CHICAS PERDON POR HABER DEJADO TANTO TIEMPO DE ACTUALIZAR, ESPERO QUE ESTEN TODAS BIEN Y HE VUELTO PARA PODER TERMINAR ESTAS ADAPTACIONES Y HACER ALGUNAS NUEVAS MAS ESPERO LES GUSTEN..
**ESTA ADAPTACIÓN YA LA HABÍA PUBLICADO EN OTRA CUENTA YARELY POTTER ESPERO LES GUSTE
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia le pertenece a Brenda Novak
Capítulo Dieciséis
Jacob llevó a los niños a casa el domingo por la noche. Bella los esperaba alrededor de las seis, pero no llegaron hasta después de las ocho.
—¿Cómo estan? —les preguntó en cuanto entraron—. ¿Lo han pasado bien?
—Ha sido muy divertido —dijo Mackenzie—. Los abuelos nos han llevado a tomar un helado antes de que nos fuéramos.
—Qué bien. ¿Y tú, Charlie? ¿Te has divertido?
Su hijo no contestó. La miró furioso, pasó por delante de ella y se dirigió directamente a su dormitorio.
Bella hizo una mueca, preguntándose a qué tendría que enfrentarse en aquella ocasión.
Sophia se había quedado dormida en el coche.
Jacob la llevó a su habitación y Bella lo ayudó a acostarla.
—Gracias por traerlos —le dijo a Jacob mientras lo seguía hasta la puerta—. Les gusta mucho estar contigo y con tus padres.
—Y a ti te gusta la libertad de la que disfrutas en su ausencia, ¿verdad? —le espetó Jacob.
¿Libertad? Bella había pasado un largo y solitario fin de semana desde el sábado por la mañana. Aquel había sido uno de los fines de semana más difíciles de su vida.
Pero por lo menos había podido estudiar, algo que no hubiera podido hacer si se hubiera quedado con los niños.
—Estoy intentando sacarme la licencia de agente inmobiliario, así que he tenido mucho tiempo para estudiar, si es a eso a lo que te refieres.
—Los dos sabemos que has hecho algo más que estudiar.
Bella tomó aire y contó hasta diez. No iba a perder la paciencia. Con el tiempo, los celos de Jacob y sus comentarios burlones desaparecerían para siempre de su vida.
—Gracias otra vez —contestó tranquilamente, ignorando sus palabras.
Su obstinada amabilidad pareció suavizar el enfado de Jacob.
La miró en silencio y su expresión se relajó.
—¿Estar con Edward fue tal como te lo imaginabas? —le preguntó.
El primer impulso de Bella fue no decirle nada. Pero conocía a Jacob desde siempre.
Había sido su amor de adolescencia, su marido durante doce años y era también el padre de sus hijos. Si él no tenía derecho a hacerle una pregunta como aquella, ¿quién lo tenía?
De modo que asintió.
—¡Dios, eso duele! —contestó Jacob cerrando los ojos con fuerza.
—Lo siento.
—¿Eso significa que lo quieres? —le preguntó Jacob.
Bella estuvo a punto de ahorrarle un mal rato, pero no tenía mucho sentido mentir.
Tanto si quería a Edward como si no, no iba a volver con Jacob y él tenía que empezar que aceptarlo. De modo que quizá aquella información lo ayudara.
—Sí —contestó.
—¿Desde cuándo?
—Tengo la sensación de que desde siempre.
Cubriéndose el rostro con una mano, Jacob tomó aire.
—Lo eché todo a perder, ¿verdad Bella?
Cuando estábamos juntos, intentaste decirme lo que tenía que hacer para salvar nuestro matrimonio. Lo intentaste todo para que te escuchara, pero no te hice caso.
Y ahora.
Ahora era demasiado tarde.
El lunes fue un día difícil. Edward permaneció encerrado en su despacho durante la mayor parte de la jornada y ni siquiera miró a Bella cuando salió a la oficina para hablar con Angela.
Bella estaba ocupada en aquel momento enviando unos faxes.
Lo había saludado al verlo entrar, pero él se había comportado como si no la hubiera oído, había terminado de hablar con Angela y se había marchado.
Cuando Bella le había hecho la comida, se había sentado y había comido en silencio.
Después había vuelto al despacho mientras ella fregaba los platos.
—Me voy —dijo Bella, asomando la cabeza por su despacho antes de marcharse.
—Adiós —respondió él, sin levantar la mirada.
Bella se detuvo un instante, antes de dar media vuela y alejarse de allí, deseando disculparse y decirle la verdad, contarle lo mucho que había significado para ella lo que habían compartido. Pero ya no era posible dar marcha atrás.
oooooooooo
¿Por qué lo habría llamado Edward?
Jasper permanecía en su asiento mucho después de que se hubieran ido sus compañeros de clase, preguntándose por la llamada que había recibido de su hermano una semana atrás.
¿Habría surgido algún problema en la oficina? ¿Necesitaría algo su hermano y era demasiado orgulloso para decirlo?
No, Edward siempre había sabido arreglárselas solo. Quizá si Jasper fuera Alec o Seth, Edward habría llamado simplemente porque los echaba de menos. Pero Jasper siempre había sido un ayudante para él.
Seguramente se habría alegrado de deshacerse de él.
En cuanto el profesor salió del aula, sacó el teléfono móvil.
Había intentado llamar a Emmett durante el fin de semana, pero no lo había encontrado en casa. Quizá él pudiera decirle lo que quería su hermano.
—Eh, ¿qué pasa? —contestó Emmett en cuanto reconoció la voz de Jasper.
—No gran cosa. ¿Qué tal te va?
—Estoy muy ocupado, tío. Ya estamos a jueves y el lunes tenemos que terminar todos los trámites para conseguir esos terrenos de Eclipse. Ya hemos vendido casi todas las viviendas de la primera fase de New Moon y estamos empezando con la segunda. Esto es una locura.
—Eso parece. ¿Entonces Edward ha conseguido el crédito para el proyecto de Eclipse?
—Sí. Ha vuelto a conseguirlo.
Jasper no esperaba echar de menos la oficina cuando se había ido de allí. Pero se sentía extraño, como si no estuviera donde debería estar. O como si se estuviera perdiendo algo muy importante.
—Edward nunca ha estado metido en tantos proyectos a la vez. ¿Cómo se las está arreglando? —preguntó.
No añadió «sin mí», pero eso era lo que quería saber.
Emmett vaciló antes de contestar.
—Digamos que hay cosas de las que se ocupa él. Y otras las está pasando por alto.
—¿Como cuáles?
—Como todas aquellas de las que te encargabas tú.
—¿No ha contratado a nadie para sustituirme?
—No creo que quiera sustituirte.
—¿Y Bella? Yo pensaba que con el tiempo ella se iría haciendo cargo de ese tipo de cosas.
—Bella está muy ocupada.
—¿Haciendo qué?
—Limpiando y cocinando para Edward.
¿Limpiando y cocinando? ¿Qué demonios estaba pasando?
¿Quién demonios estaría dirigiendo la oficina durante su ausencia?
—Pero no puede seguir así. Al final terminarán ahogándolo los papeles.
—Hemos contratado a una agente inmobiliario y está vendiendo casas como loca.
Jasper suspiró. Después del tiempo que había dedicado a su trabajo, le costaba dejar que se echara a perder.
—Esto no tiene sentido —dijo—. Edward no puede pasar por alto ese trabajo.
—No lo sé, Jasper.
—Presiónalo para que prepare a Bella. Eso le ahorrará mucho tiempo.
—Yo creo que le gusta lo que Bella está haciendo.
—¿Y eso qué quiere decir?
—Imagínatelo.
—¿Hay algo entre ellos?
—El fin de semana pasado la llevó a Forks.
—Pero si Edward odia Forks.
—Pues parece que ya no lo odia. Y ha comprado un jeep.
Evidentemente, había muchas cosas que habían cambiado desde que él se había ido.
—¿Y qué va a ser lo siguiente?
—Me encantaría saberlo. Lo siento, Jasper, tengo que dejarte.
Acaba de llegar un camión de cemento.
Jasper dejó que su hermano colgara y continuó sentado, golpeándose suavemente la frente con el teléfono. Edward había invertido demasiado en Viviendas Cullen para permitir que parte del trabajo se quedara sin hacer. ¿Qué le estaría pasando?
Dudaba que Emmett pudiera haberle dicho nada más de lo que ya sabía. Pero había alguien que tenía las respuestas.
oooooooooo
El resto de la semana no fue más fácil que el lunes. Bella pensaba que con el tiempo, Edward olvidaría lo que había pasado entre ellos, pero al parecer iba a necesitar un período más largo del que pensaba. Apenas le hablaba. Cuando lo hacía, empleaba frases puramente formales. Y cada vez que su mirada aterrizaba sobre ella, la desviaba rápidamente.
Probablemente le disgustaba su presencia.
Bella odiaba pensarlo, pero se decía a sí misma que no importaba. Había llamado a algunas empresas solicitando trabajo y había enviado a otras su currículum.
Pronto encontraría algo. Lo único que necesitaba era intentar apaciguar la tormenta emocional que había provocado cometiendo aquel error estúpido y colosal la noche de su cumpleaños y seguir hacia adelante.
Por lo menos había aprendido a sobrevivir en momentos difíciles. Los catorce meses anteriores le habían enseñado a bajar la cabeza y seguir su camino. Y eso era exactamente lo que pensaba hacer.
Pero a veces, no le apetecía seguir hacia adelante. A veces le apetecía dar marcha atrás. Volver a aquel viernes por la noche.
A pesar de las repercusiones que había tenido en su vida, las horas que había pasado con Edward en la cama le habían parecido una experiencia única. Y el deseo de estar con él era tan intenso que a veces hasta le dolía.
Recogió la camisa que Edward había dejado en el suelo del dormitorio y se la llevó a la casa, deteniéndose para respirar la fragancia que impregnaba la tela. Su mente conjuró inmediatamente el rostro de Edward.
Sintió el calor de su cuello cuando lo besaba, la seda de su pelo entre los dedos.
—¿Qué estás haciendo aquí? Son más de las cinco.
Bella dio media vuelta y vio a Edward en el marco de la puerta.
—Acabo de terminar de prepararte la cena —contestó, tragando saliva—. La he metido en la nevera porque no sabía a qué hora pensabas volver. ¿Quieres que te la caliente?
—No, cenaré más tarde.
—Es pastel de carne —añadió.
Aquella era la comida favorita de Edward.
También le había hecho una tarta de chocolate de postre.
Edward no contestó. Se quedó mirándola fijamente y al verla abrazada a su camisa, arqueó las cejas con expresión interrogante.
Bella desvió la mirada, dobló la camisa y la dejó en la cama.
—Aro Vulturi ha llamado esta tarde —le dijo—. Lleva tres semanas esperando el estado de cuentas. Quiere saber cuándo se lo vas a mandar.
Edward se frotó la barbilla y suspiró.
—Él sabe que Jasper se ha ido.
—Pero quiere saber si eso significa que las cosas van a dejar de funcionar en la oficina.
—Claro que no van a dejar de funcionar. Se lo enviaré mañana por la mañana.
—Si me enseñas cómo se hace, podría hacerlo yo.
—Yo me encargaré.
—¿No vas a contratar a nadie para sustituir a Jasper?
De pronto Edward parecía cansado, triste.
—Nadie puede sustituir a Jasper —contestó.
—Lo sé. Lo siento, Edward. Quizá vuelva algún día.
Edward asintió, pero continuaba muy rígido cuando Bella pasó por delante de él.
—Hasta mañana —musitó Bella.
—¿Bella?
Bella se detuvo en el marco de la puerta.
—A veces también significa algo para el hombre —dijo suavemente.
Aquella simple frase dejó a Bella sin respiración. Eso era exactamente lo que su corazón quería escuchar, que la noche que habían pasado juntos había significado también algo para él. ¿Pero cuánto había significado? ¿Y qué estaba dispuesto a hacer Edward después de lo que había ocurrido entre ellos?
Esperó, deseando que dijera algo más. Si al menos hubiera mencionado la palabra amor, si le hubiera prometido que le sería fiel, que sería un buen padre para sus hijos.
Pero aquello era desear el mismo imposible al que había aspirado Tanya.
Aun así, la vulnerabilidad que reflejaba su rostro en aquel momento estuvo a punto de quebrar la determinación de Bella. Quería abrazarlo, susurrarle que lo amaba.
Y sabía que como no saliera inmediatamente de allí era precisamente eso lo que iba a hacer.
Haciendo acopio de las pocas fuerzas que a aquellas alturas le quedaban, musitó rápidamente gracias y se marchó.
oooooooooo
Edward fijó la mirada sobre el escritorio de Jasper y suspiró.
Tenía mucho trabajo atrasado y la situación comenzaba a convertirse en un problema que no estaba seguro de poder resolver sin Jasper. Su hermano había estado allí desde el principio y hasta que se había marchado, Edward no había sido consciente de lo mucho que dependía de él.
Tendría que contratar a alguien, decidió.
Miró el escritorio de Bella y después el de Angela y se preguntó cómo podría reestructurar la oficina. Jasper no iba a volver. Ya era hora de que se enfrentara a la verdad y comenzara a hacer a algunos cambios. ¿Debería preparar a Bella para que hiciera el trabajo de Jasper? ¿Pero podría soportar el tenerla indefinidamente a su lado?
No estaba seguro. El aspecto de Bella, su sonrisa, su forma de hablar, de vestir, lo estaba volviendo loco. Quería acceder libremente a ella. Quería invitarla a cenar, a bailar, hacerle regalos, decirle lo maravillosa que era y el efecto que tenía en él cada vez que la veía. Quería hacer el amor con ella todas las noches. Quería.
A veces quería que fuera suya, completamente y para siempre. Pero eso sonaba demasiado parecido al matrimonio, que lo llevaría a repetir lo que ya había sucedido con Tanya.
Se sentó en la silla de Jasper y comenzó a revisar los papeles, intentando encontrar alguna forma de ordenarlos, pero el teléfono sonó antes de que hubiera podido empezar.
—¿Diga?
—¿Viviendas Cullen?
—Sí, aquí es. Soy Edward Cullen.
—Ah, señor Cullen, me alegro de haberlo encontrado.
Pensaba que la oficina estaba cerrada y quería dejar un mensaje para Angela Weber.
—Estaré encantado de decirle que ha llamado.
¿Está usted interesado en comprar una casa?
—No, la verdad es que llamaba para preguntar por Isabella Black. Soy Tayler Crowley, de la Agencia Guthrie. Sólo quería comprobar algunas de las informaciones que nos ha dejado en su demanda de empleo.
Edward dejó caer los papeles que tenía en la mano y agarró con fuerza el auricular.
—¿Su qué?
—Su demanda de empleo. Pasó hace unas semanas por aquí buscando trabajo. No tiene mucha experiencia pero estuve hablando con ella y parece una persona inteligente y profesional. ¿Diría usted que es una trabajadora digna de confianza?
—Todavía no tiene la licencia de agente inmobiliario. No puede vender casas —contestó con más dureza de la que pretendía.
Crowley hizo una pausa.
—Sí, pero nos ha indicado que estaría dispuesta a trabajar de recepcionista hasta entonces.
—¿Y cuándo tendría que empezar?
—Inmediatamente.
—Me temo que eso es imposible —contestó Edward.
—¿Ah sí?
—Sí, porque ya está trabajando para mí.
Colgó el teléfono más furioso de lo que había estado en mucho tiempo. ¡Maldita fuera! Había lecho el amor con Bella hacía menos de una semana y ella ya estaba huyendo. Por una parte lo comprendía. Él no estaba dispuesto a comprometerse de ninguna forma con ella. Pero tampoco había sido él el que se había presentado en su dormitorio en medio de la noche. Además, había respetado sus deseos y la había dejado completamente sola desde entonces. ¿Por qué le estaría haciendo una cosa así?
Levantó el teléfono y marcó su número, pero colgó al oír su voz. Prefería decirle personalmente lo que tenía que decirle, después de que sus hijos se hubieran acostado.
