¿Crees que no lo sé? ¿Y crees que no sé que intentó suicidarse?

Lo injusto de aquella acusación hizo que Edward apretara los dientes, intentando contener la cólera.

Habían sido los retorcidos pensamientos de Tanya los causantes de aquel intento de suicidio.

—Parece que tu papá no te mantiene suficientemente ocupado, Jacob porque te queda mucho tiempo para meter la nariz donde nadie te llama —dijo Edward—. No tienes la menor idea de lo que ocurrió entre Tanya y yo, así que no finjas saberlo. Además, creo que tienes más que suficiente con tus propios problemas.

Jacob se puso rojo como la grana y Edward pensó que iba a pegarle. Sabía que no debería haberlo provocado y que lo mejor sería marcharse con Bella cuanto antes de allí. Pero no podía. Le pesaban demasiado los años que había pasado en Forks, el desprecio con el que había sido tratado. Y en cualquier caso, Jacob no le iba a permitir marcharse tranquilamente de allí.

—¿Estás buscando pelea, saco de basura? —se burló Jacob,—Jacob por favor, esto es absurdo —intervino Bella.

Edward la agarró del brazo y la hizo colocarse tras él.

—Tú y tus amigos han estado bebiendo y me temo que eres tú el que has venido buscando problemas. Pero no vas a encontrarlos aquí.

—¿Ah no? ¿Y por qué? —exigió Jacob—. Aquí hay algunos que tienen deudas pendientes contigo. A Paul le rompiste la nariz hace quince años, ¿recuerdas?

Edward dirigió la mirada hacia el hombre que estaba a la izquierda de Jacob.

—Me acuerdo del último día que le robó el almuerzo a mi hermano. ¿Es a eso a lo que te referías? ¿Quieres que nos volvamos a pegar otra vez?

Paul bajó la mirada, pero Jacob continuaba observándolo con expresión violenta.

—Quizá haya llegado el momento de que ajustemos cuentas de una vez por todas.

—¡Tienes que estar bromeando! —exclamó Bella indignada—.

¿Es que no has madurado desde que saliste del instituto?

¡Dios mío, Jacob! Edward ha tenido la amabilidad de traer a los niños para que pudieran verte y a ti lo único que se te ocurre es traerte a tus amigos para pelear con él. ¿Cuándo vas a dejar de comportarte como un niño para empezar a ser un hombre?

Aquellas palabras le dolieron. Edward pudo comprobarlo por la forma de retroceder de Jacob.

—Soy más hombre de lo que tú puedes soportar, cariño —contestó.

—En ese caso, vuelve a demostrármelo yéndote ahora mismo de aquí —replicó ella.

—Vamos, Bella tiene razón —propuso Paul—.

Estoy demasiado borracho para pegarme con nadie —comenzó a marcharse y Sam lo siguió.

Jacob y Embry continuaron allí, pero Edward estaba empezando a sentirse un poco más seguro sobre sus probabilidades en aquella pelea. Siendo dos contra uno, por lo menos le quedaba alguna posibilidad.

—¿Ustedes también se van? —preguntó.

Embry miró a Jacob y después volvió a mirar a Edward.

—No merece la pena, Jacob —dijo por fin—.

¿Tienes ganas de pasar la noche entre rejas?

—El viejo LeRoy nunca nos metería entre rejas.

—Quizá a ti no, pero mi padre no es el dueño de medio pueblo y Georgia me dejará si vuelvo a buscarme problemas.

Venga, vámonos —dijo, agarrando a Jacob del hombro.

—Vamos.

Jacob le dirigió a Bella una mirada dura y fría.

—Antes creía que eras demasiado buena para un saco de basura como él, pero estoy empezando a pensar que estas hechos el uno para el otro —dijo y se volvió con Embry.

Se metieron en una camioneta que habían aparcado al lado de la de Edward y salieron del aparcamiento.

Edward tardó algunos segundos en sentir que le bajaba la adrenalina. Cuando por fin se tranquilizó, tomó a Bella de la mano.

—Siento todo esto —le dijo Bella.

—No tienes por qué sentirlo. Lo que ha pasado ha sido culpa de Jacob no tuya.

—Lo último que pretendía era provocar una pelea. Siento que te hayan insultado. No eres ningún saco de basura y nunca lo has sido.

Edward hizo un esfuerzo por no darle importancia.

—No te preocupes por eso.

Comenzaron a caminar hacia sus habitaciones, que estaban en el bajo, puerta con puerta.

—Claro que me preocupa, Edward. Me siento culpable por haber permitido que te maltrataran cuando estábamos en el instituto.

—Bella, tú no podías haberme evitado nada.

—Pero podía haberlo intentado —dijo—. Y me habría gustado hacerlo.

Edward estudió su rostro. Y estuvo a punto de contarle lo enamorado que había estado de ella en aquella época. Pero decidió que eso sólo le haría sentirse peor.

—No me molestaba —mintió.

Cuando llegaron a las habitaciones, Bella abrió la puerta, entró en la suya y vaciló en el momento de desearle buenas noches.

—¿Estás cansado? —le preguntó—. ¿O te apetece pasar a ver la televisión un rato?

Todas las alarmas de Edward se pusieron en funcionamiento.

Después de todo lo que había pasado aquella noche, la cena en su casa, el enfrentamiento con Billy en el rancho, el beso en el jacuzzi y la discusión en el aparcamiento, lo más sensato era ponerle fin cuanto antes. ¿Pero desde cuándo había hecho él lo que parecía más sensato?

¿Y por qué no?, se preguntó. En la vida había que saber correr riesgos.

—Claro. Pasaré dentro de unos minutos.

—Yo necesito por lo menos media hora. Me encantaría darme una ducha.