**ESTA ADAPTACIÓN YA LA HABÍA PUBLICADO EN OTRA CUENTA YARELY POTTER ESPERO LES GUSTE
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia le pertenece a Brenda Novak
Capítulo Veinte
Había sido un estúpido al insistir en que Jasper hiciera el primer movimiento para salvar el abismo que se había abierto entre ellos.
Edward estaba en la camioneta, con el motor en marcha, delante de la casa de Jasper, mirando su propio reflejo en las oscuras ventanas de la casa. Intentaba hacer acopio de coraje para acercarse a su puerta.
Era la falta de amor la que realmente podía hacerle daño a un niño, había dicho Bella.
Edward tomó aire y volvió a pensar en aquella frase. ¿Sería en ese aspecto en lo que había fracasado con Jasper ¿Sabría Jasper lo importante que era para Edward?
¿O Edward le habría dado todo a su hermano, salvo lo que realmente necesitaba?
Era posible. Edward no tenía mucha confianza en la psicología. Tras haber superado una dura infancia con la cordura intacta, no había querido que nadie más indagara en su cabeza por miedo a lo que pudieran encontrar allí. Pero al mirar al pasado y recordar cómo había sido Jasper, era capaz de distinguir algunas señales inequívocas.
Durante años, la relación de Edward con su hermano había sido siempre negativa. Quizá Jasper no supiera lo mucho que le importaba a Edward. Quizá nunca lo había sabido.
—Ya basta —gruñó Edward, apagando el motor.
Si Jasper no lo sabía, tendría que decírselo, pero no iba a ser fácil. Él y su hermano no se habían comunicado nunca a ese nivel.
Edward salió decidido del coche, se acercó a la puerta de su casa y llamó al timbre.
El coche de Jasper estaba en el camino de la entrada, pero todas las luces estaban apagadas. Probablemente estuviera durmiendo.
Consideró la posibilidad de esperar a la mañana siguiente, una opción que se le hacía cada vez más apetecible, pero decidió que lo mejor era decir lo que había ido a decir y dar por terminado aquel asunto. En caso contrario, era posible que nunca lo dijera.
Pasaban los minutos sin que ocurriera nada, de modo que decidió volver a llamar.
Al final, se encendió la luz del porche y Jasper abrió la puerta.
Sólo llevaba encima unos pantalones de chándal.
—¿Edward? —dijo, rascándose la cabeza.
— Dime que no has venido para comentarme el partido del domingo.
—No.
Aquella vez Edward no iba a hablar de deportes. Aquella vez iba a abordar de una vez por todas los problemas que había entre ellos.
Pero no podía hablar. Porque desde el momento en el que había llegado, el corazón le latía a toda velocidad y los ojos, malditos fueran, se le estaban llenando de lágrimas.
—Quería decirte algo. Jasper lo miraba con recelo.
—¿Qué? Si es algo relacionado con el trabajo.
—No tiene que ver con el trabajo. Es
De pronto Edward ya no pudo continuar reprimiendo las lágrimas. Su pecho se tensó de tal manera que apenas podía respirar.
Pero no iba a dar marcha atrás. Porque peor que el que un hombre de treinta y dos años estuviera en la puerta de la casa de su hermano llorando como un niño, era el miedo a que su hermano no supiera, nunca hubiera sabido, lo que verdaderamente sentía.
Con los puños apretados, dijo:
—Te quiero, maldita sea.
Fue como un ronco susurro. Un intento patético. Edward se aclaró la garganta y se obligó a continuar hablando.
—Yo siempre te he querido.
Entonces, demasiado avergonzado para esperar la reacción de Jasper, dio media vuelta y se marchó.
oooooooooo
Jasper permanecía en la puerta, completamente estupefacto, observando desaparecer en la lejanía las luces de la camioneta de su hermano. Nunca había visto llorar a Edward. Edward siempre había sido un hombre fuerte y reservado. Toda la familia se había apoyado en él y él la había sacado adelante.
Pero acababa de llamar a su puerta con los ojos llenos de lágrimas para decirle que lo quería.
Se frotó la barbilla y sacudió la cabeza. El primer impulso había sido salir detrás de Edward, pero sabía que de momento era preferible dejarlo solo. En cualquier caso, no hubiera sabido qué decirle si lo hubiera alcanzado. Los problemas que tenían no iban a resolverse en una noche, pero Jasper sabía que él también quería a su hermano. De eso no tenía ninguna duda. Quizá eso fuera suficiente para arreglar las cosas entre ellos. Quizá si estuvieran de acuerdo en borrar todo el resentimiento del pasado, pudieran empezar a fundar una nueva relación
Eso desde luego, merecía la pena. Jasper quería volver a sentirse parte de la familia. Y echaba de menos Viviendas Cullen.
De hecho, había estado pensando en ponerse a trabajar a tiempo parcial. Los estudios continuaban representando para él un importante desafío, pero había hablado con Alice la chica de la clase de lengua y había quedado con ella en que estudiarían juntos y ella intentaría ayudarlo. Estaba empezando a confiar en sí mismo, a creer que podría aprobar el curso.
Siempre y cuando consiguiera controlarla a ella.
Alice era una joven decidida y valiente y le había dejado muy claro que pensaba casarse con él algún día. Pero de momento él había evitado que las cosas tomaran un cariz más serio.
Pasaban mucho tiempo juntos, pero todavía continuaban considerándose simplemente «amigos».
Al final cerró la puerta, se acercó al teléfono de la cocina y llamó a Viviendas Cullen. Sabía que Edward todavía no habría llegado, pero quería dejarle un mensaje en el contestador.
—Acaba de llamar a la urbanización New Moon, otro de los proyectos de Viviendas Cullen —contestó una voz de mujer—.
Jasper esperó a que indicaran la dirección de la oficina y en cuanto sonó el pitido dijo:
—Edward, soy Jasper. Me he enterado de que este fin de semana juegan los Fortyniners contra los Vikings. ¿Te gustaría que viéramos juntos el partido?
oooooooooo
La cena había sido magnífica. Perfecta, de hecho. Toda la velada había sido ideal.
Bella no podía recordar la última vez que había disfrutado tanto. Pero después de pasar otras cuatro horas en compañía de Edward, encontraba más difícil que nunca confiar en él. Y lo más irónico del caso era que el motivo era que Edward lo estaba haciendo todo bien.
Fiel a su palabra, estaba llevando las cosas despacio. No la había tocado en toda la noche y tampoco la había besado cuando se había marchado de casa a las diez, sorprendentemente temprano. Simplemente había hablado y reído, haciendo que todo el mundo disfrutara de su presencia.
Había comprado helado y fruta en almíbar para postre y la había ayudado a preparar la cena. Después había instalado un nuevo juego de Nintendo que les había comprado a los niños y había estado jugando con ellos durante más de una hora.
No había acabado de marcharse cuando Charlie estaba preguntándole si iba a volver otra vez. Mackenzie le había suplicado que se quedara un rato más. Y Sophia, la pobre Sophia, antes tenía con su padre, le había demandado abrazo tras abrazo en el momento de la despedida. Edward había conquistado el corazón de los niños con la misma facilidad con la que había conquistado el suyo y Bella comenzaba a ponerse nerviosa. Sus hijos no comprendían el riesgo que entrañaba aquella relación. Y ella era la única que podía protegerlos.
Pero si le cerraba las puertas a Edward, podía estar negándose a sí misma y a sus hijos algo maravillo ¿Sería bueno o malo?
No sabía qué decidir.
Con un gemido, Bella se tumbó en la cama y clavó la mirada en el cielo. ¿Habría cambiado Edward desde que había estado con Tanya? ¿Y aquel cambio sería suficiente?
Le había contado a Edward que se había encontrado con Tanya años atrás y ella le había dicho que la engañaba. Y Edward no lo había negado.
Bella se frotó los ojos.
Si lo había hecho una vez, podría volver a repetirlo. Sin embargo, le había dicho que a ella nunca la engañaría.
Empujó las sábanas, se sentó en la cama y clavó la mirada en el teléfono. Necesitaba hablar con Edward y necesitaba hablar esa misma noche. Esperando que estuviera todavía despierto, puesto que había salido de su casa cuarenta y cinco minutos antes, marcó su número de teléfono.
Edward contestó a la segunda llamada.
—¿Edward?
—Bella, pensaba que querías acostarte pronto para poder levantarte pronto a estudiar.
—Estoy en la cama, pero no puedo dormirme —admitió.
—¿Te ocurre algo?
Bella pensaba preguntarle a Edward por su matrimonio con Tanya y por lo que había pasado con las mujeres con las que había salido durante aquella época.
Necesitaba aquella información para poder tomar una decisión. Pero al oír la voz de Edward, las ganas de volver a verlo la golpearon con tanta fuerza que no fue capaz de formular ni una sola de aquellas difíciles preguntas. Lo único que podía hacer era maravillarse porque a pesar de que acababa de verlo, si fuera necesario estaría dispuesta a caminar sobre un lecho de clavos en ese mismo instante para estar con él.
—Yo solo quería darte las gracias por lo amable que has sido esta noche con los niños —le dijo, esperando ser capaz de reunir el valor que necesitaba antes de colgar.
—Tienes unos hijos maravillosos. No cuesta nada ser amable con ellos.
—Les has comprado un juego carísimo. Me gustaría poder pagártelo.
—¿Por qué? Me apetecía comprárselo. He pensado que a Charlie le gustaría.
—Y le gusta.
Se hizo un corto silencio.
—La cena estaba riquísima.
—Gracias.
—¿Quieres que te ayude mañana a estudiar?
Voy a ir a ver el partido con Jasper, pero puedo pasarme después por tu casa.
Bella se irguió en la cama.
—¿Han vuelto a hablar?
—Sí.
—¿Y cómo se han reconciliado?
—Ayer por la noche dijiste algo que me hizo reaccionar. Fui a su casa después de estar contigo e intenté despejar un poco el ambiente.
—Vaya, ¿y qué dije yo que tuvo tanto impacto?
—Dijiste que el amor podía compensar muchas carencias. Y eso me ayudó a comprender algunas cosas.
El amor compensaba muchas carencias. El amor y el perdón. ¿Encerrarían aquellas palabras también un mensaje para ella?
—Me alegro muchísimo. ¿Entonces Jasper y tú han decidido olvidar nuestras diferencias?
—Es difícil acabar con las viejas costumbres de un día para otro, pero esta mañana hemos estado hablando por teléfono durante casi una hora. Y estamos dispuestos a intentarlo.
—¿Jasper va a volver a Viviendas Cullen?
—Se lo está pensando. Quizá a tiempo parcial, pero todavía no es seguro.
—Sería magnífico. ¿Y aun así continuaría trabajando Brandon para ti?
—Sí. La empresa está creciendo a toda velocidad. Creo que tendré trabajo para los dos. Bueno, ¿qué me dices, Bella?
—¿Sobre qué?
—¿Quieres que me pase mañana por tu casa?
Bella quería que se pasara en ese mismo instante. Quería perderse en sus brazos y dejar que el amor hiciera todo lo demás. De alguna manera, tanto el futuro como los peligros que amar a Edward entrañaba le parecían mucho más lejanos por la noche, estando sus hijos durmiendo. Pero ella y Edward habían estado de acuerdo en hacer las cosas lentamente y ella sabía que era lo más prudente.
—¿Edward? —le preguntó, sin contestar.
—¿Sí?
—¿Estabas enamorado de la otra mujer?
—¿De qué otra mujer?
—De la mujer con la que salías.
Se produjo un corto silencio.
—Creía que habías dicho que intentarías confiar en mí.
—Y lo estoy intentando. Pero me gustaría saber algunas cosas.
Necesito saber que la verdad no es tan mala como me la había imaginado.
Bella lo oyó suspirar suavemente.
—¿Nunca has hecho nada de lo que te hayas arrepentido, Bella? ¿Algo que te hayas prometido a ti misma que no volverás a hacer?
—Sí —contestó, aferrándose a la sinceridad de su voz—.
Todos cometemos errores alguna vez. ¿Fue eso, Edward? ¿Eso fue todo?
—Sí, sólo fue un error. Y no, no estaba enamorado de ella.
Además, llegué a esa situación porque tampoco estaba enamorado de Tanya.
Bella sintió una punzada de compasión por Edward. Se había casado con Tanya porque estaba embarazada. Había hecho lo que creía correcto, a pesar de que no la amaba.
Seguramente, eso demostraba el tipo de hombre que era.
—¿Alguna vez has estado enamorado? —le preguntó.
Aquella vez, fue tanto el tiempo que tardó en contestar, que Bella empezó a temer que hubiera colgado el teléfono.
—Sí, solo una —dijo por fin.
—¿De Lauren?
—No. De una chica a la que conocí en el instituto, en clase de lengua.
Bella sintió que un calor, nacido de lo más profundo de su interior, irradiaba todo su cuerpo.
—¿La misma chica a al que viste el primer día en el instituto? ¿Esa que levantó la mirada y te sonrió?
—La misma.
—¿Y crees que podrías volver a enamorarte de ella?
—Creo que nunca he dejado de amarla.
oooooooooo
—Desde luego, no eres la mejor compañía para divertirse, Edward. ¿Estás pensando en el trabajo o algo así? —preguntó Jasper, mientras buscaba algo interesante en la televisión durante el descanso del partido.
—Edward siempre está pensando en el trabajo, ¿verdad, Edward? —le preguntó Emmett, desde el sofá en el que estaba tumbado.
Hasta aquel momento, habían pasado un domingo muy tranquilo. Edward, Emmett y Jasper estaban en el salón de Jasper. En el estéreo sonaba una antigua canción roquera y toda la habitación olía a pepinillos y cebolletas en vinagre, los dos componentes principales de las pizzas que habían encargado.
Pero Edward no estaba pensando en el trabajo. De hecho, desde que Bella había vuelto a aparecer en su vida, le costaba pensar en nada que no fuera ella.
—La verdad es que estaba pensando en los niños —dijo.
Y era cierto. No había sido capaz de apartar aquel tema de su mente desde la noche anterior. Había estado cenando con Charlie, Mackenzie y Sophia y había disfrutado de su compañía casi tanto como de la de Bella.
Desde entonces, no había dejado de imaginarse lo que sería tener un hijo con ella.
—¿En niños?
Jasper estuvo a punto de atragantarse con el cacahuete que acababa de meterse en la boca y se levantó de un salto para evitarlo.
—¿Y en qué niños exactamente? Espero que no en los tuyos.
Edward se encogió de hombros, poniéndose de pronto a la defensiva.
—¿Y por qué no?
—Porque no piensas casarte. Y supongo que ese puede ser un ligero problema.
Edward estaba empezando a pensar que el matrimonio en general no era algo tan desagradable como siempre había pensado, no si el matrimonio entrañaba pasar con Bella el resto de su vida. Pero todavía no se atrevía a decirlo en voz alta. Sabía cuál sería la reacción de sus hermanos y todavía no estaba preparado para que le tomaran el pelo.
—No estaba pensando en tenerlos ahora. Sólo estaba pensando que quizá algún día —dijo.
Emmett miró a Jasper con las cejas arqueadas.
—Es Bella. Es ella la que le está metiendo esas locas ideas en la cabeza.
—Es increíble, me voy unos cuantos meses, ¿y ves lo que pasa? —dijo Jasper, sentándose cómodamente en la silla.
— Edward comienza a hacer cosas inauditas como ponerse a considerar la posibilidad de perder su libertad.
—¿Ustedes no quieren tener hijos? —preguntó Edward, deseando no haber sacado nunca aquel tema.
Una cosa era pensar en el matrimonio; otra muy diferente, oír a sus hermanos hablar como si estuviera a punto de dejar que le pusieran una correa.
—Algún día. Pero antes tengo que encontrar a la mujer adecuada —dijo Jasper—. Y no creo que eso vaya a ocurrir pronto.
—Algo tienes que estar haciendo últimamente —contestó Emmett—. ¿Qué pasa? ¿Te da miedo presentarnos a la chica con la que estás saliendo? ¿Crees que te dejará cuando nos conozca?
Jasper frunció el ceño.
—El día que pierda una mujer por culpa de uno de ustedes, me meteré a sacerdote.
Emmett y Edward soltaron una carcajada.
—Vamos, Jasper, háblanos de ella —insistió Edward.
—La única chica a la que estoy viendo con regularidad apenas tiene veinte años —les dijo Jasper.
Los Fortyniners comenzaron a jugar. Edward reclamó su cerveza y fingió concentrarse en la jugada mientras escrutaba disimuladamente el rostro de su hermano.
—Ocho años no son muchos años de diferencia —comentó Emmett, por encima de la voz del locutor.
—Es casi el treinta por ciento de mi vida —respondió Jasper—. ¡Eh, qué carrera!
Los tres se inclinaron hacia adelante para observar la jugada.
—Pero si todavía vive en casa de sus padres, por el amor de Dios —continuó diciendo Jasper—. Estoy seguro de que todavía es virgen.
—¿A los veinte años? —Edward tomó un puñado de cacahuetes—. ¿Tan horrible es?
—No. Es—Jasper silbó suavemente—.
Maravillosa. Y es una auténtica fiera —se volvió, sonrió con nostalgia y se encogió de hombros—. Pero es demasiado joven.
—A este paso, Alec y Seth se casarán antes que ustedes —dijo Edward y dio un sorbo a su cerveza.
Jasper y Emmett se volvieron sorprendidos hacia él.
—¿Antes que nosotros? —Jasper le tiró a Emmett un cacahuete.
— Creo que Edward está a punto de anunciar algo, ¿qué te parece?
Emmett asintió.
—A mí me parece que esto va muy en serio.
Edward no pretendía decir que él fuera a casarse pronto y ellos no, simplemente le había salido así. Sintiendo que se ruborizaba, abrió la boca para negar que tuviera planes inmediatos de boda, pero en aquel momento sonó su teléfono móvil. Dejó de prestar atención al partido, contestó y se sorprendió al oír una voz infantil al otro lado.
—¿Eres Edward?
—Sí.
—Soy Charlie.
¿Charlie? ¿Por qué lo llamaría?
—Hola, Charlie.¿Qué ha pasado?
—Nada. He encontrado tu número de teléfono en la agenda de la cocina.
Antes de despedirse el día anterior, Bella le había dicho que era preferible que no se vieran el domingo. Quería concentrarse completamente en sus estudios. Pero oír la voz de Charlie le hizo concebir la esperanza de que hubiera cambiado de opinión.
—¿Qué estáis haciendo?
—Nada. Mamá está estudiando. Lleva todo el día estudiando. Mañana tiene un examen muy importante.
—Sí, es muy importante. Si aprueba conseguirá su licencia.
—Sí, eso dice ella.
—¿Te ocurre algo?
—No, sólo estoy aburrido. Aquí no hay nada que hacer.
—¿Qué están haciendo tus hermanas?
—Jugar a las muñecas.
Edward no pudo evitar reír ante el desdén que reflejaba la voz de Charlie.
—¿Te gustaría venir a ver un partido de fútbol conmigo y con mis hermanos?
—¡Sí!
—¿Y crees que tu madre te dejará venir?
—Se lo preguntaré.
Charlie dejó el teléfono en la mesa y llamó a su madre. Al cabo de un momento, Bella se hizo cargo del auricular.
—¿Edward?
—Hola.
—Siento que Charlie te haya molestado. No sabía que tenía tu número de teléfono —parecía avergonzada.
—No tienes por qué disculparte —le aseguró Edward—. Me ha dicho que le gustaría venir a ver el partido conmigo y con mis hermanos.
¿Tienes algún inconveniente?
—¿A ti no te importa?
—Lo he invitado yo. ¿Por qué no traes también a niñas? Así podrás estudiar sin que nadie te interrumpa.
—No puedo hacer una cosa así —contestó, evidentemente sorprendida por el ofrecimiento.
—Quiero hacerlo. Si consigues esa licencia, a lo mejor estás dispuesta a vender algunas de las casas de New Moon—o quizá estuviera dispuesta a irse a vivir allí con él.
—Pasaré dentro de un rato a buscarlos.
—¿Estás seguro?
—Claro que estoy seguro —dijo, pero después de colgar el teléfono y ver la expresión de sus hermanos ya no lo estaba tanto—. Sólo quiero ayudarla —dijo con expresión inocente.
—¿Vas a hacer de niñera? —preguntó Jasper.
—He pensado que podría traerlos aquí mientras vemos el partido. No les importa, ¿verdad?
—No es la casa lo que me preocupa es el futuro —Jasper miró a Emmett.
— ¿Cuántos hijos tiene? ¿Tres?
—Sí —respondió Emmett.
—Vaya, parece que nuestros días de tranquilidad han terminado —Jasper sacudió la cabeza.
— Me temo que tenemos que ir preparando el smoking.
GRACIAS POR SUS REVIEWS
Lupita Pattinson Cullen
tulgarita
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Wenday 14
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